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Caminando con Dios

Tanatología

Recomendaciones espirituales que deja el libro de Job


A Job le tocó pasar tremendas calamidades, perdió sus bienes, sus servidores, a toda su familia e
incluso sufrió de una herida que le llegaba desde la planta de los pies hasta la cabeza. La
explicación que el libro da a todo lo que le ocurre a Job, es que el “enemigo” lo tienta por medio
de la prueba y el sufrimiento para hacer que reniegue y maldiga a Dios.

El relato explica que él intentó buscar respuestas, todas ellas sin renegar ni maldecir a Dios, pues
Job sabe que Dios es bueno. Entre su pena, desolación, confusión y enojo disparaba para todos
lados sin dar en alguna consolación, con alguna idea lógica que le llenara el corazón. Incluso un
par de amigos acudieron a él para consolarlo, pero no hubo nada que ellos pudieran decir que
calmara su pesar y que pudiera explicar todo lo que le estaba ocurriendo. Es tanta la confusión
que producen muchas de las cosas que experimentó en su vida, que hasta sus amigos quedaron
confundidos. Dice la palabra:

«Al divisarlo de lejos, no lo reconocieron. Entonces se pusieron a llorar a gritos, rasgaron sus mantos
y arrojaron polvo sobre sus cabezas. Después permanecieron sentados en el suelo junto a él siete
días y siete noches sin decir una sola palabra, porque veían que su dolor era muy grande» (Job
2, 12-13).

A todo ser humano, el sufrimiento inexplicablemente golpea la puerta de su vida, dejando incluso
sin palabras a los que están alrededor. Nadie, ni los amigos, ni tú, ni tu fe logran conjugar alguna
explicación a lo ocurrido, y la desesperanza y angustia comienzan a brotar en medio del
corazón. Frente a situaciones así tiemblan los cimientos de la fe, de la vida, de lo que creemos y
lo que hacemos.

La historia es desconcertante en sus primeros capítulos, sobre todo porque aparentemente, y en


justicia, Job no merecía nada de lo que le estaba pasando; muy por el contrario, lo que Job
realmente merecía es la bendición y prosperidad que vienen de la mano de Dios.

El hombre se ve identificado por la historia del sufrido Job, sobre todo en esas ocasiones en que
“he dado todo de mí, he perseverado en mi trabajo, en mi fe, en el amor a los demás, en el
servicio, y he mantenido mi corazón limpio y recto; y aun así, las cosas han salido pésimo: he
experimentado el dolor, el quiebre, la soledad, la pobreza, el sufrimiento y no hay mucho con
qué consolarse”

El estudio del libro de Job en los momentos dolorosos y difíciles de te puede ayudar a sacar
algunas ideas que podrían servirte, o mejor aún, ayudarte a acompañar a otros en medio de la
tribulación y sostenerlos en la esperanza.
Caminando con Dios
Tanatología
Mirar a Job desde una nueva perspectiva, la de Jesús

¿Cuántas veces has sentido lástima de ti


mismo y te quedas sentado entre las
cenizas sin hacer nada más que sufrir?
Quedarte ahí, sufriendo, mirando las
heridas, sintiendo dolor y esperando a que
mágicamente todo pase o, peor aún,
pasar así hasta el final de tus días. Esa
depresión abnegada y resignada que
muchos creemos así debería de ser por el
solo hecho de aceptarla sin alegar, sin
luchar, sin hacer nada.
Se nos olvida que Jesús vino a hacer
nuevas todas las cosas, que nos vino a dar
vida en abundancia, que por sus méritos somos salvados y que su amor nos devuelve la amistad
con Dios. Se nos olvida que toda batalla, prueba, tribulación y sufrimiento fueron clavados en la
Cruz y desterrados de nuestra vida para siempre.

