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En busca de una definición de novela

By Benedicto Víquez Guzmán on September 21, 2009 10:48 PM | No Comments | No TrackBacks


EN BUSCA DE UNA DEFINICIÓN DE NOVELA

1. El problema de la definición de novela

A pesar de que la novela ha sido objeto de múltiples investigaciones y ha tenido, como género, una larga
trayectoria, tanto en Europa como en América, en la actualidad no se posee una teorización única y
precisa, rigurosa, que nos permita plantear una definición unívoca. Por lo tanto haremos una exposición
variada de definiciones y puntos de vista para observar, analizar y llegar a valorar la problemática
planteada y obtener algunas conclusiones que nos permitan precisar conceptualmente los rasgos más
representativos de este género y al final intentar una definición precisa y objetiva.

Algunas definiciones hechas por diferentes autores a través del tiempo1:

Paul-.André Lesort:

"El arte de la novela es un arte de la comunicación y no un arte del conocimiento."

Daniel Huet, 1960.

"Las ficciones de aventuras amorosas escritas en prosa con arte, para el placer y la instrucción
de los lectores."

Dorat, 1970.

"La historia usual, la historia útil, la del momento."

Sade.

"Obra fabulosa compuesta a partir de las más singulares aventuras de la vida de los hombres."

George Sand, XIX.

"Una cosa muy simple y muy conmovedora."

Gourcurt, 1879.

"Empieza a ser la gran forma seria, apasionada, viva, del estudio literario y la encuesta social...,
se convierte, por el análisis y la investigación psicológica, en la historia moral contemporánea;
hoy que la novela se ha impuesto, los estudios y los deberes de la ciencia, pueden reivindicar
también sus libertades y franquicias."

R. Callois.

"La novela es un género poco determinable y su dominio es el de la licencia.


La novela es, pues, ante todo, una narración; el novelista se sitúa entre el lector y la realidad que
quiere mostrarle y la interpreta para él."

Henry Coulet.

1 Éstas y otras definiciones de novela las puede obtener el lector de la obra escrita por Bour Neuf, R. Y Ouellet, R. La Novela.
"La novela narra una historia, es decir una serie de sucesos encadenados en el tiempo desde un
principio hasta un fin."

Butor.

"La novela es la expresión de una sociedad que cambia."

Thrbaudet.

"Es el arte de crear una intriga, un carácter, o un estado de alma, bien en la forma equilibrada de
los franceses, bien en la caótica de los rusos, en la intelectual de los británicos, en la sentimental
de los alemanes, en la realista de los españoles, en la pasional de los italianos."

Julia Kristeva.

"Todo texto que revele el ideologema ambiguo del signo."

Como fácilmente se podrá observar, las definiciones abarcan diversos tópicos y muy variados aspectos.
Todas se proponen definir la novela y quizás la naturaleza compleja de este género sea la que permite tan
encontradas conceptualizaciones. No obstante eso, trataremos de buscar los elementos comunes y los
rasgos pertinentes de este género para aproximarnos lo más posible a una definición rigurosa.

2. El carácter ficticio del arte

Aristóteles lo definió con claridad cuando hablaba de lo verosímil. El arte -decía- es imitación (mimesis)
de la vida, de las cosas, pero nunca copia fiel, real, verdad verificable. Por eso se diferencia de la Historia,
en cuanto ésta describe los hechos reales, demostrables, mientras que el arte no. El rasgo de
verosimilitud, es retomado por los críticos modernos y permite verificar los elementos internos de la obra,
justificar los hechos más inauditos a pesar de que en la realidad histórica no ocurran. Es más "lo posible",
dentro de las leyes poéticas establecidas por la propia creación literaria, que lo real concreto de los
fenómenos naturales.
Algunos escritores, sobre todo en el inicio de la literatura, buscaron, a veces, hacer pasar sus historias
inventadas por verdaderas; algunos llegaron a afirmarlo y colocaron testimonios referenciales que le
daban visos de verdad, pero aún estas obras, llamadas históricas, unas y realistas, otras, son creaciones de
un autor, son obras ficticias, embustes, como dicen algunos escritores actuales. A pesar de que narren
acontecimientos históricos, al exponerlos reflejan la versión (ficticia) del autor. Es su punto de vista. Lo
importante, por ahora, es entender que la literatura como todo arte es ficción, es creación, es invención,
no importa que si se parece mucho o poco al mundo natural.

La literatura es embuste, bella mentira y paradójicamente la más grande verdad humana, gracias al
paciente y creativo trabajo del autor con el lenguaje.

2. El carácter lingüístico

También Aristóteles expresó que las obras literarias usaban (era obvio) como medio para "imitar", el
lenguaje. Con ello distinguió estas obras de otras que usan como medio otro elemento: la pintura, la
música, la danza, la escultura, etc. Pero no basta señalar lo anterior, debemos especificar el tipo de
lenguaje usado en la obra literaria, su naturaleza, sus características y rasgos esenciales que lo diferencian
de otros usos, como son la comunicación natural y el uso científico. Algunos autores han señalado rasgos
propios de cada uno de ellos. Mientras que para el lenguaje científico especifican su carácter unívoco y al
natural el equívoco, al lenguaje literario le asignan como especificidad su carácter polisémico. Son los
estudiosos de la semiología quienes han hecho los mayores aportes en este sentido y han llegado a hablar
de "semiotización" del lenguaje natural para llegar al literario. Así establecen niveles en el lenguaje según
sea el grado de "semiotización" primario o secundario, etc. Pero estos estudios no están agotados todavía;
más bien podríamos asegurar que recién comienzan y sus resultados aún hay que esperarlos, porque
apenas inician su aparición. El carácter lingüístico de la obra literaria trae consigo una serie de
implicaciones importantes y es, según nuestra posición, el camino que ha de guiarnos hacia una teoría
científica de la literatura de mayor aproximación y comprensión del fenómeno literario.

La distinción de las funciones del lenguaje, nos ha permitido clasificar las obras literarias en tres grandes
grupos: épica, lírica y dramática, según sea representativa, expresiva o apelativa la función determinante
del lenguaje empleado. Pero esto no basta para llegar a una conceptualización de la novela. Esta sería a lo
sumo una subcategoría de la épica. Para algunos la "venida a menos" de la epopeya. Aristóteles señalaba,
a través de la "manera" de presentar los personajes, una distinción muy importante. Existe un narrador
que presenta la historia o fábula, las aventuras de los personajes, sus conductas y acciones, sus
vicisitudes. Homero sería el ejemplo típico de este narrador. Luego de solicitar la inspiración a las musas
y rogarles que cantaran las cóleras del Pélida Aquiles, narra, evoca, cuenta las peripecias, las peleas, los
sufrimientos de este héroe. Lo hace en verso. Sin embargo la traducción al español aparece en prosa y no
pierde casi significación. Por ello algunos la consideran como una novela, mientras que novelas como El
otoño del Patriarca de garcía Márquez sea apreciada como epopeya. En realidad la diferencia está en el
"tono", la solemnidad y los grandes acontecimientos conocidos por todo el pueblo, casi sagrados, que son
propios de la epopeya, mientras que la novela narra mundos privados, desconocidos, como luego
veremos. Toda novela posee un sujeto de enunciación deferente al autor, no importa que el discurso
narrativo sea directamente llevado a cabo por los personajes, en un estilo directo, en un puro diálogo,
como lo hace Carmen Naranjo Coto en la novela Los perros no ladraron (1966). También habrá ocasión
de referirnos con más detalle a este aspecto.

3. El carácter narrativo

Este es un rasgo fundamental de la novela pero también del cuento, relato, leyenda, fábula, mito, crónica,
etc. El narrar, el contar, exige un algo, un objeto, un personaje, etc. sobre el cual contar algo, decir
determinadas cosas. Si bien la epopeya tuvo como temas los héroes más destacados, sus hazañas,
glorificaciones de los pueblos, la novela, por su parte, cambió estas preferencias pos temas más comunes,
más sencillas, más cotidianas, por intrigas cercanas a los hombres corrientes, hasta llegar hoy a
preocuparse por lo obvio y vulgar, lo aparentemente insignificante y fútil pero que, gracias a la novela
adquiere relevancia y cobran nuevos sentidos y dimensiones humanas. En otras palabras la novela bajo o
penetró el mundo de lo privado y dejó las grandezas de lo público y conocido. Se percató de la
importancia de penetrar en las condiciones humanas más íntimas, pasiones, intrigas, aspiraciones,
inquietudes, mentiras y verdades, logros y degradaciones.

