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INTRODUCCIÓN

La obesidad es una enfermedad crónica y multifactorial en adultos,

caracterizada por la acumulación de un exceso de grasa en un grado que

provoca alteraciones a la salud. Los cambios de estilo de vida principalmente

los malos hábitos alimentarios y el sedentarismo son las principales causas. El

incremento de la obesidad en adultos va acompañado de complicaciones que

implican riesgos futuros en la salud y calidad de vida. Esta se asocia con una

mayor probabilidad de obesidad, muerte prematura y discapacidad. Además,

de estos riesgos futuros, los adultos obesos sufren dificultad respiratoria, mayor

riesgo de fracturas e hipertensión, y presentan marcadores tempranos de

enfermedad cardiovascular, resistencia a la insulina y efectos psicológicos. Los

problemas de peso se inician cada vez a edades más tempranas por lo que las

complicaciones de salud también lo hacen. En países desarrollados el

sobrepeso y la obesidad en adultos, es uno de los principales problemas de

salud pública a los que se tiene que enfrentar.

1. DEFINICIÓN

La obesidad es una enfermedad crónica que se define como un exceso de

grasa corporal, que suele ir acompañado de un peso superior al considerado

como normal para una persona con la misma talla, edad y sexo.

En éste hay que identificar si el exceso ponderal se debe al acúmulo de tejido

adiposo, al aumento de masa muscular o a retenciones de líquido secundarias

a otras afecciones. Por tanto, una definición más completa de la obesidad

como un síndrome heterogéneo o enfermedad crónica multifactorial compleja

caracterizada por el aumento de tejido adiposo, influida por factores


metabólicos, fisiológicos, genéticos, celulares, moleculares, culturales y

sociales (Comuzzie AG et al, 2001)

. Esta enfermedad crónica es un fenotipo

complejo como resultado acumulativo de periodos de desequilibrio entre el

ingreso y el gasto energético, de la distribución de las reservas energéticas y

de la capacidad de adipogénesis (Loos RJ y Bouchard C, 2003), acompañada

de una serie de complicaciones que van a requerir un tratamiento de por vida,

con un mayor riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular y con un

acortamiento de la esperanza de vida (Fontaine KR et al, 2003). Clásicamente,

el tejido adiposo se ha considerado como un reservorio de energía, pero no

sólo actúa como almacén de moléculas grasas, además de esta función

metabólica, sintetiza y libera diversas hormonas relacionadas con el

metabolismo y la regulación de la ingesta, es un órgano que genera y recibe

información (1).

2. FACTORES DE RIESGO

El incremento tan abrupto de la obesidad que ha ocurrido en las últimas

décadas, así como su gran extensión, obedece principalmente a cambios

importantes en la alimentación de la población, al patrón de actividad física y a

otros factores de índole sociocultural (Peña y Bacallao, 2001, p. 75). Estos

aspectos pueden ser abordados de la siguiente manera:


2.1. PATRONES ALIMENTARIOS

Cambios más relevantes en los patrones alimentarios:

Alto consumo de alimentos de alta densidad energética y bajo contenido de

nutrientes.

Alto consumo de azúcares y carbohidratos refinados.

Alto consumo de grasas, principalmente saturadas, ácidos grasos trans y

colesterol.

Alto consumo de bebidas alcohólicas.

Pobre consumo de vegetales y frutas frescas.

Pobre consumo de carbohidratos complejos y fibra.

Aumento del tamaño de las raciones de alimentos, especialmente en

restaurantes y “cadenas de alimentos rápidos”.

Aumento del consumo de alimentos procesados que conllevan a un

aumento del consumo de carbohidratos simples (principalmente azúcar),

aumento del consumo de grasas (principalmente saturada) y disminución en

el consumo de carbohidratos complejos y fibra.

2.2. REDUCCIÓN DE LA ACTIVIDAD FÍSICA

Reducción del trabajo físico debido a adelantos tecnológicos.

Uso cada vez mayor de transporte automotor.

Automatización de los vehículos y reducción del gasto energético en la

operación de maquinarias y vehículos.

Uso de ascensores y “escaleras rodantes”.

Reducción del tiempo dedicado a jugar al aire libre, por inseguridad, por
ejemplo, y preferencia por juegos electrónicos y la televisión.

2.3. ASPECTOS SOCIOCULTURALES

Comprensión de la obesidad como expresión de salud y no de enfermedad.

Comprensión de la obesidad como sinónimo de afluencia en algunas

culturas.

Aceptación de la obesidad como expresión del patrón cultural de belleza

influenciado por los medios de comunicación (2).

