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LITERATURA JUÁNICA
Y APOCALIPSIS
Materiales de trabajo
para los alumnos del curso
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LITERATURA JUÁNICA
Y APOCALIPSIS
Materiales de trabajo
para los alumnos del curso
Prof. Senén Vidal
Guión general
0. Introducción
2. Visión de conjunto
2.1. Texto guía: análisis de Jn 4,1-42
2.2. Tradición e historia de los grupos juánicos
13. El escrito 1 Jn
13.1. Carácter literario de 1 Jn
13.2. Centros de interés de 1 Jn
Bibliografía
Barret, C. K., El evangelio de san Juan. Una introducción con comentario y notas a
partir del texto griego, Cristiandad, Madrid 2003.
Bartolomé, J. J., Cuarto evangelio, cartas de Juan. Introducción y comentario, CCS,
Madrid 2002.
Bernabé Ubieta, C., Las comunidades joánicas: un largo recorrido en dos
generaciones, en R. Aguirre (ed.), Así empezó el cristianismo, Verbo Divino,
Estella 2010, p. 293-340.
Bornkamm, G. Estudios sobre el nuevo testamento, Sígueme, Salamanca 1983.
Brown, R. E., El evangelio según Juan. Introducción, traducción y notas I-II,
Cristiandad, Madrid 19992 (I), 20002 (II).
La comunidad del discípulo amado. Estudio de la eclesiología juánica, Sígueme,
Salamanca 19995.
Introducción al Nuevo Testamento I-II, Trotta, Madrid 2002.
El evangelio y las cartas de Juan, Desclée de Brouwer, Bilbao 2010.
Bultmann, R., Teología del nuevo testamento, Sígueme, Salamanca 20014.
Castro Sánchez, S., Evangelio de Juan. Comprensión exegético-existencial, Universidad
Pontificia Comillas, Madrid 2001.
Charlesworth, J. H., (ed.), Jesús y la arqueología, Verbo Divino, Estella 2009.
Contreras, F., El Señor de la vida. Lectura cristológica del Apocalipsis, Sígueme,
Salamanca 1991.
La nueva Jerusalén, esperanza de la iglesia. Ap 21, 1 22, 5, Sígueme, Salamanca
1998.
Destro A. Pesce, M., Cómo nació el cristianismo joánico. Antropología y exégesis del
Evangelio de Juan, Sal Terrae, Santander 2002.
Dunn, J. D. G., El cristianismo en sus comienzos I. Jesús recordado, Verbo Divino,
Estella 2009.
García-Viana, L. F., El cuarto evangelio. Historia, teología y relato, San Pablo, Madrid
1997.
Gnilka, J., Teología del Nuevo Testamento, Trotta, Madrid 1998.
Guijarro, S., Los cuatro evangelios, Sígueme, Salamanca 2010.
Hurtado, L. W., Señor Jesucristo. La devoción a Jesús en el cristianismo primitivo,
Sígueme, Salamanca 2008.
Käsemann, E., El testamento de Jesús. El lugar histórico del evangelio de Juan,
Sígueme, Salamanca 1983.
Köster, H., Introducción al nuevo testamento. Historia, cultura y religión de la época
helenística e historia y literatura del cristianismo primitivo, Sígueme, Salamanca
1988.
Légasse, S., El proceso de Jesús I. La historia; II. La pasión en los cuatro evangelios,
Desclée de Brouwer, Bilbao 1995 (I), 1996 (II).
Léon-Dufour, X., Lectura del evangelio de Juan I-IV, Sígueme, Salamanca 19973 (I),
20003 (II), 19982 (III), 20012 (IV).
López Rosas, R. Richard, P., Evangelio y Apocalipsis de san Juan, Verbo Divino,
Estella 2006.
López Rosas, R. Lugo, R., Hebreos y Cartas Católicas: Santiago, 1 y 2 Pedro, Judas,
1, 2 y 3 Juan, Verbo Divino, Estella 2008.
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2. Presentación de la bibliografía
Libros más significativos.
Cada alumno debería leer:
S. Vidal, Evangelio y cartas de Juan. Génesis de los textos juánicos, Mensajero,
Bilbao 2013.
3. Estrategias de enseñanza/aprendizaje
Curso de 4 horas lectivas semanales (6 créditos).
Exposición de la materia del curso en clases presenciales, siempre abiertas al diálogo
con los alumnos y a sus cuestiones.
Análisis de textos en algunas clases, con la intervención de los alumnos.
Estudio personal de cada alumno.
Tutoría para cada alumno.
4. Evaluación
Dos exámenes escritos (un parcial y un final), con la inclusión de una
autoevaluación de cada alumno.
Asistencia y participación en las exposiciones y en el análisis de textos durante las
clases presenciales.
Tutoría.
Siglas especiales:
CS: colección de signos (milagros)
E1: evangelio primero
E2: evangelio trasformado (edición refundida y alargada de E1)
E3: evangelio glosado (edición alargada de E2)
E4: evolución posterior de E3 (cambios de orden y añadiduras)
RP: relato de la pasión tradicional
T: tradiciones varias (tradiciones sobre Juan Bautista, tradición de Sicar)
TB: tradiciones básicas (T, CS, RP)
El signo * delante de un texto señala que ese texto está modificado
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0. INTRODUCCIÓN
a) Lectura del comienzo y final de Ap: Ap 1,1-11; 22,8-21. Autor «Juan», «profeta»,
perteneciente a un círculo de «profetas» en Asia Menor (Patmos). Tradición asiática
sobre el «anciano» «Juan» (Papías): profeta apocalíptico (tradición utilizada por
Papías). Muy probablemente, ese «anciano» «Juan», testificado por Papías, fue el autor
del Apocalipsis: los dos son de Asia Menor, apocalípticos y del mismo tiempo (fines del
siglo I y comienzos del siglo II).
a) Fue Justino (mediados del siglo II) el que por primera vez identificó
equivocadamente a ese «Juan» autor de Ap (1,1.4.9; 22,8) con Juan el hijo de Zebedeo.
La intención fue el dar autoridad apostólica al libro apocalíptico, necesitado de ella:
libro especial y no exento de oposición.
b) Fue Ireneo (fines del siglo II: apr. 180 Adversus haereses: textos originales en
Aland, Synopsis 533-538) el primero que identificó al discípulo «amigo» con Juan el
hijo de Zebedeo, y a este, con el «anciano» «Juan» de Asia Menor, testificado por
Papías y Policarpo. Se produce así la identificación equivocada de tres figuras,
históricamente diferentes: el discípulo amado, Juan del hijo de Zebedeo, el anciano
Juan. 1) El discípulo amado (Jn 1321), que en Jn 21,24 se dice que «escribió» el libro
(realmente, sólo garante), 2) se identificó con Juan el hijo de Zebedeo: armonizando Jn
con los sinópticos, el discípulo amado tuvo que pertenecer al grupo especial de los tres
discípulos (no Pedro, tampoco puede Santiago, muerto tempranamente, luego Juan). 3)
Y este Juan, el hijo de Zebedeo, se lo identificó con el «anciano» (presbyteros) Juan de
Asia Menor (de Papías y Policarpo). Surgió así la leyenda sobre Juan «apóstol y
evangelista»: joven discípulo de Jesús, que se traslada a Éfeso con María y allí vive una
larga vida y escribe la literatura juánica, el evangelio «espiritual», las tres cartas y Ap.
La intención de esa identificación fue dar autoridad apostólica a unos libros
necesitados de ella: a ellos recurrían los gnósticos valentinianos (el valentiniano
Heraclión fue el primer comentarista de Jn) y los montanistas, y eran rechazados por
algunos antimontanistas, los «álogos» y el presbítero romano Gayo (siglo III). Este
rechazo es signo evidente de que esa tradición no era antigua. Nada se dice sobre Jn en
Papías y Policarpo.
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a) Base religiosa
AT y judaísmo ortodoxo rabínico
Judaísmo heterodoxo: escritos de Qumrán; escritos samaritanos; mística
Judaísmo helenístico: especulación sapiencial (Filón, Sabiduría), mística
helenística.
Gnosis: mandeísmo (comienzos del s. XX); escritos de Nag Hammadi.
b) Interpretación religiosa
Especialmente en la cristología: ¿cristología desmitificada (Bultmann), o
«docetismo ingenuo»?, ¿antidocetismo?... La respuesta se ha de dar también aquí desde
un proceso evolutivo de los grupos juánicos: varias cristologías sucesivas.
Otras cuestiones: sacramentología, escatología, dualismo. Y en el trasfondo de todo:
¿teología creacional (Jesús sinóptico), o dualismo desencarnado?... La respuesta se ha
de dar también aquí desde un proceso evolutivo.
Pregunta por los grupos detrás de los escritos, ya que estos no son meteoritos.
Cuestión candente especialmente en estas últimas décadas.
a) Origen: ¿del tiempo antiguo?, o ¿de uno ya avanzado (Käsemann)?
b) Lugar: ¿Palestina, Siria, Asia Menor, Egipto?
c) Historia: expansión; relación con el judaísmo (baptistas, sinagoga); relación con
otros grupos cristianos; destino de los grupos .
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2. Visión de conjunto
Los diferentes tipos de letra visualizan los estadios de la formación del texto:
Los textos pertenecientes al primer evangelio (E1) tienen este tipo de letra normal.
Una sangría mayor señala los textos de la tradición básica (T), utilizada por E1.
Los textos propios del evangelio trasformado (E2) tienen este tipo de letra.
Los textos propios del evangelio glosado (E3) tienen este tipo de
letra.
a) Transición: 4,1-4
1 Cuando, pues, supo Jesús que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba
más discípulos que Juan 2 aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus
discípulos, 3 abandonó Judea y marchó de nuevo a Galilea. 4 Y tenía que atravesar
por Samaría.
5 Llega, pues, a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que
Jacob dio a su hijo José. 6 Y había allí una fuente de Jacob. Jesús, pues,
cansado de la caminata, estaba sentado así sobre la fuente. Era como la hora
sexta.
7 Llega una mujer de Samaría a sacar agua. Le dice Jesús:
—Dame de beber.
8 Pues sus discípulos habían marchado a la ciudad a comprar alimentos.
9 Le dice, pues, la mujer samaritana:
—¿Cómo tú, siendo un judío, me pides de beber a mí, siendo una mujer
samaritana?
