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Índice

Introducción ................................................................................................................. 3
Capítulo I. La infancia ................................................................................................. 4
1. 1 El desarrollo de la infancia como concepto ................................................... 4
1.1. 1 La infancia en peligro y el complejo tutelar ............................................. 8
1. 2 El abandono como constructo social .......................................................... 10
1. 3 Legislación argentina, políticas sociales y niños vulnerables ..................... 14
1.3 .1 Políticas Públicas y la Ley 26.061 de Protección integral de los
derechos de los niños, niñas y adolescentes .................................................. 16
Capítulo II. Sistema de Protección Integral en Argentina ........................................ 20
2. Estructura del Sistema de Protección Integral................................................. 20
2.1 Diagrama institucional del Sistema de Protección Integral ...................... 22
2. 2 El sistema de Protección Integral y la articulación institucional ............. 24
2.3 Las instituciones competentes del Sistema de Protección Integral
........................................................................................................................ 27
Capítulo III. El niño, la familia y la sociedad ............................................................. 31
3. 1 Los roles y funcionalidad familiares .............................................................. 35
3.2 Familia y trabajo social como base de la protección ..................................... 37
Capítulo IV. Niñez y adolescencia, hogar y cuidados .............................................. 41
4. 1 Argentina y la proyección de los niños ......................................................... 41
4. 2 Los centros de cuidado a niños, niñas y adolescentes ................................ 43
4. 3 Caracterización de los centros de cuidado para favorecer el crecimiento de
niños, niñas y adolescentes ................................................................................. 46
4.4 Enfoques propuestos para el cuidado de niños, niñas y adolescentes. ....... 48
4. 5 Los equipos profesionales en los hogares de cuidado ................................ 53
4.6 Los “Pequeños Hogares”................................................................................ 55
Bibliografía ................................................................................................................. 62

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Introducción

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Capítulo I. La infancia

1. 1 El desarrollo de la infancia como concepto

El concepto de infancia como se conoce hoy se puede considerar como


nuevo, ya que fue introducido en la Convención sobre los Derechos del Niño,
siendo aprobado por las Naciones Unidas en 1989, donde se contempla una
definición nueva de infancia, considerando unas normas universales concernientes
a la infancia e incluyendo los derechos de la niñez como un requerimiento
obligatorio y de carácter jurídico.

A partir de este concepto, se reconoce pues que la infancia involucra un


espacio definido y seguro, donde los niños pueden crecer y desarrollarse,
separado así de la edad adulta. (UNICEF, 2005).

Retrospectivamente, en la historia de la humanidad la infancia no siempre


ha tenido la relevancia de hoy. En efecto, es una noción que se ha caracterizado
por diversos cambios a través del tiempo, por lo cual es una construcción social
que está relacionada con los diversos acontecimientos sociales, históricos,
demográficos, económicos y culturales, entre otros (Chuart, 2011).

Los antecedentes sobre el tema lo sitúan en el mundo Grecorromano,


donde no existía un concepto para describir la niñez; este período de edad estaba
vinculado a los conceptos de “nutrir”, “criar”, “engordar”, es decir, no existía una
forma específica para referirse a este período de la vida. Se observa una casi
negación de la infancia, es consistente con la práctica extendida y aceptada en la
antigüedad respecto del infanticidio y sacrificio de niños(as) en numerosos rituales.
En la época medieval, en Europa, tampoco existe una representación socialmente
significativa sobre la “infancia”. Estaba limitado a la definición de un período muy
breve en la vida de las personas, donde los niños(as) desde muy pequeños, una
vez que pasaban el período de dependencia materna, se integraban totalmente al
mundo de los adultos, vistiendo igual que ellos y realizando las mismas
actividades u oficios. Así, la sociedad de principios de la Edad Media solo ve en el

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niño(a) una persona pequeña o como un hombre incompleto (Chuart, 2011).

A partir del proceso de modernidad y de los procesos de industrialización y


globalización, y de la mano de las instituciones como el Estado, la familia o la
escuela, nace una nueva visión de la niñez; el concepto de infancia se ha
resignificado, lo cual introduce nuevas prácticas, legislaciones y valoraciones
morales.

Se debe tener en cuenta que según la manera cómo las sociedades han
definido a la infancia y le han asignado una connotación social ha determinado la
relación que ha existido desde los adultos, el Estado y las instituciones hacia los
niños y niñas. Esta conceptualización sobre la infancia ha orientado la existencia o
no existencia de determinadas políticas sociales, instituciones y programas para
los niños(as) y ha delineado sus características.

En otros términos, detrás de toda política o programa para los niños y niñas,
existe una concepción determinada de lo que es la infancia para una sociedad
(Chuart, 2011).

La palabra niñez implica la definición del periodo de la vida de los seres


humanos que comienza en el nacimiento y termina en la adolescencia, durante el
cual transcurre el desarrollo fisiológico y motor del niño. Este se distingue de dos
periodos anteriores, el neonatal y la lactancia, los cuales ocurren hasta los 24
meses de vida, basándose en las diferencias funcionales de cada etapa. (Pávez,
2012)

La Real Academia Española define a la niñez como “el periodo de la vida


humana que se extiende desde el nacimiento a la pubertad”, describiendo así el
periodo que transcurre durante los primeros años de vida. Generalmente este
grupo, dadas sus características, está inserto en todas las sociedades, ya que
biológicamente existen en alguna proporción en todo el mundo.

Por tanto, la niñez como grupo humano, por sus condiciones de


vulnerabilidad amerita de normas y estatutos de protección para resguardar sus
derechos.

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En la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, en pro del
cumplimiento de la Convención de los Derechos del Niño, se establece en el
artículo 4° El derecho de la niñez a la satisfacción de sus necesidades de
alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral,
abarcando de esta forma las necesidades físicas y fisiológicas del niño como ser
humano (Álvarez, 2011).

Es necesario distinguir, entre el concepto de niñez y el de infancia, en el


que uno se refiere principalmente a un grupo etario existente en la sociedad,
caracterizado por encontrarse en el comienzo del desarrollo físico y biológico del
ser humano, mientras que el otro comprende un espacio construido socialmente
alrededor de la niñez, por ende la infancia abarca la niñez.

Así, la constitución del niño como sujeto social es analizable en la brecha


que existe entre la intervención y contribución adulta y las experiencias adquiridas
por cada niño, es lo que se llama construcción social de la infancia, constituida por
la imagen que cada uno percibe de sí mismo en conjunto con la construida por la
sociedad para esa generación (Carli, 1999).

Analíticamente esto despierta algunas interrogantes tales como: ¿En qué


momento el niño se convierte en un sujeto social? O si ¿El niño deja la infancia al
considerarse un individuo con derechos particulares? Históricamente, esta etapa,
en la modernidad, alcanzó un status diferenciado de la adultez, convirtiéndose así,
cada niño en un sujeto singular, objeto de un porvenir caracterizado por la
escolarización y desarrollo familiar (Carli, 1999).

Por lo tanto, no podemos aislar a la niñez del contexto en el que se


desenvuelve, ni de los actores que lo rodean, debido a que la infancia se
caracteriza por los significados y los símbolos que cada sociedad y cultura le
atribuyen a la etapa de la infancia, los cuales pueden diferir de cultura a cultura y
entre clases sociales. Commented [CP1]: Se trató de hacer un diálogo con la
autora para nombrar conceptos como el de la infancia,
según lo sugerido.
Las concepciones en torno a la infancia varían de acuerdo a los factores
existentes en cada sociedad, grupo o comunidad y en cada momento histórico.

La edad ha sido considerada, junto con el sexo, como un principio universal


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de organización, uno de los aspectos más básicos y cruciales de la vida humana
(Feixa, 1996).

El niño es visto como el portador del futuro. Así se tiene que, se le ha dado
visibilidad al concepto de niñez; también se ha hecho emerger la intervención del
Estado en el cuidado del niño y de la niña, al tratar de que esta población tenga
una socialización más uniforme y disciplinada. A su vez, el Estado limita y prohíbe
el trabajo infantil en tanto se entiende como una forma de explotación, ya que se
convierte en un obstáculo para la escolaridad y el desarrollo del infante.

Además, se incorporó la figura del niño y del adolescente en el derecho


penal, creando marcos jurídicos, Códigos Penales e institucionales. Por ello, la
escolaridad se convierte en un derecho y en un deber (Danieli y Messi, 2012).

Para esto, el ente competente encargado preeminentemente de transmitir


conocimientos, valores y elementos culturales es la institución escolar, por medio
de un proceso que se divide en primaria, secundaria y terciaria, y transcurre
durante por lo menos doce años de estudio, a través de los cuales la infancia se
desarrolla como constructo social y ese grupo etario se hace más importante
socialmente (Chuart, 2011).

Es necesario comprender que, aunque en el transcurso de los años se ha


incrementado la atención y la importancia que los Estados y la sociedad en
general les dan a los infantes, evidenciándose por medio de movimientos en pro
de la protección de sus derechos, instituciones escolares, y otros. Sin embargo, no
toda esta población puede incluirse en estos sistemas formales de atención, por lo
que surge una interrogante: ¿Dónde queda el infante que no puede incluirse en el
sistema escolar?, respondiendo a esta pregunta se afirma que así como han
nacido muchas iniciativas y movimientos a favor de la infancia, también es de
público conocimiento la existencia de “guetos” conformados por inmigrantes,
donde no existe registro ni amparo para los niños. Con ello, surge la
patologización de la infancia,. Según Bisig (2012) esta plantea que esta población
es considerada vulnerable en tres áreas: psiquiátrica, judicial y educativa,
surgiendo la llamada “infancia en peligro” que enmarca a los que no han contado

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con una crianza y educación apropiadas, y “la infancia peligrosa” que abarca a los
infantes en estado de delincuencia.

Conceptualmente la patologización es definida por Korinfeld como un


proceso que:

lleva a concebir como enfermas ciertas particularidades de los


sujetos, lo cual implica un conjunto de operaciones políticas,
programas, estrategias y dispositivos; intervenciones puntuales;
campos argumentales; cuyos efectos ubican en un lugar de
enfermo/a, o de potencialmente enfermo o anormal o pasible de
traumatización o desubjetivización, a aquellos individuos que
quedan por fuera de los criterios de normalidad de su época
(2005, p. 17)

La patologización, por tanto, se puede entender como ubicar o etiquetar


algunos patrones de comportamiento dentro del estigma de enfermedad, siendo
condicionado por aparentes conductas, que en muchos casos se hace de forma
automática y mecánica. Si se encasilla a la infancia como una patología por tener
comportamientos y necesidades distintas a las de los adultos, entonces se pierde
el categorizar al niño como un individuo particular que vive un proceso de
aprendizaje y desarrollo progresivo, estando en una posición vulnerable en la que
necesita tutela y protección que lo alejen, en la medida de lo posible, de
situaciones desfavorables para su crecimiento. Commented [CP2]: Se habló de la patologización de la
infancia desde una postura propia y se planteó la
conceptualización del concepto según un autor.

1.1. 1 La infancia en peligro y el complejo tutelar

En el parágrafo anterior se hacía referencia a la patologización de la


infancia y a la vulnerabilidad de los infantes, trayendo consigo la creación de unas
infraestructuras de prevención y educación por medio del sistema judicial, cuyo
objetivo es evitar el delito. Este niño en peligro o en condiciones de abandono, se
convierte entonces en objeto de intervención judicial, con lo cual la familia no solo
se somete a la observación, sino que además los padres son reemplazados por
jueces, trabajadores sociales, psiquiatras, etc.

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Fernández (2010) comenta que las leyes que buscan proteger a los
menores de edad en Argentina, se remontan a comienzos del siglo XIX, cuando
fue establecida la ley N° 10.903, en el año 1919. A través de ella, se crea el
llamado “Patronato de Menores”, donde se le da poder a los Juzgados de Menores
a que sitúen los infantes que se consideraban en peligro a ser atendidos por otras
personas o instituciones, con la intención de disminuir la gran cantidad de niños,
que para el momento existían en lo que calificaban como “abandono material” o
situación de “peligro moral”. La Ley de Patronato legalizó lo que ya socialmente
era un hecho. Iba dirigida a proteger a la llamada infancia pobre o en situación de
abandono; aunque los jueces tenían el poder arbitrariamente, anulando el derecho
de los padres a tener la custodia y patria potestad de sus hijos. En las instituciones
regidas por esta ley eran atendidos niños que en su mayoría, según comenta
Fernández (2010), citando a Irigoyen (1913), eran miembros de familias de
inmigrantes.

