Sei sulla pagina 1di 7

Universidad Nacional del Sur- Departamento de Economía

SOCIOLOGIA – (Publicación Interna de la cátedra)

Foucault y el poder: una nueva perspectiva


Lic. Sandra M. Uicich

Michel Foucault nació en Poitiers, Francia, el 15 de octubre de 1926 y murió en París el


25 de junio de 1984. Estudió filosofía y psicología, tomó clases con Jean Hyppolite y fue
profesor en diferentes universidades (Lille, Upsala, Varsovia, Clemont-Ferrand).
En 1969 es nombrado profesor en el Collége de France, en la cátedra “Historia de los
sistemas de pensamiento”, cargo que ocupará hasta su muerte. Los cursos dictados allí
cada año lectivo se encuentran publicados y son verdaderos compendios de su
pensamiento.
En 1971 integra el Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP), que visita al año
siguiente la prisión de Attica (Nueva York, EEUU). En 1978, como corresponsal en Iran
del periódico italiano Corriere della Sera, escribe sobre la Revolución iraní. Ese año
también visita Japón, da conferencias y realiza investigaciones sobre misticismo Zen,
cristiano y budista.
Dictó conferencias en Brasil y en Estados Unidos. Colaboró con el sindicato polaco
Solidaridad, en 1981. Se atrevió a cuestionar al Partido Comunista Francés,
convirtiéndose en un crítico de su accionar, y sostuvo una relación ambivalente con el
pensamiento de Marx.
Entre sus principales obras podemos mencionar: Historia de la locura en la época
clásica, Vigilar y Castigar, El nacimiento de la clínica, Historia de la sexualidad (3 tomos),
Arqueología del saber, Las palabras y las cosas y numerosas compilaciones de
conferencias y artículos así como entrevistas, gran parte aún no traducidas al español –
publicadas en francés como Dits et Ecrits (4 tomos).
Estas breves líneas biográficas apenas bosquejan la figura de Foucault, un pensador,
un intelectual comprometido con su tiempo, un filósofo crítico, un discípulo irreverente
(¿de Marx? ¿de Heidegger? ¿de Althusser? ¿de Nietzsche?). Tildado de dandy, “post-
estructuralista”, anarquista, “postmarxista”, “anarco-burgués”, “postmoderno”, pseudo-
comunista y tantos otros calificativos de los que supo burlarse, su vida está signada por
una absoluta claridad en el compromiso político y una inteligencia brillante. Inteligencia y
compromiso hacen de él un protagonista destacado de la filosofía contemporánea, dueño
de una prosa absolutamente cautivante y creador de nuevas miradas sobre la medicina,
el Estado, el sistema carcelario, la escuela, el capitalismo, el poder, etc.
Cualquiera que haya transitado, aún brevemente, sus textos no puede optar más que
por el amor o el odio. Y es así: a Foucault se lo ama o se lo odia.
La intención de estos párrafos es despertar esa pasión -que ha acompañado mis
últimos años de investigación- por la obra de Foucault.

