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A la memoria de mi abuelo Alfredo

y a la entereza de mi abuela Berta,


que dentro de poco apagará 90 velas.
AGRADECIMIENTOS

Guardo una invaluable deuda de agradecimiento con el Dr. Humberto


Maturana, quien en estos últimos años siempre me ha brindado generosamente
su tiempo, su afecto y su estentórea risa. Con el Dr. Carlos Sluzki, quien no sólo
me ha honrado con su amistad, sino además, con su hospitalidad en los Estados
Unidos. También con el Dr. Barnett Pearce y el Dr. Vernon Cronen, a quienes
conocí en distintos lugares y momentos; ambos, además de la atención a
nuestras conversaciones, me proporcionaron material de apoyo para realizar mi
trabajo acerca de su teoría. Con la Fundación Interfas de Buenos Aires y sus
Directores Dora Schnitman y Saúl Fuks, a través de quienes pude tener contacto
directo y conocer a personas de inestimable valor, como Harold Goolishian,
Bradford Keeney, Lynn Hoffman, el Dr. Marcelo Pakman y el mismo Dr. Sluzki.

Tengo reconocimiento también para con la Universidad de Valparaíso, en la


cual he completado 10 años de trabajo académico, durante los cuales he
recibido el apoyo de muchos otros docentes como yo y de autoridades como el
ex-Rector Jorge Espinosa y el Dr. Ernesto Fernández, quienes respaldaron mis
primeras actividades de perfeccionamiento para cursar estudios de Post-título y
luego de Post-grado. Igual disposición encontré en los Profesores Juan Pinto y
Jorge Ruiz, mientras desempeñaron cargos en la División General Académica y,
hasta hoy, en el Decano Dr. David Sabah y el Rector Agustín Squella, lo cual me
compromete con el desarrollo y el futuro de esta Universidad.

A fin de cuentas, este libro representa la materialización de una diversidad de


formas de apoyo y, pertenece por tanto, a todos aquellos con quienes, en alguna
medida, he compartido estos últimos 10 años, muy especialmente mis colegas
de la Escuela de Psicología y las tres primeras promociones (1990, 1991 y 1992)
de la misma. Con este grupo humano hemos transitado un camino difícil, que
al mismo tiempo, creo yo, nos ha ido haciendo un poco mejores. De entre ellos,
mi reconocimiento por su conducta personal y su desempeño académico a
Osvaldo Corrales, Ayudante-alumno de la Cátedra Psicología de la
Comunicación, de valiosa ayuda en la parte final de este trabajo.
PREFACIO

Creo que como todos los libros, éste también tiene un largo proceso de gestación. Comenzó a
incubarse --sin que yo lo supiera entonces-- hacia finales de 1988. En esa época, me asomaba
al mundo de la Terapia Familiar Sistémica como un estudiante más de un Programa de Post-
Título en la especialidad, aunque mi interés por la Teoría de Sistemas propiamente tal, había
partido unos 10 años antes, a través de la Psicología Organizacional, cuando aún era alumno de
pre-grado en la Universidad de Chile.

Al término del Programa de Terapia Familiar, me encontré junto a dos colegas más, con un
tema de Seminario final que nadie había tomado al hacer sus elecciones; en el pizarrón,
lacónicamente rezaba: "Terapia Familiar de Segundo Orden". Nadie sabía tampoco,
demasiado, por no decir nada, de qué se trataba aquello. Aceptamos el tema con una mezcla de
resignación y curiosidad. El artículo "On Second Order Family Therapy", de S. Golann,
editado ese mismo año, constituía -al parecer por lo mismo- toda una novedad de la que había
que enterarse. El trabajo, sin embargo, partió con el pie cambiado. Ni nuestra asesora para el
Seminario ni ninguno de nosotros, prestó suficiente atención al término "on" del título del
artículo a partir del cual se nos indicaba trabajar. Y eso, en conjunto con nuestro precario inglés
de entonces, nos jugó una mala pasada, pues el artículo en el que estábamos basándonos, era la
réplica a una publicación previa que todos desconocíamos.

Según leíamos el artículo de Golann, aumentaba nuestra sensación de estar entendiendo poco,
hasta caer en cuenta que nos faltaba el artículo original, publicado hacía 3 años en una revista
que no estaba disponible en Chile. Inicié un acelerado intento por contactarme directamente
con Lynn Hoffman, la autora. Años después tuve oportunidad de conocerla personalmente y
ella aún recordaba mi carta y cierto tono angustioso con el que le pedía su artículo. Al parecer
tocada por lo mismo, me lo envió con prontitud, acompañado de una nota muy cordial. Ese
trabajo, "Beyond Power and Control: Toward a Second Order Family Therapy" (Hoffman,
1985) con el tiempo ha pasado a constituirse en uno de los más frecuentemente citados en la
literatura sobre terapia familiar de los últimos años, pues de hecho, propuso un primer marco
teórico referencial amplio, para el desarrollo de modelos aplicados en dicho campo, con
consideración de los principios cibernéticos de segundo orden.

Al momento de presentar oralmente el trabajo, aún no habíamos recibido la respuesta de L.


Hoffman, y pasamos un difícil momento tratando de representar -malamente- la operatoria del
Reflecting Team de Andersen (1987), que aparecía referido en el artículo de Golann como una
herramienta representativa de esta nueva concepción de Terapia Familiar.

Una vez que pudimos leer el artículo que constituía el primer eslabón del pretendido trabajo, la
mayor parte de las cosas se aclararon, lo cual nos permitió, por lo menos, "salvar el honor y
recomponer la dignidad" con la entrega posterior de la parte escrita del Seminario. No hubo
calendario para resarcirnos exponiendo de nuevo el trabajo, así es que sólo dimos las
explicaciones relativas al desencuentro con el artículo de L. Hoffmann a nuestro grupo-curso
en la reunión evaluativa final del Programa.

En lo personal, esta experiencia constituyó un hito relevante: por primera vez, para mí,
aparecieron hilvanadas en una trama teórica con proyecciones para el campo de la Terapia
Familiar, las ideas de H.Maturana, F. Varela, E. von Glasersfeld y H. von Foerster.

1
En el simpático Anuario de la promoción 1988 del Programa de Post-título que se ha venido
refiriendo, mis compañeros vaticinaron que, a partir de dicho episodio, yo estaba en vías de
fundar la "Cibernética de Tercer Orden"; creo que lo personalizaron en mí y no en mis otros
compañeros de Seminario, en tanto me percibían más vivamente interesado en este tipo de
nociones y planteamientos. Y aunque la profecía, ciertamente no se ha cumplido, este libro
constituye una síntesis integrada y largamente decantada, de los principios cibernéticos que
empecé a conocer a partir de entonces.

Quise colocar en la portada el dibujo "Banda sin fin", del pintor holandés M.C. Escher (1956),
pues al igual que gran parte de su obra, es una bella representación estética de la condición
cerrada, autorreferencial y recursiva, que se ha venido develando en los últimos treinta años
respecto de los procesos interactivos y cognoscitivos humanos, aspecto que constituye a la vez,
el rasgo peculiar y distintivo de la Cibernética de Segundo Orden. Dichos hallazgos,
provenientes de la neurofisiología, establecieron un nuevo referente para observar los procesos
de interacción y comunicación humanas, aunque quizás ya estaban incorporados de manera
intuitiva en la obra de artistas como Escher, célebre por la creación de mundos gráficos
imposibles, donde las perspectivas se trastocan de modo tal, que los límites y
condicionamientos de la percepción humana se ven fuertemente confrontados.

Creo que la epistemología cibernética con sus implicancias y aplicaciones en el campo de la


Terapia Familiar es, probablemente, la dimensión que connota en forma más marcada, el
sentido último de esta obra. De allí que aparezca incluida en el título mismo del libro, más allá
de la importancia en extensión y alcances, que sin duda tienen por sí mismas, las teorías de
comunicación que en él se revisan.

Valparaíso, Noviembre de 1994.

2
Prólogo

Mientras leo este volumen rico, complejo, de Guido Demicheli, psicólogo y académico chileno, me
encuentro pensando en dos temas aparentemente no relacionados entre sí; a saber, cartografía y etimología.
Mi libertad como prologuista me permite imponer esas disquisiciones al lector desprevenido.

El famoso dictum de Korzibsky “el mapa no es el territorio, el nombre no es la cosa nombrada”, ha sido
citado una y otra vez en la influyente literatura de Gregory Bateson. Su referente es, por cierto, el trazado
de mapas conceptuales, es decir, de los modelos mentales que utilizamos para orientarnos y organizar la
realidad (la metáfora compite con éxito, desde mi punto de vista, con la de Thomas Kuhn, quien describía a
los modelos como redes con las que cazamos o aprehendemos la realidad).

Los primeros mapamundis, trazados cientos de años atrás, resultan, desde nuestra sofisticada perspectiva
actual, deliciosamente ingenuos y transparentes en su simplicidad: los diseños definían el punto de vista
del cartógrafo y del observador, como localizado en el centro del universo (¡cómo podía ser de otra
manera!), y al universo como todo aquello que el cartógrafo podía observar, o que los paseantes le
informaban como existiendo más allá de su visión. El mundo era bidimensional, plano y simple, y de hecho
el mapa cumplía sus funciones útiles para el viajero, informándole no sólo las características del territorio
adyacente, sino dónde terminaba el universo de lo conocido: quienes incursionaban más allá de sus
confines no regresaban más, se los tragaba la tierra, caían en las cataratas al borde del fin del mundo plano,
víctimas tal vez de la falta de contra – mapas que les permitieran re-trazar sus caminos de regreso, cuando
no de brigantes o tribus vecinas hostiles, cada una de ellas con sus propios mapas que definían sus propios
confines regionales. La competición de los grandes poderes europeos por nuevos mercados, durante la
edad media, y la explosión informativa del Renacimiento, dando crédito a la tridimensionalidad de nuestro
planeta y a su finitud, empujó la cartografía a nuevos niveles de complejidad. Los trazados de los
continentes – en su tensión constante entre representación (detalle, precisión de imagen) y orientación
(utilidad instrumental para los usuarios) – comenzó por los bordes, tal cual es el caso de esos portolanos
medievales para cuyos diseñadores lo importante no era una representación adecuada del globo, sino su
efectividad para orientar a los navegantes. Aparecieron, así, esos mapas que muestran continentes de terra
incógnita, vacía de todo rasgo, rodeada por una costa plena de notaciones minuciosas conteniendo la
información necesaria para su navegación. Con el paso del tiempo, las áreas en blanco fueron siendo
llenadas, trazadas y re-trazadas, y a la aventura del diseño cartográfico siguió la tarea no menos fascinante
de ensamblar la información de modo de establecer las conexiones: no sólo se re-trazaron las observaciones
de los viajeros originales, sino que se fue armando el conjunto con las piezas del rompecabezas de los
múltiples mini-mapas dibujados desde distintos puntos de vista o de partida, encajados entre sí como
piezas dúctiles que se fueron dando mutuamente forma hasta llegar al acuerdo actual de cómo representar
cartográficamente a nuestro navío espacial Tierra.

