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El libro de Guillermo Dalia titulado: “Cómo superar la ansiedad escénica en músicos” ha sido el

libro que he escogido para la realización del trabajo final de la asignatura.


Tras la realización de la asignatura “Investigación y tratamiento de la ansiedad escénica”, he
decidido adentrarme en la lectura de este libro que me fue regalado hace unos 6 años. Ha tenido
que ser esta asignatura, que tanto me ha aportado, la que me anima a ello.

Sin pretensión de escribir un mero resumen, me gustaría aportar a este trabajo algunas opiniones
personales del libro.
Este libro llega a mi poder en un momento de mi formación en el cuál estaba inmerso en el cambio
de profesor de piano. Por tanto, el hecho de acercarse a la lectura de un libro así y el hecho de
escribirlo pienso que parte de la necesidad de dar solución a un problema (o al menos de
visibilizarlo).

Guillermo Dalia aporta un escrito que no pretende ser un libro de autoayuda, puesto que parte de
la premisa de que no existen soluciones milagrosas a estos problemas que todo músico ha sufrido
en mayor o menor medida, o simplemente conoce de primera mano alguien cercano que los
padece.
Desde su vertiente musical y psicológica nos muestra las causas y herramientas para trabajar con
la ansiedad escénica.

Adentrándome de lleno en el libro, comienza su introducción con un dato bastante ilustrativo y


demoledor desde mi punto de vista. El veinte por ciento de los alumnos de Conservatorio
abandonan los estudios por sufrir ansiedad escénica.
Aunque no cita la fuente de estos estudios, desde el punto de vista de intérprete y docente, creo
que es un dato significativo sobre la necesidad de trabajar la inteligencia emocional y técnicas de
presencia escénica en nuestro sistema educativo.
En este libro, la ansiedad escénica se abordará desde el punto de vista de la psicología clínica.
Por tanto, plantea cuestiones sobre el origen de la ansiedad, en qué grado somos o no culpables
de la misma etc.

El escritor habla sobre el “miedo y los nervios”; es interesante como escribe acerca de la evolución
del miedo y su poder de adaptación. El miedo, en la actualidad, ya no es una reacción física sino
social, económica o de simple autoestima. Nuestro cuerpo nos predispone para entrar en acción,
pero esta respuesta no es útil en nuestra actividad musical.
Ejemplificando, el miedo que poseían nuestros antepasados nómadas cuando estaban frente a
una presa, nada tiene que ver con el miedo que sentimos en la actualidad al enfrentarnos a un
público en un concierto.
Si las emociones o pensamientos negativos han persistido en nuestra evolución, es precisamente
por su capacidad de adaptación. Nuestro papel consiste en ser conscientes de nuestros
pensamientos y actuar en consecuencia.

Es en el aprendizaje donde debemos afrontar los inconvenientes del medio en el que nos
desenvolvemos. A lo largo de nuestra vida adquirimos conductas positivas y también otras
negativas, siendo estás últimas las que tenemos que intentar desaprender.
Aquí, Guillermo habla de tres tipos de conducta:

- conductas motoras: son aquellas acciones voluntarias tales como leer y escribir. Conductas
perjudiciales que ayuden a que la ansiedad se manifieste podrían ser malas posiciones
corporales, no mirar al público etc.

- conductas fisiológicas: no son intencionales y tampoco observables desde fuera. Algún ejemplo
sería el sudor frío, las manos frías, taquicardias etc. Estas conductas son aprendidas a través
del sistema nervioso

- conductas cognitivas: tendrían relación con los pensamientos como pueden ser los que nos
decimos tras una ruptura. A los músicos nos afectan conceptos asociados al fallo, al ridículo o a
defraudar.

La ansiedad por tanto es una conducta mal aprendida y que tiene relación sobre todo con la parte
fisiológica. El objetivo que debemos alcanzar es desaprender esa conducta.
Otro punto a destacar a raíz de los tipos de conducta, es que nos plantea la ansiedad como una
fobia social específica.
Esto ha sido un aporte muy revelador para mí, ya que muchas veces asociamos la ansiedad
escénica a una fobia social generalizada, acercándolo a una enfermedad como tal.
Asumir esta afirmación ayuda a naturalizar el problema que muchos músicos padecen y que
puede llegar a resultar un lastre durante toda una carrera musical. Por tanto, sufrir ansiedad
escénica no conlleva tener una fobia social (entendida esta como un marco general).
La psicología clínica, según afirma el autor, demuestra que en los trastornos de ansiedad es
donde mayor porcentaje de éxito existe. Podemos mencionar que gran parte del éxito a la hora de
superar la ansiedad viene de tomar consciencia de que existe una conducta mal aprendida,
aceptarla y permitir que nos ayuden.

