Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Más adelante en la tradición bíblica aparece Samuel. Alguien presentado de modo multifacético:
guía, sacerdote, juez, vidente, pero lo que más se subraya es su carácter profético (1 Sm 3,20).
Bíblicamente, es en el personaje Samuel donde aparecen aquellos rasgos que tipifican al profeta (1 Sm
13,7-15; 15,10-23) de la biblia.
Es a partir del siglo XIII-XII que encontramos testimonios de profecía en la literatura bíblica. a. C.
En (Núm 22-24) encontramos las profecías de Balaán y en el libro de los Jueces encontramos a la
profetiza Débora (Jue 4-5). Sin embargo es a partir del siglo X a. C. (año 1,000) cuando junto con el
nacimiento de la monarquía, en la persona de Samuel (Sm 3,10), nace el fenómeno profético propiamente
dicho; el cual alcanzará su época de oro en el siglo octavo con los profetas Amós y Oseas. Prácticamente el
movimiento profético nace con la monarquía y es testigo del fracaso de ésta.
Algunas fechas son importantes porque determinaron una cierta intervención profética
determinada.
1000—El Reino unido = tiempo de la monarquía (de los reyes).
931—La división del reino (reino del norte capital Samaria y reino del sur capital Judá).
Siguiendo, esta indicación, podemos decir que es a partir del siglo XIII-XII que encontramos
testimonios de profecía en la literatura bíblica. a. C. En (Núm 22-24) encontramos las profecías de Balaám
y en el libro de los Jueces encontramos a la profetiza Débora (Jue 4-5).
Sin embargo desde el punto de vista crítico, es a partir del siglo X a. C. (año 1,000) cuando junto
con el nacimiento de la monarquía, en la persona de Samuel (Sm 3,10), nace el fenómeno profético
propiamente dicho, el cual alcanzará su época de oro en el siglo octavo con los profetas Amos y Oseas en
el norte e Isaías y Miqueas en el sur. Así que el primer momento histórico que se puede delinear es que el
movimiento profético nace con la monarquía y la acompaña hasta el desaparecimiento de ésta.
1 La monarquía (1 Sm 8,22ss)
Israel pide a Samuel un rey, porque quieren parecerse a los otros pueblos de la tierra. Cuánto
problema encierra el hecho de querer ser como los demás; y teológicamente la gravedad que encierra
una petición que atenta contra la soberanía de Dios. Este drama está reflejado en las palabras de Dios a
Samuel: (1 Sm 8,4-9) Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Samuel en Ramá, 5 y
le dijeron:… danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones. 6 Pero fue desagradable a los
ojos de Samuel que dijeran: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró al SEÑOR. 7 Y el SEÑOR dijo a
Samuel: Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan, pues no te han rechazado a ti, sino
que me han rechazado a mí para que no sea rey sobre ellos. 8 Así como todas las obras que han hecho
desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así lo están
haciendo contigo también. 9 Ahora pues, oye su voz. Sin embargo, les advertirás solemnemente y les
harás saber el proceder del rey que reinará sobre ellos. EL programa de la monarquía está descrito en 1
Sm 8,22; pero Israel quiere un rey y Dios ha respetado su libertad, aunque conoce de antemano que ésta
decisión conducirá a Israel al más terrible de sus dolores.
El liderazgo humano fracasa cuando se margina a Dios. Serán los profetas los que irán diciendo a
Israel, que mientras Dios es un dador, el rey el poder humano tiende al acaparamiento, por eso está
dañado desde su raíz. De alguna manera las profecías clásicas se enfocaran en este tema y la restauración
de Israel, tendrá que ver con un nuevo liderazgo, gestado desde la humanidad pero orientado
absolutamente por Dios. Esa teología estará encerrada en las profecías acerca del mesías, del ungido de
Dios, del nuevo rey que se ocupará el trono de David (Is 7,14; Is 61,1; Jr 23,5; 33,17; AM 9,11).
La monarquía nace con Saúl y el profetismo con Samuel. Esta monarquía será una hasta los
tiempos de los hijos de Salomón. A Saúl lo acompañara Samuel, Natán y Gad acompañaran a David; en
tiempos de Salomón surge Ajías y posteriormente Elías y Eliseo. De todos ellos conocemos sus
intervenciones con respecto a cómo el rey debiera ejercer su poder. Solamente hasta el siglo VIII (Año
750) cuando el reino ya está divido surge una generación de profetas, de los cuales tenemos testimonios
escritos.
A la muerte de Salomón cerca de 926 a C. se desencadenó una fuerte rivalidad entre las 12 tribus
que conformaban el pueblo hebreo lo que determinó la división del reino en dos estados diferentes (año
900): a) Las diez tribus del Norte formaron el reino del Norte, o reino de Israel más vasto y más fuerte,
con capital en Samaria destruido en el año 722 a. C. b) Las dos tribus del Sur Benjamín y Judá, formaron
el reino del Sur o reino de Judá con capital en Jerusalén gobernado por la dinastía de David hasta que fue
destruido en el año 586 a C.
Como consecuencia de este cisma o esta división hubo una decadencia económica y religiosa.
Económica porque ya no tuvieron el monopolio de las rutas de la región, y religiosa porque comenzaron a
adorar, sobre todo en el reino del Norte, a otros dioses y asimilaron también costumbres religiosas de
otros pueblos como los cananeos. Como reacción ante esta situación surgieron los profetas, que con su
denuncia y anuncio defendieron la fe en Yahvéh único Dios de Israel.
Del año 800 al año 700 surgen en el norte Jonás, Amos y Oseas hasta la caída de Samaria en manos
de los Asirios (año 722 a. C.) En el reino del sur: Judá surgen Isaías y Miqueas. El reino del sur permanece
hasta el año 586 a. C. y fueron cautivos durante 50 años.
Período asirio (s. VIII): Amós, Oseas en el norte
Isaías 1-39 y Miqueas en el sur.
Tiempo de retorno a palestina después del exilio. Tiempo de volver a casa, pero ¿qué
encontraron? Sólo ruinas y tierras devastadas. Surgen los profetas que acompañan el renacimiento de
Israel. No es fácil comenzar de la nada. A estos profetas se les conoce con el nombre de Profetas post-
exílicos. Ageo, Zacarías, Isaías 56-66 (3er Isaías), Abdías, Malaquías, Joel, Zacarías 9-14, Baruc.
Agreguemos a Jonás el cual es difícil situarlo en un tiempo concreto. Históricamente antes la caída
de Nínive en año 612 a C. porque fue enviado a predicar a Nínive. Sin embargo existe la sugerencia
que el Libro de Jonás no corresponde a un personaje real, sino un personaje ficticio para tratar el tema de
la relación de Israel con los extranjeros, que después del Exilio se había vuelto un tema muy complicado,
pues Israel es más nacionalista, etnocentrista y cerrado que nunca. Y entonces que habría ubicarlo en el
siglo IV a C.
1. Introducción
En el siglo VIII ocurre un fenómeno nuevo dentro de la profecía de Israel: la aparición de profetas
que dejan su obra por escrito. Por ello se los conoce como “profetas escritores”, aunque el término no es
muy adecuado. Sería más correcto hablar de “profetas con obra escrita”. Con Amós tiene inicio este nuevo
tipo de profecía.
Éste es el primer dato que sorprende de la profecía del Siglo VIII. ¿Qué sentido tiene esta
consignación por escrito del mensaje profético? En principio, podríamos atribuirlo a la difusión cada vez
mayor de la escritura. Pero numerosos autores piensan que la causa es más profunda. Ya antes hemos
señalado algunos puntos de vista, que podría justificar el porqué el mensaje profético se inmortalizó en la
escritura.
Si tuviéramos que añadir alguno más, debemos decir que el mensaje de los profetas a partir de
Amós se conservó por escrito debido a que su palabra causó una fuerte impresión en los oyentes. Habían
escuchado algo realmente nuevo que no podía ser olvidado. Esta novedad consistiría en el rechazo por
parte del profeta a presentar su mensaje como un simple “Reformismo” para dar paso a la “ruptura
total” con las estructuras vigentes. El profeta no busca remiendos nuevos en cosas viejas… reformar, sino
busca una renovación total, basada en la ruptura. De la reforma a la ruptura.
Los profetas antes de Amós eran reformistas; señalaban los pecados de los reyes, pero los reyes
eran necesarios. Admitían la estructura vigente y pensaban que se podían corregir los fallos concretos
sin abandonar tales estructuras. A partir de Amós, no ocurre así. Este profeta advierte que todo el sistema
está podrido, y que Dios no volverá a perdonar a su pueblo (Am 2,1-16; 4,6-11; 8,9-14; 9,8-10)… Es
verdad que hay un tiempo de restauración pero el profeta deja claro que éste pasa por la purificación
profunda, como el oro que solamente acrisolado vuelve a brillar. Israel, es un cesto de fruta madura, lista
para su fin (Am 8), como dirá Isaías, un árbol que debe ser talado hasta que sólo quede un retoño
insignificante. La única solución es la catástrofe, de la cual emerja, con el tiempo, una semilla nueva y
santa (Is 6,13).
Saúl Anléu - 2017
7
Tal radicalidad, habría motivado que el mensaje de Amós se consignase por escrito, para que,
cuando ocurriese la desgracia, nadie pudiese decir que Dios no la había anunciado. Es posible que, a
partir Amós, se convirtiese en costumbre para los profetas posteriores, el escribir su mensaje.
Obviamente no podemos olvidar, que algunas veces es el mismo Dios quien les ordena escribir sus
oráculos. (Is 8,1; Jr 36,28; Hab 2,2, et.)
Otro dato que impresiona en la profecía del siglo VIII es la acumulación de profetas en un breve
espacio de medio siglo. Sólo en medio siglo, tenemos cuatro profetas de gran talla: Amós, Oseas, Isaías y
Miqueas. Con razón se llama: el siglo de oro de la profecía de Israel.
Antes de ahondar sobre cada uno de ellos, conviene sintetizar la problemática en la cual estos se
mueven, destacando tres aspectos fundamentales: social, político y religioso.
2. Panorámica de la época
Este momento de enfrentamientos internos (y luego de orden internacional) hizo surgir un poder
militar que de algún modo parecía abrir caminos de prosperidad. Vivir con la espada desenvainada
generó una situación de respeto-temor y por ende de relativa armonía y paz; lo cual permite un cierto
desarrollo económico. Sin embargo éste no fue equitativo y produjo en Israel un fenómeno nunca
conocido hasta entonces: Una fuerte desigualdad social. Los que mandan se quedaban con la mejor
parte. ¿Y los pobres? Cada vez más pobres. Vinieron abusos en el comercio, opresión de los marginados,
desviaciones en la administración de la justicia, etc., males denunciados por los profetas, especialmente
por Amós.
Saúl Anléu - 2017
8
Tanto el Reino Norte como el Sur habían pasado rápidamente de una situación trágica, de gran
pobreza, a un auge económico sólo comparable con el del reinado de Salomón. Pero este desarrollo de la
agricultura y de la industria se consiguió a base de los más pobres. Es verdad que siempre existieron
desigualdades en el antiguo Israel, pero ahora adquieren proporciones alarmantes. El abismo entre ricos
y pobres crece sin cesar, y Amós no duda en dividir la población de Samaria en dos grandes grupos: los
“oprimidos” y “los que atesoran” (Am 3,9- 12).
A ello habría que agregar una progresiva cananeización de la religión, es decir, una
comprensión ritualista de la misma sin relación con la justicia. El empeño ético social inherente a la
religión se anula, y entonces: padre e hijo se acuestan con la misma mujer… símbolo de la perversión;
hasta las sobras del trigo destinadas al huérfano y a la viuda las están vendiendo y han movido las
balanzas y las medidas a su favor (Am 2.8). Amós y Miqueas son los más preocupados por el tema. Al
primero le duele sobre todo la situación de los marginados sociales; a Miqueas, la opresión de los
campesinos de la llanura por parte de los terratenientes y de las autoridades de Jerusalén. Isaías da la
impresión de vivir en la capital y de enfocar los problemas desde otro punto de vista, fijándose no sólo en
la opresión de los pobres, sino también en la corrupción, de los ricos.
Quitar, ignorar, esconder este aspecto esencial a la religión, es quitarle todo su poder
transformador, el cual le es esencial desde la perspectiva profética, dado que no puede haber culto que se
pueda disociar de la vida de la gente. Se convierte en una especie de opio que adormece y tranquiliza la
conciencia de la gente. Entonces tenemos una religión que bendice la pobreza, que se regocija con el
sufrimiento, que bendice y consagra la opresión, porque así es la vida. Esto es altamente peligroso, pero
no es problema del AT, sino de todos los tiempos. Las Iglesias abarrotadas, los santuarios visitados por
millones y millones, pero no hay justicia, no hay paz, el soborno, la opresión, la corrupción son el pan de
cada día.
dioses, y la falta de fidelidad es idéntica a la prostitución. (Y sucederá aquel día - oráculo de Yahvé - que
ella me llamará: "Marido mío", y no me llamará más: "Baal mío.").
El significado del nombre Baal es “mi amo, mi Señor”, nombres típicos con los que la esposa se
refiere a su marido… La arqueología asegura que era representado por imágenes; pero probablemente la
referencia era el sol. Era el dios de la fertilidad, de la vida. De tal modo que los cananeos creían que la
vida dependía de él. Los Israelitas querían cosechas, hay que recordar que ellos no eran agricultores en
principio, y todo lo que sabían de su Dios era que sabía pelear por su pueblo, alimentarlos en el desierto;
¿pero sabía su Dios algo de agricultura? Así que lo mejor era no arriesgarse. Dieron culto a Baal.
