Sei sulla pagina 1di 10

Facultad de Filosofía y Humanidades

Profesora: Olga Grau


Estudiante: Carla Rivera

¿Escritura femenina o escritura feminista?

Introducción: La mujer en la literatura

“Pensamos el mundo en el seno del mundo”1 Nos decía Simone de Beauvoir,


refiriéndose a la relación del sujeto y su experiencia. En efecto, no se puede pensar del
mundo sino estando en él, en un contexto determinado, atravesada/o por un sinfín de
experiencias y por un sinfín de personas que tienen la posibilidad de inferir en la
edificación de la propia personalidad. Es así, como una mujer se encuentra en el mundo,
atravesada por eventos diversos que obedecen a un cierto orden simbólico que oprime cada
recodo y cada faceta de ella.

Parte de este orden simbólico, son las estructuras que subyacen el monopolio de
ciertos campos de estudio y de trabajo, además de la larga lista de actividades donde las
mujeres nos hemos visto al margen. Sin embargo, desde un movimiento político y social
feminista, se ha podido –a través de intensas luchas- integrar muchas áreas e instituciones
que habían sido negadas. Las humanidades, por ejemplo la literatura, faena exclusiva de
hombres como tantas otras. Por consiguiente, nos toca pensar en la restricción como
aquello que conlleva diversos efectos materiales, que moldean , sin duda alguna, la forma
en que se relaciona una sujeta con los medios de producción, con la sociedad y el mundo
público.

1
(Beauvoir, 1946)
Pensar el ingreso paulatino de las mujeres escritoras a la “institución literaria”, nos
exige pensar particularmente en la mujer creadora de obras literarias; ya no más como un
objeto de estudio literario, ni la mujer como lectora. Ahora es ella quien tiene en sus manos
escribientes, la oportunidad iniciar con la reformulación de las formas de expresión, porque
ante todo, la mujer escritora se enfrenta a una realidad social: la monopolización de un arte
y la masculinización de él. Esto la convierte en una voz, una subjetividad disidente en tanto
que su tradición es una incompleta, disgregada. En ese sentido, la escritura de mujeres se
vuelve un acto político contrahegemónico, que resiste a determinadas imágenes de “lo
femenino” que se transmiten bajo la mediación del logos oficial. Así, nos explica Helena
Ramos que “el acceso al logos, a la palabra fundacional y creadora, nos ha estado vedado
desde la más remota antigüedad. Sí hablamos, pero las palabras no nos pertenecen; el
lenguaje nos hace invisibles, nos amasa dentro de lo masculino, que supuestamente es más
universal; la literatura nos impone visiones machistas y estereotipadas, pero ejecutadas con
gran fuerza creadora (…)”2

Una reformulación de las formas de expresión, es la proyección de una nueva


imagen desde un lugar particular, que es el lugar de la mujer. Por eso, pensar el mundo en
su seno, ahora, adquiere un significado más complejo: he de interpretarlo –en virtud de lo
anterior- como la inevitable proyección de sí misma que impregna la producción escritural;
una proyección que requiere que cada una se posicione a sí misma como sujeta
reconfigurada, en la medida en que la literatura se lo posibilite.

La entrada a la literatura, con todos los costos que pueda significar, nos hace
adquirir algunos privilegios que no existen quizás en otras disciplinas. Y es en ese seno del
que hablamos ahora, pues, la literatura emerge como un espacio muy rico y libre para la
construcción de una utopía, donde se puede caminar al ritmo de un nuevo camino y otras
estrategias de resistencia, como también, ensayar nuevas formas de relacionarse. Es un
fruto político jugoso para el feminismo, ya que de ese modo articula también “se manifiesta
y se elabora una fracción muy importante del orden simbólico (…) reproduce los códigos
de comunicación. Por otra parte, en la literatura se recogen los datos de la intimidad, de ese

2
Consuelo Meza, 2000, p. 12
mundo privado en el que en mayor o menor grado se confina a las mujeres”3. La
particularidad que nos regala la trama, es la ordenación de sucesos que en la vida real se
encuentran en caos, asimismo, la ordenación de eventos nos permite tener un panorama
más claro de eventos vividos en la experiencia, que nos facilita la conexión de las
respuestas con las preguntas fundamentales que nacen en el camino de la reconfiguración
personal y colectiva. Nos permite deformar representaciones y la figura oficial de la verdad.

