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África
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diciembre 2018
Además de
sus dos hijos,
Mwanamgeni
Abdala se
hace cargo de
menores de
otra familia.
En su modesta
vivienda, sin
ventanas,
duermen siete
personas.
PABLO L. OROSA
E
n Moroto (Kenia) se ve el mar, pero hay poca Alice, el ángel de la guarda del barrio con cargo de
gente con ganas de mirarlo. Es el mismo mar trabajadora social, acude varias veces por semana a su
turquesa de Mombasa o la isla de Lamu, pero casa, no siempre a tiempo para evitar que se le oscurez-
aquí es más oscuro, casi negro. A Jenipher Akin- ca la mirada. Pero siempre antes de que sea demasia-
yi, ojos negros, piel negra, mirada brillante, le do tarde. Juntas caminan entonces a contracorriente.
gusta vestir ropa de colores. Para burlarse del mar. Qui- Rumbo al mar. Porque Moroto, 50.000 almas que nadie
zá también del futuro. Tiene 55 años y hace siete años nunca contó con exactitud, le da la espalda al Índico os-
que fue infectada por el VIH, aunque es consciente de curo. Las viviendas no tienen ventanas y la propia es-
ello desde hace solo cuatro. Su mari- tructura del barrio, una sucesión de calles estrechas,
«Cuando escuché los do, Barack, se contagió tras una pe- sucias, y tejados de zinc oxidados, se aleja de él. Cuan-
lea en 2011. "El hombre con el que me to más cerca del mercado y más lejos de la ensenada de
primeros rumores ya peleé murió en 2014, entonces fui a Tudor, mejor. La gentrificación ha conquistado también
estaba embarazada. hacerme las pruebas y lo descubrí", las barriadas.
Me dijo que no lo habría cuenta. Jenipher no se lo reprocha. Este mediodía, ya tarde para esa parte de la ciudad
aceptado» Solo llora. Un poco más oscuro cada que tiene algo que llevarse a la boca, hay un grupo de
día. Y bebe hasta que ya no queda chiquillos saltando sobre el agua. Cogen impulso so-
Más de la mitad de la ningún mar que mirar: “Muchas ve- bre unas piedras y se sumergen. Una y otra vez. A este
ces me siento sola, deprimida, en- lado, en el barrizal seco que todavía es dominio del
población seropositiva tonces bebo –principalmente un fer- slum y no del mar, Jenipher y Alice hablan con Pauli-
en Kenia se concentra mento de coco–. Sé que no es bueno, ne Saba, 35 años, otra mujer infectada por VIH. "Yo no
en diez de los 47 menos en mi estado, pero ¿qué pue- sabía que estaba enfermo cuando empecé a salir con
condados del país do hacer?". él. Parece ser que tomaba los antirretrovirales en el
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