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Una vez derrotada la dictadura de Antonio López de Santa Ana en 1855, Ignacio
Comonfort ocupó la presidencia por un corto período. De acuerdo a lo establecido en el
Plan de Ayutla convocó al Congreso Constituyente el 16 de octubre del mismo año, con la
finalidad de establecer una sede en Dolores Hidalgo
El Congreso se encontraba dividido entre dos facciones principales. Por un lado los
liberales moderados que eran mayoría, su plan era restablecer la Constitución de 1824
con algunos cambios, entre ellos destacaron Mariano Arizcorreta, Marcelino Castañeda,
Joaquín Cardoso y Pedro Escudero y Echánove. Por otra parte, los liberales puros1 que
pretendían realizar una nueva redacción de la Carta Magna, entre ellos destacaron
Ponciano Arriaga, Guillermo Prieto, Francisco Zarco, José María Mata y Santos Degollado.
Las discusiones fueron acaloradas y se prolongaron a lo largo de un año.2
Estas reformas eran contrarias a los intereses de la Iglesia católica. Durante el transcurso
de las sesiones del Congreso, una insurrección a favor del clero, apoyada por los
conservadores —acérrimos rivales de los liberales— tomó fuerza en Zacapoaxtla y Puebla.
El presidente Comonfort envió a las tropas federales y sometió a los rebeldes.3
Contenido
Constitución de 1857
La Constitución de 1857 estaba conformada por 8 títulos y 128 artículos, fue similar a la de
carta magna de 1824, implantó de nueva cuenta el federalismo y la república representativa,
la cual constaba de veinticinco estados, un territorio y el distrito federal. Apoyó la
autonomía de los municipios en los que se divide personales, sin la justa retribución y sin
su pleno consentimiento.
7. Libertad de expresión.
10. Libertad de portar armas.
12. No se reconocen títulos nobiliarios.
13. Prohibición de fueros a personas o instituciones, supresión de tribunales
especiales (Ley Juárez).
22. Prohibición de penas por mutilación, azotes, y tormento de cualquier especie.
23. Abolición de pena de muerte, reservada solo al traidor a la patria, salteadores de
caminos, incendiarios, parricidas, y homicidas con el agravante de alevosía,
premeditación o ventaja. Así como delitos del orden militar o piratería.
27. Ninguna corporación civil o eclesiástica tiene capacidad para adquirir o
administrar bienes raíces, a excepción de los edificios al servicio u objeto de la
institución (antecedente de la Ley Lerdo).
30. Definición de nacionalidad mexicana.
31. Obligaciones de los mexicanos.
36. Obligaciones de los ciudadanos.
39. La soberanía de la nación dimana del pueblo.
50. División de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
124. Prohibición de alcabalas y aduanas internas.
128. Inviolabilidad de la Constitución.
REACCIONES
En diciembre de 1856, el papa Pío IX se pronunció en contra de la nueva redacción,
censurando la Ley Juárez y su antecedente, la Ley Lerdo: "Se quita todo privilegio del fuero
eclesiástico; establécese que nadie pueda gozar absolutamente de emolumentos que sean
una carga grave para la sociedad; prohíbese a todos que puedan ligarse con alguna
obligación que implique ora un contrato, ora una promesa, ora votos religiosos; admítese
el libre ejercicio de todos los cultos, y se concede a todos la plena facultad de manifestar
pública y abiertamente todo género de opiniones y pensamientos". En marzo de 1857 el
arzobispo Lázaro de la Garza y Ballesteros, declaró que los católicos no podían jurar la
Constitución.2
En México, el Congreso presidido por Valentín Gómez Farías y el titular del Ejecutivo
Comonfort juraron la Constitución el 5 de febrero de 1857, la cual fue promulgada el 11
de marzo. A pesar de que Comonfort ganó las elecciones, y que en diciembre debería
extender su mandato por un nuevo período presidencial, consideró que su popularidad
estaba seriamente afectada por las reformas constitucionales en materia religiosa. En
diciembre expresó su intención de dar marcha atrás a las reformas logradas por el poder
Legislativo.
