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En casa de Dulcinea del Toboso

Escribe: MANUEL JOSE FORERO

Aquí estoy, en casa de Dulcinea mansión ha permitido a los hijos


del Toboso, a donde he llegado en actuales de España agrupar en
compañía del muy ilustre colom- torno de ella a cuantos cr een en
biano padre F élix Restrepo, del la superioridad del pensamiento y
celebrado prosista y poeta Eduar- en la contextura perdurable de los
do Carranza, y de los gobernado- ideales humanos.
res civiles y espirituales del lugar
manchego. E l ambiente del Toboso concuer-
da en todo con la gallarda dispo-
Aquí estoy, dentro del recinto a sición de que logró llenar Don Mi-
donde acudió mil veces el pensa- guel de Cervantes el mundo ina-
miento de Cervantes en busca de sible de Ca stilla en los t iempos de
inspiraciones generosas, y al am- Marcela y Cardenio, de la Ilustre
paro de una techumbre que hubie- fregona y del Caballero del verde
se hecho suya Don Quijote si los gabán.
encantadores malignos no le hu-
biesen negado tanta ventura. Al pasar el umbral de la casa
de Dulcinea nos saludan las brisas
A la estrecha calle hemos llega- de primavera recién llegadas de
do después de haber recorrido otras los campos de esta provincia. En
igualmente estrechas y recatadas. ellos se movió Don Quijote arma-
Los muros recios nos recuerdan a do de todas armas, en ellos respi-
cada paso que nos hallamos en raron los enemigos de su caballe-
España, nación hecha de tl·adicio- rosidad nunca vencida, y en ellos
nes firm es y vigorosos empeños. continúan viviendo los herederos
E l viejo hogar de Dulcinea con- de un imperio moral mucho más
serva en buen estado la fachada duradero que los forjados por la
magnífica, en la cual los ojos del industria guerrera de los años an-
espíritu ven más, mucho más, que tiguos.
los ojos de carne con que la mira-
Ciertamente apesadumbran el
ron los trajinantes del siglo dieci-
corazón estas ruinas del interior
séis y los vecinos que jamás co-
de la casa. Quisiera uno ver intac-
lumbraron los destellos de su in-
ta la amplia sala penumbrosa, er-
mortalidad.
guidas las pilastr as augustas, col-
La fu erte masa con que los ar- mada de majestad la bóveda ex-
quitectos aldeanos levantaron esta quisita.

- 1885 -

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Quisiera uno recorrer las alco- bien nacida; y de los hidalgos li-
bas y los desvanes, el patio pri- najes que hay en el Toboso (que
mero y la huerta postrera, con el son muchos, antiguos y muy bue-
propósito de hablar con Dulcinea nos) a buen seguro que no le cabe
y de adivinar en sus grandes ojos poca parte a la sin par Dulcinea,
de castellana la sorpresa que le por quien su lugar ser á famoso y
causaba el verse amada por un nombrado en los venideros sitios,
caballero que jamás contempló sin como lo ha sido Troya por Elena
desmayo su semblante apacible. y España por la Cava, aunque con
mejor título y fama".
Los siglos transcurridos sobre
El Toboso han destruído en parte Y en la conversación memora-
lo que fue el primero de sus alcá- ble entre Don Quijote y la duquesa
zares lugareños. La yerba humil- agrega el primero al referirse a
de atestigu a la vitalidad de aquel Dulcinea: "La contemplo como con-
suelo que sustentó el ir y venir de viene que sea u na dama que con-
la doncella a quien visitó Sancho. tenga en sí las partes que puedan
Mal podía visitar a tan alta seño- hacerla famosa en todas las del
ra el símbolo preciso y determi- mundo, como son, hermosa sin ta-
nado de la rusticidad que no com- cha, grave sin soberbia, amorosa
prende, de la codicia mínima que con honestidad, agradecida por
no estima, de la mala memoria que cortés, cortés por bien criada, y
no aprende y de la torpeza que finalm ente alta por linaje, a cau-
rebaja todo lo grande. sa que sobre la buena sangr e res -
plandece y campea la hermosura
Algunas espigas se acercan a
con más grados de perfección que
nosotros impulsadas por el viento
en las hermosas humildemente na-
ligero que sacude las breves ra-
mas de los árboles del Toboso. Con cidas".
mano ávida las desprendemos del Solamente un grande amor pudo
tallo, para traer a América con poner en la pluma de Cervantes
nosotros algo brotado en aquella las palabras transcritas y otras
tierra regada por las aguas del muchas en su libro estupendo.
gemo.
A la dueña de Don Quijote se ::: * *
refiere Cervantes en muchos luga-
res de su libro. En el capítulo pri- En la entrada, a la mano dere-
mero manifiesta: "Oh, cómo se cha la casa de Dulcinea tiene hoy
holgó nuestro buen caballero cuan- un granero. Allí mismo están en
do halló a quién dar nombre de estos momentos esparcidos algunos
su dama". Y fue, a lo que se fragmentos de la "tobosesca tina-
cree, que en un lugar cerca del ja" destinada a guardar el buen
suyo había una moza labradora de vino de la cosecha próspera. Para
muy buen parecer, de quien él un Don Quijote llegaron a ser tales
ti empo anduvo enamorado ... "Lla- tinajas objetos sagrados dignos de
mábase Aldonza Lorenzo, y a esta veneración y de recuerdo.
le pareció ser bien darle título de ¡ Gratísimo sería para los visi-
señora de sus pensamientos . . . " . tantes del Toboso la restauración
Sobre su calidad declara en el de este hogar en cuya m esa todos
capítulo treinta y dos de la parte los españoles de Europa y de Amé-
segunda: "Dulcinea es principal y nca tienen un sitio reservado!

