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Tal vez, cuando las pasiones que rodean al psicoanálisis en su emplazamiento dentro
del conjunto de la colectividad científica hayan decantado, y el inconsciente
encontrado su ubicación exacta sin rechazos ni reificaciones, pueda el modelo
freudiano ser rescatado como el aporte más fundamental ofrecido al conjunto del
pensamiento contemporáneo. Para ello, primero deberá hacerlo la sociedad analítica,
entendiendo por tal aquellos que de algún modo, tanto en la especificidad de la
teoría como en sus derivaciones clínicas y en las impasses que una y otra se plantean,
producen las reflexiones que en su totalidad constituyen lo que se llama "el
movimiento psicoanalítico" -con sus tendencias dominantes y marginales, sus grandes
y pequeños sufrimientos, sus compromisos y expectativas, sus diversas éticas y sus
efectos, mayores o menores, sobre la sociedad civil.
Mi derrotero lo imagino, dice Jean Laplanche, por una espiral, en el sentido de que
soy llevado a redecirme, a retomarme, pero a otro nivel y en principio, antes de
redecirse, antes de retomarse, uno ha redicho y redice a Freud. Lo que entiendo por
espiral -agrega- es que en el mismo punto de pasaje, en la misma vertical, uno espera
encontrarse en una nueva vuelta o a varias vueltas del punto sobre el cual se
proyecta; se insinúa así como una cierta progresión, que parecería ocurrir del mismo
modo cuando abordamos la lectura de Freud en el movimiento mismo que guía su
producción. A menudo su encaminamiento toma un giro con tales características.
Plantea verdades provisorias para, a continuación, destruirlas, modificarlas,
enmendarlas, complicarlas. Más que de una complejidad creciente, se trata de un
verdadero derrotero dialéctico, suerte de espiral donde son retomadas las verdades
primariamente expresadas, pero a un nivel diferente(2).
En esta misma dimensión es que se puede plantear que no hay pensamiento verdadero
que no deje ver al mismo tiempo cómo marcha. Y, en tal medida, un encaminamiento
a través de verdades elementales, planteadas provisoriamente para ser destruidas,
sigue probablemente mejor el itinerario del verdadero pensamiento que toda
exposición dogmática. El "nosotros" que encontramos frecuentemente en los textos de
Freud, "nosotros vemos ahora...", "nos damos cuenta", no es un artificio de escritura o
de conferencia, es un "nosotros" que invita a hacer, o a rehacer con él, una cierta
experiencia psíquica, eventualmente una cierta experiencia teórica (3).
¿Cómo evitar el "recurso a Freud" cuando, en cada giro espiralado, uno dice que antes
de redecirse, se ha dicho y se redice a Freud? Al ubicar las elaboraciones científicas
de Freud en su trabajo teorético, es decir, en sus elaboraciones científicas, sean
clínicas, teóricas o aplicadas, lo dejamos ir hasta el fin de sus hipótesis, de sus
especulaciones, pero también de sus contradicciones y aporías. Una metapsicología
sometida a la prueba de la angustia es ver cómo juega esta metapsicología sometida
al ataque de lo pulsional. La metapsicología misma, como el sujeto o el yo, debe dar
cuenta de si sostenerse o estallar, perecer o modificarse.
La exigencia puede ser definida entonces como una refracción del deseo al contacto
de una experiencia, enriquecida por una Erlebnis que es precisamente el fondo común
de todos los analistas. El postulado fundamental -de un optimismo moderado- es que,
haciendo trabajar toda experiencia individual auténtica (teorética y práctica), los
analistas podrán reunir en alguna parte el suelo de la experiencia común. De tal modo
podría ser superada la oposición estéril de las escuelas, verdadera plaga del mundo
analítico.
Quienes accedimos hace ya más de quince años a ese pequeño texto que se convirtió
en un modelo de lectura freudiana, no dejamos de tener presente en el espíritu el
esquema que marcaba la predominancia de un desarrollo desplegado en dos
direcciones. Vida y muerte en psicoanálisis(6) puso de relieve, por un lado, el
carácter traumático que constituye la seducción originaria como fundante de toda
sexualidad; por otro, el desgajamiento de esa sexualidad del orden vital, el
reemplazamiento de la sexualidad humana por relación a las bases autoconservativas
del ser biológico. Y aún más, la toma a cargo, por parte del yo representación, de esa
misma autoconservación, la comprobación de su insuficiencia.
