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Quiroga - Análisis de "A la deriva"

Antes de iniciar este texto me gustaría aclarar que el objetivo del


mismo no es el de lograr un análisis exahustivo del cuento, sino una
guía de estudio para el alumno, con todos los elementos ordenados
de forma clara y precisa.

 Tema: la lucha por sobrevivir. Cabe considerar que la lucha


contra la muerte es un tema universal, a lo largo del tiempo muchos
autores trataron y continúan tratando el mismo tema, la diferencia
entre ellos es la forma en como lo plantearon. Quiroga lo hace desde
la soledad de la selva donde el hombre se enfrenta a la grandeza y a
los peligros de la naturaleza.

 Título: según la clasificación de títulos podemos afirmar que el


mismo esemblemático y simbólico, pues a la vez que nos permite
entrever el argumento del cuento (hay un hombre que realmente
está a la deriva), también simboliza al hombre que lucha contra su
destino (en este caso la posibilidad de la muerte).

 Narrador: si tratamos según la terminología de Barthes, el


narrador es omnisciente, su principal característica es que es
capaz de conocer lo que hacen, piensan y sienten los personajes,
además de narrar en tercera persona. Para identificar al narrador
siempre debemos recurrir al texto, como por ej.:

1. “...de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas...”


2. “Quiso llamar a su mujer...”
3. “...se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves...”

En los tres ejemplos podemos observar que el narrador


conoce lo que siente e incluso lo que piensa el protagonista, por
lo cual reafirmamos la condición de narrador omnisciente.

 Tiempo y espacio: no se menciona en el texto ninguna fecha


que nos pueda orientar respecto a un tiempo determinado, siquiera la
hora es mencionada. La única mención que realiza el autor es al
atardecer debido al simbolismo que éste adquiere, la proximidad del
fin de la vida. En lo que se refiere al espacio, Quiroga deja percibir
algunos aspectos que podrían indicarnos la región en la cual se
desarrolla el cuento (puesto que nunca nos dice exactamente cuál es
el lugar dónde vive el personaje principal):
1. “Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná.Allí la
corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría
antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.”
2. “La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el
hombre pudo fácilmente atracar.”
3. “Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el
río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una
pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.”
4. “Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había
conocido en Puerto Esperanza...”

Puerto Esperanza está ubicado en Misiones, Argentina. Tacurú-Pucú


se ubica en el Alto Paraná (Paraguay). Además menciona la costa
brasileña, todo unido por el río Paraná, por lo cual se deduce que la
región que se describe en el cuento pertenece a la triple frontera
integrada por Argentina, Brasil y Paraguay, lugar donde se
encuentran las famosas cataratas del Iguazú. Específicamente, indica
el texto mediante los lugares mencionados, que su casa se ubica en
el lado argentino (en Misiones).

 Estructura: todo cuento puede dividirse en partes para su


mejor análisis. Por lo general se dividen de acuerdo a la acción. En
este caso dividiremos el texto en cuatro partes:

1. La mordedura y la llegada al rancho;


2. Primera incursión al río Paraná;
3. Pedido de auxilio al compadre Alves;
4. Segunda incursión al río Paraná.

La mordedura y la llegada al rancho

El comienzo es abrupto, la acción que determinará el final surge


en las primeras palabras “El hombre pisó algo blanduzco, y de
repente sintió la mordedura en el pie.” No hay una
introducción, directamente hay una acción, la mordedura de la
víbora y enseguida la reacción del protagonista, la mata. Todo
lo demás es consecuencia de ese primer momento.

Las dos “gotitas” de sangre revelan el ingreso del veneno al


cuerpo, el protagonista las contempla por algunos segundos,
como todo hombre que vive en la selva y es consciente de sus
peligros, sabe el riesgo mortal que conlleva esa herida. El
efecto del veneno es inmediato.

