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ÍNDICE:

La revalorización de las humanidades


I. Las humanidades
a. Origen de las humanidades
b. ¿Qué son las humanidades?
c. Humanidades a través de la historia
II. Explicación de la crisis de las humanidades
III. Importancia de las humanidades
a. En la democracia
IV. Las humanidades y el neoliberalismo
V. La educación actual enfocada en una finalidad lucrativa
VI. El rol de la educación en la modernidad
a. Reflexiones de la enseñanza de las humanidades en la universidad
b. La pedagogía socrática como propuesta educativa
c. Necesidad de educar políticamente a los ciudadanos
VII. La implementación de las artes y la literatura para el desarrollo del
entendimiento entre las personas
VIII. Referencias Bibliográficas
CAPÍTULO I

LAS HUMANIDADES
a. Origen de las humanidades
Las humanidades han estado presentes en al vida del hombre desde su inicio, así,
por ejemplo en la antigua Grecia se vieron los primeros planteamientos de lo que
hoy denominamos “humanidades”. Tenemos a Platón en los diálogos de La
República y las leyes o incluso, Aristóteles con sus textos sobre la Política y la
Poética quienes ejemplifican lo antes dicho al procurar una crítica del discurso en
situación del ser humano en búsqueda permanente de la felicidad, desde su
condición y naturaleza, en cuanto ser cívico social, ser natural y ser político. Así
también Protágoras, con la consigna: “el hombre es la medida de todas las cosas”,
se estaba inaugurando el planteamiento de lo que habría de renacer como principio
y fundamento del pensamiento occidental: la humanitas. Para asociarlo a la
situación presente no me referiré sino al humanismo del Renacimiento italiano, el
que genera en los siglos XV y XVI los llamados studia humanitatis, origen de
nuestras “humanidades”. De manera que el humanismo y las humanidades en
cuestión son de la misma época y están estrechamente relacionados entre sí”.
(Cordua, C. 2013). El núcleo ideológico del Renacimiento es el Humanismo,
mediante el cual se inició el antropocentrismo, el tema del sujeto y la libertad. El
término Humanismo se ha empleado para denominar toda doctrina que defienda
como principio a la persona humana

Pero ¿Por qué el humanismo italiano es el más influyente?, esto se debe a la


relación con la cultura clásica romana la cual tenía influencia de la cultura griega por
ende los religiosos con acceso al conocimiento durante el medioevo italiano
estudiaron la ley, la gramática, la retórica y la oratoria latina. A partir del siglo XIV
los humanistas tuvieron gran influencia en la educación elemental en su país, esto
llevó a la masificación de su estudio y pronto se volvieron indispensable en las casas
de estudio ya que eran disciplinas relacionadas al mundo sensible en contraste con
las disciplinas estudiadas anteriormente como la filosofía natural, teología o
metafísica que se refieren al mundo no sensible.

Este movimiento no solo fue pedagógico si no que se convirtió en un modo de


pensar y de vivir con la única filosofía de que el hombre es el centro del universo,
fundamento del conocimiento , imagen de dios y criatura privilegiada por sobre todas
las otras que existen en el mundo. Este movimiento representó la ruptura con la
prevaleciente actitud mágica de superstición, magia o creencias ocultas y con el
método estéril y autoritario de una razón impugnada desde la fe y el espíritu
apologético7. Así mismo, significó la revaloración de los griegos y latinos como
fuente de inspiración y guía del renacer de un espíritu más libre, humano y creador.

Esta nueva situación generó una nueva mentalidad de renovación en algunas


ciudades italianas en donde había triunfado la nueva economía basada en las
actividades artesanales y mercantiles, lo cual dio paso a un nuevo estilo de vida, la
nueva organización social burguesa8 y el orden político republicano. Así pues, al
Renacimiento hemos de comprenderlo como consecuencia de la crisis del siglo XIV
que significaría el fin del feudalismo y el comienzo del mundo burgués.

b. ¿Qué son las humanidades?


No existe una definición clara respecto a qué son exactamente pero las referencias
más comunes son:” 1) Tipo de estudios y reflexiones que ubican al hombre como
centro de todos los órdenes de la realidad y medida de todas las cosas 2) Son los
estudios generales que, como instrumentos gnoseológicos propedéuticos,
posibilitan el acceso a todos los tipos de saber, y 3) Es la forma de división del
conocimiento para realizar funciones administrativas en la organización de la
docencia y la investigación.” (García, 2017)

Las humanidades tal como su nombre lo dice están relacionada a los valores
humanos al empleo y análisis del lenguaje y los diferentes tipos de expresiones del
hombre, (artes, literatura, etc.). Es por ello que sobretodo se la concibe como una
“teorización de las artes, del lenguaje, de la mente y de la experiencia cultural”.
(García, 2017). A través de esto pretende apartar al hombre de su naturaleza animal
y despertar su humanidad refinando su cultura. Por naturaleza los hombres se dejan
llevar por los instintos, es instintivo defender a un miembro de la familia así como
es instintivo ser violento pero este tipo de condiciones se ven canalizadas a través
de las humanidades ya que estas a través de sus muchas manifestaciones o
disciplinas desanimalizan al ser humano y la acercan a los valores que debe
manejar.

Al inicio del renacimiento, los estudios humanísticos solo se basaban en la literatura,


la historia y la filosofía, mas ahora las ramas de las humanidades se han extendido,
es por ello que ciencias sociales como la antropología, la sociología, trabajo social,
entre otras están también relacionadas a las ciencias humanas.

c. Humanidades a través de la historia


Como se mencionó en la sección de origen de las humanidades, estas han estado
presentes desde el principio de la humanidad consolidándose de forma primigenia en la
cultura griega u luego retomándose en el paso del medioevo hacia la modernidad. Este
tránsito recibió el nombre de renacimiento para describir la reivindicación de los clásicos
por parte de estudiosos italianos que propagaron estas disciplinas:
“Italia en el siglo XIV se propagó por Francia y el norte de Europa en los decenios
posteriores. Hacia el año 1500 se llamó en Italia umanisti, palabra derivada de humanitas
de Cicerón, a toda ausencia de preocupación por la vida de ultratumba, pregonando la
placentera inclinación por la condición terrenal del hombre, iniciando el culto al
individualismo. Por esta razón se habla que dicho movimiento es precursor de la
modernidad, es el tránsito que anuncia el paso de la cultura medieval a una nueva, que hoy
reconocemos, en el mundo occidental, como cultura moderna.” (García, 2017)