La obra

Los estudios sobre el pensamiento de Foucault suelen dividir sus obras en etapas,
según la metodología usada (arqueología, genealogía, análisis crítico, hermenéutica) y en
temáticas, según el eje alrededor del cual giran (poder, sujeto, saber).
A pesar de estas esquematizaciones, en su obra hay una unidad en cuanto al espíritu o
la intención que animó sus investigaciones, el projèct genèral al que llama Historia crítica
del pensamiento. Este projèct genèral consiste en el análisis histórico de los modos de
subjetivación del ser humano en nuestra cultura –occidental y moderna-.
En su artículo “El ´proyecto general´ de Foucault”, Patxi Lanceros descubre y analiza un
“testamento” foucaultiano como es la entrada “Foucault” en el Dictionaire des
Philosophes editado por Denis Huisman en 1984, año de la muerte del pensador. El texto
está firmado por Maurice Florence: un seudónimo utilizado por Foucault. El recurso a esta
máscara es la oportunidad de expresar sintéticamente cuál fue el espíritu de sus
investigaciones.
Nos dice Lanceros: “Se trata, en definitiva, de recorrer la historia en busca (y a través)
de aquellos ámbitos en los que el sujeto se constituye como objeto de conocimiento y
acción: en ellos comparecen nociones y categorías cotidianas como ´locura´,
´delincuencia´ o ´sexualidad´.”
El trabajo de Foucault, tal como lo expresa Lanceros, “se aplica a esos espacios en los
que el sujeto no aparece como solución sino como problema, espacios en los que ´se
habla´ y ´se actúa´, discursos y prácticas que eluden el dogma del sujeto constituyente
para dar paso al vértigo de los sujetos diferencialmente constituídos.”
El conjunto de relaciones que se establecen socialmente, al que denomina prácticas
sociales, se mostrará como un conglomerado de saber-poder, analizable desde dos ejes:
a) el discurso mismo en su constitución; y b) las relaciones de poder detrás del discurso.
“La cuestión que plantea el análisis de la lengua, a propósito de un hecho
cualquiera de discurso, es siempre ésta: ¿según qué reglas ha sido contruido tal
enunciado y, por consiguiente, según qué reglas podrían construirse otros
enunciados semejantes? La descripción de los acontecimientos del discurso
plantea otra cuestión muy distinta: ¿cómo es que ha aparecido tal enunciado y
ningún otro en su lugar?” (La arqueología del saber, p.44)

Para contestar a la primera pregunta analizará el orden del discurso y su constitución.


Para contestar a la segunda, estudiará las redes de poder.

Redes de poder

Foucault define la sociedad como una red de relaciones de poder. Todos estamos en
una situación de poder y lo que interesa es “saber cómo en un grupo, en una clase, en
una sociedad operan mallas de poder, es decir, cuál es la localización exacta de cada
uno en la red del poder, cómo él lo ejerce de nuevo, cómo lo conserva, cómo él impacta
en los demás, etc.” (Las redes de poder, p. 72)
En “La Voluntad de saber” -tomo I de Historia de la Sexualidad - define el poder como
”la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio en que se
ejercen, y que son constitutivas de su organización”, un juego de relaciones móviles y no
igualitarias que a través de luchas y enfrentamientos incesantes, transforma, refuerza o
invierte esas relaciones. Esas luchas por el poder vuelven efectivas o cristalizan
institucionalmente ciertas configuraciones como hegemónicas; o por el contrario, generan
contradicciones, estados de poder diferentes, pero siempre locales e inestables.
El poder está en todas partes porque viene de todas partes, y se ejerce a partir de
innumerables puntos; “es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja
en una sociedad dada.” (La voluntad de saber, p.112-113) En esa trama de estrategias un
hombre, el Estado o una institución pueden “determinar más o menos la conducta de
otros hombres, pero nunca de manera exhaustiva o coercitiva.” 1
Esta concepción del poder relacional asume la puesta en marcha de estrategias o
formas de comportamiento de los agentes que trascienden la mera sumisión o la rebelión
frente a un poder omnipotente, represivo y centralizado. En este sentido, todos tenemos
una “cuota de poder” –consciente o no, explícito o no- dependiendo de la situación, es
decir, de la relación en un determinado contexto con otros agentes sociales.
El poder conforma una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social 2. En este
campo múltiple y dinámico de relaciones de fuerza se “producen” o “crean” dispositivos
asociados a prácticas sociales, saberes y sujetos.

1
Cfr. “Omnes et singulatim: hacia una crítica de la razón política”, en Abraham (1989)
2
Cfr. “Verdad y poder” (1977) en Microfísica del poder, p.182.
Repensar el poder