Luego de ligarse el tobillo se dirige a su casa, al llegar necesita


apoyarse en algo, su cuerpo comienza a debilitarse. Intenta
llamar a su mujer pero la voz se “quebró” en un “ronco arrastre
de garganta reseca”, la reiteración de un sonido (el de la “r” en
este caso) para otorgarle cierto efecto al texto es conocido
como aliteración (recurso muy utilizado en los trabalenguas),
cuando logra hacerlo le dice que le traiga caña, luego de tomar
tres vasos con caña sin sentirle el gusto percibe lo grave de su
situación.

Lo curioso de este momento es el papel de su esposa, Dorotea,


Paulino no le pide caña, le ordena que le traiga caña y ella
cumple con el mandato. Se percibe un ordenamiento jerárquico
en el cual el hombre manda y la mujer obedece. Él no se digna
por un solo instante a pedirle ayuda, lo cual podría cambiar el
desenlace del cuento.

El autor logra una precisa y perfecta comparación, “Sobre la


honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una
monstruosa morcilla”. La terrible hinchazón asociada a un
fuerte vómito lo decidieron a ir, solo, a Tapurú-Pucú.

Primera incursión al río Paraná

“Pero el hombre no quería morir...”, en la búsqueda por


salvarse ingresa al río Paraná para alcanzar la localidad de
Tacurú-Pucú en la cual recibiría atención médica.

Estando en la canoa los síntomas del envenenamiento se


intensifican cada vez más:

“El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio
del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras
un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya
trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo
que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su
cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y
terriblemente doloroso.”

La importancia de este momento reside en que el protagonista


percibe su impotencia para sobrellevar la situación, comprende
que no puede lograr salvarse solo, pierde el sentido de
“omnipotencia” que posee todo hombre que está acostumbrado
a trabajar en un medio rudo que exige mucho esfuerzo físico y
resistencia mental para soportar las inclemencias del tiempo y
los peligros de la selva.

Pedido de auxilio al compadre Alves

Desesperado busca la ayuda de su compadre, pero he aquí que


el autor introduce una aclaración que en realidad termina por
levantar dudas, dice el texto que Paulino y Alves estaban
disgustados hacia un tiempo, afirmar tal hecho puede llevarnos
a suponer que existe la posibilidad que Alves no quiera
ayudarlo.

Al pisar tierra es evidente el estado del cuerpo por el


envenenamiento, no le quedan fuerzas para caminar, logra
arrastrarse por veinte metros y luego cae vencido por el
cansancio.

“-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.


-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -clamó de nuevo, alzando la
cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor.”

Loa voz no encontró respuesta, no sabemos si Alves realmente


no estaba o estaba y no quiso prestar ayuda, en ambos casos la
ausencia (intencional o no) de este personaje influye
directamente en el final del cuento.

Segunda incursión al río Paraná

El paisaje que se describe en este cuarto momento se relaciona


directamente con la situación del personaje, a esto se le
llama paralelismo psicocósmico, el nombre puede parecer algo
complicado pero en realidad es algo muy sencillo, la naturaleza
refleja el estado físico y mental del protagonista. Imagínate una
película donde el personaje se siente muy pero muy feliz,
generalmente el ambiente refleja esa felicidad, flores, sol,
arco iris, etc. En este cuento Paulino está muriendo y Quiroga
refleja de esta manera la naturaleza:
“El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas
de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas
de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante,
a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río
arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El
paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte.”

Luego de esta descripción, oscura y “pesada”, el ambiente y sus


colores cambian completamente, los tonos del atardecer que
mezclan dorados y rojos con un aroma a miel silvestre
cubriendo el río otorgan una sensación de paz y tranquilidad. El
autor muestra una etapa previa a la muerte, la sensación de
bienestar y el delirio.
Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha asociado las
etapas del día con las etapas de la vida de la siguiente forma:

1. Mañana – nacimiento, surgir de la vida. Infancia.


2. Tarde – representa la etapa adulta.
3. Noche – vejez y consecuentemente muerte.

Quiroga trabaja el cuento de tal forma que el hombre muere


cuando se plantea la puesta del sol, no lo hace
inconscientemente sino propositalmente.

Aunque el personaje sufre muchísimo por el dolor a causa del


veneno, no podemos olvidarnos que murió en paz y sin
sufrimiento en sus últimos minutos de vida, luchando por
sobrivivir.

