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LA TRAMA

SOBRE EL CHACHO DE SARMIENTO

ADRIANA AMANTE

El Chacho, de Ignacio Baz, basado probablemente en una carte de visite muy difundida tras la muerte del caudillo
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Al dotor Julio Schvartzman

“Soldado, con la pluma o la espada, combato para


poder escribir, que escribir es pensar; escribo como medio y
arma de combate, que combatir es realizar el pensamiento.”

Sarmiento, Campaña en el Ejército Grande

El fin
“La trama” tiene, en el centro de su estructu-
ra y de su sentido, una línea de diálogo funda-
mental que se juega en esa articulación entre repe-
tición y diferencia que es tantas veces la literatura
de Jorge Luis Borges. Que va del “¡Tu también, hijo
mío!” que César le arroja a Marco Junio Bruto al
“Pero, che!”, piedra de toque de una traducción
cultural.Verdadero desafío, a su vez, para el pasa- Caricatura de Sarmiento en un folleto anónimo, como respuesta a
la publicación de Recuerdos de Provincia, Carrascal de San Juan, 1851
je del texto a otro idioma; y no me refiero solo a la
incógnita que puede generar el uso argentino de la
interjección, sino también a la economía de la del unitario de Esteban Echeverría que entra al
frase y a la adversativa de reconvención estableci- matadero y se expresa con una sintaxis compleja,
da en ese “pero”. Allí el texto se juega entero. Del llena de hipérbatos, y en un tono declamatorio
Imperio romano al sur de la provincia de Buenos que no decae pese al ofuscamiento y al peligro. Es
Aires, la frase es el centro de una escena cíclica que llamativo que esta sea una versión popular de la
incluye, aunque Borges no elija ese escenario y esos escena. En cambio, y como habitualmente, la per-
personajes, la del asesinato de Ángel Vicente fección borgeana se juega en la síntesis, que hace
Peñaloza en Olta, el 12 de noviembre de 1863. inútil, por pleonásmico, el despliegue explicativo
Algunas de las versiones populares sobre la de la recriminación.
muerte del Chacho proponen a un ahijado suyo
como su asesino, como en el caso del protegido
–“acaso su hijo”– de Julio César o del gaucho del Tres versiones de Judas
sur de Buenos Aires. Los nombres que se barajan La que sí abre con ácida reconvención y argu-
son los de Pablo Irrazábal, por un lado, coinci- mento desplegado es la serie de artículos que José
diendo con las oficiales, pero haciendo del mayor Hernández publica en el mismo mes de noviembre
del ejército su hijo de crianza; y, por otro, los de de 1863 en El Argentino, periódico que edita en
Francisco el Minero y su hijo, hombres de con- Paraná, sobre el cadáver todavía caliente del riojano,
fianza del caudillo riojano, quienes lo habrían para denunciar el “asesinato atroz”: “El General de
entregado (las versiones oscilan, para adjudicarle la la Nación D. ÁngelVicente Peñaloza ha sido cosido
traición, entre el nombre del padre y el nombre del a puñaladas en su lecho, degollado y llevada su
hijo), consiguiendo así que se repita el “Tu quoque, cabeza de regalo al asesino de Benavídez, de los
fili mi!”. Esa variación le hace decir a Peñaloza: Virasoro, Ayes, Rolin, Giménez y demás mártires,
“¡Pero hijo! ¿Es posible que yo siendo tu padre y en ‘Olta’ en la noche del 12 del actual”.2
que tanto te cuidé me acometas de esta mane- Después se lee la prueba, que alguien le man-
ra?”.1 Esta memoria del drama elige para la frase da anónima a Hernández, donde se cuenta otra
una dicción que nos recuerda los largos períodos forma para la muerte: “En la noche del 12 bajo
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una tormenta espantosa, este mismo Vera [o sea: ni Irra-
zábal ni Francisco el Minero; Ricardo Vera: otro nombre
para la actancia de la traición] llega al campo de Peñaloza,
acompañado de unos individuos más que deja en embos-
cada, penetra solo en el campo, engaña a los guardias que
quieren detenerlo diciendo a unos que viene pasado, a
otros que trae comunicaciones para el General mostrán-
doles efectivamente un pliego cerrado, y no tienen la más
pequeña desconfianza de cuanto les decía, pues que sabí-
an que era un hombre a quien Peñaloza le había salvado la
vida hacía pocos días. Este monstruo de ingratitud y de
fiereza, llega así hasta la carpa de Peñaloza, que dormía
con la tranquilidad del hombre de recta conciencia, y allí
en su propia cama lo cosió a puñaladas, como dicen todas
las noticias, y después lo degolló cortándole completa-
mente la cabeza y huyendo con ella para San Juan a lle-
varle sin duda al asesino Sarmiento el testimonio de haber
consumado su horrendo crimen” (p. 14). El anónimo
también prefigura a Borges y dice que esta bala es anti-
gua, que el mismo puñal ya ha degollado a otros federales.
¿Cómo dice Sarmiento la muerte del Chacho Peñaloza?
La cuenta al final del libro que escribe tres años después del
hecho, con la distancia temporal y física que lo ayuda a eva-
luar, a responder, y sobre todo a desplegar la estrategia, más
que el argumento.3 “Para llegar a Olta, pequeña y misera-
ble aldea, es preciso descender de la sierra que divide la
costa Baja de la del Medio, por una empinada cuchilla,
cuyas vueltas y revueltas invierten más de una hora. Desde
las puertas de los ranchos se ven descender o subir lenta-
mente los viajeros, y esta circunstancia hacía a Olta muy
seguro lugar de refugio. Pero ese día Dios descargaba una
lluvia harto deseada para los sedientos campos, y nadie vio
descender ni aproximarse a los primeros cincuenta hom-
bres, cuya presencia sorprendió a todos y al Chacho, que
descansaba tranquilo, acaso rumiando nuevos planes.
Llegado el mayor Irrazábal, mandó ejecutarlo en el acto y
clavar su cabeza en un poste, como es de forma en la eje-
cución de salteadores, puesto en medio de la plaza de Olta,
donde quedó por ocho días”.4
Es interesante reparar en varios elementos. Los terrenos
escarpados, propicios a los espíritus rebeldes, como señala
el determinismo del siglo. El punto de vista del viajero, que
le sirve a Sarmiento para la descripción de un espacio
nacional, al que recurrió también en el Facundo cuando dio
con el mejor diseño de la pampa. La tormenta espantosa del
corresponsal de Hernández, que aquí es productiva para la
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tierra pero sobre todo fértil para la muerte. La
conjetura de que rumia nuevos planes el que para
el otro dormía tranquilo con su conciencia; aunque
la cama es la misma y el caudillo está igualmente
desprevenido. Aquí es la lluvia la que no deja ver;
cuando en la versión de Hernández la que no deja-
ba era la confianza. Y, como en la redacción de un
parte de guerra, el ablativo que menciona a
Irrazábal, que nos mete de lleno en la enunciación
de la ley contra un salteador; que llama “ejecución”
a lo que en el texto de Hernández se había ya
(d)enunciado como “crimen” contra un general de
la Nación.
Porque el problema que dirimen estos textos es
el problema de la legitimidad. El de la legitimidad
de las leyes. El de la legitimidad de los actos de
gobierno.

