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ANEXO.

DESEMPOLVAR A NIETZSCHE

Cristina de Peretti

Por la índole profundamente crítica y vital de su pensamiento, Nietzsche es


posiblemente uno de los filósofos que más tinta ha hecho correr durante el siglo
XX, siglo cuyo inicio coincide con el año de la muerte de este pensador. Por una
parte, los duros ataques nietzscheanos contra la tradición y la modernidad en sus
más diversas manifestaciones (morales, religiosas, filosóficas, culturales, sociales
o políticas) han levantado protestas múltiples y polémicas encarnizadas. Y, por
otra parte, lo que podríamos denominar la parte “afirmativa” de su filosofía, es
decir, esa actividad creadora y transformadora al servicio de la afirmación trágica
(dionisíaca) de la vida y de la inocencia del devenir, esa visión harto tentadora de
lo que habría de ser para él ese “pensamiento del peligroso quizá”, característico
de los filósofos por venir, se convierte asimismo en objeto de los más distintos
enfoques y de las más contrapuestas interpretaciones. Sin duda, a ello contribuye
también en gran medida el hecho de que, en 1888, Nietzsche cayera irreversible-
mente enfermo sin haber podido publicar sino una mínima parte de sus nume-
rosísimos escritos. No olvidemos, no obstante, que, para Nietzsche, lo inacabado
resulta con frecuencia más atractivo y prometedor: “Lo incompleto como lo eficaz.
Así como las figuras en relieve actúan tan fuertemente sobre la fantasía porque están
por así decir a punto de salirse de la pared y de repente, retenidas por cualquier cosa,
se detienen, así a veces la exposición incompleta, a la manera de un relieve, de un
pensamiento, de toda una filosofía, es más eficaz que la presentación exhaustiva;
se deja más al trabajo del espectador, éste es incitado a continuar desarrollando, a
pensar hasta el final lo que ante él se destapa con tan fuerte claroscuro y a vencer
ese obstáculo mismo que hasta entonces impedía su cabal afloramiento” (Humano,
demasiado humano, IV, § 178).
Sin embargo, en el caso de Nietzsche, esta incompletud no sólo ha propi-
ciado múltiples lecturas que han contribuido a enriquecer su pensamiento sino
que también ha dado lugar, como es bien sabido, a una serie de desplazamientos
de sus textos y a todo tipo de manipulaciones y falsificaciones, encabezadas por
su hermana, de sus escritos póstumos. Valga, como ejemplo, la publicación en

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1901 de un libro titulado La voluntad de poder que, según se dijo, habría escrito
Nietzsche, quien lo habría considerado por lo demás como la obra que reflejaba
su pensamiento más auténtico. Este libro no es, sin embargo, sino el resultado
de una arbitraria recopilación de textos nietzscheanos dispersos y mutilados que
contribuyó en gran medida a que la ideología nazi utilizase en su provecho el
pensamiento del filósofo mucho antes incluso de que Hitler accediese al poder.
A pesar de que, ya a finales del siglo XIX, Dilthey da cuenta de lo mucho que
Nietzsche puede aportar al pensamiento moderno, pocos son en Alemania, hasta
los años 30 del pasado siglo, los estudios dedicados a su pensamiento en el ámbi-
to de la filosofía académica. A partir de 1914 es cuando se lo empieza a conocer
realmente en ese país. Nietzsche marcará, en esa época, a toda una generación de
jóvenes filósofos (Benjamin ya lee a Nietzsche en 1910) a menudo ajenos al mun-
do universitario, convirtiéndose asimismo en uno de los grandes acontecimientos
de los círculos literarios (H. Hesse, los hermanos Mann, Rilke, Gottfried Benn,
Stefan George o Zweig) y artísticos (generación expresionista). No obstante, en
esos años, los sociólogos y los historiadores (como Simmel o Weber) se sienten
más atraídos por la obra de Nietzsche que los filósofos: tanto los neokantianos,
Rickert, Cohen y, posteriormente, Cassirer, como el padre de la fenomenología,
Husserl, son todos ellos muy críticos con la reflexión nietzscheana.
En la década de los años 30 y 40 es cuando se van a publicar, sin embargo,
algunas de las interpretaciones de Nietzsche más importantes que van a influir en
gran medida en el panorama filosófico continental de toda la segunda mitad del
siglo XX: se trata de los estudios de Löwith, de Jaspers (que presenta a Nietzsche
como un precursor, junto con Kierkegaard, de las filosofías de la existencia) y,
finalmente, de Heidegger quien, pese a defender y justificar siempre algunas de
las problemáticas nietzscheanas, ve en Nietzsche, en sus textos de los años 40, al
último pensador de la metafísica occidental aunque, en los años 50, termina re-
conociendo que Nietzsche no lleva a cabo una clausura sino una “transmutación”
de los temas del pensamiento occidental.
Tampoco hay que olvidar cierta influencia nietzscheana en la labor llevada a
cabo, en esos mismos años 40, por algunos miembros de la Escuela de Frankfurt
y, más concretamente, por Horkheimer y Adorno en su balance crítico de la ra-
zón occidental, encontrando no obstante, en las décadas venideras, el pensamien-
to nietzscheano en Lukács y, posteriormente, en Habermas a dos de sus más acé-
rrimos detractores. Mientras el primero dirige la reapropiación nazi de Nietzsche
(al que tacha de “protofascista”) contra el irracionalismo de la cultura burguesa
de la decadencia, el segundo ve en el pensamiento de Nietzsche el comienzo de