Sucesivas vueltas de espiral fueron dadas por Laplanche en estos años por relación a
los fundamentos que allí desarrollaba. Cuando él mismo reflexiona al respecto, lo
hace en los siguientes términos(7): se trataba entonces, dice, de un diedro con su
línea de bisagra entre ambos planos: el de la sexualidad y el de la autoconservación,
línea que se especificaba como siendo la del apuntalamiento o la de la fuente. Pero
todo su desarrollo tendía a mostrar que esta noción de fuente pierde su coherencia si
se intenta aislarla del campo del fantasma propio al psicoanálisis, si se la interpreta,
por ejemplo, diciendo que la fuente sería la autoconservación a partir de la cual
surgiría la sexualidad. Si una interpretación restrictiva tal es adoptada, uno se ve
conducido a la idea de una anterioridad, de una autosuficiencia, de una autonomía de
las funciones de autoconservación. Y es a partir de los malentendidos que Laplanche
mismo se ve llevado a ampliar la polémica: la noción de función autónoma no es
ajena al psicoanálisis, y, prosiguiendo con esta metodología consistente en interrogar
las no concordancias como síntoma y no denegar su carácter de existente, afirma que
toda reflexión sobre la teoría de las pulsiones lleva, por lo menos, a interrogarla. El
punto extremo de una posición tal, incluso su caricatura, podemos encontrarlo en una
corriente del pensamiento americano donde las funciones autónomas (entendiendo
por tales las funciones de autoconservación no sexuales) son pura y simplemente
atribuidas al yo -él mismo, yo autónomo–. Se ha glosado mucho sobre este
psicoanálisis americano y sobre estos capitostes que fueron Kris, Hartmann y
Loewenstein, pero se podría también poner en cuestión el relevo actual tomado por
el psicoanálisis inglés. Y la noción de self puesta en primer plano por la escuela
inglesa (Winnicott) sólo se comprende en complementariedad con aquella de un yo
adaptativo y autónomo. La noción del self como imagen identificatoria del sí mismo
serviría así para desembargar un yo adaptativo y autónomo, un yo puro de toda
distorsión en su relación con la realidad (lo cual, como demuestra toda experiencia
psicoanalítica, es imposible) (7).
Las espirales que, desde Vida y muerte en psicoanálisis, propician giros a lo largo de
todo su trabajo, y cuyos movimientos se resignifican sucesivamente a través de los
diversos desarrollos, alcanzan su punto culminante con la Teoría de la Seducción
Generalizada, construida, elaborada, en el interior del modelo de lo que Jean
Laplanche considera el movimiento de hacer trabajar al psicoanálisis. El conocimiento
del psicoanálisis, dirá, como el de todo conocimiento, no se realiza por simple
adjunción. Sólo los empiristas de la clínica, que intentan hoy invadirnos nuevamente,
pretenderían acreditar una acumulación tal. En realidad, el progreso desemboca
sobre una recuperación y un trastocamiento de los fundamentos. "El gesto fundador
del psicoanálisis debe ser nuevamente efectuado. Ese gesto lo describimos, a partir
de los tiempos de Freud, bajo un doble aspecto: gesto teórico, o teorético, y gesto
práctico, aquel mismo que instaura la situación analítica como situación de
transferencia. Ese gesto debe ser rehecho, el psicoanálisis nuevamente
instaurado" (8).
Seducción originaria será entonces considerada por Laplanche como esa situación
fundamental en la cual el adulto propone al niño significantes no-verbales, tanto
como verbales, incluso comportamientos, impregnados de significaciones sexuales
inconscientes. Lo que él llamará significante enigmáticos de los cuales el pecho
mismo, órgano aparentemente natural de la lactancia, no podría ser descuidado por
relación a su investimiento sexual e inconsciente mayor por parte de la mujer. Podría
suponerse que este investimiento "perverso" no fuera percibido, sospechado, por el
lactante, como fuente de este oscuro cuestionamiento: ¿qué quiere de mí?
