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Egeo, mítico rey de Atenas, consultando a la Pitia, el Oráculo délfico, que está sentada en un trípode. La
inscripción en la copa identifica a la Pitia con la diosa Temis. Tondo de kílix ático de figuras rojas, del
Pintor Codros, c. 440-430 a. C., conservada en el Altes Museum de Berlín (inv. 2538). Ésta es la única
imagen contemporánea de la Pitia.
Los intentos de adivinación, o μαντεία / manteía, es una capacidad puramente divina. Para
comprender la mántica griega, hay que saber que el destino, personificado por las
tres Moiras (Μοῖραι / mõirai, propiamente «las que dan el destino en reparto»), es una fuerza
independiente de los dioses, que están sometidos a él y no lo pueden doblegar. Como máximo
pueden retardarlo y, sobre todo, entreverlo y hacer parte, de manera velada, a los mortales.
En los primeros tiempos de la mántica, este poder de adivinación parece estar ligado
fuertemente con la tierra y las fuerzas ctónicas, de ahí los oráculos pronunciados
por incubación, es decir, transmitidos a los mortales por los sueños, después de una noche
pasada contra el suelo.
Zeus[editar]
El primer dios adivino es Zeus, cuyos oráculos eran pronunciados en numerosos santuarios,
siendo el más antiguo el de Dodona, en Epiro. El santuario oracular de Dodona, por cierto
citado por Homero, conoció un declive en el siglo IV a. C. Los oráculos de Zeus eran
transmitidos, entre otros, por incubación de los sacerdotes Selles que, para permanecer en
contacto con los dioses bajo un aspecto ctónico (lo que muestra su antigüedad), debían dormir
en el suelo, andar con los pies descalzos y sin lavarse. Más tarde, es por el ruido del viento en
las hojas de los robles de Dodona como se expresa el dios. La interpretación podía también
ser efectuada por dos sacerdotisas llamadas las Palomas (que practicaban quizás también la
toma de auspicios, o la interpretación del vuelo de las aves). Algunas preguntas planteadas al
dios se han hallado gracias a láminas de bronce sobre las cuales, más tardíamente, se han
escrito.
Zeus-adivino era también consultado en Olimpia y se dirigía a los sacerdotes Yámidas vía las
llamas del sacrificio. Lo que enseñaban también los arúspices, leyendo la respuesta en las
entrañas extraídas de la víctima (cabras). En época clásica Zeus oracular está sobre todo
presente en Egipto, identificado con Amón.
Otros dioses[editar]
Afrodita era consultada en Pafos, ciudad de la isla de Chipre, y se expresaba en las entrañas y
el hígado de las víctimas sacrificiales; como Zeus en Olimpia, este método oracular se parece
a la haruspicina.
Atenea dirigía sus respuestas a través de un juego de guijarros y huesecillos.
Asclepios y Poseidon, se aparecían en sueños por incubación, daban consejos terapéuticos a
los consultantes, que debían pasar al menos una noche en su santuario, principalmente
en Epidauro y Atenas para Asclepios, y en Oropos (al norte de Atenas) y Tebas para
Poseidon. La repuesta venía en forma de sueño a interpretar por uno mismo.
Trofonio poseía igualmente un oráculo en Lebadea, Beocia, evocado en Las
nubes de Aristófanes, en la obra de Plutarco (el Daimon de Sócrates o Sobre la desaparición
de los oráculos, contenidos ambos en las Obras morales o de costumbres (Moralia)), así como
en un episodio de la Vida de Apolonio de Tiana. Pero es sobre todo por Pausanias que
conocemos el rito del descenso en el antro subterráneo de este héroe, arquitecto mítico, con
su hermano Agamedes, del umbral del templo pitio de Delfos, según el Himno homérico a
Apolo.
Apolo Pitio[editar]
Apolo se volvió el arquetipo del dios-adivino y el oráculo de Estado, al que se le consultaba
como oráculo sobre todo en Delfos (pero también en Delos, Patara y Claros). Los oráculos
que se pronunciaban son todavía célebres y la importancia del santuario oracular nos ha
permitido seguir su evolución, así como conocer algunos detalles importantes para
comprender la mántica griega.
La profetisa, en sentido griego: la que habla en lugar de dios, es llamada la Pitia (Πυθία ἱέρεια
/ puthía hiéreia, «sacerdotisa pitia»), escogida entre las mujeres de la región. Su nombre (en
origen un adjetivo, pero utilizado a menudo Πυθία puthía solamente) viene de un epíteto unido
al nombre de un dios, en este caso el de Apolo. Se nombró pitia en Delfos porque Apolo había
derribado allí a la serpiente Pitón; Delfos, por cierto, es a menudo llamado Πυθώ Puthố (véase
el artículo Apolo para más detalles). La Pitia era a menudo mayor, y Plutarco nos informa que
ella podía tener una cincuentena de años, lo que, para la época, era una edad avanzada. Se
expresaba en verso (al menos se expresó así durante largo tiempo); Plutarco, sin embargo,
recalca que en su época ya no lo hacía, sin poder explicar por qué), y sus palabras confusas
debían ser interpretadas por un colegio de dos sacerdotes, asistidos por cinco ministros del
culto. Cosa excepcional, estos cargos eran atribuidos vitaliciamente.
