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CAPÍTULO I

UN GRUNDAXIOM: LA RELACIÓN ENTE


TRINIDAD «ECONÓMICA» Y TRINIDAD «INMANENTE»

1. UN PRINCIPIO DE LOS PADRES: DE LA ECONOMÍA A LA TEOLOGÍA

Tanto en la conclusión del curso de Cristología como en la breve introducción a


este curso se ha insistido que solamente con la revelación acaecida en Cristo se tiene
acceso al misterio de Dios uno y trino. La «economía» es, por tanto, el único camino de
la «teología»1. Una breve reflexión sobre el significado de estos dos términos nos ayudará
a adentrarnos en el estudio de la historia de la revelación trinitaria.
a) K. Rahner ha sido quien ha propuesto el principio –sin ser el primero– según el
cual la «Trinidad económica es la Trinidad inmanente y viceversa» 2. Un axioma que se
justifica porque la Trinidad es misterio salvador. La salvación está en el don que Dios
Padre hace de sí mismo, en Cristo y en el Espíritu Santo. Las personas divinas actúan en
esta donación de manera diferenciada. Solo porque se nos manifiestan en su distinción en
la economía salvadora es que podemos decir que Dios es uno y trino. Cada una de las
personas en las actuaciones ad extra actúa según su propiedad personal. Piénsese en la
Encarnación. Las afirmaciones que podemos hacer de Dios no agotan el misterio de Dios
mismo.
b) La preocupación de K. Rahner es más la de poner de relieve la comunicación de
Dios a los hombres que la de reflexionar sobre el misterio de la Trinidad inmanente.
Razón por la que explica muy poco la segunda parte del Grundaxiom. Sin que se pueda
decir que la comunicación de Dios al Hombre sea en imagen o en analogía. Se da de
manera libre y graciosa, es decir, realmente.
c) La aceptación del principio rahneriano en la teología ha sido general, al menos
por lo que respecta a la primera parte. En la teología católica ha sido aceptado el
principio, pues viene a recordar que solo llegamos a la vida íntima de Dios a partir de su
economía de salvación y que en la Trinidad inmanente está el origen de nuestra
salvación. Esta economía nos permite hacer afirmaciones sobre Dios en sí mismo.

1
CEC, 236: «Los Padres de la Iglesia distinguen entre la «Theologia» y la «Oikonomia»,
designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las
obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la «Oikonomia» nos es revelada la
«Theologia»; pero inversamente, es la «Theologia», la que esclarece toda la «Oikonomia». Las obras de
Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de
todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas. La persona se muestra en su
obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar».
2
K. RAHNER, «El Dios trino como principio y fundamento trascendente de la historia de la
salvación», 271.
CAP. I: TRINIDAD «ECONÓMICA» Y TRINIDAD «INMANENTE» 13

II. EL GRUNDAXIOM Y LA CTI.

De la importancia y aceptación del Grundaxiom da fe la CTI en su documento


Teología-Cristología-Antropología del año 1981. La CTI acepta el principio rahneriano
en los siguientes términos:

Por ello, el axioma fundamental de la teología actual se expresa muy bien con las siguientes
palabras: La Trinidad que se manifiesta en la Economía de la salvación es la Trinidad
inmanente, y la misma Trinidad inmanente es la que se comunica libre y graciosamente en
la Economía de la salvación (2).

a) El Grundaxiom está ubicado en el amplio tema sobre la relación entre Cristología


y la revelación trinitaria. Se recuerda ante todo que si bien la economía es la única fuente
de la Teología; sin embargo, es también válido que la Trinidad económica presupone
siempre, necesariamente, la Trinidad en sí misma.
b) Hay cambios en el Grundaxiom. En lugar de hablar de la Trinidad económica se
habla de la Trinidad que se manifiesta en la economía de la salvación.
c) Desarrolla la segunda parte de un modo más logrado pues dice que cuando la
Trinidad se comunica lo hace libre y graciosamente, que por lo demás es una
recuperación de un término querido por Rahner.

2. 1 La Trinidad económica es la Trinidad inmanente

La CTI 1-1.1 enseña:

1. La economía de Jesucristo revela al Dios trino; Jesucristo solo puede ser


conocido en su misión, si se entiende correctamente la presencia singular de
Dios mismo en él. Por ello, teocentrismo y cristocentrismo se iluminan y
postulan mutuamente. Pero queda la cuestión de la relación de la Cristología
con la revelación del Dios trino.