Pues no se tratan judíos con samaritanos.
10 Contestó Jesús y le dijo:
—Si conocieras el don de Dios
y quién es el que te dice: «Dame de beber»,
tú le pedirías a él y te daría agua viva.
11 Le dice la mujer:
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27 Y en esto llegaron sus discípulos, y estaban admirados de que hablara con una
mujer. Nadie, sin embargo, dijo: «¿Qué buscas?», o «¿Qué hablas con ella?».
28 Dejó, pues, su cántaro la mujer y se marchó a la ciudad, y dice a la gente:
—29 Venid, ved a un hombre que me dijo todo cuanto hice. ¿No será este,
acaso, el mesías?
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2) En los v. 3-4 se presenta el paso por Samaría, concretamente por Sicar según el
relato siguiente, como camino normal desde Judea, zona del Jordán según el relato
anterior (3,22-36), a Galilea. Pero no era ese precisamente el camino normal entonces.
Lo que realmente parece intentarse con esa afirmación, topográficamente inadecuada, es
preparar la narración siguiente, sobre el acontecimiento en Samaría, en Sicar,
encuadrándola dentro del marco topográfico y cronológico de la actividad de Jesús
presentado en el evangelio. Eso quiere decir que el relato del acontecimiento en Sicar
era originalmente anterior a ese marco del escrito evangélico e independiente de él.
4) La gran amplitud del diálogo de Jesús con la mujer samaritana en v. 7-26 parece
desproporcionada dentro de un relato relativamente escueto, cuyo punto culminante está
en la fe de la gente del poblado.
5) Pero aún son más chocantes los saltos dentro de ese diálogo de v. 7-26:
Parece claro el salto del v. 9 al 10: paso desde la petición por la bebida, como medio
para entrar en contacto con la mujer (v. 7-9), al motivo del «agua viva», que se
desarrolla detenidamente en v. 10-15.
Es evidente el salto del v. 15 al v. 16: paso brusco desde el motivo del «agua viva»,
tema central de los v. 10-15, al motivo del «marido» de la mujer, por el que Jesús
desvela la vida de la mujer y esta lo descubre como «un profeta» (v. 16-19).
También es chocante el salto del v. 19 al v. 20, con el paso impreparado a un nuevo
tema: el culto auténtico (v. 20-26).
Resulta especialmente chocante el v. 22, que reconoce el culto judío frente al
samaritano, dentro del contexto de los v. 20-26, en que tanto el culto judío, en el templo
de Jerusalén, como el samaritano, en el templo del monte Garizín, se consideran
superados por el nuevo culto cristiano «en Espíritu y verdad».
7) Según el v. 29, lo que anuncia la mujer a la gente del poblado sobre Jesús se
refiere solo a la parte del diálogo de los v. 16-19: desvelamiento por parte de Jesús sobre
la vida matrimonial de la mujer y el consiguiente descubrimiento de Jesús, por parte de
ella, como «profeta». No aparece ninguna referencia al resto del largo diálogo anterior,
centrado en los motivos del «agua viva» y del «culto» auténtico. Da la impresión,
entonces, de que en una narración primera, sobre el surgimiento de la fe en la gente de
Sicar por el testimonio de una vecina suya, figuraba el diálogo de v. 16-19, pero no el de
v. 10-15, sobre el agua viva, y el de v. 20-26, sobre el culto auténtico, que habrían sido
añadidos posteriormente. Se fijaría así un diálogo corto de contacto de Jesús con la
mujer samaritana, que sí cuadraría con el escueto relato sobre la conversión del poblado
de Sicar. Esta observación confirma así lo dicho anteriormente sobre los saltos en el
diálogo del texto actual.
descifrar como una imagen uniforme y plana, según la imaginación y los intereses de
cada intérprete. Esa es precisamente la impresión que dan las frecuentes interpretaciones
del evangelio de Juan de tipo alegórico o alegórico-retórico, que se despreocupan de un
análisis crítico de los textos, que debe incluir necesariamente el estudio de su génesis.
Estoy convencido que la reconstrucción del rompecabezas que se presenta a
continuación es respetuosa con los datos del texto y parece, ciertamente, muy verosímil.
En el estadio más antiguo de la historia del texto se descubre un precioso relato etiológico
misional, cuya función es justificar la fundación de la comunidad juánica de Sicar. Cae dentro
de esa función etiológica el remontar los orígenes de ese grupo cristiano de Samaría a la misma
misión de Jesús. Pero lo significativo es su escenificación, detrás de la cual descubrimos el
acontecimiento histórico de la antigua misión de los grupos juánicos. El rasgo quizá más
significativo de esa escenificación, que guarda sin duda un recuerdo histórico, es el papel
decisivo que en esa misión juánica en Sicar jugó una mujer samaritana del lugar, cuya vida
azarosa era bien conocida por los oyentes del relato. Así entendida, esa narración tradicional
aporta datos claves sobre los orígenes y la expansión de los grupos juánicos de los primeros
tiempos dentro de Palestina. Concretamente, la noticia sobre una misión en Samaría y sobre la
actividad decisiva de una mujer en ella sería un testimonio magnífico del talante abierto del
movimiento juánico antiguo.
La secuencia de la deliciosa narración original es del todo límpida: 1) introducción, que
refleja bien el estilo de un misionero ambulante que quiere entrar en contacto con un poblado
extraño (v. *5.6); 2) contacto con una mujer marginada del poblado, que descubre al misionero
itinerante (Jesús) como «profeta» (v. 7.9ab.16-19); 3) testimonio de la mujer entre la gente del
poblado (v. 28-29); 4) fundación de una comunidad de creyentes: acogida del misionero en el
poblado, estancia corta de este allí y fe de la gente (v. 30.40.*41). Así sonaría ese relato
tradicional:
5 Llega, pues, [Jesús] a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del
campo que Jacob dio a su hijo José. 6 Y había allí una fuente de Jacob.
Jesús, pues, cansado de la caminata, estaba sentado así sobre la fuente. Era
como la hora sexta.
—29 Venid, ved a un hombre que me dijo todo cuanto hice. ¿No será este,
acaso, el mesías?
La narración etiológica tradicional fue asumida por el autor del primer evangelio (E1), la
primera obra propiamente literaria de la comunidad juánica, escrita hacia el año 80. Pero eso
implicó una profunda trasformación del relato tradicional, acomodándolo a los intereses de los
grupos juánicos de ese tiempo de E1.
1) En primer lugar, el autor de E1 enmarcó el relato tradicional dentro del marco cronológico
y topográfico de su obra, ligándolo a la narración anterior y posterior: v. 1.3-4 (cf. v. 43.45-46).
2) Glosó además el relato tradicional con una pequeña nota aclaratoria: v. 9c.
3) Pero ante todo, introdujo dentro del relato el motivo de los «discípulos» varones, que no
figuraba en la tradición: v. 8.27.31-32a.35-38; la razón fue, probablemente, la extrañeza que
causaba la actividad misional de una mujer; eso testificaría la evolución de los grupos juánicos
en su acomodación al talante patriarcal de la sociedad de su entorno, algo que se descubre
también en otros escritos cristianos ya a partir de la segunda generación.
4) Después de esas añadiduras, el autor de E1 redactó la nota del v. 39, para retomar el hilo
de la narración interrumpida.
5) Puso también una nueva conclusión, trasformando el v. 41 y redactando el v. 42, para
restar importancia al testimonio de la mujer y dar un carácter universal a la confesión de fe
expresada en el relato tradicional.
1 Cuando, pues, supo Jesús que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba
más discípulos que Juan, 3 abandonó Judea y marchó de nuevo a Galilea. 4 Y tenía que
atravesar por Samaría.
27 Y en esto llegaron sus discípulos, y estaban admirados de que hablara con una
mujer. Nadie, sin embargo, dijo: «¿Qué buscas?», o «¿Qué hablas con ella?».
38 Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis trabajado: otros han trabajado, y vo-
sotros habéis entrado en su trabajo.
El relato del primer evangelio (E1) fue alargado con un amplio material de dichos de Jesús
por el autor del evangelio trasformado (E2), una segunda edición refundida y ampliada de E1,
hecha hacia fines del siglo I. Lo mismo que en otros casos, el autor de E2 aprovechó en tres
ocasiones la situación dialogal que le ofrecía el texto del primer evangelio (E1), para alargar las
palabras de Jesús: 1) en v. 10-15, con el tema del «agua viva»; 2) en v. 20-21.23-26, con el tema
del culto auténtico cristiano, frente al resto de cultos religiosos; 3) en v. 32b-34, con el motivo
de la «comida» auténtica.
El centro de interés de esos alargamientos es el típico que descubrimos en los textos de E2,
que normalmente tienen un forma de diálogo o de monólogo: la revelación salvadora traída por
Jesús, el emisario del mundo divino.
en Espíritu y verdad
pues el Padre busca precisamente a esos tales
como los que le adoran.
24 Dios es Espíritu,
y los que lo adoran
deben adorar en Espíritu y verdad.
25 Le dice la mujer:
—Sé que llega el mesías, el llamado ungido. Cuando él venga, nos anunciará
todo.
26 Le dice Jesús:
—Soy yo, el que habla contigo.
El último estadio en la formación del texto lo descubrimos en dos notas explicativas, con las
que el texto de E2 (que incluía el texto de E1) se alargó por parte de los comentaristas que
confeccionaron el evangelio glosado (E3), una reelaboración sucesiva de E2 con notas cortas y
con suplementos más amplios, surgida a lo largo de un período de tiempo a fines del siglo I y
comienzos del siglo II.
1) La primera nota explicativa es la del v. 2, que intenta armonizar la tradición del evangelio
de Juan con la tradición de los evangelios sinópticos, que representaba en ese tiempo la
tradición de la «gran iglesia», o iglesia uniformada e institucionalizada que estaba
configurándose en esa época.
