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2018

EL TEXTO DIALÓGICO
Estructura y características
Es una forma de interacción directa entre los hablantes y depende de todos los
interlocutores que participan en él. Además, se caracteriza presentan una estructura
formal, la toma de turnos, y una organización del contenido que se manifiesta
mediante el manejo del tema.

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01/01/2018
DEDICATORIA

Este trabajo está dedicado a nuestros padres y a


nuestros docentes y compañeros de clase que
gracias a su apoyo podemos formarnos como
buenos profesionales y así cumplir con nuestros
sueños de contribuir a nuestra sociedad y sacar
adelante a nuestra nación.

AGRADECIMIENTO

Gracias a nuestros padres por ser los principales


promotores de nuestros sueños, por confiar y
creer en nuestras expectativas, por los consejos,
valores y principios que nos han inculcado.

Agradecemos a nuestros docentes del colegio,


por haber compartido sus conocimientos a lo
largo de la preparación de nuestra educación.
Contenido
INTRODUCCIÓN............................................................................................................................3
1. DEFINICIÓN Y CUESTIONES PREVIAS........................................................................................4
1.1. Definición..........................................................................................................................4
1.2. Cuestiones previas.............................................................................................................4
2. ESTRUCTURA DEL TEXTO DIALÓGICO.......................................................................................5
2.1. El acto................................................................................................................................6
2.2. La intervención de un participante....................................................................................6
2.3. El intercambio....................................................................................................................7
2.4. La secuencia o episodio. 2.5. La interacción......................................................................7
3. FORMAS DISCURSIVAS DEL TIPO DIALÓGICO...........................................................................9
3.1. Diálogos en situación directa.............................................................................................9
3.2. Diálogos reproducidos.....................................................................................................11
4. CARACTERÍSTICAS PRAGMÁTICAS..........................................................................................13
5. CARACTERÍSTICAS LINGÜÍSTICAS Y TEXTUALES......................................................................16
6. CONCLUSIÓN..........................................................................................................................18
BIBLIOGRAFÍA.............................................................................................................................19

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INTRODUCCIÓN

El discurso verbal, por lo que se refiere a la emisión, adopta dos formas fundamentales: la del
monólogo y la del diálogo. La primera designa el discurso de un solo emisor; la segunda es una
cadena de intervenciones lingüísticas organizadas en progresivo presente, con dos o más
interlocutores cara a cara, en situación compartida, en funciones alternativas de emisor y
receptor.

El diálogo es la forma básica de la comunicación humana y la conversación ilustra mejor que


ninguno esa característica dialógica de la comunicación, que impregna todas las demás formas
de expresión discursiva, ya que el discurso siempre se orienta hacia una audiencia, presente o
ausente. La conversación espontánea –género dialogal por excelencia- sirve de base para las
relaciones humanas, que se crean y se mantienen a través del diálogo y se enrarecen o se
terminan cuando el diálogo se hace difícil o se rompe.

Además de estar en el sustrato de otras formas discursivas, el diálogo aparece como secuencia
secundaria o incrustada en otros modos de organización textual. El teatro o el cine toman el
diálogo como forma en que se desarrolla el relato. La novela o el cuento incluyen muy a
menudo fragmentos dialogados. La explicación y la argumentación tuvieron su expresión
primera en forma de diálogos (desde los clásicos griegos hasta el Renacimiento), e incluso la
poesía – además de que es habitual que se dirija a una persona de forma más o menos explícita-
incorpora formas dialogales en sus versos.

En conclusión, dada su naturaleza, el diálogo puede ser analizado bajo tres perspectivas
principales: como un proceso interactivo, que forma parte de las relaciones sociales de la vida
del hombre, y como tal puede ser objeto de la pragmática; como una construcción verbal, objeto
de una investigación lingüística; y como un recurso literario, cuya presencia en el discurso, solo
o alternando con monólogos, está determinado por, y a la vez condiciona a, otras formas que
están en relación con el género, las voces, etc. y que pueden ser objeto de una teoría literaria

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1. DEFINICIÓN Y CUESTIONES PREVIAS

1.1. Definición

La función del diálogo se identifica con lo que Vygotsky señaló para el lenguaje: el diálogo se
define, funcionalmente, como una estrategia de comunicación entre dos personas que comparten
la misma situación comunicativa, es decir, estén presentes en las mismas coordenadas espacio-
temporales.

