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Facultad​ ​de​ ​Psicología​ ​y​ ​Psicopedagogía

sede​ ​centro

Trabajo​ ​Práctico
Criminología​ ​e​ ​Imputabilidad

Materia:​ ​Psicología​ ​Jurídica


Profesora:​ ​Marchioli,​ ​Silvia
Comisión:​ ​EN​ ​ ​(Turno​ ​Noche)
Alumnos:​ ​-​ ​Nieto,​ ​Bárbara
​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​-​ ​Perez,​ ​Silvina
​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​-​ ​Perfetti,​ ​Matías
​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​-​ ​Heredia,​ ​Francisco
​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​-​ ​Lopez​ ​Poch,​ ​Pedro

Fecha​ ​de​ ​entrega:​ ​12​ ​de​ ​octubre​ ​de​ ​2017


Introducción

En el presente trabajo se propone abordar las cuestiones relativas a la “responsabilidad”,


“culpabilidad” e “imputabilidad” en el encuentro (y desencuentro) de los discursos jurídico y
psicológico. Para desarrollar el tema se discutirá sobre la propuesta de reforma del código
penal de la minoridad, utilizando como ejemplificación para las conceptualizaciones, un caso de
asesinato​ ​perpetrado​ ​por​ ​un​ ​adolescente​ ​de​ ​14​ ​años.
A raíz de los numerosos casos de actos delictivos graves perpetrados por menores en la
Argentina, se retomó el debate por la reforma del código penal para la minoridad. Dicho debate
trae a cuestión la responsabilidad que tiene un adolescente de sus actos y cuales son las
medidas más apropiadas para abordar estas situaciones desde el ámbito legal y social. En una
sociedad como la actual, cada vez más heterogénea, más fragmentada, donde la legalidad
parece relativizada y se abre una doble moral que legitima el uso de la violencia, es necesario
cuestionar desde los distintos ámbitos estas temáticas, para poder tomar acciones pertinentes
y justas y dirimir correctamente las responsabilidades puestas en juego. En este sentido, es
necesario analizar los entrecruzamientos discursivos que se dan entre las distintas disciplinas
que atraviesan y son atravesadas por estas temáticas para poder planificar estrategias y
prácticas​ ​adecuadas.
Desde el trabajo se propone comparar cuales son los puntos principales del régimen
actual con la propuesta de reforma que se presentará en cámaras el año próximo, 2018. El
principal eje en torno del cual gira la reforma es la baja en la edad de imputabilidad (de 16 a 14
años), lo que ha sido ​propuesto por dirigentes políticos de distintos partidos. El diputado
nacional Héctor Gutiérrez (UCR), presentó en el mes de junio del corriente, mediante un
proyecto de ley, dicha reforma integral para el régimen penal juvenil, desde el cual, entre otras
cosas, se analiza la edad de imputabilidad en otros países: Brasil y Costa Rica 12 años;
Uruguay 13; Chile, Bolivia y Venezuela 14 años. Desde el año pasado (2016) se ha abierto el
debate​ ​en​ ​distintos​ ​ámbitos,​ ​como​ ​Unicef.

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​ ​Consideraciones​ ​conceptuales​ ​sobre​ ​la​ ​cuestión​ ​criminal

y​ ​el​ ​psicoanálisis

La palabra crimen nos remite del latín a ​Criminis ​y del griego ​Krime​, verbo que significa
“separar, cribar, escoger (el buen grano), una tarea propia de la agricultura y que luego devino
“discernir, distinguir, interpretar, juzgar”, que constituye una función propia del psiquismo. Frase
de Legendre ilustra su significado originario; “los procesos intentados contra los asesinos tienen
una sola justificación: separar de su crimen al que mata, hacer que su parte maldita se
convierta​ ​en​ ​su​ ​parte​ ​de​ ​sacrificio.​ ​Esto​ ​se​ ​llama​ ​juzgar.”
En el derecho romano el crimen pasó a significar una actitud transgresora la cual sería
objeto​ ​de​ ​una​ ​causa​ ​penal,​ ​esto​ ​es:​ ​juzgada​ ​en​ ​un​ ​proceso​ ​judicial.
El crimen es aquello que motiva el juicio​, el acto definido como acto punible de
acuerdo​ ​al​ ​código​ ​civil.
Hablamos entonces de crimen como un acto en contra de la ley o la omisión de algo a lo
cual la ley obliga y da lugar a juicio penal que concluye en una sentencia donde se declara
culpable​ ​o​ ​presunto​ ​autor​​ ​de​ ​un​ ​delito​ ​(acto​ ​ilícito).
El​ ​crimen​ ​tiene​ ​como​ ​correlato​ ​la​ ​culpa.​​ ​En​ ​la​ ​serie:​ ​culpa-responsabilidad-sanción.
Los “sentimientos inconscientes de culpa” fueron constatados por Freud en la clínica y
casi siempre responden a acciones punibles que el sujeto no había cometido aunque hubiera
deseado ejecutar. En el nivel inconsciente todo crimen es castigado y múltiples figuras lo
demuestran en la realidad, tales como la compulsión a confesar, los que fracasan al triunfar
(ante la concreción del éxito y la realización del deseo se precipitan por culpa, al fracaso), los
que delinquen por culpa (se precipitan al delito para obtener un castigo que, paradójicamente,
alivia). Freud no universalizó esta cuestión ya que sostuvo que no todo criminal delinque por
culpa​ ​y​ ​procura​ ​el​ ​castigo,​ ​a​ ​veces​ ​los​ ​laberintos​ ​del​ ​acto​ ​delictivo​ ​conducen​ ​a​ ​otros​ ​goces.
Más allá de todo esto el crimen supone la ​imputabilidad del autor ​(capacidad humana
para soportar la imputación jurídico-penal) por una acción, producto de una elección o decisión
no​ ​forzada.
La cuestión de la culpa es central tanto para el psicoanálisis como para el derecho. En el
psicoanálisis no se puede sostener la estructura de la subjetividad separada de la culpabilidad.
La resultante como dice Lacan ​“con la Ley y el Crimen comenzaba el hombre”​. Para el