Grafopeya y etopeya del personaje

 Grafopeya: descripción de los rasgos físicos de un personaje.


 Etopeya: descripción de los rasgos psicológicos y/o morales de un
personaje.

Grafopeya

Una de las particularidades de este texto es que Quiroga no centra su descripción


en los rasgos físicos del personaje, no hay una "etopeya" en el sentido tradicional
en el que se describe el color del cabello, de la piel, de la estatura u otros aspectos,
y esto se debe a dos razones fundamentales:
1. La universalidad del protagonista; si el autor describe físicamente a Paulino
eso crea una imagen mental en el lector de su apariencia física, el objetivo es que
cualquier persona pueda identificarse con ese individuo que vive a orillas del río
Paraná.
2. Para destacar los rasgos psicológicos por encima de los físicos.
¿Cuáles son los únicos rasgos físicos que se destacan en el texto?
Son aquellos producidos por el efecto del veneno, Quiroga los destaca pues a cada
nuevo síntoma hay una reacción diferente.

Etopeya

Es el principal objetivo del autor, centrarse en los aspectos psicológicos de esa


persona que se encuentra entre la vida y la muerte, en su lucha por sobrevivir.
¿Cómo lo hace? Repara en la evolución del texto, como a cada síntoma nuevo
Paulino cambia gradualmente, si quieres entenderlo ponte en su lugar, ¿cómo
reaccionarías frente a esa situación?, es frente a un peligro grande que
demostramos como verdaderamente somos, ahí se revela nuestra "etopeya".

 Mordedura y "gotitas de sangre": no demuestra mayor preocupación, se


muestra "frío", observa la mordedura, toma el machete y elimina la víbora. Actúa
con rapidez y frente al dolor que surgía liga el tobillo para intentar detener el
veneno.
 Aumento de dolor e hinchazón del pie y pantorrilla: "el dolor le arrancó un
nuevo juramento", si no sabes lo que significa imagínate las palabras que una
persona puede decir cuando se lastima y le duele mucho. El dolor comienza actuar
sobre la parte psicológica, como no puede hacer nada físicamente, como consumir
medicamentos para aliviar el dolor, recurre a los "juramentos", una forma de
expresar la rabia y el dolor que siente, aún así intenta mantener el control.
 Sed:en el momento de tomar la caña no percibe el gusto de la misma y
reconoce la gravedad de su situación, comienza el momento de toma de conciencia
de la gravedad de lo ocurrido, aún así rechaza la ayuda de su esposa, cree poder
salvarse solo.
 Vómito de sangre, pierna deformada, bajo vientre hinchado: en este
momento percibe la debilidad de su cuerpo frente a la acción del veneno, ya no se
considera capaz enfrentarse a esa situación solo, intenta recurrir a la ayuda de su
compadre. Claramente la desesperación y la posibilidad de la muerte se adueñan de
su mente, no es el mismo "Paulino" del inicio del cuento, ya no se siente seguro.
 Sin dolor, sed y facilidad para respirar: el miedo desaparece, las incertezas
son dejadas hacia un lado, simplemente piensa en el pasado. Por tercera vez
cambia el estado psicológico del personaje. Ahora se siente bien, el veneno
completó su acción produciendo un estado de falso bienestar.
Resumen del cambio psicológico de Paulino:

1. Hombre acostumbrado a los peligros de la selva, actúa con rapidez y es


seguro de sí mismo.
2. Siente que el problema es grave, rechaza cualquier tipo de ayuda, aún cree
poder salvarse.
3. Comienza una etapa de duda, percibe su impotencia, reconoce la necesidad
de ayuda externa, manifiesta miedo.
4. Cambia hacia un sentimiento de bienestar, se olvida de la gravedad de lo
pasado, muere.

El tema central de este cuento es la lucha del hombre por sobrevivir, la agonía. Esta
palabra proviene de la griega “agón” que significa lucha. Esta lucha desesperada por
ganarle a la muerte unos instantes más de vida, por no entregarse aunque todas las
circunstancias estén así dadas. La naturaleza, marco de este cuento, no será otra
que el verdugo y la tumba de un hombre, que nada puede hacer en su soledad
contra la muerte. La naturaleza será su discreto enterrador.