Además, en el monólogo, donde emisor y receptor coinciden, el diálogo nos sirve para
conceptualizar el mundo e interiorizar nuestras actuaciones sobre él. También es necesario para
demandar información y contactar con otros interlocutores. De este modo, el lenguaje, según
Vygotsky, se hizo esencialmente a partir del diálogo no sólo en la filogénesis sino también en la
ontogénesis.

El diálogo, por tanto, es un bucle del sistema de comunicación, por el que un emisor cifra un
mensaje que descifra el receptor, que, a su vez, pasa a ser nuevo emisor que se dirige al antiguo
emisor, ahora receptor suyo. Es, así, una sucesión de intercambios verbales cuyos significados
se valen de los anteriores.

1.2. Cuestiones previas

Frente a las otras formas textuales establecidas por las tipologías comúnmente manejadas
(narración, descripción, argumentación…), el diálogo presenta una apariencia de desorden y
heterogeneidad que ha llevado a poner en duda su existencia como tipo textual. Los argumentos
que apoyan este rechazo son dos: por un lado, el diálogo puede consistir en fragmentos
argumentativos, narrativos, descriptivos, etc.; por otro, en el diálogo intervienen varios
interlocutores, frente al carácter monológico de las demás formas textuales.

Adam (1992) rebate estas objeciones para afirmar la existencia de la secuencia dialógica:

A la primera responde que el carácter esencialmente composicional e híbrido de los textos


justifica la inclusión de las secuencias de otro tipo en el diálogo. En este sentido, el diálogo
presenta una heterogeneidad comparable a la de la narración.

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Por otro lado, el aparente monologismo de las otras secuencias textuales viene siendo negado
por aquellos estudiosos que contemplan la emisión de cualquier texto en su contexto de
enunciación. Jakobson señalaba que “todo discurso individual supone un intercambio”. Los
textos narrativos, descriptivos o expositivos son monológicos sólo en su forma exterior por la
intervención de un único sujeto hablante; sin embargo, su estructura semántica y estilística
revela un dialogismo de base.

Respecto a la terminología empleada, diálogo y conversación se utilizan generalmente como


sinónimos. En un ámbito más especializado, Adam los presenta como dos puntos de vista
distintos en el estudio del intercambio hablado: la conversación se refiere preferentemente a una
forma de discurso como puedan serlo el debate, la tertulia o la entrevista, en tanto que con el
término diálogo se designa normalmente una unidad de composición textual, bien oral o bien
escrita.

A pesar de las diferencias apuntadas, el hecho de que ambos desarrollen una actividad verbal
con intercambio de roles, nos permitirá tratarlos unitariamente y referirnos indistintamente a
uno u otra. Por otro lado, partiendo de esta distinción, analizaremos la estructura del diálogo
como construcción textual que presenta una serie de características tipológicas generales que
determinan su funcionamiento y que se materializa, de manera más espontánea y natural, en la
conversación cotidiana.

2. ESTRUCTURA DEL TEXTO DIALÓGICO

En los estudios sobre la conversación existe un acuerdo respecto a que la estructura dialogal
tiene que describirse atendiendo a una doble perspectiva, a saber, su carácter secuencial y
su carácter jerárquico. Es secuencial en tanto que el sentido de cualquier fragmento o
enunciado sólo se puede interpretar de forma cabal en función de lo que se ha dicho y lo que se
dirá a continuación (por parte de la misma persona o de otra); y es jerárquico en la medida en
que nos muestra la existencia de unidades de diferente rango o nivel imbricadas unas en otras de
menor a mayor en la construcción conversacional, desde la unidad mínima monologal –el acto-
hasta la unidad máxima dialogal –la interacción-. El esquema propuesto por Calsamiglia y
Tusón (1999) para dar cuenta de este orden jerárquico, de menor a mayor, es el siguiente:

Unidades monológales:

a) el acto (de habla: directivo, asertivo, etc.)

b) la intervención de un participante

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c) el intercambio

Unidades dialogales:

d) la secuencia o episodio

e) la interacción.

Explicaremos cada una de ellas a continuación:

2.1. El acto

El acto de habla constituye la unidad mínima de acción e intención de carácter monológico y es


reconocible por su capacidad de funcionar de forma aislada. Las conversaciones están formadas
en su nivel más básico, no por unidades informativas, sino por actos de habla, que Searle
clasificó en cinco grandes grupos:

Expresivos. Sirven para expresar el estado psicológico sobre lo que siente o piensa el hablante
(agradecer, felicitar, disculparse, dar la bienvenida, expresar la condolencia, etc.), de acuerdo
con el contenido proposicional: Lamento comunicarles que no han llegado a tiempo.