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psicoanálisis la culpa es la resultante de un crimen originario-el parricidio- la cual hace posible
establecer la ley y que al mismo tiempo inscribe la culpa. Hablamos de la ley fundante, la que
abre​ ​paso​ ​a​ ​las​ ​alianzas,​ ​que​ ​funda​ ​la​ ​cultura​ ​y​ ​la​ ​exogamia:​ ​la​ ​ley​ ​de​ ​la​ ​prohibición​ ​del​ ​incesto.
En el derecho la relación entre la ​culpa y la ley que hace posible el lazo social, ​en
tanto que regula ese lazo e intenta garantizar los límites entre los sujetos. El lugar donde se
juzgan los actos es un ámbito altamente ritualizado: el poder judicial. Diferente a hacer justicia
por​ ​mano​ ​propia.
Cuando la ley pierde su eficacia simbólica se produce un vacío y habilitan una laxitud
permisiva de la que emerge la impunidad, todo el orden simbólico se desgrana y reaparecen
las tendencias más primitivas y violentas del ser humano. El sujeto despojado de los marcos
que deberán preservarlo se siente arrojado a un mundo de angustia, en el que solo puede
atacar porque el mismo se siente atacado, acorralado, excluido, vulnerado y sin garantías. No
tiene nada que perder así se potencia el resentimiento y que lo lleva a arrasar con el campo del
otro.
Lo que sobreviene entonces es una ​desubjetivación​, un objeto automatizado, productor
de​ ​actos​ ​violentos.
Para el psicoanálisis esto se convierte en el pasaje al acto; acting out, lo cual genera
actos​ ​impulsivos​ ​que​ ​pueden​ ​precipitar​ ​el​ ​crimen,​ ​produciendo​ ​la​ ​ruptura​ ​del​ ​tejido​ ​social.
El proceso jurídico constituye sujetos a los que sujeta mediante mecanismos capaces
de asegurar por la culpa el lazo social y consecuentemente ese sujeto espera frente a la
transgresión​ ​de​ ​otro,​ ​un​ ​acto​ ​ritual​ ​capaz​ ​de​ ​restaurar​ ​el​ ​lazo.

Culpabilidad,​ ​imputabilidad,​ ​responsabilidad​ ​y​ ​sanción​ ​penal

Posicionados en el campo del derecho vamos a definir a la culpabilidad como la


capacidad humana de soportar la imputación jurídico-penal, para establecer si un sujeto puede
responder por sus actos. Lo cual nos conecta con otros dos conceptos: la imputabilidad y la
responsabilidad.
La ​imputabilidad se funda en que el sujeto de la acción haya poseído ciertos atributos
que, al momento del hecho, le haya permitido ​comprender la criminalidad del acto o dirigir
sus acciones (art. 34 del Código Penal de la Nación). La capacidad de culpabilidad del sujeto
no se agota en sus facultades intelectuales y volitivas, referidas a la norma sino que la
convivencia genera un proceso complejo de interacción social y comunicación, que
corresponde lo que denominamos capacidad de motivación, y que además contribuye a lo que

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denominamos imputabilidad. Se trata conocer el impacto que el trastorno psíquico provocó en
la capacidad del sujeto para comprender la criminalidad del acto o dirigir el sentido de su
accionar.
Desde el campo del ​psicoanálisis​, la ​culpabilidad es el registro de la falta en la
subjetividad​, de que hay algo que opera como límite y que ese límite es la ley. Es responsable
ante​ ​el​ ​Otro​ ​Social.
Se va produciendo en el sujeto un resquebrajamiento, una enajenación ante el vacío de
las instituciones que no operan como capacidad simbólica y lo que hay es un pasaje al acto, el
sujeto un autómata donde la la palabra (núcleo en ambas disciplinas) ya no tiene su peso ya no
tiene​ ​función​ ​para​ ​permitir​ ​elaborar.
La inimputabilidad se define como la incapacidad de una persona que no le permite
comprender lo que hace o dirigir sus acciones, según su comprensión en el momento que lo
realiza. El Art. 34 hace a alusión por un lado a las causas psiquiátricas. en cuanto a la
insuficiencia de las facultades mentales y por otro a las causas psicológicas: no comprender la
criminalidad​ ​del​ ​acto.
Entonces, la inimputabilidad está ligada a un estado de conciencia de una persona en el
momento del acto. Si su estado de conciencia le permite dirigir y comprender sus acciones se
considera​ ​imputable,​ ​en​ ​caso​ ​contrario​ ​se​ ​considera​ ​inimputable.
Así la responsabilidad, significa desde el punto de vista jurídico asumir la misma significa
obligarse, hacerse cautivo para garantizar una deuda. Vincula la responsabilidad al cuerpo y a
la culpa. De este modo la culpa es la imputabilidad de un daño por el que hay que pagar.
Contraer una deuda, es contraer una culpa y estar en deuda obliga a responder, es decir pagar
la​ ​culpa.
¿Quienes son inimputables? ¿libres de responsabilidad y culpa? ¿los niños, los locos, el
intoxicado,​ ​entre​ ​otros?
Razón e Intención: dos conceptos fundamentales en el derecho como figuras de
desresponsabilización.
1. Razón​: sujeto autónomo, dueño de sus actos. Excluidos, niños por ejemplo que aún no
han​ ​adquirido​ ​ese​ ​criterio.
2. Intención​:​ ​vincula​ ​directamente​ ​a​ ​la​ ​responsabilidad​ ​y​ ​a​ ​la​ ​culpa.