Surge así la concepción tutelar como una medida de control e interacción


entre las familias y el Estado sobre los miembros considerados como no
responsables de sus actos y proviene del paradigma nombrado de situación
irregular que entra en profunda contradicción cuando se habla de derechos,
participación y sujetos sociales (Plata y Salcedo, 2010).

La tutela permite una intervención estatal apoyándose en la defensa de los


intereses de sus miembros más frágiles, intervención correctiva y salvadora a la
vez, al precio de una desposesión casi total de los derechos privados (Donzelot,
1977). Commented [CP3]: Se incorpora información sobre la
Ley de Patronato

Este sistema judicial puso en marcha mecanismos judiciales para colocar a


este “menor” a disposición de los institutos y consejos provisionales de
protección, con el fin de declararlo en estado de abandono; esta declaración
habilita para la pérdida o privación de la patria potestad de sus padres y la
derivación definitiva del infante a un nuevo medio familiar o a instituciones
jurídicas como la guarda judicial y de adopción (Bisig, 2012).

Un hecho que sintetiza lo señalado es la realización del Primer Congreso

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Internacional de Protección de la Infancia, realizado en Bruselas en 1913, que
instala la temática de la niñez en la agenda de los Estados y en el discurso de las
organizaciones internacionales. Los temas centrales del Congreso fueron la
higiene y la educación para la crianza de la infancia, la urgencia en disminuir la
mortalidad infantil, los programas para superar déficit en la tutela de niños(as) y la
educación de las madres en el cuidado de sus hijos (Chuart, 2011).

En ese contexto, las problemáticas y conflictos de las familias han dado


como resultado una concepción de la infancia en peligro, siendo el Estado quien
asume la tutela y vigila a estos menores, mostrando un ejercicio del principio
foucaultiano que afirma que es mejor vigilar que castigar (Plata y Salcedo, 2010)

1. 2 El abandono como constructo social


En el siglo pasado, el niño abandonado y el niño delincuente no eran
diferenciados, lo único que hacia la diferencia era la “peligrosidad” que
representaba el niño, más no su situación real, ni su situación de abandono; se
buscaba la protección de la sociedad, recluyendo al niño.

Estas prácticas, regidas bajo la Ley del Patronato de Menores (1919),


legitimaban el control de las minorías, pues al niño abandonado se le encerraba;
es la llamada infancia abandonada y delincuente la que se transforma en motivo
de vigilancia y cuidado, mientras son sujetos presente en todos los discursos
políticos de la época de principio del siglo XX, se convierten en objeto de análisis y
estudio científico y en individuos sujetos a la intervención del Estado.

Las nociones que prevalecen en el imaginario social en torno a la infancia


abandonada es la contaminación de la inocencia de la infancia, al estar en
contextos peligrosos y catalogados como inmorales como el vagabundeo, la
orfandad, la delincuencia, la pobreza, la mendicidad, el narcotráfico, etc. (Bisig,
2012)

La mayoría de los estigmas e ideas que existen dentro de la sociedad


concernientes al abandono de la infancia es la corrupción de esta, representada
en gran manera por el desenvolvimiento del niño en ambientes peligrosos,

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expuestos a la delincuencia, el narcotráfico, falta de vivienda y educación y por
ende la indigencia, la orfandad, el ocio y la mendicidad; por lo que a modo
personal se coincide con (Bisig, 2012) cuando menciona que “la gran mayoría de
las familias que fueron objeto de la intervención estatal a través de la internación
de alguno de sus hijos en alguna institución del Estado, presenta una endeble
estructura económica, social, cultural, etc. Esta condición y las situaciones
internas que afectan a estas familias caracterizadas por la existencia de elementos
conflictivos con reconocida capacidad para desencadenar situaciones de crisis,
hacen a estas familias vulnerables ante situaciones excepcionales, que agudizan
los problemas existentes y que provocan una ruptura en el desarrollo de la vida
cotidiana. Estas pueden producir estados de conflicto capaces de afectar la
continuidad del vínculo paterno filial” (Bisig, 2012, p.55). Commented [CP4]: Se parafrasearon estas ideas

Por lo tanto es oportuno mencionar a Pineda (2008), cuando comenta que


el abandono es un escenario de amplia dejadez y negligencia, que produce una
ruptura en la relación entre padres o cuidadores y el niño, es decir, el abandono
representa el alejamiento físico y el cese de cualquier tipo de compromiso y
cuidado, pero para ser catalogado como abandono el responsable legal debe
manifestar esa ausencia mientras se encuentren conviviendo en el mismo hogar. Commented [CP5]: Se redactó mejor este párrafo

Entonces, podemos decir que el abandono puede presentarse debido a


ciertas condiciones de índole social y económica. Además, en una situación
económica inestable, el individuo se vuelve vulnerable, cada vez es más difícil
encargarse de otra persona.

Al hablar de vulnerabilidad, se debe remitirse a un fenómeno social que ha


tomado fuerza en las últimas décadas y que intenta reconocer a la población con
significativos riesgos de rezagarse en sus condiciones de vida y marginarse del
desarrollo; el niño en abandono es una realidad que viven muchos infantes
alrededor del mundo, sin importar clase social (Jiménez, 2013).

De ahí que la vulnerabilidad social se tenga en cuenta para caracterizar a


ciertos individuos o grupos que no se ajustan dentro de las categorías utilizadas
en los sistemas de clasificación tradicionales como los basados en la distribución

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del ingreso o condiciones de empleo (Kaztman, 2010).

La condición de pobreza, entonces, es un elemento importante sobre la


capacidad de las familias de resolver los problemas, el poco conocimiento de los
temas jurídicos, la ausencia de recursos y la escasa autonomía. Todos estos
factores configuran un estado de indefensión que destruye la capacidad de
mantener el núcleo familiar facilitando la actuación del Estado, que decide el
destino de los hijos; la situación de abandono y riesgo se convierte en patrimonio
exclusivo de los niños de los pobres.

Por otra parte, una de las características particulares, mas no exclusivas, de


los niños en situación de vulnerabilidad es la violencia y el maltrato, físico y
psicológico hacia su persona.

Martínez y de Paúl (1993, citados por Moreno, 2002) consideran que el


maltrato por negligencia es consecuencia de actuaciones inconvenientes por parte
de los progenitores/ cuidadores, ante las necesidades físicas, psíquicas, sociales e
intelectuales del menor a su cargo. A su vez, lo consideran propio de aquellas
familias donde existen unas necesidades adicionales prioritarias, pudiendo tener
dicha situación de malos tratos un carácter consciente o inconsciente (ignorancia,
incultura, pobreza, etc.). Asimismo entienden por abandono físico, aquella
situación de negligencia infantil, en la cual el grado es extremo y cuyas
consecuencias físicas en el niño son muy elevadas. Commented [CP6]: Se eliminó un párrafo, tras revisar bien la
idea. Era desacertada:

El niño y la niña, de esta manera, se convierte en un bien social sobre el


que podía disponer el Estado. Así se tiene que el dispositivo jurídico inscribe a la
infancia como un bien a cargo de un otro “adulto” que lo representa y lo tutela;
este adulto debe estar inscrito en los parámetros de la “normalidad” y del “buen
ciudadano” (García, 1998).

Asimismo, el Estado o la estructura política pasa a ser papel fundamental


para la sociedad. La conformación del Estado-nación o el Estado moderno dirige a
la relación del Estado con las políticas asistenciales. La obligación de generosidad
y de asistencia son asociadas al ejercicio del poder y de la autoridad (Balandier,
1976).

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El internamiento como propuesta de atención al abandono infantil o a la
desventaja social es una medida común o central en el sistema de protección
hacia los grupos vulnerables. En ese sentido, se debe comenzar a debatir los
conocimientos sobre la labor de estas instituciones debido a que sus políticas y
prácticas atraviesan la historia, la subjetividad, la vida emocional, las condiciones
de autonomía y los proyectos de vida de estos niños, niñas, jóvenes y sus familias
(Salcedo y Plata, 2010)

Asimismo, se vuelve necesario dejar de lado la visión de padecimientos o


disfuncionalidad o de anormalidad para orientar una propuesta de
acompañamiento, orientación y prevención conjunto con los trabajadores sociales,
los psicólogos, los abogados y todos los profesionales que pueden aportar para la
igualdad de condiciones en las clases sociales.

Por otra parte, se debe discutir sobre los factores que ponen en el camino
del riesgo a una gran cantidad de familias, sea cual sea su conformación
estructural, para poder desarrollar políticas públicas más justas (Salcedo y Plata,
2010).

Por otro lado, debido a que los núcleos familiares que se construyen en un
entorno de pobreza son consideradas familias multi-problemáticas, esto se debe
colocar en la agenda pública. Es decir, hay que nombrar y hacer visible la
situación familiar que antecede al abandono y al posterior internamiento, pero
desde la voz de los niños y de los padres, desde sus vivencias, desde su realidad,
para crear políticas públicas centradas en los sujetos a los que se dirigen (Salcedo
Plata, 2010):

No hay que desconocer que el concepto igualitario de ciudadanía


también sirvió para encubrir la exclusión de algunos sectores. De esta
manera, las políticas focalizadas de combate a la exclusión fueron
divulgadas como aportes a las políticas universalistas, generando un
falso antagonismo que recientemente empieza a ser disuelto a pesar de
las políticas selectivas (Satriano, 2006, p.71).

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1. 3 Legislación argentina, políticas sociales y niños vulnerables

En Argentina, desde la ratificación de la Convención Internacional de los


Derechos del Niño (1990), hasta la sanción de la Ley 26.061 (2005), la práctica de
salvaguarda e institucionalización con fines de adopción de los niños en
condiciones de vulnerabilidad y abandono seguía vigente (Bisig, 2012).

A partir de la sanción de la Ley 26.061 se comenzó a reconocer el derecho


fundamental de las personas menores de edad a crecer y desarrollarse con su
familiares biológicos y dio lugar a las modificaciones de las resoluciones que
buscan la preservación de los vínculos familiares y al replanteo del concepto de
adopción (Bisig, 2012).

Lerner (2012) resalta la amplitud de lo que abarca la Ley 20.061, la cual da


forma al ejemplar de la protección integral, reconociendo al niño como un individuo
con derechos; también amplía el concepto de familia, pues ya no solo se reconoce
a la familia nuclear, sino los que el derecho reconoce. Asimismo le otorga a la
familia, de forma prioritaria, la responsabilidad de la seguridad del goce y ejercicio
de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, según lo que recita el artículo
7. De igual forma, en el artículo 33, se comparte la responsabilidad con los
organismos del Estado, los cuales están obligados a certificar, por medio de
programas de asistencia, que la familia sea responsable, no siendo la falta de
recursos materiales de los padres o familiares responsables una condición por la
que se deba separar al niño de su familia, a diferencia de la Ley Agote.

La Ley 20.061, a partir de algunos decretos como los número 415 y 416 del
año 2006, descentraliza las competencias, ampliando el trabajo con las provincias
para que cada una tenga, de forma local, autoridades administrativas de
protección de Derechos (Lerner, 2012) Commented [CP7]: Se incorporó la propuesta de Lerner

Por otro lado, es necesario promover la adopción de medidas concretas que


establezcan servicios dirigidos a la comunidad y a atender a las necesidades
reales y sentidas por la población de riesgo, los problemas y los intereses de los
niños y jóvenes y de sus familias. También, debe discutirse la importancia del
apoyo de la familia al niño y a la niña, como así de la comunidad en el tratamiento

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de los problemas asociados a pobreza, vulnerabilidad y exclusión social para
responder a una protección real de la infancia. (Bisig, 2012).

Según define Bustelo (2000): el pobre no es tan solo pobre porque tiene
carencia de bienes materiales, sino porque además es hecho pobre para
constituirlo como dependiente de quien le da la dádiva y administra favores.