Es desde esta perspectiva que algo "significado al sujeto" –que resonará en los oídos
de los lectores que hoy acompañan este texto, no sólo por la impronta que la obra de
Lacan ha dejado en los últimos años, sino porque quizás, para muchos, la primera
aproximación a esta fórmula fue realizada a partir de "El inconsciente, un estudio
psicoanalítico", aquel texto prínceps de Laplanche y Leclaire presentado en 1959 y
que los lectores de habla castellana tuvimos ocasión de conocer en 1970– (9) es
repensado por Laplanche en la Problemática de El inconsciente y el ello. El hecho de
que algo sea significado al sujeto implica que ello permanezca como una secuencia
absolutamente incomprendida. Hay "un" significado sexual en perspectiva, pero lo que
permanece no es más que una cosa o una secuencia de cosas, de representaciones-
cosa. El significado que marca el desplazamiento entre las escenas de seducción es un
significado enigmático, no asumible en un primer tiempo por el lactante que lo
recibe. Ello guarda ciertamente relación con lo que se llama, avanzando rápido, "el
deseo de la madre". Del modo más esquemático, está simbolizado en el pecho, o al
menos será retomado por el inconsciente en la forma de cierto número de elementos
representativos (Vorstellungs-repräsentanz) como lo es el pecho. Pueden ver ustedes
qué sentido -agrega Laplanche- es demasiado fácil y se va demasiado rápido cuando
se dice que el inconsciente es el discurso del otro. El inconsciente del niño no es
directamente el discurso del otro, ni tampoco el deseo del otro. Entre el
comportamiento significante, cargado de sexualidad (lo que se pretende siempre
olvidar), entre este comportamiento-discurso-deseo de la madre y la representación
inconsciente del sujeto, no hay continuidad ni tampoco pura y simple interiorización;
el niño no interioriza el deseo de la madre. Él no conoce el fantasma materno, o no lo
interioriza; o también -para tomar por referencia el aprendizaje del lenguaje verbal,
del cual se dice habitualmente que el niño se desliza en él como en su interior- el
niño no se desliza del mismo modo en el fantasma parental. Entre estos dos
"fenómenos de sentido" que son, por un lado, el comportamiento significativo del
adulto y especialmente de la madre y, por otro lado, el inconsciente en vías de
constitución del niño hay un momento esencial que se debe llamar de
"descualificación". El inconsciente no es el discurso-deseo del otro, es el resultado de
un metabolismo extraño que, como todo metabolismo, lleva consigo descomposición y
recomposición.
Y esta disparidad no puede ser entendida sino en el marco del clivaje del
inconsciente, y correlativo a ella, de la represión, la cual, a diferencia del lenguaje
algorítmico y del lenguaje poético, creador, no simplifica nada y, por otra parte, no
crea sentido. La represión no simplifica sino que, por el contrario, conserva, como
embalsamado, tal cual, lo que pasó "por debajo". Lo que lleva, inevitablemente, a
modificar la fórmula de la represión -metáfora-, ofrecida por Laplanche en el
Coloquio de Bonneval, por aquella de la metábola, previo pasaje por la discusión con
la estructura lenguajera del inconsciente. Si el inconsciente es un fenómeno de
sentido, su relación con el lenguaje está en cuestión: él nace de un lenguaje
(considerando tal no sólo el lenguaje articulado de la madre, sino todos sus
comportamientos significantes y significativos, es decir, considerando lenguaje todo
medio capaz de hacer pasar un mensaje) y puede tal vez volver a ser lenguaje. Puede
redevenir mensaje que es tal vez imposible salvo de una manera indefinida,
asintótica. Porque el inconsciente es también lo que se ha cerrado al sentido, para
convertirse en una manera de metabolizar, a lo largo de vías asociativas poco
diferenciadas, con la ayuda de representaciones primitivas que son y permanecen
cosas -representaciones-, cosa, una energía que es sólo el resto energético de un
significado enigmático; un significado perdido, pero ello sin apelar a un pathos de la
pérdida (10).
Cada uno de los conceptos expuestos puede, en una lectura espiralada de las
Problemáticas, incluso en una lectura après-coup, ser retomado a otro nivel. El
traumatismo, la energética del inconsciente, reencontrar los desarrollos de la
angustia: la angustia como el afecto menos psíquico, aquel que es la traducción de un
movimiento energético, como modelo de lo más puramente afectivo en el afecto;
cantidad desgajada de la representación que, siendo la traducción de un fenómeno de
descarga cuantitativa, expresa la percepción de la pulsión de muerte (de la
sexualidad desligada) a nivel de la tópica psíquica: el embate, por parte del
inconsciente -o del ello- a un yo siempre presto a conservar su unidad imaginaria, en
riesgo de perderla. Y no es fácil arreglar cuentas con lo imaginario. ¿Arreglar cuentas
dónde? ¿En la cura? ¿En la historia? En la teoría al menos, la teoría de la angustia
muestra (en la medida en que pone en juego una tópica que, como sabemos, es
impensable sin un yo y las relaciones que éste sostiene con las partes-extra partes
que constituyen el aparato psíquico) que no es fácil arreglar cuentas con el yo, ya que
éste permanece como el centro para una concepción de la angustia (11).