La mujer en la literatura se vuelve una sujeta política de resistencia, que tiene


posibilidad de escribir sobre mujeres, y para mujeres. Ese es el caso en el que estamos
pensando, sin embargo, existen aquellas que aún siendo de suyo el acto político de integrar
un campo hostil de producción, no escriben, necesariamente en esta clave. Ese también es
un caso en el que debemos pensar, y que, inevitablemente constituye uno de los ejes
centrales para exponer la crítica que prosigue en este ensayo. La mujer que escribe convoca
un sinfín de análisis, desde la entrada de ella al mundo literario –o si se quiere, académico-
y la proyección propia que esboza en su trabajo escritural. Ciertamente, no sólo nos
remitimos al gesto de La Mujer en la literatura, y cómo forma parte de ella
institucionalmente, que es por sí solo un movimiento transgresor; parte de este análisis es la
pregunta por aquello que escriben las mujeres. Para esto, revivo en palabras de Badiou, lo
que Sartre aporta acerca de la escritura, en tanto que ésta deja implícito un documento de
vida, un proyecto que podemos esclarecer a través de la observación psicológica de la
autora, y en virtud de ello, enriquecer el contenido mismo de la obra literaria. “Sartre llama
a este método <<progresivo-regresivo>>. Progresivo, que consiste en mostrar cómo el
proyecto fundamental se ha realizado en la obra literaria, y luego un análisis regresivo, es
decir, desde la función literaria al proyecto fundamental”4

¿Cuál es, entonces, el proyecto de la mujer en la literatura? ¿Hay un proyecto


unitario en la escritura de mujeres? El proyecto, podrá entenderse como intención tras la
obra literaria, y en ese sentido, ¿podríamos asegurar que en todos los casos una mujer que
escribe, hay tras su creación una intención emancipadora?

3
Consuelo Meza, 2000, p.28
4
Alain Badiou, 2007, p.68
La escritura femenina, una categoría problemática.

“El tema, Las Mujeres y La Novela, puede significar y ustedes pueden querer que
signifique, las mujeres y lo que parecen; o si no, las mujeres y las ficciones que escriben; o
quizá las mujeres y las novelas que se escriben acerca de ellas; o esas tres cosas
inextricablemente mezcladas (…)”5 De la forma más acertada posible, nos aventuraremos
a pensar a la mujer desde las primeras dos claves, mujer escritora y por consiguiente, las
ficciones como parte de ella y de su obra literaria. Para ser precisa, vamos a entremezclar la
figura de la mujer creadora con su escritura, llamada por algunos como escritura femenina.

Se le ha llamado por algunas autoras, escritura femenina a las obras que están
hechas por mujeres, con el fin –creo- de mantener la diferencia respecto de lo masculino en
la literatura. Se convierte entonces en una categoría que reúne a toda la producción de
cierto tipo; en efecto, el concepto de lo femenino aplicado a la escritura de mujeres, no
hace sino tipificar esta actividad particular. Esta organización de tipos, responde a un orden
específico del pensamiento, que según Helene Cixous, es un funcionamiento por
oposición6. Así, el esquema de ordenamiento tradicional se construye bajo dicotomías
como Finito/Infinito, Racional/Irracional, Masculino/Femenino, Activo/Pasivo y un largo y
contundente etcétera, que no hace sino reproducir un conjunto de sistemas simbólicos que
en el caso –que es el que nos interesa acá- de Masculino/Femenino, se acopla a una
jerarquía de la diferencia sexual que en torno a la literatura también construye su propia
categoría: la escritura femenina. En torno a este esquema jerárquico es que lo femenino
debe atender a una respuesta por la ontología, ¿qué es?

