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Ética y Estética

Universidad Católica del Norte - Brandon Urzúa - Sebastián Macías - Paralelo 2

La ética, es definida como la capacidad que se tiene de obrar libremente, de tomar


decisiones y enfrentar acciones de una forma determinada, por otra parte, la
estética se relaciona con la esencia y la percepción. Si se da una mirada a estas
definiciones, se puede percibir como la ética y la estética están relacionadas. Aquí,
se expondrán los pensamientos de ciertos filósofos que hablaron o mencionaron en
sus escritos la relación entre la ética y estética. Se opinará sobre sus posturas y
éstas mismas serán criticadas en base a lo que se piense de ellas. El análisis
comenzará con René Descartes, seguido de David Hume y concluirá con Immanuel
Kant. Durante el transcurso del ensayo, no se dejará de lado a un filósofo al ver otro,
se conectarán sus postura entre ellos y también serán vinculadas con filósofos de la
antigua Grecia.

La ética según Descartes: Descartes le concede gran importancia a la ética, ya


que el hombre, además de ser un “ser pensante”, vive el día a día y necesita tener
criterios morales. Gracias a dichos criterios, el ser humano es capaz de actuar
correctamente y lograr la felicidad, en la medida que esta sea posible para la vida
humana.
René, en su búsqueda por la ética definitiva, redactó una moral provisional, la cual
se fundamenta en tres reglas provisionales: En la primer regla, Descartes plantea la
obediencia a las leyes y el seguimiento a las costumbres, conservando la religión
tradicional, ateniéndose en todos los asuntos a las opiniones más moderadas y
alejadas de los excesos. Esto es importante, ya que puede ser aplicado hasta el día
de hoy, debido a que se sigue viendo la proliferación de personas que van
encaminadas hacia el extremismo ideológico. Descartes escribió la primera regla
fuertemente influenciado por el período en el que vivió, el cual fue marcado por
guerras ocasionadas debido a conflictos religiosos. La segunda regla nos dice que
una vez tomada una decisión u opinión propia, uno debe ser fiel y constante a ésta,
como si fuese la más cierta, aún cuando se llegue a dudar de dicha opinión o
decisión en ciertas ocasiones. Básicamente, tenemos que encargarnos de mantener
nuestra verdad, ya sea política, cultural, religiosa, etc. Debemos mostrar a los
demás que nuestra postura es más cercana a alcanzar la verdad. La tercer regla,
plantea que siempre hay que intentar autosuperarse y que es preferible cambiar
nuestra propia visión del mundo, antes que cambiar el orden de este para nuestro
beneficio, ya que nada está en nuestro poder, excepto nuestros propios
pensamientos. La última regla apunta a que no podemos ni debemos poner nuestra
felicidad en aspiración y deseos que están fuera de nuestro alcance, debido a que
cada persona, mediante la razón, debe analizar con claridad lo que es posible y lo
que no, pues solo de este modo podrá ser feliz.
A nuestro parecer, la filosofía cartesiana tiene bastantes falacias, lo cual ha sido
discutido en los años venideros a su época por otros filósofos, tales como Kant,
Voltaire, Robespierre, entre otros. Una de estas falacias que encontramos es la de
las multiplicidades del “yo”, ya que si yo existo y pienso, seguramente mis pares
deben hacer lo mismo, pero no está cubierto por el racionalismo de Descartes. Esto
crea un problema en que nosotros mismos estamos asegurados como existentes,
pero no podemos asegurarnos de que un “Tú” exista, ya que no podemos entrar a la
consciencia del otro y ver si razona como nosotros. Entonces si yo existo y tú no
existes, deja la pregunta de si serviría de algo la ética en alguien que no existe
realmente. Crea un problema de lógica que derriba las bases del valor de otro ser
humano. También se encuentra otra falacia en el lugar que ocupa la memoria en
sus sistema de pensamiento, porque la memoria no es un sentido ni tampoco es el
consciente, y bajo su método tenemos que dudar de todo, pero, ¿qué conseguimos
con dudar de la memoria?, si dudamos de ésta, su base matemática entera también
se fragmentaria, ya que comenzamos a dudar de dos más dos. En cuanto a la ética
de René, no está tan desarrollada como su pensamiento metafísico. El pensamiento
de Descartes es bastante conservador, lo cual llega a ser entendible que sea de
dicho modo, sabiendo su contexto. Por último, para alguien que dice que dudemos
de todo, llamar a la inacción lo vemos bastante contradictorio.