Se abre así la novela como género a todas las posibilidades humanas, reales o fantasiosas, sueños o
verdades. Esto permite comprender la infinidad de definiciones dadas a la novela, sobre todo por
considerar la temática como su soporte más importante y abrió un abanico de clasificaciones temáticas:
novelas amorosas, de aventuras, negras, de "ciencia ficción", de misterio, de crímenes, naturalistas,
realistas, románticas, sentimentales, etc. Un género tan abierto y tan rico en posibilidades posibilita
dentro de su discurso, las más variadas funciones del lenguaje, y el uso de sujetos del mismo, no solo de
primera persona sino de tercera y segunda o mezcla de las tres como en la novela de Carlos Fuentes La
muerte de Artemio Cruz (1962). Hay hasta críticos que hablan de novela lírica y novela objetiva y
algunos de novela apelativa. Lo cierto de todo ello es que la novela permite en su estructura genérica todo
lo anterior y posiblemente más, sin dejar por ello de ser novela.

4. El carácter de totalidad

George Luckács destacó este rasgo importante de la novela. Con él quiso llamar la atención de los críticos
para que observaran que la novela se estructuraba por intención del autor, como una totalidad, como un
mundo completo. Decía: "la novela es forma de la virilidad madura; eso significa que el carácter cerrado
de su mundo es, en el plano objetivo, imperfección y en el plano subjetivo de lo vivido, resignación" Y
agregaba también. "La epopeya forma una totalidad de la vida acabada por sí, la novela busca descubrir y
edificar la totalidad secreta de la vida" Para él, la novela estaba ligada a la biografía, sería algo así como
la gran aventura del hombre. Este carácter secreto, íntimo de la novela, confidencial, comunicacional, nos
permitió entrever una intencionalidad narrativa: confiarnos un mundo secreto, conocido solo por el
narrador, sobre él o sobre otros que intervienen en la novela. No basta entonces la comunicación parcial
de un acontecimiento aislado, una impresión, una sensación, es necesario decirlo todo, sin secretos,
convencer al lector interno y social de que lo que se va a contar es no solo privado, confidencial,
importante, sino que lo será completo siempre exigido por las estructuras internas del texto y las leyes
narrativas de lo verosímil y posible. Lo anterior no impide que la novela sea abierta desde la perspectiva
de agregar segundas partes. Lo necesario es que la estructura sea de una totalidad y no de un único
acontecimiento o proceso porque ello nos conduciría al ámbito del cuento. La totalidad está exigida por
las necesidades internas de la novela y nunca por las externas. Si se narra un solo acontecimiento éste será
completo en la novela si las exigencias de los puntos de vista narrativos, por ejemplo, necesitan puntos de
vista distintos del mismo acontecimiento, resultados diversos y reacciones también ambiguas,
multisignificativas.

5. El carácter de privacidad

Ya hicimos alusión a este rasgo esencial de la novela. Ésta narra, cuenta, mundos privados, únicos,
desconocidos, interiores. Son la visión particular del narrador o narradores de ellos. No importa que sea la
historia porque será la visión privada de esa historia, lo que Azorín llamaba infrahistoria. Por ello la
novela se especializa en darnos conocimientos íntimos, únicos sobre lo existente o sobre lo apenas
sospechado. El tiempo y el espacio se tornan en descubrimiento primigenio de la novela pues en ella
aparecen prístinos, puros, como invención única del autor y narrado por voces diferentes y muy variadas.
El Jesús cristiano no es el mismo al que ve el narrador de la novela El hombre que murió de D. H.
Lawerence, a pesar de que se inspirara en el Cristo del evangelio. Aún las novelas que se precian de ser
autobiográficas lo son de una visión particular que de sí mismo tiene el autor, pero lo más probable es que
su visión sea su propio verosímil, su propia imagen, su propia verdad o su propio embuste. Es una verdad
novelesca. Si ésta se acerca más a la real es una casualidad o un gran acierto del novelista y esto suele
ocurrir con mucha frecuencia. Muchas personas creen más en el conocimiento histórico de muchas
novelas que en los manuales de los llamados historiadores.

Después de señalar y precisar los rasgos esenciales del género novelístico, podemos llegar a una
definición precisa y forma.

La novela es arte literario que a través de un narrador muestra, narra o cuenta, un mundo privado,
mediante el lenguaje polisémico.

URL: http://heredia-costarica.zonalibre.org/cgi-bin/mt-tb.cgi/17040

Una definición de la novela en 30 voces de la


Generación Inexistente
Jaime Mesa






“Me parece que vivimos una época de confusión literaria. Sólo importa la novela, y todo el mundo tiene una
bajo el brazo”, dice Bernardo Esquinca. Y parecería que sí, que sólo hablamos de la novela. Las certezas que
deja ver este desmedido interés van de la mano con cientos de preguntas que también convoca. La novela es
el género que más se vende, sí. ¿Pero será, también, el género que más se lee? La novela es el género que
más espacio ocupa en las mesas de novedades de las librerías, ¿pero es síntoma de salud literaria? También
es la que goza del rumor de ser lo que codician los editores para publicar. ¿Por esto abundan tantas novelas o
es porque el aliento de los primeros años del siglo XXI así lo pide? La novela es lo que el novelista (o
escritor) escribe pero en una gran medida también lo que lee.

Para buscar una definición o tendencia respecto a los trabajos narrativos en este género me atengo a las
obras que le interesan a Massimo Rizzante en un brillante ensayo publicado en La Tempestad: “Me refiero a
la novela de creación, esa que ya tiene el mismo público que la poesía; y no a la avalancha de productos
literarios escritos fuera de la historia de la novela”.

En México la tradición del cuento es añeja y deslumbrante. Aunque la Generación Inexistente, la de los
narradores mexicanos nacidos en los setenta, está precedida por varias generaciones que escribieron grandes
libros de cuento, la Inexistente es hasta el momento más reconocida por sus novelistas. Si bien podemos
encontrar muchos buenos cuentos, es raro (aunque existe) el libro que sobresalga. En cambio, La torre y el
jardín de Alberto Chimal, El cielo árido y Las tierras arrasadas de Emiliano Monge, El buscador de
cabezas o Méjico de Antonio Ortuño, Después del invierno de Guadalupe Nettel, Canción de tumba de
Julián Herbert, la trilogía minimalista sobre la identidad de David Miklos y o la trilogía sobre lo mexicano
de Yuri Herrera son ejemplos de obras reconocidas por los lectores, la crítica, la academia y otros mercados
editoriales.

México, por el momento, es de sus novelistas. ¿Entonces el dicho de “la novela ha muerto” es una forma
sistemática de decir: la novela ha cambiado y siempre cambiará?

Durante abril y mayo de 2006 le pedí a treinta narradores de la Generación Inexistente, nacidos en la década
de los setenta en México, sus impresiones sobre la novela, como género, con sus cambios y semejanzas
respecto a la tradición que ellos mismos practican. La pregunta fue: ¿podrías darme una definición basada
tanto en lo que lees como en lo que escribes de lo que es una novela hoy en día?

Creo que estas definiciones íntimas sobre sus procesos creativos desembocan en la descripción de un estado
general de la novela en México que puede contrastarse y revisarse con Latinoamérica y el resto del mundo.
Aunque, como dice Socorro Venegas, a una novela no hay que definirla: “lo mejor es salir a cazarla”.