Fieles al funcionamiento jerárquico del pensamiento, Cixous dirá, que a lo largo de


la historia el círculo dialectico de los esquemas de oposición se fundan en la preocupación
fundamental de aquello que es propio y lo otro: Propio/Otro. En efecto, pensar en El Otro
en virtud de un sujeto universal del que las demás cosas y sujetos son otro. “Por supuesto,
en ningún momento de la Historia se ha tolerado la paradoja de la alteridad, posible. Como
tal. EI otro está ahí solo para ser reapropiado, retomado, destruido en cuanto otro. Ni

5
Virginia Woolf, 1993, p.7
6
(Cixous, 1995)
siquiera la exclusi6n es una exclusión”7 Es pues, hablar de lo femenino hablar de Lo Otro
en algún sentido. He aquí el tropiezo más delicado que podemos sufrir cuando nos
introducimos al mundo de la llegada de la mujer a la literatura. Pues, como dije más arriba,
no hemos de negar el acto transgresor que significa la conquista de nuevos espacios. Sin
embargo, a partir de ahí pueden enarbolarse y también nuevo conceptos y nombres que
tienen efectos y significancias que vale la pena mirar críticamente. Uno de ellos,
efectivamente, es el concepto de lo femenino en la categoría de escritura femenina.

“Para Helene Cixous lo femenino se refiere a lo no cognoscible, a lo reprimido de la


cultura dominante masculina; no se refiere necesariamente a las mujeres reales sino a
espacios, procesos y modos de producir que la cuestionan”8 ¿Es según este respecto, lo que
queremos denominar en la escritura de mujeres? Es un concepto que corre muchos riesgos
que le hacen contraproducente con aquella sed feminista de deconstruír ciertos arquetipos
que se construyen en función de un arquetipo representacional de Mujer. Aquella se escribe
con mayúscula, aquella forma esencial de la que todas somos “deudoras ontológicas”.

Caemos en cuanta del problema cuando asociamos la escritura a la imaginación del


sujeto firmante. Su obra, ciertamente, corresponde un producto de la proyección propia del
autor o autora, esto quiere decir que se habla o se escribe, desde un lugar singular, que en el
caso de las mujeres, está al margen de una hegemonía masculina. El imaginario femenino9
sin embargo, es un peligro constante de esencialismo, pues propone una percepción
sexuada de la realidad. “Spacks define la imaginación femenina como la fuerza que penetra
el sentido interno de la realidad y que posee la capacidad de crear sustitutos de la misma; se
caracteriza por una continuidad en la percepción que de sí mismas expresan las mujeres
escritoras, en la que manifiestan sus sentimientos, formas de reaccionar y esquemas de
percepción producto de una permanente subordinación”10 No obstante, el riesgo está en
abogar por una sensibilidad de tipo natural, especial que se debe a una mirada determinada
por el sexo. Es lo que hace que la definición de Patricia Meyer Spacks contenga un sesgo
esencialista a pesar de ser una de las primeras críticas literarias feministas. El discurso

7
Helene Cixous, 1995, p.25
8
Consuelo Meza, 2000, p.34
9
Concepto acuñado por Patricia Meyer Spacks en The female Imagination (1975)
10
Consuelo Meza, 2000, p. 23
sexuado en base a un esquema de oposición que reafirma –sin que nos demos cuenta al
primer vistazo- la dicotomía jerarquica del pensamiento de Cixous.