2) Y la segunda nota explicativa es del v. 22, que tenía el interés de para presentar al
cristianismo como heredero del judaísmo, algo que también descubrimos en otros escritos de
ese tiempo avanzado.
imagen que del evangelio de Jn se impone no es, ciertamente, la de una edificación bien
estructurada, construida conforme a un único proyecto fijo y uniforme. La que se
impone es, más bien, la de un gran árbol vivo y frondoso, que ha ido creciendo y
configurándose a través de sucesivas podas y de nuevos injertos. En sus textos se dejan
ver aún, en efecto, las cicatrices de esas podas e injertos dentro del amplio decurso de su
crecimiento y configuración. Y el suelo en el que fue creciendo ese árbol no fue otro
que la vida de unos grupos cristianos especiales, cuyos orígenes se remontan a los
mismos inicios del movimiento de Jesús y cuya historia, compleja y quebrada, discurrió
hasta el siglo II, tiempo en que, poco a poco, desaparecieron como tales grupos, bien
entrando a engrosar la gran iglesia naciente, en proceso de unificación e
institucionalización, o bien diluyéndose dentro de los círculos llamados más tarde
heréticos.
a) Abarca desde los orígenes de los grupos juánicos hasta el tiempo el tiempo de la
expulsión de los grupos juánicos del seno del judaísmo. Durante esta época, los grupos
juánicos vivían dentro del ámbito religioso y social del judaísmo. Al estilo de otros
grupos religiosos existentes en el variado judaísmo anterior al año 70, los grupos
juánicos formaban un movimiento especial mesiánico. Su talante era el de la renovación
del pueblo de Israel.
a) Es la época de una gran crisis de los grupos juánicos. Estos sufren su expulsión del
seno del judaísmo, en el que habían vivido hasta ahora. Eso supuso un gran trauma para
ellos. Pero tuvo el sentido del trauma del nacimiento a una nueva existencia, ya que fue
entonces cuando tuvieron que configurarse como nueva comunidad con entidad propia,
separada ya de las prácticas del judaísmo. Su vida y estructura comunitarias tuvieron
que hacerse más fuertes.
b) Sólo se conserva la producción literaria del grupo juánico ortodoxo, ya que sólo
este ingresó en la gran iglesia.
2) Los otros escritos juánicos. En esta época surgieron también las así dichas cartas
juánicas: 1 y 2 Jn, escritos polémicos contra el grupo disidente juánico, y 3 Jn, carta en
defensa de la comunidad juánica frente a las sospechas de la gran iglesia. Los autores de
esos escritos formaban parte del mismo grupo de maestros al que pertenecían los
glosadores de E3. En ese grupo había un miembro especialmente significativo, que tenía
el título de «el anciano»; ese fue el autor de 2 y 3 Jn.
b) La tradición juánica, cada vez más elaborada, fue clave para todos los estadios del
proceso de formación del evangelio de Juan, ya que en ella se fundó no sólo el primer
evangelio (E1), sino también el segundo, el evangelio trasformado (E2), y también el
tercero, el evangelio glosado (E3). Pero el titulo de este epígrafe se refiere a las
tradiciones básicas (TB) de la época primera, la fundacional, de los grupos juánicos. En
ellas se apoyará, ante todo, el autor del primer evangelio (E1) para confeccionar su obra.
El tiempo de formación de esas tradiciones básicas (TB) abarca, entonces, la época
antigua de los grupos juánicos, desde sus orígenes, en el año 30, hasta la escrituración
del primer evangelio (E1), el año 80 aproximadamente.
c) Se distinguen tres tipos de tradiciones básicas juánicas (TB). El tipo más elemental
es el de las tradiciones independientes (T). Se las designa así porque no llegaron al
autor de E1 conjuntadas en una obra narrativa unitaria, sino como relatos
independientes, aunque los tres primeros sí parece que estaban ya ligados, sin una
conexión trabada, formando una especie de ciclo de narraciones en torno al tema de la
relación entre Juan Bautista y Jesús. Se conservaron porque eran tradiciones importantes
para los grupos juánicos: Ellas nos ofrecen, en efecto, noticias preciosas sobre los
orígenes, expansión, medio ambiente y talante de esos grupos en sus tiempos más
antiguos. Los otros dos tipos de tradiciones básicas (TB), en cambio, llegaron al autor
de E1 ya conjuntadas en unas narraciones bien estructuradas: la colección de signos o
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milagros (CS) y el relato de la pasión (RP). De estos dos tipos se tratará en los
apartados siguientes.
a) Estas tres primeras tradiciones independientes (T) formaban una especie de ciclo
de relatos sobre la relación entre Juan Bautista y Jesús. El centro de interés de esos
relatos era el etiológico de legitimar a los grupos juánicos frente a los grupos baptistas,
seguidores de Juan Bautista. En su trasfondo está la tensión, especialmente dura en los
primeros tiempos, entre esos grupos hermanados desde sus orígenes, con muchos
contactos en su concepción y en sus prácticas, especialmente en la del bautismo. Se
hacía necesario, entonces, marcar las diferencias entre ellos. El ciclo de los tres relatos
intenta demostrar la superioridad del grupo cristiano sobre el baptista, recurriendo a las
figuras de Juan y de Jesús.
b) Así se explica el carácter especial de esos relatos con respecto a sus paralelos
sinópticos, con los que tienen semejanzas, pero, al mismo tiempo, muchas diferencias.
Las tradiciones juánicas se presentan mucho más evolucionadas y con muchos más
intereses. Detrás de su tono dialogal se vislumbra la discusión real entre los grupos
juánicos y los baptistas: Juan mismo, el fundador de los grupos baptistas, es el portavoz
de la posición cristiana.
4.1. Reconstrucción de la CS
4) Dentro de los relatos de milagros, algunos textos, como, por ejemplo, 2,6b.9b,
aparecen como notas redaccionales añadidas a una narración original anterior. Esas
notas demuestran, entonces, un sustrato escrito más antiguo. Lo cual implica que la
colección de esos relatos de milagros estaba ya fijada por escrito.
b) Por otra parte, las colecciones de milagros no eran un fenómeno literario extraño.
Dentro de los evangelios sinópticos, se descubre una antigua colección de ese tipo, que
habría sido utilizada por el autor del evangelio de Marcos en Mc 4,356,52, un ciclo de
seis milagros junto al lago de Galilea. Y colecciones de ese tipo se descubren también
fuera de los evangelios, como los ciclos de milagros de Elías (1 Re 17–18) y de Eliseo
(2 Re 2,19-25; 4–6), los milagros de Esculapio en su templo de Epidauro y los milagros
de Apolonio de Tiana, de los cuales Filostrato utilizó 9 relatos para escribir la vida de
ese personaje. No es extraño, entonces, que el análisis literario reconstruya una
colección de ese tipo también en la base del evangelio de Jn.
c) Dentro del género, la colección de milagros juánica (CS) aparece como un escrito
bien cuidado y estructurado. El mismo número de siete milagros recopilados en ella,
símbolo de universalidad, apunta a su carácter de compendio global de la actividad
taumatúrgica de Jesús. Y su distribución en dos partes, milagros en Galilea y milagros
en Judea, refleja un esquema antiguo sobre la misión de Jesús, coincidente básicamente
con el marco narrativo general de Mc, asumido después por también por Mt y Lc.
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1. Signos en Galilea
1.1. Abundancia de vino en un banquete en Caná: 2,1b-6a.6c-9a.9c-12a
1.2. Curación de un muchacho en Cafarnaún: 4,46b.*47.50-54a
1.3. Comida a la multitud: 6,*1.2-3.*5.*7-8.9-15
1.4. Travesía del lago: 6,16-21
2. Signos en Judea
2.1. Introducción: 7,3a.4.6.9.*10
2.2. Curación de un paralítico en Jerusalén: 5,2-3a.5-9a
2.3. Curación de un ciego en Jerusalén: 9,1-3.6.7ac
2.4. Resurrección de Lázaro: 11,1.3.5-7a.11b-15.17-18.20-22.*28.29-30.32-33a.
33c-34.38-39.41a.43b-44
Conclusión: 20,30-31a
Persona Asunto
c) Pero más importante que sus formas son el carácter y los intereses de esas
tradiciones básicas, que el análisis detenido de los textos tendrá que descubrir en cada
caso.
30
3) Por otra parte, parece natural que surgiera pronto la necesidad de narrar el
martirio de aquel que se proclamaba como el Señor mesiánico exaltado, ya que había
sido ejecutado precisamente por razón de su intento de instaurar el reino mesiánico,
como mediador de la implantación definitiva del reino de Dios. El relato trataría así de
explicar y superar el escándalo que había provocado la muerte en cruz de Jesús, el
agente mesiánico, en cuya ejecución habían intervenido tanto las autoridades romanas
como las judías del templo de Jerusalén.
1. Acontecimientos iniciales
1.1. Acuerdo sobre la muerte de Jesús: 11,*47ab.*48ac.49-50.53
1.2. Signo profético de la unción en Betania: 12,1a.2a.*3abd.*4.5.7-8
1.3. Recibimiento triunfal en Jerusalén: 12,12-15
1.4. Signo de la destrucción del templo: 2,14-16.18.*19
1.5. Última cena: 13,*2a.*4.5.12a.21b-22.26b.27b.30-31a.37a.37c-38; 14,31b
2. Desenlace
2.1. Apresamiento: 18,1-2.*3.10-11a.12
31
Esa evolución continuó también después que el RP tradicional fue asumido ya dentro
de un escrito evangélico, como muestra una comparación entre las sucesivas ediciones
de E1, de E2 y de E3. Una evolución semejante es evidente también para el caso del RP
sinóptico después de ser utilizado por el autor de Mc, como muestra una comparación
entre los actuales evangelios Mc, de Mt y de Lc.
a) Con el RP, las comunidades cristianas continuaban una amplia tradición del
judaísmo sobre la figura del «justo sufriente», que, sobre todo a partir de la época
macabea, se desarrolló en relatos sobre la muerte violenta de los mártires que entregaron
su vida por la fidelidad al Dios de sus tradiciones ancestrales (cf. 2 Mac 67; 4 Mac
514). De ahí que el motivo dominante en los RP sinóptico y juánico sea precisamente
la aplicación a Jesús de la figura tradicional israelita del «justo sufriente», interpretando
en ese sentido los textos de la escritura que hacían referencia a ella.
b) Ese contexto explica las características especiales del relato cristiano sobre el
martirio de Jesús. Su función era la celebración de la memoria de aquel cuya «entrega»
salvadora hasta la muerte en cruz se celebraba en el banquete mesiánico, la comida
comunitaria semanal llamada «Cena del Señor». Precisamente en ese ámbito de la
celebración comunitaria del banquete mesiánico, en el que el Señor exaltado era el
anfitrión, es donde habría que fijar el lugar básico de origen y de utilización del antiguo
RP. Eso explica el tono del relato, no determinado por la instrucción, sino por la
celebración de aquellos acontecimientos impactantes del destino de Jesús, el mesías
salvador, que se iban alzando con toda su potencia ante aquellos que escuchaban la
proclamación del relato. Porque de eso se trataba en el antiguo RP: de una proclamación
a toda la comunidad congregada, y no de una lectura individual de una narración escrita.