Los programas de este tipo que se han implementado en la región


latinoamericana cumplen principalmente con la función estructural de las redes de
seguridad social, esto es, la atención de las poblaciones en situación de pobreza o
vulnerabilidad crónica y operan como estrategias orientadas a la mitigación de las
consecuencias de las crisis económicas, como es el caso del programa Familias
en Acción de Colombia, pero también procuran la reducción de riesgos futuros por
la vía de la promoción del capital humano.

Así, quizás sería relevante considerar la expansión de este tipo de


programas para las familias que están levemente por sobre la línea de pobreza, lo
que implicaría que estos dispositivos desempeñen la función contra cíclica de las
redes de protección social. (Satriano, 2006).

Así se tiene que, los programas sociales se convierten en un mecanismo de


control social, a través de los cuales los actores con mayor poder ejercen una
fuerte influencia para legitimar las perspectivas e ideologías en las zonas de
pobreza. El control se manifiesta en las consecuencias que arrastran estos
enfoques programáticos, que producen inhibición de la acción colectiva y reducen
las prácticas a una continuidad de las medidas asistencialistas y perpetuando
clientes de los proyectos sociales. Por ello, habría que evaluar los efectos que
ocasiona este Estado reducido respecto de la responsabilidad sobre los sectores
marginales, que opera solo a favor del aumento del capital (Satriano, 2006).

En resumen, la política social se debe basar en la voz del ciudadano, es


decir, por y desde el ciudadano. Incluyendo la perspectiva cotidiana para lo cual es
necesario indagar y poner de manifiesto su actitud ante la pobreza y ante la
intervención estatal (Hintze, 2000).

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Además, en numerosos lugares alrededor del mundo la vida diaria de
muchos niños es igual a la de los adultos en cuanto a lucha por la supervivencia,
pues el trabajo infantil es común, así como la vida delincuencial, ausentismo
escolar y falta de hogar o indigencia. Esto, permite hablar de un fenómeno de
adultización, en el que las experiencias tempranas y prematuras hacen que la
infancia desaparezca. Estas generaciones aglomeradas por la pobreza,
explotación y marginación social están excluidas sin experimentar el disfrute de la
edad temprana. (Carli, 1999)

La infancia, entonces, está conformada por las propiedades cambiantes de


la sociedad y las características que moldearon a los infantes unas décadas atrás
no son las mismas de la sociedad moderna, ya que se desarrolla durante nuevos
contextos históricos. (Carli,1999).

Por ello, al entender a la infancia como un concepto construido socialmente,


donde el niño es un sujeto social en desarrollo, y debe ser capaz de tener visión
de futuro y edificar su historia. Aunque existe, en comparación con años
anteriores, un gran avance jurídico, científico y social en cuanto a la protección y
los derechos del niño, no todos son capaces de entrar en este grupo de “infantes”.
(Carli, 1999)

Por otro lado, para educar y contribuir en el desarrollo de la infancia en la


sociedad contemporánea, es necesario percibir al niño como un sujeto social en
crecimiento, pero bajo condiciones más complejas y desiguales que los adultos
(Carli,1999).

1.3 .1 Políticas Públicas y la Ley 26.061 de Protección integral de los


derechos de los niños, niñas y adolescentes

El concepto actual de infancia está condicionado por lo establecido en la


Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado de la Organización de
Naciones Unidas que exige a los países miembro adaptar sus normativas y leyes
internas para la total protección y satisfacción de los derechos de los niños,
eliminando así la concepción de estos como sujetos incapaces, y pasan a ser

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considerados personas que por sus características de crecimiento ameritan de
protección especial.

Para ejecutar el cumplimiento de este tratado la República Argentina aprobó


en el año 2004 la Ley Provincial N° 13.298, en la que recita que:

Tiene por objeto la promoción y protección integral de los derechos de


los niños, garantizando el ejercicio y disfrute pleno, efectivo y
permanente de los derechos y garantías reconocidos en el
ordenamiento legal vigente, y demás Leyes que en su consecuencia se
dicten (Art. 1).

En esta se hace la diferenciación entre los entes con competencia civil y


con competencia judicial, y en su complementaria, la Ley 13.634 se establecen los
Principios Generales del Fuero de Familia y Fuero Penal del Niño. (Ley 13.634,
2004); posteriormente, en el año 2005 la Ley Nacional de Protección Integral de
los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, o Ley Nacional 26.061, de
acuerdo a la cual se conforma el sistema de protección por entidades y
organismos que coordinan, planifican, ejecutan y supervisan el desarrollo de las
políticas públicas y privadas destinadas a asistir y protegerlos derechos de los
niños, niñas y adolescentes. Commented [CP8]: Se mencionó la Ley Provincial y sus aportes
al tema

La derogada Ley de Patronato de Menores concede una transformación


constitucional y cultural esperada con ansias. Un cambio que devuelve la
titularidad a los niños, niñas y adolescentes en la propiedad de sus derechos, y
que restablece responsabilidades en la creación de acciones políticas y puesta en
práctica de las mismas.

Para completar el cuadro doctrinal de protección integral de niños, niñas y


adolescentes, la promulgación de la Ley 26.061 rescata el poder de la comunidad
y la responsabilidad de la familia, garantizando la efectividad de la ley en el
cumplimiento de los derechos de los niños, niñas y adolescentes.

La Ley 20.061 plantea en sus disposiciones generales su objeto, donde


especifica:

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Esta ley tiene por objeto la protección integral de los derechos de las
niñas, niños y adolescentes que se encuentren en el territorio de la
República Argentina, para garantizar el ejercicio y disfrute pleno,
efectivo y permanente de aquellos reconocidos en el ordenamiento
jurídico nacional y en los tratados internacionales en los que la Nación
sea parte. (Art. 1).

Asimismo en el apartado de las disposiciones generales plantea la


responsabilidad gubernamental, el desarrollo de las políticas públicas en torno a la
protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes y la participación
familiar, enmarcados dentro de su principal fin. Cuenta además con 78 artículos,
divididos en 5 títulos: Principios de derechos y garantías; sistema de protección
integral; órganos administrativos de protección de derechos, de los cuales hay 3
organismos judiciales competentes, la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia
y Familia, el Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia, y el Defensor de
los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, y las organizaciones no
gubernamentales; También abarca el financiamiento; y por último las
disposiciones complementarias

En todo caso, el interés superior del Niño es el punto focal en el que se


basa esta Ley. Este principio es sostenido en suma importancia desde el Art. 1
donde se asegura la máxima exigibilidad de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes. En cuanto a la acción de los actores estatales, establece que:

La omisión en la observancia de los deberes que por la presente


corresponden a los órganos gubernamentales del Estado habilita a
todo ciudadano a interponer las acciones administrativas y
judiciales a fin de restaurar el ejercicio y goce de tales derechos, a
través de medidas expeditas y eficaces" (Ley Nº 26.061, 2005,
Art.1).

Asimismo, el estudio categórico del principio establecido modera la acción,


legitimando el diseño administrativo propuesto, y estableciendo la norma legal
descrita en la CIDN que reintegran el derecho a la vida, a la dignidad e integridad

18
personal, a la identidad, a la documentación, a la salud, a la educación, a la
libertad, a la libre asociación, a opinar y a ser oído, a la seguridad social y al
trabajo de los adolescentes (Vaca Narvaja, 2012). El restablecimiento de los
derechos fundamentales para el desarrollo de niños, niñas y adolescentes no
compete a un solo actor, sino a la trinidad conformada por el Estado, familia y
comunidad.

Esta ley claramente tiene como principal enfoque impulsar la protección


integral de los derechos de los niños, niñas y adolescentes y garantizando la
igualdad de oportunidades para el desarrollo integral de la niñez.

19
Capítulo II. Sistema de Protección Integral en Argentina

2. Estructura del Sistema de Protección Integral

La nueva institucionalidad comprende principios, instancias y


procedimientos que relacionan la protección integral con las instituciones del
Estado, donde el sistema está compuesto por tres instancias: federal, nacional y
provincial con sus municipios. A cada instancia le compete su propio
individualismo, autonomía e independencia, cada una con alto grado de respeto al
cumplimiento de sus obligaciones (Stuchlik, 2012).

El sistema de protección integral en su configuración incluye organismos,


entidades y servicios, las cuales están programadas para organizar, planificar,
guiar, desarrollar e implementar las políticas públicas del ámbito estatal o privado.
Este sistema va de lo específico a lo general, desde instancias municipales,
provinciales, hasta las nacionales. A esta clasificación se une el conjunto de
políticas públicas, las medidas de protección de derechos y las medidas
excepcionales de protección, constituyendo la planificación y planteamiento del
sistema. Además, se integran las capacidades del mismo con el fin de proteger y
dar amparo a los derechos de niños, niñas y adolescentes, así como restituir el
cumplimiento de los mismos en toda su cabalidad.

Es por ello que, el conjunto de políticas para la protección de derechos está


enmarcado por una serie de recursos económicos para garantizar el cumplimiento
de las funciones establecidas y respetar la igualdad de estos recursos para todas
las instancias. Estos recursos económicos deben llegar a cada jurisdicción para
que se cumpla el plan establecido en el sistema de protección integral, de manera
que se resguarde en todos los ámbitos los derechos de niños, niñas y
adolescentes.

Como todo sistema, la protección integral se fundamenta en la ardua tarea


de analizar y recopilar la información necesaria para el establecimiento de las

20
políticas, además del establecimiento de funciones. A partir de este análisis, se
evidenciaron diferentes áreas y alternativas que permitieron una evaluación
general de las instancias involucradas.

La selección de las instancias y sus funciones, conlleva al diseño general


del sistema de protección integral, que ha sido un proceso complicado y que
representa un logro conjunto del Estado y sus asociados, ya que converge en la
implementación del sistema.

Este sistema se hizo posible gracias a un fin común: la protección y defensa


de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, el cual involucra a varios
actores y que no puede ser producto de un sólo protagonista, tal como argumentó
Konterllnik:

En esa empresa colectiva, que no puede ser obra de un solo actor,


todos los poderes del Estado, niveles de gobierno y organizaciones
sociales tienen responsabilidades, cada uno desde su
competencia, y ejerciendo ciertos controles mutuos, que apunten a
superar la arbitrariedad y discrecionalidad en sus relaciones con los
niños (Konterllnik, 2005, p.10).

Las responsabilidades del Estado y organismos sociales se correlacionan


en la manera que expresa Belmartino (citado en Repetto, 2002, p.31), en tanto son
“aquellos individuos y grupos que ocupan una posición estratégica en el sistema
de decisiones y que responden, en el proceso de formación de políticas, por las
funciones en el campo cognitivo y del campo del poder”.

Así se tiene que, el conjunto de individuos o actores del sistema, participan


desde el análisis hasta la implementación del mismo, brindando "una estructura de
incentivos para el accionar de estos actores", como apunta Aguilar Villanueva
(1993), al referirse a las instituciones y sus roles respectivos.

Retomando la idea de que se parte de lo específico a lo general para el fin


común, hay que considerar y reflexionar el sistema de protección integral como un
todo. Si bien cada actor debe ejercer su parte, en el caso de omisión o
incumplimiento, no hay norma que estipule que otro actor debe suplantarlo
21
(Stuchlik, 2012), pues la función de cada actor está enmarcada por su conjunto de
reglas, obligaciones y responsabilidades, pero a su vez se aplican restricciones de
acuerdo a las aptitudes de cada uno, en el ámbito político, económico y
organizacional.

Es evidente que un actor depende de las acciones del otro y se


correlacionan, colaborando en sus capacidades y respetando las funciones
asignadas para cada rol, por ello se crea una corresponsabilidad ineludible para el
funcionamiento del sistema y es esta unión de responsabilidades la que define la
cadena de comando y la importancia de la relación entre cada elemento. Lo que
se busca es un trabajo conjunto y a la par, defendiendo la legalidad, imparcialidad
y justicia en pro de los derechos de niños, niñas y adolescentes, rompiendo el
esquema tradicional.

2.1 Diagrama institucional del Sistema de Protección Integral


Ya asentada la importancia del papel combinado de los diferentes actores
para el logro de los objetivos, se plantean los tres niveles de organización del
sistema de Protección integral: políticas públicas, medidas de protección integral y
medidas de protección excepcional.