2.4. GENÉTICO

Existe una clara influencia ambiental en el desarrollo de obesidad pero

existen evidencias que en indican que la acumulación de grasa corporal tiene

una importancia de base genética.

La obesidad común es de origen poligenética y multifactorial, en esta forma el

patrón de ganancia de peso corporal está determinado por la interacción entre

los genes y el ambiente. También se han encontrado múltiples defectos

monogenéticos que son menos frecuentes. Que han sido formas

monogenéticas por mutaciones en los siguientes genes: la leptina, El receptor

de la leptina el factor de transcripción SIN .1. Los receptores 1 y 2 de la

hormona liberadora de corticotropina,la hormona concentradora de la melanina,

la proconvertasa 1, la propiomelanocortina, el receptor 3 de la melanocortina, el

receptor 4 de la melanocortina y el receptor del factor de neurotrófico cerebral.

la mutación más frecuentemente encontrada es en el receptor 4 de la

melanocortina MC4R (3).


3. CLASIFICACIÓN

Es función de la distribución de la grasa corporal se puede clasificar la

obesidad.

Obesidad de distribución homogénea. Existe un exceso de grasa corporal

sin que predomine en ninguna región concreta del organismo.

Obesidad gluteofemoral o gincide. Existe un aumento de la grasa corporal

localizado en cadena, glúteos y muslos.

Obesidad abdominal, central o androide. Acumulación excesiva de grasa

en la región abdominal.

La organización Mundial de la Salud (OMS) ha propuesto una clasificación

cuantitativa de sobrepeso y obesidad basada en IMC (o BMI), que en la

actualidad es el índice más difundido, tanto en la clínica como para realizar

estudios epidemiológicos, ya que es el mejor se correlaciona con el porcentaje

de grasa corporal.
IMC CLASIFICACION DE LA OMS DESCRIPCION CLINICA
18,5 -24,9 Normal Normal
25,0 -29,9 Grado 1 de sobrepeso Sobrepeso
30,0 – 39,9 Grado 2 de Sobrepeso Obesidad
>40,0 Grado 3 de Sobrepeso Obesidad Morbida

IMC CLASIFICACION DE LA SEEDO


18,5 – 24,9 Normopeso
25,0 – 26,9 Sobrepeso Grado I
27,0 – 29.9 Sobrepeso Grado II (preobesidad)
30 – 34,9 Obesidad tipo I
35 – 39,9 Obesidad tipo II
40 – 49,9 Obesidadtipo III (morbida)
>50 Obesidad tipo IV(extrema)
(4).

4. EPIDEMIOLOGÍA

A continuación se presentan algunas estimaciones recientes de la OMS a nivel


mundial.
En 2014, más de 1900 millones de adultos de 18 o más años tenían
sobrepeso, de los cuales, más de 600 millones eran obesos.
En general, en 2014 alrededor del 13% de la población adulta mundial (un
11% de los hombres y un 15% de las mujeres) eran obesos.
En 2014, el 39% de los adultos de 18 o más años (un 38% de los hombres y
un 40% de las mujeres) tenían sobrepeso.
Entre 1980 y 2014, la prevalencia mundial de la obesidad se ha más que
doblado(3).
En 2014, según las estimaciones unos 41 millones de niños menores de cinco
años tenían sobrepeso o eran obesos. Si bien el sobrepeso y la obesidad se
consideraban antes un problema propio de los países de ingresos altos,
actualmente ambos trastornos aumentan en los países de ingresos bajos y
medianos, en particular en los entornos urbanos. En África, el número de niños
con sobrepeso u obesidad prácticamente se ha duplicado: de 5,4 millones en
1990 a 10,6 millones en 2014. En ese mismo año, cerca de la mitad de los
niños menores de cinco años con sobrepeso u obesidad vivían en Asia.
A nivel mundial, el sobrepeso y la obesidad están vinculados con un mayor
número de muertes que la insuficiencia ponderal. En general, hay m
personas obesas que con peso inferior al normal. Ello ocurre en todas las
regiones, excepto en partes de África subsahariana y Asia(3).
Según un estudio del Instituto Integración, un 58 % de peruanos tiene un
exceso de peso y un 21 % sufre de obesidad. Estos indicadores se obtienen al
calcular el Índice de Masa Corporal (IMC), una fórmula que se extrae de la
altura y peso de la persona (6).