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Art​ ​34​ ​del​ ​Código​ ​Penal​ ​de​ ​la​ ​Nación:​ ​INIMPUTABILIDAD

No​ ​son​ ​punibles:


1º. ​El que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de sus facultades,
por alteraciones morbosas de las mismas o por su estado de inconciencia, error o ignorancia
de​ ​hecho​ ​no​ ​imputables,​ ​comprender​ ​la​ ​criminalidad​ ​del​ ​acto​ ​o​ ​dirigir​ ​sus​ ​acciones.
En caso de enajenación, el tribunal podrá ordenar la reclusión del agente en un manicomio, del
que no saldrá sino por resolución judicial, con audiencia del ministerio público y previo dictamen
de peritos que declaren desaparecido el peligro de que el enfermo se dañe a sí mismo o a los
demás.
En los demás casos en que se absolviere a un procesado por las causales del presente inciso,
el tribunal ordenará la reclusión del mismo en un establecimiento adecuado hasta que se
comprobase​ ​la​ ​desaparición​ ​de​ ​las​ ​condiciones​ ​que​ ​le​ ​hicieren​ ​peligroso;
2º. ​El que obrare violentado por fuerza física irresistible o amenazas de sufrir un mal grave e
inminente;
3º.​​ ​El​ ​que​ ​causare​ ​un​ ​mal​ ​por​ ​evitar​ ​otro​ ​mayor​ ​inminente​ ​a​ ​que​ ​ha​ ​sido​ ​extraño;
4º. ​El que obrare en cumplimiento de un deber o en el legítimo ejercicio de su derecho,
autoridad​ ​o​ ​cargo;
5º.​​ ​El​ ​que​ ​obrare​ ​en​ ​virtud​ ​de​ ​obediencia​ ​debida;
6º. ​El que obrare en defensa propia o de sus derechos, siempre que concurrieren las siguientes
circunstancias:
a)​ ​Agresión​ ​ilegítima;
b)​ ​Necesidad​ ​racional​ ​del​ ​medio​ ​empleado​ ​para​ ​impedirla​ ​o​ ​repelerla;
c)​ ​Falta​ ​de​ ​provocación​ ​suficiente​ ​por​ ​parte​ ​del​ ​que​ ​se​ ​defiende.
Se entenderá que concurren estas circunstancias respecto de aquel que durante la noche
rechazare el escalamiento o fractura de los cercados, paredes o entradas de su casa, o
departamento habitado o de sus dependencias, cualquiera que sea el daño ocasionado al
agresor.
Igualmente respecto de aquél que encontrare a un extraño dentro de su hogar, siempre que
haya​ ​resistencia;
7º. El que obrare en defensa de la persona o derechos de otro, siempre que concurran las
circunstancias a) y b) del inciso anterior y caso de haber precedido provocación suficiente por
parte​ ​del​ ​agredido,​ ​la​ ​de​ ​que​ ​no​ ​haya​ ​participado​ ​en​ ​ella​ ​el​ ​tercero​ ​defensor.

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El​ ​adolescente​ ​y​ ​la​ ​langosta

Dolto, F en “​La causa adolescente” nos habla de la inmensa vulnerabilidad del joven en
esta etapa de su vida. Entre él y el bebé la sensibilidad es absoluta ya que todo lo que viene
del​ ​entorno,​ ​lo​ ​que​ ​se​ ​le​ ​dice​ ​y​ ​o​ ​se​ ​le​ ​hace​ ​deja​ ​Huella​ ​en​ ​el.
Para dilucidar la debilidad del adolescente, la autora utiliza ​¨la metáfora de las langostas
que son como los adolescentes, que pierden su caparazón, se ocultan bajo las rocas, mientras
segregan su nueva caparazón, para adquirir defensas pero mientras son vulnerables y si
reciben​ ​golpes,​ ​quedan​ ​heridos​ ​para​ ​siempre,​ ​cicatrices​ ​que​ ​nunca​ ​más​ ​cerraran.”
Hay jóvenes que desde los 11 años conocen estados depresivos y ejecutan actos con
mucha​ ​agresividad.
En estas crisis el joven se opone a las leyes, porque se oponen a quienes encarnen
dicha​ ​ley.​ ​El​ ​límite​ ​en​ ​el​ ​cuerpo​ ​y​ ​en​ ​el​ ​otro.
En estos momentos de extrema fragilidad se defienden contra los demás, bien mediante
la depresión o por medio de un estado de negativismo y agresión que agrava aún más su
debilidad.

¿A​ ​quién​ ​mata​ ​el​ ​asesino?

La pregunta posee diferentes niveles de análisis que deben examinarse en la


singularidad​ ​de​ ​cada​ ​caso​ ​según​ ​Silvia​ ​Elena​ ​Tendlarz​ ​y​ ​Carlos​ ​Dante​ ​García.
¿Qué lugar ocupa el criminal en relación con su crimen? Se interroga el psicoanálisis.
Freud analiza al “criminal inconsciente”, característico del neurótico que delinque o mata por
sentimientos inconscientes de culpabilidad y busca los motivos involucrados en su acto
asesino.
Los criminales no son individuos que no tienen conciencia. El criminal ​se caracteriza
por ser aquel que, en su interior, en principio, ​no parece conservar una instancia crítica, una
conciencia de culpa que lo declare culpable​. Tiene en sí la culpabilidad bajo la forma de la
necesidad​ ​de​ ​un​ ​juez​ ​externo.
Franz​ ​Alexander​ ​y​ ​Hugo​ ​Staub,​ ​distinguen​ ​3​ ​grupos​ ​de​ ​criminales.
El primero hace referencia al criminal neurótico. Tanto el neurótico como el criminal
resultan impotentes para resolver en un sentido social sus conflictos psíquicos. Pero si el