El título “A la deriva” nos muestra esta soledad de ese hombre indefenso, sin un
rumbo cierto, entregado a las circunstancias fortuitas que le toque vivir. El hombre
del cuento, Paulino, estará a la deriva, no sólo en su muerte, sino también en su
vida, ya que antes de que la víbora lo pique, podría decirse que está muerto en vida.
Nada lo sostenía vivo. Su relación con su mujer y con el compadre Alves no existe, y
debe recurrir a un pasado muy lejano para tratar de aferrarse a la vida que se va. El
personaje se encuentra muerto socialmente y quizás hasta muy profundamente en
su interior antes de morir físicamente. Este es una impronta común en los textos de
Quiroga. En muchos cuentos sus personajes están muertos antes de que la muerte
física llegue, basta recordar “El almohadón de plumas”.

Podríamos encontrar en el cuento tres grandes partes.

La primera: la mordedura y los efectos del veneno.

La segunda: su intento por sobrevivir en el ámbito social – su relación con su mujer


y el compadre Alves.

La tercera: su agonía. La naturaleza y su intento por luchar contra la muerte a


través del recuerdo.

Primera parte
El texto comienza con una repetición al comienzo de cada párrafo: “El hombre”. Si
esto fuera una poesía podríamos decir que es una anáfora (repetición al principio de
cada verso). Pero no lo es. Esta repetición deja entrever la fragilidad de lo humano.
El hombre ante las circunstancias es frágil, su mundo puede destruirse en un
instante, y muy lejos queda la idea de inmortalidad con la que vive siempre. Está
indefenso y es sólo un hombre, como podría ser cualquiera de nosotros.

Quiroga manifestaba en su “Decálogo del perfecto cuentista” que tan importante


son las tres primeras líneas de un cuento, como las tres últimas. Desde el principio
el final está descubierto, porque lo que importa no es el final sino el trayecto que el
personaje sigue. Así que desde el momento que el narrador dice “El hombre pisó
algo blanduzco” el final es obvio, no existe otra posibilidad que la muerte, aunque
durante todo el cuento el lector esté esperando que eso no suceda y que logre llegar
a Tacurú Pucú y conseguir ayuda. Todo se precipita desde el principio, “lo
blanduzco”, lo extraño, y la mordedura. No hay tiempo de evitar nada. Nada se sabe
de este hombre en el principio. Se lo presenta en la acción que ya es trágica. Nos
vamos a ir enterando de su vida y su forma de ser a medida que transcurre el
cuento, algo que normalmente sucede al revés, primero se presenta al personaje y
luego la acción. El cuento juega con la línea temporal, el narrador y el personaje
irán hacia atrás, mientras el tiempo de la muerte avanza, como si quisiera escapar
de las circunstancias, antes de que la muerte lo sorprenda.

El narrador, externo a las circunstancias de Paulino, contará la historia desde el


punto de vista de éste, hasta llegar a meterse dentro de sus pensamientos y de sus
delirios, lo que creará en el lector una sensación de inseguridad, la misma que sufre
el personaje. Aunque por momentos nos da algunos anticipos del final, lo que nos
hace ver que es un narrador omnisciente (sabe todo lo que sucede y lo que piensan
los personajes), aunque nunca nos dice que piensa Dorotea o Alves, sabemos que
los anticipos tales como “encajonan fúnebremente el río”, nos permite asegurar que
ya conoce el desenlace que Paulino ignora.

Constata la presencia de su enemigo, la yararacusú, que no es otra que su verdugo


que está pronto a contraatacar, aunque no hace otra cosa que también defenderse
de la pisada de Paulino y de su próxima muerte, como también lo hará el
protagonista.

Descubre la mordedura que comienza viendo que “dos gotitas de sangre


engrosaban” y actuando por instinto de defensa mata a la víbora. El diminutivo
“gotitas” refuerza la idea de indefensión: por esas dos gotitas entrará el veneno que
acabe con su vida, por lo tanto no son algo que menospreciar. Por las “gotitas”, algo
insignificante, su pierna se irá pudriendo y lo más preciado se irá acabando.