RANKING DE LA OMS DE OBESIDAD EN AMERICA LATINA


México 64.4%

Chile 63.1%
Venezuela 62.4%
Argentina 61.7%
Uruguay 61.7%
Colombia 56.5%
Brasil 54.1%
Ecuador 54.1%

Bolivia 52.1%
Paraguay 48.5

5. MANIFESTACIONES CLINICAS

5.1. RESISTENCIA A LA INSULINA

La obesidad induce a una resistencia a la insulina, los adipocitos que han

incrementado su volumen son menos sensitivos a la acción lipogénica de la

insulina y, las células periféricas tienen un número disminuido de receptores lo

que contribuyen a la presentación de resistencia a la insulina.

5.2. HIPERGLUCEMIA

En un cierto porcentaje de personas obesas presentan diabetes, la prevalencia

de diabetes es tres veces mayor en los obesos comparado con el resto de la

población.

5.3. PRESIÓN ARTERIAL AUMENTADA


La prevalencia de hipertensión, es aproximadamente 3 veces mayor para los

obesos comparada con los que no lo son, en el estudio Franinghan, la

hipertensión se desarrolló 10 veces más en personas con un 20% de sobrepeso, la

hiperinsulinemia que conduce a una aumentada resorbción de sodio puede ser un

factor.

5.4. AUMENTO DE VOLUMEN SANGUÍNEO

En la obesidad, el aumento del volumen sanguíneo, el gasto cardíaco y el

volumen del ventrículo izquierdo, conducen a una hipertrofia ventricular y

dilatación con un mayor riesgo de insuficiencia cardíaca congestiva.

5.5. LÍPIDOS E INSULINAS ALTERADAS.

La hipertrigliceridemia es más prevalente en obesos, quizá porque la

hiperinsulinemia y la resistencia a la insulina conducen a un aumento de la

producción hepática de triglicéridos.

5.6. PROBLEMAS RESPIRATORIOS

Una obesidad severa conduce a una hipoxia crónica con cianosis e

hipercapnia, a esto se asocia una mayor demanda de ventilación, sobrecarga

respiratoria, ineficiencia de los músculos respiratorios y una disminución de la

capacidad respiratoria funcional. En los estados más graves se puede

presentar el Síndrome de Pickwik, en el cual la hipoventilación es tan marcada

que se presentan periodos de somnolencia.

5.7. PROBLEMAS DE LA CIRCULACIÓN


VENOSA

Las personas obesas a menudo tienen venas varicosas, éstasis y edema, con

complicaciones y cambios tróficos en la piel. Se ha observado de igual manera

una mayor frecuencia de tromboembolismo pulmonar en estos pacientes.

5.8. PROBLEMAS INMUNOLÓGICOS

El cáncer endometrial y de las glándulas mamarias es dos o tres veces más

frecuente en pacientes obesas, y en pacientes obesos el cáncer de próstata,

colon y recto.

5.9. PROBLEMAS DIGESTIVOS

Los cálculos biliares son mucho más frecuentes en pacientes obesos, debido a

una supersaturación con colesterol en la bilis. En los obesos hay un aumento

de la presión intraabdominal que predispone o exacerba el reflujo

gastroesofágico, la hernia hiatal y la esofagitis péptica (8).

6. FISIOPATOLOGÍA

Hasta cierto punto, el apetito está controlado por áreas separadas del

hipotálamo: un centro de la alimentación en el núcleo ventrolateral (VHL) y un

centro de la saciedad en el hipotálamo ventromedial (VMH). La corteza

cerebral recibe señales positivas del centro de la eliminación que estimula el

apetito mientras que el centro de la saciedad modula el proceso enviando

señales inhibidoras al centro de la alimentación. Son varios los procesos

reguladores que pueden influir sobre estos centros hipotalámicos. El centro de

la saciedad puede estar activado por la elevación de la glucemia o de la

insulina que sigue con las comidas, ya que tiene receptores para la insulina. La
distensión gástrica provocada por las comidas es otro posible factor inhibitorio.

La masa total del tejido adiposo puede también influir en la actividad de los

centros hipotalámicos, es decir que existe un punto de ajuste relativamente fijo

de la adiposidad corporal. Un punto demasiado elevado puede justificar las

recidivas frecuentes en los pacientes obesos que pierden peso. No se conoce

como es que el hipotálamo recibe la información desde el tejido adiposo. La

liberación de glicerina por parte de los adipositos, los impulsos nerviosos

ascendentes o los péptidos circulantes derivados de los adipositos como la

adipsina, pueden ser señales que informen sobre el tamaño del tejido adiposo.

Además, los centros hipotalámicos son sensibles a las catecolaminas y la

estimulación inhibe la conducta alimenticia, lo que proporciona una justificación

al efecto anorexígeno de las anfetaminas.

