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Bien que solamente haciendo uso de un modelo utópico podríamos examinar los
orígenes de la conducta criminal en cada situación legal, propongo que el encarar
la complejidad de cada situación, incluyendo parámetros conscientes e
inconscientes, podría ayudarnos a evaluar más correctamente cada caso
individual (Chessler, 1993). Bien sabemos que la necesaria restricción de
libertades civiles podría no incrementar el nivel de compasión o consideración del
individuo criminal, así como tampoco ayudarle a darse cuenta de los derechos de
otro ser humano. ¿Cuál sería el resultado para el individuo criminal de la inclusión
en el juicio de una posición abarcativa?
Martha se sintió profundamente afectada por el interrogatorio del cual fue sujeto,
así como también por la atención que su familia prestó al informe de su hermano.
Por el contrario, ella no recordaba nada más que la “habitual” burla y juego infantil.
Para su descrédito, Martha había tenido en su adolescencia una tendencia a
contar historias que eran solamente en parte verdaderas, donde su familia y ella
misma aparecían más prestigiosas de lo que realmente eran. A esto le había
seguido una reputación de no ser confiable, aunque ese problema ya había sido
superado. Luego de este incidente, Max—en parte debido a su estado emocional y
en parte a su dificultad para establecer una relación satisfactoria con una mujer—
decidió comenzar terapia.
Rita, la madre, encontró todo este desarrollo tan doloroso que sintió que apenas
podía seguir existiendo. Jonás, el padre, se volvió cada vez más inflexible
respecto de lo difícil que Martha había sido a lo largo de los años—“egocéntrica,
mentirosa, desobediente y desconsiderada”—mientras sus otros dos hijos (los de
ambos) habían sido atentos y responsables como él y su esposa. Naturalmente,
esta diatriba acusatoria contra Martha y el apoyo “no tan secreto” de Jonás hacia
su hijo Max en su deseo de venganza hicieron que su esposa insistiera en que él
nunca había querido realmente a su hijastra tanto como a sus dos hijos biológicos.
Rita y Jonás se habían conocido cuando Martha tenía dos años y medio. Jonás no
sólo se enamoró de Rita sino también de su pequeña hija, quien a su vez se
apegó profundamente a él. El padre biológico de Martha había abandonado el
hogar cuando ella era apenas una infante. Rita veía como un terrible pecado el
haber elegido por primer esposo a un hombre que había abandonado a ella y a su
hija poco después de su nacimiento. Su propio padre recalcaba esta visión al
declarar que Rita debía estar por siempre agradecida a su nuevo esposo Jonás
por haberla aceptado a ella, una madre abandonada.
Martha se apegó cada vez más a su nuevo padre, hasta que Rita y Jonás tuvieron
un hijo varón, Max, cuando Martha tenía 4 años. La pequeña niña no sólo
reaccionó negativamente ante las nuevas noticias, sino que también desarrolló un
cuadro asmático que persistió con cierta severidad por muchos años. Dos años
más tarde nació una niña, Mónica, lo que no alivió en manera alguna la situación.
Cuando los Silver me consultaron, ya cada uno de ellos había hecho sus propias
suposiciones acerca del problema. Por ejemplo, el enojo y las acusaciones de
todos los integrantes de la familia hacia Martha convencieron a Rita de que ella
era la única que la quería y que, si ella muriera, Martha quedaría abandonada a su
suerte. Esta trágica declaración me llamó la atención. Martha era una mujer joven
y fuerte, entusiasta e independiente, con una relación de pareja estable. ¿Qué
edad tenía Martha a los ojos de su madre? ¿Cuál era el origen real de esta
profunda escisión en el grupo familiar?
Los otros hijos, Max y Mónica, sentían que sus protestas sobre Martha habían sido
desde siempre silenciadas por su madre. Martha siempre había sido eximida “por
estar pasando un momento difícil,” se les había pedido a ellos que la
comprendieran y la perdonaran sin tomar en cuenta las acusaciones como
correspondientes a una realidad. Ellos expresaban que esta negación que su
madre ejercía sobre sus protestas e, incluso, sobre sus percepciones los había
herido y era peor que el temperamento pasional, exigente y difícil de Martha.