Muchas veces vivimos como si Jesús no nos hubiera salvado definitivamente, o peor aún, que su
salvación es solo una cosa que ocurrirá al final de nuestros días o que afecta solo a la dimensión
espiritual de nuestras vidas. Job no tenía un Jesús a quien mirar. Nosotros sí. Que nunca se nos
olvide que todos nuestros sufrimientos fueron sufridos por Jesús en la cruz del Calvario y con su
sangre pagó para que nosotros seamos salvados. Eso no quita que en la vida vayamos a
experimentar dolores y sufrimientos, pero no son definitivos. Nuestra vida no termina ahí, todas
nuestras peleas son peleas ganadas de la mano de Jesús. Que ningún dolor se robe tu esperanza.

Dios no prueba a nadie


El relato de Job es del Antiguo Testamento, ten eso
en mente cuando lo leas. Porque la dinámica
usada por los judíos que todavía no conocían a
Jesús para explicar la forma de actuar de Dios es
diferente a lo que el Nuevo Testamento nos
muestra. El texto dice que un día Satanás se
presentó ante Dios para hablarle de Job,
asegurando que si lo tentaba este iba a blasfemar
contra Él. Dios lo permite para fortalecer la fe de
Job. Es importante leer esta historia desde una
perspectiva espiritual. Dios no juega a las apuestas.
Como dice el apóstol Santiago: «Ninguno, cuando
sea probado, diga: “Es Dios quien me prueba”;
porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a
nadie» (Santiago 1, 13), pues en efecto, Dios lo
último que quiere es medir cuán fuertes somos para
ver si valemos o no la pena. Eso sería despreciar el sacrificio de Jesús. Si creemos que lo que nos
ocurre Dios lo quiere, entonces cabe pensar que dentro de las posibilidades está que Dios quiere
que reprobemos, que no pasemos, que no seamos capaces. ¿Tú crees que Dios querría algo así?
¡Pues no! Dios permite sí que pasen cosas en nuestra vida, para mostrarnos cosas mejores.
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Dios no existe en función de mí
Aquí puede haber una idea que nos puede confundir,
pues tenemos la impresión de que Dios está para
ayudarnos a autorrealizarse y pretendemos utilizarlo
para ello. Eso es poner la naturaleza de la creación al
revés y lamentablemente está destinado al fracaso. A
veces elaboramos complicados y detallados planes
para luego presentarlos a Dios y que los bendiga sin
cambiar en nada aquello que tan inteligentemente
preparamos. Distinto es cuando junto a él, me tomo el
tiempo de discernir cuales son sus planes y yo
realizarlos, para que de esta forma su bendición me
acompañe. Somos nosotros los que ayudamos en el
“gran plan” de Dios y nuestra participación y el
descubrimiento de nuestro propósito ayuda en la
realización de su voluntad, no al revés. Fuimos hechos
para Dios y no viceversa.
Dice el Catecismo en el nº 27: «El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque
el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo
en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar».