Esto fue la primera parte del renacimiento, pero esto ayudo a interés por lo terrenal del
hombre y desencadeno distintos pensamientos, como el cuestionamiento del monopolio de
la cristiandad por parte de Roma, las condiciones que orillaron al surgimiento de España
como primera potencia mundial al incorporar a América y Oriente al comercio mundial, y al
operar una verdadera revolución en lodos los ámbitos de la vida social de entonces. (Bernal,
1981). Denominan al primero del deseo apasionado: Petrarca escudriña textos de Homero;
Bocaccio estudia el griego para beber directamente en las obras de los clásicos; de esta
manera contagiaron a los italianos el afán de la cultura antigua. El segundo es el de
adquisiciones y conformación de bibliotecas: ahora los héroes serán el papa Nicolás V, que
funda la Biblioteca Vaticana en 1453; Cosmede Médicis, que inicia un poco antes la
colección que lleva el nombre de su familia, y Poggio Bracciolini, quien recorrió ciudades y
conventos europeos en busca de manuscritos. El tercer momento es el de los críticos,
filólogos c impresores: Ficino, PoUziano y Erasmo empezaron acribar y explicar lo que
Poggio había coleccionado, iniciando la tarea con la clasificación, selección y arreglo de
pergaminos que ya se alineaban en los anaqueles de las bibliotecas. (Symonds, 1972).

Estos tres momentos reflejan el boom del humanismo en su inicio , pero ya en el siglo XVIII
las humanidades pasaron a ser parte de una nueva época, la Ilustración. Estas fueron las
bases donde se asentaron la mayoría de movimientos de renovación cultural, social, política
y gnoseológica donde los revolucionarios alimentados con esas ideas humanas
reclamaban: libertad, igualdad, fraternidad, tolerancia, respeto, etc. Así fue como en esta
época se corono la difusión de estas ideas humanistas comenzadas en el renacimiento.
CAPÍTULO II

CRISIS DE LAS HUMANIDADES


En la actualidad hay una fuerte tendencia a considerar que el principal objetivo de
la educación es enseñar a los estudiantes a ser económicamente productivos, y,
según parece, las cosas que sí importan son aquellas que preparan para una
carrera laboral. Así, Yolanda M. Guerra (2008), señala que: “hay quienes
encuentran que las humanidades están efectivamente en crisis porque los
científicos, no reconocen la importancia de estos temas en un mundo globalizado,
unificado por la tecnología y los constantes avances de la ciencia y las
comunicaciones.” (pág. 191).

Desde esa misma visión, se ha generado una alerta sobre la existencia de una
“crisis silenciosa”. Así lo indica Martha Nussbaum (2010): “Una crisis que, con el
tiempo, puede llegar a ser mucho más perjudicial para el futuro de la democracia: la
crisis mundial en materia de educación… Sedientos de dinero, los estados
nacionales y sus sistemas de educación están descartando sin advertirlo ciertas
aptitudes que son necesarias para mantener viva la democracia”. (pág. 20).

Ahora, esta misma autora nos vislumbra, a grandes rasgos, cuál podría ser la
consecuencia del crecimiento de esta crisis: “Si esta tendencia se prolonga, las
naciones de todo el mundo en breve producirán generaciones enteras de máquinas
utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con la capacidad de pensar por sí
mismos, poseer una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la
importancia de los logros y los sufrimientos ajenos”. (pág. 20).

Además, Nussbaum (2010) nos afirma que se están produciendo cambios drásticos
en aquello que las sociedades democráticas enseñan a sus generaciones jóvenes,
cambios que aún no han sido sometidos a un análisis profundo. ¿Y cuáles son esos
cambios? En casi todas las naciones de Occidente se erradican las materias y las
carreras relacionadas con las artes y las humanidades. Ya que estas son
concebidas como un ornamento inútil por quienes definen las políticas educativas
en un momento en que las naciones deben eliminar todo lo que no tenga “utilidad”
para ser competitivas. Así, tanto las carreras como las disciplinas humanísticas
pierden gradualmente terreno. Es más, aquello que podríamos describir como el
aspecto humanístico de las ciencias, es decir: el aspecto relacionado con la
imaginación, la creatividad, la rigurosidad y el pensamiento crítico, también pierde
espacio en la medida en que los países optan por fomentar la rentabilidad a corto
plazo. (pág 20-21).

Es así como distintos autores nos indican que ciertamente existe una crisis que
parece pasar inadvertida para muchos, pero que está muy presente para otros y
que, además, dejan en claro que la problemática es producto de propio sistema
imperante:
Esta crisis, en todas sus variantes, está pasando por una etapa que para
algunos es definitiva, para otros se reconfigura y se hace más fuerte; lo cierto
es que vamos rumbo a una sociedad post-capitalista (es decir, después de
capitalismo como forma de organización de la sociedad).

La crisis avanzó tanto que las proporciones son incalculables, afectando así
tanto el ámbito social como el natural… En el ámbito social, es evidente “que
el capitalismo es, por lo tanto, incompatible con la democracia y con la justicia
social”. En ese sentido el capitalismo, como algunos lo llaman, “con rostro
humano”, se nos presenta más como un mito que como una realidad, ya que
esta forma de organización de la sociedad, que tiene al menos quinientos
años de existencia, es incompatible con el “bien vivir”, al menos en la praxis.

Cada día es más difícil alcanzar una vida digna con derechos civiles,
económicos, sociales y culturales garantizados.”