Como se hizo evidente, cada uno de los participantes adhería rígidamente a esta
trama de ideas discordantes.
Poco después del secuestro de los abuelos, los padres de Rita huyeron con sus
cuatro hijos. Cuando Rita tenía diez años, llegaron a Estados Unidos. Algunos
años más tarde, Rita se enamoró profundamente de un joven que no era judío. Su
padre se negó rotundamente a dar su consentimiento para el matrimonio. Si bien,
por temperamento, Rita era obediente, sumisa y extremadamente apegada a su
padre, su actitud generó gran tensión entre ellos. Rita encontró rápidamente un
sustituto a su gran amor prohibido: el hombre que luego sería el padre de Martha.
Retrospectivamente, Rita pensaba que un enojo vengativo contra su padre y la
necesidad de alejarse de su madre, controladora y fría, habían precipitado ese
triste y corto matrimonio.
Le hice notar a Rita que siempre se había sentido responsable por la desaparición
de su abuela Martha. Ella respondió recordando haber pensado que si hubiera
sido una niña buena, su abuela nunca habría sido llevada para siempre a lo que
ella pensó era un “orfanato”. Explicó que su madre solía amenazarla con mandarla
al orfanato en el pueblo vecino si no se comportaba debidamente. Comprendimos
que la niñita imaginó que su adorada abuela en vez de ella, había sido víctima de
sus caprichos infantiles y así se había explicado su desaparición súbita e
inesperada. Las tantas muñecas a las cuales nombró Martha, nombre de su
amada abuela, mostraban en mi opinión la intensidad de su deseo de rescatar, de
volver a la vida y cuidar a su abuela.
Retornemos ahora a Jonás, quien veía la historia de su propia vida repetirse una
vez más: en su familia de origen, su hermana lo había desplazado totalmente en la
recepción de cariño materno y aprecio paterno. Jonás creció siendo un niño sin
voz, cuyas necesidades nunca fueron tomadas en cuenta. Jonás explicaba que
sus padres, absortos en sus propios asuntos, le exigían grandes realizaciones
intelectuales pero le ofrecían muy poco apoyo. Recordaba como algo típico el
hecho de que sus padres se hubieran retirado de la ceremonia de graduación
universitaria antes de que hubiera terminado porque era un día muy caluroso, sin
siquiera decirle adiós o ayudarlo a mudar sus pertenencias nuevamente al hogar,
que quedaba a cientos de kilómetros de distancia de su universidad.
Mónica, la más joven, se había vuelto prisionera del rol de niña siempre
disponible. Esto la hacía desaparecer, la silenciaba completamente. Forzada a
rescatar a sus padres y hermanos, Mónica inconscientemente les guardaba rencor
por exigir de ella algo que nunca se había sentido con capacidad de hacer.
Rita, acusada de controlar los afectos de todo el grupo familiar, pudo moverse de
una postura de trágico desamparo a una que le permitiría asumir responsabilidad
por sus demandas y percibirlas como irracionales: bien que entendiéndolas a la
luz de sus experiencias anteriores. Max pudo darse cuenta de que su reacción
había coincidido con el comienzo de la primera relación amorosa seria de Martha,
y que había sentido celos de esta relación con un hombre que no fuera él.
Reconoció con disgusto que su vínculo con Martha era intenso, a pesar de -y a lo
mejor debido a- el rol de victimario provocador que Martha había personificado.
Inclusive Mónica pudo ver que estaba atrapada en un rol-aquel del moralmente
perfecto, angelical, incapaz de expresar enojo y que en su lugar exige la
compasión de otros.
De hecho, la familia como unidad había actuado como sistema legal, y al hacerlo
no sólo había encontrado un culpable pero había apartado su mirada de sí misma,
de sus miembros; es decir, había sido incapaz de evaluar sus propias acciones.
En este sentido, este microcosmo podría ayudarnos a reflexionar sobre las
sentencias legales en nuestra sociedadcomo un modo de mantener una ceguera
inconsciente ante el reflejo de nuestra propia imagen.
Referencias
Winnicott, D.W., (1965) “The Development of the Capacity for Concern.” The
Maturational Processes and the Facilitating Environment, New York: IUP