No todo tiene explicación, mas todo tiene un propósito


“Nunca Dios permitiría un mal si no fuera lo
suficientemente poderoso para sacar de ese mal un
bien mayor” (San Agustín)
Hay dos preguntas que podemos hacer de cara a
una situación que quiebre nuestras vidas ¿por qué? o
¿para qué? Suena a vacío, sobre todo frente
sufrimientos terribles como la muerte o una
enfermedad grave. Por eso este tipo de preguntas se
hacen ya con el corazón tranquilo. Primero hay que
procesar todo con calma. Descubrir los propósitos de
Dios no es un asunto de un par de minutos rezando y
listo. Dios sabe eso y espera a que te acerques a
hacer las preguntas necesarias, que cuestiones, que
dudes, pero que finalmente aceptes, aun sin
comprender mucho. Su voluntad, aunque
indescifrable tantas veces, es maravillosa para nuestras vidas, y que cada cosa que nos ocurre,
aunque nos cuesta entenderla, tiene sentido dentro de su plan.
«Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir
momentáneamente, así la fe de ustedes puesta a prueba, será muchas más valiosa que el oro
perecedero purificado por el fuego y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor
el día de la Revelación de Jesucristo» (1Pedro, 6-7).
Obviamente no se ha ensañado contigo, con tu vida o con tu historia. ¡Dios quiere lo mejor para
ti! Esa es una verdad de la que no puedes dudar ni un segundo. Lo que ocurre, es que Dios sabe
que muchas veces para poder hacer eso que tiene en mente, tienes que pasar por un desierto.
«La tribulación es un regalo de Dios, uno especial que da a sus amigos especiales» (Santo Tomás).
Caminando con Dios
Tanatología
No anestesiar el dolor
Es parte de nuestra cultura moderna, nos
anestesiamos. Nos incomoda ver gente sufrir, la
invisibilizamos, la tapamos, los marginamos. Y nosotros
mismos escondemos nuestros dolores con la
justificación de que “la procesión se lleva por dentro”.
Job se sienta en el suelo, rapa su cabeza y se pone
ceniza en señal de que no entiende nada, de que
pareciera que su duelo no tiene sentido. Se sienta a
sufrir, a dolerse de sí mismo. Nosotros en cambio,
intentamos pasar rápidamente de nuestros dolores y
si después de 3 ó 6 meses de duelo, alguien sigue triste
les decimos a los demás «anda, ya es tiempo de
superarlo», «tienes que ser fuerte, sigue
adelante». Cada uno tiene su tiempo y hay que
respetarlo.
Abracemos al que llora y lloremos con él en lugar de hacerlo callar, que empape nuestros
hombros con sus lágrimas en vez de ofrecer un pañuelo. Dolerse con el que sufre, angustiarse
con el vulnerado, llenarse la cara y el corazón de la pasión del otro, eso es sentir compasión, que
las entrañas propias se retuerzan, no por mero masoquismo, no como penitencia, sino como
ejercicio de comunión, como cuerpo de la Iglesia. Si hasta cuando te pegas en el dedo pequeño
del pie todo el cuerpo se retuerce, todo el cuerpo sufre el dolor de un solo dedo. Así debe ser
nuestra forma de acompañar. Job nos enseña a sufrir con dignidad, a vivir el dolor dejándose
acompañar, a no esconder los sufrimientos, a pedir ayuda y frustrarse cuando no se encuentran
respuestas, pero aceptando que perder, que enfermarse, que morir, que no tener explicaciones,
es terrible y hay que vivirlo, no taparlo ni esconderlo.

Confiar en ser restaurados


Dios restaura la vida de Job, viendo que luego de
sufrir y aceptar ese sufrimiento, nunca reniega ni
maldice. Job forma una nueva familia, mucho más
fecunda que la primera, es prosperado
económicamente más que antes y su fama como
hombre bendecido se extiende por todas partes. Es
decir, la idea que el autor bíblico quiere expresar es
que si vives tu sufrimiento como corresponde y sin
revelarte a Dios, Él mismo te bendecirá y devolverá
incluso más de lo que tenías antes. Si y no. Es decir,
esto no es un trueque espiritual en donde Dios te
devuelve más de lo que te había quitado. En la
economía espiritual de los cristianos no existe la
“meritocracia”; todos los méritos son de Jesús e incluso aun cuando hacemos las cosas bien, no
merecemos nada de Dios y Él nos da todo por amor, no porque seamos buenos o malos. No
obstante eso, Dios nos conforta, nos da consuelo, nos acompaña tal como los Ángeles
acompañaron a Jesús en medio de su prueba en el Getsemaní. Por lo tanto, es de esperar que
Dios se manifieste, te bendiga, obre a favor tuyo, pero no esperes que sea una manifestación
“cuantitativamente superior” comparada con la situación en la que te encontrabas
previamente.
Caminando con Dios
Tanatología
Revisemos ahora cómo algunas imágenes de Dios nos impiden superar el sufrimiento y lo
agudizan.