Dentro de las causas que hacen florecer los nervios o ansiedad en el músico, Guillermo Dalia los
divide en:

- Factores desencadenantes: sucesos desagradables o malas experiencias adquiridas


(conciertos, pruebas, oposiciones), educación en el núcleo familiar intentando no exponer a
situaciones sociales a los hijos, personas más débiles emocionalmente y presión social.

- Factores mantenedores: estos hacen que los efectos se dilaten en el tiempo y se hagan
crónicos. El más importante es el Refuerzo Negativo de la Conducta que se manifiesta por dos
procesos que son la evitación y el escape.
Un ejemplo claro de evitación sería no tocar en público; por otra parte el escape consistiría en
enfrentarse a un público pero sin mirarlo.

Una vez expuesta las causas de la ansiedad escénica, pasamos a las soluciones. Es en este
apartado donde se habla del uso de fármacos. El escritor, y en este punto coincido totalmente, nos
habla de los males usos que damos a los químicos.
Aquí sigo la misma línea del autor diciendo que los fármacos no solamente no ayudan a tratar la
ansiedad escénica, sino que son muchas veces culpables de que los síntomas perduren y crezcan
en el tiempo.
Medicamentos como el Xumial, Valium, Trankimazin... son usados en la práctica interpretativa de
nuestros conservatorios y salas de concierto para intentar ofrecer una respuesta química a un
problema cognitivo.
Además cabe destacar que un uso reiterado y/o abusivo de algunos fármacos pueden crear
dependencia física y psicológica, así como necesidades de aumentar dosis.
Los fármacos no actúan sobre la causa, únicamente lo hacen sobre las consecuencias. Sería
interesante un acercamiento más científico al alumnado y los músicos profesionales sobre estas
cuestiones.

Para Guillermo Dalia, la gran forma de afrontar la ansiedad escénica es la exposición a los
estímulos que tememos tales como conciertos. Habría que abordarlos con una mentalidad en la
que permitamos el fallo y la aceptación de que nuestro sistema nervioso no podemos manipularlo
conscientemente.

Por último, se nos habla acerca de la Terapia Cognitiva, que el propio autor utiliza en clínica con
sus pacientes siguiendo la Terapia Racional Emotiva de Albert Ellis, en la que se nos dice que, a la
hora de enfrentarnos a una audiencia, no nos afectan las situaciones o las cosas que ahí suceden
sino más bien como las interpretamos.
Es por eso que debemos tener claro el acontecimiento que aparece en nuestro camino, como lo
interpretamos y qué emoción nos produce; todo ello, detectando las ideas racionales e irracionales
que nos puedan surgir.
Además de la parte de terapia clínica, aparecen consejos muy útiles y accesibles para cualquier
nivel y edad como pueden ser los ejercicios de relajación, las autoinstrucciones, y los buenos
hábitos de estudio.
En cuanto a los ejercicios de relajación, he echado en falta quizás un apartado más amplio en los
que incluir referencias a los de Jacobson (vistos en nuestras videoconferencias) entre otros. Es
cierto que se trata más de un libro con carácter de iniciación que técnico-científico.
Hasta este punto de la redacción estarían las ideas principales y a mi juicio más interesantes que
he podido extraer del libro. No obstante, puntos a priori tan interesantes como el que dedica al
papel que juegan los padres en la educación emocional de los hijos, creo que hubiese sido igual
de interesante escribir otro acerca del papel del profesor.
Está claro, que el docente debe de tener además de las herramientas musicales, las herramientas
emocionales que poder transmitir para que el alumnado sea lo más competente posible. Al hablar
de competencias otorgo el mismo valor a las técnicas del instrumento como a las de control
escénico y control emocional.

Cerrando con la idea inicial del resumen, añadiría que si debo recomendar este libro, lo haría
dejando claro que la intencionalidad del mismo debe ser aprender y tomar mayor consciencia con
las partes emocionales y cognitivas de nuestro organismo. Nunca con la idea de que estas
páginas sean la solución milagrosa a nuestros problemas.
La terapia cognitiva puede ser una base muy interesante sobre la que trabajar problemas de
ansiedad, al igual que otras técnicas (yoga, mindfulness, técnica Alexander...) siempre que sean
aplicadas con criterio y teniendo en cuenta la persona a la que irá dirigida.

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