Directivos. Los emplea el hablante para intentar que el receptor haga algo (mandar, pedir, rogar,
implorar, dar instrucciones, solicitar, etc.): Les ruego que no lleguen tarde.

Comisivos. Expresan el compromiso que adquiere el que lo expresa de que actuará o ejecutará
algo en el futuro (prometer, garantizar, amenazar, apostar, etc.): Iré por la tarde

Representativos. Los emplea el hablante para exponer que lo que declara es verdadero (asegurar,
explicar, describir, explicar, etc.): Les aseguro que no han llegado a tiempo.

Declarativos. Se emplean en las fórmulas civiles y religiosas por medio de las cuales se
adquiere una nueva condición o estado: Yo os declaro marido y mujer.

Adam señala en este sentido que un gesto puede reemplazar a un enunciado verbal, por lo que
prefiere hablar de cláusula para designar una conducta que puede ser verbal o gestual y que
constituye la unidad mínima de acción.

2.2. La intervención de un participante

La intervención o turno de palabra es el conjunto de actos de habla emitidos por un interlocutor


que están vinculados entre sí por una unidad de intención, determinada por la estrategia de

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acción que pone en marcha el emisor. En los diálogos suele haber una intervención iniciativa
que dirige el intercambio y asigna los roles, derechos y deberes a los participantes en la
interacción (petición de información, excusa, oferta…). La intervención puede presentar,
además, varios elementos: un constituyente director, de aparición obligatoria, que da sentido a
la intervención y aporta la fuerza elocutiva, y uno o varios constituyentes subordinados, que
pueden aparecer o no y que refuerzan, justifican o aclaran el acto anterior.

2.3. El intercambio

Entre las unidades dialógicas el intercambio constituye la unidad mínima formada por, al
menos, dos intervenciones marcadas por el cambio de interlocutor. La forma más prototípica es
el intercambio de tipo binario en el que a una intervención iniciativa sucede una intervención
reactiva. Son las llamadas pares adyacentes en los que un turno presupone la aparición
consecutiva del otro. Uno de los ejemplos más típicos son los saludos de inicio o despedida del
tipo:

A. Adiós.

B. Hasta luego.

Como ejemplos pares adyacentes se pueden citar: petición // aceptación o rechazo;


ofrecimiento// aceptación o rechazo; valoración// acuerdo o desacuerdo; pregunta// respuest
esperada, inesperada o no respuesta; acusación // negación o admisión.

La complementariedad de las dos partes de estos pares puede verse interrumpida por la
introducción de otras intervenciones:

A. ¿Me prestas 50 euros? (1ª parte: petición).

B. ¿Para qué quieres los quieres?

A. Tengo que pagar la comunidad.

B. De acuerdo, toma (2ª parte: aceptación).

2.4. La secuencia o episodio. 2.5. La interacción

Las secuencias son series de intercambios que presentan unidad temática o de intención. Adam
distingue dos tipos de secuencias: las secuencias fáticas, que sirven para la apertura y el cierre, y

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las secuencias transaccionales, que constituyen el cuerpo de la interacción. Las secuencias de
apertura y cierre están muy ritualizadas y más estructuradas que las transaccionales.

Van Dijk (1978), tomando como objeto de análisis la conversación cotidiana, distingue las
siguientes categorías:

a) Apertura. Está formada por una serie de turnos cuya función es situar la conversación para no
empezar in medias res. Las fórmulas típicas son las del saludo (hola, me alegro de verte, qué
tal…). La apertura es un indicador del medio social en el que se desarrolla la conversación.

b) Orientación. Incluye la serie de turnos que tienen como función preparar el tema de la
conversación. Con ellos se pretende despertar el interés del interlocutor o constatar que ese
interés existe. A esta categoría pertenecen giros estereotipados como ¿Sabes lo que me pasó
ayer?

c) Objeto de la conversación. Se llama así a la categoría central de la conversación y determina


su orientación pragmática: comunicar un deseo, informarse de algo, dar una noticia, etc. Como
muchas conversaciones no tienen un tema único sino que están formadas por una constelación
de temas, esta categoría resulta recursiva. En cualquier caso, el paso de un objeto de la
conversación a otro debe tener lugar, al igual que el cambio de tema, mediante alguna señal.

d) Conclusión. Es una serie de turnos cuya función es la terminación del tema. Puede ir
acompañada de oraciones de síntesis (Nunca me había pasado algo así) o de expresiones del
otro que exigen la pronta terminación del tema (bien, bueno, vale…). La conversación no
necesariamente tiene que terminar con la conclusión, sino que un hablante puede sentir la
necesidad de iniciar otro tema y comenzar de este modo otra conversación, por lo que la
secuencia Orientación-Objeto de la conversación-Conclusión sería también recursiva.

e) Terminación. En correspondencia con la apertura, la conversación termina con fórmulas


estereotipadas de despedida (adiós, hasta la vista, ¡que te vaya bien!, etc.) que aparecen siempre
al final. Es posible que estas fórmulas sean interrumpidas por un turno si un hablante se acuerda
de que aún tiene algo que decir (Ah, se me olvidaba decirte que…).