Cada disciplina tiene como puertos de partida los viajes de navegantes osados que propusieron mapas,
modelos y visiones, que de hecho, más que permitir descubrir el territorio de la disciplina y sus confines, la
inventaron. Guido Demicheli nos provee una cartografía rica, texturada y compleja de esos modelos,
tomando como puntos de partida los primeros mapas que guiaron a quienes incursionaron en el territorio
para entonces virgen de la Terapia Familiar, y nos alerta frente al proceso mediante el cual esos mapas
influyeron selectivamente en esos viajeros, generando figuras donde hasta entonces sólo había fondo,
permitiéndoles ver cosas nuevas y maravillosas, a la vez que sustrayendo selectivamente su atención de
otros eventos no relevantes para los mapas/modelos usados como guía. Demicheli nos muestra luego,
cómo otros mapas/modelos (algunos más influyentes, tales como los modelos intermedios del equipo
reflexivo, algunos menos centrales pero no menos útiles, como la teoría CMM) se entrecruzaron con los
anteriores, a veces enriqueciéndolos, a veces simplemente abriendo nuevas dimensiones de exploración, a
veces compitiendo en términos de atraer la atención de los exploradores (de nosotros, exploradores) a
nuevas dimensiones, a expensas de otras ya reconocidas, generando batallas en las que lo importante es
decidir cuál de las visiones mono-oculares es la “correcta”, a expensas de todo esfuerzo por conjugar
visiones multi-oculares … lo que me lleva a pasar en mis divagaciones de la cartografía a la etimología.

El cibernetista Heinz von Foerster, en el curso de una presentación plenaria que le escuché en Bruselas, creo
en 1987, hizo una disquisición fascinante acerca de las raíces etimológicas de epistemología, understanding
(palabra inglesa lega aproximadamente equivalente a la primera, cuya traducción más apropiada al
castellano es “comprender”) y verstehen (el término alemán equivalente). “Epistemología” tiene dos raíces
griegas: epi – por encima - e histamein – donde se está -, lo que coloca al observador apropiadamente fuera
del objeto de observación, o más precisamente, por encima. “Understanding”, a su vez, está compuesta por
under – por debajo – y standing – estar parado o estar -, estableciendo una vez más esa relación de
distancia de nivel entre el observador y lo observado, si bien colocándolo por debajo, y no por arriba, del
objeto de observación, lo que va bien ya que mantiene la distinción de tipos lógicos tan propia del dualismo
newtoniano. Y finalmente, el “verstehen” alemán contiene ver – delante – y stehen – donde se está - . Así,
estos tres vocablos relacionados denotan la posición “meta” del observador para abarcar lo observado, a
cierta distancia (arriba, abajo o adelante, según la lengua) o a otro nivel lógico.

El recuerdo de esta observación fascinante de von Foerster me empuja, a mi vez, a explorar las raíces
latinas del vocablo hispano con que traducimos undertanding y verstehen, y aun con que simplificamos la
compleja denotación de “epistemología”, a saber, “ comprender”. Y resulta que “comprender” deriva de
dos vocablos latinos, cum o com, un prefijo colectivo por excelencia, que expresa la relación de dos o más
personas en compañía o reunión (piénsese en con-fluir, con-versar, con-sentir, con-cordar, com-binar) y
prendere, coger o aprehender. Así, para mi sorpresa, descubro que la raíz de este vocablo clave, usado por
centurias en nuestra lengua, posee una base conceptual que resuena con la cibernética de segundo orden:
“comprender” realza la naturaleza consensual (más que la naturaleza “meta”) del proceso de aprehensión
de la realidad: este proceso requiere acuerdo, requiere al otro, requiere consenso. Esta sabiduría
etimológica, espero, sorprenderá también al lector que acompañe a Demicheli en su discusión crucial acerca
del pasaje de la cibernética de primer orden – así llamada “cibernética de los sistemas observados” – a la
de segundo orden – así llamada “cibernética de los sistemas observantes” -, punto clave para seguir los
desarrollos de la Terapia Familiar desde sus albores a su estado actual.

Este libro constituye un mapa bienvenido que nos ayuda a familiarizarnos con aquellos modelos
capturados por nuestro campo que lo han influido más acabadamente y que, a su vez, se vieron influidos
por él. Comunicación en Terapia Familiar Sistémica, da cuenta cabal de la complejidad conceptual y política
que subyace a los modelos influyentes en el campo de la Terapia Familiar, a la vez que su autor nos
recuerda que estos modelos no son propiedad de dicho campo específico, sino que, a lo sumo, los hemos
incorporado para ayudarnos a pensar y ver y hacer, al mismo tiempo que, tal vez, hemos contribuido un
poco a su desarrollo. Este libro se inscribe así y, lo que es aún más importante, permite al lector participar
en el doble proceso dialéctico enriquecedor de aprender y contribuir, de descubrir y construir.

Carlos E. Sluzki, M. D.
Santa Bárbara, California, abril de 1995.
INTRODUCCION.

Este libro pretende, principalmente, bosquejar el modo en que la Teoría General de Sistemas, la
Cibernética, y las dos principales teorías de Comunicación de los últimos años (Pragmática de
la Comunicación Humana de P. Watzlawick et al., 1967, y Coordinated Management of
Meaning de B. Pearce y V. Cronen, 1980), han evolucionado, incidiendo de manera significativa
en el curso seguido por la Terapia Familiar Sistémica durante estos 25 años.

El primer capítulo, reseña a grandes trazos la manera en que la Teoría General de Sistemas y la
Cibernética (en su triple expresión) se generan y entrelazan, desarrollando progresivas
conexiones con la Terapia Familiar de orden sistémico.

El segundo capítulo da cuenta, desde un punto de vista teórico, de los axiomas básicos de la
Pragmática de la Comunicación Humana (PCH), así como de la comunicación paradójica y sus
potencialidades patológicas y curativas.

El tercer capítulo está dedicado a revisar los aspectos centrales del Enfoque Estratégico en
Terapia Familiar Sistémica, tanto en sus dimensiones teórico-clínicas, como en sus recursos
técnicos.

Dado que los principios teóricos de la Pragmática y los fundamentos y modalidades propias del
Enfoque Estratégico de los capítulos 2 y 3 son los de más amplia difusión, han sido aquí
deliberadamente circunscritos a las dimensiones más medulares y expresivas de lo que ellos
representan.

Por el contrario, los capítulos 1, 4 y 5 evidencian mayor extensión: el número 1, introduce al


amplio campo de la Teoría de Sistemas, describe sus principios fundamentales y señala sus
vínculos y diferencias con la Cibernética. Revisa los desarrollos teóricos de ésta última, y la
derivación que tuvieron los principios cibernéticos haciendo que esta disciplina pasara de ser
una teoría, a ser una epistemología.

El cuarto capítulo, revisa las proposiciones generales y específicas de la teoría CMM


(Coordinated Management of Meaning), sus conceptos centrales, el modelo jerárquico de
significaciones que propone para explicar la comunicación humana, y las reglas que gobiernan
dicha dinámica. Esta teoría de comunicación -que aún no cuenta con versión hispana- parte de
premisas medularmente distintas a las de la Pragmática y evidencia, como conjunto, diferencias
significativas con esa proposición teórica.

El quinto capítulo trata, en su primera parte, aquellos aspectos provenientes de las Cibernética
de Segundo Orden y del llamado Constructivismo, los cuales constituyen las bases teórico-
epistemológicas del Enfoque Reflexivo en Terapia Familiar Sistémica. Seguidamente, se revisan
los fundamentos de este enfoque psicoterapéutico, sus premisas epistemológicas, sus
derivaciones éticas y su operatoria técnica; ésta última, a través de una descripción de los
diversos tipos de 'preguntas, reflexivas' (Tomm,1987b) que constituyen la llamada 'entrevista
interventiva' (Tomm, 1987a) y de la operatoria del 'Reflecting Team' (Andersen, 1987).
Es necesario, finalmente, señalar que el tipo de planteamientos (sistémicos y cibernéticos)
utilizados y enfatizados en el presente texto, van más allá de los límites del quehacer
psicoterapéutico; en efecto, las propuestas cibernéticas para los sistemas educacionales y
políticos, por ejemplo, (Maturana, 1991) son una clara evidencia de ello, pues pareciera que la
nociones de 'circularidad', 'recursividad' y 'pauta organizativa' (nódulos centrales de la
Cibernética) son suficientemente aplicables a la diversidad de sistemas que el hombre ha ido
configurando en su deriva como ser social.

En consecuencia, ha de entenderse que en esta obra, se ha hecho una opción preferente sobre un
ámbito específico -el de la psicoterapia- y sobre otro más particular aun -el de la terapia
Familiar Sistémica- sin que ello valide ninguna suposición que pretenda que las proposiciones
globales aquí empleadas, se encuentran circunscritas sólo al campo particular del quehacer
psicoterapeútico.

2
CAPÍTULO 1: TEORIA GENERAL DE SISTEMAS Y CIBERNETICA:
LOS ORIGENES DE UNA NUEVA EPISTEMOLOGIA.

En los últimos 50 años se ha venido produciendo un cambio epistemológico verdaderamente radical para la
ciencia y, por lo tanto, de extraodinaria significación para todo este ámbito de quehacer humano. El
advenimiento de la Teoría General de Sistemas y el desarrollo casi paralelo de la Cibernética, juegan un
papel fundamental en el curso que ha seguido el quehacer científico durante dicho período.

1.1 BREVE PREAMBULO ACERCA DE EPISTEMOLOGIAS.

Los usos, sentidos y alcances de los términos epistemología y cibernética han sido múltiples y diversos, en
parte producto de la evolución de dichos términos dentro del código lingüístico de los científicos o, mejor
dicho, de las transformaciones que la propia noción de conocimiento ha ido experimentando durante el
transcurso de la historia misma de la ciencia.

En la tradición filosófica, por ejemplo, el término epistemología refiere principalmente a una pregunta
global por el conocer usando como instrumento la reflexión; remite, por tanto, a un conjunto de
procedimientos analíticos diversos, orientados, en última instancia, a definir los límites y la validez de lo
que formalmente podemos saber/conocer.

En este ámbito, la epistemología es entendida como aquella "...rama de la filosofía que estudia la
investigación científica y su producto, el conocimiento científico " (Bunge, 1980).

La "epistemología experimental" por su parte, denominación que dio W.S Mc Culloch, biólogo investigador
del célebre M.I.T. a un conjunto de trabajos iniciados en la década del 30 en el campo de la neurofisiología y
orientados a desentrañar la organización del sistema nervioso que hace posible el conocer, refiere a otra
concepción de epistemología que muy poco o nada tiene que ver con la tradición filosófica. En efecto, Mc
Culloch sostenía que el desarrollo de la Psicología como ciencia, pasaba por estudiar los sistemas de
relaciones formales que, por decirlo de algún modo, corporizan la mente.