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neurótico logra resolverlos mediante los síntomas que le producen el padecimiento subjetivo, el
criminal,​ ​por​ ​el​ ​contrario,​ ​los​ ​ejecuta​ ​en​ ​acciones​ ​reales.
El segundo grupo está integrado por los criminales normales. A diferencia del primer
grupo donde el crimen posee un carácter sintomático, aquí prevalecen las identificaciones con
una​ ​comunidad​ ​criminal.
El tercer grupo hace referencia a los criminales que matan empujados por enfermedades
orgánicas.
En nuestra pregunta inicial, distinguimos tres elementos unidos entre sí: el crimen, que
supone el acto que invoca a la justicia. El asesino, que es quien lo ejecuta. Y la víctima, objeto
sobre​ ​quien​ ​recae​ ​el​ ​acto​ ​criminal.
Para​ ​Lacan​ ​el​ ​sujeto​ ​siempre​ ​es​ ​responsable​ ​de​ ​sus​ ​actos.
Desde la perspectiva psicoanalítica, y a diferencia del ámbito penal, los términos
“responsabilidad”​ ​y​ ​“culpabilidad”​ ​no​ ​se​ ​superponen​ ​necesariamente.
Un sujeto puede sentirse responsable de un crimen que no cometió, mientras que otro,
culpable​ ​ante​ ​la​ ​ley,​ ​podría​ ​no​ ​sentirse​ ​responsable​ ​de​ ​su​ ​acto.
El examen de un crimen nos conduce inevitablemente al entrecruzamiento entre dos
dimensiones, la referida a la estructura y la que remite a la contingencia del acontecimiento
imprevisto que desencadena el acto criminal. Para el psicoanálisis las acciones no son
independientes​ ​de​ ​la​ ​estructura.

¿Quién​ ​se​ ​ocupa​ ​de​ ​la​ ​cuestión​ ​criminal?

Eugenio Raúl Zaffaroni, en La Cuestión Criminal explica cómo la cuestión criminal es


vista en la realidad. No se trata solo de lo que dicen los académicos, ni solo lo que dicen los
medios de comunicación que hablan como si fuese una problemática local cuando en verdad
es mundial y tampoco se trata únicamente de lo que los muertos hablan; los muertos dicen que
están muertos. Este autor hace hincapié en que no hay un único dialecto, que es un entramado
en​ ​donde​ ​la​ ​verdad​ ​se​ ​ve​ ​en​ ​la​ ​realidad.
Zaffaroni se pregunta ¿quién se ocupa de la cuestión criminal? Los penalistas. El
penalista​ ​y​ ​el​ ​criminólogo​ ​se​ ​ocupan​ ​de​ ​distintos​ ​ámbitos​ ​de​ ​conocimiento.
El penalista se ocupa de la legislación penal, de su interpretación para proceder y
resolver los casos de forma ordenada, es decir, fiscales y defensores. El método es la
dogmática jurídica. La fuente principal de la ciencia jurídico-penal de hoy, es la doctrina de los
penalistas alemanes. De ahí surge la definición de delito: conducta típica, antijurídica y

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culpable. Es decir, en primer lugar, es una acción humana, dotada de voluntad. En segundo
lugar, debe estar tipificado en la ley. En tercer lugar no debe estar permitida. Y en cuarto lugar
debe ser culpable, imputable. El delito para el penalista es una abstracción construida con un
objetivo determinado que es la sentencia razonable. Pero en realidad este delito no existe,
porque​ ​en​ ​el​ ​plano​ ​de​ ​lo​ ​real​ ​existen​ ​violaciones,​ ​asesinatos,​ ​robos,​ ​etc.​ ​pero​ ​nunca​ ​delitos.
Los penalistas se ocupan de la ley, no de la realidad. Estudian relaciones de normas, de
deber​ ​ser​ ​y​ ​no​ ​de​ ​ser.
De esto último, se ocupa la criminología, donde se convergen diferentes datos de
distintas fuentes: sociología, economía, antropología, disciplinas psi, entre otros. La
criminología intenta responder qué es y qué pasa con el poder punitivo, con la violencia que
produce​ ​muertos,​ ​etc.
El positivismo criminológico, sostiene Zaffaroni, llamó criminalidad al conjunto de presos,
considerados salvajes colonizados con menos poder. Siguiendo con esta línea en relación a la
infancia y el derecho penal, “El derecho penal es la rama del saber jurídico que, mediante la
interpretación de las leyes penales, propone a los jueces un sistema orientador de decisiones
que contiene y reduce el poder punitivo para impulsar el progreso del Estado Constitucional de
Derecho”.
La delincuencia juvenil no fue siempre abordada desde la óptica del derecho penal,
actualmente​ ​se​ ​puede​ ​hablar​ ​de​ ​derecho​ ​penal​ ​de​ ​menores.
Se ha puesto de manifiesto la caracterización de los protagonistas del derecho penal de
menores y la especialidad que requiere su tratamiento por su condición de niños. Las
capacidades del niño son distintas a la de los adultos ya que se consideran menos capaces de
entender la situación y esto lleva a la reducción del castigo en comparación al que se aplica a
los​ ​adultos.
Actualmente las leyes de la Convención sobre los Derechos del niño garantizan el
derecho de los niños a acceder a la justicia sin perder de vista la especialidad que requieren en
su tratamiento. Para garantizar los derechos de los niños no solo se da un trato diferenciado
sino​ ​que​ ​se​ ​pone​ ​interés​ ​en​ ​que​ ​necesitan​ ​una​ ​mayor​ ​y​ ​especial​ ​protección.
Si esto no fuera así retornaríamos al enfoque de los primeros tribunales (tribunal tutelar
o paternalista) en el año 60, en donde los menores tenían derecho a la ayuda pero no a la
justicia. La jurisdicción de menores tomaba también las conductas no delictivas. Los tribunales
se ocupaban tanto de los jóvenes abandonados o vulnerables como de aquellos que
cometieran delitos con el fin de lograr la reinserción social y evitando así futuros delincuentes
en​ ​la​ ​sociedad.

