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El Espíritu Santo

En el Símbolo Niceno-Constantinopolitano

En el presente trabajo se abordara el tema del Espíritu Santo desde el Símbolo o Credo Niceno-
Constantinopolitano tomando como base el Catecismo de la Iglesia Católica, para con ello profundizar en
la importancia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia como aquella fuerza que nos ayuda a comprender,
nos da el valor y la fuerza para propagar el mensaje que nos dio Jesucristo.

Para iniciar el estudio veremos brevemente como se formó el Credo Niceno- Constantinopolitano y cuáles
son las verdades que contiene para luego abordar el tema central del estudio que es el Espíritu Santo.

El símbolo niceno o símbolo de la fe es una declaración dogmática de los contenidos de la


fe cristiana promulgada en el Concilio de Nicea I (325). El objeto del credo niceno fue consensuar una
definición de los dogmas de la fe cristiana, impedida hasta entonces por la escasa institucionalización y
las fuertes variantes regionales. El principal adversario de la doctrina nicena fue el arrianismo, corriente
teológica liderada por el sacerdote norteafricano Arrió quien no quiso aceptar que Jesucristo era Dios
mismo (concepto de Trinidad) como propuso interpretar el teólogo Atanasio en el Concilio de Nicea I;
otros problemas teológicos, en especial trinitarios, no se resolverían hasta el Primer Concilio de
Constantinopla, cuando el carácter divino del Espíritu Santo se afirmó definitivamente.

Como vemos el proceso de formación de los dogmas que contienen el credo fue larga y ardua. Aun después
de promulgado, en Nicea, siguió habiendo ciertos desacuerdos dogmáticos en especial en relación con el
E.S y la cuestión del “Filoque”, es decir que si procede del Padre o si procede del Padre y del Hijo, esta
cuestión llevo al cisma de la Iglesia provocando su separación que hasta el día de hoy continua.

Una vez promulgado y aceptado el Credo quedo compuesto de la siguiente manera:

El Credo está dividido en tres partes:

- La primera parte habla de Dios Padre y de la obra de la Creación.

- La segunda parte habla de Dios Hijo y de la Redención de los hombres.

- La tercera parte habla de Dios Espíritu Santo y de nuestra santificación.


Estas tres partes contienen doce artículos que abarcan las principales verdades en las que. Estos doce
artículos son:

1. Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador 6. Jesucristo subió a los cielos y está sentado a la
del cielo y de la Tierra. derecha de Dios Padre.

2. Jesucristo, Hijo único de Dios. 7. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y


muertos.
3. Jesucristo fue concebido por obra y gracia del
Espíritu Santo y nacido de María la Virgen. 8. Creo en el Espíritu Santo.

4. Jesucristo padeció bajo el poder de Poncio 9. Creo en la Santa Iglesia Católica.


Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado.
10. Creo en el perdón de los pecados.
5. Jesucristo descendió a los infiernos y al tercer
11. Creo en la resurrección de la carne.
día resucitó de entre los muertos.
12. Creo en la vida eterna.

Con esta explicación del contenido del Credo podemos darnos una idea de la complejidad para la
formulación del mismo, pero también vemos como el E.S, actúa e ilumina la Iglesia para poder seguir
caminando y llevando el mensaje de Cristo a todos los hombres.

Ahora desarrollaremos lo que el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos dice sobre la tercera persona
de la Santísima Trinidad.

Creo en el Espíritu Santo

683."Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Co 12, 3). "Dios ha
enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga 4, 6). Este conocimiento
de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente
haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el
Bautismo, primer sacramento de la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo,
se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia.

684. El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida
nueva que es: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). No
obstante, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.
685. Creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la
Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración gloria" (Símbolo de Nicea-Constantinopla). Por eso se ha hablado del misterio divino del
Espíritu Santo en la "teología" trinitaria, en tanto que aquí no se tratará del Espíritu Santo sino en la
"Economía" divina.
686. El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación
y hasta su consumación. Pero es en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del
Hijo, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. Entonces,
este Designio Divino, que se consuma en Cristo, "primogénito" y Cabeza de la nueva creación, se realiza
en la humanidad por el Espíritu que nos es dado: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los
pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.1

Con estas palabras inicia el CIC su explicación sobre el E.S. y nos da una clara idea de cuál es la función
del Paráclito que Jesús prometió y envió a sus discípulos, vemos como es el quien nos abre el
entendimiento al mensaje de la Revelación dado por Cristo y como sin él no podremos entender a este
mensaje ni conocer al Padre en todo su poder.