La forma de la espada
¿Fue un acto legítimo de gobierno el asesinato
del Chacho? ¿Era ÁngelVicente Peñaloza un gene-
ral de la Nación, que había hecho un tratado con el
gobierno nacional, y al que había que someter a la
ley a la que se someten todos los generales de la
nación que se reconocen como tales? ¿O era un sal-
teador y la declaración del estado de sitio era una
prerrogativa que tenía un gobernante, y por lo
tanto su ejecución era la acción necesaria, justa y
legítima para acabar con el bandido?
Al Chacho, “último caudillo de la montonera
de los Llanos”, como lo menciona Sarmiento en el
título, celebrando que sea su manifestación pos-
trera, lo configura como “salteador de caminos” y,
por supuesto, lo cuenta entre los “bárbaros” (que
son, además, “oscuros”, adjetivo que en este con-
texto genera un pleonasmo, como sucedía con el
“gaucho malo” en el Facundo). Y considera atina-
do asociarle la palabra “outlaw, fuera de la ley, con
que el inglés llama al bandido, [porque] contiene
Sarmiento en tiempos de la gobernación de San Juan, 1863 todo el procedimiento” (p. 374), lo que no puede
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Fotografía que Sarmiento manda sacar de los prisioneros de Caucete

resultar extraño si tenemos en cuenta que Sarmiento había gran movida. De ahí el despliegue semántico y su insis-
leído a James Fenimore Cooper y que, al momento de tencia. Entonces no se trata solamente de la justificación del
escribir su Chacho, está además en Estados Unidos, repre- acto como legítimo, porque habría estado dentro de lo que
sentando al gobierno de Bartolomé Mitre.5 manda la ley, para quedar bien parado frente al juicio de la
“Vagabundos”, “desertores”, “bandidos”. Alternancia historia. Se trata también de su disputa con el gobierno
de sustantivos o adjetivos que son muchas veces intercam- nacional. Recupero: el gobierno de Mitre consideraba a
biables en sus funciones: “sediciosos”, “vándalos”, “cri- Peñaloza un “general de la Nación” y había hecho un tra-
minales”, “bandoleros”, “ladrones”, “malvados” (al lado de tado con él; y Sarmiento se pregunta: ¿tratado? No le pare-
los otros epítetos, este resalta por su discreción), “desca- ce que sea la forma más adecuada de relación entre el
misados” (sí: descamisados). Son esos y así los actores del gobierno y un bandido, pero tampoco de un gobierno con
“pillaje”, de la “barbarie”, de la “montonera”. Como los un general. Y por eso, entre los documentos que esgrime
bandidos que ha estudiado Eric Hobsbawm, el Chacho de como contraprueba para demostrar que el gobierno des-
Sarmiento se mueve en las encrucijadas de caminos, al mentía en público lo que le había mandado hacer en priva-
acecho. Llanos, travesías, soledades para las andanzas de do, hay una carta confidencial en la que se le indica proce-
esos hombres de a caballo, que se amontonan sin orden y a der con el Chacho y sus montoneros como se procede con
los que les hace contrapunto perfecto la caballería regular los salteadores y bandidos. Son instrucciones privadas y
en la que estaba enlistado el sanjuanino –cuya reorganiza- pudores públicos. Y ahí, entonces, Sarmiento redobla la
ción asumía y deseaba, como herencia sanmartiniana, con apuesta, y se hace cargo. No solo asumiendo la responsa-
particular orgullo–, para encarnar una de las formas prác- bilidad de la muerte del Chacho, sino además reclamando
ticas del enfrentamiento entre la civilización y la barbarie. su autoría: instalando la acción como obra suya.Y es solo un
Porque, ¿cuál es la estrategia de Sarmiento? La de detalle que para esa fecha ya no sea el Auditor o Director de
poner al Chacho en la ilegalidad social y jurídica para la Guerra, precisamente por las intensas discrepancias con
sacarlo del campo de las posibilidades políticas. Esa es su el gobierno nacional. Porque él insiste en que esa obra no se
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Partida de la Guardia Nacional al embarcarse para la campaña de Pavón, Jean-Leon Pallière, 1862