1.1. Según el testimonio del Nuevo Testamento, la tradición de la Iglesia


antigua ha tenido siempre como cierto que Dios, por el acontecimiento de
Jesucristo y el don del Espíritu Santo, se nos ha revelado como Él es. Él es
en sí mismo como se ha manifestado a nosotros: «Felipe, quien me ve, ve al
Padre» (Jn 14, 9).

La primera parte del axioma fundamental nos pone ante esta verdad: solamente por
la revelación acaecida en Cristo tiene sentido que hablemos del Dios trino. En este
sentido, los intentos de Agustín y la teología medieval de encontrar uestigia Dei en lo
creado, nos pone ante el Dios uno y trino del cual todo procede, no están lejos de
nosotros ni de nuestro mundo.
La revelación del misterio de Dios en toda su profundidad acaece únicamente en
Jesús. Solamente si creemos en Él podemos ver en Él al Padre (Cf. Jn 14, 9). Jesús salva
porque en Él es Dios mismo el que se revela. De lo contrario no habría salvación (DV 4;
Cf. DV 2). De esta manera, el modo cómo la Trinidad se presenta a nosotros en la
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economía de la salvación ha de reflejar por tanto cómo es en sí misma. Este modo


anterior de pensar no tiene por qué contradecir el principio de la actuación unitaria de
Dios de las tres personas divinas frente al mundo y frente a los hombres. Esto es de la
actuación ad extra.
De este principio fundamental se deduce, en consecuencia, que si bien es cierto no
tendría sentido que las divinas personas actuasen «separadamente» las unas de las otras;
tampoco tendría sentido no tener en cuenta que el único principio que es Dios tiene
siempre la distinción en sí mismo. Existe, además un caso, en el que sabemos que hay
una actuación hacia fuera en la que las personas actúan diferenciadamente: la
Encarnación. Solo el Hijo ha asumido hipostáticamente la naturaleza humana. No se trata
de afirmar que las otras dos personas no han tenido parte en este acontecimiento;
sabemos bien que no es así. Fue una de las conclusiones de nuestro curso anterior: la
Encarnación acontecimiento trinitario.
La primera parte de la tesis sobre la identidad entre la «T económica» y la «T
inmanente» («La Trinidad económica es la Trinidad inmanente», nos dice que es Dios el
que se nos da en sí mismo, no nos da simplemente dones, por grandes que podamos
pensarlos. Si Dios no se nos diera como es, la salvación no sería posible. Hay por tanto
una correspondencia entre la Trinidad económica y la inmanente, son la misma, no se
distinguen adecuadamente. En este sentido, el primer enunciado de Rahner es muy
fructuoso y positivo para la teología trinitaria y de sus implicaciones soteriológicas.
Inspirándose en la terminología de Calcedonia, la CTI señala que hay que evitar
toda separación entre Cristología y Trinidad. Esta separación o este peligro de separación
puede darse de dos maneras:
1. Una neo escolástica. Dice CTI 2.1 señala: «Hay que evitar en la teología y en la
catequesis todo separación entre la cristología y la doctrina trinitaria. El misterio de
Jesucristo se inserta en la estructura de la Trinidad. La separación puede revestir una
forma neoescolástica o una forma moderna. A veces, los autores de la llamada
neoescolástica aislaban la consideración de la Trinidad, del conjunto del misterio
cristiano y no la tenían suficientemente en cuenta para entender la Encarnación y la
deificación del hombre. A veces, no se mostraba en absoluto la importancia de la
Trinidad en el conjunto de las verdades de la fe o en la vida cristiana». La separación neo
escolástica entre Trinidad y cristología puede expresarse como el resultado de una
tendencia en la que no se daba un lugar de primer orden a la Trinidad en el entendimiento
de la Encarnación y de la divinización del hombre. Aislándose de esta manera la teología
trinitaria de la piedad y de la teología escolar.
2. La separación «moderna» entre la Trinidad y la Cristología. Dice CTI 2,1: «La
separación moderna coloca una especie de velo entre los hombres y la Trinidad eterna
como si la revelación cristiana no invitara al hombre al conocimiento del Dios trino y a la
participación de su vida. Conduce así con respecto a la Trinidad eterna a un cierto
«agnosticismo» que no se puede aceptar en modo alguno. Pues aunque Dios es siempre
mayor que todo lo que de Él podemos conocer, la revelación cristiana afirma que eso
«mayor» es siempre trinitario». El texto hace referencia se refiere al agnosticismo frente
a la revelación cristiana. No se puede poner velos, aun y cuando la teología cristiana
siempre deberá evitar el escollo de considerar que la revelación del Dios uno trino agota
su misterio. Deus semper maior, pero a la vez en Jesús vemos al Padre. El problema del
agnosticismo recobra particular importancia en el así llamado, en nuestros días,
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pluralismo teológico. El problema que algunos plantean es que el misterio de Dios es


demasiado rico para que solo una experiencia lo agote. Se toca aquí el tema de la
mediación de Jesús. Es dejar en entre dicho el misterio de la Encarnación y de la Trinidad
si se pone a Jesús al lado de otras mediaciones.