Todos los estudiosos de la conversación están de acuerdo en señalar que las estructuras son
propuestas son esquemas más o menos prototípicos, pero en ningún caso rígidos o de
cumplimiento obligado, ya que la interacción verbal, más aún que en otros tipos textuales, está
sujeta a toda suerte de factores contextuales, psicológicos y de diversa naturaleza que alteran,
interfieren o modifican el desarrollo del evento comunicativo.

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3. FORMAS DISCURSIVAS DEL TIPO DIALÓGICO

Van Dijk enumera una serie de rasgos que permiten definir las distintas formas de interacción
dialogal: a) la secuencia de actos de habla; b) la categoría de los participantes y sus
contribuciones; c) la situación social (privada, pública o institucional); d) el grado de
convencionalizarían; e) el objetivo social de la interacción; f) las normas, reglas y convenciones
que rigen en la interacción. Así, por ejemplo, una asamblea se define como una serie de actos de
habla de diferentes interlocutores, entre los cuales uno, por su rol de presidente, organiza las
intervenciones, su duración, el tema del diálogo, etc. Puede ser más o menos formal e
institucionalizada, y el objetivo perseguido suele ser la toma de decisiones colectivas.

Una primera división de las manifestaciones dialogales parte de la situación en que se produce
la interacción, según se trate de un diálogo en situación directa de comunicación o bien de
un diálogo reproducido. En el primer caso, el diálogo es una exigencia de la situación
comunicativa: hay un diálogo cuando dos o más personas están presentes en el momento mismo
de la comunicación e intercambian alternativamente los papeles de emisor y receptor, y lo
significativo es que, en cada intervención, cada uno de los interlocutores que participan decidirá
narrar, exponer, describir o argumentar algo. En el segundo caso, el diálogo responde a la
intención del autor, que puede presentar determinada información “como si” fuera un diálogo
que mantienen dos o más personas. En estos casos, el diálogo se opone a la narración, a la
descripción, a la exposición y a la argumentación de opiniones, ya que es un modo de organizar
el propio discurso (el del autor).

3.1. Diálogos en situación directa

Se pueden diferenciar dos tipos de diálogos según el grado de planificación que presentan: la
conversación y los diálogos organizados.

La conversación es un tipo de discurso oral, de carácter dialógico, que se caracteriza por rasgos
como los siguientes:

La espontaneidad, es decir, la ausencia de planificación del enunciado y la simultaneidad de la


secuencia emisión/recepción.

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El carácter abierto del diálogo, esto es, los turnos de habla o de palabra se articulan de forma
libre, sin normas prefijadas, incluso con la yuxtaposición de intervenciones.

El carácter “multitópico”, esto es, los hablantes pueden introducir nuevos asuntos en el curso
del diálogo ya que, en cierto modo, la acción de conversar supone aceptar la introducción de
tópicos no previstos en el arranque del discurso.

Y dentro de las conversaciones debemos distinguir, por un lado, las conversaciones


prototípicas, que son aquellas que se caracterizan por una relación de igualdad entre los
interlocutores, ya sea en cuanto a los papeles sociales (determinados por el estrato sociocultural,
la profesión, etc.) o funcionales (provocados por la situación: por ejemplo, un catedrático y un
peón de albañil ingresados en un hospital son funcionalmente enfermos), por una relación
vivencial de proximidad, es decir, los interlocutores se conocen y tienen experiencias
compartidas y el marco de interacción familiar o por tener una temática no especializada, ya que
el contenido enunciativo lo constituyen temas al alcance de cualquier individuo, lo que favorece
la aparición de rasgos coloquiales en el habla. Y, por otro lado, las conversaciones coloquiales
periféricas, que son aquellas en las que hay ausencia de uno de los rasgos anteriores (de las
prototípicas), por ejemplo, con la invención del teléfono comenzó a ser posible mantener
conversaciones a distancia o, actualmente, la tecnología permite nuevas formas de
conversación, sobre todo entre los jóvenes, como el “chateo” por Internet, a lo que se añade otra
novedad en estos casos: ya no se trata de conversaciones orales sino escritas.