Foucault estudia la constitución de la sociedad occidental moderna, principalmente en


los períodos que denomina época clásica (siglos XVII y XVIII) y época moderna (siglo
XIX). El eje de su obra no es el saber, su adecuación a la realidad, su consistencia, ni el
poder, su legitimidad o su justificación, sino el sujeto que se constituye en los diversos
ámbitos en los que se ejerce el poder y se conforma el saber. Sus estudios pretenden
mostrar “... la constitución histórica de un sujeto de conocimiento a través de un discurso
tomado como un conjunto de estrategias que forman parte de las prácticas sociales.” (La
voluntad de saber, p.100)
Foucault pregunta: “...¿cómo se formaron dominios de saber a partir de las prácticas
sociales?”
Y responde: “Me propongo mostrar a ustedes cómo es que las prácticas sociales
pueden llegar a engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos
objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente nuevas
de sujetos y sujetos de conocimiento. El mismo sujeto de conocimiento posee una
historia, la relación del sujeto con el objeto; o más claramente, la verdad misma tiene una
historia.” (La voluntad de saber, p. 98)
Esta historia de la verdad a la que se refiere es la historia de los saberes o epistémes
que constituyeron el entramado de las prácticas sociales de una época y definieron
ciencia, conocimiento y sujeto que conoce.
Cuando Foucault habla de saber no alude al conocimiento científico sino a la ordenación
de lo que una época pueda decir y ver, al campo epistemológico constituído
históricamente, condicionado por las luchas por el poder y las prácticas sociales de la
época. Para ello estudia “según cuál espacio de orden se ha constituido el saber; sobre
el fondo de qué a priori histórico y en qué elemento de positividad han podido aparecer
las ideas, constituirse las ciencias, reflexionarse las experiencias en las filosofías,
formarse las racionalidades para anularse y desvanecerse quizá pronto.” (Las palabras y
las cosas, p. 7)
El análisis de nuestras prácticas sociales nos permite revelar las raíces profundas de
nuestra visión de la naturaleza, la realidad y el hombre; ese hombre constituído
socialmente en sujeto en el marco de las prácticas sociales.
Podemos resumir algunas características del poder:
1. es múltiple, no está localizado en un centro o lugar, no hay un centro de poder -ni el
Gobierno, ni el Presidente, ni el Rector de la universidad, etc.- Es decir, el poder no es un
poder centralizado, aunque es cierto que está desigualmente distribuído.
2. no tiene un solo origen o fuente, ni en la ley -las regulaciones legales, el aparato
jurídico- ni en la economía -la clase dominante, los que poseen un capital económico-. Es
decir, el poder no es un poder jurídico o un poder económico, solamente.
3. es omnipresente, porque atraviesa todas las relaciones sociales y todas las
instituciones, aunque esté distribuido desigualmente. Todos somos “portadores” de poder
y todos estamos inscriptos en relaciones de poder. A esto le llama “microfísica del poder”.
4. es positivo: no es negación, ni prohibición, ni represión, sino que es productor.
Produce efectos positivos, “crea” sujetos, prácticas sociales y saberes a través de
distintos mecanismos o dispositivos de poder, como la vigilancia, la sanción
normalizadora, las distinciones discursivas –separaciones entre loco y normal, criminal y
buen ciudadano, enfermo y sano, etc.
5. es invisible, se enmascara, y tiene éxito “en proporción directa con lo que logra
esconder de sus mecanismos”. (La Voluntad de Saber, p. 105)
Las relaciones de poder que constituyen un entramado social poseen las siguientes
características:
1. son construidas, no naturales, porque si el poder es una red de relaciones o un
entramado, estas relaciones, al igual que el sujeto, se constituyen. ¿Cómo se
constituyen? En una sociedad donde predomina la lucha o el disenso -no el consenso.
2. son históricas, pues la configuración de las relaciones de poder en un determinado
espacio y tiempo es producto de las luchas históricas, por lo tanto, varía con el tiempo.
3. son materiales, no son sólo simbólicas, sino que se “encarnan” materialmente en los
cuerpos, los edificios, los objetos. Un ejemplo lo constituye el principio del panóptico.3

