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CristianismePostmodernitatGlobalització
Antonio González
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Perifèria. El transhumanisme: H? 4/2017
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4 Cf. H. Moravec, Robot. Mere Machine to 5 Cf. L. Winner, Are Humans Obsolete?, Hedgehog
Transcendent Mind, Oxford, 1999, p. 133. Review 3 (2003) 1-9.
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Sin embargo, pudiera haber algo más en de nuevos rostros del fascismo o, si se
el «transhumanismo». En cierto modo, quiere, del nacional-socialismo. Y no hay
podríamos hablar de una especie de que olvidar que fue en ese contexto pre-
deseo de «transcendencia», al menos en cisamente en el que se soñó también con
algún sentido de la expresión. Lo que se una superación de la humanidad, para
espera es justamente la superación de crear una nueva raza superior. En el siglo
los límites de lo humano, para lograr una pasado, se confiaba en la realización de
verdadera raza de super-hombres, libera- esa nueva raza mediante métodos en el
dos de los límites de lo humano, incluyen- fondo semejantes a los de Gregor Men-
do la enfermedad y la muerte. Incluso se del. Hoy se espera que esa tarea la hagan
espera una especie de humanidad ética- las máquinas.
mente superior, capaz de superar la vio-
lencia y el egoísmo que ha caracterizado
por milenios a los humanos actuales.
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la pregunta por lo que sea esa humanidad Para pensar lo que sea lo humano posi-
que necesita superación. blemente no es lo más acertado recurrir a
la postulación de unas realidades «trans-
Qué es lo humano humanas», para tratar de determinar sus
diferencias. Y esto por la sencilla razón de
En algunas propuestas de superación de que tales realidades maquinales todavía
la humanidad se insinúa que las nuevas no existen. Posiblemente sea más útil
máquinas, que superarán a la humani- tratar de entender lo humano a partir
dad, continuarán sin embargo siendo de las especies biológicas existentes,
«humanas» en algún sentido. La razón especialmente a partir de aquellas que
sería la siguiente: lo propio de la huma- son más cercanas a nosotros. Sería el
nidad sería la continua superación de los caso de los primates superiores, tales
desafíos técnicos. Y, como las máquinas como los chimpancés, los bonobos, los
que sustituyeran al hombre también con- gorilas y los orangutanes. Compararnos
tinuarían superando indefinidamente los con ellos puede darnos ciertas ideas de
desafíos técnicos, las máquinas podrían qué es lo específico de la humanidad, y
ser consideradas como una nueva forma de la posibilidad de trasladar esa especifi-
de humanidad6. cidad a cualquier realidad «transhumana».
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que, en su transparencia, permite ver to- y exclusivo tendría que apuntar cualquier
das las cosas como radicalmente distin- intento de imitación de lo humano.
tas de los actos mismos. Y que permite
atender a los actos mismos, para com- Ángeles y gigantes
partirlos con los demás y, llegado el caso,
institucionalizarlos. Estas consideraciones sobre lo humano
no equivalen a una consideración teológi-
¿Llegarán un día las máquinas a poder ca. Desde un punto de vista filosófico, el
hacer esto? Más allá de cualquier profe- ser humano podría todavía ser considera-
cía de futuro, más bien podríamos decir do como la realidad más rica y compleja
que la consideración habitual e ideológi- de todas las que, al menos de momen-
ca del ser humano como una especie de to, encontramos en el universo. El punto
máquina compleja, parece querer llevar de vista de las Escrituras hebreas y cris-
la investigación en una línea equivocada. tianas, y de la reflexión teológica, no fue
El ser humano, precisamente en virtud necesariamente por estos caminos. Vea-
de sus actos, no es una cosa más, ni si- mos esto más despacio, aunque sea en
quiera la más compleja de las cosas. La breves trazados.
modernidad, lanzada al dominio técnico
del mundo, quiso pensar al ser humano Ciertamente, los relatos bíblicos de la
como «sujeto», es decir, recurriendo a las creación establecen una distinción entre
categorías clásicas utilizadas para las co- el ser humano y el resto de las criaturas.
