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ADIVINO

Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio. De


repente se le acercó un vecino, anunciándole que las puertas de su
casa estaban abiertas y que habían robado todo lo que había en su
interior.

El adivino levantándose de un salto y salió corriendo hacia su casa,


desencajado y suspirando, para ver lo que había sucedido.

Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr le dijo:

-Oye, amigo, tú que te vanaglorias de prever lo que ocurrirá a los


otros, ¿por qué no has previsto lo que te sucedería a ti?

El adivino no supo qué responder.

Moraleja: no hay que fiarse de aquellos que dicen que pueden


adivinar el futuro de los demás. Tan sólo pretenden estafarnos y
quitarnos nuestro dinero.
EL CONGRESO DE LOS RATONES

Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa, pero temiendo
siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya fuera de día o de
noche este terrible enemigo los tenía vigilados.

Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea a
petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.

El jefe de los ratones dijo a los presentes:

- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No podemos vivir
así!

- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento.

- Atemos un cascabel al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda.

Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes aplausos y
felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo avisaría de la llegada
del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.

- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir:

- Queda pendiente una cuestión importante:

- ¿Quién de todos le pone el cascabel al gato?

Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados, porque no
podían contestar a aquella pregunta. Y corrieron de nuevo a sus cuevas-, hambrientos y
tristes.

Moraleja: es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo


LA BRUJA

Érase una vez una bruja que se ganaba la vida vendiendo


encantamientos y fórmulas para calmar la cólera de los dioses.

Con esta promesa a la bruja no le faltaban clientes y conseguía


grandes cantidades de dinero de este modo de vida.

Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la llevaron ante los
jueces supremos del país.

Así, tras un juicio muy corto, la culparon y la hicieron condenar a


muerte.

Viéndola salir de la sala del juicio, una de las personas presentes le


dijo:

- Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿Cómo


no has podido persuadir a los hombres?

Moraleja: hay que ser precavido con quienes prometen solucionar


todo problema que tengas a cambio de dinero pero son incapaces de
arreglar los suyos.
EL LOBO CON PIEL DE OVEJA

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la


obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se
fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el


rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día


siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al
instante.

Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

Aquí tienes otras fábulas infantiles.


EL NIÑO Y LOS DULCES

Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y


tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el
cuello del recipiente no le permitió hacerlo.
Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba
amargamente su desilusión.

Un amigo que estaba cerca le dijo: - Confórmate solamente


con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces-.
Moraleja: Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te
frenarás.
Aquí tienes otras fábulas infantiles.
FÁBULA DE LA LECHERA

La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo,


y empezó a hacer planes futuros:

- Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos,


descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos.

Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén
en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para
comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas.

Cuando esté en el baile todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré


uno a uno.

Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de
leche al suelo, regando su contenido.

Y así todos sus planes acabaron en un instante.

Moraleja:

No seas ambiciosa de mejor y más próspera fortuna, que vivirás ansiosa sin
que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro, mira
que ni el presente está seguro.
LA CIGARRA Y LA HORMIGA

La cigarra era feliz disfrutando del verano: El sol brillaba, las flores desprendían su
aroma...y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña
hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.

- ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto algo
para ti. – Le decía la cigarra a la hormiga.

- Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería – le


respondía la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada.

La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.

Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían
quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por campo,
helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle
ayuda.

- Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha
comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.

La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.

- Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías
mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?

- Cantaba y cantaba bajo el sol- contestó la cigarra.

- ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno-

Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.

Moraleja: Quien quiere pasar bien el invierno, mientras es joven debe aprovechar el
tiempo.
LAS RANITAS Y EL TRONCO TALLADO

Una familia de ranitas que vivía en un lago, sentía mucho temor por un tronco
tallado que se veía desde la orilla. Estas ranitas amaban las fiestas y la diversión,
pero sentían gran respeto por el tronco, así que en muchas oportunidades
trataban de no hacer tanto ruido para no molestar al tronco.

Seguramente este personaje al que tanto le temían, era un monumento de


alguna tribu que ya no habitaba en el lugar, pero como no se animaban a
acercarse para ver bien de que se trataba, solo podían divisar un rostro serio y
que inspiraba mucha autoridad.

Un cierto día, en que se desató una terrible tormenta, el tronco cayó al lago y en
ese momento las ranitas pudieron ver con claridad, que era solo un tronco
tallado que ningún daño podía hacerles. Se rieron mucho de los temores por los
que habían pasado y comenzaron a jugar con él y usarlo de trampolín para sus
zambullidas en el lago.

Moraleja: Lo que por ignorancia atemoriza, a veces es sólo digno de risa.

Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con nosotros y
los demás padres, estaremos encantados de recibirla.
LA CORNEJA Y LAS AVES

Quería una vez Zeus proclamar un rey entre las aves, y les señaló un
día para que comparecieran delante de él, pues iba a elegir a la que
encontrara más hermosa para que reinara entre ellas. Todas las aves
se dirigieron a la orilla de un río para limpiarse. Entonces la corneja,
viéndose más fea que las demás, se dedicó a recoger las plumas que
abandonaban los otros pájaros, ajustándolas a su cuerpo. Así,
compuesta con ropajes ajenos, resultó la más hermosa de las aves.