2) De la Trinidad a la economía. La «identidad» entre la T inmanente y la T


económica

El carácter definitivo de la revelación y la salvación acaecidas en Cristo nos lleva al


famoso viceversa. No se trata, evidentemente, de poner dos afirmaciones al mismo nivel.
La economía de la salvación es absolutamente dependiente de la Trinidad inmanente.
Pero no puedo decirse lo mismo a la inversa. La Trinidad inmanente no depende de la
económica. No se trata de una perfecta identidad entre las dos partes del axioma. En la
segunda parte lo que cuenta es la soberana libertad y gratuidad. A pesar de las críticas
fuertemente elaboradas hay en «a la inversa», según la formulación de RAHNER, con los
matices de la CTI que se ha de decir, un principio: la misma Trinidad inmanente es la que
se comunica libre y graciosamente en la economía de la salvación.
La prudencia es clara, no se dice es, sino que la T inmanente es la que se comunica
libre y graciosamente en la economía de la salvación. Podemos decir que se comunica
definitivamente en el evento Cristo, sabemos que este evento incluye el don del Espíritu
que universaliza y actualiza. No puede haber otra economía de la salvación más que la
que encuentra en Cristo su cumplimiento. En esta economía se ha comprometido Dios y
se ha hecho realmente presente. Por eso, es necesario insistir que la Trinidad en sí misma
se ha hecho presente en Cristo. Esto es lo que quiere decir la segunda parte del axioma.
La Trinidad inmanente es la Trinidad económica, es decir, es la que se comunica libre y
gratuitamente en la economía de salvación.
Así, la Encarnación es el supremo acto gratuito de Dios. Como es también gratuita la
creación, orientada de hecho a la Encarnación; Dios no se perfecciona con ella (Dei Filius
DS 3002), ni con la economía salvífica. No necesita ni del mundo ni de los hombres.
Solamente con la diferenciación entre la Trinidad en sí misma y en su comunicación
puede salvarse esta libertad divina. Una cierta distinción (no separación) es por tanto
inevitable. La Trinidad inmanente tiene en sí la plenitud independientemente de la
creación y de la obra salvífica. La confusión entre una y la otra fue una de los aspectos de
la filosofía hegeliana. Muy importante lo que el Vaticano I afirmaba: «Si alguno
dijera….que Dios es el ente universal o indefinido que, determinándose a sí mismo,
constituye la universalidad de las cosas, distinguida en géneros, especies e individuos, sea
anatema (a.s.)».
Con las necesarias precisiones, se imponen dos ideas. Primera, la Trinidad no se
constituye en la economía de salvación, y segunda, no se agota ni se disuelve en ella. Es
necesario establecer una distinción entre T inmanente y T económica. Las dos partes del
axioma se sostienen.
La primera parte por sí misma llevaría a decir los siguiente: «Hay que evitar
igualmente toda confusión inmediata entre el acontecimiento de Jesucristo y la Trinidad.
La Trinidad no se ha constituido simplemente en la historia de la salvación por la
encarnación, la cruz y la resurrección de Jesucristo como si Dios necesitara un proceso
histórico para llegar a ser trino. Hay que mantener, por tanto, la distinción entre la
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Trinidad inmanente, en la que la libertad y la necesidad son idénticas en la esencia eterna