Y esos acontecimientos se contaban ya, por supuesto, desde la nueva perspectiva de la
fe pascual en Jesús como Señor mesiánico exaltado, y así, adquirían una nueva
dimensión, en la cual quedaba superado el escándalo de la muerte violenta de Jesús,
rodeada de tantos hechos confusos y realmente impactantes.
Los diferentes tipos de letra visualizan los estadios de la formación del texto:
Los textos pertenecientes al primer evangelio (E1) tienen este tipo de letra normal.
Una sangría mayor señala los textos de la tradición básica (T), utilizada por E1.
Los textos propios del evangelio trasformado (E2) tienen este tipo de letra.
Los textos propios del evangelio glosado (E3) tienen este tipo de
letra.
e iban al sepulcro.
4 Y los dos corrían juntos. Y el otro discípulo corrió delante, más
rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro, 5 y, asomándose, ve
colocados los lienzos, pero no entró. 6 Llega, entonces, también
Simón Pedro, siguiéndolo,
y entró en el sepulcro, y vio los lienzos colocados 7 y el sudario, que estaba
sobre su cabeza, no colocado con los lienzos, sino enrollado aparte en un
lugar.
8 Entonces, pues, entró también el otro discípulo, el que llegó
primero al sepulcro, y vio, y creyó. 9 Pues aún no conocían la
escritura: que él debía resucitar desde los muertos.
10 Los discípulos, entonces, marcharon de nuevo a casa.
24 Pero Tomás, uno de los doce, el llamado Mellizo, no estaba con ellos
cuando vino Jesús. 25 Le decían, pues, los otros discípulos:
—Hemos visto al Señor.
Pero él les dijo:
—Si no veo en sus manos la marca de los clavos y meto mi dedo en la marca
de los clavos y meto mi mano en su costado, no creeré.
26 Y ocho días después, estaban de nuevo dentro sus discípulos y Tomás con
ellos. Estando cerradas las puertas, viene Jesús y se puso en el medio y dijo:
—Paz a vosotros.
27 Después, dice a Tomás:
—Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado,
y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Contestó Tomás y le dijo:
—¡Señor mío y Dios mío!
29 Le dice Jesús:
—¿Porque me has visto, has creído? Dichosos los que no vieron, y creyeron.
a) Secuencia actual del relato: 1) v. 1-10: encuentro del sepulcro abierto y vacío; 2)
v. 11-18: aparición a María de Magdala; 3) v. 19-29: apariciones a los discípulos: v. 19-
23: primera parición a los discípulos; v. 24-29: segunda aparición a los discípulos.
1) v. *1 (lo mismo que en el relato antiguo), v. *11b-13a (lo mismo que en el relato
antiguo), v. *2-3 (las mujeres anuncian a los discípulos que llevaron el cadáver de Jesús,
y entonces estos, con Pedro a la cabeza [cf. Lc 24,12.24; se necesitan varios testigos],
van al sepulcro), v. *6b.7 (encuentro de la ropa ordenada del difunto, ¡pero ningún
ángel!), v. 10 (retorno de los discípulos), v. *19.20 (aparición de Jesús a los discípulos al
atardecer de aquel mismo día; el v. 19 se unía perfectamente con el v. 10).
d) Estadio de E1
37
e) Estadio de E2
1) Texto con este tipo de letra: v. 24-29 (nueva aparición de Jesús a los
discípulos).
2) E2 crea una nueva escena de aparición, fundada en la de v. 19-20 (se asumen los
motivos de esta), para señalar la igualdad básica de la fe actual, la de la comunidad
presente, con la fe de los primeros testigos: su centro es el dicho del v. 29.
Nos encontramos aquí, de nuevo, con la típica crítica de E2 a los milagros: la fe se
debe fundar en el signo global de la revelación de Jesús, y no en la experiencia (visión)
de acontecimientos portentosos (en este caso, las apariciones). En esa dimensión hay
que entender los motivos del «ver» y del «tocar» el cuerpo de Jesús (heridas en las
manos y en el pecho): no tienen un sentido positivo antidoceta, es decir, de
demostración de la realidad del cuerpo del resucitado frente a los que afirmaban la
simple apariencia de él (docetas; de hecho, Tomás no llega a tocar a Jesús: cf. v. 27-28),
sino el sentido negativo de contrastar la fe fundada en los signos portentosos (en el
«ver» y en el «tocar») con la fe fundada en la revelación global de Jesús, sin signos
portentosos (sin el «ver» y el «tocar»).
f) Estadio de E3
a) Ese contexto general de los grupos cristianos tiene en el caso de los escritos una
concreción en algo que podemos caracterizar como una «escuela» de maestros, que
cultivaría y actualizaría la tradición y también la consignaría por escrito. La existencia
de «escuelas» filosóficas o teológicas está ampliamente testificada tanto en el helenismo
como en el judaísmo de la antigüedad. Pienso que también hay que suponerlas dentro de
los grupos cristianos antiguos. Concretamente, creo que un cierto tipo de «escuela» se
puede vislumbrar en la base de muchos los escritos del NT. Así, los escritos paulinos no
se explican sin una especie de escuela paulina, cuyo origen se debe fijar ya en la misma
misión de Pablo y que estaría en la base de las cartas auténticas, pero que perduró
después de la muerte de Pablo y que se habría encargado del cultivo y de la recopilación
de la antigua tradición paulina, llegando incluso a la confección de nuevos escritos
continuando esa tradición. Algo por el estilo se puede vislumbrar en la base de los
evangelios de Marcos y de Mateo y también de otros escritos, como la carta de
Santiago, la carta a los Hebreos y el libro del Apocalipsis, confeccionado por el profeta
Juan en cuanto miembro de un círculo de profetas apocalípticos en la región de Asia
Menor.
39
b) Una escuela juánica de ese tipo es la que hay que suponer también en la base del
proceso de formación de los escritos juánicos (Jn y 13 Jn). Como se ha señalado en
varias ocasiones, la formación de los escritos juánicos supone la existencia dentro de las
comunidades juánicas de un círculo de maestros que configuraba una especie de escuela
que cultivaba la tradición comunitaria. Según el testimonio indirecto de los escritos, su
labor tuvo que ser muy amplia. Su objeto general era la enseñanza de la comunidad, y
para ello, tenía que clarificar, actualizar e incrementar la tradición comunitaria,
empleando como un medio importante para ello el estudio y la reflexión sobre la
escritura. Pero su labor incluía también la defensa de la tradición frente a los ataques de
fuera, del judaísmo básicamente, y, en la última etapa, también frente a la amenaza de la
tergiversación herética. De este modo, creo que esa escuela juánica es la clave para
entender la continuidad y, al mismo tiempo, la trasformación de la tradición de los
grupos juánicos a lo largo de las sucesivas etapas de su historia. Sin ella, sería
incomprensible el origen y la evolución de los escritos juánicos.
Los orígenes de los grupos juánicos se remontan a discípulos de Jesús, ante todo de
la zona de Judea. El más decisivo de ellos en la configuración inicial y en la historia
posterior del movimiento juánico fue aquel que se caracterizó como el discípulo
«amado» de Jesús: un judío de Jerusalén, que durante el largo tiempo de su vida fue el
animador del movimiento juánico y el iniciador y principal maestro de la escuela
juánica antigua. Conviene, pues, precisar la figura de este discípulo «amado» (o
«amigo»), según los testimonios del evangelio.
Todos los textos sobre le discípulo amado pertenecen al evangelio glosado (E3). Todos
ellos, en efecto, reflejan un interés unitario, y los textos de 21,7.20-24 son, sin duda
alguna, de E3, ya que Jn 21 se presenta como un apéndice a la obra que concluye en
20,30-31. Eso mismo da a entender también 21,20, al hacer referencia al primer texto
sobre el discípulo amado (13,23-26a), señalando así la unidad de ese tipo de textos.
Además, el mismo hecho de la reflexión sobre el sentido de la figura del discípulo amado
implica ya su muerte; así expresamente en 21,23-24. El mismo fenómeno aparece, por
ejemplo, con respecto a la figura de Pablo en los escritos paulinos posteriores y con
respecto a la figura de Pedro en Mt y en 1 y 2 Pe. Además, la concepción de los textos
implica un tiempo avanzado. El evangelio glosado introdujo la figura del discípulo amado
desde Jn 13, no antes, porque es a partir de esa sección de la obra cuando reflexiona
detenidamente sobre la situación actual de la comunidad.
3. Persona real
El discípulo amado fue, ciertamente, una persona real, no una ficción. Jn 21,20-24
conoce su muerte, a la que precedió un rumor dentro de la comunidad juánica de que no
iba a morir antes de la parusía del Señor; se supone, entonces, que vivió un largo tiempo.
El sentido simbólico que le dan los textos no implica su no existencia real. Lo mismo
sucede en el caso de Pablo dentro en los escritos paulinos posteriores, o en el caso de
Pedro dentro de Mt y 1 y 2 Pe.
la dialéctica real que tuvieron que sentir las comunidades juánicas cuando abrieron sus
puertas, a fines del siglo I o comienzos del siglo II, a la gran iglesia.
6. Anonimato intencional
7. Figura histórica
Según todo lo anterior, esto es lo que podemos decir sobre la figura histórica del
discípulo amado. Fue, muy probablemente, un discípulo de Jesús. Aunque su
introducción en escena es artificial en todos los textos (de E3), el hecho de presentarlo
como testigo ocular no se explica sin una tradición histórica sobre esa figura en cuanto
discípulo de Jesús. Probablemente, era originario del ámbito de Judea, quizá incluso de
Jerusalén (18,*15.16). Su localización en Galilea en Jn 21 está ocasionada por la
tradición utilizada en v. 1-14, sobre una escena de pesca milagrosa y de aparición del
Resucitado en el lago de Galilea. Desde ese origen del discípulo amado se explicaría el
talante judeo y jerosolimitano de los grupos juánicos y de su tradición. El discípulo
amado fue una figura relevante para los grupos juánicos ya desde sus orígenes. Su
aparición por primera vez en E3 se explica por lo dicho anteriormente: la reflexión sobre
su figura implica ya su muerte y la problemática de una comunidad juánica avanzada.