 Políticas públicas

La primera instancia corresponde a las políticas públicas, concebidas "como


un conjunto de acciones u omisiones que manifiestan una determinada
modalidad de intervención del Estado en relación con una cuestión que
concita la atención, interés o movilización de otros actores" (Ozlak y
O ́Donnell, 1984, p.112).

Existen diferentes conceptos, pero hay coincidencia en general, en que


implican un móvil social que prevalece sobre lo individual, basándose
siempre en las necesidades del contexto social, cultural, político, económico
e institucional.

22
 Medidas de protección integral

La segunda instancia se asocia a circunstancias donde no se han


establecido claramente las políticas públicas, o donde se excluyen algunos
derechos en el entorno público, como el caso de problemas que afecten la
salud de un niño por las condiciones de su vivienda; o en el sector privado,
en situaciones dentro del grupo familiar como falta de control médico o de
suministros de medicamentos; si bien involucra a la familia, no pretende
responsabilizar al grupo familiar por omisiones a los derechos del niño, sino
que pretende restablecer el derecho que ha sido incumplido (Stuchlik,
2012).

Con el fin de aclarar lo que significan estas medidas de protección integral,


se hace referencia a "aquellas emanadas del órgano administrativo de
infancia a nivel local y deben estar dirigidas a restituir los derechos
vulnerados y la reparación de sus consecuencias" (Ley Nº 26.061, 2005,
Art. 33 y 34; Ley Provincial N° 13.298, 2004, Art. 14 y 15). Commented [CP9]: Se incluyó la Ley Provincial

 Medidas de protección excepcional

La tercera instancia escala todos los niveles del sistema y se ubica


situaciones excepcionales, cuando los niños, niñas y adolescentes deben
ser removidos de su entorno familiar o hábitat por un interés mayor, pues se
han descartado las medidas y procedimientos de las instancias anteriores y
menores al caso, tal como lo señala el art. 40.

Las medidas excepcionales pueden aplicarse también en casos de


violencia, cuando los hechos son urgentes o peligrosos y atenten contra la
seguridad física y psicológica, incluso contra el derecho a la vida del niño.
En otros casos menos graves, pueden aplicarse medidas de protección
integral.

El factor legal intercede en estos casos promoviendo la justicia,


interviniendo dentro de los centros de salud o espacios judiciales. En estos
casos, lo legal y lo administrativo se imponen para solventar problemas que

23
pudieran ser de tipo institucional.

Esta novedad de la ley se refiere a que instituciones, como el Ministerio de


Salud, pueden interceder y aplicar una medida de protección integral
cuando a un niño no se le asigna cama por falta de disponibilidad en un
centro de salud, instalándolo en otro en diferente centro asistencial
(Stuchlik, 2012).

Los mecanismos de exigibilidad que se aplican para estos acontecimientos


restablecen el derecho vulnerado y supera los obstáculos. Incluso, si el
Ministerio no actuara, las instituciones locales tienen el poder de exigir en
materia de infancia, legitimando los derechos que deben prevalecer en todo
momento; Si las instituciones locales tampoco accionaran, son los
organismos privados o no gubernamentales los que pueden garantizar el
cumplimiento de estas políticas.

2. 2 El sistema de Protección Integral y la articulación institucional

El Sistema de Protección integral de los derechos de niños, niñas y


adolescentes se descompone en sus instancias, asociando a cada una de ellas las
instituciones involucradas con el cumplimiento de sus funciones. Según estas
instancias, el sistema se ha organizado en niveles federal, nacional, provincial y
municipal (Stuchlik, 2012).

Las instancias pueden ser visualizadas a través de una pirámide, en cuya


base se plantan las raíces de protección e impulso de los derechos; de la misma
surge el diseño y planificación de las políticas generales en el ámbito federal, que
poseen mayor prioridad. Asimismo, la planificación de estas políticas despliega el
poder del Estado desde sus ministerios, secretarías y direcciones, dada la
prioridad y magnitud de sus funciones. Junto a esta instancia se desenvuelve la
Secretaría General de la Niñez, Adolescencia y Familia y el Consejo Federal,
representando a las provincias.

El conjunto de entidades representando a las provincias está comprometido

24
a resguardar los derechos a la educación, a la salud, al desarrollo humano y a
otros temas que incumben desde el punto de vista social, cultural y económico,
apuntando al desarrollo personal, a la crianza, la familia y a la comunidad donde
se desenvuelven los niños, niñas y adolescentes (Stuchlik, 2012).

En la franja central de la pirámide se vislumbran los organismos públicos de


las provincias, los cuales trabajan desde diferentes ámbitos como la educación, la
salud, el bienestar y el desarrollo humano. En los casos en que las políticas
públicas se tornen ausentes se produce el quebrantamiento en un aspecto que
afecta al niño, por ejemplo, en su entorno familiar (Stuchlik, 2012).

Por ello, al Ministerio que atañe a tal materia debe tomar parte y buscar una
solución al problema de manera coherente y eficaz para asegurar el cumplimiento
de los derechos. Estos derechos a nivel de políticas locales son resguardados por
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, actuando como
activadores de mecanismos municipales. Asimismo, la acción se ejerce sobre la
inserción de los niños en las políticas sobre el proceder comunitario para
garantizar su apoyo escolar, su mejoramiento educativo, entre otras labores que
infundan progreso, salud y bienestar.

Finalmente, en la punta de la pirámide se posiciona la autoridad


administrativa local en las instancias provinciales, que serán los encargados de
tomar las decisiones excepcionales de separar al niño, niña o adolescente de su
hogar mediante dispositivos de asistencia provincial y municipal, según lo
establecido en el Art. 42: "Las provincias podrán celebrar convenios dentro del
marco jurídico vigente para municipios y comunas en las jurisdicciones
provinciales".

En las medidas excepcionales aplicadas debe tomarse en cuenta que


implican un estudio previo de situaciones de corrupción de derechos tanto en el
niño como en su entorno familiar, tal vez extendido al estudio de su comunidad
(Stuchlik, 2012). Estas situaciones pueden implicar la adopción de medidas de
protección integral, por tanto se deben tomar en cuenta para no repetir las
evaluaciones y tener objetivos claros en la búsqueda de nuevos parámetros de

25
aplicación para reafirmar los derechos del niño o corregir aspectos ineficaces en
las políticas aplicadas.

Asimismo, si la administración se mantiene firme en sus medidas, queda el


control del área legal como siempre ha debido ser. La justicia asume la garantía y
ejecución correcta del sistema, involucrando al poder administrativo y judicial en
una confluencia de autoridades que permiten corregir los errores del patronato del
pasado. En ambos poderes se abusaba de sus funciones con el Estado, siendo
estos abusos y excepciones los que se procuran aclarar con las acciones
requeridas (Stuchlik, 2012).

Ahora bien, para comprender las funciones de los organismos provinciales,


se deben analizar las leyes y reglamentos que se otorgan en esta instancia. A ella
corresponde el diseño operativo de la ley, trabajando bajo el escrutinio de los
estatutos nacionales y locales. Asimismo, para el desarrollo de esta función
elemental, la instancia provincial realiza una planificación de sus obligaciones,
acondicionando la legislación que le corresponde, designando el actor para
aplicación de la ley, diseñando los medios de promoción y aseguramiento de
derechos, desarrollando técnicas, recursos y recorridos estructurales entre los
organismos provinciales y municipales de la administración (Stuchlik, 2012).

Por otra parte, junto a la administración, el Poder Judicial se compromete a


las nuevas jurisdicciones y estructuras organizativas, a través del diseño de
programas específicos que mantengan concordancia con las entidades privadas
involucradas, utilizando principios y normas cuyo contenido sea racional y
deductivo para el diseño del plan de acción por cada distrito. De igual manera,
este plan debe incluir las especificaciones de exigibilidad en las políticas nuevas.

En todo caso, el plan nacional de acción debe actuar con sentido territorial y
sectorial, para que sean dadas las condiciones necesarias y se logre un
desempeño eficaz de los actores en el aseguramiento de los derechos de niños,
niñas y adolescentes. Pero, el logro de estos objetivos solo puede ser alcanzado
desarrollando políticas públicas y aplicándolas institucional y departamentalmente,
pero con sentido nacional.

26
2.3 Las instituciones competentes del Sistema de Protección Integral

El sistema y su funcionalidad son dependientes de varios niveles de


protección de derechos que se organizan desde el ámbito federal, nacional y
provincial, en conjunto con las provincias. Estos organismos se detallan a
continuación:

 El Consejo Federal

El Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia, como parte del


sistema, establece la unión entre las provincias y la Nación, teniendo como
objetivo principal discutir, priorizar y distribuir equitativamente los recursos
proporcionados por el Estado para estos asuntos.

El Consejo está bajo el mandato del titular de la Secretaría de Niñez,


Adolescencia y Familia (SENNAF) y trabaja en conjunto con organismos
provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

La tarea es ardua tomando en cuenta que las provincias no reciben por


igual la riqueza del Estado, así como en otros países, entonces la prudencia
y el buen criterio deben hacerse presentes para llegar a acuerdos,
manipular políticas y distribuir recursos dentro de las medidas permitidas
(Stuchlik, 2012)..

El Sistema de Protección Integral Federal establece planes, criterios y


políticas según la decisión del Consejo Federal, actuando a nivel nacional
en correlación con las provincias, promoviendo el apego a la
institucionalidad. Son las provincias y su autonomía quienes diseñan sus
propios programas de acuerdo a las problemáticas del sector, garantizando
la relación articulada con las políticas en acuerdo con el Consejo Federal y
los diseños establecidos por la Secretaria Nacional y el Plan de Acción
Nacional. Esto sin afectar los sectores regionales, ya que las provincias
pueden tomar lugar en la planificación regional, haciendo uso de los
recursos nacionales (Stuchlik, 2012).

27
 La Secretaría Nacional

La Secretaria Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENNAF)


tiene la facultad técnica en asuntos de derechos, modelando las
herramientas para el diseño, supervisión y evaluación de las políticas
públicas para entregarlas a las provincias para su desarrollo.

La sociedad civil está representada por la Secretaría Nacional, para ser


integrada al Sistema de Protección Integral, donde deben gestionar a la par
y la participación que ejerzan debe regirse bajo los reglamentos
implantados.

 El Defensor de los Derechos del Niño

Esta figura es otro de los actores del sistema, quien se encarga de la


protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes ante la
comunidad y en los casos que faltare la administración pública y la privada.
Todo esto en función de los lineamientos de la CDN y la Constitución
Nacional, en conjunto con las provincias.

El defensor de los Derechos del Niño fue creado siguiendo la


recomendación del Comité de Ginebra de los Derecho del Niño y, según
Stuchlik (2012) tiene como principales funciones:

 Interponer acciones para la protección de los derechos;

 Promover las medidas jurídicas y extrajudiciales;

 Realizar acciones para que se apliquen sanciones cometidas contra


las normas de protección de derechos;

 Supervisar a entidades públicas y privadas que alberguen niñas,


niños y adolescentes;

 Requerir el auxilio de los servicios educativos, de salud y de


seguridad ante determinadas situaciones;

 Asesorar sobre los recursos disponibles para la satisfacción de los


derechos;

28
 Asesorar y recibir todo tipo de reclamos (Stuchlik, 2012, p.107).

El defensor presenta un informe anual de sus acciones ante el


Congreso, quien decide si es removido o continúa en su cargo. Incluso, dos
defensores adjuntos pueden ser designados a nivel provincial, añadiendo
nivel técnico e institucionalidad.

Además, la creación de la Defensoría de los Derechos de Niñas, Niños


y Adolescentes y la designación de un Defensor y dos adjuntos, está
contemplada en La Ley de Adhesión en la provincia de Córdoba a la Ley
Nacional 26.061, para la protección de casos extensos o colectivos y llevar
estos ante tribunales o entidades judiciales.

 El Organismo Administrativo a Nivel Provincial

Las provincias tienen el deber de designar la autoridad, sin desdeñar su


autonomía, a las instituciones preexistentes en el diseño y planificación de
programas, hasta su implementación. Las medidas de protección integral
ordinarias y excepcionales deben ser adoptadas desde la administración
provincial, en concordancia con otros poderes.