En cuanto a los diálogos organizados, son intercambios que están sujetos a una previa
planificación: el momento y el lugar están fijados, y a veces incluso se determina con antelación
el tema y el objetivo que los provoca. En la mayoría de los casos están programados
unilateralmente y los participantes intervienen según el rol que desempeñan en esa situación
concreta y esa función está asignada en virtud de factores profesionales, sociales, etc. Además,
los turnos de intervención suelen estar establecidos de antemano y uno de los participantes,
llamado generalmente moderador, introduce el tema, controla su desarrolla coherente, y regula
el reparto y orden de los turnos. Entre los textos orales no espontáneos se encuentran las
siguientes:

El debate es un diálogo con carácter polémico que tiene la finalidad de intercambiar opiniones
sobre un determinado tema. Está basado en la argumentación de la tesis que se defiende, de
modo que las personas que intervienen pueden defender un determinado planteamiento y rebatir
los de otros con argumentos. Está dirigido por un moderador que introduce el tema, regula el
tiempo de las intervenciones y los turnos de réplica y al final resume las principales ideas
expuestas.

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La tertulia es una discusión informal entre varios interlocutores sobre uno o varios temas.
Supone un intercambio entre distintos interlocutores que se encuentran en un lugar y hora
determinados para hablar de temas de actualidad. El moderador de la tertulia, si lo hay, suele
limitarse a iniciarla, a introducir los cambios de tema y a darla por finalizada.

La entrevista es una forma de diálogo organizado según la estructura pregunta/respuesta, la cual


asigna papeles a los dos participantes: el entrevistador, que introduce el acto director de la
pregunta, y el entrevistado. Tiene como fin de dar a conocer la opinión del entrevistado sobre un
determinado tema (entrevista objetiva) o su personalidad (entrevista perfil).

En el coloquio, un especialista, tras la exposición previa de un tema, responde a las preguntas


que le formula el auditorio.

3.2. Diálogos reproducidos

Como reflejo de su uso en las prácticas lingüísticas cotidianas, el diálogo ha constituido un


elemento constructivo constante en las obras literarias. Sirva como ejemplo la figura retórica
denominada dialogismo, que consiste en la exposición ficticia del discurso de un solo hablante
en forma dialogada, en ocasiones como manera de articular el razonamiento íntimo, que a
menudo se refuerza mediante el procedimiento de la falsa interrogación.

En realidad, los elementos dialogísticos aparecen en las obras literarias de maneras muy
diferentes: bien pueden constituir la estructura básica de enunciación del texto en su totalidad,
en los géneros dramáticos o en el género histórico del diálogo expositivo; bien puede
virtualmente insertarse en cualquier forma literaria, tal como sucede en los principales
subgéneros narrativos.

En cualquier caso, el diálogo sufre una serie de transformaciones al incluirse en los diferentes
tipos literarios. Por ello conviene tener siempre presente que el hecho de configurar o formar
parte de una “representación” literaria es lo que convierte el diálogo en un instrumento o
elemento de construcción del universo imaginario de la obra de ficción. De hecho a través del
diálogo literario queda impreso un complejo contexto de índole extraverbal, que incluye el
modo de enunciación, la actitud de los personajes, sus gestos, movimientos, distancias, etc.

Teniendo en cuenta lo expuesto, revisaremos a continuación los modos distintivos del diálogo
en los géneros literarios en que aparece como constituyente importante.

El diálogo en el teatro. La expresión a través del diálogo se identifica con la literatura


dramática, en la que de costumbre constituye el vehículo comunicativo esencial, si no único. En

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realidad, el hecho de que a través de una sucesión de réplicas de los personajes deba darse
cuenta de un universo imaginario completo, en el que obviamente se incluyen numerosos
aspectos de índole no conversacional, es un factor de constitución del diálogo dramático,
sometido a una manipulación que lo aleja de los diálogos comunes. Además, a ese componente
de carácter verbal hay que añadir la recreación de la situación extralingüística en la que se lleva
a cabo el diálogo, lo que supone la aparición en el texto teatral de otras secuencias no
dialógicas.