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Izquierda: Retrato de Bartolomé Mitre, Cándido López, 1862
Derecha: Justo José de Urquiza, Carte de visite, 1860
lleva a cabo en un día, y ha empezado mucho antes del día escuchó los ofrecimientos de Sarmiento para ponerse
en que caen sobre Olta.6 El mismo razonamiento le aplica a a su servicio, antes como militar que como político, si-
Sandes, su temerario subordinado, aunque ya ha fallecido no que supo darle lugar y cauce a su voluntarismo de
para noviembre del 63: “[E]l Chacho murió a sus manos, combate y seguramente a sus conocimientos técnicos,
aun después de muerto él mismo; pues sus subalternos fue- para llegar a nombrarlo Director de la Guerra en su
ron simples ejecutores de esta manda testamentaria” (p. presidencia. En carta del 20 de septiembre de 1861 y
350).7 Y al otro al que le reparte dones es a Irrazábal, porque en el paroxismo de su ardor guerrero, Sarmiento le ha
hizo lo que debía hacer, siguiendo su orden expresa, sí, pero dicho: “En la época grandiosa que atravesamos yo no
que era necesario que alguien hiciera del mejor modo, de la me quedaré maestro de escuela, pegado a un empleo,
forma más conveniente, por los “medios ejecutivos que la ni periodista. Me debo algo más”.8
ley ha provisto” (p. 374): porque la ley dice que a un salte- Esta es la carta que ha marcado a fuego la consideración
ador de caminos hay que matarlo y que su cabeza debe ser de Sarmiento por parte de la historia. Hace tres días que ha
exhibida en un poste “en los lugares de sus fechorías” (p. tenido lugar una batalla que cambiará definitivamente la
383), como castigo ejemplar. política de la Argentina: la de Pavón, en la que Mitre, al
Es más que evidente que Hernández no es sarmientis- mando del ejército del Estado de Buenos Aires, derrota a
ta. Pero tampoco mitrista; sin embargo su texto –recorde- Justo José Urquiza, presidente de la Confederación.
mos– empieza diciendo: “El General de la Nación don Sarmiento está particularmente exaltado con el triunfo y le
ÁngelVicente Peñaloza ha sido cosido a puñaladas”. Abre escribe totalmente enfervorizado a ese amigo a quien cele-
con el cargo que el gobierno de Mitre le refrenda, y que bra pero al que de todos modos le pide que no se ensober-
–como vemos– es parte de la disputa y del problema. Si bezca, que tenga cuidado, que se maneje con tino; dándo-
eso, entonces, y en cambio, es lo legítimo, en efecto: le consejos a quien ya ocupa un lugar más central que el
Sarmiento es un asesino bárbaro y atroz. Y así, no sólo hay suyo. También le indica: “No deje cicatrizar la herida de
un problema de legitimidad de la ley, sino también de los Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena cueste lo que
actos de gobierno, que no siempre son lo mismo. Y cuan- cueste. Southampton o la horca”. La síntesis de la violen-
do digo actos del gobierno, digo las acciones concretas cia es evidente: destierro o muerte. “Southampton o la
que se ejecutan sobre el terreno y sobre las personas, pero horca”: una sentencia jacobina, podríamos decir a loViñas.
también lo que se dice o se oculta en documentos oficiales Pero aunque a que también es brutal, no será ese el
o no oficiales. pasaje más recordado de esa carta, sino aquel que senten-