sas. Pero lo específico del ser humano no El ser humano (adam) ha sido creado
es un subjectum, ni un substratum, ni una «a imagen y semejanza» de la divinidad
sustancia anímica, ni ninguna otra «cosa» (Gn 1:26). En el contexto cultural, era el
que pueda ser término de nuestros actos. rey quien normalmente era considerado
como imagen de la divinidad. El relato bí-
Lo más característico del ser humano no blico generaliza esta prerrogativa a toda la
es cosa, sino acto, en su transparencia humanidad. Toda ella es imagen y seme-
invisible. El ser humano no es una cosa, janza de Dios. También en el contexto era
ni una mera mezcla de cosas, por más usual que el rey pusiera su estatua para
que se quiera pensar estas cosas, o estas demarcar la extensión de su soberanía.
notas, como cosas «espirituales». El ser En cualquier caso, lo que el texto sub-
humano, en su momento más caracterís- rayaría es que el verdadero soberano es
tico, es acto. Pero es acto en una carne. Dios, siendo el ser humano el administra-
Nuestros actos, en su invisibilidad, acon- dor que de alguna manera queda al cargo
tecen en un aquí carnal. Podemos decir de su creación.
entonces el ser humano es el «personar»
de los actos en una carne concreta y bio- En el contexto de la modernidad, el relato
lógica. Es persona. A este punto esencial bíblico fue usualmente leído bajo la pers-
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pectiva del ser humano como «cúspide» Entre ellos, tendríamos al famoso Goliat,
de la creación. Ciertamente, como vimos, al que se enfrenta un David carente de to-
hay motivos filosóficos para subrayar su dos los recursos técnicos y militares de
diferencia con todas las demás cosas. su oponente (1 Sam 17). Nuevamente
Ahora bien, la cultura bíblica, e incluso nos encontramos aquí con la creencia en
la perspectiva medieval, no defendía un la existencia de ciertas criaturas, todo
simple antropocentrismo. Más bien se lo inverosímiles que se quiera, pero que
contaba con la existencia de otras entida- en determinados aspectos serían cla-
des que, siendo también criaturas como ramente superiores a los seres huma-
el ser humano, eran sin embargo supe- nos, o al menos a los seres humanos
riores a él. Al mismo tiempo, la progresiva «normales». Tanto los ángeles, como
afirmación de la unicidad divina impedía los «gigantes», mostrarían una idea de
considerarlas como divinidades. Es el la creación donde el ser humano no es
caso de los «ángeles», cuya importancia precisamente su «cúspide».
fue creciendo en la religiosidad hebrea,
especialmente después del exilio. Precisamente en este contexto es don-
de cobra un sentido especial la pregun-
Con frecuencia, los ángeles sirvieron para ta: «¿qué es el ser humano para que te
pensar el carácter espiritual y el poder de acuerdes de él, el hijo del humano, para
las realidades políticas y sociales, tal como que lo visites?» (Sal 8:4). El ser huma-
encontramos por ejemplo en el libro de no no es preferido por su superioridad
Daniel (Dn 10:12-14). En cualquier caso, intrínseca, o por otros méritos propios,
sin entrar detalladamente en el significado sino por la benevolencia gratuita de Dios
concreto de la creencia en los ángeles, es hacia él. Ha sido creado, y ha sido cons-
importante constatar que la mera creen- tituido en «mayordomo» de la creación,
cia en su existencia subrayaba que el ser por un puro acto de amor, carente de
humano distaba en muchos aspectos de méritos previos. Se trata de una afir-
ser la realidad más poderosa o inteligente mación que una y otra vez se repite a
de toda la creación. Algo que se subrayó lo largo de todas las «elecciones» bíbli-
todavía más cuando, en la Edad Media, el cas. Frente a cualquier «justicia» basada
influjo del neoplatonismo condujo a que en los méritos, el Dios bíblico actúa en
se elaborara toda una compleja jerarquía base a su gratuidad, favoreciendo al ser
de realidades angélicas, todas ellas situa- humano de una forma inmerecida. Es, si
das muy por encima del ser humano. se quiere, uno de los ejes centrales de la
idea judeo-cristiana de Dios.