Llegó el momento de la selección, y todos los pájaros se presentaron


ante Zeus, sin faltar por supuesto, la corneja con su esplendoroso
plumaje.

Y cuando ya estaba Zeus a punto de concederle la realeza a causa de


tanta hermosura, los demás pájaros, indignados por el engaño, le
arrancaron cada uno la pluma que le correspondía. Al fin,
desplumada de lo ajeno, la corneja, simplemente corneja se quedó.

Nunca hagas alarde de los bienes ajenos como si fueran propios,


pues tarde o temprano se descubre el engaño.
EL CUERVO Y LA CULEBRA

Andaba un cuervo escaso de comida y vio en el prado a una culebra


dormida al sol; cayó veloz sobre ella y la raptó. Más la culebra,
despertando de su sueño, se volvió y la mordió. El cuervo viéndose
morir dijo:

-- ¡Desdichado de mí, que encontré un tesoro pero a costa de mi


vida!

Antes de querer poseer algún bien, primero hay que valorar si su


costo vale la pena.
EL RUISEÑOR Y EL GAVILÁN

Subido en un alto roble, un ruiseñor cantaba como de costumbre. Lo


vio un gavilán hambriento, y lanzándose inmediatamente sobre él,
lo apresó en sus garras.

Seguro de su próxima muerte, el ruiseñor le rogó que le soltara,


diciéndole que con sólo él no bastaría para llenar su vientre, y que si
en verdad tenía hambre, debería de apresar a otros más grandes. El
gavilán le repuso:

-- Necio sería si te oyera y dejara escapar la presa que tengo, por ir a


buscar a la que ni siquiera he visto.

No dejemos los bienes que ya tenemos, por ilusiones que ni


siquiera divisamos.
EL GALLO Y LA COMADREJA

Una comadreja atrapó a un gallo y quiso tener una razón plausible


para comérselo.

La primera acusación fue la de importunar a los hombres y de


impedirles dormir con sus molestos cantos por la noche. Se
defendió el gallo diciendo que lo hacía para servirles, pues
despertándolos, les recordaba que debían comenzar sus trabajos
diarios.

Entonces la comadreja buscó una segunda acusación: que


maltrataba a la Naturaleza por buscar como novias incluso a su
madre y a sus hermanas. Repuso el gallo que con ello también
favorecía a sus dueños, porque así las gallinas ponían más huevos.

-- ¡Vaya -- exclamó la comadreja --, veo que bien sabes tener


respuesta para todo, pero no por eso voy a quedarme en ayunas! --
y se lo sirvió de cena.

Para el malvado decidido a agredir, no lo para ninguna clase de


razones.
EL CIERVO, EL MANANTIAL Y EL LEÓN
Agobiado por la sed, llegó un ciervo a un manantial. Después de
beber, vio su reflejo en el agua. Al contemplar su hermosa
cornamenta, sintiese orgulloso, pero quedó descontento por sus
piernas débiles y finas. Sumido aún en estos pensamientos,
apareció un león que comenzó a perseguirle. Echó a correr y le
ganó una gran distancia, pues la fuerza de los ciervos está en sus
piernas y la del león en su corazón.

Mientras el campo fue llano, el ciervo guardó la distancia que le


salvaba; pero al entrar en el bosque sus cuernos se engancharon a
las ramas y, no pudiendo escapar, fue atrapado por el león. A punto
de morir, exclamó para sí mismo:

-- ¡Desdichado! Mis pies, que pensaba me traicionaban, eran los


que me salvaban, y mis cuernos, en los que ponía toda mi
confianza, son los que me pierden.

Muchas veces, a quienes creemos más indiferentes, son quienes


nos dan la mano en las congojas, mientras que los que nos adulan,
ni siquiera se asoman.
EL CABALLO, EL BUEY, EL PERRO Y EL HOMBRE

Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de


vida. Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar
el invierno edificó una casa y habitó en ella.

Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no
pudiendo el caballo aguantarse más, llegó corriendo a donde el
hombre y le pidió que le diera abrigo.

Le dijo el hombre que sólo lo haría con una condición: que le cediera
una parte de los años que le correspondían. El caballo aceptó.

Poco después se presentó el buey que tampoco podía sufrir el mal


tiempo. Contestó el hombre lo mismo: que lo admitiría si le daba
cierto número de sus años. El buey cedió una parte y quedó
admitido.

Por fin, llegó el perro, también muriéndose de frío, y cediendo una


parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.

Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que


Zeus les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los años pedidos al
caballo, son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del buey, se
dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final
de su existencia, vuélvanse irascibles y malhumorados.

Describe esta fábula las etapas del hombre: inocente niñez,


vigorosa juventud, poderosa madurez y sensible vejez.

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