Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
“El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio
del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras
un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya
trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo
que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su
cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y
terriblemente doloroso.”
Grafopeya
Etopeya
El tema central de este cuento es la lucha del hombre por sobrevivir, la agonía. Esta
palabra proviene de la griega “agón” que significa lucha. Esta lucha desesperada por
ganarle a la muerte unos instantes más de vida, por no entregarse aunque todas las
circunstancias estén así dadas. La naturaleza, marco de este cuento, no será otra
que el verdugo y la tumba de un hombre, que nada puede hacer en su soledad
contra la muerte. La naturaleza será su discreto enterrador.
El título “A la deriva” nos muestra esta soledad de ese hombre indefenso, sin un
rumbo cierto, entregado a las circunstancias fortuitas que le toque vivir. El hombre
del cuento, Paulino, estará a la deriva, no sólo en su muerte, sino también en su
vida, ya que antes de que la víbora lo pique, podría decirse que está muerto en vida.
Nada lo sostenía vivo. Su relación con su mujer y con el compadre Alves no existe, y
debe recurrir a un pasado muy lejano para tratar de aferrarse a la vida que se va. El
personaje se encuentra muerto socialmente y quizás hasta muy profundamente en
su interior antes de morir físicamente. Este es una impronta común en los textos de
Quiroga. En muchos cuentos sus personajes están muertos antes de que la muerte
física llegue, basta recordar “El almohadón de plumas”.
Primera parte
El texto comienza con una repetición al comienzo de cada párrafo: “El hombre”. Si
esto fuera una poesía podríamos decir que es una anáfora (repetición al principio de
cada verso). Pero no lo es. Esta repetición deja entrever la fragilidad de lo humano.
El hombre ante las circunstancias es frágil, su mundo puede destruirse en un
instante, y muy lejos queda la idea de inmortalidad con la que vive siempre. Está
indefenso y es sólo un hombre, como podría ser cualquiera de nosotros.
Estas “gotitas” serán retiradas para mostrar los “dos puntitos violetas”. Otra vez el
uso del diminutivo deja a Paulino y al lector ante la sorpresa, cómo algo tan
pequeño puede hacer tanto daño, y aún, cuánto daño puede hacer. Paulino lo sabe,
pero una cosa es saberlo racionalmente y otra es vivirlo. El veneno no espera e
invade todo el pie, y la acción de Paulino es una solución precaria. Su salvación no
está eso sino en la ayuda social que pueda conseguir, y el lugar que logre alcanzar
antes de la muerte.
Las grafopeyas de la herida van creciendo. De aquellos “dos puntitos” se pasa a una
sensación de “tirante abultamiento” y al dolor físico que se materializa con una
comparación “dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían
irradiado”. Esta materialización del dolor hace pensar en lo sorpresivo, lo
inesperado, lo rápido que resulta ese dolor que pretende inmovilizar al personaje
sin lograrlo. La materialización del dolor ahora pasa a una materialización de la
sed, algo que se siente, pero aquí se asocia al metal por lo frío (“una metálica
sequedad de garganta”) y también caliente (“sed quemante”), lo que proporciona
una antítesis. En esta contradicción vivirá Paulino sus últimas horas.
La última etapa de estos “puntitos violetas” es la hinchazón del pie. Parecía que la
pierna fuera a explotar por lo tensa y delgada que estaba la piel. Todo el panorama
se vuelve monstruoso, y no hay más remedio que buscar ayuda, con las últimas
fuerzas que le quedan. Piensa en su mujer, y es aquí que comenzamos a ver que su
muerte era una consecuencia inevitable de su vida. Aunque el hecho que la haya
provocado hubiera sido fortuito.
Segunda parte
Busca a su mujer y el narrador intenta comprometernos afectivamente con la
situación jugando con los sonidos de tal manera que la sed también la sintamos
nosotros “la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca”. La aliteración
(repetición) de la “r” nos reseca nuestra propia garganta y la situación se pone tensa
también para nosotros que estamos a punto de descubrir que no existe una relación
con la mujer con la convive.
La animación de la sed “la sed lo devoraba” nos hace pensar en que los síntomas del
veneno están tomando la vida. El veneno, símbolo de la muerte, adquiere la vida
que Paulino pierde.
El diálogo con Dorotea revela la relación entre ellos. Este diálogo recién nos da a
conocer el nombre de los personajes, algo que hasta el momento ha sido oculto al
lector. Los nombres singularizan, le dan una identidad que había sido negada. No
es cualquier hombre el que muere. Es un hombre que trata a su mujer no como tal,
sino como una sirvienta. No confía en ella para conseguir ayuda, no espera de ella
una ayuda real. Pide caña, pero no le dice nunca lo que realmente le sucede ni por
qué la pide. Esto nos muestra que no confía en ella para poder ayudarlo, tal vez para
llevarlo a Tacurú Pucú. Dorotea es una mujer, obedece. La relación entre ellos está
marcada por la incomunicación en la pareja, otro de los temas más queridos en la
narrativa de Quiroga.