El proceso a seguir para consultar al dios era el siguiente:
el consultante (que no podía ser una mujer) pagaba una tasa establecida por una
confederación de ciudades griegas; las consultas podían ser hechas individual o
colectivamente, para una ciudad, por ejemplo. El pago de una sobretasa o servicios
proporcionados a la ciudad de Delfos permitían adquirir el derecho de promancia, es decir,
el de consultar antes que los demás y así hacer caso omiso a la lista de espera que podía
ser muy larga, ya que no se podía consultar a la Pitia más que una vez al mes;
se conducía al consultante al ádyton del templo de Apolo;
allí se encontraba con la Pitia, que se había purificado al beber agua de la
fuente Castalia de Delfos y masticado hojas de laurel; ésta se hallaba instalada sobre un
trípode.
el consultante ofrecía un sacrificio cruento al dios, el cual era conducido por los dos
sacerdotes y sus asistentes; anticipadamente, la víctima era rociada con agua fría y, si no
temblaba, la consulta al oráculo era anulada (con el riesgo, si no, de matar a la Pitia: ella
no podía contradecir este signo divino que daba o no su acuerdo);
el consultante hacía su pregunta a la Pitia, cuestión que los sacerdotes entregaban a
menudo en forma (a fin de que ella adoptara la forma de una alternativa);
la Pitia, finalmente, devolvía el oráculo del dios que hablaba a través de ella; esta
respuesta debía ser pronunciada de modo claro por ambos sacerdotes de Apolo. Según
los testimonios, como los de Plutarco, la Pitia no era visible, y no se oía más que su voz.
Por lo visto, la Pitia estaba en un estado de entusiasmo, es decir, de inspiración divina; la
leyenda contaba que los efluvios mágicos surgían en el templo, y que eran los responsables
del estado de la Pitia. Según los historiadores griegos, que no hicieron más que repetir las
leyendas, estos efluvios habrían incluso empujado al suicidio a los pastores y a los simples
mortales que lo hubieran respirado por azar. Convenía pues que ella, para recibir la
inspiración divina, fuera pura, virgen, y llevara una vida sana. Su espíritu debía estar
disponible, calmo y sereno, a fin de que la posesión por el dios no fuera rechazada, con el
riesgo de llevarla a la muerte.
Después de la Antigüedad, muchas hipótesis han intentado explicar los pretendidos trances de
la sacerdotisa, pero las pruebas concretas o textuales siempre han faltado. Se ha dicho de la
Pitia que estaba en el ádyton del templo. Ahora bien, si las excavaciones actuales en Delfos
no permiten reconstruir con precisión lo que era este ádyton (fue arrasado por diferentes
invasores y por los cristianos), las teorías más comunes admiten que se trataba de una parte
más baja y no de una sala secreta situada debajo del templo, todavía menos de un precipicio.
Ninguna grieta es tampoco visible.
Otra teoría reconstituye el ádyton no como una sala, pero sí como un hoyo abierto. Si el
ádyton era una cripta, como es el caso del templo de Zeus, los registros procedentes de las
excavaciones habrían revelado rastros ínfimos, mientras que en este caso no es así. Los
arqueólogos se desanimaron ante esta ausencia total de elementos. Pero si no se encuentra
ni se recobra nada es que posiblemente no lo hubo. El ádyton fue consagrado a un lugar,
luego se construyó el templo alrededor, pero debieron dejar el hoyo en estado bruto, sin techo.
La Pitia podía percibir la puerta del templo desde lo alto de su trípode, un templo de 63 metros
de longitud... Sin embargo, los autores antiguos hablan de «bajada» en el ádyton, de una
«abertura», de un «orificio». El ádyton probablemente era una cavidad simple, con un hoyo en
medio y el trípode arriba. El tiempo taponó el hoyo y se llenó de hierbas. El ádyton era
bastante ancho como para contener el trípode, el ónfalos, un plano de laureles, la tumba
de Dioniso, una estatua de Apolo y un lugar donde el consultor se
sentaba. Plutarco, Estrabón, Platón, Pausanias, Diodoro Sículo y muchos otros testigos
dejaron su visión de este lugar.
Se ha dicho que los cristianos se burlaban de esta sacerdotisa y del culto, describiendo a la
Pitia como una loca rabiosa, babeante, embriagada de vapores de azufre, poseída
psíquicamente por el Maligno que se introducía en ella por su vagina. Tales injurias se
encuentran, por ejemplo, en Orígenes o en Juan Crisóstomo. Esta visión no coincide en
absoluto con la que los griegos nos han transmitido de la sacerdotisa. No se ha encontrado en
Delfos ninguna fisura bajo el templo de Apolo, ni ninguna otra exhalación natural. Aunque
incoherente con los hechos históricos, esta imagen de la Pitia se impuso al imaginario
colectivo. De hecho, no es raro encontrar tal alusión a la Pitia en los trabajos de investigación
más serios o bien alguna alusión a emanaciones gaseosas, no existiendo prueba alguna
efectiva.
Ahora se qué es el Oráculo pero… ¿Cómo funciona? Una vez los seres humanos se
hacen conscientes de su existencia, se preocupan por comprender cual es su función en
este mundo, cual es su origen, cual es su destino e incluso que pasará con su existencia
aún después de la muerte.
Las personas con el don de la videncia utilizan diferentes instrumentos para hacer
mucho más certeras sus predicciones, no obstante en el caso del oráculo, este no busca
exactamente predecir el futuro sino determinar cuales serán los acontecimientos que
pueden llegar a suceder de seguir por tal o cual camino en el sendero de nuestra vida;
en definitiva, busca revelarnos cual será el destino que determinan nuestras acciones.
Más allá de ser un método adivinatorio, busca básicamente orientar a las personas o
consultantes cuál será el resultado de sus acciones actuales en el futuro, bien sea este
cercano o lejano.