Desde distintas posiciones, estos narradores elaboran descripciones de un género que está en la mirada
colectiva. Iremos por los cañonazos como el de Mario Levrero: “es cualquier cosa que se ponga entre tapa y
contratapa” que nos recuerda Nicolás Cabral para aliviar la tensión y liberar ataduras de etiquetas y formas;
y que matiza para hacerla suya Emiliano Monge: una novela es “cualquier lugar –cruce de momentos,
recuerdos y sucesos– al que uno entra a través de un narrador”; hasta definiciones elegantes y precisas como
la que nos recuerda Alberto Chimal que esbozó Milan Kundera: “la novela es una indagación de ciertos
aspectos de la vida humana por medio del lenguaje”. Pero en medio encontramos ciertos elementos
constantes: el principal asunto de la novela sigue siendo contar una historia, como nos dice L. M. Oliveira:
“es como contarle una historia a un niño con un helado en la mano un día caluroso: o tienes lo necesario
para que el helado no se derrita, o la fuerza narrativa para que el niño, por escucharte, no se dé cuenta
cuando su helado se cae al piso”; la novela tiene un centro, como nos recuerda Liliana Blum: “seguirá
siendo la lucha de un personaje para obtener algo”; la novela mantiene temas e intenciones habituales, como
señala Antonio Ortuño: “es un ring para que combatan y se friccionen las ideas sociales, políticas, íntimas,
espirituales, las cosmovisiones, el lenguaje, la estética, las ganas de joder”; la novela son voces más que una
voz, sentencia sostenida con observaciones muy pertinentes hacia esa imposibilidad actual de que sea
contada por un narrador supremo y, en cambio, sea la primera persona, con sus millones y matizadas
variantes, la voz de la novela actual, como señala Iris García Cuevas: “ha abandonado la pretensión de
omnisciencia”, o llena de islas o nodos que componen un solo organismo como señala Lorea Canales: “es
una composición completa compuesta de muchas voces entrelazadas”; la novela, además, mantiene un
motor en común: “un acercamiento a las obsesiones del autor”, como refiere Miguel Ángel Hernández
Acosta; y, sobre todo, ya no puede ser lo que era antes: “es necesario asimilar a la novela contemporánea
como un producto de manufactura orgánica y caprichosa y no anquilosarla bajo el peso del género, porque
eso limitaría sus alcances. Me gusta pensar en la novela como un simulacro”, como afirma Luis Panini
porque, como nos dice Rafael Ferrer Franco: parecería “un animal de santuario protegido” si lo seguimos
conservando en su altar.

Muchos autores atraen las viejas formas a lo Tolstoi en lugar de otras que, aunque tuvieron grandes
descubrimientos, anquilosaron un poco el género durante la Posmodernidad como dice Rogelio Guedea:
“alejarme del engolosinamiento de la estructura, del lenguaje e incluso de la forma de construcción de los
personajes y narrar bien una historia de principio al fin, sin que se note para nada que el narrador quiere
sobresalir con su virtuosismo verbal por encima de su propia trama, sus personajes y sus topografías”.
Aunque, otros, tampoco descreen de los hallazgos de Robert Musil: “Una novela es un dispositivo narrativo
compuesto por un vagón llamado historia que contiene un ensayo dentro” como dice Edson Lechuga.

El afán experimental ya no parece el signo de nuestros tiempos, de nuevo, con una vuelta a los grandes
maestros europeos del siglo XIX, como nos dice Daniel Rodríguez Barrón: la novela es “el recuento de una
vida heroica o fracasada, detallada o fragmentaria, vil o trágica, que nos informe sobre cómo deberíamos
vivir, que nos explique porqué sufrimos y si vale la pena este sufrimiento”; que permiten perlas como la
definición de Luis Jorge Boone: “una exploración profunda de una realidad singular”.

Sin embargo, a nuestros narradores no se les olvida la función rebelde y revolucionaria que siempre ha
encarnado la novela: “es un acto de resistencia en contra del salvaje capitalismo”, como dice Ximena
Sánchez Echenique; o “una apuesta para escapar del genocidio cultural de las redes sociales”, como afirma
Juan José Rodríguez; o, como nos anuncia Oswaldo Zavala: “es una intervención textual de reflexión y de
crítica social. Un vehículo de disidencia intelectual y de un pensamiento contrahegemónico”; aunque nunca
pierda su capacidad para ser un “documento para simular la inmortalidad”, como nos recuerda Pablo
Raphael.

No es casual, tampoco, que la vieja lucha entre cuento y novela salga en las definiciones de nuestros
escritores como la afirmación de Bernardo Esquinca: “a los novelistas se les debe juzgar por los cuentos que
escriben”.

Y si bien como anuncia Cristina Rascón que una novela es: “una partícula de la vida. Que se extiende, se
entrecruza, se autodefine y automuta”, a final de cuentas estamos en un periodo de tránsito, entre lo que se
lee y se compra, entre una noción de que existen más escritores que lectores, entre los distintos “enemigos”
de la novela que ella misma ha producido: aletargamiento, series de televisión, omnipresencia, auge
comercial, saturación, pero que también ha acuñado una de las constantes que anuncian nuestros narradores
que David Miklos sintetiza perfectamente: “una novela es cualquier cosa que uno desee escribir”.

Tantas miradas como definiciones que nos permiten tener una visión aproximada de las novelas que Antonio
Ortuño, L. M. Oliveira, Socorro Venegas, Oswaldo Zavala, David Miklos, Emiliano Monge, Alberto
Chimal, Luis Jorge Boone, Iris García Cuevas, Rogelio Guedea, Miguel Ángel Hernández Acosta, Juan José
Rodríguez, Nadia Villafuerte, Pablo Raphael, Lorea Canales, Antonio Ramos Revillas, Bernardo Esquinca,
Luis Panini, Rafael Ferrer Franco, Ximena Sánchez Echenique, Liliana Blum, Edson Lechuga, Nicolás
Cabral, Daniel Rodríguez Barrón, Fran Ilich, Luis Felipe Lomelí, Cristina Rascón, Luis Carlos Fuentes,
Omar Nieto y Karen Chacek están escribiendo (y leyendo) en los primeros años del siglo XXI. Y con esto
podríamos decir que el novelista es lo que lee y lo que, después, imagina. Adelante.

La novela por nuestros novelistas

Antonio Ortuño

La novela, para mí, es un ring para que combatan y se friccionen las ideas sociales, políticas, íntimas,
espirituales, las cosmovisiones, el lenguaje, la estética, las ganas de joder. Pero pienso que, en el fondo,
nunca deja de estar asociada al placer. No entiendo una novela como un mecanismo lúgubre (ahora los
llaman “dispositivos” esas personas que no saben nada de dispositivos), solemne, quisquilloso, o como una
manifestación del cáncer de colon. Para mí la novela implica el placer de narrar pero con ingredientes que
cambian cada vez.

L. M. Oliveira

Como leo de todo, no podría dar una definición exacta. Es más, no podría definir ninguna forma. Más bien
te cuento el drama del narrador: escribir novela es como contarle una historia a un niño con un helado en la
mano un día caluroso: o tienes lo necesario para que el helado no se derrita, o la fuerza narrativa para que el
niño, por escucharte, no se dé cuenta cuando su helado se cae al piso. La novela está obligada a eso una y
otra vez.

Socorro Venegas

Especialmente en el caso de la novela creo que no vale la pena buscar una definición. Es tal su riqueza, la
maleabilidad de su forma, que lo mejor es salir a cazarla.

Oswaldo Zavala

La novela es, en su mejor versión, una intervención textual de reflexión y de crítica social. Un vehículo de
disidencia intelectual y de un pensamiento contrahegemónico. También un espacio de horizontalidad,
solidaridad y convergencia que articula lo que no puede decirse plenamente en ninguna otra práctica
discursiva. Pese a su historia entrelazada con la sociedad burguesa de la modernidad europea, la novela
puede ser incómoda, promotora de una política radical, opuesta a la pasión consumista en la que estamos
inmersos, ajena al sistema de premiaciones que han convertido la escritura literaria en un circo del capital
simbólico. Aunque precariamente, este tipo de novela aún se escribe. Por suerte.

En su peor versión, la novela es un producto vacío de crítica, un cascarón de complacencia despolitizada, un


entretenimiento consecuente con la sociedad del espectáculo. Esta versión es la que domina y la que
prevalece en nuestro pobre campo literario. Se escribe para hacer pasar un buen rato, para agrandar los egos,
para generar likes en las redes sociales, algún premio, con suerte una residencia en Estados Unidos o
Europa. Y si todo sale como debe, el premio Herralde y traducciones al inglés. No hay una diferencia
sustancial entre este tipo de novela y una película de acción de Hollywood o una serie tarada de Netflix.

