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Ensayo sobre

“El maestro de artística como agente de esperanza".


Cristian Alejandro Ortiz
Id: 283148
Universidad Pontificia Bolivariana

La enseñanza es más que impartir conocimientos, es inspirar el cambio.


El aprendizaje es más que absorber hechos, es adquirir entendimiento.

William Arthur Ward

Según la Real Academia de la Lengua Española, la esperanza se define

como la confianza que se deposita sobre cualquier haber sin importar lo utópico

que este parezca, es entonces pues, como ahora es necesario encasillar esta

“esperanza” dentro de un marco social consuetudinario que funge como ambiente

de aprendizaje y de crecimiento no sólo de lo escolar sino de todo lo cultural en

general.

El maestro a lo largo de la historia, desde su quehacer ha gozado de cierto

prestigio y reconocimiento social, pues se ha visto involucrado positivamente

hablando, de la primera línea de necesidades sociales que posee un individuo,

teniendo éste pues, la capacidad que contornear o moldear las generaciones en

desarrollo desde sus cimientos: La niñez.


Tal y como lo indica el título de este apartado, y en relación a lo antes

dicho, el maestro se convierte en el punto de confluencia entre la esperanza y la

niñez, que cuando menos aspira a cambiar de una u otra manera el ambiente que

los rodea, más cuando se hace locución al área de las artes; a saber, entre todas

las asignaturas, esta tiene la peculiar capacidad de abrir fronteras emocionales y

mentales, dado que sus resultados no son cuantificables. Dicho esto, esta área les

permite a los infantes expresarse abiertamente, manifestar sus emociones de

manera tangible (artes plásticas) e intangibles (artes escénicas), por consiguiente

el maestro para dicha fase funge como un guía y no como un cofre de

conocimientos que posee las respuestas a todas las cuestiones.

Desde las instituciones educativas, tradicionalmente se le ha apostado a

una educación integral, que congregue las bases de las ciencias exactas, las

ciencias puras, las ciencias sociales y las humanidades, pero al momento de llevar

esto a la práctica, se le da más prioridad a las ciencias duras que a las

humanidades (donde se introduce el arte), esto a provocado que no sólo se

relegue la materia a un segundo plano, sino también al docente, que termina

convirtiéndose en el “reemplazo” o en el “animador” del colegio en actos

protocolarios.

A la postre cambiar este pensamiento no será una fácil tarea, ya que la

predominación de las matemáticas sobre el arte y la filosofía no se da meramente

en Colombia, sino en casi todos los sistemas educativos del mundo, sin embargo,
como docentes de arte es nuestra tarea continuar enriqueciendo las esperanzas

de cambio en los niños mediante un efectivo acompañamiento creativo en su

proceso formativo desde tempranas edades. Es entonces como apelando al

epígrafe de este escrito “La enseñanza es más que impartir conocimientos, es

inspirar el cambio”, pretendo que, a pesar de las dificultades que como docentes

nos acarrea el formar en este medio, no desistamos de nuestra responsabilidad

social básica.

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