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Minoridad

“​El​ ​amor​ ​es​ ​dar​ ​lo​ ​que​ ​no​ ​se​ ​tiene​ ​a​ ​quien​ ​no​ ​lo​ ​es.​”
Lacan
En relación a la temática desplegada en el trabajo, resulta pertinente abordar la cuestión
de la “minoridad”, reflexionando sobre los despliegues de lo discursivo sobre el ámbito social.
El discurso, como lo plantea Lacan impone en el ámbito social un ordenamiento, un modo de
relación y una jerarquía. Tanto así que es interesante discutir sobre qué relaciones de poder se
establecen cuando se plantea el término de “menor” para nombrar a una determinada fracción
de la población infantil y adolescente. Según lo plantea Valeria Llobet (2006), el término
“menor” establece una fractura en el discurso sobre la infancia y la adolescencia, respecto de lo
que se configura un modelo ideal de devenir que las instituciones promueven. Un niño, niña o
adolescente “normal” sería aquel que se ajusta al modelo impartido por las instituciones, aquel
que sostiene el encuadre, que se amolda y logra reproducir el tipo de relaciones y
significaciones que estas imponen. “Menor”, en contraposición, se utiliza para nombrar aquellas
manifestaciones de falla que surgen en el proceso de normatización y normalización, lo que
queda fuera de lugar, lo que transgrede, lo que irrumpe, lo que incomoda, lo patológico, lo que
desafía, lo desviado. Surge la dicotomía de “infancia integrada” idealizada, normal, en
oposición a la “minoridad adulterada” caída del sistema, objeto a ser depositado de una
institución a la otra con el fin de reformular, reeducar y restituir, despojada de derechos,
criminal. Sendos polos de la dialéctica no hacen más que cercenar la subjetividad de los niños,
niñas y adolescentes en tanto sujetos de derechos, en su singularidad, con su historicidad y su
identidad. Tanto los niños, niñas y adolescentes “normalizados” como los “menores” son
hablados (y obturados) desde el discurso adulto, en su fracaso por aprehender la diversidad, la
alteridad y la heterogeneidad con que se manifiestan las infancias y las adolescencias en la
actualidad y las demandas, necesidades y obligaciones que tiene cada uno. Desde este lugar,
reflexionar sobre el carácter de “síntoma” de los actos delictivos y transgresores y desde ahí
cuestionar,​ ​reformular​ ​y​ ​rehabilitar​ ​la​ ​función​ ​y​ ​el​ ​lugar​ ​del​ ​adulto.
“¿Cuáles son entonces, la función y el lugar del adulto, del educador, para que un niño
(y agregamos: un adolescente) exista en la cultura?”, se pregunta Llobet. Y desde Freud
responde: “auxiliar al niño en su proceso cultural, que devendrá cultura interiorizada”. En vez de
hablarlos, abrir un espacio a una verdadera comunicación, a la escucha y desde ahí ser el
sostén​ ​que​ ​acompaña​ ​en​ ​la​ ​estructuración​ ​de​ ​su​ ​subjetividad.

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Ley​ ​22.278​ ​del​ ​Régimen​ ​Penal​ ​de​ ​la​ ​Minoridad

Los​ ​artículos​ ​1​ ​y​ ​2​ ​establecen​ ​lo​ ​siguiente:


Art. 1.- ​No es punible el menor que no haya cumplido dieciséis años de edad. Tampoco lo es el
que no haya cumplido dieciocho años, respecto de delitos de acción privada o reprimidos con
pena privativa de la libertad que no exceda de dos años, con multa o con inhabilitación. Texto
conforme a la ley 22803. Si existiere imputación contra alguno de ellos la autoridad judicial lo
dispondrá provisionalmente, procederá a la comprobación del delito, tomará conocimiento
directo del menor, de sus padres, tutor o guardador y ordenará los informes y peritaciones
conducentes al estudio de su personalidad y de las condiciones familiares y ambientales en
que se encuentre. En caso necesario pondrá al menor en lugar adecuado para su mejor estudio
durante el tiempo indispensable. Si de los estudios realizados resultare que el menor se halla
abandonado, falto de asistencia, en peligro material o moral, o presenta problemas de
conducta, el juez dispondrá definitivamente del mismo por auto fundado, previa audiencia de
los​ ​padres,​ ​tutor​ ​o​ ​guardador.
Por lo tanto hasta los 16 años son todos inimputables o no punibles. Esto quiere decir que no
se les aplica pena, pero no necesariamente que sean penalmente irresponsables. La ley
prohíbe la posibilidad de someterlos a la justicia penal general o a las consecuencias que la ley
penal​ ​general​ ​prevé​ ​para​ ​los​ ​adultos
Art. 2.- ​Es punible el menor de dieciséis a dieciocho años de edad que incurriere en delito que
no fuera de los enunciados en el artículo 1. Texto conforme a la ley 22803. En esos casos la
autoridad judicial lo someterá al respectivo proceso y deberá disponerlo provisionalmente
durante su tramitación a fin de posibilitar la aplicación de las facultades conferidas por el
artículo 4. Cualquiera fuese el resultado de la causa, si de los estudios realizados apareciera
que el menor se halla abandonado, falto de asistencia, en peligro material o moral o presenta
problemas de conducta, el juez dispondrá definitivamente del mismo por auto fundado, previa
audiencia​ ​de​ ​los​ ​padres,​ ​tutor​ ​o​ ​guardador.

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¿Qué​ ​pasa​ ​cuando​ ​un​ ​menor​ ​de​ ​16​ ​años​ ​comete​ ​un​ ​delito?

No es punible, por lo tanto, no se le puede aplicar una pena. Pero el juez tiene la
posibilidad de tomar muchas decisiones sobre la vida del menor y puede decidir, por ejemplo,
encerrarlo​ ​en​ ​un​ ​instituto​ ​para​ ​menores.
Entre​ ​las​ ​medidas​ ​que​ ​el​ ​Juez​ ​debe​ ​tomar,​ ​están:
● Disponer​ ​provisionalmente​ ​del​ ​niño​ ​o​ ​adolescente.
● Comprobar​ ​la​ ​existencia​ ​del​ ​delito.
● Conocerlo​ ​directamente,​ ​a​ ​sus​ ​padres​ ​o​ ​a​ ​las​ ​personas​ ​responsables​ ​de​ ​él.
● Ordenar que se hagan informes y pericias para estudiar la personalidad del niño o
adolescente. En este caso, el juez puede ordenar que se lo traslade a un lugar adecuado
para​ ​su​ ​mejor​ ​estudio​ ​durante​ ​el​ ​tiempo​ ​indispensable.
● Ordenar que se hagan informes y pericias para conocer las condiciones en que vive el
niño​ ​o​ ​adolescente.
● Si el niño o adolescente menor de 16 años está abandonado, en peligro material o moral
o tiene problemas de conducta, el juez puede disponer definitivamente de él. Por
ejemplo, puede privar a los padres de la responsabilidad parental sobre el niño o
adolescente y decidir que quede privado de su libertad. La disposición definitiva puede
durar​ ​hasta​ ​la​ ​mayoría​ ​de​ ​edad​ ​del​ ​niño​ ​o​ ​adolescente.