Ahora, Yolanda M. Guerra (2008) nos plantea que, frente a esta crisis, bien se
podría procurar llegar a un consenso: “Para que en la actualidad se pueda plantear
el debate en torno a las Humanidades y se consiga un avance en la comprensión
global, se debe fomentar tanto la formación humanística, así como los
conocimientos matemáticos y tecnológicos, y en su interrelación y comprensión de
las diferencias de cada uno es donde se pueden encontrar el sentido de
humanidad.” (pág. 141).
CAPÍTULO III

IMPORTANCIA DE LAS HUMANIDADES


Hay una preocupación por la pérdida del valor de las humanidades en la actualidad, sobre
todo por quienes se dedican a esta; ya que han ido perdiendo importancia frente a las
llamadas ciencias exactas y experimentales. Estamos en una sociedad en la que es más
útil los resultados inmediatos y cuantificables debido al sistema económico que predomina
y por tanto las humanidades se ven solo como un adorno en la formación de una sociedad
y no como un fundamento necesario para su progreso. Esto puede ser entendido y
explicado, en dos razones: la importancia de las ciencias exactas y experimentales en la
vida contemporánea y la necesidad de conocer la aplicación tecnológica de las mismas
para el futuro profesional de cada uno y su propia vida cotidiana. (Zamora, 2013, p.220)

En una sociedad dominada, casi en su totalidad, por una forma pragmática de vivir, es
muy común escuchar que las humanidades son un conjunto de saberes especulativos que
no tienen un fin en particular, no son productivos a diferencia de los saberes científicos o
técnicos. Pero esto no es una definición alejada de realidad ya que esta definición
negativa de las humanidades, como improductivas, fue dada por Francis Bacon a
comienzos del siglo XVII. Este filósofo declaró lo que llamamos Humanidades – él
menciona las tradiciones metafísicas, religiosas y literarias de los hindúes y también las
filosofías de la Grecia antigua – como saberes lo que hoy llamamos Humanities carecían,
según Bacon, tanto de la productividad económica como de la capacidad de dominación
de la naturaleza. Productio y potentia son las palabras que invocaba. (Subirats, 2014,
p.180). Viviendo en este presente y futuro donde prevalece “las ciencias productivas”,
pareciera que las humanidades no tienen ningún rol ni importancia, pero la capacidad y
productividad de estas ciencias, ¿realmente están acorde al presente y el futuro de la
humanidad? Estamos en una etapa tecnocientífica, ya no hay un vínculo de progreso y
desarrollo a las ideas de libertad y felicidad, como lo hacían Kant o Hegel. La ciencia
moderna ha tomado distancia de los fines humanos del conocimiento que eran
fundamentales en los inicios y apogeo del humanismo. Junto con el avance de esta
ciencia moderna, que tiene productividad económica; la expansión tecno industrial, refleja
la destrucción progresiva del ecosistema planetario que conllevaran en las próximas
décadas a desastres biológicos, climatológicos y humanos; pero esto es a nivel global,
que nos afecta en conjunto como sociedad. Pero esto viene y es facilitado por el control
humado que experimentamos cada uno, hay un control a nivel artístico, filosófico e
intelectual a través de sistemas de modificación de la conducta humana, producto del
auge de “las llamadas ciencias productivas”, que poco a poco van formando un futuro
uniforme, donde la humanidad se ve reducida al consumo y producción industrial, la
fragmentación de las culturas y los vínculos humanos; y si es así, ¿acaso podríamos
seguir llamándonos humanidad?, es más, ¿tendremos realmente un futuro?

Estamos preocupados por el futuro que nuestra presente encierra como un sortilegio; y
estamos preocupados por sus crecientes amenazas de todo género. El papel inmediato
de las Humanidades reside en la comprensión de esta situación histórica y nuestra
condición existencial frente a ella; y es la creación de un auténtico espacio público de
reflexión sobre el futuro que queremos. La destrucción de las Humanidades y, en general,
la degradación y destrucción de los medios de educación significa la destrucción de
nuestro futuro. (Subirats, 2014, p.185)
Las humanidades no son accesorios, sino por el contrario, es fundamental a la formación
humanística en una persona, tanto para su desarrollo personal como para la comprensión
y análisis del mundo en el que vive y del futuro que quiere formar. Las humanidades son
importantes en la formación del capital humano, pero no solo una productividad lucrativa
sino una productividad de conocimiento. Las humanidades tienen el derecho a reivindicar
su “inutilidad”, que es más aparente que real. Desde que el hombre es hombre ha
destinado buena parte de su tiempo a expresar artísticamente sus sentimientos, a pensar
sobre el mundo en el que vive y sobre sí mismo, a meditar y contarse su pasado..., y
merece la pena expresar, al tiempo que incentivar, estas expresiones humanas. (Zamora,
2013, p.221).

a. Importancia de las humanidades en la democracia


La idea de que la democracia “necesita” las humanidades para fortalecerse (o incluso
para poder seguir existiendo) puede ser muy provocadora, pero tiene límites que es
preciso evaluar. La tesis de Small es que resulta más conveniente definir antes qué es la
democracia, cuáles son los valores que la han constituido históricamente, y solo entonces
investigar cómo pueden las humanidades contribuir a su fortalecimiento. (Diaz, 2015,
p.290).

La democracia, entendida como la forma de gobierno en el cual poder político es ejercido


por los ciudadanos representados por autoridades, en donde se respeta la independencia
de etnias, sexo, credo, etc. conlleva a un análisis, ya que si una sociedad quiere vivir
realmente en una democracia tendría que seguir todo lo que esto implica, tendría que
educar a sus ciudadanos para vivir en democracia.

Ahora bien, el interés nacional de las democracias modernas requiere de una economía
sólida y de un sector empresarial prospero. A medida que vaya desarrollando mi planteo
principal, demostrar, asimismo, en segundo plano, que ese interés económico también se
nutre de las artes y las humanidades para fomentar un clima de creatividad innovadora y
de administración responsable y cuidadosa de los recursos. Así, no nos vemos obligados
a elegir entre una forma de educación que promueve el civismo. La prosperidad
económica requiere las mismas aptitudes necesarias para ser un buen ciudadano. Por lo
tanto, quienes proponen lo que denominó “educación para la obtención de renta” (o más
integralmente, educación para el crecimiento económico) han adoptado un concepto
precario de aquello que se necesita para alcanzar sus propios objetivos. Sin embargo,
este segundo argumento debe quedar supeditado siempre al primer argumento en torno a
la estabilidad de las instituciones democráticas, ya que la solidez económica no es fin en
sí mismo, sino el medio para conseguir un fin más humano. (Nussbaum, 2010, p.28)

Según el modelo económico actual, el progreso se refleja en el aumento del producto


bruto interno per cápita. Todo se resume a un incremento económico; no importa cómo se
distribuya la riqueza ni la igualdad social y que consecuencias produzca esto, no importan
cumplir las bases necesarias para construir una democracia. En resumen, no importan
otros aspectos de la calidad de vida que no estén relacionados con el crecimiento
económico.