La voz de Paulino “ruge” como la de un animal en agonía, pero tal vez como
siempre lo ha hecho con ella, ya que a ella no le asombra. Rápidamente cumple con
su deseo de traerle caña que él no siente como tal. Paulino necesita ver la
damajuana para creerle a su mujer y aceptar su situación, “bueno, esto se pone feo”.
El veneno ha llegado a alterar sus sentidos, aquello que nos conecta con la vida. Así
que aquellos puntitos pasaron al dolor, y ahora a los sentidos que se confunden. A
partir de este momento lo que pase en el cuento se envolverá en una ola de
confusión y delirio.
Una nueva comparación (“la carne desbordaba como una monstruosa morcilla”)
nos presenta la situación cada vez más apremiante. Ahora la imagen es
“monstruosa”, y hasta abyecta si la asociamos a la pierna de un hombre. Paulino ha
querido negar su situación, pero esto se hace cada vez más difícil con una imagen
así, luego de haber descubierto que ya no siente el sabor de una bebida tan fuerte
como la caña.
Todos los síntomas del hombre a causa del veneno se agudizan, lo quiebran. Ya no
son puntadas como relámpagos, sino “continuos relampagueos” de dolor, como si la
tormenta de la muerte se avecinara a pasos agigantados. Estos dolores suben por el
cuerpo, ya no son en el tobillo, ahora son en la “ingle”. Lo mismo pasa con la sed,
ahora es “atroz sequedad”, y el calor aumenta también. Esto termina dándole al
hombre una señal de su situación, ya no puede seguir en pié, vomita apoyado a la
rueda cuando intenta incorporarse. No hay posibilidad de seguir adelante, sin
embargo Paulino “pretendió incorporarse”. La lucha comienza cuando el personaje
se da cuenta, cuando hace su “anagnórisis”, ahora sólo queda pelear físicamente, y
si no se puede así, lo hará mentalmente.
Recobra fuerzas de esa decisión y consigue subir a la canoa, pensando en una nueva
alternativa, llegar a Tacurú Pucú, el lugar que simboliza la posibilidad de salvación.
El poblado donde podrían socorrerlo. Ahora tenemos una nueva pista de este
hombre, vive lejos de un centro poblado, tal vez una elección hecha hace mucho
tiempo, lo que nos muestra el aislamiento en que se encuentra. El personaje ha
elegido separarse del mundo social, alejarse de todo, por lo tanto a decidido darle la
espalda al mundo, y aunque no sabemos la razón, podemos intuir que es una nueva
forma de muerte. Nada de lo humano le interesa, hay algo dentro de él que estaba
ya muerto. Y ahora quiere recuperarlo sólo porque se encuentra frente a la muerte,
como la única posibilidad de vida. Lo social es su posibilidad de sobrevivir, y esto
pertenece a un pasado. Es como si el personaje buscara recuperarlo para así
recuperar su vida.
“El hombre con sombría energía”. Esta expresión nos muestra un anticipo de la
muerte. La palabra “sombría” refiere a lo negativo, a la lucha triste, angustiante que
vive el hombre que trata de incorporarse a pesar de sus dolencias físicas, pero estas
le recuerdan su condición de hombre frágil, un nuevo vómito, pero esta vez de
sangre son la señal de una lucha perdida de antemano. Paulino mira el sol y
descubre que el día se está acabando, igual que su vida. Este recurso literario
llamado paralelismo psicocósmico muestra la identificación del día con la vida. La
vida se acaba, el día muere. Pero con una diferencia sustancial. El día volverá a
nacer, el sol volverá a salir, el hombre no volverá a vivir. Así la naturaleza termina
siendo infinitamente superior a la vida del hombre. La naturaleza empieza a ser un
personaje más en este cuento. Acompañará al hombre solitario y será el único
testigo de esta lucha.
La pierna ahora está deforme y el veneno, implacable como la muerte, sube sin dar
tregua haciéndole pensar la necesidad de pedir ayuda para llegar a Tacurú Pucú. La
expresión “grandes manchas lívidas” anuncian la muerte asociándolo con el color
blanco. Nada es más blanco (“lívido”) que la muerte, porque el blanco es la ausencia
de color, y por lo tanto de vida.
Alves vive en la costa brasileña, al otro lado del río y aún así está disgustado con
Paulino. No llega por sus propios medios, llega porque el río se lo permite. Está a la
deriva, aunque aún no lo sabe y sigue luchando.