David Miklos

Una novela es cualquier cosa que uno desee escribir. Creo que estamos llegando a una época en la que la
narrativa será un género en sí, sin etiquetas.

Luis Jorge Boone

La novela es un género de largo aliento. Una exploración profunda de una realidad singular. Una estructura
abarcadora que transporta historias, personajes, lenguajes, de manera amplia, panorámica. Hay que
aprovechar eso.

También es la gorda de la casa. La “única que vende” según algunos, y en la que se enlista todo mundo por
esa razón. Hay que cambiar eso.

Emiliano Monge

Para mí una novela es cualquier lugar –cruce de momentos, recuerdos y sucesos– al que uno entra a través
de un narrador.

Alberto Chimal
Me gusta partir de la que dio, a fines del siglo XX, Milan Kundera, por mucho que haya caído de la gracia
de buena parte de sus antiguos admiradores: “la novela es una indagación de ciertos aspectos de la vida
humana por medio del lenguaje”. Miles de libros etiquetados como novelas no lo intentan jamás, y es que
“novela” es también una marca de prestigio o de aspiración. Pero esas otras acepciones o usos del término
no son los que me interesan.

Iris García Cuevas

Me parece que la novela contemporánea, al menos la que me ha tocado leer, ha abandonado la pretensión de
omnisciencia. Ya no se trata de conocer todo sobre todos, en un periodo que puede abarcar toda una vida.
Creo que esto tiene que ver con cómo se ha transformado nuestra manera de concebir el mundo, la vida y la
verdad. A lo más que aspiramos es a tener alguna certeza respecto a un hecho concreto, ocurrido en un
momento determinado y que afecta, eso sí, una vida. Aunque siempre lo que tendremos es una versión de los
hechos, queremos al menos que esa versión sea verosímil y que nos haga sentir tranquilos, que nos haga
creer que entendemos algo.

Rogelio Guedea

Mi definición en este momento es anacrónica, pues estoy metido leyendo (pero ahora de forma sistemática)
toda la novelística decimonónica: Los miserables de Victor Hugo, Crimen y castigo de Dostoievski,
Grandes esperanzas de Dickens, Moby Dick de Melville, La cartuja de Parma de Stendhal, Madame Bovary
de Flaubert, Ilusiones perdidas de Balzac, etcétera, y he recuperado antiguas verdades sobre el arte de
escribir, muy simples, por lo demás. No sé si esto sea una novela hoy en día, pero es la novela que quiero
escribir yo: alejarme del engolosinamiento de la estructura, del lenguaje e incluso de la forma de
construcción de los personajes y narrar bien una historia de principio al fin, sin que se note para nada que el
narrador quiere sobresalir con su virtuosismo verbal por encima de su propia trama, sus personajes y sus
topografías. Narrar, eso es todo, y con todo lo que ello implique, así sea (paradójicamente) echar manos de
todas las técnicas posibles para que aquello tenga la contundencia de la verdad que buscamos en cada
historia. Y punto.

Miguel Ángel Hernández Acosta

La novela es una estructura literaria que pretende contar una o muchas historias, pero sin ceñirse a ninguna
regla, ni extensión, formato, número de personajes o tramas, temas… La novela es un acercamiento a las
obsesiones del autor, que concluye cuando éstas quedan saciadas para el que escribe, aunque el lector no lo
comprenda.

Juan José Rodríguez

Una apuesta para escapar del genocidio cultural de las redes sociales. El intento fallido de sacudir a una
generación que no puede ver al mundo más allá de lo que mira en sus pantallas, cada vez más grandes y cada
vez más chicas y, por lo tanto, estrechas.

Nadia Villafuerte

Últimamente he estado leyendo escrituras más difusas: Mario Levrero, Sergio Chejfec, Diamela Eltit, Joao
Gilberto Noll, Clarice Lispector, César Aira, Antonio Di Benedetto. Libros en los que importa la prosa, su
singularidad, no tanto el género. Esa disolución de las fronteras entre géneros, entre lenguajes de distintos
registros, es algo que me entusiasma. Ese estado en suspensión y cierta plasticidad que está más allá de las
intenciones por resolver tramas (si se resuelven tramas está estupendo, pero no busco sólo eso en un libro.
Tampoco desdeño una obra tan solo por el hecho de ceñirse a un género). Por tanto, no podría dar una
definición de novela: creo que la necesidad de definirla se convierte en una limitación. En las librerías
siguen usándose las categorías: ficción, no ficción, poesía, teatro, ensayo, libros de viajes. Pero mi ejercicio
de lectura siempre está contaminado por mi obsesión con la materialidad de la lengua. Agradezco esos libros
donde la prosa remueve certidumbres. Cuando la prosa es de un ritmo tan hipnótico o tan vacilante que una
se olvida de preguntar en qué categoría situarla. Me gusta cuando un libro propone una tercera instancia para
reformular la relación que se puede tener con el mundo, más allá de si esta representación es real o ficcional
(pienso en Coetzee, que integra el ensayo y la ficción, por ejemplo). Si las escrituras contemporáneas son
más dúctiles, menos clasificables, ahí hay un vitalismo que vale tomar en cuenta. No podría tampoco definir
qué estoy escribiendo ahora, no tiene forma aún: un pasaje onírico, seguido de un monólogo y una
investigación. Estoy indagando qué es lo que quiero escribir. Este proceso menos regimentado, descentrado,
fuera de foco, es lo poco que tengo y no alcanza para proponer una definición.

Pablo Raphael

Documento que sirve para simular la inmortalidad, inventar la verdad tensionando a los opuestos, tramar el
futuro, comprender la belleza y el horror y, en ocasiones, vaciar las frustraciones en forma ordenada y
textual.

Lorea Canales

Para mí una novela es un todo. Es una composición completa compuesta de muchas voces entrelazadas. Es
una sinfonía.

Antonio Ramos Revillas

La novela contemporánea no ha dejado de estar ligada a la tradición de contar una historia aunque autores,
antologadores y editoriales le pongan ene mil cintillos de novedad. Hace tiempo salió una antología que se
llamaba Una nueva forma de contar, la leí y no le encontré ninguna novedad, eso sí, voces sólidas con temas
viejos, pero nada más. Entonces, la novela contemporánea es como el pato que viste de fénix. Cuando se le
caigan las plumas veremos que sigue siendo la misma y no está mal.

Bernardo Esquinca

Me parece que vivimos una época de confusión literaria. Sólo importa la novela, y todo el mundo tiene una
bajo el brazo: periodistas, actores, politólogos, locutores de radio, presentadores de televisión… Es la Época
Dorada de los Diletantes. También es el auge de las novelas por encargo, de los escritores sin tema, de los
autores que se acomodan a las exigencias del mercado. Así que además de hablar de la novela en esta
respuesta, me gustaría hablar también del cuento. Es una convicción mía: a los novelistas se les debe juzgar
por los cuentos que escriben. Porque cualquiera escribe novela, pero relato no.

Luis Panini

Es necesario asimilar a la novela contemporánea como un producto de manufactura orgánica y caprichosa y


no anquilosarla bajo el peso del género, porque eso limitaría sus alcances. Me gusta pensar en la novela
como un simulacro y no un espejo de la realidad (esas últimas me aburren). Para mí, la novela ideal es
aquella capaz de unificar en un solo espacio la creciente fragmentación que padecemos a nivel íntimo,
emocional, social, etcétera. Ni siquiera una vida entera consigue encapsular de una manera tan acertada lo
que día a día experimentamos. Necesitamos leer novelas para descubrir quiénes somos.

Rafael Ferrer Franco

Más allá de lo que leo o escribo, creo que la novela hoy en día es cómo la Grecia actual. Nadie quiere que se
desplome por la vasta herencia y legado cultural e intelectual que ha dejado al mundo occidental. Pero la
realidad es que nadie da una solución contundente que la saque a flote. ¿Por qué? Bueno, ¿a quién diablos le
interesa el arte, la cultura y el pensamiento, cuando la “felicidad” ya no la da, por ejemplo, una imaginación
extraordinaria, o la filosofía, sino el dinero y la mercadotecnia de los placeres inmediatos? La novela hoy en
día, me parece un animal de santuario protegido. El hombre teme que su extinción, anuncie una era de
estupidez infinita.
Ximena Sánchez Echenique

Hoy en día una novela es un acto de resistencia en contra del salvaje capitalismo; una forma de conjurar el
mundo para descosificarlo; un entretenido y nutritivo pasatiempo de muy lenta digestión; un recurso siempre
renovable que quisiera entregarse gratuitamente a todos por igual, enriqueciendo a quien la escribe tanto
como a quien la lee, para contribuir con su esencia a la conservación de la vida en el planeta.