Ahora, que en una sociedad haya crecimiento económico, esto no implica que otros
aspectos mejoren, como la salud, la educación, las oportunidades de desarrollo para
todos los estratos sociales. El modelo de desarrollo humano, supone un compromiso con
la democracia, pues un ingrediente esencial de toda vida dotada de dignidad humana es
tener voz y voto en la elección de las políticas que gobiernan la propia vida. (Nussbaum,
2010, p.47). Si una sociedad quiere formar una verdadera democracia, basada en la
humanidad, dedicada a promover las oportunidades de la vida, la libertad y la búsqueda
de la felicidad, para todos sus ciudadanos es necesario formarlos con características para
la democracia. Tienen que tener aptitud reflexiva sobre las cuestiones políticas que
afectan a su sociedad, poder analizarlas. Tener la aptitud para reconocer a otros
ciudadanos con los mismos derechos que uno, respetando su independencia a elección
religiosa, política, etc. tratándolos como fin y no como medios. Entender las
consecuencias que queda política implica para la sociedad en general, ser capaz de emitir
juicios críticos sobre los dirigentes políticos, de forma realista y fundada en las
posibilidades que estos tienen. (Nussbaum, 2010, p.49).
CAPÍTULO IV

LAS HUMANIDADES Y EL NEOLIBERALISMO


La cuestión de las humanidades es un tema amplio y el concepto extenso. El debate
contemporáneo en el que se inicia la sociedad de mercado gira en su utilidad
instrumental, por lo cual debe tomar otra dirección donde la pregunta que cabe
sería: ¿cuál es el deber de las humanidades? Para delimitar esta polémica,
examinemos la cuestión e identifiquemos dónde han quedado las humanidades.
Podemos pensar que en medio del neoliberalismo que se consolidó a finales de la
década de los setenta, una pregunta actual nos llevaría a interrogar por el deber de
estas en un mundo globalizado, su relación con las ciencias sociales y las naturales
en la lógica de cómo se organiza nuestro conocimiento. Esto tiene como fondo el
tema de la inter-, multi-, trans- y polidisciplinariedad, ya no como un enunciado –
muy frecuente en la comunidad de “científicos sociales”–, sino como una necesidad
para comprender las complejas transformaciones sociales en curso. Hacer historia
del proceso que ha llevado a las humanidades a ocupar el lugar que tienen, es
prioritario en la investigación. En términos generales, las humanidades instruyen en
el ámbito del conocimiento, su objeto de estudio y eje principal es el ser humano –
en todas sus dimensiones–. Por tanto, desde la arqueología hasta los entramados
de la mente humana son de interés para un humanista. A partir de la existencia de
los centros de conocimiento y las universidades, a las humanidades les ha
correspondido el aprendizaje de las buenas artes y los estudios clásicos. Como diría
Rousseau: El espíritu, como el cuerpo, tiene sus necesidades. En el mundo griego,
La Academia, El Liceo y El Jardín eran pequeños espacios para la élite de la época
que tenían acceso a estas temáticas. Un caso particular era el de Sócrates, que
enseñaba por las calles de Atenas; incluso su última clase la dio en la cárcel, antes
de tomarse la cicuta. El Medievo estuvo marcado por la escolástica, el estudio de la
medicina, el arte, las leyes y los cánones. La situación toma otro rumbo cuando la
Iglesia es acusada y pierde fuerzas. En el siglo XVI decae la escolástica; es el
momento en que la reflexión moderna empieza a desplegarse con fuerza durante
varios siglos. Del siglo XX a los inicios del XXI, las humanidades comienzan a ser
un obstáculo para los gobiernos, peones de la sociedad de mercado. En los
programas curriculares disminuyen los contenidos humanísticos (filosofía, arte,
ética e historia, entre otros.). Esto se acentúa cuando los gobiernos promueven una
educación solo al servicio de las necesidades de la sociedad de mercado. Lo que
requiere este tipo de sociedad es un buen empleado, obediente, eficiente,
productivo y competitivo; por tanto, se educa en esa dirección. De modo extraño, la
educación se ha reducido en esa fórmula, lo demás ha quedado marginado. ¿No es
el valor de la vida y el estudio de los clásicos y las artes lo que estamos perdiendo?
Los clásicos y las artes han sido reemplazados por una civilización del espectáculo
que resta importancia a lo que sí tiene fundamento material-sustantivo para la vida.
Lo que promueve la sociedad de mercado es lo contrario, ya que todo debe ser visto
como mercancía, como un fetiche. Hemos perdido el valor de la vida misma e
implementado el del cambio, donde solo importa lo material. En este sentido, como
se perdió el mérito de la vida, también se perdió la importancia hacia los otros. Las
muestras empíricas están registradas en cualquier periódico medianamente
informado, acerca de los altos niveles de violencia y el poco valor hacia al otro. En
cuanto al valor de lo humano, la vida, sustento material de las humanidades, si no
tenemos una concepción de referencia, perderemos el rumbo al no tener la
capacidad de convivir con el “otro” de forma coherente. Esto es una primera
aproximación al deber de las humanidades. La manera más democrática es
regresar al debate, a la agenda pública, este tema. En el encuentro, en la vida y en
la reciprocidad con el “otro”, la vida es el norte en la fundamentación de las
humanidades, así como el estudio de los clásicos y el arte. Si esto no es claro, nos
dirigimos a una nueva barbarie, lo que Boaventura de Sousa Santos (2009) llama
“fascismo social”. Buena parte de lo que ocurre indica que estamos en medio de
una crisis estructural - civilizatoria. Mészáros (2009) le diría “la crisis estructural del
capital”. Con este horizonte se puede perder el rumbo de unas humanidades con
capacidad de encarar los problemas de este siglo; si no tenemos claro,
conceptualmente, las batallas que hay que librar, para no perder la guerra contra el
espíritu de la época.