En última instancia, es la corteza cerebral la que regula la conducta alimenticia

y los impulsos procedentes del centro de la alimentación que llegan a la

corteza sólo constituyen uno de los factores, ya que los psicológicos, sociales y

los genéticos también influyen sobre la ingesta. Aunque la sobrealimentación

es la causa más común de la obesidad, existen otros factores involucrados.

Las necesidades calóricas diarias oscilan entre 100-130 kJ/kg peso (27-32

kcal/kg); esta cifra es más elevada en personas activas y menor en las

sedentarias. Esto puede ser un factor que contribuya a mantenimiento del

exceso de peso, pero es poco probable que la disminución en la actividad física

sea una causa importante de una ganancia de peso notable en la mayoría de

los obesos, sino más bien es la obesidad la que conduce a la inactividad.


El ligero aumento de peso que suele producirse en las edades medias de la

vida puede estar más directamente relacionado con la disminución de la

actividad física.

El índice metabólico de reposo supone un 60 a 75% del gasto energético diario

de un individuo en reposo. Este índice metabólico debe expresarse como una

función del peso corporal libre de grasa, ya que la masa de triglicéridos es

metabólicamente inerte, y la cantidad de energía necesaria para mantener los

depósitos de triglicéridos es prácticamente nula. Si se expresa de esta forma, el

índice metabólico de reposo es normal en la mayoría de los pacientes obesos,

sin embargo, hay que distinguir entre la obesidad estática y el proceso real de

ganancia de peso. Cuando una persona normal consume una dieta

hipercalórica, la ganancia de peso es menor de la que se esperaría teniendo en

cuenta el exceso de calorías ingerido. Este efecto es más marcado cuando se

consumen carbohidratos y desaparece cuando el exceso de calorías está

formado por grasas. Es decir, que el cuerpo humano puede adaptarse de forma

parcial a un consumo excesivo de carbohidratos y proteínas, lo que le

protegería atenuando la ganancia de peso. Parte de esta respuesta adaptativa

está en relación con un aumento en la termogénesis que se manifiesta como

un aumento en el índice metabólico de reposo. El mecanismo de la

termogénesis adaptativa es desconocido, pero un consumo excesivo de

carbohidratos o elementos nutritivos mixtos conduce a un aumento de las

concentraciones plasmáticas de triyodotironina (T3) y una disminución en los

niveles de la T3 inversa (rT3). En la inanición sucede todo lo contrario, con

disminución de la T3 y aumento de la r T3. Un exceso de alimentos puede

provocar una termogénesis adaptativa; esta termogénesis puede producir un


aumento del 10 al 15% en el índice metabólico en reposo, efecto que se

observa después de un período de 2 a 3 semanas de ingesta hipercalórica. El

aumento del índice metabólico de reposo, los cambios en el metabolismo de la

hormona tiroidea y las respuestas térmicas a la administración intravenosa de

catecolaminas son similares en las personas normales y en las obesas durante

los períodos de nutrición excesiva.

La actividad física o gasto energético por unidad de trabajo físico puede ser

normal o estar aumentado en la obesidad, dependiendo del tipo de trabajo que

se haga. El gasto energético por ejercicio es mayor en las personas obesas

que en las delgadas, debido al esfuerzo extra que supone movilizar o soportar

el aumento de masa. La termogénesis dietética es el gasto calórico o

energético que se produce durante varias horas después de la ingesta de una

comida por encima del índice metabólico de reposo. Alrededor del 75% de la

respuesta térmica a los alimentos se debe al gasto energético de la digestión,

absorción, metabolismo y almacenamiento de los productos alimenticios,

mientras que el resto se puede deber a la activación del sistema nervioso

simpático. El calor producido después de la ingesta de los alimentos es una

forma de gasto calórico que es superior para las proteínas y menor para los

carbohidratos y grasas. Pequeñas diferencias en la utilización calórica

mantenidas durante años pueden dar lugar a un desbalance calórico

significativamente positivo. Las diferencias en la respuesta térmica a las

comidas entre el obeso y el no obeso se encuentran, en la mayoría de los

casos, entre 125 y 210 kJ (30-50 kcal/d), diferencias pequeñas que pueden ser

contrarrestadas con pequeñas limitaciones en la ingesta de alimentos o

pequeños aumentos en el ejercicio físico. Puesto que esta compensación no se


da, puede ser más probable que la obesidad sea el resultado de una alteración

del equilibrio entre la ingesta y el gasto calórico. Otro posible regulador del

control de la masa de tejido adiposo es la lipoproteínlipasa, enzima que se

sintetiza en el interior de los adipositos. Este se une a la superficie luminal de