Estas “gotitas” serán retiradas para mostrar los “dos puntitos violetas”. Otra vez el
uso del diminutivo deja a Paulino y al lector ante la sorpresa, cómo algo tan
pequeño puede hacer tanto daño, y aún, cuánto daño puede hacer. Paulino lo sabe,
pero una cosa es saberlo racionalmente y otra es vivirlo. El veneno no espera e
invade todo el pie, y la acción de Paulino es una solución precaria. Su salvación no
está eso sino en la ayuda social que pueda conseguir, y el lugar que logre alcanzar
antes de la muerte.

Las grafopeyas de la herida van creciendo. De aquellos “dos puntitos” se pasa a una
sensación de “tirante abultamiento” y al dolor físico que se materializa con una
comparación “dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían
irradiado”. Esta materialización del dolor hace pensar en lo sorpresivo, lo
inesperado, lo rápido que resulta ese dolor que pretende inmovilizar al personaje
sin lograrlo. La materialización del dolor ahora pasa a una materialización de la
sed, algo que se siente, pero aquí se asocia al metal por lo frío (“una metálica
sequedad de garganta”) y también caliente (“sed quemante”), lo que proporciona
una antítesis. En esta contradicción vivirá Paulino sus últimas horas.

La última etapa de estos “puntitos violetas” es la hinchazón del pie. Parecía que la
pierna fuera a explotar por lo tensa y delgada que estaba la piel. Todo el panorama
se vuelve monstruoso, y no hay más remedio que buscar ayuda, con las últimas
fuerzas que le quedan. Piensa en su mujer, y es aquí que comenzamos a ver que su
muerte era una consecuencia inevitable de su vida. Aunque el hecho que la haya
provocado hubiera sido fortuito.

Segunda parte
Busca a su mujer y el narrador intenta comprometernos afectivamente con la
situación jugando con los sonidos de tal manera que la sed también la sintamos
nosotros “la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca”. La aliteración
(repetición) de la “r” nos reseca nuestra propia garganta y la situación se pone tensa
también para nosotros que estamos a punto de descubrir que no existe una relación
con la mujer con la convive.
La animación de la sed “la sed lo devoraba” nos hace pensar en que los síntomas del
veneno están tomando la vida. El veneno, símbolo de la muerte, adquiere la vida
que Paulino pierde.

El diálogo con Dorotea revela la relación entre ellos. Este diálogo recién nos da a
conocer el nombre de los personajes, algo que hasta el momento ha sido oculto al
lector. Los nombres singularizan, le dan una identidad que había sido negada. No
es cualquier hombre el que muere. Es un hombre que trata a su mujer no como tal,
sino como una sirvienta. No confía en ella para conseguir ayuda, no espera de ella
una ayuda real. Pide caña, pero no le dice nunca lo que realmente le sucede ni por
qué la pide. Esto nos muestra que no confía en ella para poder ayudarlo, tal vez para
llevarlo a Tacurú Pucú. Dorotea es una mujer, obedece. La relación entre ellos está
marcada por la incomunicación en la pareja, otro de los temas más queridos en la
narrativa de Quiroga.

La voz de Paulino “ruge” como la de un animal en agonía, pero tal vez como
siempre lo ha hecho con ella, ya que a ella no le asombra. Rápidamente cumple con
su deseo de traerle caña que él no siente como tal. Paulino necesita ver la
damajuana para creerle a su mujer y aceptar su situación, “bueno, esto se pone feo”.
El veneno ha llegado a alterar sus sentidos, aquello que nos conecta con la vida. Así
que aquellos puntitos pasaron al dolor, y ahora a los sentidos que se confunden. A
partir de este momento lo que pase en el cuento se envolverá en una ola de
confusión y delirio.

Una nueva comparación (“la carne desbordaba como una monstruosa morcilla”)
nos presenta la situación cada vez más apremiante. Ahora la imagen es
“monstruosa”, y hasta abyecta si la asociamos a la pierna de un hombre. Paulino ha
querido negar su situación, pero esto se hace cada vez más difícil con una imagen
así, luego de haber descubierto que ya no siente el sabor de una bebida tan fuerte
como la caña.