Durante un tiempo amplio, ya que 21,23 supone que el discípulo amado tuvo una larga
vida, fue un personaje clave para la configuración de la tradición y de la «escuela»
juánica. Se explica así que 21,24 puede presentar al discípulo amado como garante de la
tradición juánica, recopilada en el escrito evangélico.
los grupos juánicos de sus parientes baptistas (ciclo de tradiciones sobre Juan y Jesús en
T y la referencia de E1 en 10,40-42).
Las TB ofrecen datos muy significativos sobre la rápida expansión del movimiento
juánico en un ámbito amplio de Palestina.
b) Pero también en el área de la cuenca oriental y occidental del Jordán: así la noticia
sobre «Betania» en Transjordania (1,28 en T) y sobre «Ainón, cerca de Salim» en
Cisjordania (3,23.26 en T; referencias de E1 en 3,22 y 10,40-42).
d) En Galilea: así la noticia general de 7,3-10 (en CS); la tradición etiológica sobre la
comunidad cristiana de Caná, con la cual entró en contacto el grupo juánico (2,1-11 en
CS); la tradición etiológica sobre la comunidad de Cafarnaún (2,12; 4,46-54 en CS); las
tradiciones localizadas en la región en torno al lago (6,1-21 en CS); y también la noticia
sobre Betsaida (1,44 en T).
Durante esta época, los grupos juánicos, integrados por judeocristianos, vivían dentro
del ámbito religioso y social del judaísmo. Al estilo de otros grupos religiosos existentes
en el variado judaísmo anterior al año 70, los grupos juánicos representaban un
movimiento mesiánico, que confesaba a Jesús como el soberano mesiánico exaltado en
el ámbito de Dios. Y al igual que el de los otros movimientos judíos de entonces, el
talante del movimiento juánico era el de la renovación del judaísmo.
Pero junto a las tradiciones y prácticas generales judías, los grupos juánicos tenían
también, igual que los otros grupos religiosos del judaísmo de entonces, algunas
prácticas y tradiciones específicas suyas.
43
b) Al igual que para los otros grupos cristianos, también para los grupos juánicos
tuvo que ser muy importante para la consistencia del movimiento su reunión periódica,
probablemente semanal, celebrada en la casa de alguno de su miembros. En ella se
incluía, sin duda, la celebración de la comida comunitaria en memoria de Jesús, llamada
«cena del Señor» en los textos paulinos. En ella se efectuaba la comunión de la
comunidad con el mesías, y así, la comunión entre los miembros de la comunidad.
c) Lo mismo que los otros grupos judíos de su entorno, también los grupos juánicos
cultivaron algunas tradiciones propias. En ese contexto hay que localizar el origen y la
configuración paulatina de las diferentes tradiciones básicas (TB): las tradiciones
independientes (T), la colección de signos (CS) y el relato de la pasión (RP).
a) Las TB dan información, además, sobre la oposición que los grupos juánicos
sufrieron ya en esa primera época de su historia. El RP testifica sus crecientes conflictos
con las autoridades del judaísmo oficial; la razón principal de ellos tuvo que estar en su
confesión del crucificado Jesús como el mesías exaltado, inaugurador de la época
mesiánica de la salvación. También tuvo que contribuir a esa tensión con el judaísmo
oficial el talante abierto, un tanto chocante, de los grupos juánicos, como testifica el
relato sobre la fundación de la comunidad de Sicar (4,5-41 en T), con su apertura al
mundo samaritano y la actuación misional de una mujer de conducta irregular. Pero el
frente principal de los grupos juánicos en ese tiempo antiguo fue el movimiento
baptista.
b) Tampoco parece que los grupos juánicos estuvieran integrados dentro de los otros
grupos judeocristianos palestinos de ese tiempo. Incluso da la impresión de que sus
relaciones con algunos de esos grupos, ligados a familiares de Jesús, el más importante
de los cuales era la comunidad de Jerusalén, a cuya cabeza estaba Santiago, el «hermano
del Señor», no estaban libres de algunas fricciones.
44
7.1. Reconstrucción de E1
2) Por otra parte, a lo largo de todo el evangelio aparece una secuencia general o
marco que no coincide ni con las TB (T, CS, RP) ni con el material discursivo. Eso
implica la existencia de una obra general sobre la misión de Jesús, es decir, de un
auténtico evangelio (E1), que tuvo que confeccionarse entre el estrato de las TB,
asumidas por él, y el estrato discursivo, añadido posteriormente a su marco general.
b) Por otra parte, el hecho de la recopilación de las tradiciones básicas tanto por parte
de Mc como de E1 implicaba una situación nueva de las comunidades que están detrás
de los escritos. Lo que se intentaba era conservar e interpretar una tradición que ya no
estaba soportada tan fácilmente por una trasmisión comunitaria más libre. Eso suponía
la desaparición de la primera generación y la consiguiente preocupación de las
comunidades por la justificación de su existencia actual, recurriendo para ello a las
tradiciones de los orígenes.
b) Así se explica también la tensa polémica a lo largo de toda la obra de E1 contra las
autoridades judías, que, de acuerdo con la situación del judaísmo de entonces, se
designan como «fariseos». Los textos reflejan bien la situación de denuncia y juicio que
los grupos juánicos estaban sufriendo en esos momentos (7,1-52; 9,1-34; 18,2819,16),
con el consiguiente efecto de miedo (7,13; 9,22; 12,42; 19,38; 20,19) y de escisión
interna dentro de ellos, surgiendo entonces los cristianos ocultos o criptocristianos
(9,18-23; 12,42-43; 19,38). Detrás se vislumbra la enorme presión religiosa y social a la
que aquellos grupos juánicos indefensos estaban sometidos.
c) Desde la situación del judaísmo de después del año 70 se aclara también que el
centro de esa polémica estuviera en la confesión sobre Jesús como mesías, que era la
confesión fundamental de los grupos juánicos antiguos. Lo que en el judaísmo plural
anterior al año 70 era soportable se convierte ahora para el judaísmo posterior al año 70
en una amenaza religiosa y social. De ahí el tono dramático confesional con respecto a
la mesianidad de Jesús en numerosos textos de E1 (1,20-21; 7,14-52; 9,1-34; 10,22-25;
18,33-37). Hay que reseñar también dentro de este contexto la importancia que tuvo
para el autor de E1 la colección tradicional de signos (CS), que le sirvió como fuente
principal para las primeras secciones de su obra. Según la afirmación explícita de
numerosos textos, los signos o milagros representaban un argumento importante de
legitimación de la confesión en Jesús como mesías, que ya había inaugurado la época
mesiánica de la salvación (1,50; 2,23; 3,2; 4,45; 7,31; 9,16-17.30-33; 10,41-42; 11,47-
48; 12,10-11.17-19.37-42).
8 Entonces, los vecinos y los que antes lo veían que era un mendigo decían:
—¿No es este el que estaba sentado y mendigando?
9 Unos decían:
—Este es.
Otros decían:
—No, sino uno semejante a él.
Aquel decía:
—Soy yo.
10 Le decían entonces:
—¿Cómo entonces fueron abiertos tus ojos?
11 Contestó aquel:
—El hombre llamado Jesús hizo barro y untó mis ojos y me dijo: «Vete a Siloé y
lávate». Marchando, pues, y lavándome, recuperé la vista.
12 Y le dijeron:
—¿Dónde está él?
Dice:
—No sé.
18 No creyeron entonces los judíos acerca de él que era ciego y había recobrado la
vista hasta que llamaron a los padres del que recobró la vista 19 y les preguntaron
diciendo:
—¿Es este vuestro hijo, del que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, entonces, ve
ahora?
20 Contestaron entonces su padres y dijeron:
49
—Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego, 21 pero cómo ahora ve no
sabemos, o quién le abrió los ojos no sabemos. Preguntadle a él; tiene edad, él hablará
de sí mismo.
22 Esto dijeron sus padres porque temían a los judíos, pues ya habían acordado los
judíos que si alguien lo confesaba como mesías fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por
eso, sus padres dijeron: «Tiene edad, preguntadle a él».
24 Llamaron entonces por segunda vez al hombre que era ciego y le dijeron:
—Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
25 Contestó entonces aquel:
—Si es un pecador no lo sé. Una sola cosa sé: que siendo ciego, ahora veo.
26 Le dijeron entonces:
—¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
27 Les contestó:
—Ya os dije, y no escuchasteis. ¿Qué queréis escuchar de nuevo? ¿Acaso también
vosotros queréis haceros discípulos suyos?
28 Y lo insultaron, y dijeron:
—¡Tú eres discípulo de él! ¡Pero nosotros somos discípulos de Moisés! 29 Nosotros
sabemos que Dios ha hablado a Moisés, pero de ese no sabemos de dónde es.
30 Contestó el hombre y les dijo:
—Pues en esto está lo admirable: que vosotros no sabéis de dónde es, y me abrió los
ojos. 31 Sabemos que
Dios no escucha a los pecadores,
pero si alguien es piadoso
y hace su voluntad,
a ese escucha.
32 No se escuchó jamás que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. 33 Si ese
no fuera de parte de Dios, no podría hacer nada.
34 Contestaron y le dijeron:
—¡Tú entero naciste en pecados!, ¿y tú nos enseñas?
Y lo expulsaron fuera.
a) Relato tradicional
4) Leído desde esta perspectiva, el texto nos acerca, quizá más que ningún otro de
E1, al suelo real en el que surgió E1 y a la intención fundamental de esa obra etiológica
de las comunidades juánicas al ser expulsadas de la sinagoga. Los actuantes principales
son el ciego curado (Jesús está en el trasfondo del proceso, pero no actúa [E2 sí lo
meterá en escena]) y las autoridades judías («fariseos» [v. 13.15.16] o «judíos» [v.
18.22]); pero, además, juegan un papel significativo la «gente» (v. 8-13) y los «padres»
del curado (v. 18-23).