las células endoteliales próximas, donde hidroliza los ácidos grasos a partir de

los triglicéridos y de las lipoproteínas ricas en triglicéridos circulantes. Los

ácidos grasos liberados son captados por el tejido adiposo que los convierte en

triglicéridos y los almacena. La hipótesis de la lipoproteínlipasa sostiene que en

algunos estados de obesidad, niveles excesivos de la enzima provocan

obesidad mediante el favorecimiento del depósito de calorías grasas en el

tejido adiposo. Los niveles de esta enzimas se encuentran elevados tanto en

roedores como en humanos obesos, y ésta no vuelve a la normalidad cuando

se pierde peso, lo que podría ser una explicación a la propensión de los

pacientes obesos a volver a ganar peso. Se sabe que el adiposito tiene cierta

actividad endocrina y es capaz de secretar leptina, en respuesta a un aumento

en el almacenamiento de energía. La leptina limita la ingesta de alimentos al

actuar sobre el receptor OB en el hipotálamo. La leptina reduce la glucosa

sérica, la insulina sérica y aumenta la tasa metabólica. En muchos pacientes

obesos, los niveles de leptina están aumentados, mientras que la recaptura de

leptina por el sistema nervioso central se encuentra disminuida. Por esta razón,

los individuos obesos muestran resistencia a la producción de leptina endógena

debido a una disminución del transporte de la misma al sistema nervioso

central. Se ha encontrado que un gran número de neuropéptidos regulan el

consumo de alimentos y el gasto energético (el neuropéptido Y, galanina,

hormona liberadora de corticotropina), y muchas hormonas son capaces de


suprimir el apetito (colecistoquinina, serotonina, insulina), sustancias como las

proteínas desacopladotas 2 y 3 (que son expresadas en el tejido adiposo

periférico), pueden aumentar la producción de calor y reducir las reservas de

grasa cuando se activan. Otros mobilizadores de grasa son la proteinkinasa A,

los receptores b-3 agonistas y la hormona de crecimiento. Ésta última en

particular, puede reducir la cantidad de grasa mientras aumenta la masa

muscular en animales. Esta hormona está siendo probada en varios estudios

clínicos para el tratamiento de la obesidad.

Los factores genéticos pueden ser responsables de hasta el 40% de la

variación en el IMC de la población. Descubrimientos recientes han contribuido

a explicar cómo los genes pueden determinar la obesidad e influir en la

regulación del peso corporal. Las mutaciones en el gen obran llevado a una

obesidad masiva en ratones. La clonación del gen ob condujo a la identificación

de la leptina, una proteína producida por el tejido adiposo y que actúa en el

control de la grasa corporal. La existencia de la leptina sirve de señal entre el

tejido adiposo y ciertas áreas del encéfalo que controlan el metabolismo de la

energía, la cual influye sobre el peso corporal. La influencia genética puede ser

más importante en la determinación de la distribución regional de la grasa que

en la grasa corporal total, especialmente en la región abdominal. Algunos

investigadores estiman que un tercio de los factores metabólicos, tales como la

distribución del tejido adiposo, la tasa de metabolismo basal, la tasa basal de

lipólisis, la actividad de la lipoproteinlipasa y otros factores, podrían ser

hereditarios. El nivel socioeconómico tiene una influencia importante sobre la

obesidad, particularmente en las mujeres. Los estudios longitudinales han

mostrado que educarse con un nivel socioeconómico más bajo es un poderoso


factor de riesgo de obesidad. Los factores socioeconómicos tienen importantes

influencias tanto sobre la ingesta de energía como sobre el consumo

energético (9).

7. MÉTODOS DE DIAGNÓSTICO

7.1. ÍNDICE DE MASA CORPORAL (IMC)

Es el método que se usa desde hace dos décadas en los servicios de salud

para los adultos; para los niños y adolescentes se utilizan gráficas o tablas. Un

índice menor de 18 significa que la persona está delgada o con bajo peso;

entre 18 y 24.9 la persona tiene un peso normal; entre 25 y 29.9 está con

sobrepeso; 30 o más se califica como obesa. Se reconoce como obesidad

mórbida o tipo III aquella con un IMC sobre 40.

7.2. CIRCUNFERENCIA DEL ABDOMEN A LA ALTURA DEL OMBLIGO

De acuerdo con lo señalado por la Organización Mundial de la Salud, se

considera como normal 88 cm o menos para las mujeres y 102 cm o menos

para los hombres.