¿Qué​ ​quiere​ ​decir​ ​que​ ​el​ ​juez​ ​debe​ ​¨disponer​ ​del​ ​menor¨​?

Quiere decir que el juez debe ordenar un conjunto de medidas sobre el niño o
adolescente.​ ​Entre​ ​esas​ ​medidas,​ ​el​ ​Juez​ ​puede:
● Poner al niño o adolescente bajo su custodia y decidir lo que crea conveniente para
protegerlo y lograr su formación. Por ejemplo, el juez puede privarlo de su libertad en un
centro​ ​de​ ​detención​ ​de​ ​menores​ ​de​ ​edad.
● Limitar la responsabilidad parental (antes llamada ¨patria potestad¨) de los padres del
niño​ ​o​ ​adolescente.
● Poner​ ​al​ ​niño​ ​o​ ​adolescente​ ​bajo​ ​la​ ​guarda​ ​de​ ​alguien.

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¿La​ ​ley​ ​de​ ​régimen​ ​penal​ ​juvenil​ ​argentino​ ​tiene​ ​en​ ​cuenta

las​ ​normas​ ​internacionales?

No. El Régimen Penal Juvenil de nuestro país es del año 1980, es decir, anterior a la
Convención sobre los Derechos del Niño, que fue aprobada en el año 1989 y ratificada por
nuestro​ ​país​ ​en​ ​el​ ​año​ ​1990.
El Régimen Penal Juvenil de nuestro país permite que un menor quede privado de su
libertad y le da muchas facultades al Juez para decidir sobre la vida del menor. Por el contrario,
las normas internacionales establecen que cuando un niño comete un delito deben seguirse
algunos​ ​principios,​ ​entre​ ​los​ ​cuales​ ​están:
● Aplicar medidas alternativas para evitar que el niño quede internado en instituciones.
Por ejemplo: cuidado, libertad vigilada, programas de enseñanza o de formación
profesional,​ ​etc.
● Considerar​ ​la​ ​privación​ ​de​ ​la​ ​libertad​ ​sólo​ ​como​ ​medida​ ​de​ ​último​ ​recurso.
● Cualquier​ ​privación​ ​de​ ​libertad​ ​debe​ ​durar​ ​el​ ​menor​ ​tiempo​ ​posible.
● Respetar​ ​siempre​ ​las​ ​necesidades​ ​propias​ ​de​ ​la​ ​edad​ ​del​ ​niño​ ​o​ ​adolescente.
● Buscar​ ​siempre​ ​la​ ​reintegración​ ​del​ ​menor​ ​a​ ​la​ ​sociedad​ ​y​ ​su​ ​bienestar.

Puntos​ ​fundamentales​ ​de​ ​la​ ​Reforma​ ​del​ ​Régimen​ ​Penal

Juvenil

El primer punto a destacar de la Reforma es el eje principal sobre el que se funda este
trabajo, la baja de imputabilidad a los menores decretado como Proyecto de Ley en el Artículo
1 de las Disposiciones Generales. El Ámbito de Aplicación que establece un sistema de
responsabilidad penal especial para los casos de minoridad comprendidos entre los 13 y 18
años, a diferencia de la Ley 22.278 del Régimen Penal de Minoridad que determina hasta los
16​ ​años​ ​son​ ​todos​ ​inimputables​ ​o​ ​no​ ​punibles,​ ​es​ ​decir,​ ​que​ ​no​ ​se​ ​les​ ​aplica​ ​pena.
Además de bajar la edad de imputabilidad, en este Proyecto enmarcado en el plan
“Justicia 2020” encabezado por Germán Garavano, se tratará de que estipulen distintas escalas

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según el delito cometido: pena de prisión para los casos más graves como homicidio, abuso
sexual​ ​y​ ​robos​ ​con​ ​armas.
Este tema fue una de las propuestas de varios dirigentes políticos como Sergio Massa
en las últimas campañas electorales, pero se pospuso debido a que no contaría con el apoyo
de un número importante de legisladores de la oposición. Por esto se espera que se renueve la
futura composición del Poder Legislativo (mitad de Diputados y un tercio del Senado) a fines de
este​ ​año​ ​para​ ​contar​ ​con​ ​un​ ​número​ ​más​ ​cercano​ ​al​ ​quórum​ ​y​ ​que​ ​se​ ​apruebe​ ​la​ ​propuesta.
En la actualidad Argentina no tiene un régimen de responsabilidad penal juvenil como lo
dispone la Convención de los Derechos del Niño sino que rige el régimen penal de la
minoridad, establecido por una ley de la dictadura de 1980. Dicha norma establece dos
categorías:​ ​una,​ ​de​ ​16​ ​a​ ​18​ ​años​ ​no​ ​cumplidos,​ ​y​ ​otra​ ​para​ ​los​ ​menores​ ​de​ ​16​ ​años.
De los primeros dice que son "relativamente imputables". Se les hace un proceso, pero
la sentencia y la pena no se fijan hasta que cumplan los 18 años. La norma ordena un
tratamiento tutelar por un año como mínimo, al cabo del cual el juez decide si continúa o no. Si
el magistrado considera que el tratamiento tutelar dio resultado, envía al menor con sus padres
o representantes legales. El problema para los abogados especialistas es que la situación varía
si​ ​los​ ​menores​ ​vienen​ ​de​ ​familias​ ​con​ ​escasos​ ​recursos​ ​económicos​ ​o​ ​no.
En tanto, señala que los menores de 16 son absolutamente inimputables y no punibles.
Si se les imputa un delito, el expediente penal se cierra y se abre otro, el tutelar. Si del estudio
de ese expediente, el juez llega a la conclusión de que el menor está en peligro moral o
material "puede disponer de él". De acuerdo con los expertos, aquí vuelve a tener relevancia la
situación​ ​económica​ ​del​ ​menor​ ​y​ ​su​ ​familia.
Otro punto a considerar es que la ley no ha establecido una línea divisoria clara entre el
niño imputado de un delito, el niño desamparado y el niño víctima de un delito. Los menores de
18 años pueden ser sancionados con la privación de su libertad sin pasar por un proceso
judicial que les haya permitido defenderse. A los menores se los puede mantener privados de
su libertad hasta los 21 años cuando de los estudios realizados se advierta que el menor se
halla en abandono, falto de asistencia, en peligro material o moral, presenta problemas de
conducta con o sin internación, y cuando tienen entre 16 y 18 años se les puede aplicar la
misma​ ​pena​ ​establecida​ ​para​ ​el​ ​adulto,​ ​lo​ ​cual​ ​es​ ​considerado​ ​inconstitucional.
En contrapartida, el Proyecto de Ley bajo el Artículo 4 del Capítulo II sobre Principios,
Derechos y Garantías; destaca que se promoverá el bienestar de los menores que obliga a un
tratamiento especial, procurando la reeducación, reintegración y reinserción social, ponderando