Otras cuestiones que deben abordar las humanidades son las dimensiones
ciudadanas y el desarrollo humano. Es decir, contextualizar según nuestra
particularidad como región y nuestras condiciones culturales. No se trata de
renunciar a las demandas y los debates contemporáneos globales ni de quedar
atrapados en el pasado o en las abstracciones y generalizaciones, ni en las
limitaciones focales de concentrarse en un punto, ni que un caso puede representar
el universo, sino de asumir la difícil tarea de no aceptar el espíritu de la época sin
mayores reservas. No se trata de especular sobre lo que “debe ser” (futurismo) o
“cómo deben ser” las cosas, ni mucho menos dar recetas. Las humanidades tienen
un compromiso que no se ha materializado por el desconocimiento de su propio
desarrollo histórico y por estar ausente de la discusión en los puestos de mando,
donde se toman las decisiones de las políticas públicas. Por ejemplo, en educación,
que debe concebirse de forma integral: [tecnológica ↔ científica ↔
humanísticamente]. En cambio, son las instituciones de la globalización, la
Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial, según Joseph Stiglitz (2010), las que nos indican cuáles son nuestras
necesidades. Donde las humanidades no forman parte de las primacías del mundo
moderno, no tienen cabida en las prioridades educativas de muchos gobiernos y,
por otra parte, se presentan como ajenas a la cotidianidad del ser humano.
CAPÍTULO V

EL ROL DE LA EDUCACIÓN EN LA MODERNIDAD


Vivimos en una sociedad donde el ritmo del cambio social se presenta más rápido
e intenso que en cualquier otro momento de nuestra historia; la sociedad del
"cambio intergeneracional" que nos hace ser testigos, y protagonistas de un mundo
que cambia de manera continua durante nuestra vida y que nos obliga a adaptarnos
a multitud de situaciones a lo largo de esta, en el que la incertidumbre hacia el futuro
condiciona el presente —la "sociedad del riesgo" y donde las profundas
transformaciones y cambios vertiginosos dan lugar a una sociedad en la cual todo
fluye, donde Heráclito ha sustituido a Parménides para dar lugar a lo que Bauman
(2006) ha bautizado como "modernidad líquida".

Como es sabido, el pasado siglo XX abrió a la ciudadanía un nuevo escenario de


posibilidades y realidades protagonizado por las nuevas tecnologías que pronto
comenzaron a transformar su vida, en particular, y la del conjunto de la población
en general. Si en épocas anteriores las revoluciones vinculadas con la
transformación de los medios de producción y con las formas de organización del
trabajo supusieron la aparición de un nuevo escenario social, la revolución
tecnológica (la denominada "tercera revolución"), centrada en torno a las
tecnologías de la información, abre un nuevo marco, el de la sociedad del
conocimiento, de la información, donde un importante número de cambios sociales,
políticos, culturales y económicos se dan la mano. Todos estos cambios afectan
tanto a los ámbitos más públicos (a la economía, a la política), como a las esferas
más íntimas y privadas de los individuos, situación ante la que la escuela no puede
sustraerse afectando tanto a su funcionamiento (cada vez más complejo y difícil)
como a la labor de los profesionales implicados en ella.

¿Cómo debe ser esta nueva escuela?, ¿cuáles deben ser sus funciones?, ¿a qué
retos se enfrenta?, ¿qué problemas está conllevando la adaptación a este nuevo
tipo de sociedad? Tomando como base el posible planteamiento de estas
preguntas, veremos un análisis de los principales retos a los que se enfrenta el
sistema educativo en la actualidad y, como consecuencia de estos, a las funciones
demandadas a dicha institución social:

 Para desarrollar la capacidad crítica de los estudiantes: ser capaces de


comprender la información y argumentar a favor o en contra de las ideas
establecidas creando así su propia opinión y visión del mundo.

 Para practicar la comunicación verbal y no verbal, brindando a los


alumnos y alumnas la oportunidad de transmitir las ideas y los argumentos
con claridad y coherencia.
 Para aprender a trabajar la información de forma adecuada: conocer y
reconocer fuentes fiables y veraces, comprender la lectura, analizar los
conceptos, compararlos con diferentes fuentes.

 Para potenciar el trabajo en equipo: esta competencia es necesaria tanto


para la vida personal como la profesional y permite trabajar conjuntamente
con otras personas con un objetivo común para obtener mejores resultados
y sin necesidad de fomentar relaciones competitivas.

 Para comprender nuestro contexto histórico y tener perspectiva hacia


el pasado y hacia el futuro: comprender dónde estamos y cómo hemos
llegado aquí es básico para imaginar nuevas formas de entender y mejorar
el mundo.

 Para aprender a respetar la cultura y los contextos sociales e históricos


de los demás, a través del conocimiento y la comprensión de los procesos
que llevan a configurar las identidades.

 Para estimular el interés y la curiosidad por determinados contenidos:


¡Si les das las herramientas y les enseñas métodos de trabajo, ellos mismos
acudirán a descubrir la historia, la filosofía, la literatura!

 Para fomentar la escucha y la reflexión: dos capacidades clave a la hora


de discutir y debatir ideas desde el respeto.

Ahora, una de las ideas fundamentales que debe tenerse en cuenta a la hora de
abordar las características de la escuela del siglo XXI es el carácter efímero de los
conocimientos por transmitir y la consecuencia de este hecho sobre los procesos
de enseñanza-aprendizaje que en ella tienen lugar. Sin negar la importancia de la
transmisión de las bases de una alfabetización básica y de contenidos
fundamentales para lograr la pertenencia a una cultura común, se debe considerar
que muchos de los conocimientos válidos en la actualidad habrán caducado en poco
tiempo.