Las versiones homéricas


Encima de todo, la carrera y los grados militares no le
son indiferentes a Sarmiento. Le ha costado que sus con-
temporáneos lo reconozcan sin reparos como militar. Y él
ha insistido en destacar sus méritos y sus oficios tanto
como la validez legal de los grados que iba adquiriendo, no
solo en papeles privados sino también en escritos públicos.
En muchas cartas a Mitre, Sarmiento aborda cues-
tiones castrenses. No debería llamar la atención, dado
que ambos traban relación intensa al marchar contra
Rosas como integrantes del Ejército Grande, y el re-
cuerdo de esa gesta vinculará para siempre la heroici-
dad con la melancolía; pero esa no puede ser la única
causa. Con Mitre se atrevió a la sinceridad más absolu-
ta, al ofrecerse sin tapujos, insistente, desembozada- Caricatura aparecida en El Mosquito el 5 de julio de 1868. A la izquierda, Urquiza
rodeado de gauchos. Sarmiento, sostenido por Mansilla, ocupa el sillón presidencial.
mente. Y Mitre, llegado el caso, es evidente no solo que
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cia: “No trate de economizar san- La escritura del Dios
gre de gauchos. Este es un “Es preciso que desaparez-
abono que es preciso hacer ca el escándalo de un ebrio
útil al país. La sangre es lo estólido, que con el título
único que tienen de seres de general, que no le da
humanos”. Uno de los autoridad ni poder algu-
pasajes más antologizados no, levanta tropas, invade
de Sarmiento, usualmen- provincias, y aun se rebe-
te desgajado del contexto la contra el mismo gobier-
en el que se enuncia, lo no que le concedió aquel
que no lo vuelve menos título” (p. 332). Siempre ha
peligroso, pero sí menos rico sido claro Sarmiento al res-
el abordaje de una cuestión pecto, como se ve en esta pro-
sin duda muy compleja.9 Frases clama lanzada todavía como
que, inconsciente vuelta de los Director de la Guerra.
documentos de la civilización que lo Un “ebrio estólido”. Me interesa el
son también de la barbarie, Ángel el Chacho adjetivo. Tres veces recurre a él en el libro.
Peñaloza reescribirá probablemente sin saberlo “Estólido: falto de razón y discurso”, define el dic-
en 1863, en carta al propio Sarmiento, ya gober- cionario. Para el sanjuanino es estólido el bandido y
nador de San Juan, como quien le da lugar a la son estólidas las muchedumbres, y es la estolidez
corrección, a la enmienda, cuando le propone (y una condición natural del gaucho. “Estolidez”, que
lo transcribo con la misma ortografía del original) parece ser incluso peor si nos dejamos llevar por el
“una alianza como unico medio conciliador y eficas diccionario que –sarmientino quizás sin saberlo–
para evitar una lucha fratricida entre dos enfatiza para el sustantivo lo que tal vez le había que-
Provincias que por su localidad é intereses comer- dado corto en el epíteto: “estolidez: falta total de
ciales debieron estar intimamente unidas. razón y discurso”.
Anelando este objeto como el de economizar la Nunca más atinados el término y el énfasis
efucion de sangre argentina; no vacilo en dirijirme que en el contexto de esta disputa de sentidos y de
aV. S. […]”.10 legitimidades. Porque la otra legitimidad que se
La carta de Peñaloza a Sarmiento es una pie- juega, junto con la de la ley y la de los actos de
za maestra del apriete. Didáctico, porque le ense- gobierno, es la de la escritura, ya que se cuestionan
ña al civilizado Sarmiento lo que no ha sido capaz dos: la del Chacho por parte de Sarmiento y la de
de entender (“No olvidemos, Señor, que somos Sarmiento por parte de Hernández.
todos argentinos por consiguiente hermanos: no Peñaloza no sabe leer, y por lo tanto, tampoco
perdamos el buen sentido: la minoría debe seder escribir. “Firmaba sin embargo con una rúbrica los
a la mayoría”), firmemente persuasivo (“Confío papeles que le escribía un amanuense o tinterillo
Sr. Gobor., en la ilustrada capacidad de V. E. y cualquiera, que le inspiraba el contenido también;
espero que comprendiendo debidamente la altu- porque de esos rudos caudillos que tanta sangre
ra de la presente situación sederá a estas insi- han derramado, salvo los instintos que les son
nuaciones nacidas de un principio de amigable propios, lo demás es la obra de los pilluelos oscu-
lealtad y especial adecion”) e insistente como sue- ros que logran hacerse favoritos” (p. 288).
le ser el propio Sarmiento, el caudillo riojano lo Son las cartas y papeles del caudillo analfabe-
llama al orden, a la comprensión de la gravedad to, condición que el libro aborda con cierta delec-
de la situación y le pone en sus manos la respon- tación. El Chacho no ha desarrollado la habilidad
sabilidad de los actos que encare. conceptual de la escritura ni la habilidad quiro-
gráfica de la caligrafía, que solo ha aprendido para
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Tormenta en la Pampa. Homenaje a una pintura escrita por Sarmiento, Luis Felipe Noé, 1991. En el cielo Noé transcribe un fragmento de Facundo