Según Dell (1985), Bateson utilizaba el término epistemología en a lo menos cinco sentidos distintos: como
teoría del conocimiento, como paradigma, como cosmología biológica, como ciencia y como estructura
caracterológica personal .

Globalmente, puede decirse que Bateson sostuvo siempre que mucho más básica que cualquier teoría en
particular, era la epistemología, en tanto entendía a ésta como dando cuenta de las reglas de operación que
gobiernan la cognición, el conocimiento como acto. Según sus planteos, en la epistemología de cada
individuo se encuentran las premisas básicas que subyacen a las acciones y cogniciones de cada cual.

En la concepción de Bateson (1982), la epistemología gira en torno a las reglas que utilizamos para
otorgarle sentido al mundo, para configurarlo coherentemente en cada uno de nosotros; es decir, la
epistemología se ocupa de las operaciones que realizamos para conocer, pensar y decidir.

Atendidos los postulados de Bateson, en el dominio socio-cultural puede entenderse que la epistemología
refiere al estudio del modo en que las personas --o sistemas humanos-- conocen cosas y al modo en que
ellas piensan que conocen cosas; es decir, el estudio de la epistemología en este ámbito, conduce a la
revisión de cómo las personas construyen y mantienen sus hábitos de cognición (Keeney, 1987).

Durante todo el libro, el término epistemología es utilizado en el sentido de Bateson y Keeney, es decir, se le
emplea como una manera de aludir y enfatizar el modo --y los procesos que subyacen a éste-- en que los
Comunicación en Terapia Familiar Sistémica. Bosquejo de una epistemología cibernética.
Universidad de Valparaíso-Editorial. 1995.

seres humanos construyen y organizan las distintas realidades en que participan. En síntesis, las
principales distinciones que pueden realizarse en este ámbito, dicen relación con:

1.1.1 Una epistemología lineal-causal: basada en la noción que una cosa causa a la otra, es decir,
sustentada en la idea que todo fenómeno tiene un origen específico y que sus componentes específicos
poseen propiedades inherentes que actúan como determinantes causales de su expresión última. Este
entendimiento proviene de la Física newtoniana y fue adoptado con mayor o menor grado de analogía, por
los modelos sociológicos y psicológicos clásicos. El psicoanálisis, por ejemplo, la teoría de mayor
trascendencia en los inicios de la psicología, sostiene sus explicaciones y tratamiento del comportamiento
humano, basado en premisas epistemológicas fundadas en un modelo de energía psíquica (la libido), en que
participan distintas fuerzas (impulsos eróticos o tanáticos) y regulado por mecanismos de diverso orden. Si
se presta atención a este planteamiento teórico, se verá que enfatiza lo intrapsíquico, lo monádico y los
atributos inherentes; en consecuencia, su epistemología no puede ser sino causal y unidireccional.

1.1.2 Una epistemología sistémico-circular: basada en las nociones holísticas, que enfatizan la reciprocidad
de las relaciones y las dependencias entre los distintas partes que constituyen una realidad o fenoméno
particular en estudio. Desde esta perspectiva, los organismos o sistemas se conciben como estructuras
unificadas, coherentes en su dinámica interna e irreductibles a la suma de sus componentes, sin que se
pierda una parte fundamental de lo que se pretende describir o explicar. El método analítico tradicional de
descomponer lo más finamente posible el todo en sus partes, resulta aquí inaplicable, ya que el énfasis está
puesto justamente en tratar de configurar una visión de conjunto que señale, con la mayor claridad, la
mayor cantidad de relaciones posibles que se presentan en el fenómeno o sistema en estudio. De este
modo, la consideración del medio o entorno en que se halla un sistema o se presenta un fenómeno, pasa a
ser factor central para su comprensión. Se entiende que conforman el medio/entorno del sistema todos
aquellos elementos no contenidos en éste, pero que en tanto cambian afectan su dinámica, al tiempo que se
ven también afectados, como resultado de las modificaciones de estado del sistema. Desde esta perspectiva,
no hay intento explicativo a partir de características inherentes al sistema (por ejemplo, elementos
intrapsíquicos o rasgos de personalidad) o de causalidad lineal, sino una óptica en que se considera que
causa y efecto son distinciones que realiza un observador al puntuar de una cierta manera la realidad, en
tanto que en la dinámica de los procesos sistémicos operan de una manera circular en que la una y la otra
resultan, de hecho, indistinguibles e inseparables.

Un ejemplo tomado de P. Watzlawick: en determinado momento de la crisis petrolera de los 70, en Estados
Unidos circularon rumores que habría desabastecimiento de combustibles. Los automovilistas comenzaron
a llenar sus estanques, por si se presentase la eventualidad. Comenzaron a hacerse filas en las gasolineras;
eso llamó la atención de otra gente y pronto las estaciones de servicio se hallaban atestadas de personas que
querían aprovisionarse de bencina en cantidades que no requerían habitualmente. En pocos días hubo
crisis y el desabastecimiento efectivamente se produjo. ¿ Cuál fue el efecto y cuál fué la causa ?.

1.1.3 Una epistemología cibernética o de la pauta: focalizada en el intento por discernir los patrones o
pautas que organizan, configuran y/o corporizan ciertos eventos o sistemas, ya sean materiales o
inmateriales. Dicho aspecto, (la materialidad) no tiene aquí importancia, en tanto esta epistemología
claramente enfatiza la forma respecto de la materia. Lo que se quiere dilucidar es el modo en que están
organizados los eventos o sistemas que se tratan de explicar, en términos del patrón que los constituye y
hace posible distinguirlos como tales. En este mismo sentido, la epistemología cibernética está
principalmente orientada a cambiar el foco desde la sustancia/materia a la forma/patrón y, por lo tanto, no
hace el mismo énfasis en el todo por sobre las partes, como la epistemología sistémica, sino que examina
tanto el todo como las partes, en búsqueda de sus respectivas configuraciones distintivas. Tampoco esto
hace incompatible los aspectos físicos con los relacionales. Por ejemplo, en el caso de una máquina
cualquiera, la pauta de relaciones que la configura como tal, está dada por la organización de sus
componentes en una cierta forma particular. Dicha configuración puede además ser dintinguida --en tanto

Guido Demicheli M. 2
Comunicación en Terapia Familiar Sistémica. Bosquejo de una epistemología cibernética.
Universidad de Valparaíso-Editorial. 1995.

relaciones--, con absoluta prescindencia de las propiedades materiales de dichos componentes. Al mismo
tiempo, también se puede señalar el patrón que configura a cada componente material en tanto tal, para lo
cual resulta irrelevante la distinción de la pauta que configura a la máquina como entidad.

Por razones de orden diverso, existe una tendencia a asociar la cibernética con el campo más circunscrito de
la computación y, a partir de dicha asociación, a considerar que esta perspectiva epistemológica --como
conjunto-- pretende aplicar un reduccionismo proveniente de las máquinas y la tecnología, a fenómenos
humanos y sociales. Eso tiene un fundamento, aunque distorsionado, en los orígenes (matemáticos) de la
Cibernética. G. Bateson, quien llevó estas ideas al campo de las ciencias sociales, aludía con el término
'mente' a la pauta organizativa, concibiéndola como aplicable no sólo a algo que estaría "dentro de la
cabeza", sino que a todo fenómeno donde es posible señalar conexiones y distinguir configuraciones, sean
éstos redes de conversaciones como las culturas, cadenas de componentes de la naturaleza como los
sistemas ecológicos, o agrupaciones de seres humanos como las sociedades.

1.2 TEORIA GENERAL DE SISTEMAS.

1.2.1 Antecedentes históricos.

La Teoría General de los Sistemas comenzó a ser desarrollada desde los años 30 por el biólogo austro-
canadiense L. von Bertalanffy, aun cuando fue formalizada en dos trabajos bastantes posteriores en los
años 1955 y 1956. (En von Bertalanffy, 1976).

Haciendo un recuento de sus escritos, que se remontan a inicios de los 40, von Bertalanffy (1976), señala que
él introdujo la expresión "teoría general de los sistemas" , deliberadamente en un sentido amplio. Lo que
importaba, según este autor, era la incorporación del "sistema" como un nuevo paradigma científico, en
contraste con el paradigma analítico, mecanicista, unidireccionalmente causal, de la ciencia clásica (pag.
XV).

En 1937, durante el desarrollo de un Seminario de Filosofía en la Universidad de Chicago, él expuso --como


una extensión de su trabajo en biología-- algunos elementos de lo que más tarde sería su proposición
fundamental.

En un lenguaje no técnico, von Bertalanffy publica, en 1955, un artículo que contiene aspectos centrales
(isomorfismo, entropía, retroalimentación, equifinalidad), de lo que será su formalización teórica posterior.
Al año siguiente, General Systems Theory es el artículo inicial (pags. 1-10) -más formalizado y técnico que
el de 1955- del primer Anuario de la Sociedad para la Investigación General de los Sistemas, creada por el
mismo Bertalanffy, el bio-matemático A. Rapaport y el fisiólogo R. Gerard en 1954.

La Teoría General de Sistemas --biológica en sus orígenes-- corresponde a una formalización lógico-
matemática que por la generalidad de sus principios básicos (totalidad, equifinalidad, entropía y otros)
adquirió notoria difusión y aplicación en el ámbito de las ciencias sociales en los años siguientes a su
formulación original. Distintas disciplinas como la Administración, la Psicología o la Comunicación,
acogieron y adaptaron sus conceptos y desarrollaron modelos fundados en dicho corpus teórico. Al mismo
tiempo, la llamada Ingeniería de Sistemas adquirió gran relevancia y llegó a establecerse como expresión
predominante en el campo, durante los años 70.
Dichos conceptos fueron rápidamente acogidos y adaptados en diversas disciplinas: en Psicología, la Teoría
Organizacional de Katz y Kahn, (1966), la Pragmática de la Comunicación (Watzlawick, Beavin y Jackson,
1967) y el Modelo Estratégico en Terapia Familiar (Haley, 1973, Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974), son
expresión manifiesta de las primeras y principales aplicaciones de la Teoría General de Sistemas en esos
ámbitos.

Guido Demicheli M. 3
Comunicación en Terapia Familiar Sistémica. Bosquejo de una epistemología cibernética.
Universidad de Valparaíso-Editorial. 1995.

De hecho, en Psicología sentaron las bases para el desarrollo de toda la Terapia Familiar Sistémica hasta
nuestros días. En el ámbito específico de la Terapia Familiar, puede decirse que la Teoría General de los
Sistemas proporcionó una base sólida y coherente para comenzar a conceptualizar a la familia como un
Sistema.

Esta teoría proporciona un andamiaje conceptual divergente con el modelo médico tradicionalmente
aplicado a la psiquiatría clásica, en tanto desplaza el énfasis de los intentos explicativos desde lo individual
(aspectos intrapsíquicos), hacia la búsqueda de explicaciones en la interacción y la comunicación entre las
personas (aspectos relacionales).

Aunque hubo también, otras formas de aplicación derivadas de la teoría de sistemas --principalmente en
Terapia Familiar-- durante los años 70, las ciencias sociales tendieron a quedarse en el desarrollo de los
hallazgos y proposiciones de la década anterior. Los aportes más significativos provinieron entonces de la
Cibernética. 1

1.2.2 Definición y delimitación de los sistemas.

La definición más general de 'sistema', considera que se trata de totalidades que resultan de la relación
existente entre las distintas partes que las componen, y que son indivisibles mediante análisis, en tanto
dichas totalidades poseen condiciones cualitativas propias, que no pueden emerger o estar representadas
mediante la sumatoria o agregación de sus partes componentes.

Un aspecto fundamental de esclarecer al tratar con entidades de cualquier tipo, definidas como 'sistemas',
es la delimitación de éstas y consecuentemente, de lo que se entenderá como su entorno. De acuerdo a Hall
y Fagen (1956), éste correspondería al conjunto de objetos y fenómenos que son modificados, o modifican al
sistema, como resultado de su interacción con éste.

Watzlawick et al. (1974) sostienen que la conceptualización sistema-medio o sistema-subsistema y la


distinción de sistemas abiertos y cerrados, " ... explica en considerable medida, la eficacia de la teoría de los
sistemas generales para estudiar sistemas vivos, ya sea biológicos, psicológicos o interaccionales" (p. 118).

Los seres humanos participan diariamente en múltiples sistemas sociales, adquiriendo y representando en
ellos diversas identidades, todas ellas transitorias por definición, aun cuando unas más estables que otras
en el tiempo. Así por ejemplo, considerando sólo la familia, puede verse que en tanto miembros de ella,
cada uno de quienes la integran, se comporta o comunica en, a lo menos, dos dominios diferentes todo el
tiempo:

PADRE MADRE
JOAQUIN: ---------- ALEJANDRA: ----------
ESPOSO ESPOSA

HIJO HIJA
ALBERTO: ----------------- CONSTANZA: ----------------
HERMANO HERMANA

1 La más relevante de las contribuciones teóricas en ciencias sociales con fundamento en la Teoría General de Sistemas
en los últimos años, es sin duda la del sociólogo alemán Niklas Luhmannn, que en 1984 publicó su obra de mayor
amplitud y pretensión: Soziale Systeme: Grundrisse einer allgemeinen Theorie. (Sistemas Sociales: bosquejo de una
Teoría general).

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Lo anterior, sin considerar las familias de origen y extensas de cada uno de los cónyuges, ni las distintas
actividades laborales (estudiantiles), sociales, religiosas, etc., de cada una de las personas que conforman el
grupo familiar.

Un aspecto relevante (y ciertamente reiterado), que un terapeuta familiar puede visualizar en las
problemáticas que presentan las familias, dice relación con el manejo de los límites que ésta como conjunto
hace, respecto de otros subsistemas con los cuales interactúan sus miembros como individuos, o ella como
agrupación (trabajo o familiares políticos, por ejemplo).

Como la conducta de cualquier persona (un adolescente, por ejemplo), resulta ser una intersección de su
actuar personal con otros sistemas de interacción (amigos, polola, padre que vive separado de él, etc.), es
más o menos evidente que esos distintos encuentros y el manejo de la distancia o límites respecto de ellos,
tiene incidencia en el funcionamiento del sistema familiar a que él pertenece de manera más predominante
o permanente.

La consideración de este aspecto es relevante en la tarea del terapeuta familiar. La Teoría General de los
Sistemas ha resultado crucial en tal sentido, pues ha proporcionado el fundamento para entender la
interacción humana como un fenómeno que se constituye a partir de la recurrencia interactiva entre seres
vivos, pero que se expresa al mismo tiempo en una multiplicidad de dominios sociales (y emocionales),
que deben ser compatibilizados y armonizados permanentemente.

La preocupación por estas dimensiones y sus dinámicas asociadas, llevó al desarrollo de una de las
primeras 'escuelas' dentro de la Terapia Familiar de orden sistémico: el llamado Enfoque Estructural
(Minuchin, 1977).

1.2.3 Los sistemas y su condición de apertura operacional.

En una primera etapa, el estudio de los sistemas y sus procesos, estuvo centrado en las relaciones entre el
todo y sus componentes, así como en las interrelaciones entre éstos últimos. No hay una noción cabal de
sistema cerrado, pero el énfasis apunta claramente a una focalización en las relaciones internas de los
sistemas.

Un avance significativo tiene lugar cuando el foco de interés se desplaza, desde la observación de las
relaciones al interior del sistema (relaciones parte-todo), a la observación de las condiciones externas al
sistema y de las relaciones de éste con aquéllas (relaciones sistema-ambiente). Las relaciones internas
adquieren ahora un sentido, en relación con el ambiente; constituyen un recurso instrumental para la
viabilidad y la sobrevivencia del sistema.

Dentro de esta etapa, hay un primer énfasis en los procesos morfostáticos, esto es, en aquellos que dan cuenta
de la organización del sistema como contrarresto de las tendencias entrópicas, mediante operaciones que
establecen y controlan selectivamente sus intercambios con el medio externo. Un segundo énfasis tiene
lugar con los aportes de distintos teóricos (Maruyama, 1963; Beer 1970) en relación a las dinámicas
vinculadas al modo en que los sistemas cambian como parte de su adaptación a los cambios del entorno; la
atención se centra entonces, en los llamados procesos morfogenéticos.

El concepto de 'sistema abierto' se difundió rápida y ampliamente y pasó a formar parte de los
planteamientos de las ciencias sociales desde mediados de los sesenta en adelante (Katz &Kahn, 1966;
Watzlawick, Beavin & Jackson, 1967).

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En tanto tales, los sistemas abiertos pueden caracterizarse mediante varias propiedades, tres de la cuales
están más directamente relacionadas con su condición misma de apertura operacional:

A. Incorporación de energía/información: desde un punto de vista biológico, los sistemas abiertos toman
del ambiente externo alguna forma de energía. Los seres humanos, en tanto seres vivos, no escapan a ese
tipo (constante) de intercambio con el medio en que se encuentran, ya que de ello depende su subsistencia
biológica. Al mismo tiempo, es evidente que el mundo psicológico y social de las personas se construye en
base a intercambios de otro orden.

En este punto es necesario, sin embargo, hacer la distinción entre energía e información. G. Bateson (1976)
en un ejemplo ya clásico, se refirió a este punto, señalando que el desplazamiento de una piedra golpeada
por el pie de una persona puede ser explicado en términos físico-energéticos, pero no así la conducta del
perro al ser golpeado por el mismo pie y la misma persona, ya que en ese caso lo trasmitido ha de
entenderse como 'información' más que como 'energía', si se quiere intentar una explicación más atingente.

B. El procesamiento: los sistemas abiertos transforman la energía incorporada de la cual disponen; en lo


bio-fisiológico, esos cambios son bastante concretos y ostensibles, dado que los 'insumos' también lo son.
En lo psicosocial, aun cuando lo incorporado es menos tangible (es información), la manifestación final no
lo es. Por ejemplo, las personas modifican algunas de sus creencias políticas a partir de nuevos
antecedentes que le entrega una campaña pre-electoral; un sistema familiar adopta nuevos hábitos
alimenticios en virtud de los últimos hallazgos vinculados a nutrición y salud, etc. Lo que los sistemas
humanos procesan es básicamente información.

C. El resultado: algún 'producto' se entrega finalmente al ambiente por parte del sistema, el que en alguna
forma es distinto a lo originalmente incorporado por éste. Lo que en el caso de organizaciones sociales
productoras es una realización material --como un nuevo modelo de automóvil-- y en el caso de una
universidad un nuevo profesional formado allí, en los seres humanos, individual o grupalmente, lo
resultante son conductas en cualquiera de sus posibles niveles de integración, que se expresan en sus
diversos dominios de existencia.

Por tanto ha de asumirse que cualquiera sea su naturaleza, los sistemas no sólo tratan con insumos
energéticos, sino que a partir del procesamiento de éstos, en el caso de las máquinas y más allá de dicho
tipo de insumos, en el caso de los sistemas humanos, existe otro orden de procesos que resultan ser
fundamentales para el entendimiento de la dinámica y la operatoria de cualquier sistema, en tanto se trata,
en última instancia, de información acerca de lo que el propio sistema hace y de los efectos que dicho
hacer tiene en el medio en que éste se realiza.

1.2.4 Características generales de los sistemas abiertos.

Más allá de las propiedades vinculadas directamente con su condición básica de apertura operacional, los
sistemas abiertos presentan otras condiciones que los caracterizan y determinan en su forma general de
comportamiento como entidades globales.

1.2.4.1 Totalidad.

La Teoría General de los Sistemas establece que un sistema es un conjunto en que los componentes y sus
atributos (o propiedades), sólo pueden comprenderse como funciones del sistema total. Un sistema no es
una agrupación azarosa de componentes, sino una organización interdependiente en que la conducta y
expresión de cada uno influye y es influida por todos los otros. El concepto de totalidad implica no
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aditividad, en otras palabras, el viejo principio aristotélico acerca del todo, como constituido por algo más
que la simple suma de sus partes.

En un sentido operativo, la noción de totalidad apunta a señalar que cualquier actividad de un sistema, sea
ésta más o menos abarcativa, corresponde a una manifestación de dicha propiedad, esto es, al hecho que las
partes son interdependientes entre sí y con respecto al sistema global, por lo que las actuaciones de los
miembros de un sistema familiar, por ejemplo, son siempre expresión de un todo inseparable y coherente.

En la Teoría General de los Sistemas, el interés está focalizado en torno a los procesos transaccionales que
tienen lugar entre los componentes del sistema mismo, así como entre éstos y sus propiedades. En términos
prácticos, ello apunta a destacar la imposibilidad de comprender un sistema mediante el solo estudio
pormenorizado de sus componentes por separado (análisis) y la operación aditiva posterior (síntesis) de lo
obtenido en la fase previa.

En su aplicación a la psicología de la familia y la Terapia Familiar, el principio de totalidad dice relación


con un nivel de abstracción más alto que aquél de las acciones de sus miembros como individuos: se trata
de procesos transaccionales amplios (de interacción y comunicación) que involucran en distintos grados y
maneras, a todos quienes componen un determinado sistema familiar.

Como se observará más adelante, en el campo de la Terapia Familiar, esta propiedad teórica de los
sistemas, mostrará su aplicabilidad no sólo en la descripción de la familia misma, sino también para la
conceptualización del sistema más amplio, que conforman el terapeuta y sus atendidos (sistema
terapéutico).

1.2.4.2 Homeostasis y estado estable.

El concepto de homeostasis tiene su origen en la fisiología y fue desarrollado por W.B. Cannon en la
década del 20; por lo tanto, es previo al desarrollo formal de la Teoría General de los Sistemas. Fue
incorporado posteriormente al marco general de dicha teoría y ha constituido desde entonces un aporte
significativo para las explicaciones biológicas, psicológicas y sociales, que se basan en la perspectiva
sistémica.

En la presentación más precisa del concepto original de Cannon (1939), la homeostasis refiere a un
mecanismo funcional y protector; no implica algo inmóvil, sino más bien alude a una condición que puede
variar, pero que es relativamente constante. Los sistemas abiertos pueden ser caracterizados por la
mantención de un estado estable que ha de entenderse referido a la preservación del sistema, por un lado, y
a su modificación permanente, por otro.

La mantención de un estado estable por parte de un sistema, está basada en la incorporación y uso que éste
hace de la información que retorna a él, proporcionándole indicadores acerca de su propia actuación. Es lo
que se denomina retroalimentación, y que se revisará a continuación, como otra propiedad fundamental de
cualquier sistema.

Es claro que todo sistema familiar requiere de homeostasis para mantener un cierto grado de seguridad y
estabilidad respecto de su medio físico y social, así como en el funcionamiento derivado de la interacción
entre sus propios miembros. Sin embargo, al mismo tiempo requiere plasticidad y posibilidades de
modificación, para comportarse adaptativamente frente a las contingencias siempre cambiantes del entorno
y/o de las manifestaciones individuales de sus miembros.

En un cierto nivel, la mantención del 'estado estable' se basa en un proceso homeostático destinado a
mantener cierto tipo de intercambios que permitan detener la entropía y asegurar la subsistencia del

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sistema como tal. En otro nivel, se trata de la mantención del carácter del sistema, aun en el marco de las
modificaciones que van teniendo lugar en él, como resultado de contrarrestar la entropía y aumentar los
intercambios favorables con el medio.

Ciertos entendimientos restringidos acerca del concepto de homeostasis, han llevado a cuestionar este
proceso como algo deseable para el buen funcionamiento familiar. Ello ocurre cuando se observa un
sistema familiar que ha estabilizado un patrón interactivo que genera sufrimiento a sus integrantes. Más
aún, en tales situaciones es frecuente (y naturalmente esperable), que en la medida que la persona que
aparece como portador del problema mejora, las relaciones intrafamiliares empeoren y surjan otros nuevos
problemas.

Al momento de consultar y siguiendo una ley básica de todo sistema, la familia presenta un estado
homeostático (no podría no tenerlo); sólo que dicho estado se encuentra mantenido merced a una solución
dolorosa, problemática. Intuitivamente, el grupo familiar advierte el riesgo de desestabilización debido a la
acción terapéutica y 'resiste' el cambio, trasmitiendo a la vez un contradictorio mensaje al terapeuta:
ayúdenos a solucionar esto, pero sin cambiarnos.

En otras palabras, la familia se aferra al estado homeostático alcanzado. Sin embargo, forma parte de lo
predecible que ello ocurrirá, y por lo tanto, el terapeuta deberá ser capaz de desmontar el dispositivo
homeostático actual, cuidando a la vez de generar otro que no resulte (tan) problemático a la familia. A
veces la solución terapéutica puede consistir, por ejemplo, en reemplazar un problema o conducta
frecuente/inmanejable, por otra menos frecuente y manejable.

Ciertamente la funcionalidad de los estados homeostáticos está en estrecha relación con ciertos períodos de
tiempo; los modos de interacción mediante los cuales un sistema familiar ha mantenido la estabilidad en
determinado momento y condiciones, pueden resultar muy poco apropiados, y en última instancia
patológicos, bajo otras circunstancias.

Por otra parte, el tipo o características básicas de un sistema no cambian directa o esencialmente, como
consecuencia de la sola expansión numérica de éste. Se trata más bien de un cambio cuantitativo, que luego
llega a manifestarse en una diferencia cualitativa del sistema. Quizás el ejemplo más visible de este tipo de
dinámica a nivel familiar, está en el conjunto amplio y significativo de cosas que se modifican (al mismo
tiempo que otras no lo hacen), a partir del cambio (cuantitativo) que tiene lugar con el nacimiento de un
hijo. Los horarios cambian, las tareas se redistribuyen, se asignan nuevas responsabilidades (o se reasignan
las anteriores), las prioridades se evalúan con otro factor presente, se evidencian nuevas aptitudes o
destrezas, se redistribuye la auto-estima de los miembros de la familia, se manifiestan nuevos afectos (y
también nuevos temores), cambian las relaciones y distancia con los familiares políticos, surgen nuevos
compromisos con amistades, etc.

Desde la formalización de la Teoría General de los Sistemas y durante varios años, el debate teórico general
y, consecuentemente, la atención de los terapeutas familiares estuvo muy focalizada en los procesos
morfostáticos (de mantención o protección de lo ya existente), (Demicheli, 1988); con posterioridad a ello,
distintos investigadores (Maruyama 1968, Beer 1970, Buckley 1973) se interesaron en los procesos
vinculados a ampliaciones de diferencias, cambio y expansiones. A estos procesos se los denominó
globalmente como morfogenéticos.

Un principio significativo derivado del estudio de dichos procesos tiene que ver con el aumento de la
diferenciación de las partes componentes del sistema, por medio de la cual cada una de ellas puede
desarrollar complejidad propia, permaneciendo al mismo tiempo, en relación funcional con la totalidad.

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Por otra parte, Ashby (1978) señaló la importancia de la cantidad de información en la relación sistema-
entorno y la consecuente capacidad selectiva del sistema, partiendo del supuesto que la variedad de estados
posibles del ambiente es prácticamente infinita y que, por lo tanto, éste es siempre más complejo que el
sistema.

Basado en dichas nociones, Beer (1970) desarrolló el concepto de viabilidad, considerando que la reducción
de la variedad que presenta el medio por parte del sistema, así como su capacidad de respuesta ante la
variedad significativa actual y de anticipación a la variedad futura, es lo que determina cuán viable resulta
un sistema frente a sus contingencias.

De este modo, el equilibrio pasa a ser considerado como principio fundamental de lo orgánico (sistemas
mecánicos y químicos); la homeostasis se entiende como proceso básico de los sistemas biológicos
(superiores e inferiores), en tanto que la viabilidad, al implicar capacidad inherente de crecimiento y de
cambio autodirigido, pasa a ser factor central en la explicación de los sistemas sociales.

La viabilidad describe un sistema capaz -en diversos grados- de procesos de crecimiento homeostático y
morfogenético. El grado en que un sistema familiar es capaz de utilizar ambas modalidades, para
manejarse apropiadamente respecto de su operar y sus propósitos, es lo que indica su viabilidad como
sistema.

En síntesis, se entiende entonces que los sistemas se desenvuelven merced a una dinámica oscilante que
calibra de manera permanente, la estabilidad y el cambio.

1.2.4.3 Retroalimentación.

El concepto de retroalimentación fue formalizado por N. Wiener (1948) junto con los desarrollos iniciales
de la Cibernética. Básicamente, describe el proceso mediante el cual un sistema recoge información relativa
a su propia actuación y la re-ingresa como parte de su operar, de manera tal de mantener o corregir su
funcionamiento, con consideración de las condiciones del medio en que se desempeña. Por lo tanto, el tipo
de insumo incorporado no es energético, sino informativo.
Cuando la información re-ingresada a un sistema, permite que éste reduzca la amplitud de la desviación de
su operar (en relación al medio), corrigiendo a partir de allí su posterior curso de acción, el proceso es
denominado retroalimentación negativa.

El ejemplo más conocido de un sistema (físico) operando en base a retroalimentación negativa, es el de un


sistema de calefacción que mantiene estable la temperatura ambiente de un recinto, mediante un
termostato. Del mismo modo, los hijos en una familia cualquiera, pueden realizar conductas que
contribuyen a aumentar la tensión intrafamiliar y el mal humor de uno o ambos padres; si dicho mal humor
llega a manifestarse de manera poco grata, los hijos tienden en el tiempo a regular su conducta dentro de
ciertos márgenes que permitan evitar la expresión desagradable final. Como se puede apreciar, los procesos
vinculados a retroalimentación negativa tienen que ver directamente con la recuperación o mantención de
la estabilidad de los sistemas. A la inversa, la retroalimentación positiva, se vincula con las distintas formas
de cambio en los sistemas.

La retroalimentación positiva, alude al fenómeno antagónico al hasta aquí descrito; es decir, información que
re-ingresa al sistema pero que no opera reduciendo, sino aumentando la desviación con que el sistema está
actuando en relación a su medio; llevada a su extremo, esta forma de retroalimentación conduce a la
desaparición del sistema.

Si se considera la noción de los sistemas operando en base a permanentes calibraciones entre estabilidad y
cambio, la idea tradicional acerca de la retroalimentación positiva como no conducente a adaptación ha de

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repensarse. De hecho, los teóricos de la Cibernética de Primer Orden, (Segundo Onda) como Maruyama,
Beekley y Beer, focalizaron su esfuerzo en explicar cómo los sistemas cambian y logran adaptación
mediante ese proceder. Las mutaciones manifestadas y desarrolladas por una determinada especie, serían
un buen ejemplo acerca de patrones secuenciales que han operado en base retroalimentación positiva,
haciendo que se amplifique la desviación y sobrevenga un cambio estructural, que resulta ser finalmente
adaptativo.

El quehacer psicoterapéutico también puede ser entendido como un operar que busca cambio, lo cual hace
que esté más predominantemente basado en la retroalimentación positiva que en la negativa; en el trabajo
con familias, por ejemplo, manejando los delicados hilos del conversar terapéutico, se pretende que la
estructura de ese grupo que consulta, se reacomode de manera tal que, sin perder su organización como
familia, sea algo distinto al final del proceso, de lo que ingresó a la oficina en la primera sesión. Lo que se
hace, entonces, es ayudar a que desaparezca un sistema particular (el que llegó) y que en su reemplazo
surja otro (el que se va) que no tenga contenido el dolor inicial que motivó la consulta.

1.2.4.4 Diferenciación y especialización.

Con el transcurso del tiempo, los sistemas abiertos van adquiriendo un funcionamiento crecientemente
diferenciado y elaborado. Las pautas globales, en un principio difusas, van siendo definidas de modo
paulatino y adquieren, a la vez, mayor especificidad y especialización funcional.

En lo biológico, los distintos órganos sensoriales y el desarrollo mismo del sistema nervioso, muestran
notoriamente un progresivo evolucionar diferenciado y especializado; por ejemplo, motricidad y
coordinación viso-motriz.

En lo psicológico, el desarrollo de un individuo se manifiesta en la creciente complejización de sus diversas


formas de comportamiento cognitivo, afectivo y social; por ejemplo, las emociones que en las primeras
etapas de la vida se remiten a tres grandes formas escasamente moduladas (rabia, temor y alegría),
adquieren sutiles expresiones intermedias a través de una creciente modulación socialmente condicionada.

Por otra parte, todo sistema social sigue la deriva que las contingencias con su entorno le demandan,
debiendo recurrir a modos crecientemente más específicos y diferenciados de respuesta según transcurre el
tiempo, pues de lo contrario, la viabilidad global del sistema como conjunto se vuelve gradualmente más
frágil, en tanto no cuenta con formas de comportamiento suficientemente afinadas para responder a la
diversidad de requerimientos que el entorno le plantea. Por ejemplo, en la actualidad es tal la cantidad y
diversidad de información existente, que ninguna organización o persona, puede pretender el manejo
completo de ella. Las personas se especializan, las organizaciones incorporan especialistas.

En el plano conyugal, se ha mostrado (Altrocchi, 1959) que los sistemas interaccionales que se mantienen en
el tiempo, son aquellos que logran pasar de una relación inicial predominantemente simétrica
(indiferenciada), a otra forma en que prima una conducta complementaria (diferenciada) entre los
miembros de la pareja. En una perspectiva familiar, lo que inicialmente es una dupla de personas más bien
igualitarias en su comportamiento, evidencia la necesidad de diferenciarse con la sola llegada del primer
hijo; de allí en adelante, las múltiples demandas intra y extra-familiares, requieren de repuestas diversas de
todos y cada uno de sus miembros, más que de una sola conducta corporativa e invariable.

Esta misma propiedad es la que se expresa dramáticamente en el contexto de la Terapia Familiar, cuando se
está frente a lo que se ha denominado el 'paciente índice' o 'designado', entendiéndose que aquél, ha
asumido la función de 'regular' el sistema (de un modo problématico/doloroso) ante la falta o
imposibilidad de otra opción familiar.

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1.2.4.5 Equifinalidad.

Esta característica de los sistemas alude a la posibilidad de éstos de arribar a un mismo estado final, aun
habiéndose constituido en condiciones iniciales distintas y habiendo seguido cursos de acción diferentes.

En los sistemas con retroalimentación, los resultados o alteraciones del estado del sistema luego de
transcurrido cierto tiempo, no están determinados por las condiciones iniciales, sino por la naturaleza
misma del proceso. De esta forma, idénticos resultados pueden tener orígenes muy diversos; aquellos son
independientes de las condiciones iniciales.

En la interacción humana, el comportamiento de las personas no está determinado por su origen y sólo
adquiere sentido en el contexto en que se produce. La conducta no es el resultado de causas particulares,
sino una parte integrada de un sistema global en curso.

El concepto de equifinalidad trae como implicancia el hecho que no es necesaria una hipótesis intrapsíquica
(en última instancia imposible de verificar) para explicar el comportamiento humano, sino que ésta se
puede obtener a partir de la observación y la descripción de la interacción, de la comunicación y las
relaciones observables entre las distintas partes de un sistema.

Típicamente, por ejemplo, el 'síntoma' o 'conducta problema' en la familia constituyen sólo un fragmento
de un arco o patrón más amplio, pero cuyos efectos pragmáticos alteran todo el sistema del cual ese
síntoma o problema forma parte.

Una implicancia significativa de este principio para la psicología radica, entonces, en que es posible explicar
el comportamiento de un sistema por el estado actual en que se encuentra y, por lo tanto, la búsqueda de
causas deterministas en el pasado, se hace innecesaria.

1.3 CIBERNETICA.

1.3.1 Antecedentes históricos.

La palabra 'cibernética' proviene del griego kybernetike, que significa piloto/timonel y, literalmente, arte de
gobernar o comandar. Platón la utilizó en La República para referirse al arte de dirigir una nave y a la vez
de comandarla. Según Keeney (1987), que la palabra original se refiera tanto a la naútica como al control
social, señala que ella se ocupa no sólo de los actos instrumentales, sino también de las personas mismas
que los realizan.

El matemático Norbert Wiener, trabajando en el área de la Ingeniería durante la Segunda Guerra Mundial,
estudiaba la conducta de tiro de los cañones anti-aéreos, enfrentado al problema que la velocidad de los
aviones había aumentado considerablemente desde la Guerra anterior, lo cual hacía que los cañones fuesen
inoperantes si no se contaba con un dispositivo que permitiese la auto-corrección de la trayectoria del
proyectil, una vez que éste ya había sido lanzado. Así, Wiener desarrolló y formalizó matemáticamente el
mecanismo de retroalimentación 2.

2 G. Bateson estuvo en el umbral de lo que más tarde Wiener formalizaría como Cibernética. Él reconoció en las
exposiciones de Mc Culloch y Bigelow en las Conferencias Macy de 1942, el concepto de feedback negativo que le había
faltado (Bateson, 1976, pag.9). En efecto, en 1936 --aunque sin utilizar el término-- había descrito el feedback positivo, al
explicar las posibilidades de ruptura y mantención de la estabilidad de los sistemas sociales mediante acoplamientos
entre lo que llamó cismogénesis simétrica y cismogénesis complementaria (Winkin, 1982, pag. 35).

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Fue Wiener quien introdujo el uso del término Cibernética, para referirse a un cuerpo teórico todavía
incipiente, que agrupaba un conjunto de trabajos referidos a analogías entre máquinas, seres humanos y
modelos globales de sociedad y definió esta naciente disciplina (1948), como "la ciencia del control y la
comunicación en sistemas complejos (computadoras, seres vivos)".

Por su parte, la Teoría General de Sistemas fue formulada y formalizada como tal en 1956 por Ludwig von
Bertalanffy, pero como producto de un trabajo previo de casi 30 años, durante los cuales él fue haciendo
sistemáticos aportes orientados en igual sentido. En ese mismo período surgieron muchas otras
proposiciones teóricas en diversos campos científicos, las cuales también pueden entenderse con propiedad
como teorías de sistemas, en tanto corresponden a enfoques en los que predominan los aspectos
relacionales entre los componentes de los fenómenos estudiados, a la vez que se enfatiza el carácter de
totalidad de ellos, amén de otras correspondencias con la noción de 'sistema' de Bertalanffy.

Las convergencias conceptuales, la utilización recíproca de términos, incluso la sobreposición de nociones e


ideas fundacionales entre la Cibernética y la Teoría General de Sistemas, desarrollada desde la biología por
von Bertalanffy, dieron origen a un cuerpo teórico amplio y a la vez ambiguo en sus delimitaciones, que
desde su conformación misma, se ha denominado globalmente como "sistémica".

Hay algunos equívocos que se originan a partir de la circunstancia --ya enunciada-- que tanto la Teoría
General de Sistemas como la Cibernética, se desarrollaron en forma paralela y casi simultánea en los
tiempos iniciales; esto ha derivado en que la distinción entre ambas no siempre sea lo suficientemente clara
y que, de hecho, se aluda a ellas (y a sus relaciones) de una manera un tanto confusa.

1.3.2 Desarrollo y etapas de la Cibernética.

Como ya fue señalado, las primeras investigaciones cibernéticas aplicadas se realizaron en el ámbito de la
cohetería durante la Segunda Guerra Mundial; aplicaciones posteriores la llevaron al campo de la robótica y
la inteligencia artificial. Sin duda que el concepto de feedback --como proceso autocorrectivo del operar de
los sistemas-- tuvo significativa incidencia en ese quehacer inicial, así como resultó crucial para sus
posteriores aplicaciones en otras áreas de conocimiento. De hecho, lo que pudiera no haber sido más que un
logro tecnológico en un campo específico --el de los sistemas artificiales--, mostró también ser de utilidad
para la comprensión de los sistemas biológicos, naturales. Al mismo tiempo, sugirió prontamente gran
potencialidad para su aplicación ampliada a sistemas sociales.

Según Pakman (1991), cuando los cibernetistas se percataron que la noción de 'circularidad' traía consigo
muchas consecuencias, esta nueva disciplina desarrolló un lenguaje interdisciplinario por naturaleza y su
red conceptual se amplió significativamente. El examen esas consecuencias muestra por ejemplo, que:

a) la idea de circularidad hace que la noción de causalidad incluya ahora no sólo la 'causa efficiens'
actuando desde el pasado, sino también la 'causa finalis' actuando desde el futuro. Además cuando en una
secuencia a-b-c-d, ésta última (d) vuelve sobre la primera (a) se generan dos niveles distintos y simultáneos
de causalidad: uno, en que puede distinguirse una cadena lineal-secuencial de elementos causales actuando
desde el pasado al futuro, y otro, en que la distinción puede ser hecha sobre el conjunto como tal, cerrado
sobre sí mismo, autónomo en relación al medio y con un propósito en el futuro, lo cual hace que se
manifieste una 'endocausalidad' que opera en un nivel distinto al de los elementos causales descritos antes.
Esto hace que el sistema estimulado 'desde fuera', no responda sólo en base a dicha perturbación, sino que
también lo haga en virtud de aquello que el sistema --en tanto conjunto-- tiene como propósito, lo cual
corresponde a una causalidad actuando 'desde dentro'.

b) al unir circularmente los componentes, generando el propósito o dimensión teleológica del sistema, se
establece la diferencia medular entre la Física y la Cibernética: el enlace circular de los elementos no
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establece sólo un circuito retroalimentador energético-material, sino más allá de aquello, la posibilidad de
procesos de información y organización de ésta.

c) en los sistemas explicables en términos de circularidad, la historia juega un papel significativo; hay una
acumulación de eventos pasados (información previa) que acota el sistema, determinándolo histórica y
estructuralmente.

d) la noción de circularidad trae consigo la de 'regulación', la que a su vez complejiza la noción de control;
es decir, regular implica generar niveles de meta-estabilidad y no imponer un opción directa y predecible.
Implica más bien establecer rangos de oscilación posible dentro de los cuales los componentes del sistema
pueden rehacer permanentemente su organización.

De este modo, la Cibernética se encontró en condiciones apropiadas para manejarse no sólo con máquinas y
sistemas artificiales, sino también con sistemas biológicos. Desde la década del 30, Bertalanffy había venido
buscando leyes que resultasen aplicables a todos los sistemas, a fin de formular una teoría general para
éstos, independientemente del tipo de componentes que tuvieran. Esto explica las sobreposiciones entre
ambas disciplinas durante varios años de sus respectivos desarrollos; sin embargo, la Cibernética tuvo una
acelerada evolución en las dos décadas siguientes a la formalización de Wiener, mientras que la Teoría de
Sistemas permaneció más ligada, hasta ahora, al ámbito de la ingeniería, la administración y los sistemas
artificiales. Durante dicho proceso evolutivo son distinguibles etapas y momentos particulares que a
continuación se describen en sus aspectos diferenciales.

1.3.2.1 Cibernética de Primer Orden.

La Cibernética se constituye con Wiener en el mundo matemático y vinculada a la ingeniería en


comunicación y a las ciencias de la computación; la premisa de fondo en este momento, es que el sistema
observado es independiente del observador.

En esta etapa inicial de la Cibernética son distinguibles a la vez, dos momentos evolutivos: el que se acaba
de describir, que tiene lugar con el advenimiento mismo de esta nueva ciencia y que se denomina
Cibernética de Primera Onda y otro posterior, a fines de la década del sesenta, que da origen a la llamada
Cibernética de Segunda Onda.

Durante el primer período de esta etapa se presta atención principal a la retroalimentación negativa y al
modo en que los sistemas mantienen su organización. Desde esta perspectiva, se enfatiza el estudio de la
entropía y los procesos de feedback que la contrarrestan y detienen temporalmente. Esta tendencia a la
desorganización es colocada como aspecto central de las relaciones entre hombre/máquina y su ambiente,
lo cual hace que los procesos de comunicación y regulación --en cuanto intercambio de información--,
resulten cruciales para el ajuste entre ambas partes. Al re-ingresar al sistema la información acerca de los
resultados o consecuencias que ha tenido la propia operatoria o conducta de éste en su entorno, esos
mismos datos pueden ser empleados para las acciones futuras del sistema, lo cual hace que la operatoria
general del sistema se haga más precisa y más estable.

De acuerdo a las concepciones de la Cibernética de Primera Orden, Primera Onda, los sistemas cibernéticos
son sistemas abiertos a la incorporación de energía/materia o información proveniente del exterior, actúan
en respuesta y concordancia con su entorno y tienden fundamentalmente a la preservación de su
estabilidad. En este período se enfatiza el estudio de los procesos constrictivos (de mantención) y el
desarrollo de conceptos tales como homeostasis, morfostásis, reglas y auto-corrección. Durante el segundo
período de esta primera etapa el foco de atención se desplaza hacia la retroalimentación positiva y los
procesos de cambio en los sistemas.

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Comunicación en Terapia Familiar Sistémica. Bosquejo de una epistemología cibernética.
Universidad de Valparaíso-Editorial. 1995.

En concordancia con este énfasis, el interés se centra en los procesos que amplifican las diferencias y la
desviación del estado estable del sistema, es decir, en aquellas operatorias que dan origen a estados nuevos
y formas diferentes de las anteriores; modalidades morfogenéticas como la diferenciación, la expansión, la
acumulación progresiva de diferencias, etc., pasan a ser el centro de atención de los investigadores
cibernéticos.

M. Maruyama (1963), afirma que hay sistemas en que la participación de procesos de retroalimentación
positiva es visible y no poco frecuente. De hecho sus planteamientos y aportes enriquecen notoriamente las
posibilidades descriptivas acerca de los sistemas sociales. Fenómenos de cambio económico como la
acumulación de la riqueza en el capitalismo, de cambio político o religioso como las revoluciones, de
cambio psicológico como la psicotización o la psicoterapia, o de cambio social, como el racismo y las
migraciones, pueden ser complejizados y explicados de manera más acabada que sí se considera sólo la
estabilidad y la retroalimentación negativa.

El mecanismo común a estos fenómenos pareciera incluir, de distintas maneras, procesos causales mutuos
de amplificación de desviación, es decir, de feedback positivo. Si se considera que éstos son procesos de
'diferenciación', se entiende entonces que los sistemas de cualquier orden --incluso biológicos-- siguen una
deriva que no está pre-determinada en un particular punto de inicio, sino que va siendo determinada
momento a momento en la interacción misma. El estado particular de un sistema en un instante específico,
resulta explicable por la acción de procesos que amplían diferencias, sobre un fondo también necesario de
invariabilidad. Durante este período entonces, los quehaceres de la Cibernética estuvieron más vinculados
a la noción de cambio y orientados a desarrollar y formalizar conceptos tales como desbalance,
morfogénesis, escalada, amplificación, divergencia, etc.

La Cibernética de Segunda Onda, claramente complementaria con la anterior, proveyó la contraparte


imprescindible para tener una descripción más integral respecto del modo en que los sistemas responden a
las contingencias y manejan sus estados. De allí en adelante, 'estabilidad' y 'cambio' pudieron ser
entendidos y conceptualizados como dos momentos de un mismo proceso, que al igual que el equilibrio de
una malabarista sobre la cuerda floja, no puede ser explicado sin considerar que él logra mantenerse estable
sobre su precario soporte, sólo en virtud de casi imperceptibles, pero permanentes, cambios de posición.

1.3.2.2 Cibernética de Segundo Orden.

En 1958 se creó el Laboratorio de Computación Biológica en la Universidad de Illinois, Urbana, que von
Foerster dirigió desde ese año, hasta su retiro en 1976. Probablemente, por allí pasaron los pensadores más
fecundos ligados a esa área del conocimiento, H. Maturana entre ellos. Durante dos décadas, von Foerster y
sus colaboradores propiciaron y desarrollaron investigación basada en principios cibernéticos, pero
orientada principalmente hacia el fenómeno del conocer y los distintos modos de organización del sistema
nervioso en seres humanos y seres vivos en general, más allá de las aplicaciones al ámbito de la ingeniería,
la computación y la física.

El interés inicial de los cibernéticos por diseñar sistemas, dio paso al interés por entender aquellos sistemas
que no habían sido creados por ellos, sino que les antecedían en su constitución, como por ejemplo, seres
vivos --incluidos los humanos-- y sistemas sociales. Dichos sistemas comparten la característica de ser auto-
organizadores, propiedad que hace que las nociones de autonomía (regulación por reglas propias y
posibilidad de modificarlas) y autorreferencia (posibilidad de una operación cualquiera de tomarse a sí
misma como objeto de su propia operatoria), pasen a ocupar un lugar preponderante en la comprensión de
los sistemas biológicos y sociales.

En 1974, Howe y von Foerster establecieron la distinción entre una Cibernética de Primer Orden que
supone la observación de un sistema con independencia del observador (cibernética de los sistemas

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observados) y una Cibernética de Segundo Orden, que parte del supuesto que ninguna observación puede
darse con independencia del observador (cibernética de los sistemas observantes) y asume que éste, forma
parte del proceso mismo de observar. Esta Cibernética de Segundo Orden considera principalmente el
carácter autorreferencial y recursivo de los fenómenos que se pretende describir, explicar, o con los cuales
se está operando. La realidad ya no es concebida como independiente de los supuestos del observador que
la organiza.

En una célebre conferencia dictada en la Universidad de Pennsylvania en 1974, H. von Foerster basándose
en el aforismo de H. Maturana 'todo lo dicho lo dice un observador', enlazó el observador como ser
biológicamente capaz de hacer descripciones, con el lenguaje como capacidad humana para contactarse con
otros humanos y, la sociedad como unión de a lo menos dos observadores. Estos tres componentes
entrelazados configuran un sistema cerrado e interdependiente, que no permite (ni hace necesario)
establecer cuál de ellos fue primero o es más importante. Esa misma conferencia dio origen después al
artículo 'Cibernética de la Cibernética' y se lo considera la propuesta original de von Foerster acerca de la
Cibernética de Segundo Orden.

A partir de datos neurofisiológicos, von Foerster da cuenta del fenómeno visual humano del 'punto ciego'
que hace que los humanos 'no veamos que no vemos', esto es, que habiendo una parte de nuestro campo
visual en el que no tenenos visión, no percibimos allí un agujero o mancha negra como sería esperable. Von
Foerster denomina a este fenómeno 'ceguera de segundo orden'.

El paradigma tradicional en ciencia, indaga en los objetos y los observa como si sus propiedades o
características estuvieran 'allí afuera', en los objetos mismos, y eso representa --según von Foerster-- otra
expresión de ceguera cognoscitiva propia de nuestra civilización occidental: la que ha dado origen a la
noción de objetividad.

En el quehacer científico esta idea rectora se manifiesta en la regla básica: las propiedades del observador no
deben entrar en la descripción de sus observaciones. Al examinar esta proscripción, von Foerster se pregunta de
qué manera podría un observador hacer las descripciones que hace si no contara con dichas propiedades. Y
continúa ... " de allí que yo diga, con toda modestia, que proclamar objetividad ¡ no tiene sentido !. (von
Foerster, 1991, pag.91).

De este modo, cuando la Cibernética se cuestionó de manera radical el principio de la objetividad y como
disciplina se hizo la pregunta por el conocer como interrogante válida de la cual hacerse cargo, se produjo
el salto cualitativo que marcaría, en ese momento, una diferencia fundamental con la Teoría de Sistemas.
Al querer dar cuenta de algo más que la 'realidad observada', la Cibernética pasó de ser una ciencia,
(interesada en ciertos fenómenos) a ser una epistemología, (interesada en el fenómeno mismo del conocer,
en sus limitaciones y posibilidades).

1.3.3 Los senderos de una nueva epistemología.

G. Bateson y M. Mead, ambos antropólogos, fueron los precursores de estas ideas en el campo de la
Ciencias Sociales. A través del primero de ellos, pasaron al campo de la psiquiatría y la comunicación
(Bateson & Ruesch, 1951) y se desarrollaron después en el campo de la Terapia Familiar Sistémica desde los
años 60 en adelante, a partir del trabajo inicial del llamado Grupo de Palo Alto en el Mental Research
Institute de California.

Según L. Hoffmann (1985), Bateson no sólo era un científico, sino que tenía una gran capacidad de
visualizar anticipadamente eventos que el resto de la gente ni siquiera sospechaba. " Ya en 1970, Bateson
había llegado a ser algo así como un 'cruzado' para la integridad de la biosfera. El comenzó a hablar más y

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más acerca de los peligros del pensamiento lineal-no holístico y de los errores epistemológicos involucrados
en las nociones de control y poder" (pag. 1).

En sus distintos planteamientos epistemológicos, Bateson prioriza de manera reiterada la forma por sobre la
materialidad o la acción de 'fuerzas' (término que denota y connota una concepción físico-mecánica) y hace
preponderar la comunicación por sobre la energía, apuntando esencialmente a la búsqueda de las 'pautas
organizativas' de los fenómenos en estudio. También señaló tempranamente (1951) el fenómeno de la
'puntuación' que hace cada persona respecto de las situaciones en que participa. Ahí ya estaba implícita su
idea de la epistemología como una 'estructura de carácter' (u observador participante), que entra en juego
toda vez que una persona cualquiera interactúa con otra. Bateson fue un precursor del uso de la teoría de
los tipos lógicos de Whitehead y Russell en Ciencias Sociales y la empleó como un instrumento para
describir la comunicación y la interacción humanas, modificando el sentido inicial que sus propios
creadores le dieron, esto es, como un recurso para eludir o proscribir las paradojas.

En su libro póstumo (1979), fue más explícito aún respecto del modo en que él visualizaba y concebía para
ese entonces la idea de 'tipificación lógica', señalando que "... cuando ésta es trasplantada de los reinos
abstractos habitados por los filósofos, matemáticos, al alborotado mundo de los organismos, toma una
apariencia bien distinta. En vez de una jerarquía de clases, tenemos ante nosotros una jeraraquía de órdenes
de recursividad" (p. 179).

Cuando M. Mead y H. von Foerster (1968, 1974) comenzaron a hablar de Cibernética de la Cibernética, se
referían a una disciplina que tomaba rumbos epistemológicos al girar sobre sí misma e incluir conceptos de
segundo orden, es decir, conceptos con capacidad autológica o autorreferencial. A partir de ese
movimiento las preguntas cambiaron, centrándose en la búsqueda de explicaciones acerca de la propia
operatoria cognoscitiva del observador. En otras palabras -al decir de von Foerster-, se hizo necesaria una
teoría del observador, que debía ser biológica, lingüística y social a la vez.