Ahora bien, se tenía la idea, de que la fertilidad de Baal se concretaba cuando él tenía relaciones
sexuales con su esposa Astarté (otra diosa); y se creía que esto garantizaba la fertilidad durante el año
siguiente; entonces para incitar a Baal a unirse con su esposa, se hacían ritos de prostitución; y luego
cuando tenían respuesta positiva de su Baal, hacían celebraciones de acción de gracias con orgias
sexuales, que duraban lo que duran las ferias de nuestros pueblos (mi pueblo natal del 26 de diciembre al
5 de enero). Según la Biblia, para estos ritos había prostitutos y prostitutas en los lugares altos, y además
de la prostitución ceremonial, también se llevaba a cabo el sacrificio de niños. (Cf. 1Re 14,23, 24; Os 4,13,
14; Isa 57,5; Jr 7,31; 19,5.)
La adoración de Baal incluso se efectuaba en las mismas azoteas de las casas, desde donde con
frecuencia ascendía humo de sacrificio a ese dios. (Jr 32,29). Por eso Amós insiste que el Dios de Israel es
el que da o retiene la lluvia, el agua o la sequía, etc. (Am 4) Oseas en la misma línea (8); pero va más allá,
Israel dando culto a Baal ha despreciado a su propio marido, al que le da todo. Interesante es la lectura de
Jn 4, Jesús desenmascara a la mujer samaritana: Es verdad, no tienes marido, porque has tenido varios.
hermanos y no tolera la opresión de los débiles, se convierte para la inmensa mayoría del pueblo en un
dios como otro cualquiera, satisfecho con que el hombre le rinda culto en el templo y le ofrezca sus dones.
Los cuatro profetas reaccionarán duramente contra esta perversión de la idea de Dios.
Además, La división del reino, ya había debilitado al pueblo de Israel. Con la muerte de Jeroboán II,
Israel se da cuenta del dominio arrasador de Asiria. Entonces, surge la pregunta: ¿Qué hacer? Aliarse con
algún país poderoso vecino (en este caso Egipto) o simplemente aceptar la sumisión ante Asiria. Ese
dilema de qué hacer, hizo surgir en el reino del Norte, una seria inestabilidad en sus gobernantes (los
reyes van y vienen, asesinatos y golpes de estado); había que decidir: someterse o defenderse aliándose
con otras potencias. El resultado será el mismo (Is 7,18).
Oseas denuncia la falta de lealtad, y encarna la queja del Señor Dios “se nombran reyes sin contar
conmigo” (Os 4,1; 8,4). En este contexto se comprende el mensaje de Oseas, donde el tema de la alianza es
de singular relevancia. La alianza se reviste de alianza matrimonial porque aliarse con otros pueblos
significa traición al Señor (Israel ha sido devorado y ahora aparece en medio de las naciones como una
cosa que no sirve. Efraím era un burro orgulloso. 9 Pero miren cómo subió a Asiria llevando regalos a sus
amantes (Os 8 9). La misma situación afectó a los del reino del sur; en ambos reinos se ve a Egipto como
la única potencia capaz de salvarlos de Asiria (querer la protección de Egipto, es olvidar cómo éste los
trató, pero sobre todo, olvidar cómo Dios los trató – da la impresión que a Israel le está fallando la
memoria, ya no les queda un poco de dignidad). Todo ello se puede resumir como una verdadera
idolatría del poder político.
Este conflicto hacer surgir en Israel y Judá dos partidos contrarios, uno que reconoce que es mejor
ser hijos de los asirios, otros que es mejor ser hijos de los egipcios. Pero ambos grupos coinciden en algo;
Saúl Anléu - 2017
11
solos, no podrán resistir a los asirios. Así pues, las alianzas con otras naciones que puedan “salvar” se
ponen de moda. Lo típico de Oseas e Isaías es su defensa del Dios fiel y salvador; se oponen y critican
radicalmente las rebeliones contra Asiria y las alianzas con este país o con Egipto. Algunos han acusado a
estos profetas, especialmente a Isaías, de “política utópica”. Otros los defienden como hombres de gran
intuición y prudencia política. Lo cierto es que ambos fracasaron. Ni las autoridades ni el pueblo les
hicieron caso. Israel contra Asiria espera encontrar su salvación, su fuerza con los reyes vecinos. Esta
rebelión de Israel contra Asiria tuvo un resultado funesto: En el año 722 a. C. Asiria hace desaparecer el
reino del Norte.
En conclusión: podemos decir que la palabra clave que sintetiza esta época es LA IDOLATRIA,
Poner cualquier cosa en el lugar de Dios, lo cual expresa una terrible marginación de Dios de la vida del
pueblo. Esta idolatría se materializa como idolatría del dinero causa de las principales injusticias sociales,
pero también la idolatría religiosa, la cual le quita al culto su implicación ética, la idolatría del poder
humano, que implica también culto a la violencia.
1 La época de Amós
Interesa especialmente lo que ocurre en el Reino Norte, donde él predica. Su libro es una de las
mejores fuentes de información. Afirman los expertos que para entender el momento histórico de Amós
debemos distinguir tres períodos:
Sin embargo, este bienestar oculta una descomposición social. La suerte de los ciudadanos
modestos era tremendamente dura y el Estado hacía poco o nada por aliviarla. Se daban tremendas
injusticias y un contraste brutal entre ricos y pobres. El pequeño agricultor se hallaba a menudo a merced
de los prestamistas y de graves calamidades (sequía, plagas, fallos de la cosecha), que lo exponían a la
hipoteca, al embargo y a tener que vivir como esclavo.
Este sistema, duro en sí mismo, empeoraba por la ambición de los ricos y comerciantes, que
aprovechaban las fianzas dadas a los pobres para aumentar sus riquezas y dominios; falseaban los pesos
y medidas, recurrían a trampas legales y sobornaban a los jueces. Como éstos no se distinguían por su
amor a la justicia, la situación de los pobres resultó cada vez más dura.
Esta descomposición social iba unida a la corrupción religiosa. Aunque los grandes santuarios
estaban en plena actividad, repletos de adoradores y magníficamente provistos, la religión no se
conservaba en su pureza. Muchos santuarios eran abiertamente paganos, fomentando los cultos de
fertilidad y la prostitución sagrada. Otros, la mayoría, aunque se presentasen como santuarios de Yahvéh,
cumplían una función totalmente negativa: apaciguar a la divinidad con ritos y sacrificios que
garantizaban la tranquilidad de conciencia y el bienestar del país.
A esto se unía un enfoque totalmente erróneo de la religión israelita. Los beneficios de Dios en el
pasado (elección, liberación de Egipto, alianza del Sinaí, etc.) no fomentaban la generosidad, sino la
seguridad y el complejo de superioridad. La alianza con Dios se convirtió en letra muerta, recordada
durante las celebraciones litúrgicas, pero sin el menor influjo en la vida diaria. A pesar de todo, el pueblo
esperaba “el día del Señor”, una intervención maravillosa de Dios en favor de Israel para colmarlo de
beneficios y situarlo a la cabeza de las naciones.
El libro no nos brinda mayor información acerca del profeta, ¿cuándo nació? ¿Cuándo murió? Sin
embargo hay algunos datos que nos permiten al menos delimitar el tiempo de su actividad profética.
habría que buscar la fecha de su nacimiento o de su actividad. Este mismo texto añade otra referencia,
“dos años antes del terremoto”, pero no sabemos la fecha de éste, aunque Zacarías lo menciona (Zac 14,5)
“… huiréis... como cuando el terremoto en tiempos de Ozías”.
El libro de Amós no es claro para mencionar la caída del reino de Samaria (722 a C.), al contrario,
describe una sociedad con cierto desarrollo, económico, tendiente al lujo; y esto nos permite interpretar,
que al menos, en general, esta es la sociedad de finales del reinado de Jeroboam II (787-747 a C.) Pocos
versículos dedicados a éste rey en la biblia (2 Re 14,23-29), pero sirven para informar que fue el rey de
Israel que más éxito tuvo (El reino gozaba de prestigio político y prosperidad económica. La evidencia
arqueológica lo muestra como la época más rica de Israel, debido sobre todo al comercio. Además, Am
7,14ss, nos cuenta un incidente en el cual se le pone fin a la actividad del profeta (al menos en territorio
de Israel). Si esto es verdad, la actividad profética de Amós se puede ubicar con cierta seguridad entre los
años 760-750 a. C., y ciertamente antes del 722, fecha de la caída de Sanaría.
En cuanto al lugar y duración de su actividad profética, no sabemos cuánto duró, respecto del
lugar hay muchos datos que nos permiten interpretar que profetizó en el reino del norte (reino de Israel).
De su vocación podemos interpretar que era un hombre, sin ninguna relación con la profecía o con
los grupos proféticos, Dios lo envía a profetizar a Israel. Se trata de una orden imperiosa, a la que no
puede resistirse: “Ruge el león, ¿quién no teme? Habla el Señor, ¿quién no profetiza?” (3,8).
Con respecto al lugar de origen, la mayoría de los comentaristas ratifican la afirmación de Am 1,1 y
afirman que Amos nació en Tecua, en el reino de Judá. Conocemos su lugar de origen y su profesión.
Nació en Tecua, ciudad pequeña pero importante, unos diecisiete kilómetros al sur de Jerusalén. Por
consiguiente, aunque predicase en el Reino Norte, era judío.
En cuanto a su profesión, el título del libro lo presenta como pastor, y él mismo se considera
“vaquero” y cultivador de higueras (sicómoros) (7,14). El término “noqed” (Pastor), que sólo aparece
aquí y en 2 Re 3,4 ha hecho pensar a muchos autores que Amós era un hombre rico o, al menos, un
pequeño propietario, que podía vivir holgadamente. Otros opinan que los rebaños no eran de Amós, sino
encomendados a su cuidado; él habría sido de clase humilde y pobre. La cuestión es importante, porque si
Amós era un rico propietario no podría acusársele de defender sus intereses personales cuando
condenaba las injusticias. Desgraciadamente, no es posible una decisión categórica en ningún sentido.
Saúl Anléu - 2017
15
3 El libro de Amós
Es muy probable que el libro de Amós no proceda del profeta en su forma actual. Sin embargo,
suele atribuírsele la primera redacción del ciclo de las visiones, de los oráculos contra los países
extranjeros, y del bloque central del libro. El cambio más significativo que experimentó su obra y su
mensaje fue el añadido de un final consolador en 9,11-12.13-15.Los especialistas suelen hacer las
siguientes estructuraciones de la obra. A. quienes reconocen seis estratos: tres del siglo VIII y tres
interpretaciones posteriores y B. quienes reconocen solamente 3 estratos y C. cuatro partes.
i. Las palabras de Amós de Tecua (cc.3-6). Esto es lo que habría escrito el profeta y de lo que a
decir de los expertos sintetiza la teología de Amós.
ii. Los ciclos de las visiones (7-9) y los oráculos contra los países extranjeros (1-2),
suprimiendo en ambos casos añadidos posteriores.
iii. La antigua escuela de Amós, que añade ciertos textos y comenta otros durante los años 760-
730 a. C.
iv. En tiempos de Josías (últimos decenios del siglo VII), cuando este rey destruye el altar de
Betel, tiene lugar la interpretación de ciertos oráculos de Amós para presentarlos como
anuncio de la acción del rey.
v. La redacción deuteronomista indica que Judá y Jerusalén también están bajo el juicio de
Dios (2,4s; 3,1b), añade nuevos oráculos contra los países extranjeros (Tiro y Edom en 1,9-
12), recuerda temas de la historia de la salvación (2,10-12), acentúa el papel de los profetas
(3,7); quizá también 8,11 s procede de ella, aunque podría ser de la antigua escuela de
Amós (etapa 3). La redacción deuteronomista es la que provee al libro de su título completo
(1,1).
vi. La última etapa la representa la escatología salvífica post-exílica: de la dura crítica contra el
culto intenta salvar a los holocaustos (5,22act), y añade el final consolador de 9,11-15.
3.2.1 El estadio A
Procede del siglo VIII (antes del 722) y contenía los siguientes oráculos: 2,6-8.13-16; 3,9-11; 3,12;
4,1-3; 5,1-2; 5,11a.12b.11b; 5,16-17; 5,18-20; 6,1-7; 8,4-10. Estaba dirigido a una clase específica de
personas en un momento y lugar específicos: a los seguros, poderosos, bien alimentados, los que
detentan poderes y privilegios. Estos oráculos sólo tienen un mensaje básico: los poderosos han oprimido
a los débiles, la clase dirigente a los pobres. Cada oráculo es autónomo y anuncia una catástrofe
inevitable.
3.2.2 El estadio B
Supone la actualización de las palabras de Amós durante el siglo VII, desde el reinado de Ezequías
hasta el de Joaquín aproximadamente. Como resultado tenemos ya una obra bastante amplia (1,1-9,6,
salvo pequeños añadidos posteriores) y escrita. Consta de tres secciones: cinco oráculos que advierten
desde Jerusalén (1,3-3,8), cinco grupos de oráculos contra Betel (3,9-6,14), cinco visiones amenazadoras
(7,1-9,6).
3.2.3 El estadio C
Corresponde a los últimos años del exilio o a los decenios siguientes, supone el añadido de 1,9-12;
2,4-5 (oráculos contra Tiro, Edom y Judá) y de las promesas finales (9,7-15), aparte de otros cambios
menores a lo largo de la obra.
v Visiones (7,1-9,10)
4 La teología de Amós
Existen razones para centrar la comprensión teológica del mensaje de este libro en el concepto de
la Palabra de Dios. En primer lugar, por tratarse del primer profeta de los llamados “escritores”. En
segundo lugar, por las numerosas menciones de la Palabra mediante frases como “así habla el Señor”,
“oráculo del Señor”. Finalmente, sobre todo, por la imagen del león rugiente, que abre el libro (el rugido
de león se puede escuchar hasta una distancia de 8 kms y sirve para convocar o para advertir; estremece
la tierra, hace temblar… al menos asusta), y por el castigo de su silencio (6,10; 8, 11-12). Sin embargo
uno de los temas que abarca todo el libro, tiene que ver con el tema del castigo, lo veremos a
continuación.