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una postmodernidad filosófica asimismo irracionalista y neo-conservadora que


atenta gravemente contra la herencia de la Ilustración. Esta animadversión ha-
bermasiana queda patente no sólo en un texto tan significativo como El discurso
filosófico de la modernidad (1985) sino también, por ejemplo, en la mucho más
reciente y enconada polémica suscitada, a finales de 1999, por la conferencia
de Sloterdijk: Normas para el parque humano. Polémica que, orquestada en la
sombra por Habermas, tiene como trasfondo una vez más a Nietzsche, del cual
Sloterdijk es un gran lector.
En Francia, se lee y se conoce a Nietzsche desde finales del siglo XIX tanto en
los ámbitos filosóficos como en los círculos artísticos y literarios (Gide y Valéry;
más tarde Camus, Malraux o René Char). En 1937, un número especial de la
revista Acéphale exige una “reparación” a raíz de las numerosas interpretaciones
fascistas que se vienen haciendo de Nietzsche. Tanto en dicha revista como más
adelante, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, Bataille escribirá sendas rec-
tificaciones a favor de Nietzsche tratando de restaurar los textos manipulados,
apuntando la aversión que Nietzsche siempre experimentó frente al racismo y al
antisemitismo y disipando diversos equívocos generados por cierta terminología
relativa a la fuerza, al poder o al dominio. Gracias, pues, a la labor de Bataille y
de otros pensadores como Klossowski, Blanchot, Caillois o Leiris, movidos asi-
mismo por el deseo de rescatar a Nietzsche de esas turbias interpretaciones ideo-
lógicas que habrían de condenarlo irremediablemente al olvido, en Francia ya
no se dejará de leer a Nietzsche, el cual, en un primer momento, se convertirá
tanto en el símbolo de un pensamiento de la existencia humana finalmente ple-
na, fecunda, como asimismo en la mejor objeción frente a una serie de discursos
imperantes en la escena filosófica francesa de la postguerra: el hegelianismo, la
fenomenología y el existencialismo.
Con el paso de los años, Nietzsche seguirá habitando de una forma más o
menos explícita según los casos los textos de Bataille, Klossowski o Blanchot así
como, a partir de la década de los 60, los de generaciones posteriores: Foucault,
Deleuze, Derrida, Rosset, Sarah Kofman o Jean-Luc Nancy. Por lo demás, el es-
pectro nietzscheano logrará asimismo en gran medida que el debate filosófico
francés escape de unos callejones sin salida a los que lo arrastraron las polémicas
que se desataron, a finales de los años 60, entre el marxismo, el estructuralismo
y el psicoanálisis. Aunque, a lo largo de sus obras, todos estos filósofos se han
referido con mayor o menor frecuencia a Nietzsche, el pensador que inaugura
asimismo una nueva manera de hacer filosofía, de escribirla y de leerla, la relación
que aquéllos van a mantener con éste no puede definirse en simples términos de