Liliana Blum

No tiendo a leer cosas demasiado experimentales. Me gusta escribir lo mismo que me gusta leer. O al menos
intento hacerlo. Para mí una novela seguirá siendo la lucha de un personaje para obtener algo. Así de simple.
Me gustan los personajes complejos, las tramas más orientadas al interior de los personajes y a su naturaleza
humana, que a la acción. Esto no quiere decir que pueda perdonar una novela en la que no pasa nada. Las
detesto. Necesito que haya un conflicto que mueva la trama, y personajes cautivadores e interesantes que
tengan sus propias motivaciones y conflictos personajes. Para mí, la novela perfecta debe cumplir estas
condiciones:

Te espolea a seguir leyendo, no importa el cansancio o las obligaciones del día siguiente. Simplemente no
puedes dejarla.

Te transporta a otro universo y durante el tiempo que tardas en leerla, vives una vida alterna.

Te produce cierta depresión o nostalgia al terminarla, como cuando te despides de un lugar o una persona
maravillosa a quien no volverás a ver en mucho tiempo.

Por un segundo sientes un ligero estertor de envidia hacia el autor por haber sido capaz de escribir algo tan
bueno, pero ese sentimiento mezquino da lugar en seguida a las ganas incontrolables de ponerle un altar y
besarle los pies y pedirle que por favor vuelva a escribir otro libro igual de genial.

Edson Lechuga

Una novela es un dispositivo narrativo compuesto por un vagón llamado historia que contiene un ensayo
dentro. He dicho un vagón, es decir, un objeto que se mueve sobre una paralela de rieles donde uno de ellos
es la historia de mi contexto, de mi tiempo, es decir, mi Territorio narrativo; y el otro es mi historia
particular.

Pero también hoy una novela es (o debe ser; o yo pretendo que sea) un texto que no acaba en el texto, sino
que se expande, transgrede al libro y repercute en otras disciplinas, o lo que es lo mismo, en otras realidades.

Nicolás Cabral

“Yo no tengo ninguna, pero me gusta la de Mario Levrero: ‘cualquier cosa que se ponga entre tapa y
contratapa’.”

Daniel Rodríguez Barrón

En la novela de hoy en día buscamos lo que en cualquier arte de cualquier época: ayuda. Creemos que en la
lectura de una novela vamos a encontrar algo —una frase, un personaje, una imagen— que nos ayude a
encontrar algún sentido a lo que hacemos y vivimos. La novela ofrece, o debería ofrecernos, razones,
intuiciones, ilusiones para seguir viviendo, o al menos, mostrarnos que en el fracaso, la estupidez, la
humillación, la búsqueda de reconocimiento, de comprensión o de afecto, no estamos solos. Así que la
novela tiene que ser lo que ha sido siempre: el recuento de una vida heroica o fracasada, detallada o
fragmentaria, vil o trágica, que nos informe sobre cómo deberíamos vivir, que nos explique porqué sufrimos
y si vale la pena este sufrimiento. Si una novela no se enfrenta a esas grandes preguntas —¿por qué
sufrimos; qué significado tiene nuestra existencia; por qué traicionamos o nos traicionan; por qué es tan
difícil estar solo y al mismo tiempo por qué estamos condenados a estarlo; por qué existe el mal, etcétera?—
no importa que sea vistosamente experimental o tercamente realista, será en todo momento una novela
fracasada y estará condenada a perderse.

Fran Ilich

Creo que la novela es mi género literario favorito, la poesía y el cuento por distintos motivos nomás no se
me dan ni me llaman la atención. Me gustan las cosas que van para largo y que permiten que muchas cosas
quepan en ella, como por ejemplo el ensayo. Pero también y sobre todo creo que una novela no tiene por qué
ser escrita, tampoco entiendo por qué los escritores han fallado repetidamente con la telenovela. Me parece
que la escritura ahora no sólo se hace con tinta, y que puede hacerse además de con información, con datos,
o directamente escribir arriba de la población, así como le hicieron los genocidas al diseñar al virus conocido
como la Virgen de Guadalupe. También creo que pueden hacerse otro tipo de novelas o ficciones más
amables que esta última, y que pueden escribirse con otros medios, estructuras, formatos. En gran medida
pienso que todo lo que hago es literatura (life is literature) y que es novela porque mis proyectos son de muy
largo plazo, pero creo que tenemos un problema grande de alfabetización en el país. Las literaturas
electrónicas mexicanas por ejemplo tienden a ser un mal ejemplo clientelar de buscar llegar a donde mismo
por “otros medios”. Y en el mejor de los casos utilizan un software que fue diseñado para que cualquier
persona pudiera tener “voz”, para intentar saltar al mundo de los libros. Veo cero cuestionamiento del
formato, y además una total ignorancia a propósito de sintaxis y demás. Escriben blog o tweets porque es el
formato que una corporación puso a su disposición. En ese sentido a mí me gusta experimentar, ni siquiera
me preocupa si la gente entiende o no entiende, porque la gente ya de por sí no lee. Además de que leer, en
una región como la nuestra, resulta tan problemático si tomamos en cuenta quiénes son los que publican y
queman libros o matan periodistas… (pienso que a lo mejor Mao 2 de Don Delillo es uno de los cinco libros
con que espero dialogar, a lo mejor también el libro rojo de Mao, quizá The Dancer Upstairs de Nicholas
Shakespeare, pero luego en realidad son tantos otros… y que a lo mejor no son novelas, o que son novelas
viejísimas).

Creo que es importante reafirmar el silencio, la acción y nuestra cultura visual y oral. Está bien, todos
estamos colonizados y hasta cierto punto catequizados por el lenguaje escrito y la literatura, pero esto
también termina siendo una forma de lavar dinero que tiene el gobierno para mantener en la nómina a cierta
gente o para financiar a editoriales extranjeras, que sin los programas de lectura o literatura no tendrían
forma de mantener sus vidas ni sus negocios ni su industria. ¿Y cómo le hace un independiente para poder
trasladar a un autor a otra ciudad o pagar el coctel o mantener a un escritor con vida y tiempo suficiente para
escribir durante unos años para que pueda escribir algo afuera de los intereses del mainstream?
Problemático. La novela fue mi género literario favorito, hasta que la literatura mexicana joven de los
noventa me hizo valorar mis ojos más. ¿Cuántos bukowskis mestizos podemos padecer o niños criollos artsy
de la Condesa? Para escapar de eso hay qué escapar… y experimentar. Si cabe o no, eso se ve en la práctica.
La vida es literatura.

Luis Felipe Lomelí

Todas las artes son formas de representación y, por lo mismo, son herramientas epistemológicas para
aprehender nuestro entorno. La novela sería una de estas formas, más eficientes y eficaces, que hemos
encontrado como sociedad para abordar toda una serie de temas cuyo tratamiento desde otras áreas es
ilusorio o inútil: por ejemplo, abordar el orgasmo desde una perspectiva clínica suele ser todo menos
orgásmico.

Cristina Rascón

Es una partícula de la vida. Que se extiende, se entrecruza, se autodefine y automuta. Como una célula que
evoluciona en segundos, casi de forma imperceptible. Uno como escritor atrapa un instante de esa célula,
que es la novela, que es la vida, y la expone, y en ese instante uno desaparece.

, de 2001 a 2004. Es colaborador de las revistas Crítica y Blanco Móvil, así como del suplemento La
Me encanta cómo Barthes decía que para escribir una buena novela hay que escribir, cada día, cada instante,
un buen haiku, que nos haga sentir la vida al máximo y solo después podríamos crear una verdadera novela.

Luis Carlos Fuentes

Ya casi todo podría ser una novela… pero no.