Le grita, pero Alves no contesta a la súplica de Paulino. Como habíamos visto, todo
es confuso, el narrador siempre toma el punto de vista del protagonista, y los
sentidos de este último están trastocados, por lo tanto nunca tendremos certeza si
realmente gritó o creyó gritar. Tampoco sabremos si Alves escuchó o no, si estaba o
no, si lo deja morir tal vez por un rencor profundo. Lo cierto es que no hay
respuesta ante una súplica angustiante que hace Paulino y que nos muestra que
sabe que el resentimiento puede ser grande.
La respuesta es “el silencio de la selva” que vuelve a ser un anuncio del final, el
silencio de la muerte. La selva parece recordarle que no hay nada, que ha perdido
todo, ayuda a la “anagnórisis” de Paulino.
No hay más remedio que seguir luchando. Vuelve a su canoa y por primera vez
aparece en el texto la referencia al título: la corriente “la llevó velozmente a la
deriva”. Su vida ahora depende de ese río y de la naturaleza. El final está dicho de
antemano aunque el lector quisiera no creerlo, igual que el protagonista.
Tercera parte
La naturaleza empieza a tomar un papel fundamental en el cuento. El paralelismo
psicocósmico se acentúa. Las anticipaciones aumentan como una certeza inevitable
“cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río”. La metáfora
“encajonan fúnebremente” muestran a una naturaleza que se prepara para ser el
cajón de Paulino. Todo el paisaje se tiñe de negro “desde las orillas bordeabas de
negros bloque de basalto, asciende el bosque, negro también”. El negro símbolo
occidental de la muerte, de la oscuridad, de lo malo. Lo mismo pasa con la metáfora
“la eterna muralla lúgubre”, adjetivo asociado inevitablemente a la muerte. El
narrador remata su topopeya diciendo “el paisaje es agresivo, y reina en él un
silencio de muerte”. La naturaleza acompaña pero también condena y manda. No
importa la lucha del hombre cuando lo obvio está presente.
A medida que empieza a sentirse bien, el hombre se aferra a los recuerdos, como
forma de recuperar su vida, su pasado, en un clima onírico (de sueño). El dolor
físico deja paso a este aspecto que nos dará una idea de su vida anterior, sin que
sepamos cuál es ese motivo por el que se aisló del mundo. Lo onírico se mezcla con
una vida social que alguna vez tuvo, el compadre Gaona, su ex patrón mister
Dougald. Había trabajado en un obraje. Ahora era un marginal del mundo.
El río hace girar la canoa, sin hacerla avanzar, y ese mareo le permite al hombre
sentirse cómodo con su actividad mental, “cada vez mejor”, él también está
revolviendo, dando vueltas sobre su vida, su existencia. La naturaleza lo acompaña,
a pesar de que fue agresivo el paisaje en algún momento para mostrarle su fin,
ahora, en su delirio, es un paisaje que le ofrece compañía y hasta consideración. Le
regala lo mejor que tiene.
Esto se va intercalando con la cruda realidad “sintió que estaba helado hasta el
pecho”, la muerte se acerca y por más precisión que busque nada podrá hacer frente
a la realidad.
Pero el hombre no deja de luchar, y ahora una nueva idea de precisión sobre el
tiempo se posa en su cabeza: cuándo conoció a Lorenzo Cubilla, un viernes santo o
un jueves. Esta referencia podría llevarnos a pensar en el simbolismo de estos dos
días. El viernes santo es cuando Cristo muere, y el jueves cuando sufre toda su
agonía. El hombre elige el jueves, porque tal vez en ese día Cristo aún no estaba
muerto, como si su lucha personal, la de Paulino fuera hasta el último instante.
Confirma que lo conoció un jueves, como si no quisiera darle nunca a la muerte la
posibilidad de ganarle la partida.
Pero aún cuando él intenta ganar esta lucha desde el pensamiento, el narrador
intercala estos delirios con acciones físicas: “el hombre estiró lentamente los dedos
de la mano” como una señal de una vida que se escapa. Tal vez tenía los dedos
apretados para que esto no sucediera, como señal de esa lucha hasta último
momento. Y una vez que logra la precisión del tiempo, el narrador termina el
cuento constatando lo que ya nos había sugerido desde el principio “cesó de
respirar”.
La lucha del hombre por mantenerse vivo, aún cuando es segura su muerte, se ve
hasta el último instante, como una actitud porfiada por continuar viviendo, con ese
deseo infinito de aferrarse a la vida, aún cuando en su vida él haya elegido alejarse
del mundo. Un hombre puede vivir toda la vida queriendo morir, pero no va a dejar
de luchar cuando la muerte real venga. Nadie se entrega a la muerte con tanta
facilidad, ni aún los suicidas.
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris