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Ensayo
El añorar al amado ausente debe diferenciarse de añorar a un estado que una vez
ha existido y no existe más. El deseo de unirse, de ser uno con el amado puede
ser comprendido como el extrañar una tempranísima etapa simbiótica del
desarrollo, aunque esa etapa fuera tan remota que no haya dejado recuerdos
claramente definidos. Esa es una añoranza que nunca puede ser completamente
satisfecha en el estado amoroso.
Y, es precisamente porque nos aparta de lo que fue traumático que nos es difícil
separarnos de la persona que ha suscitado la inesperada aventura de un
sentimiento y expresión del ser nunca antes imaginado. Ahora sí, ¿cuán factible es
adoptar e internalizar esas nuevas experiencias del self, disponerlas y
desplegarlas hacia nuevas evoluciones, independientemente de la continuidad de
su fuente de origen?
Años más tarde, ante la imposibilidad de olvidar lo que el Dr. S. le había ofrecido
durante esos extraordinarios primeros tres años de análisis, y deseando entender
lo que había sucedido, la Sra. A. me consultó. (En el ínterin, el Dr. S. se había
retirado de la profesión.)
¿Podría ser que su previo analista, el Dr. S., quien había logrado orientar a su
paciente de un estado depresivo suicida a un inesperado estado de pasión,
estuviera ahora personificando el aspecto ofendido y rechazante de la madre? Aún
otra posibilidad: si confiáramos en la impresión que la paciente tuvo de que su
analista se alejaba emocionalmente de ella a medida que su vínculo pasional con
el Prof. M. crecía, pensaríamos que el analista entró en un proceso de contra-
identificación (Racker, 1960), jugando él mismo el papel de niña desolada,
abandonada mientras que su paciente y el amante representaban a la madre y el
nuevo bebé.
Podríamos suponer que el sentimiento de ser profundamente comprendida, de ser
“conocida” por el analista, re-estimulara una conexión temprana originalmente
experimentada por la niña con su madre. La recuperación de ese estado afectivo,
el recuerdo sensorial-motor (Leuzinger- Bohleber y Pfeiffer, 2002) de sentirse
acogida por los brazos protectores de la madre, puede haber sido efectiva en
contener la desesperación suicida de la Sra. A. Pero su afirmación que se había
sentido “sin piel” cuando se encontraba lejos de su analista entrañaba la amenaza
de pérdida de ese abrazo amoroso. Era éste un terreno emocional peligroso, ya
que la capacidad de tolerar una separación cuando recién se había recuperado un
recuerdo somático de experiencia de “unicidad” era apenas viable.
Esto nos remite a la segunda teoría del amor de Freud en la que él se refiere a la
antítesis entre la libido del yo y la libido del objeto. “El objeto ha –para decirlo de
algún modo- consumido al yo.” (Freud, 1921). También a la proyección del yo ideal
sobre el amante, cuyo amor restaurará ahora el self desvalorizado al reciprocar el
amor, reduciendo así la tensión entre el yo y el yo ideal.
Otra situación
El Sr. C., un hombre casado, también había sostenido por un largo tiempo una
relación apasionada con una mujer que él aún amaba. Esa relación, que había
comenzado poco después de la muerte de su madre, era ahora una fuente de
intensa desesperación y eso lo indujo a consultarme. Este paciente, un poeta de
renombre internacional, tenía dificultades para integrar su formidable talento con
su concepto de sí mismo.
La Sra. T. no podía moverse con facilidad de una posición regresiva a una más
madura. Ella había renunciado rápidamente a conductas regresivas en las
sesiones ahora que se sentía más independiente, al costo de sentirse distante y
sola. Le dije que me parecía que estábamos experimentando en las sesiones algo
análogo a lo que podría haber tenido lugar en su niñez, cuando antes de su
segundo cumpleaños, seguramente abatida, enojada e impotente, y con mínimo
uso de lenguaje ella tomó una postura de autonomía que sobrepasaba sus
posibilidades. Similarmente no habíamos podido aún encontrar una manera de
que se sintiera mejor y disfrutara de esa mejoría, contando al mismo tiempo en mi
interés y presencia.