4.1 El castigo
El tema del castigo se repite como motivo conductor; idea recurrente... A veces se trata de
afirmaciones generales: “Os aplastaré contra el suelo, como un carro cargado de gavillas” (2,13); “habrá
llanto en todos los huertos cuando pase por medio de ti” (5,17). En otras ocasiones se habla de un ataque
enemigo y podemos reconstruir la secuencia de devastación, ruina, muerte y deportación (cf. 6,14; 3,11;
5,9; 6,11; 6,8b-9; 5,27; 4,2-3).
Se desencadena así, el tema de la justicia divina, expresado como “Cólera de Dios”. Pero La cólera
de Dios no es el reverso de su fidelidad, es su consecuencia lógica. Si el Señor callara se haría cómplice de
la injusticia; si no interviniera, acusando a su pueblo, se desentendería de la causa de sus pobres y
oprimidos. En la promesa o en el juicio el Señor invita a su pueblo a actuar en la justicia, pues sólo en la
respuesta radica la posibilidad de supervivencia de Israel. Tanto en el juicio como en la salvación se
manifiesta la soberanía de Dios.
Con respecto al tema del castigo, es en la parte final del libro, en las visiones (7,1-9,6), donde éste
alcanza su punto culminante. Éstas reflejan la experiencia profunda que Dios hizo vivir al profeta y la
actitud que éste adoptó en su predicación. Notamos en ellas una progresión creciente. En las dos
primeras (7,1-6), Dios manifiesta su voluntad de castigar al pueblo con una plaga de langostas y una
sequía. El profeta intercede y el Señor se compadece y perdona. Amós centra su atención en el castigo, no
piensa si es justo o injusto y, viendo al pueblo tan pequeño, pide perdón para él, perdón que Dios
concede.
Sin embargo, en las visiones tercera y cuarta la situación cambia. Prescindiendo de cómo deban
interpretarse, queda claro que Dios no está dispuesto a perdonar. La quinta desarrolla esta misma idea
con una imagen distinta, la del terremoto (9,Iss), que da paso a una catástrofe militar y a una persecución
del mismo Dios. Es lo que ocurrirá realmente cuarenta años más tarde, cuando las tropas asirias
conquisten Samaria y el Reino del Norte desaparezca de la historia. Decir esto en tiempos de Jeroboam II
significaba pasar por loco, anunciar algo que parecía imposible . No obstante, es el mensaje que Dios le
confía y con el que Amós se presenta ante el pueblo.
4.2.1 El lujo.
Una de las cosas más criticadas por Amós es el lujo de la clase alta, que se observa sobre todo en
sus magníficos edificios y en su forma de vida. Amós ataca como ningún otro profeta los palacios de los
ricos, construidos con piedras hermosas (talladas y adornadas) llenos de objetos valiosos; por si fuera
Saúl Anléu - 2017
19
poco, esta gente se permite también tener una casa para vacaciones (3,15) y pasan el día de fiesta en
fiesta, entre toda clase de comodidades (6,4-6). Esta crítica al lujo tiene raíces más profundas: “Lo que
(Amós) echa de menos en las clases superiores es algo muy íntimo; no se trata de la transgresión de
determinados mandamientos, ya que ningún precepto prohibía vivir en casas bonitas y con lujos; o
ungirse con perfumes costosos… tampoco Amós es un resentido y envidiosos… Aquí el punto, es gritar en
las orejas del pueblo de Dios: que se está dejando por un lado la compasión solidaria característica
fundamental del pueblo de Dios. (Dt15.11 no faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy yo este
mandamiento: Debes abrir tu mano a tu hermano, a aquél de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra).
no compromete socialmente, está vacío y sirve para muy poco, por no decir para nada. Se cumplen los
ritos, pero acabada la asamblea, ya está listos para cometer injusticias.
A partir de este modo erróneo de pensar Amós declara que la elección no es para que se crean,
sino para que sean mejores en términos de justicia; y que a causa de ésta Dios está en todo su derecho
para someterlos a juicio: “Por eso, os pediré cuentas” (3,2); “prepárate a encararte con tu Dios” (4,12);
“poner los ojos sobre él para mal, no para bien” (9,4.8). Su única exigencia es la justicia. En el desierto
(opuesto a la fertilidad de la tierra) no había lujo, ni comodidades, ni templo, ni sacrificios (5,25), sino un
pueblo para su Dios. Destruyendo al pueblo con injusticias, se destruye a la vez su relación, con Dios y se
apaga el foco de esperanza en el día del Señor. Israel se convierte en un pueblo como los demás y el día
del Señor se transforma inevitablemente en día terrible.
4.3 Desde la teología del castigo ¿Existe para Amós posibilidad de escapar a la
catástrofe?
Parece indudable que Sí. En el centro mismo del libro (5,4-6), en medio de este ambiente de
desolación y de muerte, encontramos un ofrecimiento de vida: “Buscadme y viviréis”. Estos versos sólo
indican negativamente en qué no consiste buscar a Dios: en visitar los santuarios más famosos. Poco
después (5,14-15) advertimos que tal supervivencia está ligada a la búsqueda del bien, a instalar en el
tribunal la justicia. Luchar por una sociedad más justa es la única manera de escapar del castigo. La
justicia supera al sacrificio ritualista. Sin embargo, tenemos la impresión de que el pueblo no escuchó este
consejo, y el castigo se hizo inevitable.
A pesar que se trata de una teología centrada en el castigo, conviene recordar que esto no tiene
nada que ver con la imagen del Dios castigador y caprichoso que se desquita y se venga de sus hijos a
causa de sus pecados. El castigo es un concepto teológico esencial para expresar la justicia de Dios. Dios
no es indiferente ante la injusticia, principalmente la que atropella al más débil. Ahora bien, la teología
del castigo, no acaba en el castigo, en la preocupación de Dios porque brille la justicia, sino que esta
misma preocupación entraña una promesa de salvación. Para ser completos hay que tenerla en cuenta.
El Señor lo ha intentado desde la antigüedad. Recordemos, en efecto, la expresión: “pero no os
convertisteis” de 4,6-11. En Él está la vida (5,4-6.14-15). El escucha la súplica intercesora del profeta (7,1-
6), El dejará un “resto” (3,12; 5,3) y reconstruirá la choza de David (9,11ss). Hemos visto cómo en aquella
época los santuarios se presentaban como fuente de fecundidad y de vida: “Buscad al Señor y viviréis”
(5,4-6). Amós, por su parte, desacraliza la fórmula y sacraliza la vida: “Buscad el bien... y estará con
vosotros, como decís, el Señor” (5,14).
Para estudios ulteriores, conviene retener que Amos permite varios tipos de estudio. Es posible,
por ejemplo analizar el vocabulario de la justicia, las imágenes de la naturaleza, la sociedad reflejada en
este libro. También, estudiar los temas directamente teológicos: la justicia social (2,6-16; 4,1-3; 5,7-17),
la elección divina (3,1-2; 9,7-10), Dios y los otros pueblos en los oráculos contra las naciones, condiciones
del culto (5,21-27), el día del Señor (5,18-20; 8,9-14), la figura del profeta (3,3-8; 7,10-17), o bien, la
imagen de Dios, sus amenazas y castigos… O sea que habría una serie de temas que nos podrían interesar
para ulteriores reflexiones de carácter personal.
V. El Profeta Oseas
1 La época
Decae la prosperidad y la monarquía anda por la calle de la amargura; además Oseas testifica una
división del Reino del Norte en dos territorios, “Israel” y “Efraín”. Políticamente se vive una crisis
profunda la cual tiene su clímax con la guerra siro-efraimita: una verdadera catástrofe para Israel. Israel
hace alianza con Damasco y hace la guerra a Judá entonces Tiglatpileser III acude en ayuda de Judá,
arrasa Damasco y arrebata una buena cantidad del territorio, llevando consigo a los habitantes de esos
lugares deportados a Asiria (2 Re 15,29). Estas alianzas políticas que buscan asegurar la sobrevivencia de
Israel, son una traición en contra de quien en verdad es garante y causa de la existencia de Isarel.
La decepción de los israelitas debió de ser profunda. Y la solución fácil de encontrar: “Oseas, hijo
de Elá, tramó una conspiración contra Pécaj, lo mató y lo suplantó en el trono” (2 Re 15,30). Oseas,
contemporáneo y homónimo del profeta, será el último rey de Israel (731-722). Al dejar de pagar tributo
a Asiria, provoca el asedio de Salmanasar V. Samaria cae en poder de los sitiadores el año 722. El reino de
Israel desaparece de la historia. Estas revueltas continuas y asesinatos ayudan a comprender las duras
críticas del profeta contra sus gobernantes y la decepción con que habla de la monarquía. Caso diferente
en el sur donde la monarquía conservó aún un mayor aprecio, por eso nunca cuajo en el norte el concepto
salvífico que el reino del sur atribuyó a la monarquía davídica.
Yahvéh siguió siendo el Dios del pueblo, pero quien satisfacía las necesidades primarias era Baal.
Concedía el pan y el agua, la lana y el lino, el vino y el aceite. Cuando el israelita los tenía, no daba gracias
a Yahvé, sino a Baal; cuando carecía de ellos, se avecinaba una mala cosecha o un período de sequía, en
vez de acudir a Yahvéh invocaba a Baal. En cualquier otro país, esto no habría planteado el menor
problema; las divinidades acostumbraban ser muy tolerantes. Pero Yahvé es un dios intransigente, que
no permite competencia de ningún tipo. Es lo que nos dirá Oseas con unas imágenes clarísimas.
Ese matrimonio comienza con una orden desconcertante: “Anda, toma una mujer prostituta y ten
hijos bastardos...”. Incluso en épocas tan liberales como la nuestra resultan chocantes estas palabras en
boca de Dios. Imaginemos lo que pensarían antiguos exegetas más estrictos. ¿Cómo podía mandar Dios
algo parecido? Sobre todo, sabiendo que Gomer terminaría engañando a Oseas, como dice el c.2.
Aún no repuestos del susto, el c.3 nos depara uno nuevo. El Señor vuelve a ordenar a Oseas: “Vete
otra vez, ama a una mujer amante de otro y adúltera...” Obediente, busca a esa mujer sin nombre y la
compra por quince pesos de plata y fanega y media de cebada. Luego la obliga a un celibato forzoso; no
tendrá relaciones ni siquiera con su nuevo “marido”.
¿A qué viene esta nueva mujer? ¿Es la misma de antes, que en el c.2 se dice que abandonó a su
marido? Se comprende que el matrimonio de Oseas haya sido y sea motivo de interminables discusiones,
que probablemente nunca encontrarán una solución satisfactoria. Algunos autores piensan que los tres
primeros capítulos son pura ficción literaria, sin base alguna en la realidad. Otros creen que Oseas recibió
realmente el encargo de casarse con una prostituta y tener hijos de ella. Otros piensan que Gomer no era
una prostituta, sino una muchacha normal, que más tarde fue infiel a Oseas y lo abandonó para irse con
otro hombre. Por último, hay quienes dicen que Gomer ni era prostituta ni fue infiel a Oseas; todo se
debió a una mala interpretación de los discípulos del profeta.
De estas opiniones, la más probable parece la tercera: Gomer no era una prostituta, pero fue infiel
a su marido y lo abandonó. Esta trágica experiencia matrimonial le sirvió a Oseas para comprender y
expresar las relaciones entre Dios y su pueblo. Dios es el marido, Israel la esposa. Ésta ha sido infiel y lo
ha abandonado para irse con otro (Baal) o con otros (Asiria y Egipto). Por eso, cuando habla de los
pecados del pueblo los califica de “adulterio”, “fornicación”, “prostitución”; y cuando habla del amor de
Dios lo concibe como un amor apasionado de esposo, pero de un esposo capaz de perdonarlo todo para
volver a comenzar.
Además de tener que soportar su tragedia matrimonial, Oseas chocó también con la oposición de
sus oyentes, que lo tacharon de “necio” y “ridículo” (9,7); pero nadie le prohibió hablar, como a Amós.
Sus últimos oráculos podemos fecharlos en el 725. No sabemos si marchó a Judá después de la
caída de Samaria o antes de que asediasen la ciudad. En cualquier caso, su predicación fue pronto
conocida en el Reino Sur, ya que allí se hizo la redacción definitiva del libro.
3 El libro de Oseas
También en este caso se admite generalmente un trabajo original del profeta, aunque lejos de la
forma actual del libro. Los especialistas descubren tres etapas en la formación del libro.
a) La que se remonta al mismo Oseas. Comienza en 2,4a y llega hasta el capítulo 13. La madre
denunciada como adúltera y los hijos, como hijos de prostitución. El adulterio se manifiesta las
alianzas con las grandes potencias de la época. Este núcleo procede de los años de la guerra
siro-efraimita, que no es una guerra entre Siria y Efraím = Israel; sino la alianza Siria – Efraím
contra Judá (Cf. Is 7,6) (Asiria-Israel).
b) El Compilador. Probablemente un discípulo del profeta, crea la primera tradición escrita de
Oseas. Compone el c. 1 para legitimar el ministerio de su maestro y cambia su mensaje. Con
ello crea la metáfora del matrimonio entre Yahvé e Israel y añade al mensaje de Oseas una nota
de esperanza (nuevo matrimonio). No hay otras huellas de su actividad a lo largo del libro.
Trabaja hacia 722/721, quizá en tiempos de la reforma de Ezequías.
c) Primer redactor. Un judío que actualiza la tradición para incluir a Judá (4,15; 5,5b; 6,4.1 la). Su
ideología deuteronomista se manifiesta en la preocupación por la torá, la alusión al decálogo en
4,1-2, las acusaciones de 4,6; 8,1.12. Como buen deuteronomista, sólo admite como santuario
central el de Jerusalén (8,1; cf. 9,15), protesta contra las peregrinaciones a Betel y Guilgal (4,15;
9,15) y le preocupa el sincretismo del culto (5,6; 9,10). Este autor reinterpreta la “prostitución”
del país (que en Oseas se refería a los tratados con los extranjeros) aplicándola al culto pagano.