Algunas de sus características son: la autosuficiencia (el diálogo en el teatro constituye la


secuencia dominante, dentro de la cual pueden insertarse secuencias subordinadas de carácter
descriptivo, narrativo, argumentativo, etc. y, por encima de todo, es autosuficiente, ya que no se
limita a expresar sentimientos o a manifestar historias vividas, sino que las crea),
la pertinencia (la introducción de lo cotidiano o lo obvio en el diálogo nunca es gratuito, sino
que reviste un significado especial determinado en cada caso por la acción dramática),
el carácter factitivo (las intervenciones de los personajes son en general actos de habla de
carácter directivo o comisivo, ya que los obligan a actuar o modifican sus actitudes y
comportamientos), la ficción de espontaneidad (existe un pacto equilibrado entre la impresión
de espontaneidad y naturalidad que se quiere comunicar y la elaboración a que se ve sometido el
texto por las convenciones de naturaleza literaria), las argucias constructivas (la representación
de una acción a través del diálogo obliga a una serie de estrategias de construcción como el
“acecho” o escucha de una conversación por parte de un personaje oculto, la “información
sumarial” o resumen de lo ocurrido por parte de un personaje nuevo, etc.), las distorsiones de la
forma dialogada (en ocasiones el diálogo entre los personajes aparece interrumpido por otras
formas, también dialogadas, pero que tienen como destinatario directo y exclusivo al público.
Se trata del aparte, en el que un personaje informa a los espectadores de unas intenciones u
opiniones que, a menudo, no coinciden con las expuestas antes los personajes de ficción, y del
monólogo, que se presenta como un desdoblamiento interior del personaje, que habla
aparentemente consigo mismo o verbaliza sus reflexiones), y los procedimientos para
representar lo extralingüístico (dada la compleja naturaleza del texto teatral, aparecen en él
algunas secuencias textuales –las llamadas acotaciones, escritas generalmente entre paréntesis-
que no pertenecen propiamente al diálogo, sino que constituyen fragmentos de carácter
descriptivo-instructivo para la puesta en escena de la obra y para reproducir la impresión de
diálogo en situación directa que se pretende en aras de la verosimilitud.

El diálogo como género literario. El diálogo constituye el elemento fundamental del género
didáctico-ensayístico que lleva su nombre. Su cultivo, asociado desde la Antigüedad a la
exposición de conocimientos e ideas, ha llegado hasta nuestros días, en los que, aunque resulte

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menos familiar que otras formas de ensayo, sigue siendo un óptimo y ameno instrumento de
exposición intelectual.

En lo referente a los interlocutores, no hay limitaciones de número ni de posición social (aunque


los que participan suelen ser varones, con muy pocas excepciones). Por lo general, los
dialogantes tienden a identificarse con un rol en la obra, que suele ser el de maestro o discípulo.

En lo referente al tratamiento espacio-temporal, su carácter secundario respecto a asuntos


filosóficos o técnicos expuestos al hilo de las intervenciones no les quita importancia. La
atención al marco es casi obligatoria, tanto por las exigencias de la preceptiva literaria como por
la afición renacentista a lo individual y concreto, frente a la abstracción y esquematismo
medievales.

En lo referente a su estructura, cabe diferenciar una introducción preparatoria, que justifica la


elección del tema del diálogo, y después una discusión probatoria, que constituye el núcleo del
diálogo.

Es muy importante el elemento de la ficción conversacional, que tiende a hacer ver el diálogo
literario como reflejo de la conversación real. Para ello se introducen procedimientos teatrales
(acotaciones, apartes, monólogos) y una serie de interrupciones digresivas, que aligeran la
marcha temática de la conversación.

El diálogo en la narrativa. Aunque en los géneros narrativos predomine la modalidad de


enunciación representativa, a la voz del narrador se añaden una serie de formas compositivas,
entre las cuales destaca el diálogo, que se acoge a la reproducción literal de lo dicho por los
personajes (discurso directo).

Por lo general, la descripción del diálogo en la narración corresponde básicamente a la del


diálogo dramático. De hecho, se considera que cuanto más diálogo contiene una narración, más
se acerca al teatro. No obstante, el diálogo inserto en la narración debe ser considerado
secundario. Al igual que los restantes componentes discursivos del relato –las subnarraciones
(sean o no enunciados por un personaje), las descripciones o los comentarios expositivos
debidos al narrador principal-, los diálogos entre personajes se caracterizan por la subordinación
jerárquica al discurso del narrador principal.

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4. CARACTERÍSTICAS PRAGMÁTICAS

El diálogo, estudiado como lenguaje en situación, es objeto de la pragmática porque no se


circunscribe a los hechos estrictamente lingüísticos, sino que se abre a las circunstancias
personales de los hablantes y a las referencias de la situación física y cultural en que se
desarrolla, lo que permite aislar tres notas características del mismo que es preciso tener en
cuenta desde la perspectiva pragmática:

 Es un proceso interactivo en el que concurren varios sujetos, lo que le da un carácter


social y le impone una normativa que regula la actividad de los diferentes sujetos.