Cabe destacar que, la construcción de políticas públicas desde nuevos


paradigmas es tarea difícil, sobre todo en el recorrido que se hace apartando
tradicionalismos y fallas estructurales, y transformando instituciones para
adecuarse a un nuevo sistema que fluya racionalmente en todas las instancias.

Por ello, el desarrollo de las políticas públicas ha sido analizado en especial


en la infancia, llevando precisamente a sancionar como nunca se había hecho,
para lograr la resolución de problemas planteados (Stuchlik, 2012).

Dentro de las atribuciones de la Ley 26.061 se contempla la


descentralización de funciones y la creación de organismos, los cuales quedan
distribuidos de la siguiente manera: a nivel del gobierno nacional está la Secretaría
Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de la Nación (SeNNAF); el Consejo
Nacional de Coordinación de Políticas Sociales a nivel del gobierno provincial; la
Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SeNAF) - Ministerio de Justicia y

29
Derechos Humanos. A nivel de gobierno provincial está: El Consejo Provincial de
Niñez, Adolescencia y Familia, la Comisión Interministerial Provincial, la
Defensoría de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. A nivel regional están
los Servicios Zonales (SeNAF). Y a nivel local están los Servicios Locales de
Promoción y Protección de Derechos, los Consejos Locales de Niñez y
Adolescencia, y los Foros de Participación de niñas, niños y adolescentes
(SENAF, 2013).

Es necesario para el desempeño de sus funciones que cada uno de estos


servicios a nivel nacional, regional y local cuenten con un equipo competente,
tanto técnica como operativamente, con preparaciones sobre infancia y
adolescencia, compuesto por personas profesionales capacitadas en áreas como
derecho, trabajo social, medicina, psicología, entre otros, dispuestos para sostener
y dar cumplimiento a la normativa vigente (SENAF, 2013).

Dentro de las atribuciones y responsabilidades del servicio local están:


Diagnosticar la problemática relacionada con la infancia y adolescencia en la
localidad y tener en cuenta los recursos materiales disponibles en la comunidad;
crear formas de enfrentar los problemas locales de la niñez y adolescencia
incluyendo las organizaciones institucionales y comunitarias presentes en las
comunidades; recibir denuncias, reclamos, inquietudes relacionadas a una posible
violación de los derechos; entre otros (SENAF, 2013). Commented [CP10]: Se agregaron estas ideas sobre:

30
Capítulo III. El niño, la familia y la sociedad

3. 1 La familia como núcleo de la sociedad

La familia es definida como la médula esencial de la sociedad, además de


ser considerada en el proceso de socialización de las personas como un factor
principal, pues posee un papel concluyente en el creciente desarrollo de la
sociedad y es considerada fundamental en los procesos formativos esenciales
relacionados con las emociones, las actitudes, los valores, la asimilación y la
interiorización de pautas de conducta social.

El concepto de familia no es único, es amplio, y para desarrollarlo Oliva y


Villa (2014) toman en cuenta cinco aspectos: biológico, económico, psicológico,
sociológico y legal; y de acuerdo a esto definen a la familia como:

“el grupo de dos o más personas que coexisten como unidad espiritual,
cultural y socio-económica, que aún sin convivir físicamente, comparten
necesidades psico-emocionales y materiales, objetivos e intereses comunes
de desarrollo, desde distintos aspectos cuya prioridad y dinámica
pertenecen a su libre albedrío: psicológico, social, cultural, biológico,
económico y legal (Oliva y Villa, 2014, p.89).

Por lo tanto, se muestra como un concepto de orden universal que enmarca


a una institución social, comprendiendo distintas estructuras que están presentes
en todo pueblo y sociedad independientemente de su cultura, tomándose como un
núcleo social fuerte. Commented [CP11]: Se definió la familia según los autores del
texto: Hacia un concepto interdisciplinario de la familia en la
globalización
Por consiguiente, la institución familiar como primer agente socializador
permite que entre el medio cultural y la persona exista una interacción inicial,
convirtiéndose de este modo en la responsable de resguardar y velar por el
bienestar de todos sus componentes, aportando dos fortalezas irreemplazables:
por un lado, el amor del seno familiar que produce un alto grado de compromiso,
unión y respeto y por el otro, el encuentro generacional que promueve un
intercambio progresivo de colaboración y un sostén ante las adversidades (Eroles,

31
1998). No obstante estos datos objetivos que prueban la validez de la familia,
resulta necesario señalar que últimamente se encuentra un concepto errado,
donde se confunde el matrimonio y la familia con otros componentes de
convivencia de naturaleza y fines diferentes.

Hay intención de crear un entorno beneficioso a las familias solo desde el


punto de vista económico, obviando los aspectos educativos, sociales, jurídicos,
culturales, de los medios comunicativos, que son parte esencial para definir y
jerarquizar las problemáticas relativas a esta como constructo social.

La familia puede definirse como una unidad básica bio-psico-social con


leyes y dinámicas propias, que le permiten un equilibrio y un sostén a las
presiones, sin perder su conformación identitaria como grupo primario social,
mediante la unidad, la continuidad y el reconocimiento de su entorno (Eroles,
1998).

Asimismo también se le denomina a la familia como una unidad doméstica:

es un grupo de personas que se unen voluntariamente en un mismo


espacio físico y que puede incluir vínculos sentimentales, de
autoridad, de solidaridad y/o poder. Comparten la vivienda, un
presupuesto común y una serie de servicios y actividades
indispensables para la convivencia cotidiana de sus miembros.
(Salvador, 1977, p. 59).

Por lo que es posible identificar, según Barragán y Morales (2008) una


variedad de tipos de familias:

1. Familia nuclear: Llamada asimismo familia elemental, simple o bien básica,


es la que se encuentra formada por el hombre, la mujer y los hijos
socialmente reconocidos.

2. Familia extensa: Es la que recoge múltiples generaciones unidas por


consanguinidad. De esta manera, pueden convivir en un mismo espacio los
abuelos, el padre, la madre, los hijos, las hijas, los nietos, las nietas, etc.

3. Familia monoparental: Es cuando los hijos viven únicamente con un

32
progenitor, o sea, el padre o la madre (cabeza de familia). Es producida por
la separación, el abandono, el divorcio, la muerte o ausencia de uno de los
miembros.

4. Familia nuclear poligenética: Se la conoce como familia reconstituida,


recompuesta, sobrepuesta o simultánea, resultado de una unión legal
anterior en la que se tuvo uno o múltiples hijos. Este tipo de familia se forma
de la nueva unión de uno o ambos miembros de la pareja, en donde se unen
los hijos de cada persona y los comunes.

5. Familia ampliada: Es la denominada familia comunitaria, permitiendo en la


misma residencia la presencia de miembros no consanguíneos, como es el
caso de vecinos, colegas, ahijados, entre otros.

6. Familia homoparental u homosexual: Admite la relación estable entre dos


personas del mismo sexo. Los hijos llegan por intercambio heterosexual de
uno o los dos miembros de la pareja, por adopción y/o procreación asistida
(Barragán y Morales, 2008).

Por otro lado, se tiene que entre los miembros de una misma familia se crean
relaciones personales que suponen afinidad de sentimientos, de cariños y también
intereses que se fundamentan en el respeto mutuo de las personas.

Los valores y el conveniente uso de la libertad se enseñan desde la niñez en


esta pequeña comunidad. Los fundamentos de la libertad, la seguridad y la
hermandad dentro de la sociedad son las relaciones personales y la estabilidad
familiar. Es precisamente por esto que en la familia se comienza la vida social.

Los primeros valores se enseñan en la familia y son el sustento para la vida


en sociedad y durante la vida de la persona. Entre otros muchos resaltan los
siguientes (Barragán y Morales, 2008):

 La alegría: valor que se siembra en primer lugar en el seno de la


familia, y donde se intenta que los miembros se asistan unos a otros en
sus necesidades, en la superación de obstáculos y contrariedades. Se
promueve dejar el egoísmo a un lado, buscando el bien y compartiendo

33
con el otro. La alegría no depende de las circunstancias que puede
presentar la vida. Este valor tiene su fundamento en lo profundo de la
persona, consecuencia de una vida equilibrada y un cuerpo sano.

 La generosidad: es uno de los valores que se promueven en la vida en


familia. Es actuar a favor de otras personas de manera desinteresada y
con alegría. Es dar cosas, escuchar y atender a otro miembro de la
familia, saludar, disculpar. Es esmero por hacer la vida agradable al
resto de los miembros de la familia.

 El respeto: Tanto hacia la persona como a sus opiniones y


sentimientos. Respeto hacia las pertenencias de los demás miembros,
a su privacidad, a sus resoluciones, naturalmente, convenientes a la
edad de la persona. Es en la familia donde el pequeño aprende que sus
ideas y sentimientos merecen respeto y son valorados.

 La justicia: se promueve dentro de la familia al establecerse lo que


corresponde a cada miembro. Es entregar a cada uno lo que le toca. Un
individuo que se esmera continuamente por respetar los derechos del
resto y le da a cada uno de ellos lo que debe, tiene la virtud de la
justicia.

 La responsabilidad: no es más que aceptar las consecuencias de los


propios actos, ante uno mismo y ante el resto. Una persona
responsable es la que es consciente de sus deberes y obligaciones, por
lo que es de suma importancia que los hijos también tengan sus
responsabilidades y obligaciones, o sea, debe tener claro que es su
responsabilidad la calidad y el ahínco en sus estudios, en beneficio
propio y en contestación a la oportunidad que le otorgan sus
progenitores.

El desarrollo de la responsabilidad en los hijos es una parte del proceso


educativo, con vistas a la participación de los mismos primeramente en
la vida en familia, y luego a la vida en sociedad.

34
 La lealtad: Es el resultado del reconocimiento del vínculo que nos une
a otros. La aceptación y el reconocimiento del mismo no se centran
como una posibilidad a futuro, sino que es una realidad actual. Es en la
familia donde nacen y fortalecen estos vínculos, el niño aprende a ser
fiel al esmerarse por asistir a los demás, al intentar hacer todo lo que
sus progenitores le afirman que es bueno. Se muestra fidelidad al
respaldarse, defenderse y asistirse frente a las contrariedades, frente a
la amenaza de personas o bien circunstancias extrañas a la familia.

 La autoestima es uno de los principales valores para el ser humano


adulto, equilibrado y sano. Tiene sus raíces y fundamentos en el núcleo
familiar. Es la suma de la autoconfianza, el sentimiento de nuestra
calidad personal y de nuestra capacidad y está fundamentada en la
pluralidad de pensamientos, sentimientos, experiencias y sensaciones
que se acumulan en la vida. Desarrollar una autoestima positiva es de
vital relevancia, puesto que contribuye a que se mantenga la convicción
de que se es estimado y valorado (Barragán y Morales, 2008).

La familia es la creadora de hombres, promueve valores que alaban y


convierten hacia algo mejor, hace meditar sobre la solidaridad, la fortaleza, la
subsidiaridad, valores fundamentales para hacerlos vivos en la familia y en la
comunidad (Barragán y Morales, 2008).

No existen valores buenos ni malos, lo que existe son los valores y los
antivalores. Por naturaleza el ser humano tiene la libertad de escoger entre el bien
y el mal. El mal es una deformación entre dos recursos. El bien es algo mejor, en
general se tiene la mejor pretensión para escoger algo para nosotros mismos, de
esta forma se escogen los valores y se priorizan.

3. 1 Los roles y funcionalidad familiares

Los roles familiares más habituales del padre y de la madre estaban


definidos en el pasado de la siguiente manera:

35
De la buena madre se esperaba que fuera ante todo educadora,
ejemplar y que les diera buenos consejos. Asimismo, no era aceptado el
maltrato; por el contrario, ella debía ser tierna, entregarse
desinteresadamente a ellos y velar por su bienestar. Las expectativas
frente al padre se centraban en que fuera responsable con su familia,
moderado y sin vicios; justo en sus decisiones y en las sanciones que
impartía sobre los hijos. Además, podía ser afectuoso, pero mesurado en
sus expresiones. (Gutiérrez, 2000, p. 62).