La intervención de éste primer redactor culmina en el c.10, donde atribuye la caída del Reino
Norte a los pecados de Jeroboam. Este primer redactor no muestra buena opinión del oficio
profético (4,5; 9,7).
d) Segundo redactor. Es también de orientación deuteronomista, pero con la perspectiva del
exilio. Utiliza diversos tipos de juegos de palabras para mitigar, cambiar o ampliar la tradición
de Oseas. Es responsable de los cambios principales en la estructura del libro. Escribe el verso
inicial (1,1) y el final (14,10), y añade los capítulos 3, 11 y 14 para dar a la obra una estructura
tripartita.
Con respecto a su estructura literaria, hay unanimidad en dividirlo en 3 partes: 1) 1-3 narración
autobiográfica – la experiencia del profeta es la experiencia de Dios en su relación con Israel – ;2) 4-11
Amenazas y acusaciones contra Israel – que Israel vea su pecado para que reaccione, no está dañando
a Dios, se está dañando a sí mismo –; siguiendo el esquema de la Ríb, Dios ha perdonado y está queriendo
reconciliación –; 3) 12-14 Reflexión sobre el pecado y liturgia penitencial. Dios es un Dios de la
historia, y se le está dando un culto como a Baal, es decir sin relación con la justicia.
4 El mensaje teológico
El mensaje de Oseas coincide en parte con el de Amós. Por ejemplo, en la denuncia de las
injusticias y de la corrupción reinante (4,1-2) y en la crítica al culto, por lo que tiene de superficial y falso
(6,4-6; 5,6; 8,11.13). Pero hay una serie de aspectos nuevos. Sobre todo en algo que todos repetimos pero
que solo creemos “de vez en cuando”: Dios ama eterna y fielmente. Y por eso condena ante todo, con
enorme fuerza la idolatría, que se manifiesta en dos vertientes: cultual y política.
Por consiguiente, a diferencia de Amós, Oseas no sólo amplía el campo de interés en la denuncia,
sino que considera toda la historia del pueblo como una historia de pecado y rebeldía. ¿Qué actitud
adoptará Dios ante ello? Y aquí está el mensaje de Oseas… (Cf. 2,4-25)El Señor cuenta con tres
posibilidades ante la conducta de la mujer: a) ponerle una serie de obstáculos para que no pueda irse con
sus amantes y termine volviendo al marido (vv.8-9); b) castigarla públicamente y con dureza (vv.10-15);
c) perdonarla por puro amor, hacer un nuevo viaje de novios, un nuevo regalo de bodas, que restaure la
intimidad y sea como un nuevo matrimonio (vv.16-25). Aquí está el mensaje de Oseas: No hemos sido
tratados según nuestros pecados… con amor eterno nos ha amado…
La predicación de Oseas pasó probablemente por estas tres etapas: En un primer momento
parece no pensar en un castigo total y terrible, como Amós, sino una serie de castigos pasajeros que
provoquen la conversión: “me volveré a mi puesto hasta que expíen y busquen mi rostro” (5,15).
Sin embargo, todo resultó inútil: “Cuando cambiaba la suerte de mi pueblo, cuando intentaba yo
sanar a Israel, salían a flote los pecados de Efraín, las maldades de Sanaría” (6,11b-7,1a); “se convierten
pero a sus ídolos” (7,16a). Incluso lo que parece auténtica conversión y deseo sincero de buscar a Dios se
revela como piedad pasajera y superficial (5,15b-6,6). Entonces, el castigo se hace inevitable y presenta la
misma secuencia de invasión, ruina, muerte y destierro que encontramos en Amós(cf. 9,7a; 10,10.14a;
11,6; 9,17; 14,1).
Pero tampoco ahora es el castigo la última palabra. Lo que termina triunfando es el amor de Dios,
que acoge de nuevo a su esposa, aunque ésta no se halle plenamente arrepentida. Este tema es
importantísimo en Oseas. Ya lo había insinuado el poema de 2,4-25; otro del capítulo 11 lo desarrolla con
una nueva imagen. Aquí Dios no aparece como esposo, sino como padre; e Israel no es la esposa, sino el
hijo. Los versos 1-5 hablan de una triple muestra del amor de Dios y de un triple rechazo de Israel. Dios,
como padre, “ama”, “llama”, “enseña a andar”, “cura”, “atrae”, “se inclina para dar de comer”. Israel, el hijo,
“se aleja”, “no le comprende”, no pone la confianza en su padre, sino en los amigos. Es el prototipo del hijo
rebelde que, según la ley, debe morir (Dt 21,18-21). Ante la inminencia del castigo paterno (vv.5b-6),
Israel pide auxilio a Baal, pero sin éxito (v.7). Y cuando parece que la situación es desesperada, Dios lucha
consigo mismo y la misericordia vence a la cólera (vv.8-9).
Es interesante notar que este texto no dice nada de la conversión del hijo, igual que el capítulo 2
no hablaba de la conversión previa de la mujer. El acento recae con toda fuerza sobre el amor gratuito de
Dios.
Lo mismo ocurre en el poema final (14,2-9). Comienza con una exhortación del profeta a la
conversión, que debe concentrarse en renunciar a todo aquello en lo que el pueblo ha depositado su
confianza: potencias extranjeras, ejército, ídolos (vv.2-4). En este momento debería seguir la liturgia
penitencial del pueblo, pero Dios interviene de repente, anunciando su perdón por pura gracia: “Yo
curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan” (v.5). Y lo que Baal no pudo concederles, la
fecundidad de la tierra, lo otorga Dios, subrayando que la lluvia y los frutos son don suyo (vv.6-9).
El mensaje de Oseas tiene algo de desconcertante. Nuestra lógica religiosa sigue los siguientes
pasos: pecado-conversión-perdón. La gran novedad de Oseas, lo que lo sitúa en un plano diferente y lo
convierte en precursor del Nuevo Testamento, es que invierte el orden: el perdón antecede a la
conversión. Dios perdona antes de que el pueblo se convierta, aunque no se haya convertido. San Pablo
repite esta idea cuando escribe a los romanos: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por
nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Rom 5,8). Y lo mismo dice Juan en su primera carta: “En
esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su
Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados” (1 Jn 4,10). Esto no significa que la conversión sea
innecesaria. Pero sí que se produce como respuesta al amor de Dios, no como condición previa al perdón.
Si tuviéramos que destacar algunas situaciones que fueron determinantes para el reino del sur
además de las mencionadas cuando hablamos de la época de los profetas del siglo VIII, es necesario
mencionar lo siguiente.
El hecho político fundamental de la segunda mitad del siglo VIII es la rápida y creciente expansión
de Asiria. Esta potencia, se abrió el camino de la fama con la llegada al trono (en el año 745), de
Tiglatpileser III, gran organizador y hábil militar. A partir de ahí, no hay un general que se le asemeje, ni
un ejército tan famoso y tan temido como el Asirio.
El emperador y sus sucesores en su afán expansionista adoptarán unas normas de conducta que
conviene conocer: a) el primer paso consiste en una demostración de fuerza, que lleva a esos Estados a
una situación de sumisión, con pago anual de tributo; b) si más tarde tiene lugar, o se sospecha, una
conspiración contra Asirla, las tropas del imperio intervienen rápidamente, destituyen al monarca
reinante y colocan en su puesto a un príncipe partidario de Asiria; al mismo tiempo se aumentan los
impuestos, se controla más estrictamente la política exterior y se disminuye el territorio, pasando gran
parte de él a convertirse en provincia asiria; c) al menor signo de nueva conspiración, intervienen de
nuevo las tropas; el país pierde su independencia política, pasando a convertirse en provincia asiria, y
tiene lugar la deportación de gran número de habitantes que son sustituidos por extranjeros; ésta última
medida pretende destruir la unidad nacional e impedir nuevas revueltas; el Reino de Israel será víctima
de tal procedimiento el año 720. En el caso de Judá, se someten (en primer grado) cuando Asiria
Interviene a favor suyo contra Israel.
al margen, pero Israel intentó conseguir su independencia. Lo único que logró fue precipitar su ruina.
Samaría cae tras dos años de asedio (722). Según la táctica asiria, a la derrota debe seguir la deportación;
pero Salmanasar muere asesinado, e Israel prolonga su agonía hasta el 720, fecha en que Sargón II
deporta a 27.290 samaritanos.
La época de Sargón II (721-705) tiene más importancia para la actividad profética de Isaías por
dos motivos: primero, porque sus campañas contra Arabia, Edom, Moab hacia el 715 habrían motivado,
según ciertos autores, la reacción del profeta, contenida en algunos oráculos de los capítulos 13-23;
segundo, porque durante el reinado de Sargón los filisteos, ayudados por Egipto, intentaron rebelarse;
también entonces intervino Isaías. Pero, en líneas generales, este reinado supone bastante tranquilidad
para Judá, que sigue pagando tributo y no se mezcla en grandes conflictos.
Todo lo contrario ocurrirá en tiempos de Senaquerib (704-681), último de los reyes asirios que
nos interesan para la época de Isaías. Igual que ocurrió en 727, el cambio de monarca pareció el momento
adecuado para rebelarse contra Asiria. Esta vez, Judá no se mantendrá al margen. Junto con un grupo de
pequeños Estados, especialmente Ascalón y Ecrón, y contando con el apoyo de Egipto, irá a la guerra y a
la catástrofe.
En resumen, desde el punto de vista de la historia asiria, son cuatro los emperadores que
interesan: Tiglatpileser III, Salmanasar V, Sargón II y Senaquerib. De ellos, sólo el primero y el último
intervendrán directamente en la política de Judá.
2 La guerra siro-efraimita
deponerlo y nombrar rey a un partidario de la coalición anti-asiria. Damasco y Samaria declaran la guerra
a Judá. Acaz, atemorizado, pide ayuda a Tiglatpileser (2 Re 16,7-9). Naturalmente, esta “ayuda” trajo
graves repercusiones para Judá. A partir de entonces, quedó sometida a Asiria y debió pagarle tributo. La
época de esplendor y de autonomía plena ha pasado.
Es unánime la consideración de que Isaías es quizás el más grande profeta bíblico. Su obra es la
mayor de los profetas (66 capítulos), de esa cuenta se le cuenta entre los famosos profetas mayores. El
estudio meticuloso de su obra a nivel literario, ha sido un verdadero dolor de cabeza para los expertos,
pero como afirma J. L. Sicre, dicha complejidad no hace su estudio menos apasionante.
La situación de Judá no cambió mucho durante el reinado de Yotán (739-734), al menos en los
primeros años. 2 Cr 27 nos informa de que continuó fortificando el país y se hizo poderoso.
Independientemente de cuanto rico o poderoso era el reino de Judá, en éste momento se nos informa en 2
Re 15,37: que Judá comienza a padecer las hostilidades que desembocarán en la guerra siro-efraimita, la
cual se desencadena abiertamente en el reino del rey Acaz (734-727 a C.) Esta guerra, es el marco
histórico donde según los especialistas, se gesta el libro del Emmanuel. Judá se defendió de Siria e Israel
haciendo alianza con el emperador asirio, pero a partir de este momento queda ligada a Asiria con pagos
de tributos por la ayuda recibida.
1 La persona
Son pocos los datos que poseemos sobre la vida íntima de Isaías. Debió de nacer hacia el 760
(reinado de Ozías). Su padre se llamaba Amós, pero no hay motivo para identificarlo con el profeta de
Tecua. El lugar de nacimiento, aunque no lo sabemos con certeza, debió de ser Jerusalén. Isaías
demuestra una cultura que difícilmente podría haber conseguido fuera de la capital (no se trata ni de un
campesino, ni un cuidador de ovejas). Este origen capitalino es importante porque el futuro profeta
crecerá en medio de unas tradiciones religiosas que condicionarán su mensaje: la elección divina de
Jerusalén y la dinastía davídica. Ambas realidades invitan a considerar los temas de la capital y la
monarquía, con las que Dios se había comprometido desde tiempos antiguos. Isaías basará gran parte de
su fe y de su predicación en estos dos pilares, no de forma superficial, acrítica, sino deduciendo de ellos
las más graves consecuencias para su momento histórico.
Todavía bastante joven recibió la vocación profética, “el año de la muerte del rey Ozías” (6,1),
probablemente el año 740 / 739, tal vez tenía 20 años. La experiencia de la vocación lo abre a un mundo
nuevo. De las verdades tradicionales, de la piedad juvenil, pasa a captar el gran plan de Dios con respecto
a su pueblo. Aunque es difícil datar el relato del capítulo 6, se trata de una experiencia temprana del
profeta Siguiendo el hilo del relato, podemos concretar esa experiencia en cuatro puntos: la santidad de
Dios, la conciencia de pecado (personal y colectivo), la necesidad de un castigo y la esperanza de
salvación. Estos cuatro temas, unidos a las tradiciones de Sión y de la dinastía davídica, debemos
tenerlos presentes para comprender la predicación de Isaías. Algunos comentaristas pretenden eliminar
la esperanza de salvación como algo añadido más tarde y que cae fuera de la perspectiva de Isaías; pero
según otro grupo de especialistas, esto no es verdad y hacerlo mutila el mensaje del profeta.
De este matrimonio nacieron al menos dos hijos, a los que Isaías puso nombres simbólicos:
SearYasub (“Un resto volverá”) " y MaherSalal Has Baz (“Pronto al saqueo, rápido al botín”). En esto
estamos en la misma línea de Oseas, lo cual nos dice una vez más que toda la existencia del profeta está al
servicio del mensaje que Dios le encomienda.
No conocemos más detalles de la vida íntima del profeta; ni siquiera conocemos la fecha de su
muerte, que debió de ser después del 701. En el Talmud se dice que fue asesinado por el rey Manasés
(698-642), quien mandó aserrarlo por la mitad, pero no es seguro.
A través de su obra se puede intuir suficientemente el carácter del profeta. Vemos un hombre
decidido, sin falsa modestia, que se ofrece voluntariamente a Dios en el momento de la vocación. Esta
misma energía la demostró años más tarde, cuando hubo de enfrentarse a los reyes y a los políticos,
cuando fracasó en sus continuos intentos por convertir al pueblo: nunca se deja abatir, y si calla durante
algunos años no es por desánimo. Esto mismo le hace aparecer a veces casi insensible, pero más bien
habría que hablar de pasión muy controlada.