Para mí debe haber una multiplicidad de historias y/o tramas y/o personajes entretejidos, no simplemente
colocados unos al lado de otros. Es decir, la interacción entre ellos es lo importante (el conflicto que se
genera), y no su cantidad (por eso Las mil y una noches no es una novela).

Cuando hablo de multiplicidad de historias me refiero también (además, sí, de la variedad en los relatos) a
todo ese pasado que dio origen a lo que se cuenta, y todo ese futuro que existirá cuando se cierra el libro,
aunque ninguno de ellos, ni el antes ni el después, se narren explícitamente, sino que existan a través de la
deducción y la inferencia.

Cuando digo multiplicidad de personajes no significa que no pueda haber una novela sobre un náufrago: los
otros personajes existirán en su cabeza, en su pasado, en sus sueños o en sus esperanzas.

Cuando me refiero a multiplicidad de tramas me refiero a ese evento que justifica la aparición en esta novela
de los diversos personajes del párrafo anterior.

Una vez que tenemos todos esos elementos, si están entretejidos (otra vez la palabra clave) de una manera
orgánica, simbiótica y sinérgica, creo que nos encontramos frente a una novela.

Omar Nieto

En el arte de la novela no hay formas acabadas, cuando aparece una, emerge la disidencia, y esa es su
fortaleza. Más que nunca la novela es un género proteico: cambiar de forma o temas, de manera constante, le
permite sobrevivir. De ahí quizá, la explicación de la generación “inexistente”, sin programa ni estética
rectora común. Y eso porque creo que a nadie de nosotros le interesa ceder su imaginario a favor del otro
para formar un “grupo”. Se trata más bien de una multiplicidad de miradas, versiones personales de qué
debe ser la literatura. En cuanto a la novela en esta época posmoderna, creo que en su posibilidad de
albergar y simular otros géneros está su poderío, sobre todo al no reflejar un universo central ni una realidad
única, sino una infinitud de realidades o imagenierías, siempre en una relación íntimamente dialéctica.

Karen Chacek

La novela es un ser vivo que te habita y habitas mientras escribes, un organismo en el que, mediante el
lenguaje, experimentas a cabalidad la maravilla de ser libre, la posibilidad de llevar a cabo experimentos
“controlados”, de problematizar el presente y cuestionar las verdades socialmente aceptadas. Lejos de ser un
escondite o una vía de escape, la ficción te desnuda, te muestra de manera franca: dime qué imaginas y te
diré quién eres.

Definiciones del cuento según algunos escritores


4

El argentino Enrique Anderson Imbert, narrador, ensayista y docente universitario argentino, a quien
considero el puente perfecto entre el universo teórico y el universo creativo lo define así:

El cuento vendría a ser una narración breve en prosa que, por mucho que se apoye en un suceder real, revela
siempre la imaginación de un narrador individual. La acción ––cuyos agentes son hombres, animales
humanizados o cosas animadas–– consta de una serie de acontecimientos entretejidos en una trama donde
las tensiones y distensiones, graduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector, terminan por
resolverse en un desenlace estéticamente satisfactorio.[1]

La definición que propone Guillermo Cabrera Infante coincide con la de Helena Beristáin en algunas partes,
sin embargo, sin embargo él considera que la única forma de escribir cuento es por medio de la prosa. El
autor cubano dice que:

El cuento es tan antiguo como el hombre. Tal vez más antiguo, pues bien pudo haber primates que
contaran cuentos todos hechos de gruñidos, que es el origen del lenguaje humano: un gruñido bueno, dos
gruñidos mejor, tres gruñidos ya son una frase. Así nació la onomatopeya y con ella, luego, la epopeya.
Pero antes que ella, cantada o escrita, hubo cuentos todos hechos de prosa: un cuento en verso no es un
cuento sino otra cosa: un poema, una oda, una narración con metro y tal vez con rima: una ocasión cantada
no contada, una canción… [2]

Juan Bosch, el escritor dominicano, quien además de haber sido presidente de su país por un breve lapso,
también fue maestro de García Márquez, dice en sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos:

¿Qué es un cuento? La respuesta ha resultado tan difícil que a menudo ha sido soslayada incluso por críticos
excelentes, pero puede afirmarse que un cuento es el relato de un hecho que tiene indudable importancia. La
importancia del hecho es desde luego relativa, mas debe ser indudable, convincente para la generalidad de
los lectores. Si el suceso que forma el meollo del cuento carece de importancia, lo que se escribe puede ser
un cuadro, una escena, una estampa, pero no es un cuento […] Aprender a discernir dónde hay un tema para
cuento es parte esencial de la técnica. Esa técnica es el oficio peculiar con que se trabaja el esqueleto de toda
obra de creación: es la <<tekné>> de los griegos o, si se quiere, la parte de artesanado imprescindible en el
bagaje del artista. […]Se dice a menudo que el cuento es una novela en síntesis y que la novela requiere más
aliento en el que la escribe. En realidad los dos géneros son dos cosas distintas[…] La diferencia
fundamental entre un género y el otro está en la dirección: la novela es extensa; el cuento es intenso. […] El
cuento tiene que ser obra exclusiva del cuentista. Él es el padre y el dictador de sus Criaturas; no puede
dejarlas libres ni tolerarles rebeliones. Esa voluntad de predominio del cuentista sobre sus personajes es lo
que se traduce en tensión por tanto en intensidad. La intensidad de un cuento no es producto obligado, como
ha dicho alguien, de su corta extensión; es el fruto de la voluntad sostenida con que el cuentista trabaja su
obra. Probablemente es ahí donde se halla la causa de que el género sea tan difícil, pues el cuentista necesita
ejercer sobre sí mismo una vigilancia constante, que no se logra sin disciplina mental y emocional; y eso no
es fácil.” [3]

Bosch habla de un hecho de indudable importancia, pero aún no nos aclara qué hace que un cuento lo sea a
cabalidad y no algo más, por ejemplo: una estampa, un relato o una instantánea (si nos dejamos influir por el
límite de tiempo que tenemos para leerlo…) Sigo preguntándome dónde encontrar lo que podría ser la
osamenta del cuento para que mis estudiantes puedan hacer una reflexión crítica sobre su propio trabajo de
creación con el fin de que tengan de dónde asirse al analizar, revisar, limpiar o reescribir sus textos; en la
búsqueda, me encuentro con El arte del cuento, escrito por Flannery O’Connor, con quien coincido mucho
más.

Ella afirma:

Desde mi punto de vista, hablar de la escritura de un cuento en términos de trama, personaje y tema es
como tratar de describir la expresión de un rostro limitándose a decir dónde están los ojos, la boca y la nariz.
[…] Un cuento es una acción dramática completa, y en los buenos cuentos, los personajes se muestran por
medio de la acción, y la acción es controlada por medio de los personajes. Y como consecuencia de toda la
experiencia presentada al lector se deriva el significado de la historia. […] Un cuento compromete, de un
modo dramático, el misterio de la personalidad humana. […] Ningún lector creerá nada de la historia que el
autor debe limitarse a narrar, a menos que se le permita experimentar situaciones y sentimientos concretos.
La primera y más obvia característica de la ficción es que trasmite de la realidad lo que puede ser visto, oído,
olido, gustado y tocado. El escritor de ficciones debe comprender que no se puede provocar compasión con
compasión, emoción con emoción, pensamientos con el pensamiento. Debe transmitir todas estas cosas, sí,
pero provistas de un cuerpo: el escritor debe crear un mundo con peso y espacialidad.[…]En la escritura de
ficción, salvo en muy contadas ocasiones, el trabajo no consiste en decir cosas, sino en mostrarlas…

Un buen cuento no debe tener menos significación que una novela, ni su acción debe ser menos completa.
Nada esencial para la experiencia principal deberá ser suprimido en un cuento corto. Toda acción deberá
poder explicarse satisfactoriamente en términos de motivación; y tendrá que haber un principio, un nudo y
un desenlace, aunque no necesariamente en este orden.

La única manera, creo, de aprender a escribir cuentos es escribirlos, y luego tratar de descubrir qué es lo que
se ha hecho…[4]

Flannery O’connor habla desde su experiencia como creadora, para ella las cuestiones estructurales tienen
el peso del armazón desprovisto de carne. Por lo tanto, desde la perspectiva de esta autora, existe un punto
esencial: el uso de los cinco sentidos para presentar imágenes que transmitan la experiencia. O’connor,
como buena escritora, pone el acento en la emotividad tanto de los personajes como de las acciones
desarrolladas por ellos.