Para la autora chilena Nelly Richard, “la escritura femenina designa un conjunto de
obras con una firma que tiene una valencia sexuada, conjunto y pluralidad de voces que
pertenecen al género mujer y que expresan la experiencia femenina como un grupo
marginal de la cultura dominante”11 En efecto, creo que es un deber considerar la
producción literaria de mujeres por si significación política contrahegemónica, como un
movimiento contracorriente que se forja desde la resistencia al poder dominante masculino.
Sin embargo, también debemos hilar lo más fino posible; puesto que estamos refiriéndonos
a un gesto político y no a una valencia ontológica, más bien a la construcción de una
percepción como efecto de relaciones con otras sujetas y sujetos y con el entorno.

En este sentido, la escritura de mujeres podría corresponder a un gremio que se


categoriza por hablar de experiencias comunes, dada su experiencia de vida y desarrollo en
un sistema de relaciones de poder que le oprime. La constitución de su percepción será
tocada “por el seno del mundo” inevitablemente y desde allí, <<podría gestarse una
tradición de mujeres>> en la literatura por el hecho de vivir como mujeres, por
consiguiente la literatura de ellas, es un resultado de las relaciones con el medio.

Escritura femenina y autoconciencia: ¿Es suficiente que la firma sexuada de un


escrito corresponda a la de una mujer para adquirir carácter transgresor?

“Daniela Eltit defino lo femenino como aquello que desde los bordes del poder
central pretende generar una pluralidad de voces (femeninas y masculinas) en el quehacer
literario, generando con ello sentidos trasnformadores del universo simbólico dominante”12
En este sentido, la tradición de literaria femenina se caracteriza por un proceso de
adquisición autoconciencia en tanto reformula su propio proyecto en torno a nuevas formas
propias de expresión que la sitúan por fuera del discurso dominante. Este proceso, se
vincula con la propia percepción, que en una mujer puede estar permeada por cánones que

11
Consuelo Meza, 2000, p.33
12
Consuelo Meza, 2000, p.25
le han impuesto y roles que le han apropiado, que han surgido de ideas preconcebidas de
“cómo debe ser”. Asimismo, la feminidad se instaura como un valor en relación con la
identidad sexuada. Apoyados en la biología, parece que la vagina guarda secretos que
prefiguran nuestro despliegue en el mundo, antes de que este sea material, aquello
femenino es la marca bajo la que se registra nuestro quehacer y todos los modos de ser.

La conciencia, por esta razón, es una herramienta fundamental para el feminismo.


Es la vía por la que podemos reformular nuestra propia existencia por fuera del territorio
hegemónico y apropiarnos de nuestros cuerpos. De la misma forma, en la literatura creada
por mujeres, existe la posibilidad de propagar una nueva configuración de ser mujer, bajo
una mirada crítica al canon tradicional. Es una herramienta que refleja tal como el espejo;
es el reflejo de la propia mujer-autora en su obra y de la mujer-lectora de la ficción o el
relato, que le ha de tocar e invitar al mundo que hay en las letras, que ofrece la utopía de
emancipación, el sueño de libertad que no ha sido posible en su mundo real. La
construcción de la nueva mujer en la literatura, está cargada de una intención destructiva
del antiguo ser mujer que se ve limitada al tocar el concepto de lo femenino. En efecto, el
proceso de reconfiguración de la percepción propia debe ser primordialmente crítico, pues
no se ha de conseguir de sopetón y en soledad, es un camino de cuestionamientos que se
enriquecen a partir de las relaciones entre mujeres.

El concepto de lo femenino es limitante para explicar el proceso de autoconciencia


por su riesgo esencialista y por lo mismo, su falta de componente crítico de la propia
existencia; así como también lo es el concepto de identidad cuando está conjunta a la
feminidad. En suma, se hace dificultoso conseguir una convivencia pacífica entre todos los
ejes cuando elaboramos la figura femenina en clave feminista. Es por esto, que una de las
propuestas de este ensayo, es intercambiar aquellos conceptos riesgosos de femenino e
identidad femenina por feminismo y subjetividad.