También nos habla de la importancia del bautismo, puerta por la cual entramos a conocer estos misterios
y en el cual se nos da el Espíritu para poder empezar este caminar, como por medio del bautismo nos
hacemos Hijos de Dios y como con este regalo se nos invita a seguir conociendo y amando a Dios Padre.
Además en esta recepción del Espíritu como con ello nos da el don y nos invita a conocer todas las gracias
que de parte del Padre recibimos y también lo conocemos para poder amarlo y poder llamarlo Padre y
poder formar una sola familia la de los Hijos de Dios.

Vemos también la preexistencia del Espíritu y nos hace notar su importancia en la historia de la Salvación,
como estuvo presente desde el principio y como es el quien nos acompaña ahora y hasta la consumación
de los tiempos. Nos invita a creer en él ya que sin este Espíritu no podremos conocer los misterios del
Reino y tampoco podremos tener una Fe solida ya que nos faltaría una parte fundamental en nuestro
caminar.

1
CC 683-686
El CC con palabras sencillas, pero a la vez profundas, nos abre los ojos a la importancia de creer, conocer
y recibir a la tercera Persona de la Trinidad, ultima en ser revelada pero no por ello menos importante ya
que ha estado presente en toda la Historia de la Salvación, pero es hasta que Cristo lo envía cuando lo
empezamos a conocer y a entender su importancia en nuestro caminar.

I la misión conjunta del hijo y del espíritu santo

689. Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo (Cf. Ga 4, 6) es
realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de
la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante,
consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas.
690. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el
Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen
visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.
Jesús es Cristo, "ungido", porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación
mana de esta plenitud (Cf. Jn 3, 34). Cuando por fin Cristo es glorificado (Jn 7, 39), puede a su vez, de
junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su Gloria (Cf. Jn 17, 22), es decir,
el Espíritu Santo que lo glorifica (Cf. Jn 16, 14). La misión conjunta y mutua se desplegará desde entonces
en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos
a Cristo y hacerles vivir en él.2
Con estos numerales del Catecismo vemos la relación entre el Hijo y el Espíritu como a cada uno se le dio
una misión específica en la Salvación y vemos como el Padre es quien inicia esto, la misión del Hijo es
dar a conocer el rostro amoroso del Padre e instaurar el Reino aquí en la Tierra, la misión del Espíritu es
ungir, confirmar y hacer visible al Hijo en su misión redentora. Esta unión no se da solamente en el
momento de la Revelación, sino que desde el principio es una unión de las Tres Divinas Personas, Ad
Intra, en el seno de la Trinidad y se convierte en Ad Extra desde la creación y se hace más palpable aun
en la Encarnación del Hijo. Y tras su Resurrección y Ascensión el Espíritu es quien manifestara o nos dará

2
CC 689-690
el conocimiento para profundizar en el amor de Dios y volver a unirnos a él haciéndonos uno como Hijos
adoptivos del Padre.

Esta relación y “división” en la misión no hace a uno más importante que el otro, sino que los tres son
participes de la misión del otro, los tres están presentes desde la creación y estarán presentes en la
consumación, pero hasta que esto suceda el Espíritu será quien nos revelara todo y nos fortalecerá para
poder crecer en el amor y, como ya se había mencionado, hacernos hijos en el Hijo para que volvamos al
Padre y lo adoremos en Espíritu y verdad.

II El nombre, los apelativos y los símbolos del espíritu santo

El nombre propio del Espíritu Santo

691. "Espíritu Santo", tal es el nombre propio de Aquél que adoramos y glorificamos con el Padre y el
Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (Cf.
Mt 28, 19).

Los apelativos del Espíritu Santo


692. Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente
"aquél que es llamado junto a uno", "advocatus" (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce
habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (Cf. 1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama
al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16, 13).
693. Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los
apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa(Ga 3, 14; Ef 1,
13), el Espíritu de adopción (Rm 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2
Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19; 1 Co 6, 11; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria
(1 P 4, 14).
Aquí vemos la preexistencia del Espíritu y la promesa de envió por parte de Jesús, el cual tiene su nombre
propio puesto que tiene su misión específica y es quien nos ayudara a profundizar en el mensaje del Hijo
y quien nos sostendrá y dará la fuerza en el caminar y así lo hizo y lo sigue haciendo desde que fue enviado
en Pentecostés.
Los símbolos del Espíritu Santo
694. El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya
que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo
nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua
bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo.

695. La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta
el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo. En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la
Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza
que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo
["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del Espíritu de Dios.

696. El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu
Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo.

697. La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo.
Desde las teofanías del Antiguo Testamento. Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el
Espíritu Santo.

698. El sello es un símbolo cercano al de la unción. Como la imagen del sello indica el carácter indeleble
de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta
imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para expresar el "carácter" imborrable impreso por
estos tres sacramentos, los cuales no pueden ser reiterados.
699. La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. En su Nombre, los
Apóstoles harán lo mismo. Más aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles el Espíritu Santo
nos es dado. Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus
epíclesis sacramentales.