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los derechos inalienables de la persona, los derechos humanos y el fortalecimiento de la
función​ ​de​ ​la​ ​familia​ ​en​ ​el​ ​seno​ ​social.
Según nuestra investigación hace tiempo que se discute si disminuir la edad de
imputabilidad es o no conveniente. En diciembre de 2009, el Senado, por unanimidad, dio
media sanción a un proyecto acordado por los legisladores que encabezaban cada uno de los
partidos con representación de Ley de Responsabilidad Penal Juvenil. Pero no logró pasar el
filtro de la cámara baja y perdió estado parlamentario. Dicho proyecto también bajaba la edad
de​ ​imputabilidad​ ​a​ ​los​ ​14​ ​años.
Como opositores de la propuesta, en un primer lugar la diputada nacional Margarita
Stolbizer, aliada en los últimos tiempos de Massa, cuestionó la intención del Gobierno y pidió
que la Casa Rosada invierta en mejorar la calidad de la educación en lugar de reducir la edad
de imputabilidad. Además de la Unicef, dependiente de las Naciones Unidas, que recomienda
la aprobación de una Ley Penal Juvenil (de la cual nuestro país carece) que no disminuya la
edad​ ​de​ ​imputabilidad.
Los proyectos procuran, si bien con matices importantes, bajar la edad de la
imputabilidad, ubicándola en los 14 años pero ninguno explica los motivos que conducen a
concluir que en estos tiempos y en nuestra sociedad una persona comprende la criminalidad de
sus​ ​actos​ ​a​ ​los​ ​14​ ​años​ ​y​ ​no​ ​a​ ​los​ ​16​ ​años.

Edad​ ​de​ ​Imputabilidad​ ​en​ ​otros​ ​países​ ​de​ ​Latinoamérica

Dentro de Latinoamérica, Argentina es uno de los países con la más alta edad (mínima)
de imputabilidad según las Leyes 22278 (1980) y 22803 (1983), siendo esta 16 años, igual que
en Cuba y solo por debajo de Granada y Perú (con 18). Comparativamente el resto de
Latinoamérica tiene edades de imputabilidad menores, e incluso ambiguas, siendo en 33
estados de EEUU la edad teórica mínima 0 años (se elige de acuerdo a cada estado). Estos
números, sin embargo, son relativos a cada país ya que cada uno considera distintos los
crímenes​ ​imputables​ ​en​ ​edades​ ​mayores​ ​a​ ​las​ ​mencionadas​ ​y​ ​menores​ ​a​ ​18.

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En los últimos años países tales como Hungría y Panamá bajaron la edad de
imputabilidad ya estipuladas aunque otros, a pesar de que también lo hicieron temporalmente,
se retractaron y volvieron a cambiarla, tal como es el caso de Dinamarca o Georgia. En muchos
de estos casos, organizaciones protectoras de los derechos del niño intervinieron presentando
declaraciones​ ​públicas​ ​a​ ​ser​ ​respondidas​ ​de​ ​la​ ​misma​ ​forma.
La mayoría de los países generan reformas a esta edad a partir de la mediatización de
casos específicos que despiertan el debate en la población, lo que se ve explotado por la
discusión de la misma índole, pocas veces asistida por representantes de los derechos del niño
abogando​ ​por​ ​el​ ​bien​ ​del​ ​niño​ ​incluso​ ​ante​ ​situaciones​ ​de​ ​responsabilidad​ ​y/o​ ​culpabilidad.
Otros​ ​sin​ ​embargo​ ​tienen​ ​fines​ ​no​ ​criminales​ ​en​ ​mente​ ​tales​ ​como:
● Legalizar​ ​el​ ​trabajo​ ​infantil​ ​en​ ​situaciones​ ​de​ ​extrema​ ​necesidad
● Tratamientos​ ​hormonales​ ​y​ ​reasignación​ ​de​ ​sexo
● Promover el poder de decisión o autonomía sobre intervenciones médicas en el propio
cuerpo
● Acceso​ ​a​ ​servicios​ ​de​ ​reproducción​ ​asistida
Desde el 2016, en Argentina se comenzó a discutir la baja de la edad de imputabilidad
de​ ​16​ ​a​ ​14​ ​años​ ​para​ ​homicidios​ ​y​ ​15​ ​años​ ​para​ ​delitos​ ​graves.
Aquí en argentina uno de los casos disparadores del debate y la consecuente propuesta
de​ ​reforma​ ​fue​ ​el​ ​caso​ ​de​ ​Brian​ ​Aguinaco​ ​que​ ​relataremos​ ​a​ ​continuación.