Saúl Anléu - 2017
35
Como escritor, es el gran poeta clásico: dueño de singular maestría estilística, que le permite
variar originalmente un tema. Poeta de buen oído, amante de la brevedad y la concisión, con algunos
finales lapidarios. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que
sacuden por su inmediatez.
2 El libro de Isaías
En el ámbito de la obra escrita, existe una pregunta capital: ¿cuántos años tuvo que vivir el profeta
para escribir una obra que abarca un período desde el año 770 – 440 a. C. (en la última parte babilonia ya
ha desaparecido). ¿Es el Libro de un profeta o de varios? En la historia exegética del libro este es el punto
que más controversias ha suscitado. Los expertos, dividen el libro en tres secciones 1-39 (primer Isaías);
40-55 (segundo Isaías; 56-66 (tercer Isaías). Las razones más relevantes para hacer la mencionada
división, son los siguientes:
Con buena voluntad podrían ir encajando en esa época numerosos textos de los 39 primeros
capítulos. Se oye hablar de los reyes mencionados al comienzo: Ozías, Acaz, Ezequías, y de otros
personajes contemporáneos: Pecaj de Samaría, Resín de Damasco, Sargón de Asiria, etc. Judá e Israel
aparecen como reinos independientes, envueltos en los graves problemas políticos de la segunda mitad
del siglo VIII. Asiria es la potencia dominadora. Hay referencias claras a la guerra siro-efraimita, la caída
del Reino Norte, el asedio de Asdod, la invasión de Senaquerib.
A partir del capítulo 40 no se encuentran referencias a sucesos o personas del S. VIII, sino del siglo
VI a C. (Ciro de persa año 538 a C.) Se anuncia el fin del Exilio… y se anuncia la restauración del templo y
de la ciudad… La mención de Ciro, la invitación a salir de Babilonia para volver a Jerusalén reflejan la
situación del destierro (40,1-2.8). Hay pues elementos que invitan a reconocer aquí un momento
histórico diferente (la época del exilio, marcado por el desánimo y la falta de fe (40,27) Igualmente.
A partir del capítulo 56 ya no se habla del regreso, porque éste aparentemente ya ha sucedido, el
castigo ha pasado. Se refleja la problemática de una comunidad que ya ha vuelto a Jerusalén y está
comprometida en la reconstrucción de la Jerusalén, se ha reconstruido el templo y se están reparando los
muros (finales del S. IV); el anuncio de salvación, ya no es algo de carácter transitorio sino definitivo
(56,1; 57,17; 62,11). De ahí que una obra que abarque un período de casi 300 años, es imposible que
pertenezca a una sola persona.
El autor de Is 1-39 tiene los ojos puestos en la dinastía davídica, en un Mesías “Real”, nuevo David,
gloriosamente reinante y movido por el Espíritu y la fuerza del Señor; la arrogancia y el orgullo del
pueblo merecen un castigo por parte de un Dios, de quien se exaltan su santidad y trascendencia.
En la segunda parte, la teología de la historia está mucho más desarrollada, de Dios se subraya su
calidad de creador y de redentor del pueblo (Éxodo); pero se pasa del Mesías rey, al mesías siervo (cf.
52,13-54,12) que salvará al pueblo a través del sacrificio 9,1-6 y de 11, 1 -9, tiene más rasgos de profeta
que de rey; se trata pues de una teología contraria a la de la primera parte y creen los expertos que
(difícilmente un mismo autor pudo haber creado ambas figuras); incluso el concepto de “resto” es
distinto y es más clara una tendencia universalista; es patente su polémica contra los ídolos.
En la tercera parte se desarrolla la expectativa del Mesías orientado ya como una figura real, o
siervo, sino que se subraya el aspecto de la unción con el mismo Espíritu, que se convierte en la señal de
que cuando venga él, estamos en el tiempo escatológico del Mesías. Se concibe la apostasía (el abandono
del pueblo hacia Dios) de modo diferente, hay una visión escatológica y se manifiesta mayor interés por
el culto; Dios es el Señor de la historia.
Durante muchos siglos se pensó que estas diferencias históricas, literarias y teológicas no
planteaban problema a la hora de atribuir todo el libro al profeta Isaías. Este pudo haber dominado los
más distintos géneros y escribir todos los estilos posibles, desde una poesía enérgica y concisa hasta
poemas recargados y barrocos, pasando por la prosa más vulgar. En cuanto al conocimiento del futuro
lejano, de situaciones y personas que sólo surgirían siglos más tarde, la solución era fácil: Dios podía
revelar al profeta lo que había de ocurrir siglos después. En cuanto a las diferencias teológicas, podían
aceptarse como estadios sucesivos de una revelación divina que se va completando.
En una época poco crítica, estas soluciones artificiales resultaban convincentes. Sólo autores muy
agudos, como Moisés ben Samuel, en el siglo XI d. C., o su continuador, lbn Ezra, en el XII, atribuyeron la
primera parte al profeta Isaías y la segunda a la época post-exílica (cc.40-66).
En la investigación crítica del libro de Isaías hay dos fechas claves: 1788, cuando J. Döderlein
comienza a hablar del Deutero-Isaías = un profeta anónimo del exilio, al que atribuye los cc.40-66, y 1892,
año en que publica Bernard Duhm quien en su comentario al libro de Isaías rompe la supuesta unidad de
los cc.40-66, atribuyéndolos a dos autores distintos: 40-55 a Deutero-Isaías (destierro), 56-66 a Trito-
Isaías (Jerusalén).
Desde entonces, es habitual dividir el libro en tres grandes bloques: Proto-Isaías o Isaías 1 (cc.1-39),
Deutero-Isaías o Isaías II (cc.40-55), Trito-lsaías o Isaías III (cc.56-66).
4 Actividad profética
Reconstruir la actividad profética de Isaías es una aventura apasionante, pero en muchos casos
poco segura. Por ejemplo, dos famosos textos “mesiánicos” (9,1-6; 11,1-9) se duda que sean del profeta; y,
entre los defensores de la autenticidad, unos los fechan en el año 732 y otros después del 701.
Dividiremos la actividad de Isaías en cuatro períodos, coincidentes en líneas generales con los
reinados en que Vivió: Yotán, Acaz, minoría y mayoría de edad de Ezequías.
Lo que más preocupa a Isaías durante estos primeros años es la situación social y religiosa.
Constata numerosas injusticias, las arbitrariedades de los jueces, la corrupción de las autoridades, la
codicia de los latifundistas, la opresión de los gobernantes. Todo esto pretenden enmascararlo con una
falsa piedad y abundantes prácticas religiosas (1,10-20). Pero Isaías reacciona de forma enérgica.
Jerusalén ha dejado de ser la esposa fiel para convertirse en una prostituta (1,21 ~26); la viña cuidada
por Dios sólo produce frutos amargos (5,1-7).
Por otra parte, el lujo y el bienestar han provocado el orgullo en ciertos sectores del pueblo. A veces
se manifiesta de forma superficial e infantil, como en el caso de las mujeres (3,16-24), pero en ocasiones
lleva a un olvido real y absoluto de Dios, como si él careciese de importancia en comparación con el
hombre. A esto responde el profeta con el magnífico poema 2,6-22, en el que se observa el impacto tan
grande que le produjo la experiencia de la santidad de Dios, tal como la cuenta el c.6.
Resulta difícil sintetizar la postura de Isaías ante esta problemática tan variada. Predomina la
denuncia, el sacudir la conciencia de sus oyentes, haciéndoles caer en la cuenta de que su situación no es
tan buena como piensan. Como consecuencia de ello, desarrolla ampliamente el tema del castigo (2,6-22;
3,1-9; 5,26-29, etc.). Pero con esto no reflejamos exactamente la actitud de Isaías en estos años. Su
principal interés radica en que el hombre se convierta (1,16-17; 9,12), practique la justicia, se muestre
humilde ante Dios. Su deseo profundo no es que Jerusalén quede arrasada, sino que vuelva a ser una
ciudad “fiel”. Denuncia del pecado y anuncio del castigo están subordinados a este cambio profundo en el
pueblo de Dios.
La actitud de Isaías ante esta guerra (c.7-8) ha sido con frecuencia mal interpretada. Se afirma que
se opuso a que Acaz pidiese ayuda a Tiglatpileser III de Asiria. Sin embargo, el profeta nunca menciona
este hecho ni lo da por supuesto. A lo que Isaías se opone radicalmente es al temor del rey y del pueblo
ante la amenaza enemiga.
Una lectura atenta de los textos confirma esta idea. Desde el comienzo se indica que “el corazón de
Acaz y del pueblo se agitó como se agitan los árboles del bosque” (7,2). Por eso Isaías le exige: “No temas,
no te acobardes” (7,4). Y al final de estos oráculos vuelve a insistir en la idea del temor (8,12-13). En
definitiva, para Isaías la alternativa no radica entre “creer” y “pedir auxilio”, sino entre “creer” y “temer”.
¿Por qué rechaza de modo tan enérgico el temor? Porque supone desconfiar de Dios, que se ha
comprometido con Jerusalén y con la dinastía davídica. Supone dar más importancia a los planes de Rasín
y de Pécaj (“dos cabos de tizones humeantes”) que a las promesas de Dios. Supone desconfiar de que Dios
esté con su pueblo. Frente a esta postura, Isaías defiende, no una actitud quietista, como se ha dicho a
veces, sino una política basada en la fe.
Humanamente se trata de algo muy duro. Porque esa presencia de Dios entre su pueblo se
manifiesta de forma suave y mansa como el agua de Siloé (8,6); se significa con el nacimiento de un ser
tan débil como un niño (7,14). Poca cosa para alejar el temor. Pero no cabe otra alternativa: “si no creéis,
no subsistiréis” (7,9). Y así se comprende la extraña sucesión de promesas y amenazas que encontramos
en estos capítulos 7-8. Dios, que se ha comprometido con su pueblo, decide la ruina de Damasco y
Samaría (7,7.16; 8,4; quizá 8,9-10). Pero, al chocar con la falta de fe, anuncia también un castigo (7,15-25;
8,5-8). El mensaje de Isaías en esta época oscila entre los dos polos, a veces con un equilibrio casi perfecto
entre salvación y condenación.
Quizá la clave para interpretar estas afirmaciones aparentemente contradictorias se halla en 8,18:
“Yo con mis hijos, los que me dio el Señor, seremos signos y presagios para Israel, como testimonio e
instrucción”. Aquí entra en juego el valor de los nombres simbólicos. Isaías significa “Dios salva”; Sear
Ya~ sub, “Un resto volverá”; MaherSalal Haz Baz, “Pronto al saqueo, presto al botín”. Este último nombre
se refiere sin duda al castigo de Damasco y Samaría (cf. 8,1-4). SearYasub hace referencia a un castigo
purificador de Judá, a un “resto” (no todo el pueblo) que se salvará y volverá al Señor. Isaías significa, por
encima del castigo y de la purificación, el compromiso eterno de Dios con su pueblo. En cualquier caso,
parece que Isaías guardó silencio en los años posteriores, hasta la muerte de Acaz.
El primero se dirige contra Filistea, que, contenta por la muerte de Tiglatpileser, invita a Judá a la
rebelión (14,28-32) Isaías repite de nuevo que la salvación está en el Señor y que el hombre debe confiar
Saúl Anléu - 2017
41
en sus promesas. El tutor y el pueblo debieron de hacer caso a Isaías, ya que nada sugiere que Judá se
rebelase.
El primero (Is 39) cuenta que Merodac-Baladán, rey de Babilonia, envió una embajada a Ezequías
para darle la enhorabuena por su curación milagrosa (sobre la enfermedad del rey, véase Is 38). Sería
ingenuo pensar que a Merodac-Baladán le preocupaba mucho la salud de Ezequías. Lo que pretende es
ganarse un aliado para la rebelión. El texto no lo dice claramente, pero lo insinúa al indicar que Ezequías
enseñó a los embajadores todos sus tesoros, como queriendo demostrar que estaba preparado para la
guerra. Isaías condena esta actitud y predice la pérdida de dichos tesoros, cosa que ocurrirá doce años
más tarde. El segundo texto (18,1-6) demuestra que también Egipto estaba interesado en fomentar la
rebelión.
Siguieron unos años de calma, hasta que la muerte de Sargón en 705 dio paso a una nueva revuelta,
esta vez de más graves consecuencias. Sobre el curso de los acontecimientos sabemos con exactitud: a)
que los judíos contaban con el apoyo militar de Egipto; b) que esta ayuda no les sirvió de nada, pues
Senaquerib invadió Judá y asedió Jerusalén; c) que Jerusalén no cayó en manos de los asirlos, ya que éstos
debieron retirarse.
Lo que resulta muy difícil es decidir qué textos recogen la predicación de Isaías durante los años
705-701. Se suelen atribuir a esta época los oráculos auténticos contenidos en los cc.28-31, descubriendo
en ellos los diversos momentos de la rebelión: formación del partido antiasirio (28,7-15), decisión de
rebelarse (29,15), embajada a Egipto (30,1-7), firma del tratado (31,1-3). A estos textos añaden algunos
autores 1,2-9; 22,1-14 (dirigidos ambos a Judá) y 10,5-15; 14,24-27 (contra Asiría).
¿Podemos reconstruir la actividad de Isaías partiendo de datos tan dispersos y discutidos? Es difícil,
pero merece la pena intentarlo. Si arriba hemos hablado de cuatro periodos monárquicos, en este caso
también podemos hablar de tres momentos: i) Preparación oculta de la rebelión, ii) preparación
abierta, y iii) después de la rebelión.
En el segundo momento (preparación abierta), Judá envía mensajeros a Egipto pidiendo ayuda.
Isaías condena esta actitud en dos oráculos (30,1-5; 31,1-3). La alianza con Egipto equivale a desconfiar
de Dios y divinizar a las grandes potencias. Los judíos no sólo se han embarcado en una política absurda,
sino que están cometiendo un pecado de idolatría.