700. El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha
sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los
Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las
tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3).

701 La paloma. Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja
y se posa sobre él (Cf. Mt 3, 16 par.). El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los
bautizados. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es tradicional en la iconografía
cristiana.3

Con todo lo anterior que se ha dicho comprendemos la importancia del Espíritu Santo en la acción de la
vida Eclesial y vemos como Dios en su infinito amor nos hace participes y hace palpable la presencia del
Espíritu en cada uno de las etapas de la vida y de la formación, desde el bautismo hasta la confirmación,
sacramentos en los cuales se derrama el Espíritu en nuestras vidas y nos hace participes de la vida de Dios
a través de la Iglesia.

Una cuestión a resaltar son los diversos nombres que recibe esta persona de la Trinidad porque nos hablan
de sus funciones o su actividad dentro de la Iglesia y de la vida de cada uno de los Hijos de Dios, como el
Espíritu se hace palpable de tantas maneras para que creamos en él y podamos ser partícipes del Reino y
nos ayuda a prepararnos para la venida de este Reino. También es importante resaltar en las diversas
formas en que se presenta el Paráclito como ha estado presente desde el inicio y como estará hasta el final,
como es el quien nos abre las puertas y es el quien se encargara de la resurrección de los muertos, es de
alabar la importancia del Espíritu en la vida de la comunidad ya que la mantiene unidad y le abre el
entendimiento para profundizar y creer en Dios.

Con esto podemos también profundizar en las funciones que cada Persona de la Trinidad tiene, cada uno
tiene la suya pero trabajan en unidad para darnos a conocer el amor del Padre y el Reino, lo vemos ya que
Cristo lo promete y el Padre cumple esa promesa enviándolo para poder comprender lo que el Hijo dijo,
aunque estuvo presente en toda la misión profética-mesiánica del Hijo.

3
CC 691-701
III El espíritu santo en la Historia de la Salvación4

Como último tema de este trabajo veremos a groso modo la actuación del Espíritu en la Historia de la
Salvación.

Desde el comienzo y hasta la plenitud de los tiempos tanto el Hijo como el Espíritu ya estaban pero no
eran plenamente revelados aun, es por ello que el Antiguo Testamento se tiene que leer en esa línea de
espera y escucha de lo que Dios Padre dijo a los profetas.

En el momento de la creación la Santísima Trinidad estuvo presente, las manos del Padre fueron las que
crearon pero tanto el Hijo como el Espíritu estaban presentes y es de este modo que en lo creado (el
hombre) se encuentre el reflejo de la Trinidad.

En el momento de la caída el hombre seguía siendo Hijo de Dios, a pesar del pecado y de la muerte, y es
aquí que Dios hace la promesa a Abrahán de su descendencia seria incontable como las arenas del mar y
las estrellas del cielo, con esta promesa Dios inaugura la Economía de la Salvación para que llegada la
plenitud de los tiempos el Hijo asuma la condición de hombre para redimirlo y restaurar la imagen de Dios
volviéndole a dar la Gloria y el Espíritu que da la vida. “Contra toda esperanza, Dios promete a Abrahán
una descendencia, como fruto de la fe y el poder del E.S”5.

De esta promesa hecha por Dios se sigue revelando por medio de las Teofanías y con ello sigue adelante
el cumplimiento de la promesa, dichas Teofanías echas a los Patriarcas ya nos dan una pequeña revelación
o muestra de la presencia del Verbo de Dios cubierto por el velo del E.S.; Dios nos da un camino por
medio de la ley pero esta ley se muestra imperfecta y además la impotencia que tiene para salvar al
hombre de su situación suscitan el deseo del E.S.

De esta Ley otorgada por Dios que debió ser quien rigiera los corazones de los hombres se notó
insuficiente por la dureza y cerrazón del corazón del hombre y es de esta manera que piden a Dios que les
de reyes como los demás pueblos y es aquí donde inicia el declive del pueblo, por sus infidelidades, que
los llevo hasta el destierro, un aparente fracaso de las Promesas, es aquí donde Dios demuestra su amor
infinito la fidelidad que tenía y esto los lleva a un nuevo comienzo de restaurar dicha Promesa, pero ahora
guiados por el Espíritu.

4
CC 702-730
5
CC 706
Después del Exilio inicia un periodo de espera del Mesías por medio de los profetas en una doble vertiente:
“la primera como ya se dijo es la espera del Mesías y la segunda el anuncio de un Espíritu nuevo y las dos
convergen en el pequeño Resto, el pueblo de los pobres, que aguardan en la esperanza la “consolidación
de Israel” y la “redención de Jerusalén”6.