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Caso​ ​de​ ​Brian​ ​Aguinaco

En diciembre de 2016 Brian Aguinaco, de 14 años fue baleado por “motochorros” en


Flores. Falleció en el Hospital Gutiérrez donde fue internado en estado crítico. Tenía muerte
cerebral y en un estudio realizado se había confirmado que su estado era prácticamente
irreversible, por lo que decidieron dejar de asistirlo con respirador artificial. Había sido internado
en primer término en el Hospital Piñero, donde fue operado a raíz de las gravísimas heridas por
dos​ ​balazos,​ ​y​ ​luego​ ​fue​ ​derivado​ ​al​ ​Gutiérrez.
El hecho ocurrió un sábado por la tarde cuando dos motochorros le robaron la mochila a
una mujer que estaba en la vereda, en el cruce de las calles Asamblea y Robertson. En ese
momento pasaron en auto Brian con su abuelo, quienes iban a cortarse el pelo antes de la
Navidad, pero los ladrones pensaron que los estaban persiguiendo y les dispararon. Una de las
balas impactó en la cabeza de Brian. ​El dramático episodio causó gran conmoción en Flores y
los vecinos llevaron ​su reclamo a la comisaría 38​, donde pidieron mayores medidas de
seguridad. La convocatoria se repitió esta noche con una nueva concentración frente a la
dependencia policial. Durante la misma se produjeron incidentes y se vivieron momentos de
tensión.
Luis Gómez, de 26 años y su hermano, un adolescente de 15 años fueron acusados del
asesinato. El mayor fue procesado por el Juez de Menores 7 de esta Capital Federal, como
"coautor" del "homicidio criminis causa" de Brian (14), delito que prevé la pena de prisión
perpetua. "Yun" ya contaba con antecedentes penales y fue detenido por la Policía Federal el
viernes​ ​30​ ​de​ ​diciembre​ ​último,​ ​en​ ​la​ ​villa​ ​1-11-14​ ​del​ ​Bajo​ ​Flores​ ​porteño.
El juez sobreseyó al adolescente de 15 años que había sido detenido el 29 de diciembre
en Santiago de Chile, adonde había ido a encontrarse con su padre, un ciudadano peruano que
tiene​ ​antecedentes​ ​penales​ ​por​ ​narcotráfico​ ​en​ ​Argentina.
A su vez, la madre de este chico, también peruana, se encuentra con un arresto
domiciliario en nuestro país por una causa penal similar, por lo que la Dirección Nacional de
Migraciones (DNM) canceló la residencia de la mujer y le prohibió el ingreso al padre del
sospechoso​ ​que​ ​actualmente​ ​se​ ​encuentra​ ​en​ ​Lima​ ​luego​ ​de​ ​haber​ ​sido​ ​expulsado​ ​de​ ​Chile.
El sobreseimiento de este adolescente derivó la semana última en una nueva marcha en
Flores en reclamo de justicia y de la modificación de la ley de imputabilidad, la cual fue
encabezada​ ​por​ ​los​ ​padres​ ​de​ ​Brian,​ ​Fernando​ ​Aguinaco​ ​y​ ​Eliana​ ​Passada.

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Conclusión

Las preguntas que nos hacemos ¿Quién se hace cargo del niño que cometió el crimen?
¿Es​ ​él​ ​el​ ​verdadero​ ​culpable,​ ​responsable?​ ​¿Y​ ​los​ ​padres?
En base a estas preguntas se plantea el debate acerca de la baja de imputabilidad en
los menores. ¿es acertado poner bajo prisión a los adolescentes? o mejor ¿es la solución? Más
allá de la tristeza, dolor y angustia de las familias víctimas de crímenes por parte de individuos
menores de edad, hay que plantear si existe una sola víctima y en tal caso ¿víctima de qué o
de​ ​quién?.
Padres "helicóptero", miedosos, controladores o culposos. Mucho se habla, a veces con
crueldad, de los padres modernos y sus dificultades para asumir su función. Parecieran tener
como común denominador una mezcla de angustia y culpa, una vivencia de debilidad en la
confianza y una extraña delegación en los hijos de la autoridad que a ellos les corresponde.
Comparten, esos progenitores modernos, la sensación de que deben compensar a sus hijos
por​ ​el​ ​hecho​ ​de​ ​haberlos​ ​traído​ ​a​ ​un​ ​mundo​ ​cruel.
Eso los lleva, en muchos casos, a conductas que en poco ayudan a la hora de ofrecerles
a​ ​los​ ​hijos​ ​ese​ ​orden​ ​primordial​ ​a​ ​partir​ ​del​ ​cual​ ​podrán​ ​crecer​ ​de​ ​la​ ​mejor​ ​manera.
La función paterna incluye ayudar a que los hijos puedan crecer, soportar frustraciones y
asumir reglas que vayan más allá de ellos mismos. Es eso lo que les permite, a la larga, "ganar
el pan con el sudor de su frente", ese pan que nunca sabe más rico que cuando se consigue a
fuerza de labrar la propia tierra. Ciertas satisfacciones son fruto de un logro, no de un derecho.
Los derechos son innegables y todos los conocen, pero en la actualidad se toman como
derecho​ ​cosas​ ​que​ ​no​ ​lo​ ​son.
Los hechos indican que, en la medida en que los padres encuentran sus propias
convicciones y deseos, pueden encontrar otros puntos de apoyo (que los hay) que no son sus
hijos para poder manifestar su propia fuerza sin acudir al endiosamiento de su prole. Se sabe: a
los hijos hay que amarlos, no necesitarlos, en un sentido utilitario del término. Por eso vale
humanizar la mirada sobre ellos, dándoles el lugar de amor que les corresponde, la misma que
les​ ​permite​ ​transitar​ ​su​ ​infancia​ ​como​ ​infantes​ ​y​ ​no​ ​como​​ ​“pseudo​ ​adultos”​ ​tiranos.

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