En el tercer momento (después de la rebelión), Isaías se siente fracasado y deja testimonio escrito
de la actitud pecadora del pueblo y del castigo que merece (30,8-17). Quizá entrase en un período de
silencio. Pero no debió de durar mucho, porque los acontecimientos le obligarán a hablar pronto. El año
701, Senaquerib invade Judá y conquista 46 fortalezas, entre ellas Laquis. Estos acontecimientos van a
provocar un cambio profundo en Isaías (36,4-20); las confianzas humanas se basan en meras palabras, en
la estrategia militar y en la ayuda de Egipto (v.4-6) pero esto de nada sirve. (36,18).
Esta blasfemia ayuda a comprender el cambio del profeta. Al principio de su vida había considerado
a Asiria como un instrumento en manos de Dios (5,26-29; 10,5-6; 28,2). Ahora condena su postura llena
de orgullo y soberbia. Abandonando su silencio ataca al gran imperio en varios oráculos (10,5-15; 14,24-
27; 30,27-33; 37,21- 29).
Pero Isaías no se limita a condenar a Asiria. Anuncia en nombre de Dios la salvación de Jerusalén
(31,5-6; 37,33-35). Efectivamente, Senaquerib hubo de levantar el cerco y se contentó con imponer a la
ciudad un fuerte tributo.
Sin embargo, el profeta sufre una nueva decepción. Esperaba que los trágicos acontecimientos de la
invasión y el asedio sirviesen al pueblo para convertirse. La actitud de éste es distinta: al enterarse de la
retirada de las tropas asirias, no da gracias a Dios ni reconoce su pecado, sube alegre a las azoteas para
contemplar la marcha del ejército enemigo. Isaías no puede soportarlo. En un duro oráculo, en el que su
fe religiosa se mezcla con un profundo patriotismo, condena al pueblo por su conducta (22,1-14). Algún
especialista ha llegado a decir, que éste es uno de los pocos sitios en que aparece, en medio de la severa
atmósfera de su mensaje profético, un sentimiento vivo y profundamente humano de Isaías (Von Rad).
La situación en la que quedó el país después de la invasión la conocemos por otro oráculo (1,4-9),
que utiliza la imagen del enfermo para describir la imposibilidad de curación. ¿Termina con esto la
actividad de Isaías? Muchos autores piensan que sí. Otros, en cambio, piensan que sus últimas palabras
no fueron tan trágicas, y ponen su testamento profético en textos como 2,2-4; 11,1-9 y 32,1-5.15-20, que
dejan entrever un futuro de paz internacional, con la desaparición de la guerra y de las armas,
implantación de la justicia y del derecho, de la fraternidad y el bienestar. Sin embargo, existen serias
dudas sobre la autenticidad de estos oráculos. Es preferible no ofrecer un final tan bonito y atenernos a
los datos seguros.
5 El mensaje Teológico
Resulta especialmente difícil sintetizar en pocas líneas el mensaje de Isaías. Sobre todo, porque en
ciertos puntos claves no sabemos qué pensaba el profeta. Por ejemplo, en la cuestión mesiánica. SÍ 9,1-6 y
11,1-9 no proceden de Isaías, su visión del mesianismo y de la dinastía davídica es muy distinta de la que
podríamos presentar apoyándonos en dichos textos. No obstante, intentaremos esbozar algunas ideas.
En su postura política está muy influido por las tradiciones de la elección de David y de Jerusalén.
Dios se ha comprometido con la ciudad y la dinastía, y en esto consiste su mayor seguridad. Emmanuel =
es Dios cono nosotros… (Is 7,14), Pero Isaías no acepta ni repite la tradición mecánicamente. La promesa
de Dios exige una respuesta, la fe, que no se manifiesta en verdades abstractas, en fórmulas más o menos
vacías, sino en una actitud vital de vigilancia y confianza absoluta en el Señor. El proveerá un jefe para
Israel… Ante la amenaza enemiga, cuando la ciudad está rodeada de tropas, creer significa permanecer
fieles y confiando sólo en el Señor porque Dios no dejará de salvar a su pueblo. Por eso, lo contrario de la
fe es la búsqueda de seguridades humanas, la firma de tratados, apoyarse en el ejército extranjero, pactar
con Asiria o Egipto. En definitiva, lo contrario de la fe es el temor.
tiene nada de qué gloriarse. Lo único importante y decisivo es el Señor. Y si el pueblo no quiere aceptarlo
de buena gana, tendrá que hacerlo por la fuerza, cuando llegue “el día del Señor” y sea doblegada la
arrogancia humana.
VIII. Miqueas
1 La época
El título del libro nos sitúa en la misma época de Amós, Oseas e Isaías. A diferencia de Amos y Oseas
éste deja claro que conoce el drama de la caída de Samaria. Pertenece al reino del Sur, nació en Moreset
1,1. Se trata de un personaje de ruda personalidad (Miq 3,8) sus reflexiones tuvieron que hacer temblar a
los importantes de su tiempo.
La situación social que se refleja en su libro está muy en sintonía con la realidad social que se
deduce de Amós. Es por tanto bastante pesimista (o simplemente realista). Aborazamiento por la tierra
(2,1-5), atropello contra la viuda y el huérfano (2,810), fraude en el comercio (6,9-11) Jueces
corruptos (3,11) profetas que pronuncian oráculos de acuerdo a su salario (una buena paga
mejores oráculos) (3,5.11), ni la misma familia es un lugar seguro, pues la codicia ha corrompido
todo (7,5-6). Siendo un profeta del sur, Jerusalén es objeto de dura crítica, es una ciudad podrida en la
que se practica una especie de canibalismo despiadado: Ustedes descueran vivos a los de mi pueblo y les
arrancan la carne de sus huesos (3,2).
Parece ser que inició su actividad profética antes de la caída de Samaria, pues a ella dedica sus
primeros oráculos (1,1.6-7.14-15). Existe unanimidad a la hora de situar su actividad profética en el
reino del sur entre los años 722 – 701 a C. Nunca se llama profeta, discute con los falsos profetas y no
dice nada de su vocación.
Miqueas nació en Moreset (1,1). Probablemente se trata de Moreset-Gat, una aldea de Judá, 35 km al
Sur de Jerusalén. El dato es importante porque nos sitúa en un ambiente campesino, en contacto directo
con los problemas de los pequeños agricultores, víctimas del latifundismo. Por otra parte, Moreset se
encuentra rodeada de fortalezas; en un círculo de diez kilómetros surgen Azeqa, Soco, Adulán, Maresa y
Laquis. La presencia de militares y funcionarios reales debía de ser frecuente en la zona y, por lo que
cuenta Miqueas, no muy benéfica. Además de los impuestos, es probable que llevasen a cabo
De su profesión y estado social nada sabemos. Mientras unos lo consideran “un hombre sencillo del
campo”, algunos lo sitúan “en el círculo de pequeños campesinos y ganaderos oprimidos”, algunos lo
juzgan un personaje importante, un “anciano”, preocupado por las injusticias que padecen sus
conciudadanos. Pero lo que el libro permite intuir es que Miqueas pudo ser un campesino pobre, un
trabajador del campo o un pequeño propietario.
Con respecto a la fecha de actividad tenemos algunos datos seguros: 1,2-7 da por supuesta la
existencia de Samaria como capital del Norte; nos encontramos, pues, antes del año 722, y quizá del 725,
cuando comenzó su asedio por los asirlos. Por otra parte, la tradición contenida en Jr 26,18 afirma que
Miqueas actuó en tiempos de Ezequías. Por consiguiente, podemos indicar como fecha aproximada de su
actividad profética los años 727-701. En este contexto es fácil enmarcar la referencia al avance del
ejército asirio (1,7-16) y el peligro de la invasión (5,4-5).
3 El libro de Miqueas
El libro de Miqueas es una continua sucesión de oráculos de condena y oráculos de salvación. Los
expertos proponen que el libro pudo gestarse de la siguiente manera.
b) Edición exílica, de la que proceden 1,5bc.13bc; se hace una relectura de 2,3-5 insertando
3b, quizá 3d, y reelaborando el v.4.
c) Estructura definitiva del libro. Los añadidos principales se dan en 1,2; 6,1; sobre todo en
los cc.4-5 y al final del c.7. Esta etapa tiene lugar a comienzos o mediados del siglo V.
En 2-3 se tiene a un profeta consciente del sufrimiento de sus conciudadanos pobres, oprimidos por
los poderosos, que cuentan con el apoyo moral de los falsos profetas. La legislación precedente es
importante para él, y denuncia sus infracciones. Pero no es un legalista que se limita a pedir la
observancia de las normas. Su análisis va más allá. Con la ley en la mano, sin más, no habría llegado a
entablar una batalla semejante ni a anunciar la ruina de todo el sistema. Hay una experiencia personal y
única detrás de sus palabras. Podríamos decir que la catástrofe que anuncia se basa en la ruptura de la
alianza por parte de las autoridades.
El autor de 6-7 (suponiendo que los diversos oráculos procedan del mismo profeta) parte del
sufrimiento de Dios, que implica (aunque nunca lo dice expresamente) un sufrimiento para los pobres.
Hace referencias a ciertas infracciones de las leyes y de las normas de conducta propuestas por la
tradición sapiencial. Pero tampoco es un legalista. Se fija en lo que esto supone de ingratitud hacia Dios y
de tragedia para el pueblo.
En cuanto a los capítulos 4-5, algunos autores niegan la más mínima relación con Miqueas; otros
sólo atribuyen al profeta algunos oráculos. Son muy pocos los que se los adjudican por completo,
exceptuando 4,1-5. Sin embargo, el problema no es tan claro como parece; todo depende de cómo se
interpreten algunos textos. Igual que en los otros casos, ciertos estudios se centran en la coherencia del
texto final.
4 Estructura literaria
El libro se divide en secciones. 1) 1-3 Amenazas; se centra en una teofanía en la que el Señor
testifica contra la injusticia de su pueblo 2) 4-5 Promesas (4,1-5,8) y amenazas (5,9-14); puestas en
contraste entre Miqueas y los falsos profetas 3) 6-7 amenazas y promesas introducidas con un esquema
de Ríb; el acercamiento que Dios reclama no es cultual, sino justicia y lealtad.
5 Teología de Miqueas
J. L. Sicre reconoce que es difícil reconstruir el mensaje de Miqueas, ya que no sabemos con
exactitud qué oráculos proceden de él y cuáles de autores posteriores. Está de acuerdo con quienes
sugieren que probablemente los capítulos 6-7 pertenezcan a un profeta anónimo del norte, que la ciencia
bíblica ha dado por llamar “Deutero-miqueas”. Según él, a la hora de esbozar el mensaje de Miqueas
habría que dejarlos por aparte. Los capítulos 4-5 constituyen un problema especial, pero su redacción
actual parece fruto de la época del exilio.
De esa cuenta, J. L. Sicre sugiere que si queremos un terreno totalmente seguro, debemos limitarnos
a los tres primeros capítulos. Son ellos, especialmente 2-3, los que presentan a Miqueas como uno de los
grandes defensores de la justicia. Parten de un hecho muy concreto: la apropiación de casas y campos por
parte de los poderosos. Pero esto pone en marcha un fenómeno más complejo y nos hace descubrir la
terrible opresión en que vive el pueblo: carne de matadero con que se alimentan las autoridades (3,14),
cuya sangre sirve para construir el esplendor de Jerusalén (3,9-1 l).
Y llama la atención el carácter “religioso” de los opresores, que consideran a Dios de su parte,
invocan las grandes tradiciones de Israel y cuentan con el apoyo de los falsos profetas. Por eso,
Miqueas no se enfrenta sólo a una serie de injusticias, sino a una “teología de la opresión”. Por otra
parte, esta forma de actuar y de ver la vida se encarna en algo muy concreto: Jerusalén. Cortando con toda
tradición y promesa anteriores, con el entusiasmo que manifiestan algunos Salmos, el profeta anuncia
que “Jerusalén será una ruina, el monte del templo un cerro de matorrales” (3,12). Pero, el Señor no
puede quedarse impasible y Miqueas anuncia un juicio contra Jerusalén y contra Samaria por la idolatría
y por la injusticia.
Cuando está en juego la justicia, el Señor no consiente ni a su mismo pueblo ni a su ciudad. Miqueas
no está anulando las promesas a Israel: bendición de Jacob (2,7), la presencia del Señor en Sión (3,11), la
salida de Egipto (1, 15; 7,15), la promesa a David (5,1-3). Es el pueblo con su comportamiento y los falsos
profetas los que hacen que tales promesas no sólo pierdan sentido sino queden vacías. Miqueas en sus
pocos capítulos es el profeta de la esperanza, al menos, para el resto de Israel (4,7; 5,2.6.7; 6,5).
Saúl Anléu - 2017
50
Con los profetas del siglo VIII la época descrita se resumía en lo siguiente: Asiria con hambre de
expandirse, conflictos y alianzas políticas para resistir (idolatría política), No se conoce la paz, y las
injusticias están a la orden del día. Esta realidad permanece pero a finales del S. VII Asiria está llegando a
su fin, sin embargo, esto no significa realmente nada, pues a la caída de uno, se prepara la subida de otro.
En este caso, se abre paso un nuevo imperio: el Imperio Babilónico.
Todo esto nos hace pensar en una realidad caótica desde todos los puntos de vista. Pero
obviamente se resalta esa famosa denuncia profética en contra de la idolatría del poder mundano; ¡Ay
de la ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de pillaje, que nunca cesa en su rapiña! (Nah 2,6-10; 3,1;
Cf. también Jer 38,17-18; 39) y es que, el hecho de que hayan imperios supone siempre, que hayan
injusticias., porque el poder se convierte en el objeto de idolatría. Por quien lo detenta, por quien lo
desea y por quienes los permiten.