7.3. CÁLCULO DE PESO SEGÚN ESTATURA Y SEXO

Aplicando los dos métodos anteriores, la persona desconoce cuál es su peso

normal en kilos y cuántos tiene de exceso. Una fórmula sencilla

utilizada anterior al IMC fue la siguiente: pesar y medir a la persona; el peso

promedio normal es el de los centímetros sobre el metro; si la persona mide

1.70 cm su peso promedio normal es de 70 kg. En las mujeres se le restan 3

kg. A este peso promedio se le resta o se le suma el 5%; este es el rango


normal de peso. Con este método, aunque menos preciso, la persona puede

conocer cuántos kilos posee de más y ponerse metas para su reducción (10).

8. TRATAMIENTO MÉDICO

El tratamiento ideal de la obesidad es la prevención. Habría que dar prioridad a

las medidas de salud pública, como el desarrollo de campañas informativas en

cuanto a alimentación en general, y sobre hábitos alimentarios saludables en

particular, y promover y facilitar el desarrollo de ejercicio físico a distintos

niveles de actividad. El objetivo del tratamiento es reducir la grasa corporal

induciendo, obviamente, un balance energético negativo. La reducción de la

ingesta debe diseñarse individualmente de forma que permita las actividades

normales. Un déficit de 500 a 1000 kcal diarias puede hacer perder alrededor

de 500 a 1000mg por semana a obesos adultos. Esto representa dietas que

aporten 1000 a 1500 kcal/día. Las restricciones energéticas severas, con dietas

muy bajas en calorías, consiguen pérdidas de peso más rápidamente pero no

aumentan la tasa de éxito en el mantenimiento del peso perdido a largo plazo.

La combinación de ejercicio físico y restricción calórica es más efectiva que

cualquiera de ambos por separado. Aunque la adición de ejercicio a la dieta

incrementa poco la pérdida de peso en las primeras fases, parece que es el

componente del tratamiento que más promueve el mantenimiento de la

reducción de peso en el tiempo (7,8). La modificación de la conducta

desempeña un papel importante en el tratamiento de la obesidad. Con ella se

pretende ayudar al obeso a cambiar su actitud frente a la comida y sus hábitos

alimentarios y de actividad física, así como combatir las consecuencias que se

producen después de una trasgresión dietética. El apoyo psicológico o


psiquiátrico puede ser necesario cuando existan alteraciones importantes de la

personalidad o cuadros ansioso-depresivos relevantes. Los fármacos son otra

de las armas terapéuticas para el tratamiento de la obesidad. Al tratarse del

tema central de esta revisión se describirá en detalle más adelante.

Desgraciadamente, aunque casi todos los obesospierden peso de forma

relativamente rápida a corto plazo, es raro que esta pérdida se mantenga en el

tiempo. La inmensa mayoría van ganando peso lenta pero inexorablemente,

hasta recuperar el de la situación previa al tratamiento o en algunos casos,

superándolo. Existen potentes factores no bien comprendidos que tienden a

inducir la recuperación del peso perdido. De todas formas el principal problema

no es el peso corporal en sí mismo, si no la morbilidad asociada a las

complicaciones metabólicas y éstas pueden mejorar sustancialmente, incluso

tras una pérdida moderada de peso. Por ello no es preciso ponerse como

objetivo alcanzar el peso deseable o normal porque es poco realista a largo

plazo. Combinando dieta y ejercicio con tratamientos conductuales pueden

conseguirse pérdidas del 5% al 10% del peso durante un período de 4 a 6

meses (7). El tratamiento quirúrgico, como las técnicas restrictivas y/o las

malabsortivas, pueden producir pérdidas de peso a largo plazo, pero debe

reservarse sólo a pacientes seleccionados que cumplan una serie de

condiciones y con un IMC de 35-40 ó superior, si tienen complicaciones de

riesgo asociadas a la obesidad; y, naturalmente, que hayan fracasado

reiteradamente los tratamientos no quirúrgico.

Como ya se ha descrito, el tratamiento de la obesidad es descorazonador, el

95% recupera su peso a largo plazo, por ello las investigaciones se dirigen a

buscar tratamientos efectivos que se puedan mantener de forma crónica.


darse como apoyo del dietético y del ejercicio, pero no debe utilizarse nunca

como único tratamiento. Requiere una estricta indicación y supervisión médica.

La posibilidad de su prescripción puede considerarse en obesos con un IMC de

30 kg/m2 ó más, en los que haya fallado la dieta, el ejercicio y los cambios

conductuales, o en aquéllos con un IMC de 27 ó más si se asocian factores

importantes de morbilidad como diabetes, hipertensión, dislipemia, etc, a pesar

de otros tratamientos. Los fármacos que son y han sido utilizados en el

tratamiento de la obesidad se clasifican en los siguientes grupos atendiendo a

su mecanismo de acción: fármacos anorexizantes, que disminuyen el apetito ó

aumentan la saciedad, los que disminuyen la absorción de nutrientes y los que

aumentan el gasto energético. A éstos hay que añadir numerosas sustancias

que en la actualidad están en investigación en diferentes fases clínicas (10).

TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
Anorexígenos: Adrenérgicos: anfetamina, metanfetamina, dietilpropión,
fentermina, mazindol, fenilpropanolamina, fenproporex, clobenzorex

Serotoninérgicos: Agonistas serotoninérgicos: fenfluramina, desfenfluramina


Inhibidores recaptación serotonina: fluoxetina, sertralina, paroxetina Inhibidores
recaptación serotonina y noradrenalina: sibutramina

Inhibidores de la absorción Orlistat


9. COMPLICACIONES

Las enfermedades cardiovasculares (principalmente cardiopatía y

accidente cerebro vascular); en 2008 fueron la causa principal de

defunción.

La diabetes.

Los trastornos del aparato locomotor (en especial la osteoartritis).

Algunos cánceres (del endometrio, la mama y el colon). El riesgo de

contraer estas enfermedades no transmisibles crece con el aumento

del IMC. (12).

10. PREVENCIÓN

La evidencia científica ha demostrado que la obesidad aumenta el riesgo de

tener una enfermedad cardiovascular, hipertensión, diabetes, ciertos tipos de

cáncer, artritis, gota y enfermedad vesicular y produce efectos psicosociales

que afectan la calidad de vida de las personas, como baja autoestima,

depresión y sentimientos de culpa. Los riesgos para la salud asociados al

exceso de grasa corporal ocurren con aumentos relativamente pequeños de

peso y no solamente cuando este exceso representa una franca obesidad.

Se ha observado que aún una disminución discreta pero significativa del peso

en las personas obesas, por ejemplo, de un 5%, ayuda a normalizar la presión

arterial, los niveles de colesterol sanguíneo y la glicemia.

Esto es particularmente importante en la diabetes, si se recuerda que para

prevenir las graves complicaciones de esta enfermedad es indispensable mantener

la presión arterial, los lípidos sanguíneos y la glicemia dentro de niveles normales.


Reducir el exceso de peso con un tratamiento dietético y de actividad física es

de alto costo, lento y difícil de mantener en el tiempo. Por este motivo, es

preferible prevenir el sobrepeso y evitar que se transforme en obesidad, a

través de la adopción de hábitos de alimentación saludable y de actividad

física.

Consumir más verduras y frutas, preferir los alimentos con bajo contenido de

grasa, consumir cantidades moderadas de pan, cereales y leguminosas ricos

en fibra, disminuir al mínimo el consumo de alimentos con alto contenido de

azúcar y grasas, puede ayudarnos a mantener el peso más favorable para

nuestra salud durante toda la vida.

Las personas que viven en las ciudades tienen algunas limitaciones para

aumentar su actividad física. A la disminución del gasto energético producido

por las actividades predominantemente sedentarias de la vida moderna se

unen las limitaciones causadas por la inseguridad y la falta de espacios

seguros donde salir a caminar, como parques y jardines.

Buscar opciones sencillas y realistas para aumentar la actividad física se

constituye así en una necesidad personal y social. Mejorar el nivel de actividad

física incluye las situaciones de la vida diaria como caminar en lugar de tomar

locomoción cuando las distancias son cortas, preferir las escaleras

tradicionales a las mecánicas o los ascensores, disminuir las horas frente al

televisor, jugar con los niños y recurrir a los lugares donde es posible realizar

ejercicios al menor costo.

Las personas con sobrepeso u obesas requieren la misma cantidad de

proteínas, sales minerales y vitaminas que las de peso normal. Para bajar de

peso, ellas deben reducir las calorías de su alimentación, disminuyendo el


consumo de alimentos ricos en grasas, como cecinas, embutidos, frituras,

manteca, mantequilla, carnes con grasa; de hidratos de carbono como azúcar,

dulces, pan y cereales,o de mezclas de ambos, como tortas, pasteles y

comidas rápidas.

Al disminuir la cantidad de calorías es necesario seleccionar muy bien los

alimentos y comidas que se va a consumir, con el fin de no provocar el déficit

de algún nutriente esencial. A continuación se explica por qué debemos

mantener el consumo de algunos alimentos, aún en las dietas más estrictas,

indicando la cantidad en la que deberían ser consumidos:

Sí, porque la leche, el yogur, quesillo y queso, contienen proteínas de

buena calidad, calcio y otros nutrientes esenciales para formar, mantener y

reparar los órganos y tejidos del cuerpo y para el funcionamiento normal de

éste. Se recomienda elegir los productos lácteos descremados.

