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EL PAIS › OPINION

Una fotografía pedagógica destinada al


mercado
Por Adriana Puiggrós *

El gobierno nacional ha puesto en marcha una evaluación de carácter


obligatorio que alcanzaría cerca de un millón y medio de alumnos de primaria y
secundaria de todas las escuelas del país. Se trata de un operativo
denominado “Aprender”, elaborado bajo los lineamientos de una empresa líder
en el negocio de la evaluación internacional (primer rubro mundial del mercado
de la educación). Fue diseñado con una estructura vertical en cuya cúspide
está el ministro de Educación de la Nación, continúa una enredada burocracia y
en la base quedan los “aplicadores”. Estos últimos son los docentes a los que
se ha quitado toda posibilidad de opinar en todas las fases del operativo y que
deben ser desconocidos por los alumnos. En las guías producidas por el
Ministerio se indican medidas que imponen un clima signado por fuertes
indicaciones disciplinarias. El Ministerio informa que los resultados serán un
insumo fundamental para el conjunto de las políticas educativas y orientaciones
pedagógicas, lo cual es especialmente preocupante, dado que el “Aprender”,
adolece de graves faltas desde los puntos de vista técnico y pedagógico, y de
una explícita orientación política que invalida su pretendida cientificidad. El
hecho es que funcionarios involucrados en el análisis y uso de los resultados
(el “Aprender” aclara que sólo una parte será de difusión pública, y otra de
acceso restringido) han anticipado su veredicto sobre delicados temas que
aborda la prueba: el ministro Esteban Bullrich ha sido el más explícito,
vinculando a los alumnos que provienen de sectores populares con la violencia
y, con su frase más famosa, anunciando una nueva “Campaña al Desierto”. El
ex ministro de educación de la CABA por el PRO, Mariano Narodowski,
expresa muy bien las ideas del gobierno sosteniendo que las escuelas y los
docentes son dispositivos caducos cuya desaparición es segura: deberíamos
acostumbrarnos a un futuro en el que el problema será qué grado de
desigualdad producirán las intervenciones en los genes destinadas a modelar
la inteligencia, procedimiento al que quedará reducida la educación. Estos
preconceptos sociales (porque no son ni siquiera hipótesis) son antiquísimos,
aunque adornados con un lenguaje Siglo XXI. Toman como sujeto (mejor dicho
objeto) a un supuesto alumno universal, que es introducido en una situación
artificial y atemorizante, y se le toma un examen que juega el papel de una
fotografía. Pero la educación es un proceso y no un instante de chicos
iluminados o amedrentados. Las respuestas por SI o por No del cuestionario
estilo “múltiple choice”(que contiene unos ítems incisivos respecto al trabajo de
los docentes y otros desorientadores de los alumnos) no es posible que reflejen
de manera objetiva cómo se desarrolla la educación en el país. Por el contrario,
es altamente probable que se usen para justificar un resultado previsto, que
sería rankings de escuelas, maestros y alumnos destinados a ordenar y regular
el mercado educativo, tal como se hace con productos de perfumerías, bebidas
o automóviles. Es una política educativa muy lamentable. En una evaluación
educativa científica y socialmente adecuada, el núcleo es la participación de los
docentes y alumnos, no como aplicadores y objetos de la aplicación, sino como
sujetos activos de la revisión conjunta del proceso que transitan juntos. Ese fue
el criterio acordado entre los gremios y el gobierno, hasta el año pasado. Ahora
no solamente no se cumple con lo pactado (que tiene fuerza de ley) sino que
tampoco convoca el gobierno a la reunión colectiva de trabajo. En definitiva, el
operativo “Aprender” obtendrá una foto de chicos desasosegados frente a
docentes transformados en “aplicadores”. Siguiendo la línea de análisis de los
funcionarios oficiales, será una radiografía del Ser de distintos sectores
sociales: “así son”, dirá la prueba, tomando como definitiva una situación ficticia
y traumática. La película de largometraje en que debe consistir una buena
evaluación no será tomada porque obligaría a mostrar los resultados de
anteriores Operativos Nacionales de Evaluación e incluso algunos
internacionales, en los cuales la educación argentina no está tan mal como el
gobierno querría.

* Pedagoga.

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