La ética según Hume: La teoría ética de Hume es llamada “emotivismo moral”, la


cual va en contra de lo que dice el racionalismo. Lo que plantea David sobre la ética
es que ésta no se encuentra en la razón, sino en los sentimiento que nos transmiten
ciertas acciones, como por ejemplo cuando comemos un alimento caducado, que
nos genera un rechazo inmediato y lo atribuimos a algo malo.
Hume propone que el conocimiento de los hechos nos muestran como son los
hechos, no como deben ser, ¿a qué se refiere esto?, indica que la moralidad no se
ocupa del ámbito del ser, sino del deber ser, este no pretende describir lo que es,
sino prescribir lo que debe ser. Sin embargo, de la simple observación y análisis de
los hechos no se podría deducir nunca un juicio moral, lo que “debe ser”. Para
explicar de mejor forma esto, pondremos un ejemplo del ser y el deber ser: Es
sabido que si no se riega una planta, ésta acabará muerta por falta de agua, por
tanto, para evitar que ocurra eso, la planta debe ser regada de vez en cuando.
Basándose en la teoría de Hume, aquí habría una falacia, ya que la conclusión no
se sigue de la premisa. No hay nada en el hecho de que una planta se muera sin
agua que nos lleve a concluir que debamos regar dicha planta. Lo primero vendría a
ser un hecho (ser), y lo segundo sería una norma (debe ser). No hay conexión
alguna entre ambos, por ende, sin el ser de los hechos, no se podría derivar el
deber, significa que el deber no sale de la razón, que es la que conoce los hechos.

Una problemática fundamental que encontramos en el “Emotivismo Moral” de Hume,


es que rápidamente su moral se vuelve relativista una vez que uno la analiza, ya
que se basa en sensaciones, y estas varían entre persona y persona. Una persona
quizás tiene arranques de ira y se siente bien cuando la descarga en otros, o
alguien tiene cleptomanía y siente satisfacción de robar las pertenencias ajenas.
Hume trata de excusarse explicando que hay satisfacciones que son comunes en
todos los hombres, pero está el gran problema, la experiencia, la base principal de
Hume, demuestra que existen personas con este tipo de moral, y no hay una
mención de qué hacer en estos casos. La teoría ética del emotivismo también puede
conducir a muchos dilemas morales, ya que basa la valoración ética de una acción
en los sentimientos que nos provoca la contemplación o el pensamiento de ese
acto. Imaginemos el siguiente caso: tú percibes la decisión de abortar como algo
correcto moralmente, ya que antepones el derecho de la madre sobre su propio
cuerpo; en cambio, tu pareja lo percibe como algo inmoral, ya que para ella es
prioritario el derecho a la vida del feto. Es cierto que para Hume la valoración moral
no debe quedar únicamente en la apreciación personal de agrado o rechazo ante
una acción, más bien hay que abstraer los aspectos personales que pueden influir
en ella (intereses, aprendizajes culturales previos, deseos individuales, etc.), para
intentar que ese sentimiento coincida con un sentimiento universal de rechazo o
aprobación similar ante esa acción (así se trata de evitar el subjetivismo a la hora de
valorar una acción moral). Aún así, el criterio de Hume sobre abstraer las
circunstancias personales parece insuficiente.

La estética según Descartes: Aunque Descartes no escribió sobre estética como


tal, dentro de sus escritos muestra lo que piensa respecto a esto, específicamente lo
que opina sobre el mundo sensible, el cual bajo su doctrina no tiene cabida, ya que
está fuera de la razón. Lo que se puede deducir sobre Descartes respecto a la
estética, es que él la ve como algo innecesario, ya que ésta se basa en la
percepción y en los sentidos, por ende, llega a ser falible. René no llega a apreciar
la belleza en el arte, porque para él, el arte es algo externo y solo ve lo bello en lo
que es capaz de comprender, cómo las matemáticas, ya que él las entiende y
aprecia, por medio de la razón.

Descartes es un pensador anti-estético de una manera mucho más profunda que


Platón, quien, aunque proscribió el arte imitativo de la república ideal, al menos instó
a otros a defender dicho arte, en particular a Homero, a quien amaba. Incluso el
Simposio de Platón, que nos da una teoría de la belleza, comienza la escalera del
amor con la belleza física de un niño. Descartes no tiene nada de eso, se desvía de
su camino no solo para atacar los sentidos como fuentes de conocimiento, sino para
atacar la imaginación. Se podría decir que simplemente no habla de estética,
aunque sí escribió su primer libro sobre música. René no habla de estética por una
razón, porque la experiencia sensorial e imaginativa tiene muy poco valor para él.
Cualquiera que comience con "Ahora cierro los ojos, voy a detener mis oídos, voy a
ignorar mis sentidos e incluso borraré de mi mente todas las imágenes de las cosas
corpóreas ..." cuando Descartes comienza su tercera meditación elimina la
posibilidad de experiencia estética (a excepción de la experiencia de belleza en
fórmulas matemáticas). Así que por eso se puede decir tan poco de él en este
aspecto, el mismo no le da cabida, lo cual es una lástima.