la rúbrica (“Peñalosa”, firmaba), lo que le permite asumir tor Lucio Victorio Mansilla le dictaba las causeries a un
la autoría de los documentos que emite, convalidando secretario. Pero al Chacho los “tinterillos” no sólo le pres-
para Sarmiento su estado de barbarie irredimible, porque tan las formas, agrega Sarmiento: también el contenido. Por
la adquisición de técnicas caligráficas es una de sus preo- lo que los amanuenses se convierten, además, en ideólogos.
cupaciones pedagógicas: cree que su aprendizaje es la base Concreta y conceptualmente: le dan letra.12
de la formación del ciudadano.11 Serían una especie de lacra semiletrada en un mundo de
Así, el “tinterillo” –la herramienta nombra al sujeto y barbarie del que se aprovechan y del que obtienen preben-
su función– es, por un lado, el amanuense, el que presta su das. Sarmiento sabe rastrear marcas para convertirlas en
mano para registrar por escrito lo que se le dicta, como el indicios: “No sería fácil decir si estos conceptos de la canci-
copista medieval. Que no asombre; esa costumbre podían llería de Guaja, el rancho del Chacho [nótense la burla y el
compartirla iletrados y letrados: no olvidemos que el escri- desprecio], eran suyos o del amanuense. Hay, sin embargo,
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una palabra cuyo origen es curioso recordar. El 313, subrayado en el original). Filologías argentinas.
adjetivo venturoso no entra en la común parlanza de Pero no sólo el gaucho es ignorante, lo son
la gente llana. Rivadavia, en sus conversaciones, se también “los tinterillos que escribían por él” (p.
extasiaba al arrullo de la esperanza del venturoso por- 321). Y dado que la ortografía de los papeles fir-
venir que aguardaba al país. Sus enemigos hicieron mados por el Chacho es deficiente, entre el tinte-
de esta frase un apodo de ridículo, y el que esto rillo y el caudillo ágrafo la diferencia no es muy
escribe la oyó en 1829 andando de boca en boca grande, porque los asistentes del caudillo monto-
entre los parciales de Quiroga. ¡Triste cosa! Después nero compartían con él las condiciones desfavora-
de treinta años de desastres, en lugar del venturoso bles del medio.13
porvenir anunciado, encuéntrase la frase en el fondo La escritura de Peñalosa lo perturba. ¿Más
de los Llanos, en boca de uno de los bárbaros que que sus actos? Antes que sus actos (no en un sen-
alejaron ese porvenir con sus violencias […]” (p. tido temporal sino lógico), porque ese que así (no)
escribe “pudo desquiciar toda la República”:
“Porque en todas las provincias donde [el movi-
miento] se extendió, no hubo manifestaciones
escritas ni más racionales ni más inteligibles que
esta” (pp. 320-321). La escritura enrevesada del
caudillo (“embrollada” es la palabra que usa
Sarmiento) es peligrosa, pero además inauténtica.
“Documentos fraguados”, “notas falsificadas”,
“documentos falsificados”. Infamias, falsificacio-
nes, mentiras, confabulaciones. Eso es también lo
que denuncia el texto de Hernández, pero en este
caso no es el héroe popular sino Sarmiento el inau-
téntico. Aparte de denunciar ante todo el alevoso
asesinato del Chacho, Hernández insiste en centrar
el problema en una cuestión de fechas: “Hemos
dicho que el asesinato de Peñaloza no ha tenido
lugar el 12 como dicen todos los partes y docu-
mentos que acabamos de transcribir, sino que ha
sido perpetrado con anterioridad a esa fecha y que
si ha estado oculto, ha sido porque los asesinos se
ocupaban de fraguar el plan de notas y comunica-
ciones, que debería servirles para encubrir el cri-
men” (p. 23). Por eso los primeros artículos de la
publicación seriada que hace en El Argentino des-
pliegan el aparato discursivo para demostrar que no
es el 12 sino el 8 la fecha de muerte.
Se trata de lo que Susan Stewart considera
crimes of writing, que ponen en juego una trama de
“relaciones entre subjetividad, autenticidad, escri-
tura, discurso y ley”.14 Entre ellos figuran la falsi-
ficación como una forma de la impostura literaria,
el testimonio del falsario, el plagio, el apócrifo.
Son prácticas ilegales ejercidas y realizadas por
Carte de visite con firma del Chacho Peñaloza

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medio de la escritura. Lo que nos permite ver que los Llanos ratifica que Sarmiento sigue siendo un gran escri-
Hernández ha dado en la tecla: ha entendido mejor que tor, y que no era Rosas, caído hace ya tres lustros, el único
nadie, no sé si el modo sarmientino de ejercicio de la polí- motor de su brillo literario. Sarmiento narra y describe el
tica, pero seguro el modo sarmientino de hacer literatura. encuentro de un grupo de emigrados argentinos que acuden,
Es verdad: Sarmiento es el mayor plagiario y falsario de la desde Chile, a incorporarse a las tropas del general Lamadrid
literatura argentina: hasta Borges.15 que, del otro lado de la cordillera, luchan contra los federa-
Difundir las buenas ideas sin importar que no se les. En el medio de la montaña ven con asombro que se les
recuerden dónde se han leído o quién las ha escrito; como acercan los soldados, evidentemente ya derrotados. Los
casi todos los escritores de libros de viaje, reproducir sin que vienen de occidente despliegan, entonces, el auxilio
referencias saberes o percepciones que no le pertenecen, para curar heridas, alimentar las bocas, salvar vidas. “Un
que ha leído en otros, que tal vez también lo han sacado de cuadro del pintor sanjuanino Rawson ha idealizado la esce-
otros viajeros o de otras guías, como si fuera una forma del na del arribo de los primeros chilenos que rompieron la
lenguaje social, que se transmite, que circula, que se com- nieve, y se abrieron paso hasta el teatro de la catástrofe” (p.
parte, que se cede, que se lega. Eso hace usualmente 288). Se refiere a Salvamento en la cordillera. Sarmiento es un
Sarmiento. Juan Bautista Alberdi es el que –más que maestro de la ekphrasis; sabe representar las imágenes con
Hernández, incluso– se ha encargado de denunciarlo por palabras del modo más vivaz: ha rematado con la referencia
sus crímenes de escritura: que el Facundo no es la mejor al cuadro que lo incluye (se lo puede ver, poncho blanco y
obra escrita sino “firmada” por él, ya que es de público manos locuaces, interactuando con un necesitado) las pri-
conocimiento –alega– que es el “compte rendu” de las con- meras tres páginas del libro, destinadas a diseñar el episodio.
versaciones mantenidas por los emigrados antirrosistas;
que ha editado como propios libros que no son sino tra-
ducciones, como la Vida de Franklin.16 Aun cuando el
mismo Sarmiento debió salir, en 1884, a decir que Vida de
nuestro señor Jesucristo, que había sacado en el 43, no era
obra suya sino que él era su editor, su traductor, su divul-
gador, en la práctica, para Sarmiento, esas son formas del
ejercicio de la autoría. Así, es autor de libros que no escri-
bió, pero que de todas maneras son suyos, porque tienen su
marca, en un sentido editorial, cultural, simbólico.
No para tomarlo al pie de la letra, pero lo que Piglia
propone para Borges muchas veces es aplicable a
Sarmiento, que también tiene “esa astucia para falsificar
que le es característica y a la que hemos conveni-
do en llamar su estilo”.17 Así, no encaramos el
problema desde la acusación sino también
por los efectos que provoca o propicia,
como modos legítimos del artificio
literario.