La misma autora plantea que las funciones familiares son las que realizan
todos sus componentes como parte de un todo, no como una célula individual.
Además, se relacionan de manera directa con la preservación de la vida, su
desarrollo y bienestar y existen una gran variedad: procrear, cuidar e insertar a los
hijos en la sociedad, educación y aprendizaje del trabajo, manutención económica
del grupo, producción y compra de bienes y transmisión del saber (Gutiérrez,
2000).

Hasta el día de hoy se han añadido y se han restado funciones a esta lista,
ya que el hombre y la mujer han adoptado nuevos papeles y además, porque
existen en la sociedad instituciones competentes de colaborar con la familia con
algunas de ellas, tal es el caso de la escuela, que se ha transformado en espacio
esencial para la crianza de pequeños y los adolescentes.

A las nuevas generaciones de la familia se transmiten las costumbres, los


valores y la cultura. Esta corporación se define en torno a funciones básicas como
la conyugalidad y la reproducción de la especie misma, cumpliendo una labor
esencial en la regeneración de la fuerza de trabajo de las personas.

Según Gutiérrez (2000) es posible abarcar generalmente las funciones


familiares por niveles, tales como:

 Biológico: tiene que ver con la reproducción como forma de perpetuar la


especie e incluye la expresión y la satisfacción sexual de los individuos que
forman la pareja.

36
 Psicoafectivo: Abarca las relaciones entre los miembros de la familia, en
singular entre los progenitores e hijos, donde unos son protectores de otros
y a la vez, transmisores de identidad. Esta protección se extiende además a
los ancianos y a los enfermos.

 Sociocultural: En la familia se aprenden comportamientos bajo una


determinada forma cultural que abarca desde el lenguaje hasta las
situaciones morales y cotidianas, permitiendo desenvolverse de manera
acorde a la sociedad en la que se vive.

 Material: Las familias de acuerdo a sus posibilidades proveen de


residencia, alimento, formación educativa, salud y recreación a sus
componentes, lo que transforma al seno familiar en un productor-receptor
de recursos y servicios disponibles para la sociedad.

De estos niveles surge el fin mismo de la institución familiar: ser parte del
mantenimiento de la sociedad. En esta línea, Gutiérrez (2000) expone que:

En el país, el padre y la madre se encuentran en la transición hacia


nuevos roles y tareas en la familia, pues las demandas actuales exigen
que los padres no desempeñen con los hijos una mera función
instrumental que se limite a proveer, definir normas, dar órdenes o
castigar. Por el contrario, deben establecer con ellos relaciones afectivas
en cuyo contexto se ejerza una autoridad democrática que tenga como
base el diálogo y la concertación (2000, p. 63).

En el caso de las mujeres, se fomenta reflexionar sobre la maternidad, a fin


de que no sea su único y primordial medio de realización personal y se busca,
además, que aseveren su autonomía, su independencia afectiva y económica,
para que de esta forma puedan conquistar el manejo de una autoridad con sentido
democrático (Gutiérrez, 2008).

3.2 Familia y trabajo social como base de la protección

La construcción de la noción de pequeño-sujeto-de-derecho, en el campo

37
de los sistemas de protección de derecho de los niños y las niñas contemporáneos
es de carácter complejo y relacional. En dicha construcción participan no solo una
revisión sobre los principios estructuradores relacionados con el niño o la niña,
sino además y principalmente, por aquellos que de forma directa o indirecta se
relacionan con ellos a través del impulso de su protección, cuidado y/o autonomía
(Magistris, 2014).

Se advierte que la familia ocupa un sitio central en las configuraciones de la


protección de los niños y la declaración del pequeño como sujeto de derechos,
además de observar indudables desentendimientos sobre lo que es o debería ser
una “buena” familia, tanto como espacio de producción como de conservación de
las relaciones sociales, respetuosas o no de los derechos de los niños.

La familia sigue en este nuevo sistema, en efecto, apareciendo como valor


supremo y como un espacio afectivo “natural” y por ende, garante de los derechos
de los niños/as, favoreciendo, posiblemente, cierto esencialismo. La familia se
presenta como causa y solución de los problemas de todos los niños/as y
adolescentes y se espera de ella, que sea formadora de individuos autónomos,
saludables y responsables. Al mismo tiempo, la familia es señalada tanto como en
un lugar de sospecha como de objeto de intervención. (Schuch, 2009).

Este sitio que se le da a la familia en la configuración del niño sujeto de


derecho, tiene estrecha relación además con la gradual separación entre los
intereses de los niños y sus familias, en especial de sus madres.

De igual manera la familia aparece como un actor inevitable al que se debe


apelar para fortalecer el carácter de niño sujeto con un fuerte acento en la
protección y el cuidado. Mientras que en el caso de los adolescentes aparecen
otros vínculos de referencia aunque no estén mediados por la consanguinidad,
surgiendo con más fuerza la apelación a la autonomía y la responsabilidad.

De hecho, la construcción del bienestar de los niños fue estimulado e


interpretado por el activismo de las mujeres organizadas a principios del siglo XIX,
por la vía del maternalismo político (Nari, 2005; Gordon, 2008).

38
Sin embargo, la violación de los derechos de los niños ocurre prácticamente
en su totalidad dentro de sus espacios familiares. Esto es observable tanto en la
creación de las demandas que se producen cerca de los sistemas de protección,
como en la trasmisión de responsabilidades que recaen prácticamente de manera
especial en ese nivel. De aquí surge de forma reiterada la problemática donde los
progenitores no cumplirían con su rol protector, no porque no desearan hacerlo,
sino más bien por el hecho de que no estarían en condiciones de hacerlo
(Magistris, 2014).

Existen adultos que “no tienen modelos de alarma”, que “no consiguen
comunicar hábitos esenciales, como un tenedor para sentarse a la mesa”
(Magistris, 2014, p.13).

Se suma a esta referencia el hecho de que la primer responsabilidad de


protección de los niños la continúan teniendo los padres, limitada frecuentemente
a las madres, que implicaría ciertas labores que habrían de estar en sus funciones
y no las llevan adelante, todavía pese a las orientaciones de los dispositivos de
tratamiento a la violación de derechos de los niños. Fluctúan entre aceptar una
situación de la familia como víctima a culparla de manera directa.

En todo caso, lo que vulnera el derecho tiene que ver con

(…) falta de respeto hacia el otro, por el ejercicio de la violencia, por el


abuso de poder, por situaciones de violencia sistemática, por la
reproducción de prácticas de crianza cuestionables, por las
inseguridades personales, por la falta de autoridad, por los padres, de
los referentes adultos de criar a sus niños, básicamente tiene que ver
con eso, no porque sean pobres, creo que por ahí por una cuestión de la
educación, qué es lo que se recibió (Magistris, 2014, p. 15)

Por todo lo antes mencionado resulta preciso que los profesionales verifiquen
con la familia la situación actual del niño o del adolescente. Entiéndase como
profesionales a los dispositivos locales específicos destinados a la protección de
los derechos de los niños, los que parecerían generar un pasaje de la autoridad
familiar a la autoridad de los profesionales externos. (Pupavac, 2001; Fernando,

39
2001; Reynaert, Bouverne-de Bie, y Vandevelde, 2009).

Estos profesionales son entonces los que deben brindar las herramientas
necesarias para convertir y construir el niño “sujeto de derecho”, alternando
relaciones con las familias que se presentan como desiguales, pero cimentadas en
el acuerdo y negociación, hasta relaciones de inmediata dominación, ya sea con
mayor o con menor mediación de los actores implicados (Grinberg, 2008;
Magistris, Barna, y Ciordia, 2012).

Además, las relaciones entre los agentes estatales y los beneficiarios no son
vistos por los primeros como relaciones de poder, y se cierra el carácter
excluyente y normativo de los enfoques de los agentes en relación a beneficiarios.

Apuntar a no imponer la demanda sino que ellos, desde la comunidad, la


construyan por sí mismos. Sino no hay apropiación, tampoco resultados. Pensar
procedimientos conjuntos por ejemplo. La gente termina siendo espectadora de la
situación, traducida en obligaciones impuestas hacia las familias. La mayoría de
los expedientes no son por demanda espontánea. (Magistris, 2014)

Entonces cabe decir que la tríada de protección compuesta por niñez –


estado - familia, es reemplazada en los novedosos sistemas de protección y
desarrollo de derechos, por un enérgico foco en el niño como sujeto de derechos,
surgiendo de manera paralela al fomento del consenso en torno a la noción del
niño universal (Schuch, 2009; Vianna, 2002).

Se ha mantenido que la universalización del niño como sujeto de derecho


en los nuevos sistemas de protección de derechos de niños y adolescentes,
parecería ceder en el momento en que nos detenemos en los alegatos, programas
y prácticas específicas, cada vez que es allá donde se producen sujetos de
derechos particulares mediante formas de distinción singulares. De esta manera
se da cuenta de las formas en que esos modos de distinción y quizás de
desigualdad son constituidos en un dominio concreto: el gobierno de los niños y
adolescentes en un contexto de institucionalización de los derechos (Magistris,
2014).

40
Capítulo IV. Niñez y adolescencia, hogar y cuidados

La familia, comprendida entonces como el núcleo de la sociedad y


encargada del resguardo de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, ha
evolucionado en cuanto a sus facultades legales para garantizar un desarrollo
apropiado del infante y sus facultades y derechos individuales. Commented [CP12]: Se agregó una pequeña introducción al
texto, a fin vincular este capítulo al anterior

De acuerdo con Céspedes (2010) los problemas políticos, sociales y


económicos que atraviesa Argentina se ven evidenciados tanto en la convivencia
social, como en los núcleos familiares, los cuales son la base de toda sociedad.
Cuando en el seno familiar se detecta una ausencia de valores y además existe
precariedad económica, los que se ven mayormente afectados son los niños,
niñas y adolescentes, siendo ellos víctimas del desamparo, la marginación, la
violencia, el abuso, la negligencia, entre otros.

Ante esta dura realidad que atraviesan los más desfavorecidos, tanto a nivel
gubernamental como no gubernamental se han creado instancias dedicadas
exclusivamente a proteger a estos niños y adolescentes (Céspedes, 2010).

Vicente (2005) expone que si “un niño se encuentra en situación de riesgo


significa que, dada sus condiciones de vida, existe la posibilidad de que ponga en
peligro el orden social establecido en una situación de tiempo y espacio acotados”
(p. 25). Del mismo modo, este autor señala que, en pocas palabras, se considera
a un niño en situación de riesgo cuando este no tiene un seno familiar o por lo
menos un adulto responsable que se pueda hacer cargo de criarlo, cuando su
familia no cumple con las condiciones para sus cuidados, o cuando es víctima o
victimario de algún hecho delictivo (Vicente, 2005).

4. 1 Argentina y la proyección de los niños

En el año 2005 fue decretada en Argentina la Ley Nacional N° 26.061,


denominada “Protección integral de los derechos de los niños, niñas y

41
adolescentes” con el fin de garantizar el ejercicio y el disfrute pleno de los
derechos establecidos a nivel nacional e internacional.

La Ley Nacional N° 26.061 (2005) está sustentada en el principio del interés


superior de la niña, niño y adolescente, reconociéndolos individualmente como
sujetos de derecho. En el artículo N°3 de dicho instrumento legal se define como
interés superior a “La máxima satisfacción integral y simultánea de los derechos y
garantías reconocidos en esta ley” (Ley N° 26.061, 2005, p.2).

De igual forma, en la Ley Nacional N° 26.061 (2005) destaca que la misma


contempla la responsabilidad familiar en el artículo N° 7, que no es más que la
obligación prioritaria que tienen los padres o los responsables de los niños, niñas y
adolescentes para asegurar el ejercicio absoluto de sus derechos.

Adicionalmente, en el artículo N° 33 se mencionan las medidas de


protección integral de derechos, las cuales surgen como respuesta del Estado
frente a la violación de los derechos humanos individuales de niños, niñas y
adolescentes, con la finalidad de salvaguardarlos, restituírselos o de reparar las
consecuencias arrastradas, destacando en este artículo que el hecho de que una
determinada familia sea de escasos recursos económicos, legalmente no es razón
para separar a la niña, niño o adolescente de su seno familiar o para su
institucionalización (Ley N° 26.061, 2005).