Como ya se ha enunciado, el advenimiento de las nociones de segundo orden transformó la tarea científica
de la Cibernética en una práctica epistemológica, al hacerla focalizarse en la exploración de los procesos
mismos con que el ser humano intenta conocer su mundo. De manera análoga y en consecuencia, la
Psicología y su quehacer terapéutico comenzaron a verse afectados por esta nueva concepción desde
mediados de los años ochenta.

La Terapia Familiar, particularmente ligada desde sus inicios a los desarrollos de la Teoría de Sistemas y la
Cibernética, y a la vez como ha dicho Sluzki (1991) " ... siempre a la búsqueda de nuevos modelos para
enriquecer su vocabulario, de nuevos paradigmas para difundir su visión y, tal vez de nuevos íconos para
adorar ...al menos por un tiempo" (pag.9), ha mostrado una rápida resonancia de estas ideas en sus
prácticas, según ellas han ido emergiendo en este nuevo campo, vasto y fascinante a la vez.

Algunos aspectos que podrían ser de más ostensible implicancia teórica y epistemológica para la Psicología,
se delinean a continuación. Otros que tienen que ver con el ámbito de sus aplicaciones en el campo
específico de la Terapia Familiar se describen más detalladamente en el capítulo V.

1.3.4 Hacia una epistemología cibernética para la psicoterapia.

Al igual como las nociones de segundo orden modificaron radicalmente el quehacer de la Cibernética,
cuando dichas nociones se asumen en el ámbito de la Psicología cambian de manera sustancial el ejercicio
psicoterapéutico, configurándolo como una actividad con fuerte connotación epistemológica. Las relaciones
entre Cibernética y psicoterapia se redefinen sustancialmente; ya no se trata de un nuevo modelo
intermedio basado en ciertas conceptos teóricos particulares, sino de un referente epistemológico general (que

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incluye planteos acerca de realidad, verdad, objetividad y acerca del proceso mismo de conocer), a partir
del cual se puede generar una diversidad de nuevas herramientas técnicas y conceptuales aplicables a la
psicoterapia. Esta postura epistemológica global de segundo orden, es lo que se ha resumido y difundido
con el término de constructivismo

Desde una perspectiva constructivista, resulta inevitable preguntarse cómo emergió la realidad en la que se
participa; ante cualquier observación, descripción o prescripción, el terapeuta de segundo orden se
preguntará por el proceso que generó dichas distinciones y al mismo tiempo asumirá que hay otras
alternativas posibles, al menos potencialmente. Al mismo tiempo, una parte esencial de la práctica
psicoterapéutica pasa a estar en la capacidad del terapeuta para meta-posicionarse y abrirse
permanentemente a nuevas posibilidades de entendimiento, revisión, valoración, alternativas de solución
etc., en conjunto con quienes le han consultado.

Desde esta posición, el terapeuta ya no es más alguien que describe el sistema desde fuera, sino alguien que
construye un sistema (terapéutico) del cual él también es parte activa; más aún, él sólo puede emerger como
tal mediante dicha participación, al mismo tiempo que la viabilidad y efectividad de esa relación,
dependerá del modo en que todos los participantes en dicho sistema se acoplen en pos de su propósito
común.

El campo psicoterapéutico se complejiza al dejar de ser el terapeuta alguien que habla de un sistema
externo a él y, por lo tanto, descriptible con 'objetividad', para pasar a considerar las propias limitaciones,
restricciones y determinantes de su 'hablar acerca del sistema', así como para operar promoviendo una
revisión de las premisas invisibles que limitan, restringen, y determinan, lo que los pacientes dicen acerca
de los sistemas en que participan. De igual modo, actuando desde una perspectiva de segundo orden el
terapeuta se abocará menos a desentrañar la verosimilitud de la realidad en que encuentra y más a
promover realidades que contengan menos restricciones para los consultantes dentro del dominio que ha
sido definido, con ellos, como problemático.

La perspectiva de segundo orden invita y empuja a la búsqueda permanente de nuevos contextos,


escenarios, marcos, galerías, encuadres, etc. para la conversación, con la sola acotación --ni más ni menos-de
las restricciones que impone la capacidad humana para operar más allá de ciertos niveles de complejidad
(meta-meta-posición). Evidentemente, este tipo de ejercicio sólo puede hacerse incluyendo la mirada de los
otros participantes. Esta manera de afrontar el quehacer terapéutico proporciona un medio para abrir paso
a la curiosidad y hacer espacio a la aparición de nuevas visiones; para tantear caminos inexplorados e
invitar a la novedad y a la diversidad a sentarse en la mesa de conversaciones en que, consultantes y
consultados, buscan una nueva forma de 'construir la realidad', que pueda ser menos problemática o
dolorosa de lo que era antes de empezar a dialogar.

El establecimiento de un nexo recursivo entre observador, lenguaje y sociedad, que se ha señalado


previamente, muestra un aspecto distintivo de la mirada cibernética sobre los sistemas y debiera llamar la
atención de los que están en el campo de la psicoterapia, a lo menos en dos sentidos: 1) por una parte, pone
de relieve que lo central del planteamiento cibernético es el vínculo, la pauta, la organización, y que las
localizaciones cerebrales, las dinámicas químicas de los neuro-trasmisores, las interacciones lingüísticas o
los modos y estilos de convivencia, presentan cada uno su propia organización y, al mismo tiempo, ciertos
nexos de continuidad descubiertos o por descubrir, más que dicotomías o categorías analíticas
independientes, 2) por otra, al reconocer las propiedades y limitaciones del acto biológico de conocer, la
práctica básica de la psicoterapia (de segundo orden) pasa necesariamente por un mirarse a sí mismo del
terapeuta a través de la conversación con quienes le consultan y de su (eventual) interacción con otros
sistemas involucrados en el caso (profesionales derivantes, servicios de asistencia social, co-terapeutas,
asesores tras el espejo, etc.), con vistas a examinar y trascender las limitaciones del propio mirar/operar.

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Una de las posibles formas contribuyentes a este propósito, sugiere que el terapeuta se comunique con los
consultantes, siguiendo un procedimiento abductivo, es decir, un estilo de dialogar que no considere las
narraciones de éstos sólo como un caso particular de algo más general (deducción), ni establezca
apreciaciones generales a partir de un relato o situación particular (inducción), sino que se realice
moviéndose siempre dentro de un mismo nivel lógico (Pakman, 1991).

Es pertinente señalar en relación a este punto, que no se pretende una malentendida igualdad entre el
terapeuta y quienes consultan, porque de hecho ambos tienen propósitos y expectativas diferentes en torno
al motivo que los convoca; al mismo tiempo, existen también atribuciones sociales que definen de distinta
manera el papel que cada uno ha de jugar en ese encuentro. De lo que se trata --y ha sido señalado ya en
otro lugar-- (Demicheli, 1991), es de cómo maneja el terapeuta esa diferencia socialmente asignada y
establecida.

Todo participante en una interacción (de cualquier tipo o naturaleza), puede realizar (y de hecho lo hace)
puntuaciones propias y particulares acerca de su participación en dicha interacción. Puede hacer lo mismo
en relación a el/los otro (s) interactuantes y también respecto de la situación global en que ambos/todos
toman parte.

Dicha perspectiva individual fue comparada por Bateson (1979) con la visión monocular, estableciendo la
analogía con los ojos, al señalar que al igual como en el funcionamiento de éstos, en donde la visión
binocular (amplia del conjunto) se obtiene por la participación de ambos, la perspectiva relacional sólo es
posible cuando se funden las versiones de las dos partes en proceso.

Del mismo modo en que un consultante se halla restringido para mirar la situación que lo aproblema de un
manera distinta que le resulte liberadora, la biología de la percepción nos ha mostrado que el terapeuta --al
igual que quienes le consultan-- no puede distinguir entre ilusión y percepción y no tiene ningún acceso
privilegiado a 'cómo las cosas son en realidad', sino que es otro humano con iguales restricciones, sólo que
en otros ámbitos y momentos. De allí la importancia de la exploración auto-referencial respecto del proceso
(terapéutico) mismo en que se participa, entendido éste como un espacio donde co-construir con los
consultantes versiones alternativas 'pertinentes', desde un punto de vista ético, estético y pragmático.

Pakman (1991) ha propuesto interesantes referentes para evaluar dicha pertinencia en la construcción de
realidades psico-terapéuticas alternativas: en lo ético, que la terapia promueva un contexto que salvaguarde
la autonomía de cada participante, de manera que cada cual pueda definir sus propósitos sin imposiciones
desde ni hacia los demás. En lo estético, que la terapia constituya un dominio que resguarde la trivialización
de la experiencia humana, permitiendo revalorizar sus aspectos distintivos y originales. En lo pragmático,
que la terapia genere posibilidades efectivamente nuevas y diferentes de entendimiento y/o acción en aquel
espacio consensualmente definido como problemático para los consultantes.

La generalidad de los intentos explicativos en psicología y en psicoterapia se han basado en descripciones


simples; es decir, en pretender la explicación del conjunto, en base a alguna de las mitades que configuran
las pautas amplias de relaciones.

Keeney (1987), ha señalado que la doble descripción es una herramienta epistemológica fundamental, en
tanto permite generar y/o distinguir diversos órdenes de pautas. Son los contextos de la acción --dice este
autor siguiendo a Bateson--, los que determinan la forma en que se conectan las acciones simples en la
organización social, es decir, el modo en que las manifestaciones de unos individuos se ordenan en el
tiempo, frente a las manifestaciones de otros individuos (pag. 54).

Si se siguen estos planteamientos se bosqueja clara la necesidad que no sólo la psicoterapia, como un
quehacer específico, sino que la Psicología, como disciplina científica, tienen de contar con una

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epistemología que considere la participación del observador en sus observaciones y los procesos recursivos
entre los distintos niveles de significación y acción social en que transcurre la vida humana.

En concordancia con Keeney (1987), se propone aquí que dicha epistemología ha de estar basada en
nociones cibernéticas, en el sentido de priorizar la observación de la pauta más amplia y la recursividad que
constituye a todo proceso como tal. Y se agrega que dicha manera de observar ha de incluir los
fundamentos biológicos del conocer humano que han propuesto Maturana y Varela (1984) y la reflexividad
propia de los procesos de comunicación e interacción social postulados por Pearce y Cronen (1980).

De alguna manera, este conjunto de principios rectores acerca de la capacidad humana de auto-observarse
y sus raíces biológicas, así como la consideración de los procesos recursivos y de la reflexividad en los
procesos de comunicación/interacción humana, pueden apreciarse en lo que aquí se propone denominar
Enfoque Reflexivo en Terapia Familiar Sistémica (capítulo V); dicha modalidad de trabajo psicoterapéutico,
parece constituirse como una forma suficientemente coherente de psicología aplicada, que emerge desde el
tipo de premisas epistemológicas antes referidas.

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