Todos los síntomas del hombre a causa del veneno se agudizan, lo quiebran. Ya no
son puntadas como relámpagos, sino “continuos relampagueos” de dolor, como si la
tormenta de la muerte se avecinara a pasos agigantados. Estos dolores suben por el
cuerpo, ya no son en el tobillo, ahora son en la “ingle”. Lo mismo pasa con la sed,
ahora es “atroz sequedad”, y el calor aumenta también. Esto termina dándole al
hombre una señal de su situación, ya no puede seguir en pié, vomita apoyado a la
rueda cuando intenta incorporarse. No hay posibilidad de seguir adelante, sin
embargo Paulino “pretendió incorporarse”. La lucha comienza cuando el personaje
se da cuenta, cuando hace su “anagnórisis”, ahora sólo queda pelear físicamente, y
si no se puede así, lo hará mentalmente.

Esta lucha queda clara en la siguiente expresión, inmediata a la constatación de la


decadencia física: “Pero el hombre no quería morir”. La conjunción adversativa
vuelve a negar todos los síntomas físicos. No importa cuanto el veneno quiebre el
cuerpo, el hombre seguirá peleando. Esta expresión es la constatación del tema del
cuento y su conflicto. No habría tal si el hombre se entregara a los primeros
síntomas, no lo hace y por lo tanto el clima del cuento empieza a tensionarse a un
nivel diferente. Ahora es el hombre luchando contra la muerte que sabe que es su
inevitable final.

Recobra fuerzas de esa decisión y consigue subir a la canoa, pensando en una nueva
alternativa, llegar a Tacurú Pucú, el lugar que simboliza la posibilidad de salvación.
El poblado donde podrían socorrerlo. Ahora tenemos una nueva pista de este
hombre, vive lejos de un centro poblado, tal vez una elección hecha hace mucho
tiempo, lo que nos muestra el aislamiento en que se encuentra. El personaje ha
elegido separarse del mundo social, alejarse de todo, por lo tanto a decidido darle la
espalda al mundo, y aunque no sabemos la razón, podemos intuir que es una nueva
forma de muerte. Nada de lo humano le interesa, hay algo dentro de él que estaba
ya muerto. Y ahora quiere recuperarlo sólo porque se encuentra frente a la muerte,
como la única posibilidad de vida. Lo social es su posibilidad de sobrevivir, y esto
pertenece a un pasado. Es como si el personaje buscara recuperarlo para así
recuperar su vida.

“El hombre con sombría energía”. Esta expresión nos muestra un anticipo de la
muerte. La palabra “sombría” refiere a lo negativo, a la lucha triste, angustiante que
vive el hombre que trata de incorporarse a pesar de sus dolencias físicas, pero estas
le recuerdan su condición de hombre frágil, un nuevo vómito, pero esta vez de
sangre son la señal de una lucha perdida de antemano. Paulino mira el sol y
descubre que el día se está acabando, igual que su vida. Este recurso literario
llamado paralelismo psicocósmico muestra la identificación del día con la vida. La
vida se acaba, el día muere. Pero con una diferencia sustancial. El día volverá a
nacer, el sol volverá a salir, el hombre no volverá a vivir. Así la naturaleza termina
siendo infinitamente superior a la vida del hombre. La naturaleza empieza a ser un
personaje más en este cuento. Acompañará al hombre solitario y será el único
testigo de esta lucha.

La pierna ahora está deforme y el veneno, implacable como la muerte, sube sin dar
tregua haciéndole pensar la necesidad de pedir ayuda para llegar a Tacurú Pucú. La
expresión “grandes manchas lívidas” anuncian la muerte asociándolo con el color
blanco. Nada es más blanco (“lívido”) que la muerte, porque el blanco es la ausencia
de color, y por lo tanto de vida.