1.1 El imperialismo
Una de las características importantes de siglo VII, es el auge del imperialismo. Esta es la
característica que mejor describe la época. Recordemos que el siglo VIII Asiria se había hecho un imperio
imparable; pero a finales del S. VII Asiria está llegando a su fin; sin embargo esto no es el fin del
imperialismo. Cuando se debilita un grande, todos los chiquitos comienzan a pelearse por el poder. Y así,
surge un nuevo imperio: el Imperio Babilonio, con su famoso rey: Nabucodonosor. Esta realidad de
pretender el poder y el control del territorio a base violencia, de oprimidos y opresores, arranca una
denuncia profética contra la idolatría del poder mundano y toda la perversidad que lo sostiene; así
resuena la denuncia de Nahúm: ¡Ay de la ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de pillaje, que nunca
cesa en su rapiña! (Nah 3,1).
expresa esto es en el tema religioso. Y lo que hace más grave el asunto, es cuando el mismo pueblo se
presta para ello. Recordemos cuán importante era para Israel no mezclarse con otras naciones, porque
esto significaba contaminación; mantenerse distante de los otros pueblos hace parte de la elección divina;
era como si Dios hubiese dicho: “los escojo no para que sean más de lo mismo, sino para que sean signo de
una realidad distinta”.
La crítica del profeta resuena en contra toda política servilista, chaquetera y lame-botas. Pero
como siempre la palabra del profeta resbala, y el pueblo sigue lo que Dios detesta, y avisado por el
profeta, se encamina a la experiencia más triste para el Israel de aquella época: El destierro a Babilonia.
Pierden la tierra, el templo, y la ciudad santa (587-586) y desaparece definitivamente el reino del sur.
Pero además, la reforma religiosa estuvo acompañada de una reforma política que tuvo entre sus
propósitos restaurar el reino de David. De hecho hay textos que nos muestran a Josías incursionando
(destruyendo altares) en el extinto reino del norte, que ahora eran provincias asirias. El rey comienza
entonces una política de expansión, aunque no tenemos noticias que hayan llegado a establecer allí algún
sistema administrativo.
Esto coloca a Judá en una situación de independencia política y prosperidad creciente. Son al
mismo tiempo años de intensa actividad literaria, queda redactado gran parte del Deuteronomio y
aparece la primera redacción de la historia deuteronomista (la segunda será en exilio 586-538).
En el año 605 Nabucodonosor conquista a los egipcios y Judá pasa a ser provincia del nuevo
imperio. Pero Joaquín vinculado políticamente con el faraón se niega a aceptar el dominio de los nuevos
señores del mundo. Se niega a pagar el tributo a Nabucodonosor no tiene tiempo de atacar ahora y
mientras Joaquín muere asesinado, le sucede Jeconías y al comienzo del reinado de éste Nabucodonosor
asedia Jerusalén y tiene lugar la primera deportación. Entre los desterrados se encuentra el mismo rey y
Nabucodonosor nombra como jefe a Sedecías hijo de Josías. Los primeros años de Sedecías transcurren
en calma, basta que pague el tributo; pero en el año 588 Sedecías se rebela contra Babilonia, negándose a
pagar el tributo. Entonces Nabucodonosor les declara la guerra, son destruidos y deportados en el año
586; esta es la segunda y más famosa deportación. Después de la victoria babilonia nombra a un
gobernador de nombre Godolías. Este es el tiempo de Sofonías, Habacuc y Jeremías.
X.
Dijimos ya, que para el año 722 había desaparecido el reino del norte, pero la situación del reino
del Sur no era de lo mejor. Aunque Asiria no la había conquistado, si la dominaba a través de grandes
tributos. La maldad del imperio es condenada por el profeta; e indirectamente se denuncia contra Judá
que se ha prestado para ello.
Sabemos muy poco acerca de Nahúm. Su nombre significa “consolador”. No se conoce con
exactitud a qué lugar pertenecía este profeta. Algunos investigadores creen él era de Capernaum (Caper-
Nahum = “aldea de Nahum”). Finalmente, hay otros que creen que provenía de una aldea de Judea. Esta
última es bastante probable por el hecho, de que el reino del norte ya era parte del imperio Asirio, y tiene
más sentido pensar que dirigió sus mensajes directamente al reino de Judá (1:15b). Nahúm no es
mencionado en ningún otro lado de las Escrituras. Sin embargo, leemos en romanos 10:15: “¡Cuán
hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Este versículo
presenta una expresión muy similar a las de Isaías 52:7 y Nahúm 1:15, lo cual los vincula entre sí. Pero
nada es posible probar.
2 Mensaje y Teología
A partir de esta idea de Dios como Señor de la historia, La profecía de Nahúm revela algo acerca de
Dios con más claridad de lo que lo hace ningún otro libro de la Biblia: la ira de Dios. El imperio Asirio ya
se había adueñado del norte, pero Dios no permitirá que se adueñe de Judá donde está la ciudad santa. El
imperialismo es idolatría del poder mundano, es fuente de corrupción y violencia, y no debe admitirse el
servilismo chaquetero.
El objetivo de la profecía de Nahúm es pues anunciar el juicio de Dios contra el imperio de Asiria,
representado por su gran capital Nínive. Ya Jonás había profetizado acerca de Nínive, pero él había vivido
150 años antes que Nahúm y el tema es distinto. En el libro de Jonás la gracia de Dios triunfa, mientras
que en el de Nahúm sólo se anuncia la justa ira de Dios y la inevitable destrucción de esta ciudad impía.
La visión de Nahúm está enfocada sobre este enemigo del pueblo de Dios; es muy sorprendente
que no se mencione nada acerca de los pecados de Israel y de Judá. Efectivamente, al tiempo que es
anunciada la santa y justa ira de Dios contra los enemigos, el pueblo de Dios recibe palabras
reconfortantes (1:12-15).
En el capítulo 1 (el cual es similar a un salmo), vemos a Dios celoso y vengador en toda su
majestad. Los dos capítulos siguientes profetizan con exactitud la caída y destrucción de Nínive. Asiria
representa lo arrogante, lo cruel y violento de un mundo que ha idolatrado el poder humano. Según las
profecías, Dios había utilizado a Asiria para castigar a Israel, pero, finalmente, ellos deben ser castigados
por su soberbia y su malicia (cf. Is 10, 5-19; Ez 31, 3-17; Sof 2,13).
El profeta Nahúm advierte en su mensaje de amenaza contra Asiria pero simultáneamente ofrece
un mensaje de esperanza para Israel. Dios defiende a su pueblo de sus enemigos. Cuánto consuelo
contendrían las palabras de Nahúm para Judá que se veía rodeada por los asirios, gritando que Nínive (la
gran capital del imperio enemigo) sería destruida. El único imperio que subsiste es el de Yavéh.
Un concepto si no nuevo al menos bastante enfatizado, es el concepto de la ira de Dios. Éste está
íntimamente asociado al concepto del Dios celoso. Y el libro trata de ser una descripción de esa ira de
Dios. Desde el inicio 1,2-6… "¡Dios celoso y vengador es el Señor… he aquí la imagen de un Dios que ha
soportado por mucho tiempo y su ira está a punto de estallar. Nahúm describe cómo la ira de Dios se
vuelve contra los enemigos de su pueblo… Dios está furioso y no se trata de una ira caprichosa, como la
de un niño. No hay nada de caprichoso ni de egoísta en la ira de Dios. Es una ira controlada (contra los
enemigos) pero terrible y temible (llega a la destrucción). Toda ella (la ira del Señor) no es más que el
reflejo de la preocupación sobrecogedora que siente Dios por lo y los que ama.
radicalmente no. La justicia no se lo permite, su fidelidad a los que confían en él no lo tolera. La actitud
del profeta es muy dura, es un profeta que nos duele, pero es un elemento imprescindible para la teología
de la historia. Nahúm nos causa escándalo, pero no es lo mismo teorizar sobre la opresión y el
imperialismo que padecerlos en carne propia.
El nombre Sofonías significa “protegido, escondido por Dios”. Sofonías es el único profeta que
menciona su genealogía, probablemente con el fin de justificar su descendencia real. Según las
indicaciones ofrecidas por el mismo Sofonías en el capítulo 1,1, observamos que ejerció su actividad
profética en los días de Josías (640-609). Sofonías vivía en la capital de Jerusalén (cfr. 1:4, 11, 12) y tenía
participación en la corte. Sus contemporáneos fueron Nahúm, Habacuc y Jeremías.
Al leer el capítulo 2,13, podemos concluir que Sofonías tuvo que haber profetizado antes de la
caída de Nínive en el año 612 a.C. Muchos investigadores piensan que él incluso profetizó antes de la
reforma del rey Josías. Dicha reforma comenzó alrededor del 632 a.C. (cf. Sofonías 1, 4-6, 8-9,12; 3, 1-3,7).
Es posible que haya sido el ministerio de Sofonías lo que provocó que el rey Josías y el pueblo se
volvieran a Dios (cfr. 2 Reyes 22 – 23; 2 Crónicas 34-35). Ya se había producido un retorno a Dios bajo el
reinado de Ezequías, pero todas las cosas buenas se habían perdido nuevamente bajo los reinados impíos
de Manases y Amón.
Contra el sincretismo religioso: Su profecía pues, encaja con los acontecimientos de la reforma
religiosa, es más piensan los expertos que es él quien está a la base de la reforma religiosa de Josías. Judá
lleva un siglo sometida a los asirios, y el pueblo se ha dejado llevar por las costumbres extranjeras y
prácticas paganas. El reinado de Manasés contribuyó a difundir tal corrupción religiosa (2 Re 21,3-9). De
esa cuenta uno de los temas teológicos fundamentales de la predicación de Sofonías es el ataque contra el
sincretismo religioso (1,4-5) y amenaza con el castigo a Nínive (3,13-15). En ambas realidades el profeta
entiende una denuncia fuerte contra las diversas transgresiones contra Dios y contra el prójimo. De esa
cuenta, su ataque es frontal contra la idolatría cultual, las injusticias, el materialismo, la despreocupación
religiosa, los abusos de las autoridades, las ofensas cometidas por los extranjeros en contra del pueblo de
Dios. Dijo claramente que esta situación era insostenible, que provocaría inevitablemente el castigo,
simbolizado en el juicio del día del Señor. Pero no se complace en condenar, considera la destrucción
como paso a la salvación. De la rebelde, manchada y opresora (Jerusalén) saldrá un resto que se acogerá
al Señor (3,1). El mensaje del profeta va pues en la línea de fomentar la reforma de Josías.
El día del Señor: Una de las peculiaridades del libro de Sofonías es el tema del día del Señor. El
día del Señor, ocupa un lugar muy importante en la profecía de Sofonías y se refiere al momento al cual
Dios interviene para salvar a su pueblo, pero este día del Señor paradójicamente pasa por la destrucción
de Jerusalén y está revestido de un carácter eminentemente judicial. Nahúm y Sofonías anuncian casi
gráficamente la caída de Judá y Jerusalén.
El libro de Habacuc no da detalles sobre la vida del profeta. De Habacuc, sólo conocemos su
nombre, Según los expertos, el significado de su nombre es probablemente “el que abraza”, “abrazo”. Y es
justamente lo que él hace por medio de su profecía, abraza a su pueblo, los consuela y los toma en sus
brazos como uno lo haría por un niño o un adulto que se aflige.
Nada sabemos de su vida salvo el retrato psicológico que él mismo nos pinta en los tres capítulos
de su Libro. Habacuc aparece dominado por ciertas dudas con respecto al porvenir de su pueblo y al
reino de Dios, mas su confianza y su fe son mayores. Él es el justo "que vive de la fe" (Hab 2,4);
resonancias de ello, las hallamos en S. Pablo. (cfRm 1,17; Gal 3,11-12).
Habacuc profetizó antes de la invasión de Judá (605)y predice la ruina de Babilonia, como predijo
Nahúm la de Nínive, ambos crueles enemigos del pueblo y del reino de Dios. Asiria ya no existe, pero el
recuerdo de la opresión se une ahora al dominio de los egipcios y babilonia. Es como salir de una y caer
en otra. Aquí es donde mejor encaja el libro de Habacuc.
Dios condena toda forma de imperialismo: La obra comienza exponiendo la queja del profeta
1,2. Habacuc no comprende que Dios pueda permanecer indiferente a las luchas y contiendas de su
tiempo. El Señor le responde que piensa castigar a los opresores egipcios mediante otro imperio
(Babilonia) 1,5-8. Sin embargo la respuesta de Dios es insatisfactoria, porque al cabo de poco tiempo, los
babilonios resultan tan déspotas y crueles como los asirios y los egipcios. El profeta se queja de nuevo a
Dios 1,12-17. Le duele la alegría con la que el nuevo imperio se apodera de las naciones y mata pueblos
sin compasión. No comprende que Dios “contemple en silencio a los traidores, al culpable que devora al
inocente. Y así en actitud vigilante espera una nueva respuesta de Dios (2,1).
Dios responde que el momento de la venganza está cerca, y que llegará sin retraso (2,2-5)
Entonces los oprimidos se podrán burlar del opresor vencido (2,6-20). Eh aquí la acusación más enérgica
contra el imperialismo. La preocupación del profeta tiene una perspectiva universal, como el
Saúl Anléu - 2017
61
imperio se enriquece a costillas de todos los pueblos que oprime (2,7.9) pero esta actitud
contiene un germen de auto-destrucción: destruyendo a tantas naciones el imperio se
autodestruye, el castigo lo llevaran a cabo las naciones oprimidas.
El capítulo 3 parte de un presupuesto distinto. Aquí el castigo es obra personal de Dios, que viene
a salvar a su pueblo (3,17-19). Nahúm preocupado por la opresión asiria, ofreció como respuesta la
destrucción de Nínive. A Habacuc esto no le basta, porque el castigo de un imperio opresor supone su
simple sustitución por otra potencia, más cruel quizá que la anterior. Con ello no se resuelve nada. El
problema de la justicia de Dios sigue en pie. Y el profeta no le encuentra solución. Pero supera el
problema con una postura de fe, convencido de que todo imperio opresor cualquiera que sea, terminará
siendo castigado. La novedad de Habacuc consiste no en que Dios aparece como quien juzga y
condena un imperio, sino como quien juzga y condena toda forma de imperialismo.