 Es un proceso que se desarrolla con la alternancia de turnos regulada por una normativa
social y, en consecuencia, tiene la forma de discurso fragmentado.

 Es un proceso semánticamente progresivo que se dirige hacia la unidad de sentido en el


que convergen todas las intervenciones.

De estos tres rasgos se derivan sus características y normas pragmáticas más importantes:

A) Las normas pragmáticas del diálogo.

El diálogo es una actividad regida por normas que regulan la conducta de los hablantes, como
todas las actividades sociales que se desarrollan por turnos. Quizá la norma previa más amplia
para el diálogo es la que reconoce a toda la dialogante libertad de intervención y las mismas
posibilidades de uso de los turnos, independientemente de que su situación social fuera del
diálogo sea de desigualdad, pues no admite jerarquías.

Además, la participación de los hablantes debe ser activa. No es suficiente que uno hable y el
otro escuche: es norma regulativa del diálogo que sus sujetos intervengan como hablantes y
como oyentes, de modo que tan descortés es no hablar como no escuchar.

Por otro lado, el sujeto en sus turnos de oyente ha de mostrar mediante signos no verbales que
está escuchando y demostrar en sus turnos de hablante que ha oído y entendido las
intervenciones de los demás, pues rompe las normas regulativas del diálogo el hecho de
intervenir fuera de contexto, ya que supondría impedir el avance hacia la unidad de fin. Los
dialogantes no pueden limitarse a asentir, o a estar presentes para que el interlocutor disponga
de un tú, ya que esta situación es típica del monólogo, pero no la del diálogo, que es un proceso
interactivo.

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B) Los cambios de turno.

La actividad dialógica se basa en un sistema alternado de turnos de palabra, que constituye el


mecanismo que define la organización conversacional. El turno de palabra, que se puede definir
como el espacio/tiempo de habla ocupado por un participante, puede ser de diferentes tipos,
desde el más simple, constituido por un solo elemento fático, como sí, ya, ¡ah¡, mmm, hasta el
más complejo, que puede incluir un relato, una descripción o un argumento.

El estudio de los turnos de palabra se ha mostrado altamente productivo. Se ha apreciado que


los turnos constituyen la base organizativa de muchas actividades humanas, además de la
conversacional, como, por ejemplo, muchos juegos. En el caso de la conversación, observar
quién toma la palabra, cuántas veces, de qué manera y cuánto tiempo ocupa a lo largo de la
interacción aporta una información muy clara y valiosa sobre los papeles comunicativos que
adopta cada participante y sobre las relaciones de poder, de dominación, de solidaridad o sobre
la distancia social que se establece entre quienes participan en la conversación.

C) El principio de cooperación.

La conversación es, por tanto, un medio de interacción humana para convencer, admirar,
solicitar, ordenar, etc. Al ser un intercambio, dependerá estrechamente de la intención y de los
propósitos de los participantes, lo que supone que cada vez que entablemos una conversación,
necesitaremos determinar el propósito de la misma para no caer en una situación de
incomprensión.

Toda conversación se rige, además, por una serie de “normas” que establecen su regulación
social. Grice parte del supuesto de que para que una conversación se lleve a cabo con éxito es
necesario, al igual que en cualquier otra acción de carácter colectivo, que quienes participen en
ella lo hagan de forma cooperativa. Por ello propone una serie de principios no prescriptivos
aceptados por los participantes en una conversación que conforman lo que denomina principio
de cooperación.

Este principio general se desglosa en cuatro máximas de menor rango a las que Grice da
importancia si se quiere tener éxito en la interacción:

 Cantidad: cada emisor ofrece toda la información referente a un tema.

 Calidad: hace que se emita la verdad o lo que se tiene por tal.

 Pertinencia: un emisor interviene de acuerdo con la pertinencia del contexto

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 Manera o modo: la emisión ha de ser clara, breve y ordenada.

Los principios y las máximas de la conversación van produciendo un discurso lleno de


cohesión, permiten que la charla fluya de manera económica, sin repeticiones, y son causa
fundamental de que la conversación pueda presentar un carácter sistemático y coherente.

Otro tipo de acciones de carácter no verbal que garantizan la coherencia lineal entre los turnos.
Se trata de aspectos como el contacto visual, los gestos, la mímica o la distancia entre los
interlocutores, que no sólo condicionan y posibilitan la correcta interpretación de los
enunciados, sino que pueden ser también condiciones o consecuencias de otros actos de habla.