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“fidelidad”: no se trata, sin más, de aplicar ni de reproducir un modelo. Para dar


cuenta del nexo que hay entre estos pensadores y Nietzsche habría que hablar
más bien, por una parte, de cierta “fidelidad infiel”, como diría Derrida, de una
exigencia de releer, de reinterpretar y de transformar constantemente (en el caso
de cada pensador, de una forma siempre radicalmente heterogénea e irreducti-
blemente singular) el pensamiento de Nietzsche con el fin de lograr llevarlo a
otros ámbitos y por otros derroteros y, a la vez habría que hablar, por otra parte,
de cierto parentesco previo o, por decirlo con unas palabras más afines a algunos
de estos pensadores, de cierta “comunidad sin comunidad” de problemas y de
disposición a la hora de entender y de poner en marcha esa experiencia en la que
consiste pensar.
En lo que concierne a la recepción italiana de Nietzsche, ésta ha estado mar-
cada ante todo por la inmensa tarea emprendida por Colli y Montinari de una
nueva edición crítica de las obras completas de este filósofo que se comenzó a
publicar en 1964 en su traducción italiana y, posteriormente, en otras lenguas
como el alemán, naturalmente, el inglés, el francés y, actualmente, también el
español. El mérito definitivo de esta labor editorial reside en haber brindado por
fin una edición de las obras de Nietzsche digna de crédito y en dar a conocer los
fragmentos póstumos tal y como fueron redactados por Nietzsche. Sin embar-
go, es indispensable citar también más concretamente, dentro de esta recepción
italiana en torno a los años 70, los nombres de Cacciari y de Vattimo, filósofos
que, a pesar de recorrer caminos diferentes y de llegar a resultados dispares, se
sitúan de entrada en la estela de los grandes temas que plantea la interpretación
heideggeriana de Nietzsche como son, por ejemplo, la crítica de la metafísica o la
relación entre el nihilismo y la técnica moderna.
El pensamiento de Nietzsche llega a España, en un primer momento, a tra-
vés del movimiento modernista de Barcelona (Joan Maragall) convirtiéndose
así aquél en uno de los pensadores más destacados a principios del siglo XX y
cuyo influjo se hará notar tanto entre los intelectuales de la generación de 1898
(Ganivet, Unamuno, Azorín, Machado, Baroja, Maeztu) como, más adelante,
entre los de la generación de 1914 (Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Gómez de
la Serna, Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez). Durante los años de la Guerra ci-
vil y de la postguerra, no se habla de Nietzsche. Sin embargo, a finales de los años
60 y principios de los 70, una nueva generación de filósofos españoles (Savater,
Morey, Trías, entre otros), a través de la recepción que por esos mismos años está
teniendo lugar en Francia, recupera el interés por el pensamiento de Nietzsche,
interés que, desde entonces hasta nuestros días, no ha dejado de aumentar, como

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demuestran las diferentes publicaciones de todos esos numerosos especialis-


tas nietzscheanos que hay en nuestro país como son, por ejemplo, R. Ávila, M.
Barrios, J. Quesada, D. Sánchez Meca, L. E. de Santiago o J.L. Vermal y, entre
los más jóvenes, E. Burgos y G. Cano, por no citar sino a una mínima parte de
todos ellos.
En cuanto a las traducciones al castellano, las obras más características de
Nietzsche (con alguna excepción) ya se habían traducido en 1908. A estas tra-
ducciones que, según G. Sobejano (Nietzsche en España. Madrid, Gredos, 1967),
dejaban mucho que desear, les sucede, en 1925, la edición de E. Ovejero y Maury
de unas presuntas Obras completas publicadas en Buenos Aires por la Editorial
Aguilar. Traducciones, al parecer, también poco rigurosas e inencontrables en la
actualidad. Sí son especialmente destacables, sin embargo, las traducciones de los
años 70, hoy todavía vigentes gracias a sus numerosas reimpresiones y maneja-
das por tantas generaciones posteriores de españoles, de Andrés Sánchez Pascual
(para Alianza Editorial) cuyas introducciones y notas constituyen un material ex-
tremadamente interesante. Desde principios del presente siglo, es preciso asimis-
mo mencionar tanto la cuidada edición de los Fragmentos póstumos y de las Obras
completas (a partir de la edición de Colli y Montinari) de Nietzsche que, bajo la
dirección de D. Sánchez Meca, viene publicando la Editorial Tecnos desde 2006,
como, desde 2005, la edición, a cargo de L. E. de Santiago, de la Correspondencia
de Nietzsche (en 6 volúmenes) para la Editorial Trotta, sin olvidar tampoco
las traducciones de escritos puntuales, pero no por ello menos importantes, de
Nietzsche en algunas otras editoriales como Biblioteca Nueva, Akal o Aldebarán.

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