51
Con su expulsión del judaísmo, los grupos juánicos sufrieron un grave revés,
perdiendo también miembros y simpatizantes influyentes, algunos de los cuales pasaron
a vivir como cristianos ocultos o criptocristianos (9,18-23; 12,42-43; 19,38). Pero eso
significó la trasformación de los grupos en una auténtica comunidad con entidad propia,
organizada y configurada fuera de las prácticas y celebraciones del judaísmo oficial.
52
Eso es lo que testifica con toda claridad el primer evangelio de la comunidad (E1),
que surgió en este momento precisamente como la obra justificativa de la existencia de
la nueva comunidad juánica separada ya del judaísmo. El tono ahora del movimiento
juánico no era ya, como en la etapa anterior, el de la renovación del judaísmo, sino el de
la superación y sustitución de sus celebraciones y prácticas: culto del templo, fiestas,
sábado, ritos de purificación. Desde ahí se explica la vehemencia y la fuerte polémica de
los textos de E1.
Como ya había sucedido con las TB, también el primer evangelio de las comunidades
juánicas (E1) sufrió un proceso de relecturas, con las consiguientes ampliaciones e
interpretaciones. Eso es lo que testifica la obra de E2, detrás de la cual está la profunda
experiencia y reflexión de la escuela juánica de finales del siglo I. Son precisamente los
textos de E2 (junto con los de E3) los distintivos del evangelio de Juan, los que lo
diferencian de los evangelios sinópticos. A ellos nos referimos, fundamentalmente,
cuando hablamos del lenguaje y del mundo juánicos.
9.1. Reconstrucción de E2
a) El argumento principal para aceptar la existencia del estadio literario de E2, dentro
de la formación del evangelio de Jn, es el mismo que se presentó anteriormente para
demostrar la existencia de E1: la gran diferencia entre el estrato narrativo del evangelio,
que se presenta como el más antiguo y que hay que identificar como E1, y el estrato
discursivo, que aparece como el más reciente, ya que toma como punto de arranque las
situaciones dadas en el material narrativo.
Por otra parte, el análisis distingue dentro del material discursivo un sustrato
primario de uno añadido posteriormente. Es el sustrato primario el que hay que
identificar como perteneciente a E2, mientras que el sustrato añadido pertenece a E3.
Junto al material discursivo, hay otros textos que se presentan como pequeños
comentarios que reflejan la misma concepción y los mismos intereses que el material
discursivo. También en cada caso habrá que precisar si se trata de comentarios debidos
al sustrato primario discursivo, perteneciente a E2, o si se trata, más bien, de
comentarios debidos al sustrato discursivo perteneciente a E3.
13,*3.31b-33.36.37b
14,1-13.16-20.25-31a
18,4-8.11b.37c-38a
19,7-11
20,24-29.31b
Esa nueva configuración literaria del evangelio de la comunidad (E2) muestra una
profunda trasformación de la tradición juánica. Es ahora cuando surge ese «mundo»
juánico especial, muy diferente del «mundo» de los sinópticos (y también de E1), que
siempre ha fascinado e inquietado a los que se han acercado al evangelio de Juan.
a) Ese «mundo» juánico se hace evidente ya en el nuevo lenguaje. Las palabras del
Jesús de E2 tienen una terminología y un estilo muy diferentes de los dichos del Jesús
de los sinópticos (y también de E1). Especialmente chocante es la desaparición del
riquísimo material de imágenes y de parábolas, que es tan abundante en la tradición
sinóptica; nada de ese material aparece en E2 (solo más tarde, un par de alegorías en
E3).
a) Detrás de esa concepción dualista, vertida ante todo en la cristología del emisario
divino, se descubre, por una parte, una profunda reflexión y meditación de tipo
sapiencial de la escuela en torno al autor de E2. Pero, al mismo tiempo, se vislumbra
detrás una magnífica experiencia del Espíritu.
El tono espiritualista, un tanto desencarnado, implica el entusiasmo de un grupo que
tiene conciencia de haber alcanzado ya la salvación. Desde ahí se entiende la
trasformación de la antigua tradición sobre la esperanza de la salvación futura,
realzando ahora la dimensión actual de la salvación experimentada ya en el presente,
rasgo típico de los textos de E2 (5,21-27; 11,23-27; 12,31-32).
1) v. 1-5.9-11 (texto con tipo de letra normal). Relato justificativo del bautismo
cristiano frente al judaísmo.
1) v. 6-8.12-21 (texto con este tipo de letra). E 2 alarga el texto de E1 con nuevas
palabras de Jesús. Se crea así el primer «discurso» revelacional de E2, que cumple la
función de un discurso programático, ya que en él se presentan en compendio los temas
principales de toda la obra. Tiene la forma de conglomerado o cadena suelta de motivos,
que aparece también en el resto de discursos de E2.
3) Aparece aquí el método típico del autor de E2 para construir sus discursos
(dialogados): el punto de arranque es un texto de E1, pero muy pronto esa conexión se
va diluyendo con el engarce de nuevos motivos, muy diferentes de los iniciales, hasta
surgir un conglomerado que muy poco tiene que ver con el punto de arranque que lo
desencadenó. Da la impresión de que los discursos van surgiendo por evocación de
nuevos temas y reflexiones anteriores, formando una especie de cadena suelta de
diversos motivos. No se trata, entonces, de piezas monográficas sobre un tema unitario.
Ni aparece en ellos un desarrollo de tipo concéntrico: no hay ningún centro temático, a
no ser quizá uno muy general y, más bien, de tipo formal; o en espiral: no se da un
60
En esta etapa decisiva (80 - fines del siglo I d. C.) se produce una gran
trasformación de la comunidad juánica, impulsada por la escuela de ese tiempo, que
realizó una enorme labor reflexiva de actualización y profundización de la tradición
comunitaria. Pero esa trasformación no se produjo sin tensiones dentro de la misma
comunidad, que apuntaban ya a la grave escisión futura (6,60 en E2). El testimonio
fundamental es la obra de E2.
Jesús como emisario divino, al estilo de la sabiduría enviada por Dios a este mundo. Lo
que hizo la escuela de E2 fue profundizar esa tradición sapiencial, desarrollándola desde
el motivo, muy extendido en el mundo de entonces, del estatuto jurídico del emisario,
representante plenipotenciario del mitente, Dios (cf. 3,16-17.31-36). De ahí el carácter
eminentemente dinámico y soteriológico de la profunda cristología de E2. Fue así como
se llegó a la formulación de la famosa cristología elevada juánica, en la cual se
profundizaba radicalmente la antigua confesión de fe en Jesús como mesías.
a) El otro gran influjo fue la corriente judía que podríamos llamar mística, que, al
parecer, animó amplias capas del judaísmo de fines del siglo I d.C., dando una nueva
dimensión a la especulación sapiencial (apocalíptica y mística de la merkabá). Su
conjunción con la floreciente especulación sapiencial era algo inmediato, ya que las dos
tenían por finalidad el conocimiento profundo del misterio de Dios en la base del
acontecer de este mundo.
11.1. Reconstrucción de E3
b) La estructura de E3 coincidiría con la del evangelio actual, pero aún sin los
cambios de orden y sin la añadidura de 7,538,11. Sería esta:
a) Ahí se enmarcan los textos sobre el discípulo «amado» (amigo) de Jesús, todos
pertenecientes a E3, que intentan legitimar la tradición y las comunidades juánicas,
representadas por el discípulo «amado», ante la gran iglesia, representada por «Pedro»
(cf. apartado 6.2).
d) Desde esa perspectiva hay que entender también el talante un tanto determinista
de algunos textos de E3.
68
11.3.3. La ética
Otro centro importante del interés de E3 está en el tema ético, rasgo que lo asemeja a
1 Jn y a otros escritos cristianos de este tiempo.
b) Un rasgo de la instrucción ética de E3, que también comparte con 1 Jn y con otros
escritos cristianos de ese tiempo, es la imitación de Jesús.
11.3.4. La religiosidad
c) Cuadra también ahí el realce del sentido salvador de la muerte de Jesús, motivo
igualmente frecuente en 1 Jn, probablemente en oposición a los disidentes juánicos, que
negaban la muerte real de Jesucristo.
d) Está en este mismo contexto el tema del perdón de los pecados, muy frecuente en
1 Jn, en donde se hace referencia incluso a un rito especial dentro de la celebración
comunitaria (1 Jn 1,9).
e) Guardan también una relación general con esa temática los textos apologéticos
sobre la figura de Judas, el traidor.
Estos son los casos de trasformación del orden original del evangelio que me parecen
muy probables:
12.1.2. La explicación
a) La explicación que me parece más elemental y más eficaz para aclarar esa pérdida
del orden original de Jn es el traspapeleo de las hojas del códice principal del evangelio.
De hecho, aceptando una hoja de papiro estándar (con 760 letras aproximadamente),
5,1-47 ocuparía 5 hojas; 7,15-24, 1 hoja; y 10,19-29, 1 hoja. Podríamos reconstruir así
los hechos. Ese códice principal de Jn, con hojas de papiro cosidas, que poseía la
comunidad central de los grupos juánicos, se desencuadernó, fenómeno nada extraño,
perdiéndose así el orden original de las hojas. Posteriormente, alguien, al hacer una
nueva copia, se equivocó en el orden de algunas hojas. Y, por fin, ese nuevo códice,
equivocado, de la comunidad juánica central fue el que suplantó a los códices de las
otras comunidades, convirtiéndose en el modelo para las copias sucesivas del libro: así
se explica que todos los códices que se nos han conservado coincidan en el orden actual,
equivocado. Esta reconstrucción hipotética supone que el traspapeleo y los
consiguientes cambios de orden en el evangelio se produjeron muy tempranamente, en
los comienzos del siglo II, antes que los grupos juánicos ingresaran en la gran iglesia y
sus escritos consiguieran así una amplia difusión.
a) Los indicios sobre la inautenticidad juánica de este texto son evidentes: se añadió
cuando el evangelio estaba ya plenamente formado.
1) Eso es lo que señala con toda claridad la misma trasmisión del texto: no figura en
los mejores testimonios; y los que lo tienen difieren grandemente entre sí: en la
amplitud del texto (bien 7,538,11; o sólo 8,1-11; 8,2-11; 8,3-11), en numerosas lecturas
variantes, y además no lo colocan en el mismo lugar (la mayor parte de ellos lo colocan
aquí, pero otros lo ponen después de 7,36 o de 21,25, o incluso en el evangelio de Lc,
después de 21,38 o de 24,53). Todo esto apunta a que el texto era originalmente una
hoja suelta de un evangelio perdido: 7,538,2 supone un contexto más amplio de un
relato sobre la actividad de Jesús en Jerusalén, en el que se introdujo la escena de 8,3-
11; de ahí la libertad para colocarlo en diversos lugares y para trasformarlo.