De este modo, si bien en épocas pretéritas el paso por la escuela dividía a los que
sabían y habían alcanzado un nivel suficiente de conocimientos, y a los que, por el
contrario, no habían conseguido superar los estándares impuestos por el sistema
escolar, el orden social actual impele a que esta división se oriente hacia el éxito o
fracaso en la adquisición de capacidades para seguir aprendiendo a lo largo de su
vida. Esto es, no se trata de "aprender por aprender" sino de "aprender a aprender",
de dotarse de las aptitudes y capacidades necesarias para adaptarse a la sociedad
cambiante (a sus continuas exigencias y demandas) a la que hacía referencia al
comienzo del presente artículo. Este tipo de sociedad demanda a la escuela una
preparación que no puede girar en torno a la acumulación de saberes, sino a la
adquisición de competencias para poder enfrentarse a situaciones nuevas,
sintetizar la información y aplicarla en diferentes campos de conocimiento.

Junto a la idea de la formación a lo largo de la vida, aparecen otras exigencias que


determinan lo que no puede seguir durando en la educación del siglo XXI: la
reformulación del éxito escolar y la cerrazón de la escuela en torno a sí misma y a
sus elementos tradicionales. En el primer caso, y en concordancia con lo expuesto
anteriormente, es necesario que la escuela abandone su idea de éxito escolar
centrada en la superación de asignaturas año tras año y persiga, por el contrario,
un desarrollo integral del individuo donde éstas sean sólo una pieza más del
engranaje escolar. Esto demanda, no olvidemos, la adquisición de aprendizajes no
sólo cognitivos, sino también vinculados con el desarrollo emocional y personal
además de esto, la escuela debe abrir sus muros para dejar entrar nuevas voces y
planteamientos alejados de la cultura escolar más rancia y tradicional, al mismo
tiempo que ofrecer sus posibilidades a la comunidad que le rodea, facilitando de
este modo la aparición de una verdadera escuela democrática.

La incorporación al currículum escolar de nuevas formas de aprender, de nuevas


formas de entender el mundo y de nuevos conocimientos vinculados con grupos
cuyas señas de identidad no han encajado secularmente con la cultura escolar, son
una muestra de ello. Los saberes tradicionalmente relacionados con las mujeres,
por ejemplo, están siendo incorporados a la escuela, a partir de experiencias
pioneras que persiguen introducir en el currículum valores y tareas como el cuidado
de los otros, la resolución dialogada de conflictos, la expresión de las emociones,
etc. En consecuencia, este contexto educativo requiere y demanda una nueva
metodología. Así, la escuela debe ser capaz de desterrar la pedagogía
unidireccional o "bancaria" (siguiendo la terminología de Paulo Freire), para dar
lugar a una práctica donde el alumnado sea cada vez más autónomo y capaz de
generar, crear y buscar el conocimiento. Siguiendo la idea de Morin (1999), la
función de esta escuela moderna no estará basada tanto en crear certidumbre
cuanto en gestionar incertidumbres. Una situación que tendrá consecuencias tanto
en el alumnado, que pasa a situarse en el centro del proceso de aprendizaje, como
en el profesorado, quien deberá facilitar al alumnado su tarea en la estructuración
de saberes.

Los contenidos que se enseñan en la escuela son con mucha frecuencia excesivos
en cantidad e irrelevantes desde el punto de vista educativo, es decir, no sirven para
incrementar los niveles de comprensión, no implican la adquisición de procesos
relevantes, no ayudan a los alumnos a redescubrir y recrear la cultura y,
fundamentalmente, son olvidados al cabo de unos meses.

a. Reflexiones de la enseñanza de las humanidades en la


educación universitaria
Existe una clara preocupación en el contexto académico sobre el lugar que ocupa
la enseñanza de las humanidades en la educación superior. Los cambios de
paradigmas, centrados cada vez más en la satisfacción de un mercado laboral que
busca la utilidad, están perdiendo de vista ese otro tipo formación que hace del
profesional, del trabajador, más que una herramienta de producción y de consumo.
En tal sentido, la enseñanza de las humanidades se ha visto desplazada de los
currículos y de los planes de estudio, dado que se considera que esta no aporta de
manera significativa a los fines prácticos que el mercado cada vez más competitiva
demanda, y no es proveedora de riqueza. Lo terrible de esta afirmación es que,
efectivamente, así es. (Álvarez, p.17).

La enseñanza de las humanidades tiene que tener un enfoque histórico- cultural; en


el cual la educación cumple la función del desarrollo humano en todos sus aspectos
para que el sujeto se complemente en la sociedad guiado por su autoeducación y
autoaprendizaje. Las humanidades deben ser de ayuda mutua para formas
hombres con cultura en una sociedad cambiante y globalizada. Estas disciplinas
son capaces de enriquecer la cultura humanística de los seres pertenecientes a la
sociedad para que así contribuyan al entorno.

En los albores de la Modernidad, se produjo sistemática y paulatinamente un


posicionamiento hegemónico del poder epistemológico de las ciencias exactas y
empíricas; ellas se remontaron en la cúspide del organum scientiae, se erigieron
como ideal de comprobación científica y verdad, bajo la égida de las matemáticas.
Sólo fueron consideradas científicas las disciplinas positivas que se movían bajo el
rigor de las leyes de la matemática. De esta manera, se desdibujaron las disciplinas
clásicas bajo los condicionamientos lineales, objetivistas o exigencias estructurales
de las nuevas maneras de conocer y hacer ciencia; además, se reorientó el sistema
laboral (bajo los condicionamientos de la Revolución Industrial), como respuesta a
la productividad eficientista de la economía de libre mercado. (Peña, p.116)

La formación humanística comprende una serie de conocimientos extraídos de las


obras poéticas, retóricas, históricas, psicológicas, filosóficas, jurídicas, pedagógicas
y artísticas que se consideraban necesarias para lograr el alcance de los ideales y
virtudes que nos hacen propiamente humanos. Desde entonces, cuando hablamos
de humanidades, nos referimos a las disciplinas que estudian cualquier actividad o
producto humano desde la perspectiva del arte, la filosofía, el lenguaje, la psicología
y la historia. Literatura, teología, filosofía, retórica, historia del arte, ética, política,
pedagogía, filología, poética, historia universal y gramática, son algunas de las
disciplinas que han sido consideradas tradicionalmente, como partes de la filosofía.
Algunas de ellas, inician su emancipación o se consolidan como disciplinas
científicas al instaurase como ciencias humanas con métodos y objetos de estudio
específicos.

