Sei sulla pagina 1di 2

¿Cuándo hay que proponer el mensaje vocacional?

Este es un tema muy discutido, y que muchas veces queda sujeto al criterio
prudente del animador vocacional. Ordinariamente nos movemos entre dos
extremos: o la proposición desmedida o el silencio temeroso.
Sabemos que los extremos no son buenos, y que en ambos sentidos, tanto a
uno como otro modelo, le podemos hacer serias objeciones.
Por un lado, la proposición desmedida, tiene como consecuencia que muchas
veces la persona se siente invadida en su conciencia, y como consecuencia
solo se ha logrado el desanimo de dicha vocación. Por otro, el silencio
temeroso, que busca respetar la conciencia de los demás, peca de no hablar
de un tema que es central en la vida de un cristiano.
Todos somos llamados, dentro del cuerpo de la Iglesia, el Señor nos llama a
ocupar diferentes lugares, para le edificación de su Reino. Hay una llamado
inicial, hay un interrogante primero a vivir la fe, nuestro ser de Cristo, que se
funda en el bautismo, al cual todos debemos responder. Luego el Señor va
pidiendo un paso más en nuestra entrega que tiene diferentes modos y
concreciones, pero que es único para cada uno y es lo que llamamos
vocaciones específicas.
El trabajo pastoral nos exige llegar a este nivel de planteo vocacional: cada
miembro de nuestra comunidad debe descubrirse llamado a una misión
concreta. Cada miembro de nuestros grupos deben hacerse la pregunta: Señor
¿qué querés de mi vida? ¿a qué me está llamando el Señor?. Pero la pregunta
es ¿cuándo nos debemos hacer esta pregunta? ¿ cuándo debemos hacer esta
pregunta?
En realidad, esta es una pregunta que acompaña toda la vida del cristiano. En
un camino pedagógico sano, siempre debe estar el interrogante. Es más,
desde el momento en que una persona puede dar una respuesta personal y
libre, se la debe poner frente a esta exigencia.
Esto quiere decir, poner a la persona en la dinámica evangélica de tener que
responder en esta situación concreta, acá y ahora, según el Evangelio: ¿qué
me está pidiendo Jesús hoy y acá.
Esto lentamente, va llevando al creyente a un diálogo permanente con el
Señor, ya que se ha ido acostumbrando desde temprano, a ir dialogando con
El, y como fruto de este dialogo, surge la respuesta. Es en el corazón del
cristiano, donde cara a cara nos encontramos con el Señor, que siembra un
inquietud, un interrogante, un deseo. Allí comienza el camino del discernimiento
vocacional.
Proponer este diálogo con el Señor, comienza en los primeros pasos de la vida
de la fe. Desde el comienzo, es necesario poner en perspectiva de camino al
creyente.
Por otro lado, retomando algunas ideas del comienzo, no tenemos que olvidar
que en sus primeros pasos como hombre y mujer de fe, el creyente está
buscando. Si a nivel psicosexual, decimos que todavía no está definido ¿no
tendríamos que decir lo mismo del camino de fe?, desde ya todo esto sin
desmerecer la vivencia subjetiva de la fe. En este sentido, la Iglesia nos
enseña, que la santidad no tiene edad. Pero a la hora de ir definiendo caminos
y de orientar la vida, tenemos que decir que se va dando de modo gradual y
paulatino.
Por eso, como indican otros autores, un joven o un preadolecente, no tiene
definida su vocación. No es un laico, en el pleno sentido de su vocación. Es un
cristiano en camino, en proceso de búsqueda. Esto lo vinculamos a los
procesos de iniciación de la fe. Si lo aplicamos a los sacramentos, lo aplicamos
también, al estado de vida del creyente. Más bien los dos tendrían que ir de la
mano.

Potrebbero piacerti anche