Dicha espera del Mesías la podemos leer en diversos pasajes pero de manera especial en los “Cantos del
Siervo” de Isaías, los que refieren al Espíritu son los de Ezequiel, Jeremías y Joel.

Del anuncio de la Promesa hecha por Dios, de la espera a veces fiel otras veces infiel del pueblo, llega el
inicio del cumplimiento de la promesa en el Nuevo Testamento con la aparición de Juan el Bautista quien
fue el precursor y ultimo profeta para llegar al cumplimiento de la promesa en el Hijo. En el habita el
fuego del Espíritu y lo hace ser el precursor del Señor que viene, el E.S. culmina la obra de preparar al
pueblo para su llegada.

Juan es el último de los profetas en quien se consuman toda la espera y las profecías anteriores además
que en él se inaugura, prefigurando, lo que realizara con Cristo: volver al hombre la semejanza divina.

De Juan Bautista pasamos a la figura de María, Madre Dios, en la cual el Hijo y el Espíritu habitaran para
darse a conocer entre los hombres, es en María donde Dios ha puesto su morada en medio de nosotros y
es de quien tomara carne el Verbo para habitar entre nosotros.

En ella comienza a manifestarse las maravillas de Dios, que el Espíritu va a realizar en Cristo y la Iglesia
como son:

En Espíritu Santo preparo a María con su gracia., en ella se realiza el designio benevolente del Padre,
además en ella se manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen María, una de las cosas más
maravillosas en que en ella el E.S. comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres “objeto del
amor benevolente del amor de Dios”7.

Y la misión de María es tan grande que es la nueva Eva, presente en todos los momentos de la vida de su
hijo y también presente en el momento de Pentecostés, el nacimiento de la Iglesia, todo esto por medio
del Espíritu que le fue infundido y por medio del cual se pudo mantener en pie en todos los momentos de
alegría, dolor y tristeza.

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CC 711
7
CC 725
Toda la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos se resume en que el Hijo es el
Ungido del Padre desde su Encarnación: Jesús es Cristo, el Mesías8.
Jesús no revela plenamente al E.S. sino hasta que él es glorificado con su muerte y resurrección. No lo
mantiene oculto sino que lo revela poco a poco en sus enseñanzas, pero aun no era tiempo para
comprenderlo, es hasta el momento que se va acercando su glorificación que lo hace abiertamente, y el
cumple esta promesa y le envía el Espíritu a los discípulos.
A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia: "Como el
Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21; Cf. Mt 28, 19; Lc 24, 47-48; Hch 1, 8)9.

Conclusión

Con lo explicado podemos ver la importancia y necesidad que tenemos del Espíritu, vemos como en una
misión conjunta de Él y del Hijo en la cual nos revelan el rostro amoroso del Padre, nos dan a conocer el
Reino, nos dan la filiación divina por adopción, pero esta misión no ha concluido una vez que el Hijo
ascendió a su Padre de nuevo el envió al Espíritu que es quien guía a la Iglesia.
La Iglesia es donde se realiza la misión del Hijo y el E.S., y en esta misión conjunta nos asociamos
ahora los fieles en su Comunión con el Padre en el E.S. y es en esta unidad que la misión del Espíritu es
más palpable ya que es quien preparar a los hombres, los previene por su gracia y los atrae hacia Cristo.
Sin dejar de lado que además de esto es quien se encarga de manifestar al Señor resucitado y explicar su
Palabra y nos hace actual el misterio de Cristo en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía.
Con esto vemos la necesidad de comprender y saber quién es el E.S., cuál es su misión y lo que hace por
nuestra salvación.
Debemos tener en cuenta que la Iglesia es el sacramento del Hijo y del Espíritu, es decir que la misión
de la Iglesia no se añade a la de las dos Divinas Personas si no que con todo su ser y en todos sus
miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la
Comunión de la Santísima Trinidad.
Para concluir recordar que Cristo no nos deja solo y es por medio de los sacramentos que recibimos el
Espíritu de él, un Espíritu que nos hace clamar Abba y que no nos hace esclavos si no libres, pero por
nuestra debilidad necesitamos esa ayuda que recibimos por medio de los Sacramentos y que son la

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CC 727
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CC 730
fuerza para caminar en el día a día y que en ellos recibimos el Espíritu de Dios que y con ello se cumple
la promesa que un día Dios hiciera a Abraham y con esta promesa cumplida por medio del Hijo y el
Espíritu somos Hijos de Dios y Herederos de su Reino.
"El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8, 26). El Espíritu Santo, artífice de
las obras de Dios, es el Maestro de la oración10.

Bibliografía
Catecismo de La Iglesia Católica

10
CC 741

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