Algo semejante sucede con el caso de los
nephilim, anaqim, emim, rephaim, usual- No sólo eso. Las tradiciones extrabíblicas,
mente traducidos e interpretados como tanto judías como cristianas, no dejaron
«gigantes» (Núm 13:33; Dt 2:10-11; etc.). de sorprenderse respecto a la preferencia
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de Dios por el ser humano en detrimento ser humano respecto a la tierra y sus cria-
de los ángeles. La tradición de una «rebe- turas (Ex 23:10-11; Lv 25). A diferencia
lión de los ángeles» apelaba en algunas de la idea moderna, que separa «sujeto»
versiones a la envidia que estos habrían y «naturaleza», la visión bíblica mantiene a
sentido respecto a los humanos. Una en- la humanidad injertada en el conjunto de
vidia ciertamente motivada por la elección la creación. Precisamente por ello la res-
gratuita e inmerecida de la humanidad. ponsabilidad del ser humano por la crea-
Pero una envidia que también servía para ción es también una responsabilidad por
pensar alguna de las características pro- sí mismo.
pias de lo humano: el ser humano, pre-
cisamente por su condición carnal y no En segundo lugar, la idea del ser huma-
espiritual, podía tener hijos, a diferencia no como «imagen y semejanza» de Dios
de los ángeles. se refiere explícitamente al ser humano
como varón y mujer, «macho» y «hembra»
(Gn 1:27). La semejanza con la divinidad
no se realiza en la pura individualidad, ni
tampoco en un simple acto de compar-
tir una cierta cantidad de bytes entre dos
máquinas. En el caso del ser humano, el
cuerpo es el «lugar geométrico» en el que
acontecen nuestros actos. Por eso, los
cuerpos pueden ser considerados, con
una expresión hebrea, como «carne». Y la
carne humana puede compartir sus ac-
tos. Cuando dos cuerpos se tocan, por
Paco Pomet: Campaign
ejemplo, acontece algo extraordinario: en
el mismo acto de «tocarse», surgen dos
De nuevo, más allá del carácter legenda- cuerpos distintos. Es una distinción en la
rio de estas tradiciones, podemos darnos unidad originaria de un solo acto. Dicho
cuenta de dos tesis capitales. En primer en otros términos: los cuerpos humanos
lugar, el ser humano, como «mayordomo» pueden llegar a formar «una sola carne»
de la creación, no es alguien separado de (Gn 2:23-24).
la creación misma. A diferencia de cual-
quier ser «angélico», el ser humano parti- ¿Por qué esta unidad es imagen de la di-
cipa, mediante su condición biológica, de vinidad? Porque una imagen tiene que ser
la carnalidad propia de todas las demás acto, como el acto puro, y tiene que ser
especies. De hecho, es esta solidaridad cuerpo, para poder «re-presentar» algo.
en la carne la que está en la base de la re- Y la unidad de estas dos dimensiones
flexión bíblica sobre la responsabilidad del solamente acontece en la unidad que lla-
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mamos «carne»8. Las máquinas pueden el blanco. Pues bien, desde los relatos bí-
compartir información, pero difícilmente blicos ese fallo se plantea como un querer
pueden llegar a ser una sola carne, por- comer de los frutos del árbol del bien y del
que no son carne. De hecho, en el fon- mal, es decir, una pretensión de realizar
do del sueño de reducir el ser humano a la propia vida fundándose en los resulta-
mera información, y en el sueño de supe- dos de las propias acciones (Gn 3-11).
rar nuestra condición biológica, posible- Resultados que, en cuanto tales, no son
mente esté latiendo, en el fondo, un ver- actos, ni propios ni ajenos, sino que son
dadero deseo de «desertar de la tierra», cosas. El ser humano rechaza a Dios,
como diría Nietzsche. Un deseo expresa- acto puro, fuente y autor de toda vida,
do repetidamente por el pensamiento oc- para querer fundar su vida en los resulta-
cidental, incluyendo al cristianismo plato- dos de las propias acciones. Al hacerlo,
nizado después del «giro constantiniano». olvida el «personar» de los actos en su
propia carne, para perderse en las cosas.