El poder productor o cómo apostar al hombre creador

Foucault sostiene –siguiendo a Nietzsche- que el conocimiento es una invención, surge


a partir de luchas en el entramado de las redes sociales de poder. A través de su obra,
pretendió analizar la relación entre el sujeto, la constitución de la experiencia y la verdad,
“de qué forma dominios como los de la locura, la sexualidad, la delincuencia, pueden
entrar en un cierto juego de verdad y cómo, por otra parte, a través de esta inserción de
la práctica humana, del comportamiento en el juego de la verdad, el sujeto mismo se ve
afectado.” 4
El conocimiento es construido, determinado por luchas que subyacen al entramado
social de poder. Por ello propone que nos acerquemos al problema del conocimiento no
como filósofos sino como políticos, analizando la constitución de los saberes como
resultado de luchas históricas, en las que el poder es productor: engendra dominios de
saber, nuevos objetos, conceptos y técnicas, formas nuevas de sujetos y sujetos de
conocimiento, también nuevas relaciones sujeto-objeto y nuevas verdades.
Debemos desmitificar la pretensión moderna de un sujeto que produce un saber, que
descubre una verdad, que ordena una realidad; contra esta hybris Foucault sostiene que
“el poder-saber, los procesos y las luchas que lo atraviesan y que lo constituyen, son los
que determinan las formas, así como también los dominios posibles de conocimiento.”
(Vigilar y castigar, p. 34)
Foucault analiza la materialidad del poder en la constitución de saberes como resultado
de luchas históricas. Poder productor, conocimiento como emergente de luchas y
finalmente, la verdad como producto de un “régimen discursivo” en el que aparecen
nuevas formas de “decir la verdad”, nuevas redistribuciones de lo verdadero y lo falso. La
verdad es un efecto del poder, tiene una materialidad concreta que plasma las luchas de
poder. “Por verdad no quiero decir ´el conjunto de cosas verdaderas que hay que
descubrir o hacer aceptar´, sino ´el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo
verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder´.”
La verdad depende de relaciones diferenciales de fuerza, y “en esas relaciones de lucha
y poder, en la manera como las cosas entre sí se oponen, en la manera como se odian
entre sí los hombres, luchan, procuran dominarse unos a otros, quieren ejercer
relaciones de poder unos sobre otros, comprendemos en qué consiste el conocimiento.”
(La verdad y las formas jurídicas, p. 109)
En este campo múltiple y dinámico de relaciones de fuerza que es la sociedad, estas
relaciones se plasman en el discurso, que no solo traduce las luchas por el poder, es
también “aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere
uno adueñarse.” (El orden del discurso, p. 12)

¿Más allá de la ideología?

El poder, entonces, se materializa en prácticas sociales vinculadas a un discurso


definido como verdadero por los vencedores en las luchas por el poder. Debemos
analizar si esa construcción/producción/emergencia es ideológica, es decir, es una
realidad falsa o invertida y vinculada a los intereses de las clases dominantes.
En La ideología alemana Marx y Engels sostienen que las representaciones o ideas
que los hombres poseen de la situación social y de sí mismos son “reflejos” o “ecos”
distorsionados de la realidad, determinados por las representaciones o ideas de las