- 1866 -
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
La imaginación se complace en pastores fue este cuyo aire esta-
evocar las escenas de la vida or- mos respirando, pueblo de cristia-
dinaria en esa mansión predesti- nos viejos y de apóstoles ejempla-
nada; ella también se lanza ambi- res en la dilatación de la Doctrina.
ciosamente en pos de los poblado-
res del Toboso, a quienes adivina Hemos visitado el templo parro-
en medio del ayer circundando quial y en él oído la entusiasta y
unas veces a Dulcinea y otras a jovial palabra del presbítero Don
los hidalgos que tuvieron parte con T irso Cid, apegado a su aldea como
ella en el dominio del suelo patrio. debe hacerlo todo buen pastor de
almas, a las ovejas del rebaño de
A estos últimos pertenecieron Cr isto. En cuanto a la arquitectu-
las mansiones cuya concurrencia r a interior del templo hemos de
condiciona e informa al ser de expresar nuestro juicio, pues nos
esta villa. Con irregularidad en- pareció más próximo a los concep-
cantadora se apoyan unas en otras, tos del arte romano que a las no-
se entrelazan y se protegen bajo ciones del arte peninsular, tales
la tutela de la iglesia mayor, cuya se muestran su reciedumbre y se-
torre data del año 1550. ñorío.
Todo aquí es muy antiguo pero
En la Biblioteca Cervantina el
nada es contrario al ambiente na-
diligentísimo y muy culto alcalde
tural del paisaje. La inmensa lla-
del Toboso nos agasaja finalmente,
nura ostenta sobre el pecho la
al poner en nuestras manos edicio-
austera joya del Toboso como si
nes del Quijote en lenguas orien-
fues e algo consustancial con ella
t ales y a l señalarnos otras varias
misma.
de cualidades nada comunes, con
Los altos balcones de muchas autógrafos insignes. El honrado
casas tobosescas guardan estrecha r efr igerio del convento más anti-
relación artística con las rejas de guo fue servido luego, en celda
sus ventanas, tal como las vemos que abrió para nosotros la bondad
desde un rinconcillo propicio a la de las monjas entregadas allí a
ensoñación y a la leyenda. E l cie- la contemplación de las cosas di-
lo azul concurre a darle hermo- vinas.
sura al conjunto de los portones
claveteados y de los pilares solem- Hem os vivido todos, siquiera por
nes, con la luz que guardó codicio- algunos momentos, en el ambiente
so detrás de las brumas del invier- de prodigio que suspende en el
no que ahora definitivamente se tiempo lo irreal y lo físico,· lo eté-
despide. r eo y lo pa lpable. En Europa es
p osible este fenómeno, como puede
Los precarios mercaderes que demostrarlo fácilmente la presen-
cruzan a nuestro lado y dejan una cia de Tanhauser en el castillo de
nota de severidad al lado de los Wartburg y la de Dulcinea en su
chiquillos juguetones de este ba- casa paterna del Toboso.
rrio inolvidable de La Mancha, re-
presentan a nuestros ojos algo de Cuando dijimos adiós a los prin-
la continuidad histórica evocada cipales señores del lugar y a las
con tanta destreza por Cervantes, piedras y a los jardines, sentimos
y mucho de la perpetuidad espiri- la profunda melancolía que viene
tual definida por Santa Teresa y al día de hoy desde los tiempos le-
San Juan de la Cruz. Pueblo de Janos del Ingenioso Hidalgo.

1887 -

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

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