Pedir ayuda al compadre Alves es la posibilidad que se le ocurre. Un nuevo intento


de recuperar su vida, ya que con este vecino está disgustado. El único contacto
humano después de su esposa también está “muerto”. No ha logrado ni siquiera
una comunicación con su vecino. Una nueva pista de la vida de este hombre.

Alves vive en la costa brasileña, al otro lado del río y aún así está disgustado con
Paulino. No llega por sus propios medios, llega porque el río se lo permite. Está a la
deriva, aunque aún no lo sabe y sigue luchando.

Le grita, pero Alves no contesta a la súplica de Paulino. Como habíamos visto, todo
es confuso, el narrador siempre toma el punto de vista del protagonista, y los
sentidos de este último están trastocados, por lo tanto nunca tendremos certeza si
realmente gritó o creyó gritar. Tampoco sabremos si Alves escuchó o no, si estaba o
no, si lo deja morir tal vez por un rencor profundo. Lo cierto es que no hay
respuesta ante una súplica angustiante que hace Paulino y que nos muestra que
sabe que el resentimiento puede ser grande.

La respuesta es “el silencio de la selva” que vuelve a ser un anuncio del final, el
silencio de la muerte. La selva parece recordarle que no hay nada, que ha perdido
todo, ayuda a la “anagnórisis” de Paulino.

No hay más remedio que seguir luchando. Vuelve a su canoa y por primera vez
aparece en el texto la referencia al título: la corriente “la llevó velozmente a la
deriva”. Su vida ahora depende de ese río y de la naturaleza. El final está dicho de
antemano aunque el lector quisiera no creerlo, igual que el protagonista.

Tercera parte
La naturaleza empieza a tomar un papel fundamental en el cuento. El paralelismo
psicocósmico se acentúa. Las anticipaciones aumentan como una certeza inevitable
“cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río”. La metáfora
“encajonan fúnebremente” muestran a una naturaleza que se prepara para ser el
cajón de Paulino. Todo el paisaje se tiñe de negro “desde las orillas bordeabas de
negros bloque de basalto, asciende el bosque, negro también”. El negro símbolo
occidental de la muerte, de la oscuridad, de lo malo. Lo mismo pasa con la metáfora
“la eterna muralla lúgubre”, adjetivo asociado inevitablemente a la muerte. El
narrador remata su topopeya diciendo “el paisaje es agresivo, y reina en él un
silencio de muerte”. La naturaleza acompaña pero también condena y manda. No
importa la lucha del hombre cuando lo obvio está presente.

Esa misma naturaleza le regala a Paulino una imagen de “belleza sombría”, un


oxímoron del atardecer. La naturaleza que refleja la muerte es bella, por su
atardecer, pero también sombría por la vida que se pierde. La majestuosidad del
paisaje crece y empequeñece a ese hombre solo con su lucha.

El paisaje, a través de un paralelismo psicocósmico, acompañará al hombre hacia su


muerte “el había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa,
tuvo un violento escalofrío”. Todo confluye en lo mismo, el sol cae y el hombre
también. El escalofrío es un nuevo anuncio de la muerte. Pero todo esto contrasta
con el asombro de sentirse mejor. Todos los síntomas físicos: dolor sed empiezan a
ceder, y empieza a sentir un nuevo aire que le abre el pecho. Es la mejoría de la
muerte. Una especie de guiñada irónica que nos hace la muerte a los hombres que
están agonizando. Casi todos tenemos alguna anécdota de algún familiar o conocido
que en su agonía, antes de morir, parece mejorarse para morir un día después, o
unas horas después. En esa lucha por la vida, por un momento parece que el que
agoniza fuera a poder contra lo imposible.

El narrador aprovecha esta sensación de mejoría y se introduce más en el punto de


vista del personaje, manteniendo al lector en la confusión feliz de que sea posible
que el veneno se vaya y el enfermo se recupere casi por arte de magia, aunque
queden señales físicas aún (“no tenía fuerzas para mover la mano”).

Comienza el delirio y la esperanza que no parece perder nunca. Paulino empieza a


“calcular” la posibilidad de llegar a Tacurú Pucú, yendo a la deriva y contando con
el favor de una naturaleza que sólo le regalará el paisaje de un atardecer.