3
Cfr. su obra Vigilar y castigar.
4
“Una estética de la existencia”, en El yo minimalista, p. 133.
clases dominantes. Denominan ideología a ese reflejo, y a la legitimación de esas ideas
dominantes. La noción de ideología tiene, esencialmente, dos aspectos:
a) por un lado, su carácter de falsedad –contrapuesto, por lo tanto, a la noción de lo
verdadero-, y
b) por el otro, la dimensión social de la determinación del pensamiento, vinculada a las
clases dominantes –por lo que “las ideas dominantes de una época son las ideas de la
clase dominante” 5.
En la perspectiva marxista, las relaciones materiales de producción determinan
inequívocamente las representaciones o ideas -la conciencia de los hombres-6. La falsa
conciencia toma la “forma de aparición de las cosas” por la “esencia de las cosas”,
enmascara los intereses materiales de la clase dominante, y los productos de la
conciencia ideológica aparecen con la pretensión científica de proporcionar el
conocimiento.
Foucault estudia las prácticas sociales y discursivas para mostrar las distintas
conformaciones o dispositivos de poder que posibilitan el acaecimiento de nuevas
prácticas y discursos o sus resistencias. “[Las resistencias] constituyen el otro término en
las relaciones de poder.(…) nos enfrentamos a puntos de resistencia móviles y
transitorios, que introducen en una sociedad líneas divisorias que se desplazan…” (La
Voluntad de saber, p.117 ) Porque no hay poder sin que exista potencialmente rechazo o
rebelión.
Las prácticas sociales se asientan en una serie de condiciones de existencia –
económicas y políticas-, “que son como el suelo en que se forman el sujeto, los dominios
de saber y las relaciones de verdad.” (La verdad y las formas jurídicas, p. 112) ¿Estos
condicionamientos provienen o se ligan a los intereses de las clases dominantes, es
decir, tienen una dimensión ideológica?
Sostiene que estas condiciones políticas y económicas de existencia no son un velo o un
obstáculo, “...no se imponen desde el exterior al sujeto de conocimiento sino que son,
ellas mismas, constitutivas de éste”.
Por otro lado, la invisibilidad del poder, ¿forma parte de un juego de distorsión
ideológica? En una sociedad el saber es valorado, distribuido, repartido, y asociado a un
discurso cuya producción “está a la vez controlada, seleccionada y redistribuída por un
cierto número de procedimientos.” Los discursos no son ni verdaderos ni falsos, son
simplemente el emergente de una lucha, responden a una determinada configuración de
fuerzas siempre variable. Por lo tanto, su visibilidad o invisibilidad es simplemente parte
de esa configuración momentánea.
A pesar de analizar el poder en términos de lucha, Foucault se distancia de la noción
de ideología. Para él, “no hay, en el principio de las relaciones de poder, y como matriz
general, una oposición binaria y global entre dominadores y dominados, reflejándose esa
dualidad de arriba abajo y en grupos cada vez más restringidos, hasta las profundidades
del cuerpo social.” Su concepción del poder como distribuido desigualmente pero
inestable y móvil le permite afirmar que “las relaciones de poder no están en posición de
exterioridad respecto de otros tipos de relaciones (procesos económicos, relaciones de
conocimiento, relaciones sexuales), sino que son inmanentes” (La Voluntad de saber, p.
114)
Finalmente, el carácter móvil e inestable de las relaciones de poder impide la existencia
de un determinante fijo: dichas configuraciones son variables en función de las relaciones
de fuerza en la lucha por el poder.
El problema no es determinar cómo el poder subordina al saber y le hace servir a sus
fines, o cómo se relaciona de modo dominante con él y le impone contenidos,
distorsiones o limitaciones ideológicas, porque no hay saber en absoluta exterioridad con
las relaciones de poder.
En definitiva, no hay una distorsión ideológica propiciada por las clases dominantes
sino una conformación ontológica, constitutiva de las prácticas sociales, del conocimiento
5
C. Marx y F. Engels, La ideología alemana, Edit. Pueblos Unidos, 1968; cap. “Feuerbach”: 26, 35, 50.
6
Cfr. Barth, H., Verdad e ideología, FCE, México, 1946: 135-6.
y del sujeto que conoce. El conocimiento no es un instrumento ideológico del poder
dominante, sino que la construcción misma de los saberes se da en el seno de luchas en
las que la tensión de fuerzas en la red de poder genera, produce, crea saberes, prácticas
y sujetos.
Al igual que Marx, Foucault concibe la sociedad como un entramado conflictivo,
atravesado por luchas por el poder. Pero, a diferencia de Marx, no encuentra la raíz del
conflicto en el modo de producción capitalista, aunque esta sea una plasmación
hegemónica de las relaciones de poder desde hace más de dos siglos. El conflicto se
vincula a la conformación dinámica de la sociedad, más allá de la dimensión económica.
Foucault apuesta a un cambio en la política de la verdad que permita producir nuevas
verdades, conformando nuevas subjetividades, nuevas prácticas sociales y nuevos
saberes. Esta producción de nuevas verdades estaría posibilitada por: 1) la denuncia del
carácter de producto de las verdades (científicas, sociales, políticas, etc.); 2) la denuncia
de los condicionamientos sociales que hacen posible la producción de determinadas
“verdades”; 3) la desnaturalización de las prácticas sociales y la explicitación de las
relaciones de poder presentes en todas las relaciones sociales;y 4) la apuesta a una
nueva relación con la “verdad”, entendida como construcción histórica y por lo tanto,
modificable históricamente.