Necesitamos unas humanidades que, al admitir la especialización académica y


profesional, fomenten y practiquen la interdisciplinariedad, asumiendo como base el
requisito de que la compartimentación académica se reduzca a lo mínimo necesario
para el desarrollo del conocimiento de cada materia. Conservando su identidad,
pero abiertas al máximo posible para superar sus diferencias y oposición respecto
a las llamadas ciencias exactas y a los saberes técnicos. El creciente abandono de
las asignaturas humanísticas deteriora el dominio del lenguaje y, por lo tanto,
dificulta la comunicación entre personas de diversas convicciones, culturas o niveles
sociales. Afecta, desde luego, a la capacidad de la deliberación en cuestiones
prudenciales, que constituye la espina dorsal de la actividad política. Y, desde el
punto de vista moral, comienza a hacer casi inviable el atendimiento a valores que
trasciendan lo material o lo puramente procedimental.

La reducción de las horas de enseñanza de las humanidades puede ser resumido


a dos factores: la creciente importancia de las ciencias exactas y experimentales,
junto a la tecnología en la vida del hombre. Pero este siempre necesitará de las
humanidades para su desarrollo como ser que debe comprender el mundo en el
que vive.

El futuro de las humanidades está asegurado porque los hombres siguen sintiendo
la necesidad de la literatura, de la historia, de la filosofía... Otra cosa es que los
políticos y los gestores universitarios no lo entiendan en sus justos términos y
diseñen sistemas educativos que devalúen las humanidades o les apliquen criterios
de evaluación chequistas, es decir, expeditivos, sumarísimos, embozados en una
aparente neutralidad objetiva a la hora de repartir escasos recursos públicos.
(Zamora, 2013, 221).

b. La pedagogía socrática como propuesta educativa


Ya se ha discutido a cerca de la importancia de las Humanidades y el muy posible
cambio que causaría su implementación en la educación. Pero no solo basta con
enseñar dicha área en diversas escuelas del mundo, sino que, además, para Martha
Nussbaum (2010) la capacidad argumentativa es concebida por Sócrates, filósofo
reconocido, como la clave fundamental para el buen ejercicio de una democracia.
No obstante, ese ideal socrático se encuentra en dificultades dentro de un mundo
decidido a maximizar el crecimiento económico. Y ya que el criterio final que se rige
es la rentabilidad, el desarrollo de las aptitudes críticas y cuestionadores sería visto
más como un peligro que como un ideal educativo a seguir.

Es así que Nussbaum (2010) alude a las palabras de Sócrates y visiona su posible
aplicación de lo que el filósofo llamaba “pensamiento crítico”: “Nos referimos a la
capacidad de desarrollar un pensamiento crítico; la capacidad de trascender las
lealtades nacionales y de afrontar los problemas internacionales como “ciudadanos
del mundo”; y por último, la capacidad de imaginar con compasión las dificultades
del prójimo”. (pág. 26).

Eso es, para Nussbaum, el objetivo de aplicar las Humanidades y desarrollar el


pensamiento crítico. Debido a que para la autora, la educación tiene una
connotación mucho más trascendente que simplemente buscar copar información
en nuestras mentes: “La educación no consiste en la asimilación pasiva de datos y
contenidos culturales, sino en el planteo de desafíos para que el intelecto se torne
activo y competente, dotado de pensamiento crítico para un mundo complejo”. (pág.
39).

Sin embargo, es inevitable que no se contrapongan cuestiones propias del sistema


y que pretendan desmantelar el propósito. De esta forma lo indica Nussbaum
(2010): “La libertad de pensamiento en el estudiante resulta peligrosa si lo que se
pretende es obtener un grupo de trabajadores obedientes con capacitación técnica
que lleven a la práctica los planes de las élites orientadas a las inversiones
extranjeras y el desarrollo tecnológico”.

c. La necesidad de educar políticamente a los ciudadanos


Sobre la necesidad de formar políticamente a los ciudadanos, llama la atención la
(des) o (a) politización de la sociedad, y también hay que tener cuidado con la
(sobre) politización. Esto tiene como consecuencia una sociedad – al menos la
peruana – que no se organiza, no participa y no exige mejores condiciones de vida
y mayor inclusión. Esto en otras partes del hemisferio (por ejemplo en Ayotzinapa,
México; Puerto Príncipe, Haití; Fergunson, Missouri) ya está cambiando. En el plano
de la educación en general y la superior en particular, ya se inició un proceso de
privatización de la educación con la proliferación de universidades: por un lado las
de garajes y por otro las transnacionales, que compran derechos de otras
universidades para poder operar. La mayoría de estas universidades se
especializan en formar mano de obra que necesita el mercado (servicios del sector
terciario) y no producen conocimiento alguno. En la lógica de satisfacer
(exclusivamente) el mercado se va formando también una masa apática a la política.
Siguiendo estas preocupaciones, es necesario crear las condiciones para la
formación política del ciudadano. Entiéndase “política” como la búsqueda de
bienestar común y un mejoramiento sostenido de la condición humana. Una
formación que se visualice un mundo más democrático y justo. Para que esto se dé,
deben converger políticos, intelectuales, activistas, organizaciones, instituciones y
ciudadanos de diversas tendencias ideológicas. No está de más recordar que la
verdadera representatividad, de la que tanto se habla en la democracia
representativa, está en la diversidad, donde estén realmente representadas las
diferentes tendencias ideológicas, no en los discursos abstractos. En esta línea, es
necesario repensar la democracia representativa y sus limitaciones, y empezar a
pensar en democracia participativa.

Objetivos mínimos para formar políticamente a los ciudadanos Dentro de los


objetivos mínimos a los cuales debemos apuntar para lograr formar políticamente a
los ciudadanos, podemos enumerar al menos tres: 1- Crear espacios de debate
político, democrático y horizontal, donde todos estemos en la misma posición. 2-
Educar políticamente a la ciudadanía en general, dependiendo de cada
particularidad y grado de complejidad. 3- Estimular una cultura política consciente
de los problemas sociales, en todas sus dimensiones, desde las escuelas, las
universidades y llevarlo a la cotidianidad, a las comunidades, a las comarcas, a los
barrios, a las veredas, al campo, a los diversos sectores emergentes que exigen
mayores reivindicaciones desde sus particulares condiciones. En la actualidad, la
masa ciudadana aún no logra concienciarse, no logra hacer la batalla ciudadana -
política, no logra fundamentar, por sí misma, sus reales necesidad, en tanto
individuales como colectivas, sino que se dejan imponer desde afuera, por la
publicidad y los medios de comunicación masivos, lo que necesita e incluso como
debe actuar. Resultado de esto, tenemos el social-conformismo (sujeto conforme
con el mundo en que vive). Así el ciudadano, sin formación política, se deja guiar
por su sentido común y lo que desde afuera se le impone. El cambio en el ciudadano
debe venir desde adentro. La educación tanto en la escuela como en la universidad
– así como está fundamentada en la sociedad de mercado – no ha logrado hacer
eco de las necesidades reales, de bienestar común y un mejoramiento sostenido de
la condición humana, por lo que no hay que reducirse a estos espacios tradicionales,
sino trabajar en y con las comunidades, las comarcas, los barrios, las veredas y el
campo. Hay que enseñarle a los más jóvenes, especialmente, a ejercitarse en la
ciudadanía; eso nos lleva a lanzarnos en busca de una nueva utopía, de un mundo
más justo y democrático, un mundo diferente a este lleno de desigualdades, donde
el 1% (los mega ricos del mundo) se queda con el 50 % de la riqueza global.

En nuestra sociedad es muy común reducir la política a las elecciones. Esta visión
simplista es la que debemos borrar. La formación política debe hacer una aclaración
conceptual de los temas relacionados a la ciudadanía, para hacer buen uso del
concepto y lograr una práctica correcta del mismo. La política tiene que ser
entendida como servicio. Ya se ha hecho evidente que nuestros “políticos criollos”
han tomado el camino del oportunismo y la corrupción. Debemos estar enfocados
en que una formación política tiene que ser liberadora, alejada de los dogmas, no
estar reducida a un manual, sino potenciar el pensamiento de los ciudadanos, para
que tengan la capacidad por sí mismos de plantearse los problemas que tiene la
sociedad. Una formación política entre lo posible tiene que crear un juicio científico
y humano con respecto a la política y la ciudadanía en sus diversas acepciones y
manifestaciones.

En este punto, es necesario contar con el apoyo de intelectuales, activistas, políticos


(en el sentido real del término) y ciudadanos con ánimos de ejercitarse en la
ciudadanía. Para entablar el debate permanente en lo que nos ocupa: “la ciudadanía
y la política en todas sus dimensiones”, hay que buscar espacios comunes. A partir
de estos hay que crear seminarios, talleres comunitarios, cursos o cátedras libres
que atiendan la demanda ciudadana que necesita formarse políticamente.

Para concluir, para empezar a trabajar no podemos pensar en mayor participación


(al menos una coherente) si no nos planteamos y debatimos dónde estamos y para
dónde queremos ir como sociedad, como ciudadanos.

CAPÍTULO VI
La implementación de las artes y la literatura para el
desarrollo del entendimiento entre las personas.
Ciertamente, para muchos expertos en Humanidades el arte y la literatura es
fundamental para el conocimiento y el desarrollo de las sociedades. Es por ello que
Martha Nussbaum (2010), señala que: “la cultivación de otras capacidades como el
arte y la literatura permitirían el florecimiento de la una imaginación narrativa, es
decir: la capacidad de pensar cómo sería estar en el lugar de otra persona, de
interpretarlo y de entender sus sentimientos, deseos y expectativas. Para alcanzar
este objetivo tanto las artes como las humanidades deben tener un rol protagónico
en los programas de estudios.”

De la misma manera lo afirma Juan Montaño Calcines (2011), alegando que si bien
en la modernidad el sistema prefiere personas formadas con conocimiento técnico
o que ayude a maximizar el crecimiento económico, la implementación de las artes
adquiere un papel importante. Es así que utilizar las artes se hace necesario debido
a su carácter representativo de las realidades, mediante sus obras que connotan
historia, religión, economía, política. Las artes, junto con las humanidades, permiten
a los seres humanos poder experimentar las vivencias cotidianas y sobre todo,
generar la valoración y empatía de experiencias ajenas a la propia. Ahora, ubicados
indudablemente en nuestra realidad globalizada y “abierta a la diversidad cultural”,
las artes y las humanidades deben optar por una perspectiva multidisciplinar que
generen enriquecimiento a la humanidad y a su entorno socio-cultural. (pág. 34-35).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Guerra, Y. (2008) ¿Las humanidades en crisis o la crisis de la humanidad?
Colombia, Revista Educación y Desarrollo Social.

John D. Bernal. La ciencia en la historia. 5a.edición. México, Universidad Nacional


Autónoma de México/Nueva Imagen, 1981, pp.3íj6-393.

Juan Addington Symonds. El Renacimiento en Italia; Alejandro Mcrrere. Del


Renacimiento a la Ilustración. Textos de historia universal. México, UNAM,
Lecturas Universitarias No.15, 1972,pp. 24-26.

Montaño, Juan. La enseñanza-aprendizaje de las humanidades en el siglo XXI:


Retos y perspectivas.

Nussbaum, M. (2010). Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita de las
humanidades. EE.UU. Katz Editores.

Patrón, P. El valor de las humanidades.

Reynal. V. (1990) Introducción a las humanidades. Puerto Rico: Editorial de la


Universidad de Puerto Rico.

Rodríguez, A. Humanidades, crisis y Filosofía.

Saladino garcía, Alberto. Humanidades: Concepto e identidad. La Colmena, [S.l.],


n. 3, p. 40- 44, oct. 2017. ISSN 2448-6302.

Vargas Lozano, G. Torres, A. Reflexiones sobre la situación de las humanidades y


de la filosofía (2013).

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