A medida que empieza a sentirse bien, el hombre se aferra a los recuerdos, como
forma de recuperar su vida, su pasado, en un clima onírico (de sueño). El dolor
físico deja paso a este aspecto que nos dará una idea de su vida anterior, sin que
sepamos cuál es ese motivo por el que se aisló del mundo. Lo onírico se mezcla con
una vida social que alguna vez tuvo, el compadre Gaona, su ex patrón mister
Dougald. Había trabajado en un obraje. Ahora era un marginal del mundo.

El paisaje le regala colores hermosos y esperanzadores, el cielo “se habría ahora en


pantalla de oro”, una metáfora de la vida de un hombre que pasa como en una
pantalla dorada, en el momento que él recuerda su mejor momento de la vida. Lo
mismo hace el monte que le da al río una “frescura crepuscular”, que sin duda
Paulino mira como algo positivo, pero que podría verse como la cercanía de la
muerte. Todo se llena de sensaciones visuales (los colores), olfativas (“efluvios de
azahar y miel silvestre”) y hasta auditivas (la pareja de guacamayos en silencio
hacia Paraguay). El hombre ve la vida que se aleja, pero no lo interpreta así. Está en
medio de tres países Argentina, Brasil y Paraguay, está en medio de la nada, a
merced de los deseos de ese río que lo llevará a ninguna parte.

El río hace girar la canoa, sin hacerla avanzar, y ese mareo le permite al hombre
sentirse cómodo con su actividad mental, “cada vez mejor”, él también está
revolviendo, dando vueltas sobre su vida, su existencia. La naturaleza lo acompaña,
a pesar de que fue agresivo el paisaje en algún momento para mostrarle su fin,
ahora, en su delirio, es un paisaje que le ofrece compañía y hasta consideración. Le
regala lo mejor que tiene.

En la desesperación de recuperación de su pasado, empieza un obsesión por


recuperar el tiempo exacto de las cosas, algo que tal vez sea banal, pero
imprescindible para que la muerte no lo lleve sin seguir luchando, con lo único que
es posible hacerlo en estos momentos: sus recuerdos precisos. Cada vez va
buscando la perfección, la exactitud, “tres años” no es exactamente preciso, “dos
años y nueve meses”, tal vez, pero no es suficiente, y así va buscando la respuesta
que le satisfaga.

Esto se va intercalando con la cruda realidad “sintió que estaba helado hasta el
pecho”, la muerte se acerca y por más precisión que busque nada podrá hacer frente
a la realidad.

Pero el hombre no deja de luchar, y ahora una nueva idea de precisión sobre el
tiempo se posa en su cabeza: cuándo conoció a Lorenzo Cubilla, un viernes santo o
un jueves. Esta referencia podría llevarnos a pensar en el simbolismo de estos dos
días. El viernes santo es cuando Cristo muere, y el jueves cuando sufre toda su
agonía. El hombre elige el jueves, porque tal vez en ese día Cristo aún no estaba
muerto, como si su lucha personal, la de Paulino fuera hasta el último instante.
Confirma que lo conoció un jueves, como si no quisiera darle nunca a la muerte la
posibilidad de ganarle la partida.

Pero aún cuando él intenta ganar esta lucha desde el pensamiento, el narrador
intercala estos delirios con acciones físicas: “el hombre estiró lentamente los dedos
de la mano” como una señal de una vida que se escapa. Tal vez tenía los dedos
apretados para que esto no sucediera, como señal de esa lucha hasta último
momento. Y una vez que logra la precisión del tiempo, el narrador termina el
cuento constatando lo que ya nos había sugerido desde el principio “cesó de
respirar”.

La lucha del hombre por mantenerse vivo, aún cuando es segura su muerte, se ve
hasta el último instante, como una actitud porfiada por continuar viviendo, con ese
deseo infinito de aferrarse a la vida, aún cuando en su vida él haya elegido alejarse
del mundo. Un hombre puede vivir toda la vida queriendo morir, pero no va a dejar
de luchar cuando la muerte real venga. Nadie se entrega a la muerte con tanta
facilidad, ni aún los suicidas.
Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris

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