En el fondo, el deseo de desertar provie- Y, con eso, se cosifica. Y, al cosificarse,
ne de un profundo pesimismo sobre la solamente puede entender su realización,
condición humana. Se quiere abando- y su mejora, en términos «cósicos».
nar la condición humana actual, porque
el ser humano, tal como lo conocemos, De hecho, la etiología bíblica sobre la gé-
no resulta deseable. Sus fallos morales y nesis de los «gigantes» (nephilim) se ins-
sociales son demasiado notorios. Frente cribe precisamente en el contexto de los
a esta concepción, la visión bíblica, cono- relatos hilvanados en torno a la pretensión
ciendo la realidad del pecado, mantiene adámica de comer de los resultados de
sin embargo una «fidelidad a la tierra» que las propias acciones. Los gigantes serían
es fidelidad a la humanidad, tal como la precisamente un intento de superar la hu-
conocemos. El pecado, por de pronto, no manidad mediante una hierogamia entre
es una mera falta moral, sino que es, en los seres angélicos y los seres humanos
sus expresiones básicas, tanto en hebreo (Gn 6:1-4). Con ello no sólo hay una alu-
(khatta’a) como en griego (hamartía), un sión crítica a los cultos de la fecundidad
«fallar al blanco». El ser humano «peca» cananeos, y a su pretensión de atraer la
en la medida en que no realiza sus posibi- lluvia, sino también una profunda com-
lidades vitales, tal como estaban incluidas prensión sobre la esencia de la preten-
en el proyecto originario de Dios para la sión humana de auto-justificación. El ser
humanidad. humano se quiere justificar precisamente
mediante la consecución de «superhom-
Cabe entonces preguntarse cuál es la es- bres» en los que se supere la propia hu-
tructura de ese fallo, de ese no alcanzar manidad. Una renuncia a la tierra que, en
definitiva, es ecológicamente catastrófica
8 Cf. A. González, Surgimiento, Bogotá, 2014, pp.
para la propia tierra (Gn 6:5-22).
203-242.
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temporal, siempre podría revisar sus de- En realidad, en las utopías del posthuma-
cisiones. Por ello, la verdadera «imagen y nismo permanece una fuerte impronta del
semejanza» de la libertad eterna de Dios platonismo occidental. Lo que se preten-
requiere un ser «emplazado» en el tiempo. de, en definitiva, es una huida de nues-
Solamente un ser finito temporalmente tra carne, para ir a un cielo no biológico.
puede tomar decisiones semejantes a las Frente a ello, el cristianismo originario, en
eternas, es decir, decisiones definitivas, sus versiones históricas y presentes, no
que quedan para siempre fijadas con la pretende huir de la tierra, sino más bien
muerte. Ciertamente, en nuestra libertad una transfiguración de la misma. La «re-
está el revisar muchas decisiones. Pero surrección de la carne» expresa preci-
toda revisión tiene un límite: en determi- samente esa diferencia constitutiva con
nado momento, lo que hemos querido, todo platonismo. En un mundo en el que
es lo que hemos querido definitivamente. los ricos pretenden huir a una utopía ma-
Justamente en la finitud de una libertad quinal, mientras que a los demás se les
mortal somos imagen de Dios. Algo que ofrecen las engañosas identidades de la
no podría serlo nunca un ser inmortal, sea sexualidad, o del nacionalismo, el cristia-
máquina o elfo. nismo sigue siendo una verdadera «espe-
ranza de los pobres» (Sal 9:18). La espe-
Concluyendo ranza en una tierra renovada, «en la que
habite la justicia» (2 Pe 3:13).
En la limitación de nuestra carne, no
siendo ni máquinas ni gigantes, es don-
de podemos afirmar, o eludir, nuestra
constitutiva relación con Dios, hacien-
do definitiva, «eterna», nuestra decisión.
Por eso, en definitiva, la esperanza cris-
tiana no se dirige a una superación de
la propia condición humana, con todos
sus límites intrínsecos. El cristianismo
espera «un cielo nuevo y una tierra nue-
va» (2 Pe 3:13), una venida del reinado
de Dios, un descenso de la Jerusalén
celestial a habitar entre los hombres (Ap
21). Algo muy distinto de la esperanza
platónica en almas huyendo del cuerpo
para ir al cielo, tal como fue pensado en
el cristianismo platonizante, surgido del
giro constantiniano.
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