Consecuencias
RELACIONES ESTADO-IGLESIA
La gran mayoría de los diputados profesaban la religión católica; sin embargo entendían que
las necesidades nacionales exigían la separación entre el Estado y la Iglesia. En pleno debate
del Constituyente de 1856-1857, el papa Pío IX se pronunció, desde Roma, contra las leyes
promovidas por los liberales mexicanos, así como contra el proyecto de Constitución que se
estaba discutiendo.
Entre los diputados el punto de división no era la religión sino la negativa de la Iglesia católica
a aceptar cambios que, por la experiencia de las nuevas organizaciones políticas, implicaban
la separación de la Iglesia y el Estado.
DERECHOS SOCIALES
“Mientras que pocos individuos están en posesión de inmensos e incultos terrenos, que
podrían dar subsistencia para muchos millones de hombres, un pueblo numeroso, crecida
mayoría de ciudadanos, gime en la más horrenda pobreza, sin propiedad, sin hogar, sin
industria ni trabajo. Ese pueblo no puede ser libre, ni republicano, y mucho menos venturoso,
por más que cien constituciones y millares de leyes proclamen derechos abstractos, teorías
bellísimas, pero impracticables, en consecuencia del absurdo sistema económico de la
sociedad.”
Por su parte, en lo que respecta a las condiciones de los trabajadores, Ignacio Ramírez, en el
uso de la palabra el 7 de junio de 1856, manifestó:
“El más grave de los cargos que hago a la comisión es de haber conservado la servidumbre
de los jornaleros. El jornalero es un hombre que a fuerza de continuos y penosos trabajos
arranca de la tierra, ya la espiga que alimenta, ya la seda y el oro que engalana a los pueblos.
En su mano creadora el rudo instrumento se convierte en máquina y la informe piedra en
magníficos palacios. Las invenciones prodigiosas de la industria se deben a un reducido
número de sabios y a millones de jornaleros: donde quiera que existe un valor, allí se
encuentra la efigie soberana del trabajo.”
Por su parte, José María del Castillo Velasco, en su voto particular sobre el municipio,
escribió:
“Hay en nuestra República, señor, una raza desgraciada de hombres que llamamos indígenas,
descendientes de los antiguos dueños de estas ricas comarcas y humillados ahora con su
pobreza infinita y sus recuerdos de otros tiempos. […] no sólo para los indios será provechoso
este repartimiento en la propiedad, sino para nuestra llamada clase media, porque es notable
que el pauperismo entre nosotros corroe y aniquila a los indígenas y a esa clase.”
Las propuestas sobre lo que más adelante en la evolución constitucional de México serían
conocidos como “derechos sociales” agrario y del trabajo no prosperaron en el texto de la Ley
Fundamental, básicamente porque no se les consideró propios de una Constitución, pero
mantendrían su legitimidad en la conciencia política.
Trascendencia
La Constitución de 1857 reafirma decisiones políticas fundamentales de la Constitución
Federal de 1824. Su originalidad reside, sobre todo, en la reforma de las relaciones Estado-
Iglesia, así como en la construcción de un sistema de defensa de la Constitución, para evitar
el caudillismo que caracterizó la vida pública mexicana de las primeras décadas de vida
independiente. Esos mecanismos de defensa ordinaria y extraordinaria de la Ley Fundamental
se activaron exitosamente en las convulsiones militares que desgarraron a los mexicanos
durante la Guerra de Reforma, la Intervención Francesa y el Imperio de Maximiliano.
La Constitución de 1857 refleja con claridad la filosofía política del liberalismo mexicano al
reconocer los derechos y las libertades públicas de los ciudadanos. La Ley Fundamental limita
el ejercicio de los poderes públicos y reconoce la preeminencia del poder del Estado como
organización de los ciudadanos sobre cualquier otra corporación.
Las disposiciones sobre derechos humanos pasaron casi íntegras a la Constitución de 1917,
actualizadas y enriquecidas con los derechos sociales, igualmente, las disposiciones sobre
soberanía y forma federal de Estado. La estructura del Estado federal no varió. Se buscó la
integración de un Ejecutivo equilibrado con el Legislativo bicamaral más bien basado en la
reforma del presidente Lerdo de Tejada. Se recogió el juicio de amparo y se aprovechó la
experiencia y el desarrollo jurisprudencial, por la interpretación de que la legalidad es un
derecho constitucional aplicable no sólo a leyes y actos de la autoridad, sino también a
sentencias judiciales.