2) Tampoco su carácter y terminología son juánicos: en Jn no figuran monte de los
Olivos (8,1), ni letrados (grammateis: 8,3), ni la expresión «sentado enseñaba» (8,2);
son, más bien, semejantes a los de la tradición sinóptica, especialmente a Lc.
Conclusión: 20,30-31
13. El escrito 1 Jn
Los escritos juánicos fuera del evangelio (13 Jn) pertenecen a la etapa del evangelio
glosado (E3): su lenguaje, temática e intereses son muy similares a los de E3. Detrás
está la misma escuela ortodoxa de maestros juánicos. Los autores de esos escritos
formaban parte del mismo grupo de maestros al que pertenecían los glosadores de E3;
incluso es posible que alguno de ellos glosara también el evangelio. Un miembro
significado del grupo, que tenía el título de «el mayor», fue el autor de 2 y 3 Jn.
La formación literaria del escrito fue un proceso con sucesivas etapas. En la primera
etapa hubo un escrito básico (1,12,27; 5,13), que un maestro confeccionó a base de
material exhortativo de la escuela juánica. En una segunda etapa, se efectuó el
alargamiento sucesivo del escrito básico con nuevo material de la exhortación de la
escuela juánica (2,285,12). Por fin, algún miembro de la escuela añadió el apéndice de
5,14-21, una instrucción sobre el peligro de la apostasía.
a) Se aclara, por una parte, la semejanza en el lenguaje, estilo, tono y temática entre
los diversos textos, ya que sus autores eran miembros del mismo grupo y recopilaron la
tradición de la misma escuela, que había ido acuñando su forma propia de enseñanza.
b) Pero, al mismo tiempo, se justifican las repeticiones y las tensiones entre unos
textos y otros, al tratarse de diferentes autores, que en cada caso utilizaron tradiciones
de la escuela con contextos e intenciones originalmente diversos.
c) Así se explica también la típica secuencia suelta, sin una estructura trabada, del
escrito completo y de sus unidades particulares: lo mismo que en el caso de los textos de
E2 y de E3, 1 Jn es básicamente un conglomerado de diverso material de la escuela.
13.1.3. Estructura de 1 Jn
Los intereses del escrito son muy semejantes a los de E3. En el trasfondo se descubre
también la misma situación y problemática de las comunidades juánicas en esa etapa
avanzada de su historia, cuando ya estaban abiertas a la gran iglesia.
13.2.1. La polémica
13.2.2. La ética
a) En comparación con los textos de E3, hay que señalar que el mandato del amor
intracomunitario adquiere aquí una fuerza aún mayor (2,7-11; 3,11-18; 4,7-21). Detrás
79
a) Globalmente, se puede decir que 1 Jn muestra una tendencia más explícita que E3
a la institucionalización eclesial. La razón fundamental está en que ahora la frontera
expresa de delimitación de la comunidad no es sólo el mundo no creyente, sino también
los grupos disidentes heréticos, motivo que estaba en el trasfondo de E3, pero no
aparecía explícitamente en sus textos.
13.2.4. La religiosidad
2 Jn es una carta de advertencia sobre los disidentes juánicos heréticos, que escribe
un maestro de la escuela ortodoxa, designado con el título de «el mayor» (ho
presbyteros: v. 1a), a una comunidad ligada al grupo. Eso explica la semejanza en la
terminología y en la temática, también en el motivo del amor fraterno (v. 5-6) entre esta
carta y 1 Jn. Pero la instrucción concreta de los v. 10-11 señala un estadio más avanzado
que el de 1 Jn en el proceso de separación entre el grupo juánico ortodoxo y el disidente,
cuyos propagandistas ejercen aún un gran influjo dentro de la comunidad.
Este escrito es una carta de recomendación para un misionero juánico, Demetrio, que
«el mayor» escribe a Gayo, el anfitrión de un grupo juánico ortodoxo que vive en el
mismo lugar que una comunidad de la gran iglesia, cuyo jefe es Diótrefes. La
terminología y la temática son muy semejantes a las de 2 Jn y de 1 Jn.
81
Igual que 2 Jn, este escrito tiene una estructura típica epistolar:
Prescripto: v. 1-2
Proemio: v. 3-4
Recomendación para el misionero Demetrio: v. 5-12
Despedida: v. 13-15
3 Jn es el último escrito juánico que se nos conserva. Poco después de él, el grupo
juánico ortodoxo, a pesar de las sospechas de la comunidad de Diótrefes y quizá de
otras de la misma tendencia, fue ingresando dentro de la gran iglesia, y así, concluyó su
creación literaria.
82
Esta etapa del movimiento juánico abarcó desde fines del siglo I hasta comienzos del
siglo II y fue especialmente traumática para él. La hostilidad del medio ambiente creció
aún más con respecto a la situación de la etapa anterior. Al mismo tiempo, los grupos
juánicos perdieron su aislamiento, entrando bajo el influjo de la gran iglesia, que estaba
en los comienzos de su proceso de uniformación e institucionalización; también esto
ocasionó dificultades al movimiento juánico. Pero el trauma principal, el mayor de su
historia de la comunidad juánica, fue su escisión intracomunitaria en un grupo ortodoxo,
animado por una escuela cuyos escritos se nos han conservado, y en un grupo disidente
herético, animado por una escuela cuyos posibles escritos se han perdido. Esa situación
desembocó, ya durante la primera mitad del siglo II, en la desaparición de la comunidad
juánica. Los testimonios de esta época son E3 y 13 Jn, obras de varios maestros de la
escuela juánica ortodoxa de ese tiempo.
El contacto de los grupos juánicos de esta época con las comunidades de la gran
iglesia induce a fijar un nuevo ámbito geográfico para el movimiento juánico en las
regiones sirias cercanas a Antioquía (cf. apartado 11.4). Ese contacto con la gran iglesia
marcó el destino del movimiento juánico, ya que fue ella la que acogió a los grupos
juánicos ortodoxos, salvando así los escritos juánicos, que ahora forman parte del NT.
Pero sus primeras relaciones fueron ambivalentes y de una cierta tensión.
La escisión intracomunitaria que ahora sufren los grupos juánicos fue la crisis más
importante y decisiva en la historia del movimiento juánico. La demonización de los
disidentes opositores en los textos de 1 y 2 Jn muestra bien la vehemencia de la
polémica y su tragedia. Pero las raíces de esa escisión hay que buscarlas en la etapa
anterior, la de la gran trasformación de la comunidad juánica. Porque tanto el grupo
ortodoxo como el disidente herético recurrían a la tradición juánica. Todos los indicios
apuntan a que los disidentes eran «ultrajuánicos», que radicalizaron hasta el extremo el
tono dualista y espiritualista de la escuela de E2, interpretando desde ahí la figura de
Jesús en un sentido doceta. Fue el grupo ortodoxo, animado por su escuela de maestros,
el que tuvo que matizar la concepción de E2, recuperando para ello tradición juánica
antigua, como la dimensión futura de la esperanza, y aceptando la tradición y la
concepción de la gran iglesia, aunque conservando, eso sí, el típico tono juánico.
Como les sucedió a otros grupos cristianos de los tiempos antiguos, por ejemplo, a
los paulinos, también las comunidades juánicas desaparecieron como tales durante la
primera mitad del siglo II. Ese era precisamente el sentido del proceso de formación de
la gran iglesia, iniciado a fines del siglo I, que intentaba integrar dentro de una iglesia
uniforme e institucionalizada las diversas corrientes del cristianismo antiguo; la obra
lucana (Lc-Hech) es como la obra programática de ese proceso.
Los grupos juánicos ortodoxos ingresaron dentro de la gran iglesia, llevando consigo
sus escritos. Fue así como estos adquirieron una amplia difusión y llegaron a formar
parte del NT; de hecho, el evangelio de Jn era conocido en Egipto ya en la primera
mitad del siglo II, según el testimonio del papiro P 52, el papiro más antiguo
neotestamentario.
Los grupos juánicos disidentes, en cambio, se fueron diluyendo, probablemente, en
los grupos gnósticos, ante todo en el movimiento valentiniano, ya que el evangelio de Jn
era especialmente estimado dentro de él.
84
a) Testimonios
b) Causas
a) Testimonios
b) Causas
a) Testimonios
b) Causas
Creo que es importante señalar, frente a una interpretación muy común, que la
esperanza así dicha apocalíptica no difiere en cuanto a su carácter de la esperanza
tradicional israelita. Lo que la apocalíptica aportó no fue una nueva esperanza, sino un
nuevo talante radical de la esperanza tradicional. Esta no se refería a la espera de otro
mundo, ahistórico y trascendente, sino exactamente a la trasformación de este mundo,
comenzando por la trasformación histórica del pueblo de Israel. Ese es el tono de todo el
AT y de la literatura del judaísmo antiguo, incluida la apocalíptica, cuyas imágenes bien
materialistas no apuntan, ciertamente, a otro mundo inmaterial, celeste y metahistórico,
sino a la renovación de este mundo histórico. El tono de su esperanza es esencialmente
creacional, y no dualista o gnóstica. Está asentada en la fe en el Dios creador,
indefectiblemente fiel a su creación. Ese es el sentido al que apunta con toda claridad la
esperanza en la resurrección. Su aparición dentro del horizonte de la esperanza general de
Israel, probablemente ya a mediados del siglo IV, no es más que la consecuencia y
concreción de esa fe en el Dios creador, el «amigo de la vida» (Sab 11,26).