Es mi conjetura que a los dieciséis años de edad, (lejos de casa, pupila en una
escuela y en un estado distante) a través de su apego pasional a este joven, la
paciente había tratado de recuperar la impresión de “ser amada como objeto
bueno a pesar de tener las necesidades de una niña pequeña,” sensación perdida
desde el nacimiento de las gemelas. Circunstancias difíciles en la familia, sobre
las que no puedo extenderme en esta presentación, habían influido para que la
niñita se tornara objeto de proyecciones inconscientes de su madre y padre. Así es
que cuando el joven se alejó de ella, las consecuencias fueron dañinas y
perdurables. Su reacción emocional fue de total devastación. Su regresión
intelectual afectó su habilidad para concentrarse y aprender. La arrastró
peligrosamente hasta al estadio de desarrollo que ella atravesaba en el momento
de la pérdida original de la conexión amorosa con su madre.
Esta distintiva cualidad somática, resulta en una atracción sexual que desafía todo
otro saber. El anhelo físico por este abrazo recuerda el dolor del hambre, tan
intensa es esa ansia emocional. En contraste con otras relaciones amorosas en
las que el deseo puede variar en intensidad esta atracción permanece
constantemente apremiante. Este carácter perentorio parece relacionado a la
incapacidad de modular la idealización.
4. Estos peligros parecen indicar que la calidad pasional del vínculo establecido
está basada en una necesidad de reparar, a través de una unión integradora, una
debilitada organización del self. Tal es la dependencia en la presencia de este Otro
que si la desilusión irrumpe, el sentido de integración del self sufre un severo y
riesgoso golpe.
Por ejemplo, los intensos estados negativos regresivos de desolada ira de la Sra.
T. –que la conducían a aislarse- fueron de corta vida en la transferencia. El peligro
era que el re-despertar la sensación preverbal de traición, humillación y necesidad
podría causar una desconexión rencorosa hacia la analista con la consiguiente
pérdida de esa contención sostenedora. La Sra. T. evitaba las tareas creativas al
igual que su familia de origen para impedir afectos peligrosamente incontrolables
que llevaban a la fragmentación de su conexión con el objeto (Green, 1995). Su
obsesiva pasión aportaba la promesa de obtener un espejo emocional bueno e
incondicional, intento de reparar una temprana y dañina defección, e impedir su
irrupción en la relación analítica. También para la Sra. A. el desarrollo de una
intensa pasión había sido un recurso de curación intermediario. En general, a
medida que el proceso analítico y la alianza se consolidan, el terror a una re-
traumatización se apacigua (Bergmann, M., 2000) y así también la evasión del
aquí y el ahora transferencial (Lichtenstein, 1964).
Este conflicto interfiere con toda evolución en la pareja, quien no puede resolverlo
sin ayuda. En otras palabras: el drama traumático original, no elaborado, es capaz
de encender pasiones destinadas a ofrecer un inconmensurable alivio. Este alivio
es transitorio en tanto que la demanda paralizante que se hace a esta nueva
relación es que nunca remita al daño primario. Se bloquea la aventura de que
cada persona cambie con la otra. Cada cambio en la tonalidad del vínculo se torna
aterrante. La relación está fatalmente destinada a un “estatismo estratégico”.
Conclusiones
Construir trampolines firmes desde los cuales poder lanzarse a los constantes
cambios de desarrollo requeridos en el curso de la vida requiere flexibilidad de re-
crear variaciones mejoradas de la identidad esencial original (Lichtenstein, 1961),
adaptadas a la situación de vida presente. (Podría conceptuarse esto como la
“modalidad de relación con otros”de Bowlby, o su “Modelo de funcionamiento
interno de apego”, o “el esquema de una forma-de-estar-con” de Stern o la
“modalidad self-objeto” de Sandler o el “tema de la Identidad”, o también el
“Sistema representacional” de Lichtenstein o el “Proyecto identificatorio” de
Aulagnier). Sabemos que el abandono emocional traumático, las carencias
emocionales familiares contemporáneas o trans-generacionales, contribuyen
inconscientemente de manera importante a nuestra fragilidad narcisística y
dejarán una marca indeleble en la cualidad de nuestras relaciones psíquicas-
sexuales, de objeto así como en la evolución yoica. Como tal, el proceso de
adquisición de autonomía de un Otro idealizado e idealizante, es constantemente
re-actualizado a lo largo del trayecto madurativo (Abelin-Sas, Erikson). La
estabilidad y el crecimiento requieren un cierto grado de idealización del self,
basado tanto en la autonomía como en reciprocidad. Las relaciones paralizantes
que he descrito iluminan cómo y cuándo una idealización del self inestable impide
la organización de una identidad suficientemente cohesiva como para tolerar la
fluidez de roles y el cambio (Sandler, J., 1987). Si el amor infunde la idealización
del self necesario para el propio crecimiento, tolerando una des-idealización
realista del amante, admite un incremento de la individuación armoniosa hacia el
bienestar mutuo de los amantes.
Bibliografía
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