Así mismo, en el artículo N° 35 se destaca que ante ese tipo de amenaza


(carencias económicas y todo lo que ello implica, como, por ejemplo, necesidades
básicas no cubiertas) las medidas de protección del Estado se abocarán a
programas para prestar asistencia y ayuda hasta económica (Ley N° 26.061,
2005).

Sin embargo, en el artículo N° 39 se mencionan las medidas excepcionales,


señalando que son aquellas medidas que el Estado adopta cuando las niñas,
niños y adolescentes estén privados de su entorno familiar, ya sea de forma
temporal o permanente, o cuando el hecho de que estos permanezcan en ese
medio contradiga el principio de interés superior enmarcado en dicho instrumento
legal (Ley N° 26.061, 2005).
42
También, de acuerdo con el artículo N° 39, el objetivo de las medidas
excepcionales es “La conservación o recuperación por parte del sujeto del
ejercicio y goce de sus derechos vulnerados y la reparación de sus
consecuencias” (Ley N° 26.061, 2005, p.39). Por otra parte, dicha ley resalta que
este tipo de medidas no son permanentes, sino que tendrán una duración limitada,
y que podrán prolongarse más allá de la misma cuando las causas que dieron pie
a la adopción de este tipo de medida aún persistan (Ley N° 26.061, 2005).

4. 2 Los centros de cuidado a niños, niñas y adolescentes

Los centros de cuidado también son identificados, de acuerdo al artículo


publicado por Relaf (2016), como macroinstituciones o grandes instituciones,
centros de albergue que acogen un gran número de niños, aunque no es lo único
a considerar para catalogarla como una gran institución, sino también todas las
condiciones que permiten el funcionamiento de los derechos de los que se
encuentran en acogidos en esos lugares. Asimismo destacan que aunque en la
región el acceso a la información oficial sobre la cantidad de niños y niñas que son
atendidos en este tipo de instituciones está restringido, por lo que representa un
impedimento para hacer análisis sólidos. Commented [CP13]: Se agregó este párrafo, según lo sugerido.

En Argentina existe una institucionalización de la problemática, mediante la


creación de los denominados hogares de tránsito, como una opción para darle
solución a la problemática que niños, niñas y adolescentes atraviesan en su
respectivo círculo familiar o por no contar con uno (Céspedes, 2010).

Los llamados hogares de tránsito son instancias que abrigan a niños y


adolescentes de forma temporal, con edades comprendidas desde 0 hasta 21
años de edad, que se encuentran en situaciones de riesgo (Céspedes, 2010).

Según Céspedes (2010) un hogar de tránsito es un lugar físico en el cual


niños, niñas y adolescentes viven de manera temporal por diferentes causas.
Estos menores de edad llegan allí luego de ser separados de su entorno familiar
(si lo tienen) y son retirados de su casa. Se les denomina hogar de tránsito porque

43
los menores de edad deben ser reintegrados a su grupo familiar en el menor lapso
de tiempo posible. En caso de que no sea una buena opción para su bienestar
volver a su núcleo familiar, entonces se buscan otras opciones entre sus familiares
extensos como tíos y abuelos, o sino son entregados a una familia adoptiva.

Hay que enfatizar que, en el artículo N° 41 de la Ley N° 26.061 (2005), se


hace hincapié en que la institucionalización no se aplicará como medida
excepcional frente a la escasez de recursos económicos o físicos en el entorno
familiar.

Según la UNICEF (1989) entre las razones por las cuales las niñas, niños y
adolescentes son institucionalizados, destacan: porque han sido abandonados o
han quedado en la orfandad y no tienen familiares que se encarguen de ellos,
porque han sido separados de su entorno familiar como medida de protección
contra la violencia (maltrato físico, psicológico o sexual); porque tienen graves
problemas de salud (alguna incapacidad física o mental); o porque presentan una
conducta criminal. Además, hay que recalcar que la UNICEF (1989) no considera
a la pobreza como una razón para la institucionalización.

Por su parte, Céspedes (2010), manifiesta que las causas de


institucionalización se pueden categorizar en dos grandes grupos, causas de
protección y causas de punición/represión:

- Las causas de protección, subdivididas en las originadas por


abandono, negligencia, abuso, violencia, enfermedades mentales,
orfandad.

- Las causas de punición/represión, cuando un adolescente


comete un delito penal, según la legislación vigente. (Céspedes,
2010, p. 21).

De acuerdo con la UNICEF (2006), la internación en la Argentina es la


primera medida excepcional que se toma en los casos de niños, niñas y
adolescentes que han sido señalados como culpables de algún hecho delictivo,
así como también en el caso de aquellos que han sido institucionalizados por
alguna causa distinta a la penal.
44
En el año 2006, la UNICEF señaló como uno de los aspectos alarmantes de
la institucionalización en Argentina el hecho de que habían 19.579 niñas, niños y
jóvenes privados de libertad bajo la modalidad de la internación, de los cuales el
87,1% era por causas asistenciales y proteccionistas, mas no penales, lo que
vulneraba también los derechos de los mencionados individuos.

Así mismo, la UNICEF (2006) catalogó a esa realidad como inadmisible,


principalmente porque la verdadera razón por la cual estaban siendo privados de
libertad la gran mayoría de infantes y jóvenes era por su contexto de pobreza,
razón que de acuerdo con la Ley N° 26.061 (2005), no es motivo de
institucionalización.

Siguiendo este orden de ideas, destaca el estudio llevado a cabo por


Céspedes (2010) acerca de la revisión y análisis de los expedientes de 22
adolescentes internados en hogares de tránsito en Tuyunán, Argentina, donde se
obtuvo que todos ellos pertenecían a hogares de escasos recursos económicos, y
además manifiesta que a pesar de que en los expedientes de estos chicos no
estaba dicho abiertamente, la pobreza subyace en todos esos casos, aun cuando
se justifiquen como causas de internación a otras, como por ejemplo, la violencia
intrafamiliar.

Sin embargo, “la institucionalización, como bien lo expresan las leyes de la


niñez y adolescencia, debe ser una medida excepcional, utilizada como última
instancia. Obviamente que no se debe dar ningún caso de internación por falta de
recursos materiales y servicios” (Céspedes, 2010, p.91).

Por su parte, el Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia (2015), a


través de sus autoridades a nivel nacional y provincial, llevó a cabo una reunión en
la ciudad de Buenos Aires, en la cual trataron la situación de niñas, niños y
adolescentes sin cuidados parentales y la labor de los hogares convivenciales.

En este sentido, concluyeron que estas instituciones venían trabajando de


forma autónoma, es decir, según su propio proyecto y no en función del proyecto
de la autoridad competente, y además, en ciertos hogares no se les daba el trato
respetuosos que las niñas, niños y adolescentes se merecen (Consejo Federal de

45
Niñez, Adolescencia y Familia, 2015).

En base a ello, y a la necesidad de que estas instituciones cumplieran con


una determinada serie de estándares de calidad, para que esos hogares
convivenciales se adecuaran al proyecto del Estado argentino en relación con los
niños más desfavorecidos de la sociedad, el Consejo Federal de Niñez,
Adolescencia y Familia (2015) acordó el Relevamiento Nacional de Instituciones
Privadas, con la finalidad de poder comprobar que dichas organizaciones del
sector privado tengan como pilares fundamentales de su labor los siguientes
aspectos:

- El interés superior del niño, niña o adolescente.

- El tiempo durante el cual permanecerá en la institución.

- La participación de su familia, ya sea los integrantes de su núcleo


familiar o algún familiar extenso, como tíos o abuelos, o de algún otro
referente.

- Construcción de un proyecto de vida.

- Interdisciplinaeridad.

El tiempo durante el cual el niño, niña o adolescente permanecerá en la


institución es muy importante determinarlo, ya que como sugiere Céspedes (2010)
tener mucho tiempo dentro de un hogar de tránsito puede generarle a los infantes
y jóvenes ciertos efectos a nivel psicológico y a nivel social, que tal vez sean
irreversibles, porque suelen perder la esperanza de reintegrarse inmediatamente a
su entorno habitual. Además, el objetivo de la internalización es reinsertarlos en
su familia, o en caso de no ser posible, de reinsertarlos en otro ámbito de la
sociedad, siempre velando por sus derechos universales.

4. 3 Caracterización de los centros de cuidado para favorecer el crecimiento


de niños, niñas y adolescentes

Los centros de cuidados para favorecer el crecimiento de los niños y los

46
adolescentes, además de que deben fundamentarse en el principio de interés
superior del niño, deben establecer el tiempo de permanencia, permitir la
participación familiar, permitir la construcción de un proyecto de vida propio, y el
trabajo de diversas disciplinas como el trabajo social y la psicología, entre otros
aspectos del marco institucional y de la fundamentación teórica de estos centros
de abrigo, que serán observados según lo establecido por el Consejo Federal de
Niñez, Adolescencia y Familia (2015) a partir de aspectos claramente definidos
que abarcan:

- El nombre de la institución

- La ubicación geográfica

- Las características de la infraestructura

- La población beneficiada

- Los antecedentes de la institución

- El objetivo principal de la institución

- Los objetivos específicos de la institución, organizándolos en función


de las diversas áreas: salud, educación, recreación, entre otros

- Metodología empleada para alcanzar los objetivos.

- Los recursos humanos con los que cuenta la institución, los cuales
deben ser organizados de manera detallada, señalando nombres,
funciones y horarios de trabajo.

- Los recursos económicos y tecnológicos con los que cuenta la


institución.

- Los indicadores de evaluación de proyecto, para la medición de los


objetivos planteados.

- Presentación anual de memoria y cuenta de la planificación utilizada,


donde se establezcan los objetivos y las acciones pronosticadas.

- Dar cuenta de los servicios públicos y privados que les han brindado

47
apoyo al proyecto institucional.

4.4 Enfoques propuestos para el cuidado de niños, niñas y adolescentes.

Existe la posibilidad de que los niños, niñas y adolescentes sean incluidos


dentro de algún cuidado alternativo en cualquiera de sus formas,
institucionalizados o en acogimiento familiar. En muchos de estos casos hay
situaciones en las que no se ejerce el cuidado alternativo de manera apropiada,
donde no se expresa ni adecúa a la necesidad del niño, ni se ejecutan los
procedimientos previstos en la Convención de las Naciones Unidas sobre el
cuidado alternativo de los niños (Relaf, 2010).

Algunos de los problemas que son más comunes, dentro del cuidado
alternativo de niños es que omiten, en muchos casos, el proceso legal adecuado
al momento de la toma de decisiones; se toman en cuenta como causa de ingreso
como la pobreza, lo que no es legal; se toman medidas sin límite de tiempo,
carentes de seguimiento; es común que ubiquen a los niños en lugares apartados
de la familia y la comunidad de los niños; entre otros (Relaf, 2010) Commented [CP14]: Se agregaron estos párrafo, según lo
sugerido.

Desde el año 1880, cuando se conformó el Estado nacional argentino


existió una preocupación por los infantes, clasificándolos en dos grandes grupos:
los niños y los menores. En esa categorización, los considerados como niños eran
todos aquellos infantes que eran hijos legítimos y que recibían educación en el
sistema educativo público nacional, mientras que, los considerados como
menores, eran todos aquellos infantes protegidos por el Estado, carentes de un
hogar, de una familia y de recursos económicos (Costa y Gagliano, 2000).

Para el año 1919, mediante la Ley N° 10.903 denominada “Patronato de


Menores”, los Juzgados de Menores pasaron a ocuparse, de forma indeterminada,
de la patria potestad y tutela de todos los niños que desde el punto de vista moral
o económico se encontraran desamparados, o en un evidente peligro moral
(Fernández, Lagiú, Martinet y Ripoll, 2010).

En este sentido, Céspedes (2010) manifiesta que los primeros patronatos

48
fueron creados por personas vinculadas a la iglesia católica y en dichas
instituciones se les daba abrigo a niños huérfanos y en estado de abandono; de
cierto modo, estos pequeños enfrentaban una situación de aislamiento en relación
con el entorno social.

