Sei sulla pagina 1di 3

LA TIRANÍA DE UN CONSTRUCTO: EL ABSOLUTISMO1.

La Historia es una disciplina científica que como otras Ciencias Sociales suele crear conceptos o términos que
contribuyen a la consolidación de un lenguaje representativo de su identidad epistemológica. Como resultado
de la institucionalización de muchas ciencias a lo largo del siglo XIX la Historia también construyó su propio
campo, con normas, autoridades, métodos y teorías.

En ese proceso de construcción, diversas escuelas historiográficas plantearon teorías para propender a una
mejor comprensión y explicación del pasado. Desde los historicistas de Ranke en el siglo XIX hasta la tercera
generación de la Escuela de Annales durante la segunda mitad del siglo XX hubo propuestas distintas e incluso
divergentes entre las que podemos encontrar una constante: la búsqueda de cientificidad.

El derrotero paralelo que como un espejo instó a las Ciencias Sociales a parecerse a las Exactas para justificar
su existencia es también una causa de la necesidad de ese lenguaje y esas propuestas totalizantes. Ahora bien,
de estos influjos externos que fueron forjando la identidad de las disciplinas ligadas a lo social surgieron
construcciones teóricas que actualmente tienen mucha vigencia en el ámbito científico y se han instalado en
el conocimiento no especializado o mal llamado “vulgar”.

Sólo para tomar dimensión de este fenómeno será necesario recapitular sobre ciertos ejemplos: lo medieval
como algo oscuro y negativo, o el feudalismo, concepto a través del cual solemos explicar muchos aspectos
distintos, de distintas épocas y en espacios geográficos disímiles. Evidentemente, el feudalismo del siglo XII
en los alrededores de París no era el mismo que aquel de la Lombardía italiana en el siglo XIV. Entonces
¿cuáles son los límites de los conceptos que utilizamos? ¿Es realmente explicativo homogeneizar tantos
procesos, actores y fenómenos bajo el manto de un mismo concepto? ¿Podemos verdaderamente dar cuenta
de la diversidad, de la complejidad y de la preeminencia del cambio en la historia? O en realidad hemos
maximizado el simplismo conceptual para deshacernos de muchas explicaciones.

Evidentemente, el absolutismo es otro de estos conceptos tiránicos. Su origen no es atemporal ni está libre de
una corriente teórico-historiográfica. En esta historia de la historiografía, el marxismo tuvo un especial
protagonismo durante el siglo XX. Si bien Karl Marx propuso sus teorías en el siglo XIX, una serie de
investigadores retomaba y replanteaba sus postulados en el siglo XX.

Recordemos que Marx había planteado una teoría que pretendía comprender, desde su punto de vista, toda la
historia de las sociedades humanas. Su teoría se explicaba a partir de la sucesión concatenada de sistemas
económico-sociales basados en la interacción de las clases, éste vínculo componía una base que ordenaba el
conjunto denominado super estructura (política, cultura, etc). Así por ejemplo al modo de producción
esclavista (base) le correspondieron los estados clásicos de Grecia y Roma (super estructura).

1
Material de uso interno para los alumnos del Profesorado de Educación Secundaria en Historia. Elaborado por el Lic. Marcelo
Correa. Año 2018.
El asunto fue que para la Edad Moderna se propuso la idea de “Transición del feudalismo al capitalismo”, es
decir una edad intermedia en la que el feudalismo no terminaba de caer, pero entraba en un proceso de largas
contradicciones. Ahora bien, a esa base económico social le faltaba una super estructura, la misma fue
explicada magistralmente en el siglo XX por el historiador británico Perry Anderson.

Durante esa transición del feudalismo al capitalismo que experimentó Europa, los Monarcas ejercían el
poder de manera absoluta por la representación que ejercían como “vicarios de Dios en la tierra” y con una
autoridad incuestionable. Con lo cuál se transformaban en una especie de “cabeza” de una sociedad funcional
donde Clero, Nobleza y estado llano se mantuvieron inmóviles durante tres siglos. Sólo al final de este período,
esa fuerza política interesada en el sometimiento del campesinado para sostener un sistema feudal se rompía
con las “Revoluciones burguesas” transformadas en la vía para el avance frenético de las sociedades hacia una
organización capitalista.

A este modelo, debemos sumar la teoría sobre el “Estado Moderno” iniciada por la perspectiva sociológica de
Max Weber. Según Weber, el estado moderno fue una asociación política que se arrogaba el monopolio de
la coacción física y a través el monarca era la única fuente de justicia existente. Los principales elementos
que caracterizaban a este Estado Moderno eran una burocracia racional y una administración profesional,
elementos que además le daban un tinte impersonal.

En efecto, hechas las asociaciones necesarias, muchos historiadores plantearon entonces que la historia
política de la Edad Moderna debía centrarse en explicar los vericuetos de los Estados Modernos Absolutistas.

Ahora bien, si retomamos la historiografía deberemos analizar los efectos que tuvo la caída del muro de
Berlín sobre los historiadores. Se trató de la caída de las grandes explicaciones, del intento por totalizar la
comprensión de la historia a través de las estructuras, fue el momento de la búsqueda de explicaciones a menor
escala pero no por ello menos pretenciosas.

Asimismo, se dejó de lado la intención teleológica del relato histórico, esa obsesión historiográfica por adaptar
la explicación histórica para que convertirla un relato hacia un fin previamente definido (el socialismo en el
caso de los marxistas y el estado moderno en el caso de muchos historiadores estructuralistas)

La “Nueva historia política” emergió como respuesta a esa especie de desencanto por las estructuras y en las
últimas décadas se ha transformado en una corriente científica fortalecida por su búsqueda de un punto
intermedio entre las dicotomías sujeto/estructura, acontecimiento/proceso.

Muchos historiadores modernistas han planteado esta necesidad de replantear la existencia del absolutismo.
Los principales contraargumentos propuestos van desde la necesidad de consulta con las asambleas
representativas (Parlamento, Cortes, Estados Generales, Dietas) para la aprobación de nuevas cargas fiscales
hasta la existencia de múltiples privilegios y entidades privilegiadas en todo el Occidente Europeo (Reinos,
Condados, Ducados, Sedes episcopales, ciudades, gremios, cofradías, etc.), todas ellas negociaban la
confirmación de sus privilegios para aceptar la autoridad de los monarcas. Por ejemplo, cuando Felipe II fue
nombrado heredero de su padre Carlos V debió realizar un viaje por todos sus dominios para ser confirmado
por cada Reino, condado, ducado o ciudad que iba a pasar a formar parte de su patrimonio dinástico.

A eso se suma la multiplicidad de agentes que ejercían justicia, hecho que muchas veces generaba conflictos
dada las superposiciones jurisdiccionales que abundaban y que actualmente llenan innumerables salas en los
archivos judiciales y de gobierno. Así por ejemplo podía suceder que en una ciudad ejercieran justicia el rey,
el ayuntamiento/cabildo, la inquisición y el tribunal episcopal. Todo es mucho más complejo que el Estado
Moderno Absolutista.

Estos apuntes no pretenden agotar el tema del absolutismo, dado que se ha debatido durante casi tres décadas
y ha dejado obras excepcionales que debieran leerse para comprender el tema en su complejidad. Sin embargo,
esta presentación grosso modo pretende ser un puntapié inicial en la crítica a los constructos historiográficos
sobre la Edad Moderna.

Potrebbero piacerti anche