Arriba: Salvamento en la cordillera, Benjamín Franklin


El escritor argentino y la tradición Rawson, 1855. Pintado a pedido de Sarmiento quien
aparece en una escena que todavía suscita
controversias en torno a su participación,
Práctica americana del sublime en auxilio enviado desde Chile a los sobrevivientes
de las fuerzas unitarias derrotadas en la batalla
burkeano –profundo, abismal, terrorí- de Rodeo del Medio.
Los tres suplicantes del grupo central están tomados
fico–, la escena de los Andes que abre El literalmente de La Balsa de la Medusa de
Chacho. Último caudillo de la montonera de Géricault, 1818-19 (detalle izquierda)

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Pone la escena ante los ojos al tiempo que va confi- ataviados con garabatos –esos parapetos de cuero
gurándola.Y que él haya estado ahí, como uno de los que protegen piernas y cabezas de las malezas del
promotores de la asistencia, no invalida el artificio monte–, que avanzan como “una nube de denso
con que fragua la imagen visual con herramientas polvo, preñada de rumores, de gritos, de blasfemias
literarias.18 y carcajadas, apareciendo de vez en cuando caras
Como corolario de su deslumbrante cuadro de más empolvadas aún, entre greñas y harapos, casi
los Andes, Sarmiento recorta la escena que tiene sin cuerpo” (las escenas de Sarmiento tienen ima-
como centro la respuesta del caudillo popular que gen, sonido y textura).20 Son las huestes de
se hiciera famosa: “Entre aquellos prófugos se Quiroga, que irrumpen en la calma de San Juan. Y
encontraba el Chacho, jefe desde entonces de los en la memoria de Sarmiento (la que estoy traba-
montoneros que antes había acaudillado Quiroga; y jando es de 1884), esos desarrapados de 1827 se
ahora, seducido su jefe por el heroísmo desgracia- parecen a –y acaso fueran los padres de– los sol-
do del general Lavalle, habíase replegado a las dados del Chacho que él hizo prisioneros en 1863,
fuerzas de La Madrid, y contribuido no poco, con y a los que mandó fotografiar.21 Aun así, siempre las
su falta de disciplina y ardimiento, a perder la bata- de Quiroga son hordas más salvajes. No solo más
lla. Llamaba la atención de todos en Chile la impor- salvajes que las del Chacho; incluso más salvajes
tancia que sus compañeros generalmente cultos que las de Atila o Gengis Kan.
daban a este paisano semibárbaro, con su acento Pero no fue de inmediato que Sarmiento pudo
riojano tan golpeado, con su chiripá y atavíos de ponerle título –como quien conceptualiza carte-
gaucho. Recibió como los demás la generosa hos- sianamente– a esa escena de revelación y conver-
pitalidad que les esperaba, y entonces fue cuando, sión (tengamos en cuenta que para la fecha era
preguntado cómo le iba, por alguien que lo salu- muy jovencito y su familia simpatizaba con los
daba, contestó aquella frase que tanto decía sin federales), sino un poco más tarde, cuando el cura
que parezca decir nada: ¡Cómo me a dir, amigo! En Albarracín le hizo leer la Biblia y encontró allí
Chile, y a pie” (p. 288, subrayados en el original). que le había pasado lo mismo que a Saulo Paulo,22
Sarmiento es diestro para lo que Barthes deno- cuando se le presentó la imagen de Cristo para pre-
minaría “biografemas”, esto es: para elegir “unos guntarle por qué lo perseguía. La verdad le había
pocos detalles, unas pocas preferencias, unas pocas sido revelada. A Sarmiento también: “He aquí mi
inflexiones”19 que cifran la vida de una persona. Y versión del camino de Damasco, de la libertad y de
lo que hace para los otros en sus textos biográficos la civilización. Todo el mal de mi país se reveló de
le es aplicable a sí mismo. También porque, a improviso entonces: ¡la Barbarie!... Yo había sido
menudo, configurar al otro le permite encontrar educado en una familia que simpatizaba con la
otra imagen para sí, lo que convierte sus textos bio- Federación y renegué de ella de improviso; y dos
gráficos en otra forma del ejercicio de la autobio- años después entregaba la llave de la tienda para
grafía. Y como las escenas que elige se parecen ceñir la espada, 1829, contra Quiroga, los Aldao y
mucho a las epifanías, nunca más pertinente que Rosas; en las horas de reposo, que eran la pros-
este contexto para recordar que fue el propio cripción, abrir escuelas y enseñar a leer a las
Sarmiento el que se encargó de contar, en clave muchedumbres”.23 Lo que confirma que “civili-
bíblica, el día que supo para siempre que su misión zación y barbarie era, a más de un libro, un anta-
en la vida sería perseguir la barbarie. gonismo social”, que Sarmiento se encargó de
Como es usual en él, cuenta la escena por lo sistematizar de un modo tan eficaz que todavía la
menos dos veces. Es un muchacho de 16 años, al Argentina sigue enredándose en su trama.
frente de un comercio heredado de un tío, cuando
asiste inopinadamente al “espectáculo” de la entra-
da en la ciudad de seiscientos hombres a caballo,