1 La grandeza de Jeremías
Es sólo uno más de los libros proféticos, pero es reconocido como el libro de la profecía por
excelencia. Primero es el libro más largo de los profetas, es verdad, a nivel de capítulos Isaías tiene
sesenta y seis, pero Jeremías es el más largo en cuanto al número de palabras y versículos.
Contiene el mensaje desde la crítica profética más fuerte en la historia del pueblo hebreo. Fue
conservado como un tesoro nacional en el canon judío. Y fue heredado por los cristianos como parte de
su Escritura.
En los libros de los profetas el profeta permanece casi anónimo o disimulado; pero no es éste el
caso de jeremías. En el Libro de Jeremías, la figura del profeta surge con un carácter verdaderamente
humano. La psicología del profeta se dibuja en este libro con una gran cantidad de detalles. El libro revela
la personalidad de un hombre extraordinario; alguno incluso lo han llegado a comparar con Jesús, otros
sugieren que los cantos del siervo apuntan a Jeremías.
Jeremías significa Exaltación de Yahvé. Muy identificado con el libro que es un mensaje de
salvación, la cual se recibe sólo mediante una profunda conversión.
El profeta habló de una nueva alianza, de una nueva obra de Dios. El no fue el primero de los
profetas en hablar así, pero la claridad de su menaje, las acciones simbólicas, y el poder de sus actos
capturaron la fe y la imaginación de las generaciones siguientes.
Más tarde, en la historia de la Iglesia primitiva, los cristianos etiquetaron las escrituras en AT y NT.
en sintonía con esta novedad teológica del profeta, que hablo por vez primera de una alianza nueva.
Con la actividad del profeta alcanzamos el fin del reino del sur, el destierro a Babilonia. Tal
experiencia constituyó una de os momentos más críticos para la fe del pueblo hebreo. A su luz los
creyentes tuvieron que reformular su fe: el pueblo que ha puesto su origen en el acto salvador de Dios,
que los libró de la esclavitud de Egipto, debe enfrentar desde esa fe la experiencia de la derrota, de la
humillación y de una nueva esclavitud (sigo convencido que el fracaso en cierto modo da paso a una más
profunda experiencia del Señor). Una verdadera teología de la historia. La interrogante capital es ¿dónde
está Dios en este cumulo de calamidades? ¿Triunfaron las potencias de la tierra? ¿Lo derrotaron? O se
fugo antes de ver la tierra arrasada, abandonando no solo a su pueblo, sino su propia casa que se ha
convertido en un espacio de desolación.
Qué dramático para Jeremías el hecho de que una parte de Israel es llevado como esclavo hacia
Babilonia y la otra parte huye a Egipto, justo ahí donde después de 400 años de esclavitud, nadie habría
querido volver. ¿Dónde quedó el Éxodo? ¿Fue acaso una liberación a medias? Lo que en realidad se pone
en crisis, es la soberanía de Yahvé. Y ahora dice el profeta: ¿qué haces en el camino a Egipto para beber
las aguas del Nilo? ¿O qué haces en el camino a Asiria para beber las aguas del Éufrates? (Jr 2,18; 41,17;
42,14-22). Lo verdaderamente desesperante, es cualquier camino apunta a la desgracia, y entonces
¿cómo esto debe interpretarse desde la perspectiva de la fe del profeta?
Ya Israel había asumido el sometimiento (según el profeta) pero éste había que vivirlo con
dignidad y fidelidad para reencontrar el camino de vuelta a Dios. No había fallado Dios, hemos fallado
nosotros. Dios no abandona, nosotros le hemos abandonado.
Ahora bien, los profetas tratan de explicar el verdadero sentido del sometimiento: Es el camino a
seguir, porque tal situación es un castigo, por el cual y en el cual, el pueblo de Dios debe volver no sólo
a reflexionar el tema de la alianza, sino a rehacerla desde lo profundo del corazón.
Entre los acontecimientos importantes a recordar esta la caída de Asiria (con la destrucción de
Nínive en el 612); Egipto y Babilonia buscan la hegemonía del poder. Prevalece Babilonia
(Nabucodonosor) que después de la derrota de Asiria fue la única potencia política y militar.
La consecuencia de todo ello, a nivel político era convulsivo: algunos en pro de la independencia,
otros en pro de dirigirse a Egipto, otros a favor de ser esclavos de una nueva potencia; pero como
siempre “más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer”; por el temor al imperio babilonio los
hebreos huyeron hacia el sur refugiándose en Egipto.
Dentro de ésta historia se inscribe la actividad del profeta, la cual se podría dividir en cuatro
periodos.
En el año 594 a.C. tuvo lugar en Jerusalén una reunión internacional para organizar la resistencia,
pero la ayuda de Egipto era débil, lo que oscurecía el futuro. Entonces Sedecías se vio obligado a enviar
una embajada a Babilonia para asegurar su lealtad. Jeremías aprovecha la ocasión para enviar una carta a
los primeros deportados (Jer 31). Sedecías no supo qué hacer y consultó a Jeremías repetidas veces, el
cual le desaconsejó siempre la rebelión. Sedecías no pudo resistir las presiones de la corte y se rebeló. El
5 de enero del 587 a.C. vinieron los caldeos y sitiaron Jerusalén. La noticia de que los egipcios venían en
ayuda hizo que se levantara brevemente el cerco y se aliviara la ciudad. Pero el 19 de julio de 586 a.C. los
caldeos abrieron brecha en la ciudad. Sedecías escapó, pero lo capturaron junto a Jericó. Lo llevaron a
Ribla y allí le sacaron los ojos, tras hacerle ver el degüello de sus hijos. ¿Era esto mejor que la sumisión?
La voz del profeta habría evitado tanta humillación, no solo política, sino también desde el punto de vista
religioso.
Aparentemente, Jeremías es el profeta cuya vida conocemos mejor. Numerosos textos hablan de
las vicisitudes por las que atravesó. Además, este profeta no se limitó a transmitir la palabra de Dios;
también nos legó su palabra, sus dudas, inquietudes y temores. Su personalidad aparece así como una de
las más sugestivas del Antiguo Testamento.
Jeremías nació probablemente en el año 650 a C., en Anatot, un pueblito a unos 6 Km. de
Jerusalén, perteneciente a la tribu de Benjamín. Su nombre de etimología incierta ("Yahvé exalta" o
"Yahvé abre" –el útero-), no era raro en su época. Empezó a profetizar durante el reinado del piadoso
rey Josías, y acompañó a su pueblo hasta la destrucción de Jerusalén y su templo y se quedó en la ciudad
destruida consolando y corrigiendo a los israelitas que allí habían quedado. Estos lo obligaron luego a
irse con ellos a Egipto y allá lo mataron a pedradas porque les corregía sus maldades. Quizás Jesús
pensaba en Jeremías cuando decía: "Oh Israel que apedreas a los profetas que te son enviados" (Lc
13,34).
El principal problema para Jeremías fue que la gente no lo comprendió, ni le quiso hacer caso
como sucedió con todos los profetas. De los cinco reyes en cuyo tiempo tuvo que vivir, sólo uno le hizo
caso: fue el piadoso rey Josías, que se propuso restaurar la religiosidad en todo el país y se dejó ayudar de
Jeremías para entusiasmar al pueblo por Dios. Pero los otros cuatro lo despreciaron, no quisieron atender
a los avisos que él les daba en nombre de Dios y quisieron matarlo en varias ocasiones.
El rey Joaquín quemó las profecías que había mandado escribir Jeremías, y este tuvo que hacerlas
escribir otra vez. En tiempos del rey Sedecías lo encarcelaron y lo metieron en un pozo muy profundo
lleno de lodo, y casi se muere allí. Muchísimas veces fue amenazado de muerte si seguía profetizando en
contra de la ciudad y los gobernantes. Pero Dios le anunció: "Te haré fuerte, no tengas miedo, no me
apartaré de ti" (Jr 1,8). Y Jeremías
En la vida de Jeremías se suelen reconocer cuatro etapas, que marcan su actividad profética.
En esta época Jeremías predica la necesidad de una conversión interna y amenaza con la
indefinida figura del "enemigo del Norte", que solo a partir del año 605 a.C. se podrá identificar con el
imperio caldeo = Babilonia. No hay ninguna alusión directa a la reforma de Josías, lo cual ha hecho
pensar a los expertos, que si guardó silencio fue porque la apoyaba, aunque otros afirman que guardó
silencio porque la rechazaba.
ganando el favor de esas deidades ofendidas”. Esta actitud se manifiesta de forma más
clara cuando el resto que queda de Israel, huye a Egipto, después de la muerte de
Godolías (Jr 44,15–19).
ii) otros confían supersticiosamente en el templo (Jr 7,4-11; 26,6-15) la falsa seguridad
religiosa expresada en una visión fetichista del templo.
iii) Joaquín es un rey injusto por el lujo desmedido al que se entrega y por los duros
impuestos a los que somete a la población (Jr 22,1-19)
iv) La época de Joaquín es, quizás, la más rica en la predicación de Jeremías, por ser la más
crucial. La conversión es todavía posible y aseguraría al pueblo la permanencia en la
tierra.
Tal y como lo conocemos hoy, el libro de Jeremías se suele dividir generalmente en las siguientes
secciones:
La realidad de la alianza se supone también en varias imágenes que sirven para acusar o para
provocar la conversión: Israel es la esposa del Señor que, si fue fiel al comienzo, ahora es infiel y
prostituta; al comienzo "caminó tras" el Señor, pero ahora "camina tras" otros dioses, tras otros amantes,
despreciando el amor del Señor (Jer 2-3). El cumplimiento de las estipulaciones de la alianza hace que
Dios "habite" entre ellos y ellos en el país. La lealtad a la alianza exige "conocer" al Señor, "temerle",
"obedecer su voz", permanecer "en su presencia"; Israel debe circuncidarse el corazón y observar la Torá;
su reflejo en la vida social es esencial y exige verdad, justicia y preocupación por el pobre y el huérfano.
Los responsables mayores de la ruptura de la alianza son los jefes políticos, religiosos y los falsos profetas
(Jr 23,13-14).
Es este el más importante mensaje Mesiánico de Jeremías (Jr 23, 5-6); una vuelta al amor (Jr 2,2;
3,4; 31,3-4) a través de la fidelidad (3, 14-25); por eso intercede y ora por su pueblo sufrido (14, 1-9) y
por los exiliados (29, 4-14). Pero ojo, que el valor redentor del sufrimiento, no está en el sufrimiento
mismo, sino en la fidelidad, en la obediencia, en la perseverancia cuando las circunstancias son adversas,
lo cual clarifica aún más el deuteroisaías.
Al sentirse tantas veces desamparado, Jeremías comprende que la Palabra contiene exigencias de
totalidad: abarca la vida entera del profeta desde la eternidad, se extiende a todos los pueblos,
comprende todos los aspectos de la historia, tanto los amenazantes como los esperanzadores (Jr1, 16).Ser
profeta no es un oficio extra, sino tiene que ver con la existencia toda del elegido. Por eso, cuando quiere
olvidar el encargo, no puede y sufre su crisis existencial más aguda (Jr 20); de esa cuenta hay quienes
afirman que los cantos del Siervo de Isaías se refieren a Jeremías.
Jeremías nunca pudo deslindar su vida personal del mensaje que predicó: por la palabra sufrió
cárcel (Jr 38,1), persecución, incomprensión, incluso su misión profética le exigió una vida célibe. Llego a
Saúl Anléu - 2017
71
identificar su llamada al profetismo con su nacimiento. Podemos rastrear su lucha interior con Dios
gracias a las llamadas "confesiones" de Jeremías. Normalmente se citan como tales: Jr 11,18-12,6: 15, 10-
21: 17,14-18: 18,18-23: 20,7-20.
Dicen que el profeta Jeremías fue en la antigüedad el que más se asemejó a Jesús en sus
sufrimientos y en ser incomprendido y perseguido. Los Santos padres dicen que fue figura de Cristo, y
algunos dicen que a él refieren los cantos del siervo que sufre del libro de Isaías. Solamente después de
su muerte reconoció el pueblo la gran santidad de este profeta. Y cuando todas sus profecías se hubieron
cumplido a la letra, se dieron cuenta de que sí había hablado en nombre de Dios. Con razón es una de las
voces de los profetas que más resuena en el NT.
I. BIBLIOGRAFÍA
A.A.V.V., Nuevo Diccionario de Teología Bíblica. (Madrid2 – 2001).
ABREGO, J. M., Los libros proféticos (Navarra6 2005).
ALONSO SCHÖKEL. L.., SICRE, J. L. Profetas. Comentario I - II (Madrid2 1987)
AMSLER, S., Los últimos profetas (Navarra2 2001)
HERNÁNDEZ, J. M., Los Profetas. Boca de Dios y voceros del pueblo (México 1994)
BART, EHRMAN., Jesús, el profeta judío apocalíptico (Barcelona 2001).
BLAZ, H. – SCHNEIDER, G., Diccionario exegético del Nuevo Testamento, I-II (Salamanca 2002).
COENEN L. BEYREUTHER, E. BIETEBHARD H., Diccionario Teológico del Nuevo Testamento I-II
(Salamanca4 1998.1999).
CHARLIER, J. P. Jesús en medio de su Pueblo I, II, III (Bilbao 1993).
GHNILKA, J., Jesús de Nazaret. Mensaje e historia (Barcelona 1995)
MONLOUBOU, L., Los profetas del Antiguo Testamento (Navarra9 2004)
MESTERS, C., Los profetas y la salud del Pueblo. Dabar (México 1992)
____________., Lectura profética de la historia. (Navarra 2004)
SICRE, J. L., Con los pobres de la tierra. La justicia social en los profetas de Israel. (Madrid 1984)
SICRE, J. L., PROFETISMO en Israel (Navarra 2003).
RAVASI, G., LOS profetas (Colombia 1992).