Para terminar de definir este género, es indispensable citar a Cortázar y su conferencia sobre Algunos
aspectos del cuento[5], donde dice que el cuento es un género de difícil definición, huidizo en sus múltiples
y antagónicos aspectos.

Porque un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión
escrita de esa vida libran una batalla fraternal, si se me permite el término; y el resultado de esa batalla es el
cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua
dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia. Sólo con imágenes se puede transmitir esa alquimia
secreta que explica la profunda resonancia que un gran cuento tiene en nosotros, y que explica también por
qué hay muy pocos cuentos verdaderamente grandes. […] un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel
desde las primeras frases. […] Un cuento es malo cuando se escribe sin esa tensión que debe manifestarse
desde las primeras palabras o las primeras escenas. […] Decíamos que el cuentista trabaja con un material
que calificamos de significativo. El elemento significativo del cuento parecería residir principalmente en su
tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar
algo más allá de sí mismo. […] el resumen implacable de una cierta condición humana, o en el símbolo que

Definiciones del cuento según algunos escritores


4

El argentino Enrique Anderson Imbert, narrador, ensayista y docente universitario argentino, a quien
considero el puente perfecto entre el universo teórico y el universo creativo lo define así:

El cuento vendría a ser una narración breve en prosa que, por mucho que se apoye en un suceder real, revela
siempre la imaginación de un narrador individual. La acción ––cuyos agentes son hombres, animales
humanizados o cosas animadas–– consta de una serie de acontecimientos entretejidos en una trama donde
las tensiones y distensiones, graduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector, terminan por
resolverse en un desenlace estéticamente satisfactorio.[1]

La definición que propone Guillermo Cabrera Infante coincide con la de Helena Beristáin en algunas partes,
sin embargo, sin embargo él considera que la única forma de escribir cuento es por medio de la prosa. El
autor cubano dice que:

El cuento es tan antiguo como el hombre. Tal vez más antiguo, pues bien pudo haber primates que
contaran cuentos todos hechos de gruñidos, que es el origen del lenguaje humano: un gruñido bueno, dos
gruñidos mejor, tres gruñidos ya son una frase. Así nació la onomatopeya y con ella, luego, la epopeya.
Pero antes que ella, cantada o escrita, hubo cuentos todos hechos de prosa: un cuento en verso no es un
cuento sino otra cosa: un poema, una oda, una narración con metro y tal vez con rima: una ocasión cantada
no contada, una canción… [2]

Juan Bosch, el escritor dominicano, quien además de haber sido presidente de su país por un breve lapso,
también fue maestro de García Márquez, dice en sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos:

¿Qué es un cuento? La respuesta ha resultado tan difícil que a menudo ha sido soslayada incluso por críticos
excelentes, pero puede afirmarse que un cuento es el relato de un hecho que tiene indudable importancia. La
importancia del hecho es desde luego relativa, mas debe ser indudable, convincente para la generalidad de
los lectores. Si el suceso que forma el meollo del cuento carece de importancia, lo que se escribe puede ser
un cuadro, una escena, una estampa, pero no es un cuento […] Aprender a discernir dónde hay un tema para
cuento es parte esencial de la técnica. Esa técnica es el oficio peculiar con que se trabaja el esqueleto de toda
obra de creación: es la <<tekné>> de los griegos o, si se quiere, la parte de artesanado imprescindible en el
bagaje del artista. […]Se dice a menudo que el cuento es una novela en síntesis y que la novela requiere más
aliento en el que la escribe. En realidad los dos géneros son dos cosas distintas[…] La diferencia
fundamental entre un género y el otro está en la dirección: la novela es extensa; el cuento es intenso. […] El
cuento tiene que ser obra exclusiva del cuentista. Él es el padre y el dictador de sus Criaturas; no puede
dejarlas libres ni tolerarles rebeliones. Esa voluntad de predominio del cuentista sobre sus personajes es lo
que se traduce en tensión por tanto en intensidad. La intensidad de un cuento no es producto obligado, como
ha dicho alguien, de su corta extensión; es el fruto de la voluntad sostenida con que el cuentista trabaja su
obra. Probablemente es ahí donde se halla la causa de que el género sea tan difícil, pues el cuentista necesita
ejercer sobre sí mismo una vigilancia constante, que no se logra sin disciplina mental y emocional; y eso no
es fácil.” [3]

Bosch habla de un hecho de indudable importancia, pero aún no nos aclara qué hace que un cuento lo sea a
cabalidad y no algo más, por ejemplo: una estampa, un relato o una instantánea (si nos dejamos influir por el
límite de tiempo que tenemos para leerlo…) Sigo preguntándome dónde encontrar lo que podría ser la
osamenta del cuento para que mis estudiantes puedan hacer una reflexión crítica sobre su propio trabajo de
creación con el fin de que tengan de dónde asirse al analizar, revisar, limpiar o reescribir sus textos; en la
búsqueda, me encuentro con El arte del cuento, escrito por Flannery O’Connor, con quien coincido mucho
más.

Ella afirma:

Desde mi punto de vista, hablar de la escritura de un cuento en términos de trama, personaje y tema es
como tratar de describir la expresión de un rostro limitándose a decir dónde están los ojos, la boca y la nariz.
[…] Un cuento es una acción dramática completa, y en los buenos cuentos, los personajes se muestran por
medio de la acción, y la acción es controlada por medio de los personajes. Y como consecuencia de toda la
experiencia presentada al lector se deriva el significado de la historia. […] Un cuento compromete, de un
modo dramático, el misterio de la personalidad humana. […] Ningún lector creerá nada de la historia que el
autor debe limitarse a narrar, a menos que se le permita experimentar situaciones y sentimientos concretos.
La primera y más obvia característica de la ficción es que trasmite de la realidad lo que puede ser visto, oído,
olido, gustado y tocado. El escritor de ficciones debe comprender que no se puede provocar compasión con
compasión, emoción con emoción, pensamientos con el pensamiento. Debe transmitir todas estas cosas, sí,
pero provistas de un cuerpo: el escritor debe crear un mundo con peso y espacialidad.[…]En la escritura de
ficción, salvo en muy contadas ocasiones, el trabajo no consiste en decir cosas, sino en mostrarlas…

Un buen cuento no debe tener menos significación que una novela, ni su acción debe ser menos completa.
Nada esencial para la experiencia principal deberá ser suprimido en un cuento corto. Toda acción deberá
poder explicarse satisfactoriamente en términos de motivación; y tendrá que haber un principio, un nudo y
un desenlace, aunque no necesariamente en este orden.

La única manera, creo, de aprender a escribir cuentos es escribirlos, y luego tratar de descubrir qué es lo que
se ha hecho…[4]
Flannery O’connor habla desde su experiencia como creadora, para ella las cuestiones estructurales tienen
el peso del armazón desprovisto de carne. Por lo tanto, desde la perspectiva de esta autora, existe un punto
esencial: el uso de los cinco sentidos para presentar imágenes que transmitan la experiencia. O’connor,
como buena escritora, pone el acento en la emotividad tanto de los personajes como de las acciones
desarrolladas por ellos.

Para terminar de definir este género, es indispensable citar a Cortázar y su conferencia sobre Algunos
aspectos del cuento[5], donde dice que el cuento es un género de difícil definición, huidizo en sus múltiples
y antagónicos aspectos.