148 las ranas


1 Tomo las versiones populares de Ariel de la Fuente, políticos. Itinerario de una pasión republicana, Buenos
Los hijos de Facundo. Caudillos y montoneras en la pro- Aires, Ediciones Culturales Argentinas, pp. 107-111.
vincia de La Rioja durante el proceso de formación del 9 Sobre la consideración del pasaje, cf. Pablo Alabarces,
estado nacional argentino (1853-1870), Buenos Aires, “Las lecturas revisionistas de Sarmiento”, en Adriana
Prometeo libros, 2007, p. 184. Amante (dir. de volumen), Sarmiento, op. cit.
2 José Hernández, Vida del Chacho, estudio filológico, 10 Carta de Ángel Peñaloza a Sarmiento, Camto. en
edición y notas de María Celina Ortale, Buenos Aires, Marcha, 11 de abril de 1863, reproducida en Augusto
Ediciones del Dock, 2005. El cuidado y valioso trabajo G. Rodríguez, Sarmiento militar, Buenos Aires, Peuser,
de Ortale recupera la primera versión del texto de 1950, pp. 187-188. En su libro, Sarmiento incluye un
Hernández (que se editó en entregas en noviembre de intercambio de cartas con el Chacho que replican
1863 en el periódico, para ser casi inmediatamente reco- esos tonos y refuerzan las mismas posiciones (pp. 353-
gidas en un folleto publicado en diciembre del mismo 355). Es la disputa entre el bárbaro indómito y el dotor
año, y que será reescrito –con profundas modificaciones que gobierna, como alude en ocasiones el Chacho a
que morigeran el tono de denuncia inicial, que era más Sarmiento.
matrero– para la reedición que el autor hará en 1875). 11Al respecto, cf. Roberto Amigo, “El dibujo para la
3 En 1865 ya tiene la idea de escribir un “complemen- prosperidad y la República”, en Adriana Amante (dir.
to” del Facundo, y empieza a redactarlo al año siguien- de volumen), Sarmiento, op. cit.
te: “No tocaré con mi trémula mano de viejo a [sic] mi 12 Puede ser oportuno recordar el intercambio de
juvenil ‘Facundo’ por complacer a Ud. cuyo juicio y palabras entre Gabriel Mariotto y Beatriz Sarlo en 6,
cariñosa tutela respeto y acepto. Pero pienso agregar- 7, 8 (24 de mayo de 2011), cuando el entonces presi-
le un complemento. ‘Treinta años después’, la guerra o dente de la Autoridad Federal de Servicios de
sublevación del Chacho en que el autor del ‘Facundo’ Comunicación Audiovisual le dice a la intelectual:
acaba con el último movimiento de los bárbaros. ¿Qué “Yo no sé si las editoriales [sic] de Magnetto le dan
le parece la idea?”. Es interesante seguir la pulsión de letra a usted o es usted la que les da letra a los edito-
esta escritura en las cartas que Sarmiento les envía a riales de Magnetto”. Insidiosa inquietud que exaspe-
AureliaVélez Sarsfield, como la que cito, a Bartolomé ra a Sarlo, que le advierte: “¡A mí no me da letra
Mitre o a Mary Mann, a quien le da a leer, por otra nadie! ¡No seas insolente!”. El capital máximo que un
parte, algunos capítulos manuscritos, “para que vea si intelectual tiene es el de la autonomía de su pensa-
son de la pluma de Quiroga, y me los devuelva cuida- miento. En la década del 90, el punto era: ¿quién le
dosamente para imprimirlos” (carta de Sarmiento a escribe los discursos a Menem? No es inusual que los
Aurelia Vélez, fechada el 6 de agosto de 1865 en Sarmiento en Argelia, Procesa Sarmiento, 1849 que detentan algún poder tengan escribas a su servicio.
Boston, en Obras completas de Domingo F. Sarmiento, Los tuvo Rosas (de Ángelis), los tuvo Urquiza (Elías,
Tomo XXIX: Ambas Américas, Imprenta y litografía Mariano Moreno, 1899, p. 47; y Sarmiento y Ascasubi). Incluso algunos de los discursos de Sarmiento han sido escri-
carta a Mary Mann, fechada en Nueva York el 8 de junio de 1866, incluida en Gustavo tos por otro: el de asunción, por Avellaneda; el que pronunció cuando se repatriaron los
Bombini, El gran Sarmiento, Buenos Aires, El Ateneo, 2001, p. 39). restos de San Martín, por su nieto Augusto Belin. Pero, a juzgar por la compulsión por
4 Domingo F. Sarmiento, El Chacho. Último caudillo de la montonera de los Llanos, en Obras escribir (y por hacerlo por sí mismo) que tenía Sarmiento, aun siendo cierto esto, no es
completas de Sarmiento, TomoVII: Quiroga, Aldao, el Chacho, Buenos Aires, Luz del Día, un hecho representativo de la articulación de su pensamiento y no lo invalida como letra-
1949, p. 371. Es increíble ¿pero tal vez no inexplicable?: el fragmento que narra la muer- do autónomo.
te del Chacho no está en la reimpresión de 1896 del tomoVII de las Obras de Domingo F. 13 Obsérvese, además, que los caudillos o sus escribas no escriben tan distinto a como
Sarmiento. La primera edición del tomo fue preparada por Luis Montt con Sarmiento aún había proclamado la militancia sarmientina sobre la reforma de la ortografía, que
vivo, aunque se edita finalmente al año siguiente de su muerte, y en él se reúnen el Facundo, pedía una misma letra para un mismo sonido.