La estética según Hume: La teoría estética de Hume va de la mano con la teoría


ética, ya que para él, tanto los juicios morales sobre el bien, como los juicios
estéticos sobre la belleza, se basan en el sentimiento que crean en nosotros las
acciones y obras. En este sentido, el bien y la belleza de éstas, generarían en
nosotros un sentimiento de placer, del mismo modo, el mal y la fealdad nos harían
sentir el efecto contrario. Por eso, Hume nos dice que la belleza de las cosas existe
en el espíritu que las contempla.
La belleza es una cuestión personal, una interpretación propia que cada quien hace
sobre hechos, obras o acciones. Por ello, la estética de Hume es más subjetiva que
objetiva, y a su vez, se trataría de un ejemplo de materialismo, ya que ésta consiste
en algo material, que produce placer y emociones.
El hecho de que la belleza depende de las emociones y los sentimientos, podría
situar la estética de Hume cerca del relativismo, ya que para este, la belleza
depende de cada persona y no habría criterios universales para saber lo que es
bello o feo.
A pesar de que la estética de David es más subjetiva que objetiva, él dice que hay
ciertos elementos que nos permiten tener algunos criterios objetivos para identificar
lo que es bello, por esto desarrolla la teoría del gusto. Ésta nos dice que nuestro
gusto depende de una serie de factores. En primer lugar, está el factor que se
refiere a que el gusto depende de la naturaleza (la esencia del ser humano), en
segundo lugar, la teoría dice que el gusto depende de las costumbres y los hábitos
culturales, sociales e históricos. Por último, se propone que el gusto depende de los
intereses singulares de las personas. El gusto, entonces, en base a estos factores,
sería la capacidad que tenemos para ser sensibles, y es determinada por medio de
la naturaleza, la cultura y los individuos.

En esta proposición no vemos falacias mayores, ya que a diferencia de la ética, la


cual lo sensible es falible, la estética es todo lo contrario, es el campo en que más
se puede expresar la gran gama de emociones y placeres que provoca la estética.
Su parecido al relativismo, el cual era uno de los peores jueces de ética a nuestro
juicio, se nota que funciona mejor en cuanto a los gustos, porque los gustos son
relativos según los factores que ya vimos y eso moldea un gusto objetivo para el
individuo.

La ética y estética según Kant: La actitud de Immanuel frente a la problemática


metafísica es algo ambigua, ya que, por un lado dice que no conocemos ni podemos
conocer el absoluto, porque el conocimiento humano se limita a la experiencia, pero,
por otro lado, considera al hombre un ente dotado de razón, de manera tal que lo
metafísico es pensado como una necesidad natural en el hombre. Kant busca
resolver esta contradicción a través de la razón práctica, es decir que la razón
determina la acción del hombre. Si bien, es imposible alcanzar el absoluto, tenemos
acceso a algo que se le acerca. Este contacto de aproximación se da en la
conciencia moral o la conciencia del bien y del mal, lo justo y lo injusto, lo que
debemos hacer y lo que no. La conciencia moral, es para Kant, la presencia de lo
absoluto en el hombre.
La conciencia moral manda de modo absoluto. Nos dice (dónde señala esto?): “me
conviene ser amable con él porque así evitaré problemas”, este vendría a ser un
criterio de conveniencia, mientras que, la conciencia moral diría: “debo ser amable
con él porque es mi deber tratar bien a la gente”, el mandato de la conciencia no es
determinado por las circunstancias. El deber no supone conveniencias, satisfacción
o estrategias, es un fin en sí mismo. Se podría decir entonces que en la naturaleza
no hay deber, sino tan solo suceder, una representación de esto es cuando algo
cae, por ejemplo, una piedra. Esa piedra no “debe” caer, simplemente “cae”.
El hombre no es un ser puramente racional, sino que también es sensible. Las
acciones del hombre en parte están determinadas por la razón, pero existen
también “inclinaciones” como el amor, el odio, la simpatía, el orgullo, etc. El hombre
mezcla la racionalidad y las inclinaciones, la ley moral y la imperfección subjetiva de
la voluntad humana. se podría decir que la voluntad se manifiesta en cierta tensión
con las inclinaciones, como una que se opone. En la medida que la tensión se hace
presente, la buena voluntad comienza a ser deber.