Porque un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión
escrita de esa vida libran una batalla fraternal, si se me permite el término; y el resultado de esa batalla es el
cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua
dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia. Sólo con imágenes se puede transmitir esa alquimia
secreta que explica la profunda resonancia que un gran cuento tiene en nosotros, y que explica también por
qué hay muy pocos cuentos verdaderamente grandes. […] un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel
desde las primeras frases. […] Un cuento es malo cuando se escribe sin esa tensión que debe manifestarse
desde las primeras palabras o las primeras escenas. […] Decíamos que el cuentista trabaja con un material
que calificamos de significativo. El elemento significativo del cuento parecería residir principalmente en su
tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar
algo más allá de sí mismo. […] el resumen implacable de una cierta condición humana, o en el símbolo que

Definiciones de cuento según teóricos


1

En su diccionario, la doctora Beristáin define al cuento como:


Variedad del relato (“discurso que integra una sucesión de eventos de interés humano en la unidad de una
misma acción.”) (BREMOND). El cuento se realiza mediante la intervención de un narrador y con
preponderancia de la narración sobre las otras estrategias discursivas (descripción, monólogo y diálogo), las
cuales, si se utilizan suelen aparecer subordinadas a la narración y ser introducidas por ella. […] El cuento
se caracteriza porque en él, mediante el desarrollo de una sucesión de acciones interrelacionadas lógica y
temporalmente, la situación en que inicialmente aparecen los protagonistas es objeto de una
transformación. (Beristáin, 2001)

Para Seymour Menton, estudioso del quehacer cuentístico que entrega en su antología intitulada El cuento
hispanoamericano, define el género como:

“…una narración, fingida en todo o en parte, creada por un autor, que se puede leer en menos de una hora y
cuyos elementos contribuyen a producir un solo efecto”. (Menton, 2003)

Queda claro que al redactar su propuesta, Menton partía de lo dicho por Edgar Allan Poe, quien también
tuvo que definir aquello que para él era cuento. Poe publicaba sus impresiones sobre los libros de reciente
aparición en algunos periódicos y revistas de la época (S. XIX), eran reseñas críticas en las que se limitaba a
decir aquello que a él le parecía, a partir de su experiencia como creador y de sus lecturas, sin pretensiones
científicas. Decía que el cuento “es una narración corta en prosa” y definió el cuento corto como una pieza
literaria que “requiere de media hora a hora y media o dos para leerla.”[1]

Algunas definiciones y opiniones sobre el cuento

Teorías sobre el cuento


[El cuento] “dista tanto de constituir un género en sí como la novela.”

W. Kayser. Interpretación y análisis de la obra literaria. p.489. [1]

“Cuento es una narración de acontecimientos (psíquicos o físicos) interrelacionados en un


conflicto y su resolución, conflicto y resolución que nos hacen meditar en un implícito mensaje
sobre el modo de ser del hombre.”

“El cuento vendría a ser una narración breve, en prosa, que por mucho que se apoye en un
suceso real, revela siempre la imaginación de un narrador individual. La acción -cuyos agentes
son hombres, animales humanizados o cosas animadas- consta de una serie de acontecimientos
entretejidos en una trama donde las tensiones y distensiones, graduadas para mantener en
suspenso el ánimo del lector, terminan por resolverse en un desenlace estéticamente
satisfactorio.”

Enrique Anderson Imbert. Teoría y técnica del cuento. [2]

“(…) Es inadmisible el juicio de que el cuento, por su extensión más breve (comparado con la
novela) represente una forma de menor complejidad. Creemos que relatos como “El Aleph” o “El
inmortal”, de Borges, o “Las babas del diablo” de Cortázar, demuestran la falsedad de este
presupuesto.”

Gabriela Mora. En torno al cuento: de su teoría general y de su práctica en Hispanoamérica.


p.138. [3]

Poéticas sobre el cuento

“El cuento es siempre una especie de corte transversal efectuado en la realidad. Ese corte puede
mostrar un hecho (una peripecia física), un estado espiritual (una peripecia anímica) o algo
aparentemente estático: un rostro, una figura, un paisaje. El cuento no se limita a la descripción
estática de un personaje, por el contrario, es siempre un retrato activo o, cuando menos,
potencial. La anécdota es el resorte imprescindible del cuento.”

Mario Benedetti. (¿?)

“ […]Pero no es indispensable, adviértenos la retórica, que el tema a contra constituya una


historia con principio, medio y fin. Una escena trunca, un incidente, una simple situación
sentimental, moral o espiritual, poseen elementos de sobra para realizar con ellos un cuento.
[También puede ser] la historia breve, enérgica y aguda de un simple estado de ánimo.”

Horacio Quiroga. “La retórica del cuento”. [4]

“El cuento, como el poema, representa una experiencia única e irrepetible. El escritor de cuentos
contemporáneos no narra sólo el placer de encadenar hechos de una manera más o menos
casual, sino para revelar qué hay detrás de ellos; lo significativo no es lo que sucede, sino la
manera de sentir, pensar, vivir esos hechos, es decir, su interpretación. El narrador de cuentos
está en posesión de una clase de verdad que cobra forma significativa y estética a través de lo
narrado. Mientras la novela transcurre en el tiempo, el cuento profundiza en él, o lo inmoviliza, lo
suspende para penetrarlo. La función de un relato es agotar, por intensidad, una situación. La de
la novela, desarrollar varias situaciones que, al yuxtaponerse, provocan la ilusión del tiempo
sucesivo.”

Cristina Peri Rossi. “La metamorfosis del cuento”. [5]


“En la historia (que sabemos escriben los dominadores), el cuento fue un género menor. La
literatura estaba construida por cosas grandes, como la poesía, la novela, el ensayo. El cuento
era cosa de mujeres, una práctica asociada a una subcultura que tenía que ver con calmar niños
de noche, o asustar niños antes de dormir, pero de ambos modos, con seres inferiores en la
escala social: niños, viejos y mujeres. En el habla común, por ejemplo, el cuentero corresponde a
un delito tipificado por la ley; ser cuentera es degradante, puesto que se asocia con la mentira;
andar con cuentos es ir con chismes; parece un cuento cuando algo está reñido con la razón;
puro cuento, cuento aparte, cuentear, creerse el cuento, etc., son frases que siempre tienen
una connotación negativa, asociada a lo femenino.”

Pía Barros. “Había una vez; o mea culpa y a contar el cuento”. [6]

“El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la
busca siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca
de la vida, una verdad secreta. "La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no
en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato", decía Rimbaud.
Esa iluminación profana se ha convertido en la forma del cuento”.

Ricardo Piglia. Tesis sobre el cuento. [7]

***
Quien hace una excelente investigación sobre el cuento es Gabriela Mora[8], que resume y critica
las múltiples teorías en torno a este género, incluyendo las de Cortázar. Ricardo Piglia también
llama la atención al establecer dos historias para el cuento: una superficial y otra oculta o
profunda, siguiendo la teoría del iceberg de Hemingway de que lo más importante nunca se
cuenta. Cristina Peri Rossi, como Cortázar y Poe, sitúa el cuento al lado del poema por
“representar una experiencia única e irrepetible”. Para la escritora, el tiempo en el cuento debe
ser trabajado en profundidad. Similar posición tiene Benedetti al definir el cuento como un “corte
transversal efectuado en la realidad”. La intensidad (lo activo, lo enérgico, lo agudo) también está
en el precepto VIII del Decálogo del Perfecto Cuentista de Quiroga:

“Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el
camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver.
No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad
absoluta, aunque no lo sea”. (Mis subrayados).

Anderson Imbert es criticado por Mora al confundir conceptos como narrador, autor, lector, trama.
(Mora.1993: 70-74). Lo más confuso es cuando el teórico habla de la resolución de un cuento
como un “desenlace estéticamente satisfactorio”. Existen cuentos sin desenlace aparente o de
‘final abierto’ donde el o los posibles conflictos no se resuelven. Ejemplo de esto es Macario, de
Rulfo donde la situación inicial del personaje se mantiene hasta el final, sin variación alguna.

Frente a la opinión de Kayser sobre el cuento, tanto Barros como Mora disienten que éste sea un
género menor. La primera alega la desvalorización y degradación del cuento frente a géneros
‘mayores’ como la novela y el ensayo; la segunda, sostiene que es inadmisible considerar la
brevedad del cuento como algo de menor complejidad.

En cuanto al microrrelato o microcuento, que cada vez tiene más cultores, éste se nutre de
muchos géneros literarios y ‘formas simples’, como el chiste, la anécdota, el caso. Recordemos
que sus orígenes se remontan al modernismo hispanoamericano, con Rubén Darío a la cabeza.
Más allá de ser o no un género independiente, y que tantos trabajos teóricos ha suscitado al
respecto, el microcuento es una entidad literaria sumamente dinámica, que varía constantemente,
como una medusa en el mar.
Nota: Sobre microcuento

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