de Dios, y la Economía trinitaria de la salvación, en la que Dios ejercita absolutamente su
propia libertad sin necesidad alguna por parte de la naturaleza» (CTI 2.2). El
acontecimiento Cristo nos remite verdaderamente a la trinidad inmanente solo si en él
esta misma se ha hecho presente de manera insuperable en el eón actual. Así, Kasper
habla de la auto-comunicación. En este sentido se ha de subrayar que no existe una
Trinidad que está velada en el misterio de Cristo. Es el misterio de Cristo que miramos a
la Trinidad. Esta comunicación es libre, gratuita y kenótica, como lo ha puesto de relieve
Kasper, en el misterio de la Trinidad Económica la Trinidad inmanente no está detrás de
ella. Como en el misterio de Cristo se desvela el misterio de Dios de manera misteriosa.
Pero hay que tener presente además un segundo aspecto de la cuestión. Así como la
Trinidad inmanente no se identifica con el desarrollo de la economía de la salvación ni se
«disuelve» en ella, tampoco se «agota» en la dispensación salvadora en la que libre y
gratuitamente Dios se comunica. No podemos penetrar todos los misterios de la vida
intra-divina, de la unidad y de la distinción de las personas, de la generación del Verbo y
de la procesión del Espíritu, etc. Solamente en la consumación escatológica Dios se dará
a conocer plenamente en su auto-donación total, lo veremos cara a cara, tal cual es (Cf. 1
Cor 13, 21; 1 Jn 3, 2). No, podemos olvidar que la auto-comunicación de Dios se realiza
en la historia comporta un elemento de kénosis, de cruz, de vaciamiento.
La identidad entre Trinidad económica y Trinidad inmanente se ha de entender por
consiguiente en el entendido de que por una parte Dios se nos da y se nos revela tal cual
es en sí mismo, pero que lo hace libremente, es decir que su ser no se realiza ni se
perfecciona en esta autocomunicación; y que por otra parte en esta revelación Dios
mantiene su misterio, su mayor cercanía significa la manifestación más directa de su
mayor grandeza. El mundo no es el tú de Dios.
Según lo anterior la CTI deduce algunos enunciados importantes, a partir del
«inversa»:

1. LA LIBERTAD DE LA AUTO-COMUNICACIÓN DIVINA

El problema de la libertad y de la necesidad en Dios. La CTI ha dejado claro que no


podemos hablar de separación pero tampoco de confusión entre la Trinidad inmanente la
cual se comunica libre y graciosamente en la economía. El criterio de distinción viene
dado por la manera diferente como coinciden la libertad y la necesidad en la vida interna
de Dios y en la economía salvadora. En efecto, Dios se compromete con la historia
humana pero desde su trascendencia solo esto garantiza que Dios pueda salvar el mundo.

2. LIBERTAD Y NECESIDAD EN LA TRINIDAD INMANENTE

La relación entre libertad y necesidad en Dios fue objeto de discusión en los tiempos
antiguos. Es sabido que la teología prenicena estableció una relación muy estrecha entre
la creación y la generación, ponía el acento en la economía pero con el peligro de crear
confusión entre teología y economía. Orígenes fue quien más habló de la voluntad en la
generación. El Hijo es engendrado de la voluntad del Padre. Pero entonces: ¿es Dios
Padre simplemente porque quiere? Entonces el Hijo no es igual al Padre, el Concilio de
Nicea de frente a la crisis arriana ha querido dar respuesta. Pero, ha sido Atanasio el
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primero en plantear la cuestión de la voluntariedad e involuntariedad de manera directa.


Las respuestas de Gregorio Nacianceno y de Agustín coinciden con aquella de Atanasio.
En efecto, no tiene sentido la alternativa libertad o necesidad. De modo incomprensible
ambas son idénticas con la esencia divina. Así Dios es como quiere ser, pero quiere ser
como es. La diferencia fundamental entre Trinidad inmanente y Trinidad económica es
que en esta última no se puede hablar en ningún modo de necesidad. Todo sucede por el
libérrimo designio del amor divino.

3. LA LIBERTAD DE LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN

Hay que sostener el carácter libre y gratuito en la economía de salvación y en la


Trinidad económica: esta economía no es necesaria para constituirse ni para
perfeccionarse. La comunicación gratuita y libre de Dios no puede hacerse más que en el
Hijo y en el Espíritu. De esta manera solo si se da esta correspondencia entre la
autocomunicación económica de Dios y la inmanente que da origen a las personas
divinas por la comunicación que el Padre hace de su divinidad, se puede dar una auténtica
revelación y comunicación de Dios mismo. Si la comunicación libre y gratuita quiere ser
tal solo lo puede hacer en su Hijo y en el Espíritu Santo.

4. EL CARÁCTER KENÓTICO DE LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN

En el modo concreto como se ha realizado la economía de la salvación entran las


consecuencias del pecado humano. Esto significa que la correspondencia entre la
economía de la salvación y la vida íntima de Dios se hace más misteriosa porque la forma
en que Jesús, el Hijo eterno, vive en este mundo la obediencia al Padre, está determinada
por una modalidad concreta de la condescendencia de Dios: el Hijo no solo ha querido
compartir la condición humana sino sufrir las consecuencias de nuestro pecado.

5. LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN Y LA TRINIDAD ECONÓMICA

Finalmente, otra cuestión para explicar el «a la inversa». ¿Tiene la economía de


salvación algún 'efecto' en la Trinidad inmanente, queda afectada de alguna manera por
aquella? Ante todo debe quedar claro que el planteamiento de esta pregunta no significa
poner en duda lo que hasta ahora se ha afirmado: Dios no se realiza ni se perfecciona en
el proceso del mundo. Sin embargo, la CTI señala que el acontecimiento kenótico del
nacimiento, vida humana y muerte afecta de alguna manera, el ser propio de Dios Padre
en cuanto él es el Dios que realiza estos misterios y los vive como propios suyos con el
Hijo y el Espíritu Santo. CTI 3 dice:

La distinción entre la Trinidad inmanente y la Trinidad económica concuerda con la


identidad real de ambas y, por ello, no puede utilizarse para justificar nuevos modos de
separación, sino que hay que entenderla según la vía de afirmación, negación y
eminencia. La Economía de la salvación manifiesta que el Hijo eterno en su misma
vida asume el acontecimiento «kenótico» del nacimiento, de la vida humana y de la
muerte en la cruz. Este acontecimiento, en el que Dios se revela y comunica absoluta y
definitivamente, afecta, de alguna manera, el ser propio de Dios Padre en cuanto que
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Él es el Dios que realiza estos misterios y los vive como propios y suyos con el Hijo y
el Espíritu Santo.

Está claro que la Economía salvífica afecta a la persona del Hijo, sin que esto
signifique un aumento de perfección. Pero, a la vez, la asunción de la humanidad no
puede dejar indiferentes a las otras dos personas. Así, la relación del Padre al Hijo y
viceversa es ahora con el Hijo encarnado ya que este ha unido a sí la humanidad de Jesús
de manera irreversible. La Humanidad del Hijo está siempre integrada a la vida
Trinitaria. Así, en la Encarnación la unidad del Padre y del Hijo no ha desaparecido pero
la condición de siervo en la que se encuentra el Hijo a causa de la humanidad asumida ha
significado un obstáculo -offensio unitatis- para esta perfecta comunión. Al entrar la
humanidad de Jesús en la plenitud de la gloria del Padre se remueve este obstáculo. Por
lo demás se supone la inclusión de todos los hombres en esta relación. Lo cual plantea el
tema de la impasibilidad divina, que en el fondo significa que Dios no puede ser
indiferente a los acontecimientos humanos.

III. CONCLUSIÓN
1. La aceptación del principio rahneriano en la teología de la primera parte del
Grundaxiom. La Trinidad económica es la Trinidad inmanente. Desde antiguo se ha visto
una relación entre procesiones internas y las misiones divinas.
2. La economía de la salvación nos remite a un Deus semper maior. Nada hay en
Dios más profundo que su vida divina. En Cristo se nos ha comunicado lo que Dios en sí.
3. La primera parte de axioma nos pone en guardia contra una interpretación
demasiado estricta del «es». Necesidad que aumenta en la segunda parte. Dios no se
agota en la economía por más que insistamos en la verdad de su revelación y su donación
a nosotros. Así, la Trinidad inmanente se ha comunicado absoluta y definitivamente en el
acontecimiento de Jesucristo.

4. Las partes del axioma se deben sostener mutuamente

En síntesis, puede decirse que el camino teológico post-conciliar ha mostrado que la


comprensión del cristianismo como acontecimiento histórico salvífico conduce
inevitablemente a situar en el centro de la reflexión el misterio de la Trinidad, partiendo
de su manifestación económica, para poder comprender los datos fundamentales de todo
el dogma católico: la creación del mundo y del hombre, el acontecimiento de la
Encarnación y salvación en Cristo y el misterio de la Iglesia. Por estas vías, la teología
trinitaria está llamada a ofrecer una gran ayuda a la vida de la fe. Pues no solo presenta al
Dios verdadero, uno y trino, como un Misterio inalcanzable para las fuerzas de la razón y
sin embargo, a pesar de las apariencias, no contradictorio con sus leyes; sino que,
introduciendo al creyente en las perspectivas trinitarias, le permite alcanzar una
percepción adecuada de la economía salvífica, de la entrega del Hijo y el Don del Espíritu
de forma que consolide con la convicción que proviene de la comprensión y crezca en un
afecto verdadero por el Dios que le ha venido al encuentro en un gesto inimaginable de
amor.

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