Refiriéndonos a la estética, Kant se refiere a ella mediante el juicio estético. Es el


juicio vinculado a la valoración de la belleza y su generación de placer, es
apriorístico y subjetivo. Kant, en su crítica del juicio, piensa la estética más allá de
las apreciaciones personales respecto a lo que es bello.
Lo bello para Immanuel no es ni un estado propio del objeto percibido, ni una
percepción agotada en la subjetividad de los individuos. La estética Kantiana se
aprecia en una afirmación o principio: “lo bello es el objeto de un placer
desinteresado”. Con esto queda claro que la experiencia estética no surge del deseo
ni de la expectativa de embarcarse en una sensación de agrado. La belleza no
expresa al objeto en sí mismo, no revela así un concepto universal y necesario que
determine lo bello de una cosa, sea una flor, un lago, un cuerpo, etc. El objeto que
es bello no posee explicación, es indefinible, inútil y gratuito. No es efecto de un
concepto ni de una finalidad.

En la ética de Kant podemos ver que se urge al lector a siempre hacer las cosas de
buena intención, esto lo consideramos honorable, pero hay un problema aquí. Hay
una frase que dice: “el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”,
¿A qué nos queremos referir con esto?, al hecho de que la universalidad de las
buenas acciones simplemente no es realista, no es aplicable, sería excelente si
fuera así, pero el bien usualmente se jerarquiza, el bien de nuestra familia es
usualmente más importante que el bien de un extraño. Y esto puede irse a otras
partes más “oscuras”, como el bien del estado por sobre todo, el bien de mi
ideología, el bien de mi raza. Un ejemplo de una acción que no es movida por el
deber, osea, inmoral según Kant sería cuando salvamos a nuestro hijo de que se
ahogue, no lo hacemos por deber, lo hacemos por autointerés porque es nuestro
hijo, está la paradoja de que es demasiado dualista, o es por interés o es por el
deber, según la ética de Immanuel.

En la estética Kantiana podemos apreciar, al igual que Hume, a ésta como


subjetiva, pero Kant llega a la conclusión de que “si todo el mundo fuese igualmente
desinteresado no habría diferencias en la valoración de lo bello”, lo cual volvería a la
belleza algo objetivo. Como en Hume, lo que importa de la estética es lo que te
provoca a ti como individuo, es decir, siempre es interna, nunca externa a menos de
que ocurra el caso de lo anterior dicho. Lo bello al final del día es innecesario, un
montón de cosas que pueden que sean bonitas para alguien, una mezcla de
pinturas sobre un lienzo, un par de rayaduras en un pedazo de papel, notas
musicales en cierto orden, un paisaje, todo eso solo son cosas, pero nosotros le
damos valor a cada uno de ellos, ya sea nostalgia, dolor, alegría, asombro, no hay
nadie más que dicte que es lo que vemos como bello que nosotros, eso es lo
sensible y concordamos completamente con ello.

En conclusión, se puede apreciar las diferentes posturas que fueron formándose a


través de los años en base a la ética y estética. Descartes y Hume, sin saberlo,
dieron la base a Kant para poder relacionar la ética con la estética y ser capaz de
darle un significado a estos, complementando ideas y definiciones totalmente
contrarias entre sí. Ahora bien, dependerá de uno ver cual de estas posturas se
considera mejor fundamentada y cual se escogerá para adquirirla como
pensamiento a seguir. Si bien, unas poseen una base más fuerte que otras, queda
claro que ninguna de ellas llega a ser la verdad absoluta de entre todas las posturas
que hay respecto a este tema.

El ensayo presenta la siguiente dificultad, no menor: una de las temáticas centrales


del ensayo, la ética, es presentada sin ninguna referencia bibliográfica. Esto quiere
decir, que el sistema de referencias obligatorio para la presentación del ensayo, no
existe en este texto. Esta ausencia implica una falta de veracidad de lo expuesto, es
decir, la no diferenciación clara y precisa de quién es el autor y quién es lector
dentro de la dinámica escritural del ensayo. Dejar en claro esta diferenciación
permite al lector cotejar de mejor manera los aportes de cada autor, a diferencia de
los elementos que pertenecen a otra autoría. Un problema, en definitiva, que coloca
en tela de juicio tanto la creatividad como la transparencia de lo expuesto.

CALIFICACIÓN FINAL: 3,0

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