NUEVOS FUNDAMENTOS
A las elaboraciones que las problemáticas de Jean Laplanche abre, se agregan las
enseñanzas mayores que ellas nos ofrecen. Implican, en primer lugar, que
aproximarse al trabajo teórico con la misma metodología analítica somete al analista
a las mismas leyes que guían su escucha en el interior del consultorio: será sacudido
en sus propias certezas, deberá dejar en suspenso sus propias pasiones, se verá
obligado a callar cuando prematuramente quiera obturar con lo que ya sabe la
molestia irritante a la cual nuevos campos de conocimiento lo exponen. Y necesitará
creer en el análisis, en su potencialidad simbolizante y curativa, para abordar el
conocimiento despojándose de la petulancia con la cual el dogmatismo de las diversas
escuelas tienden a capturarlo, así como de su novela familiar-institucional de
formación, para extraer las sucesivas resignificaciones que el movimiento de
perlaboración instaura (13).
Resumen
Este texto desarrolla las ideas fundamentales del recorrido espiralado que Jean
Laplanche produjera a lo largo de sus Problemáticas.
Si no hay pensamiento verdadero que no deje ver al mismo tiempo, cómo marcha,
Jean Laplanche, con la misma metodología que sustenta el proceso analítico, propicia
un movimiento de perlaboración que lo hace retomarse, redecirse, plantear verdades
provisorias que serán posteriormente desconstruidas, profundizadas, revisadas. Desde
una perspectiva tal, a partir del Coloquio de Bonneval, donde iniciara la discusión con
la fenomenología con vistas a rescatar el realismo del inconsciente, arriba, veinte
años después, a la desconstrucción del concepto de metáfora en la fundación de la
represión, para proponer su reemplazo por el de metábola (métabole): movimiento
de descomposición y recomposición de los significantes enigmáticos, sexuales,
traumatizantes, a los cuales el ser humano de los orígenes está expuesto a partir de
los cuidados que propician la seducción materna. Un proceso de estas características
no sólo genera condiciones para que el psicoanálisis se plantee hoy la salida definitiva
de una homotecia estructuralista que lo condena a un ahistoricismo radical, sino
también la instauración de nuevos fundamentos teoréticos (tanto clínicos como
teóricos).
Notas:
1. Jean Laplanche: "Prólogo a En los orígenes del sujeto psíquico (del mito a la historia)", de Silvia
Bleichmar, Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
2. Cf. Jean Laplanche, Problemática III. La sublimación, "Seminario del 4 de noviembre de 1975" (en
prensa en Amorrortu). Edición francesa en PUF, París, 1980. (Hemos decidido, para comodidad del
lector de habla castellana, hacer las referencias por fecha del seminario, lo cual permitirá encontrarlas
posteriormente sin dificultad en la edición castellana).
3. Cf. Problemática ll. Castración, simbolizaciones, "Seminario del 5 de noviembre de 1974" (en prensa
en Amorrortu). Edición francesa en PUF, París, 1980.
4. Cf. Problemática IV. El inconsciente y el ello, "Seminario del 20 de diciembre de 1977" (en prensa en
Amorrortu. Edición francesa en PUF, París, 1981.
5. En Jean Laplanche, "Editorial", Trabajo del Psicoanálisis n. 1, México, 1981.
6. Jean Laplanche, Vida y muerte en psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu.
7. Cf. Problemática III, La sublimación, "Seminario del 6 de enero de 1976" (en prensa en Amorrortu).
8. Jean Laplanche, "De la teoría de la seducción restringida a la teoría de la seducción generalizada",
Conferencia realizada en México el 19 de febrero de 1986 con el auspicio de Trabajo del Psicoanálisis y
de próxima aparición en el número 9 de dicha publicación.
9. "El inconsciente, un estudio psicoanalítico", en El inconsciente, Coloquio de Bonneval, México, Siglo
XXI, 1970. Edición agotada. Este texto ha sido agregado, al igual que en la edición francesa de la
Problemática IV de Jean Laplanche, a la edición castellana de próxima aparición. Es en razón de
encontrarse agotada la edición originaria que se decidió incluirla, al igual que en la edición francesa,
en la castellana.
10. Véase en particular la primera parte de Problemática IV, seminarios del 24 de enero, y 7 y 14 de
febrero de 1978.
11. Cf. "Seminario del 11 de enero de 1972", en Problemática l. La angustia, donde J. Laplanche
desarrolla el tema "qué implica una tópica".
12. Problemática III. La sublimación, "Seminario del 16 de noviembre de 1976".
13. Silvia Bleichmar, "Prólogo a la edición castellana", en Jean Laplanche, Problemática IV. El
inconsciente y el ello (en prensa en Amorrortu).
14. En Problemática I. La angustia, "Seminario del 30 de mayo de 1972".