“Es necesario diferenciar el concepto de subjetividad respecto al de identidad. La


subjetividad se refiere a la experiencia como cuerpo vivido, a cómo las personas elaboran
su experiencia particular de vida. Se estructura a partir de la forma de estar y del lugar que
ocupan en el mundo; se organiza en torno a maneras de percibir, sentir, racionalizar y
accionar sobre la realidad; es la relación consigo misma, a ese dialogo profundo, interno a
través del cual le da sentido a su propia experiencia o vivencia personal”13

Pues bien, no es suficiente hablar de escritura femenina en relación a la


autoconciencia, porque tampoco es suficiente ser mujer para adquirir un posicionamiento
crítico de la feminidad. Es preciso referirnos a una escritura feminista antes que a una
femenina, siempre que ésta guarde correspondencia con una forma sexuada de escribir, y
no una forma crítica de escribir. Al igual que la identidad femenina, nos deja inmóviles
siendo seres materiales y dinámicos; es aquella sujeta entendida más allá de la identidad
femenina, que excede por cierto, al concepto de identidad femenina. “Por la frase, el sujeto
del feminismo entiendo una concepción o una comprensión del sujeto (femenino) no sólo
distinto de la Mujer con mayúscula, la representación de una esencia inherente a todas las
mujeres (que puede verse como La Naturaleza, La Madre, El misterio (…) La Condición
Femenina Propiamente Dicha, La feminidad, etc.) sino también distinta de las mujeres, de
las reales, seres históricos y sujetos sociales que son definidos por la tecnología del género
y engendradas realmente por las relaciones sociales” 14

No es mi intención negar la historicidad de la mujer como sujeta social, es más, a


ello necesitamos apuntar necesariamente desde el feminismo. Pero tal como una sujeta, no
podemos definirla como producto de un arquetipo y a su escritura tampoco; tanto ella como
su producto escritural son efectos de relaciones reales, y por tanto, la autoconciencia la
convierte en una sujeta “que está dentro y fuera de la ideología de género y es consciente de
estarlo, consciente de ese doble tironeo en direcciones opuestas, de esa división, de esa
visión doble” 15

El concepto de escritura feminista viene a llenar algunos vacios que el concepto de


escritura femenina deja, ya que contiene implícito ese carácter crítico que se encarga de
poner en cuestión a la mujer y sus relaciones materiales. Nos asegura, por esa razón, que
una obra literaria no tan sólo tiene una firma sexuada femenina, sino que contiene el
componente transgresor que desmonta las imágenes que se ha transmitido a través de la

13
Consuelo Meza, 2000, p.36
14
Teresa de Lauretis, 1989, p.16
15
ídem
literatura “está hecha”, para instalar unos nuevos, unos que no se conforman con los
cánones masculinos, que por el contrario, buscan fijar criterios que se ajusten a un modo de
ser que no se construya por medio de la opresión sistemática. Ciertamente, una obra
literaria escrita por una mujer, no necesariamente desmontará los planos de la realidad.
Puede que una escritora sí sea gozosa de identidad femenina y que lo reafirme; no obstante,
corremos el riesgo de que esa reafirmación de lo femenino, sea la reafirmación de un
género estereotipado y que propague, quizás sin saber, un constructo que anule la potencia
de la sujeta y de sí misma, sin adquirir elementos que la deconstruyan en una mujer
autoconciente.

Bibliografía

 Badiou, A. (2007 ). Justicia, Filosofía y Literatura . Rosario: HomoSapiens.

 Beauvoir, S. d. (1946). Literatura y Metafísica. Barcelona, España: Edhasa.

 Cixous, H. (1995). La risa de la medusa . Barcelona : Anthropos.

 Lauretis, T. d. (1989). La tecnología del género. En T. d. Lauretis, Technologies of


Gender. Essays on Theory, Film and Fiction. Londres: Macmillan Press.

 Meza, C. (2000). La utopía feminista . Colima : Altexto .

 Woolf, V. (1993). Un cuarto propio. En V. Woolf, Un cuarto propio (pág. 7).


Santiago: Cuarto propio.

Potrebbero piacerti anche