Ese mismo carácter lo compartió la esperanza de Juan, la de Jesús, permanente en sus
sucesivos proyectos del reino de Dios, y también, por consiguiente, la del cristianismo
antiguo. Más tarde, en un lento proceso dentro de la historia del cristianismo del siglo II y
III d. C., apareció la tendencia a la espiritualización y desmundanización, aunque siempre
con la recia oposición de muchas voces que representaban la tradición antigua. Pienso
que el ver claro ahí es fundamental para entender al judaísmo, a Juan Bautista, a Jesús y
al cristianismo antiguo. El no haberlo hecho ha tenido por efecto, a mi entender, una de
las mayores deformaciones, de larguísimo alcance, efectuada por un amplísimo estrato de
la investigación del siglo pasado, tanto la de un signo como la de otro. Ni siquiera quedan
excluidos algunos estudios importantes dentro de la reanimación de la investigación sobre
la apocalíptica de estos últimos años. Pienso que la razón fundamental ha sido la no
comprensión adecuada del sentido y función de la visión e imaginería de la apocalíptica.
A continuación se hacen algunas indicaciones sobre ello.
Se ha llegado incluso a una fórmula de definición del género literario en cuanto a sus
tres aspectos, el formal, el de contenido y el funcional: «un género de literatura
revelacional con una estructura narrativa, en la que una revelación es transmitida a un
receptor humano por medio de un ser de otro mundo (aspecto formal), desvelando una
realidad trascendente, que es a la vez temporal, en cuanto que contempla una salvación
escatológica, y espacial, en cuanto que implica otro mundo, sobrenatural (aspecto de
contenido), e intenta interpretar unas circunstancias terrenas presentes a la luz del mundo
sobrenatural y del futuro e influenciar, por medio de una autoridad divina, tanto la
comprensión como la conducta de la audiencia».
86
Pero lo que conviene realzar es que ese género literario es producto de una visión de
la realidad y de un talante de enfrentarse a ella. Es esa visión y talante, compartidos no
sólo por los autores de los libros apocalípticos sino también por un amplio estrato del
pueblo, lo que realmente importa.
En la base se descubre una nueva situación política y social del pueblo de Israel en la
época helenística, aunque sus raíces están en tiempos anteriores. Su dura situación
histórica la sintió Israel como un enigma indescifrable. La experiencia catastrófica del
exilio y la consiguiente larga historia de continuo dominio extranjero y de opresión de
todo tipo hizo plantear de nuevo la cuestión sobre la fidelidad de Dios al pueblo de su
alianza. Se trataba, entonces, de una cuestión directa de teodicea histórica, de
justificación de Dios en su actuación histórica con su pueblo elegido, y no de una
especulación de tipo antropológico o cosmológico. La respuesta a esa cuestión candente
tenía que tener la dimensión global exigida por la nueva situación.
Para ello se necesitaba una auténtica revelación del ámbito celeste, es decir, del
ámbito de Dios. De hecho, la designación de apocalíptica o apocalíptico que se ha
aplicado al género judío está fundada, al parecer, en el término apokalypsis
(«revelación») con que se abre el libro apocalíptico cristiano del profeta Juan (Ap 1,1).
b) Lo que la visión apocalíptica quería expresar era la justicia de Dios, que trascendía
los condicionantes históricos y que iba a actuar eliminando toda la maldad de esta
creación vieja, transformándola en una creación nueva. La visión apocalíptica no
implicaba, de ningún modo, una esperanza deshistorizada, metahistórica, en otro mundo
trascendente, sino que proclamaba y aguardaba la trasformación de la historia del
pueblo de Israel y de los otros pueblos, dentro de este mundo renovado.
En ese horizonte hay que interpretar el típico dualismo apocalíptico, con sus diversas
manifestaciones.
b) La dualidad de tipo temporal, de este eón eón futuro, tampoco quería indicar un
dualismo cosmológico de dos mundos, según el cual el mundo futuro, del todo diferente
y sin ninguna continuidad con este actual, surgiría después de la destrucción de este por
medio de una gran catástrofe cósmica, por una gran cremación o por un gran diluvio.
Eso no cuadraría con el centro de la fe israelita en el Dios creador, fiel a su creación. Lo
que más bien se quería expresar con esa imaginería era la gran trasformación de la
situación histórica presente, dominada por la maldad (este eón: este modo de
existencia), en una situación nueva, determinada por la justicia (orden creacional de
Dios), en la que iba a florecer el estado del shalom (eón futuro: el nuevo modo de
existencia esperado).
b) Parece ser que la visión apocalíptica estaba muy extendida en el pueblo judío
palestino del siglo I d. C. Tuvo que ser un elemento importante en la animación de los
movimientos de renovación de ese tiempo. El hecho de que Josefo no lo señale se debe
a la tendencia de su obra, escrita para un público no judío y visceralmente
antirrevolucionaria.
a) La base
b) Los testimonios
16.4.2. La evolución
a) La nueva situación
a) 7,1-8: En la base de este texto sobre el sello del pueblo mesiánico está,
probablemente, una tradición cristiana sobre el pueblo mesiánico como el nuevo Israel
de las doce tribus restaurado (Gal 6,16; Sant 1,1; 1 Pe 1,1). El sello hacía referencia al
bautismo, que era el rito de ingreso en el pueblo mesiánico y el que garantizaba la
salvación definitiva, ya que marcaba a su miembros como pertenecientes a Dios. El
numero de ciento cuarenta y cuatro mil señala la plenitud del Israel de las doce tribus,
ya que surge de la multiplicación de doce por doce mil. Falta la tribu de Dan, cuyo lugar
lo ocupa la de Manasés.
c) 12,1-18: En la base de este relato sobre la mujer con el niño perseguida por el
dragón está un extendido mito oriental sobre la hostilidad entre un poder demoníaco,
por una parte, y una mujer celeste (quizá, en su origen astral, la constelación de Virgo) y
su hijo, por la otra. Así aparece, concretamente, en el mito egipcio de Isis y su hijo
Horus en oposición a Seth, y en el mito griego de Leto y su hijo Apolo en oposición a la
serpiente Pitón. La tradición israelita habría trasformado el mito, convirtiendo la mujer
celeste, coronada con doce estrellas, en el pueblo Israel, ya que la representación de
ciudades, comunidades y pueblos en figura de mujer era un motivo tópico. De esa mujer
Israel nacería el mesías, que sería el liberador y el destructor del poder de la maldad,
representado por el gran dragón Satanás. Junto a esa tradición sobre la mujer con el niño
en oposición al dragón, se descubre en el texto de 12,7-12 otra tradición, originalmente
israelita, sobre la lucha de Miguel, ángel protector del pueblo de Israel, contra Satanás,
que desencadena la expulsión de éste del ámbito celeste, en donde antes estaba. La
conjunción de esta tradición con la anterior era, entonces, algo lógico, ya que en las dos
tradiciones israelitas se trataba de la lucha de Israel contra los poderes opositores y de
su victoria final sobre ellos. Esa pieza tradicional judía, en la se conjuntaban las dos
tradiciones indicadas, fue la utilizó el profeta Juan en este texto de 12,1-18. Lo que hizo
fue acomodar la tradición al contexto cristiano y a la situación del pueblo mesiánico
cristiano del fines del siglo I, que estaba sufriendo el acoso demoníaco del culto
imperial.
a) Recurso al AT: especialmente a Ez 13 (el «carro» divino), 2627 (caída de Tiro),
3839 (Gog y Magog), 4044 (nueva Jerusalén); Dan 7 (las bestias y el reino del hijo
del hombre); Ex 712 (plagas de Egipto).
17.2.1. Carta
17.2.2. Profecía
17.3. La estructura de Ap
Prólogo: 1,1-3
1. Anuncio a las comunidades de Asia Menor: 1,43,22
1.1. Exordio: 1,4-8
1.2. Visión profética autoritativa: 1,9-20
1.3. Septenario de cartas proféticas: 2,13,22
1.3.1. Carta a la comunidad de Éfeso: 2,1-7
1.3.2. Carta a la comunidad de Esmirna: 2,8-11
1.3.3. Carta a la comunidad de Pérgamo: 2,12-17
1.3.4. Carta a la comunidad de Tiatira: 2,18-29
1.3.5. Carta a la comunidad de Sardes: 3,1-6
1.3.6. Carta a la comunidad de Filadelfia: 3,7-13
1.3.7. Carta a la comunidad de Laodicea: 3,14-22
2. Revelación del acontecimiento mesiánico: 4,122,5
2.1. Visión introductoria: 4,15,14
2.1.1. El trono celeste de Dios: 4,1-11
2.1.2. El libro y el cordero: 5,1-14
2.2. El primer desarrollo: 6,17,17
2.2.1. Apertura de los seis primeros sellos: 6,1-17
2.2.2. El sello del pueblo mesiánico: 7,1-8
2.2.3. La comunidad universal de los salvados: 7,9-17
2.3. El segundo desarrollo: 8,114,20
2.3.1. Apertura del séptimo sello: 8,1-5
2.3.2. Las seis primeras trompetas: 8,69,21
2.3.3. El libro profético: 10,1-11
2.3.4. Los dos testigos: 11,1-14
2.3.5. La séptima trompeta: 11,15-19
2.3.6. La mujer con el niño y el dragón: 12,1-18
2.3.7. Las dos bestias: 13,1-18
2.3.8. El juicio y la victoria: 14,1-20
2.4. El desarrollo definitivo: 15,122,5
2.4.1. Presentación de las siete plagas definitivas: 15,1-8
2.4.2. Las siete copas: 16,1-21
2.4.3. La prostituta y la bestia: 17,1-18
2.4.4. La caída de Babilonia: 18,1-24
2.4.5. La celebración celeste: 19,1-10
2.4.6. La parusía y el reino mesiánico: 19,120,15
2.4.7. La nueva creación: 21,122,5
Conclusión del libro: 22,6-21
18.2. La intención de Ap
Ante la situación externa de hostilidad, el libro quiere, al igual que los escritos
apocalípticos en semejante situación, fortalecer a las comunidades cristianas:
a) Dios Señor de la historia: «pantocrátor» (10 veces), plan prefijado por Dios. Dios
es quien está sentado silenciosamente, presidiendo el decurso de la historia. Al final,
pronuncia la palabra creadora del mundo nuevo: salvadora: «he aquí que hago nuevas
todas las cosas» (21,5).
b) Mesías exaltado:
1) La exaltación celeste del soberano mesiánico es el acontecimiento decisivo: el que
inaugura la época mesiánica (1,7.10-20; 5,5-14; 12,5).
2) El soberano exaltado es el que abre el libro sellado de la historia (6,1ss).
a) Época futura cercana: 1,1.19; 2,16; 3,11; 4,1; 6,10-11; 16,15; 22,6.7.12.17.20.