el Aldao y El Chacho, formando la trilogía sobre caudillos (Obras completas de Domingo F. 14 Susan Stewart, Crimes of Writing. Problems in the Containment of Representation,
Sarmiento, TomoVII: Quiroga, Aldao, El Chacho 1845-1863, Santiago de Chile, Imprenta Durham and London, Duke University Press, 1994.
Gutenberg, 38-Estado-38, 1889), y allí el fragmento aparece. Como, por supuesto, tam- 15 No nos olvidemos, de todos modos, de otro gran impostor, que encontraba en los pro-
bién figuraba en la primera edición del texto, que se incluye –junto con el Aldao– en la edi- cedimientos de la literatura las herramientas de su ciencia: José Ingenieros. Para mues-
ción del Facundo que en 1868 Sarmiento edita en Estados Unidos, y como volverá a apa- tra, ver Sylvia Molloy, “Diagnósticos del fin de siglo”, en Poses de fin de siglo. Desbordes
recer en la cuarta edición del Facundo, de 1874, hecha en París. En 1896, Augusto Belin del género en la modernidad, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2012.
Sarmiento, que continúa (para completarla) la tarea de edición de las obras completas, reim- 16 Cf. Juan Bautista Alberdi, Facundo y su biógrafo, en Proceso a Sarmiento, Buenos Aires,
prime el tomoVII, y es ahí donde, sorprendentemente, no aparece el fragmento. Pero no Ediciones Caldén, 1967.Ver Patricio Fontana, “El libro más original: Sarmiento lector
son infrecuentes las intervenciones del nieto de Sarmiento en la (des)composición de las y autor de biografías”, en Adriana Amante (dir. de volumen), Sarmiento, op. cit.
obras, lo que genera un interesantísimo problema en torno de las relaciones entre los edi- 17 Ricardo Piglia, “Ideología y ficción en Borges”, en Punto de vista, año II, número 5,
tores y los escritores en la determinación de la autoría y el establecimiento de los textos. Buenos Aires, marzo de 1979.
5 También la había usado, precisamente, en el apartado sobre el gaucho malo del 18 Hernández también se ocupa de la escena y del cuadro, como una referencia al paso,
Facundo. Cf. Domingo F. Sarmiento, Facundo, Buenos Aires, Ediciones Culturales más parca y menos memorable (p. 39). Pero no quiero ser injusta al compararlos en rela-
Argentinas, 1961, p. 51. ción con esto: Hernández tenía otras urgencias en noviembre de 1863. Sobre la pro-
6 A AureliaVélez se lo dijo claramente: “Lo que en ello me interesa es restablecer la ver- ducción periodística de Hernández, ver Tulio Halperin Donghi, José Hernández y sus
dad de esa campaña en que otros me despojaron de todo el mérito de mis esfuerzos y del mundos, Buenos Aires, Sudamericana-Instituto Torcuato Di Tella, 1985.
éxito final. Con los documentos a la mano, haré este cuento que procuraré sea lindo” (en 19 Roland Barthes, Sade, Fourier, Loyola, Berkeley and Los Angeles, University of
la carta ya citada). Sobre los motivos por los cuales Sarmiento asumió el hecho, ver tam- California Pres, 1989, p. 9.
bién Lucila Pagliai, “Facundo: la historia del libro en vida de Sarmiento”, en Adriana 20 Domingo F. Sarmiento, Obras completas de Domingo F. Sarmiento, Tomo XXII:
Amante (dir. de volumen), Sarmiento, tomo IV de la Historia crítica de la literatura argen- Discursos populares (segundo volumen), Buenos Aires, Imprenta y litografía Mariano
tina, Buenos Aires, Emecé, 2012. Moreno, 1899, p. 244. La otra versión a la que aludo está en el Tomo XLIX: Memorias,
7 Sarmiento trabaja la figura de Sandes como la de los héroes populares, que se supo- Buenos Aires, Imprenta y litografía Mariano Moreno, 1900, pp. 35-37.
nen inmortales. “Sandes contó cincuenta y tres heridas de bala, de puñal, de sable, de 21 Para un abordaje de esa imagen y del uso de la fotografía como metáfora en El Chacho
florete, de bayoneta, sin morir de ninguna. Murió de todas juntas, cuando la sangre que de Sarmiento, ver Adriana Rodríguez Pérsico, Un huracán llamado progreso. Utopía y
no había derramado ya no pudo circular por aquellos canales rotos y mal remendados autobiografía en Sarmiento y Alberdi, Washington, Interamer-OEA, 1993; y Juan Albin,
por las cicatrices” (p. 348). En el cuerpo de Sandes se concentra el arrojo del guerrero “Las cosas como son. Notas sobre la articulación entre literatura y fotografía en El
y Sarmiento, como usualmente, lo hace visible de un modo bien plástico en un brevísimo Chacho de D. F. Sarmiento”, Actas de la XIII Jornadas Interescuelas / Departamentos
y deslumbrante esbozo biográfico: “Su museo de heridas mostraba la causa en la súbi- de Historia (en prensa).
ta e indomable ignición de su cólera homérica, terrible como el incendio, para amigos 22 Sarmiento, Obras completas de Domingo F. Sarmiento, Tomo XXII: Discursos popu-
y enemigos indistintamente” (p. 350). lares, op. cit., p. 244.
8 Carta de Sarmiento a Bartolomé Mitre, en Domingo Faustino Sarmiento, Cartas y discursos 23 Sarmiento, Obras completas de Domingo F. Sarmiento,Tomo XXII: Discursos, op. cit., p. 245

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