Otro factor de carácter pragmático que dota de coherencia al texto es el reconocimiento de la


intención del hablante por parte del oyente. No se trata únicamente de interpretar el contenido
del enunciado, sino que debe elaborar hipótesis, a partir del conocimiento compartido, sobre la
intención que persigue su interlocutor con el acto de habla emitido, ya que el participante en la
conversación no sólo debe ser coherente con los turnos precedentes (los propios y los del otro),
sino que también debe planificar su intervención para conseguir con mayor grado de
satisfacción el objetivo perseguido por esa interacción. Todo ello supone un proceso cognitivo
extremadamente complicado que forma parte de la competencia comunicativa de cada hablante.

5. CARACTERÍSTICAS LINGÜÍSTICAS Y TEXTUALES

Los análisis lingüísticos del diálogo se han centrado con preferencia en su naturaleza de
discurso directo y en su forma de discurso segmentado.

Por un lado, los rasgos lingüísticos con los que se suele caracterizar el diálogo tienen uso
también fuera de él, pero su índice de frecuencia es más alto en el discurso dialogado y le
confieren una relativa especificidad. Los índices caracterizadores del discurso dialogado son los
siguientes:

 El uso, más frecuente que en otro tipo de discurso, de deícticos personales y la


frecuencia mayor deícticos espaciales y temporales.

 El predominio de tiempos verbales que pertenecen al mundo comentado, es decir, los


situados en el eje temporal del presente (presente de indicativo, pretérito imperfecto,
futuro y pretérito perfecto).

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 El predominio de índices de dirección al receptor: frases interrogativas, exhortativas,
exclamativas, etc., con las que se requiere el conocimiento, la acción o la atención del
interlocutor; y el modo imperativo.

 La alta frecuencia de señales axiológicas: sustantivos y verbos de campos semánticos


marcados positiva o negativamente, adjetivos de valor, la distribución intencional de la
frase para destacar el término valorativo, etc. por ser lenguaje directo.

 El uso relativamente frecuente del metalenguaje, pues es fácil rectificar, aclarar,


matizar, etc., sobre la marcha al hablar en directo y precisar lo necesario cuando se
observa que el interlocutor no ha entendido o necesita más información. O sea, uso
frecuente de la función fática.

 Predominio de la parataxis y la elipsis: -Ella, nada. Aquí la estoy convenciendo.

 Frases inacabadas y anacoréticas: Es que a mí no me… es una persona muy arisca.

 Expresiones en función fática que refuerzan la petición de información o su


corroboración: ¿verdad?, ¿no?, ¿a que sí?,…

 Marcadores conversacionales: Quiero decir, es decir,…

Mientras que los medios gramaticales de conexión son dictados por la competencia lingüística
de los hablantes, la coherencia del diálogo depende, por tanto, de su competencia lógica y
discursiva. Hay quien habla correctamente, pero “se pierde” en ideas o en esquemas; hay quien
verbaliza mal, o construye mal, pero no pierde de vista los esquemas subyacentes, e interviene
oportunamente en el dialogo. El diálogo exige para su coherencia que todos lo hablantes se
atengan a las normas gramaticales, pero también que sepan por dónde se está discurriendo.

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6. CONCLUSIÓN

El diálogo, al ser un discurso formado por enunciados segmentados en partes que emiten dos o
más interlocutores, representa mejor que ningún otro la naturaleza social de la lengua. Además,
como variedad de discurso cuenta entre sus múltiples manifestaciones con la forma más natural
y espontánea de uso del lenguaje: la conversación. Esta constituye la base de las relaciones
sociales, por lo que es necesario abordar su estudio desde múltiples perspectivas que permitan
dar cuenta de su complejidad e importancia para el mantenimiento del tejido social.

Desde el punto de vista educativo, es interesante destacar que el conocimiento de las


convenciones que regulan el diálogo (la alternancia de turnos, los principios de cooperación, la
cortesía) no sólo ayuda al desarrollo de la competencia comunicativa del alumno, sino que
mejora sus relaciones con los demás.

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BIBLIOGRAFÍA

ADAM, J.M. (1992): Les textes: types et prototipes. Nathan: París.

AGUIAR E SILVA, V.M. (1972): Teoría de la literatura. Gredos: Madrid. 1999.

BOBES NAVES, M. C. (1992): El diálogo. Estudio pragmático, lingüístico y literario. Gredos:


Madrid.

DIJK, T. Van (1978): La ciencia del texto. Paidós: Barcelona.

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