El calcio es esencial para formar y mantener los huesos y dientes sanos.

La leche y sus derivados constituyen la mejor fuente de calcio.

Es muy difícil cubrir las necesidades de calcio si estos alimentos no forman

parte de la alimentación diaria.

Los menores de 25 años necesitan consumir el equivalente a 4 tazas

diarias para formar sus depósitos de calcio. Los mayores de 25 años

necesitan consumir el equivalente a 3 tazas diarias para mantener sus

depósitos de calcio.

Las personas a quienes no les gustan o no toleran la leche, pueden

reemplazarla por otros productos lácteos con un aporte nutritivo similar y

mejor tolerado, como el yogur, la leche cultivada, el quesillo o el queso.


Es necesario recordar que los productos lácteos contienen colesterol y

grasas saturadas. Muchos lácteos procesados contienen además azúcar.

Para prevenir la obesidad es recomendable preferir los descremados y sin

azúcar, como leche descremada (líquida o en polvo), yogur dietético, leche

cultivada descremada, queso fresco o quesillo.

Sí, porque las carnes contienen proteínas de buena calidad, hierro y zinc.

Estos minerales, difíciles de obtener de otras fuentes, son esenciales para

el funcionamiento del organismo y para prevenir enfermedades.

Se recomienda consumir una presa de tamaño mediano de pescado, pollo,

pavo o carnes magras, tres o más veces a la semana. Durante los días que

no se consume carne, se puede comer un huevo cocido o agregado a las

preparaciones.

Se recomienda preferir las carnes de pollo y pavo sin piel, porque

contienen menos colesterol y grasas saturadas que las carnes rojas, y en

forma muy especial, preferir el consumo de pescado, porque contiene

grasas que ayudan a prevenir las enfermedades cardiovasculares.

Cuando se reemplaza la carne por una combinación de legumbres y

cereales, por ejemplo porotos con tallarines, lentejas con pan, garbanzos

con arroz, la cantidad a consumir debiera ser de ½ a 1 taza del guiso,

debido a su mayor contenido de hidratos de carbono y calorías que la

carne.

Porque las verduras y frutas contienen vitaminas, minerales y otros

fitoquímicos con efecto antioxidante, necesarios para proteger nuestra

salud y prevenir las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. También

contienen fibra dietética, que baja el colesterol de la sangre y mejora la


digestión.

El azúcar y la miel aportan una elevada cantidad de hidratos de carbono y

calorías, sin otros nutrientes esenciales para la salud. Por esta razón, para

prevenir el sobrepeso y la obesidad se recomienda que el consumo de

estos alimentos, así como aquellos procesados que los contienen, sea

ocasional y en pequeña cantidad, prefiriendo las opciones de los mismos

alimentos preparados con edulcorantes o endulzantes artificiales, como

bebidas libres de calorías, yogur bajo en calorías (13).

CONCLUSIONES

La obesidad en adultos presenta etiología multifactorial; la interacción

entre factores genéticos, neuroendocrinos, ambientales o exógenos,

familiares y socioculturales tienen relación directa con la obesidad; pero

las causas principales son los malos hábitos alimentarios y el

sedentarismo.

El diagnóstico de sobrepeso y obesidad se realiza mediante el uso

aplicación de la fórmula de índice de masa corporal y otros.


La evaluación y diagnóstico de la obesidad en adultos incluye una

historia clínica y exploración física completas y valoración bioquímica

con el fin de detectar comorbilidades asociadas, que puedan ser

tratadas a tiempo.

El tratamiento de la obesidad en adultos tiene como objetivos

principales evitar que el adulto o adulta, padezca de comorbilidades, a

través de intervención dietética, la cual debe ir unida a un cambio en el

estilo de vida, que incluya ejercicio físico, tratamiento conductual y

abordaje familiar.
La evaluación y diagnóstico de la obesidad en adultos incluye una

historia clínica y exploración física completas y valoración bioquímica

con el fin de detectar comorbilidades asociadas, que puedan ser

tratadas a tiempo.

El tratamiento de la obesidad en adultos tiene como objetivos

principales evitar que el adulto o adulta, padezca de comorbilidades, a

través de intervención dietética, la cual debe ir unida a un cambio en el

estilo de vida, que incluya ejercicio físico, tratamiento conductual y

abordaje familiar.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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aqui-el-ranking-noticia-984967
ANEXOS

TABLA N° 1 CLASIFICACIÓN DE LA OBESIDAD

TABLA N° 4 COMPLICACIONES DE LA OBESIDAD


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