 Si creo en un dios castigador, entonces el sufrimiento es un castigo. Si es merecido,


empiezo a hacer cosas para “desagraviar”; si es inmerecido entonces se genera rebeldía
y se abandona la fe.
 Si creo en un dios controlador, el sufrimiento es una prueba. Esto me lleva a la angustia.
 Si creo en un dios ofendido, entonces hay que “pagar” la ofensa (expiación). Esto genera
alejamiento.
 Si creo en un dios voluble, entonces su voluntad es siempre desconocida y el sufrimiento
absurdo. Esto me lleva a la desesperación.
 Si creo en un dios contador, entonces vivo el sufrimiento como forma de hacer méritos.
Terminando cansado y sin esperanza.
 Si creo en un dios lejano o ausente, a él no le importa mi sufrimiento. Entonces me hundo
en la soledad y la depresión.
 Si creo en un dios que interviene en todo (intervencionista), él es el que da y quita y me
siento un “títere”. Esto me lleva a la frustración.

Estas imágenes se complementan y se mezclan, y están tan arraigadas en nuestra mente (y quizá
en el corazón) que no alcanzamos a vislumbrarlas claramente. Pero si revisamos cómo estamos
atorados en el sufrimiento, es posible que tras éste exista una de estas imágenes.

Si prestamos atención al mensaje de Jesús en los Evangelios, descubrimos que Dios es Abba
(padre, papá). Jesús es el rostro humano de Dios. Con su ser y actuar nos vino a revelar quién es
este Dios, quien es Alguien con quien contamos en todo momento a quien podemos preguntarle
y entonces las preguntas dirigidas a Dios se convierten en oración auténtica, que dirigida desde
el corazón ofrezco sin miramientos “mi verdad” a Dios, siendo así que la actitud cristiana ante el
dolor no es la resignación (pasiva o fatalista), sino la lucha contra el sufrimiento y la integración
del mismo, cuando este no se puede eliminar. Procurando vivirlo sanamente, en relación consigo
mismo, con los demás, con el mundo y son Dios.

Es importante realizar un trabajo del corazón, para recuperar una imagen de Dios sanadora,
liberadora, pero sobre todo un Dios de amor. Es abrir la esperanza en la resurrección. Creer en
ella no es fácil cuando la muerte se impone con su ley inevitable y se vive el dolor por la pérdida
de un ser querido. De manera intensa experimentamos confusión aturdimiento, “sin sentido”,
vacío, soledad irracionalidad, desgarro. Se nos rompe el corazón, somos incapaces de tender
hilos entre la razón y el sentimiento.

Sin embargo, si escuchamos allá en el corazón, en los últimos rincones, no podemos más que
reconocer que la muerte no puede tener la última palabra. La experiencia del amor es más
fuerte que ella. Esperar en la resurrección no es más que abandonarse al reconocimiento de que
el amor reclama eternidad y que, de alguna forma inexplicable con categorías meramente
humanas, nuestra vida, al terminar, será transformada y hecha plena

Resucitar es dejarte levantar por Dios cuando te sientes caído y abatido, dolorido y muerto. Es
dejar que Dios diga, haga y sea en ti todo y para siempre. Dios siempre viene, el Señor, restaura,
y aquí hay algo tan hermoso: “QUE CON AMOR ETERNO TE VE”, y a Él nunca se le olvida ese amor
por ti. Dios es alegría, por tanto fuiste hecho a su imagen y semejanza entonces esa alegría está
en ti a pesar de las pruebas que puedas vivir, una alegría que refleja no solamente tu fe sino tu
adhesión a Él.

Déjate reconstruir si tu vida no esta tan firme, si tienes fracturas, deja que el Señor intervenga
como Él lo sabe hacer, ¡¡déjate salvar!!, CONFIA, CONFIA PLENAMENTE EN ÉL.

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