Reflexiones finales

A modo de cierre, quiero plantear la siguiente pregunta: ¿podemos repensar nuestro


presente tomando como punto de partida los análisis sobre el poder de Foucault?
Sin duda, la propuesta de Foucault de hacer una ontología histórica de nosotros
mismos, a través de una historia crítica del pensamiento, significa afrontar un análisis de
las condiciones dentro de las cuales son conformadas o modificadas ciertas relaciones
entre sujeto y objeto, en la medida en que ellas son constitutivas de un saber posible,
interrogando ese gesto enigmático, característico de las sociedades occidentales, por el
cual tienen tanto poder los discursos que se imponen como verdaderos.
Foucault nos ha dado pistas para intentar una verdadera emancipación del mundo
social. Sobre todo en sociedades como las nuestras, en las que los dispositivos de poder
generan estrategias de dominación cada vez más sutiles y, por ello mismo, cada vez más
eficaces.
Para él entonces, no hay que “´cambiar la conciencia´de la gente o lo que tienen en la
cabeza, sino el régimen político, económico, institucional de la producción de la verdad.
No se trata de liberar la verdad de todo sistema de poder -esto sería una quimera, ya que
la verdad es ella misma poder-, sino de separar el poder de la verdad de las formas de
hegemonía (sociales, económicas, culturales) en el interior de las cuales funciona por el
momento.”7
Cómo llevar adelante este cambio es una tarea pendiente. Foucault sólo dejó señales
difusas.

Bibliografía

7
Cfr. “Verdad y poder” (1977) en Microfísica del poder: 189
ABRAHAM, Tomás, Los senderos de Foucault, Nueva Visión, Buenos Aires, 1989.
CANO, Germán, Nietzsche y la crítica de la modernidad, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001.
COUZENS HOY, David, comp., Foucault, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988.
DIAZ, Esther, Para seguir pensando, Eudeba, Bs. As., 2da.ed., 1988.
ERIBON, Didier, Michel Foucault y sus contemporáneos, Bs.As., Nueva Visión, 1995.
FLAX, Javier, “El alcance de la teoría política de la verdad de Michel Foucault” en
Cuadernos de ética nº 11/12, junio/diciembre de 1991.
FOUCAULT, M.[1966]: Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México, 26ª ed., 1997.
---------------- [1970] : La arqueología del saber, Siglo XXI, México, 19ª ed., 1999.
---------------- [1971]: El orden del discurso, Tusquets Ed., Bs. As., 4ª ed., 1992.
---------------- [1973]: La verdad y las formas jurídicas, Gedisa, Barcelona, 1980.
---------------- [1976]: Las redes de poder, Almagesto, Buenos Aires, 1993.
---------------- [1976]: Historia de la sexualidad.1: La voluntad de saber, Siglo XXI, México,
1999.
---------------- [1978]: Microfísica del poder, La Piqueta, Madrid, 3ª ed., 1992.
---------------- [1984]: “Por qué hay que estudiar el poder: la cuestión del sujeto”, en AAVV,
Materiales de Sociología Crítica, La Piqueta, Madrid, 1986.
----------------- [1991]: Saber y Verdad, La Piqueta, Madrid, 1991.
HUISMAN, Denis, ed., Dictionaire des philosophes, PUF, Paris, 1984; entrada Foucault,
p. 941-944.
KAMINSKY, Gregorio, sel., El yo minimalista y otras conversaciones, La Marca, Bs. As.,
1996.
LANCEROS, Patxi, “El ´proyecto general´ de Foucault”, en Revista de Filosofía, 3ra.
Época, vol. X nº 18 , Universidad Complutense, Madrid, 1997.
LOPEZ, Cristina,“La identidad como diferencia en la historia. La cuestión del sujeto en
Michel Foucault”, en Escritos de Filosofía nº 29-30, Bs. As., 1996.
TARCUS, Horacio, comp., Disparen sobre Foucault, El Cielo por Asalto, Bs. As., 1993.
TERAN, Oscar, comp., Michel Foucault. Discurso, poder y subjetividad, El Cielo por
Asalto, Bs. As., 1995.

Potrebbero piacerti anche