Otro aspecto de la Ley de Patronato, es que se fundamentó en la


discriminación niño-menor que se venía empleando con mayor anterioridad, de
manera que solo los considerados como menores eran vinculados con los
Juzgados de Menores (con lo cual un órgano eminentemente penal estaba
haciéndose cargo de una cuestión social muy importante) y con los institutos como
internados u orfanatos. Los que eran catalogados como niños eran quienes
gozaban del derecho de tener una familia y a la educación pública, entre otros
(Fernández et al., 2010).

Seguidamente, en los años 1989 y 1994, cuando la nación argentina se


apegó??!!! a la Declaración Internacional de los Derechos del Niño y cuando lo
incorporó a su Carta Magna, respectivamente, esa discriminación de niño-menor
comenzó a ser desacreditada, al reconocer a todos los niños, niñas y
adolescentes como sujetos de derecho, lo que implicó un gran cambio en las
intervenciones sociales (Fernández et al., 2010).

Sin embargo, a pesar de esos avances en materia de derecho, aún existía


la Ley N° 10.903, que sustentaba sus prácticas en una discriminación entre lo que
era un niño y lo que era un menor. Fue entonces que, para el año 2005, entró en
vigencia un nuevo instrumento legal: la Ley N° 26.061, que sustituyó a la Ley del
Patronato, y que sí reconocía como sujeto de derecho a todo niño, niña y
adolescente (Fernández et al., 2010).

Con este nuevo marco legal, la responsabilidad que anteriormente se le


había otorgado a los Juzgados de Menores en relación con la asistencia social a
niños, niñas y adolescentes, quedó disuelta, de manera que su alcance quedó
limitado hasta los casos de infantes o adolescentes envueltos en hechos delictivos
(Fernández et al., 2010).

La Ley N° 26.061, al poner la centralidad en la protección de derechos,

49
antes que, en su garantía y restitución, marca una nueva lógica en las
intervenciones del Estado, esto es en la elaboración de políticas
públicas, las que deberán ordenar intervenciones antes de que se
verifiquen situaciones que obliguen a garantizar o restituir allí donde se
han violado. Bajo esta nueva lógica, las políticas deben ser para todo el
universo de la infancia. (Fernández et al., 2010, p. 63).

En todo caso, se puede decir que la Ley N° 26.061 desde el punto de vista
discursivo, ha significado un salto enorme en materia de derechos humanos, pero
ello no garantiza las transformaciones sociales que pretende, puesto que aún
existen ciertas prácticas institucionales tutelares que deben ser corregidas para
lograr que esta ley no quede solo en papeles (Fernández et al., 2010).

Como se puede observar, a lo largo de la historia argentina, el enfoque para


el cuidado de niños, niñas y adolescentes ha sufrido cambios; inicialmente había
una postura discriminatoria que marcaba una diferencia entre aquellos que, por
tener una familia, sí gozaban de derechos, mientras que, los desamparados, los
de escasos recursos eran cuidados por el Estado y no gozaban de los derechos
que le correspondían a plenitud, además de que enfrentaban una situación de
aislamiento en la sociedad.

Actualmente, con el vigente instrumento legal relacionado con los derechos


de niños, niñas y adolescentes, se les reconocen sus derechos a todos los
infantes y jóvenes argentinos por igual, y se busca que estos individuos puedan
disfrutar plenamente de los mismos, contemplando a los hogares de cuidado como
hogares transitorios, cuyo objetivo es reinsertarlos a la sociedad luego de superar
las razones por las cuales fueron internalizados, poniendo en primera instancia el
interés superior del niño, niña o adolescente, tal como se ha venido explicando
hasta ahora. Sin embargo, como también se ha mencionado en otros puntos, el
modelo de institucionalización tiene sus debilidades.

Es válido revisar experiencias en otros países en cuanto a la protección de


niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo mediante los hogares de
cuidado, como, por ejemplo, en España, cuyos modelos de intervención social

50
evolucionaron del modelo institucional al modelo familiar (década de los ochenta) y
posteriormente a un modelo de diversificación de la red, conocido como modelo
especializado (luego de la crisis de los noventa) (Bravo y Del Valle, 2009).

En relación con su historia, Bravo y Del Valle (2009) señalan que, durante
varias décadas en España, cuando aún no existía un sistema público de asistencia
social, la solución frente a los pequeños desamparados y desprotegidos era, hasta
mediados de los ochenta, la institucionalización del pequeño en una instancia que
cubriera sus necesidades básicas, por no tener familia, o por tener familia, pero sin
los medios para criarlo adecuadamente. Instancias que eran creadas gracias a las
inversiones de las organizaciones relacionadas con la protección infantil de
aquellos años.

Para Bravo y Del Valle (2009) cuando se crea el sistema público de


servicios sociales y se delega la competencia de forma exclusiva a las
comunidades autónomas, empezaron los cambios. Para estos autores, ocurrieron
dos grandes transiciones. La primera del modelo institucional al modelo familiar,
ocurrida en la década de los ochenta, que dejó atrás el modelo predominante de
institucionalización, en cuanto a los hogares de cuidado o acogimiento residencial,
del cual señalan:

Las características de este modelo (Del Valle y Fuertes, 2000) se


podrían sintetizar en el hecho de ser centros cerrados,
autosuficientes (incluyendo en su interior escuelas, médico, cines,
canchas deportivas, etc.), basados en necesidades muy
elementales, con un cuidado no profesional, y con razones de
ingreso enormemente variadas y no necesariamente vinculadas a lo
que hoy entendemos por desamparo. Los niños podían permanecer
toda su infancia en estas instituciones y la mayoría albergaban
cientos de niños y niñas. (Bravo y Del Valle, 2009, p. 43).

Seguidamente, aspectos como la salud mental y la interacción social fueron


banderas de los que promulgaban un modelo, quienes planteaban alternativas a
los institutos que aislaban a todos esos niños y adolescentes, de manera que

51
sugerían sustituir a dichos institutos por hogares con calidez familiar, y que,
además, estos chicos tuvieran la oportunidad de asistir a las escuelas de la
comunidad (Bravo y Del Valle, 2009).

Culminando la década de los ochenta, se implementa el modelo familiar, y


las instituciones disminuyeron en número y capacidad, principalmente porque
establecieron espacios físicos internos, con unidades residenciales y con
educadores (Bravo y Del Valle, 2009).

El modelo familiar permitió que los infantes y jóvenes en situación de riesgo,


tuvieran acceso a una educación adecuada y de calidad, así como también que
tuvieran la figura de referencia de un adulto, con quien además establecieran
lazos afectivos significativos (Bravo y Del Valle, 2009).

Sin embargo, estos entornos familiares sustitutivos no eran compatibles con


los lineamientos estatales en materia de protección social, ya que, las leyes
vigentes de aquel entonces, contemplaban que la finalidad de los hogares de
cuidado no era de tener a estos chicos perennemente, sino más bien darle apoyo,
tanto a los infantes como a su núcleo familiar, para que estos pudieran
reintegrarse, o en el peor de los casos, unirse a otro grupo familiar, puesto que
contemplaban como imprescindible a la crianza en el seno familiar (Bravo y Del
Valle, 2009).

Esta transición se puede resumir de la siguiente manera: “El acogimiento


residencial dejó de ser una medida para la crianza de niños sin hogar y pasó a ser
una medida temporal de atención al servicio de la solución definitiva de integración
familiar” (Bravo y Del Valle, 2009, p. 44).

A su vez, la segunda transición, del modelo familiar al modelo especializado


o diversificación de la red, surgió como respuesta a la crisis del modelo familiar
frente a la gran variabilidad que en los últimos años presentó la población
beneficiada por estos sistemas de protección social. Para dar respuesta a las
diversas necesidades, se crearon las redes de servicios especializados (Bravo y
Del Valle, 2009).

Entre las razones por las cuales surgió este nuevo modelo de intervención
52
social, destacan: nuevas situaciones problemáticas no contempladas en el modelo
familiar, como la llegada de menores extranjeros o de menores violentos, jóvenes
con problemas de salud mental que requieren ayuda terapéutica, diferencias en
las necesidades de cada grupo de edad, entre otros (Bravo y Del Valle, 2009).

Esa necesidad de mayor especialidad, permitió la creación de diversas


alternativas, para dar respuesta a diferentes demandas: hogares de cuidado de
pequeños hasta de tres años, hogares de primera acogida y emergencia, hogares
de convivencia familiar, hogares de preparación para la independencia de los
adolescentes, hogares y centros para adolescentes con problemas emocionales
y/o conductuales y hogares para menores extranjeros no acompañados (Bravo y
Del Valle, 2009).

4. 5 Los equipos profesionales en los hogares de cuidado

De los resultados obtenidos en una investigación llevada a cabo por Martín


y Dávila (2008) para analizar la relación entre las redes de apoyo social y la
adaptación de 102 menores de edad en los hogares de cuidado, estos autores
infieren que el apoyo social y el afecto que parece tener una mayor influencia
positiva en el proceso de adaptación personal, escolar y social de infantes en los
hogares de cuidado, es el otorgado por las personas adultas pertenecientes a los
ámbitos externos al entorno familiar, específicamente el otorgado por los
profesionales, entre ellos los trabajadores sociales, que ejercen su especialización
en uno de los dos contextos que son de vital importancia para estos menores que
han sido separados de su familia; dichos contextos son la residencia y la escuela.

Martín y Dávila (2008) enfatizan que la figura del educador es muy


importante para estos menores, sin embargo, señalan que la sociedad de hoy en
día aun está muy lejos de lograr que dentro del perfil profesional de un educador
se contemple la necesidad de ciertas habilidades y actitudes que favorezcan el
establecimiento de vínculo afectivos significativos con los menores de edad, de
manera que la posibilidad de que existan esos lazos solo puede contemplarse en
la actualidad en función únicamente de las características personales de cada

53
educador.

También, otra figura importante es la del profesor. Si se pudieran dar las


condiciones pertinentes y debidas para que, tanto educadores como profesores
ejercieran el papel de figuras de apoyo social extra familiar para niños, niñas y
adolescentes abrigados por instituciones de acogimiento residencial transitorio,
seguramente la calidad del servicio de estos hogares de cuidados temporales se
vería afectada positivamente (Martín y Dávila, 2008).

Algunas de esas condiciones podrían ser: la promoción y oferta de una


formación adecuada a las exigencias que implica ser un apoyo social, promover el
reconocimiento de su labor en la sociedad, entre otros (Martín y Dávila, 2008).

Otros tipos de profesionales cuya presencia en estos hogares de cuidado


es de suma importancia, son los terapeutas y psicólogos. Muchas veces los
infantes y adolescentes que llegan a un hogar de cuidado transitorio traen consigo
problemas emocionales y de salud mental, así como también problemas de
comportamiento social, lo que ha requerido de la presencia de profesionales
especializados en brindar atención terapéutica a estos chicos (Bravo y Del Valle,
2009).

Además, como se mencionó anteriormente, según Bravo y Del Valle (2009)


la tendencia en los centros y hogares de protección en algunos países como
España, es a la creación de redes especializadas y diversificadas de acogimiento
residencial, para lo cual se necesitan de especialistas en cada una de las
modalidades de hogares transitorios. Por ejemplo, en los hogares de acogida de
niños hasta tres años de edad, se necesitan profesionales que tal vez no sean los
mismos que se requieran en los hogares de emergencia, de convivencia familiar, o
en los hogares de preparación para adolescentes o en los centros para
adolescentes con problemas emocionales o de conducta; cada una de estas
formas de intervención social responde a una necesidad diferente, y por ende, el
apoyo psicoterapéutico y educativo es distinto para cada caso, en algunos será
demandado con una mayor intensidad que en otros, así como también el tipo de
especialidad y en cantidad de personal calificado.

54
4.6 Los “Pequeños Hogares”

Según Farias-Carracedo (2011), en el año 1977 en Argentina,


específicamente en la región de La Pampa, se dio inicio a un programa de
protección infantil y adolescente, denominado “Pequeños Hogares”, instituciones
que, a pesar de todas las adversidades y cambios profundos que han sufridos,
aun en la actualidad siguen funcionando, pero bajo otra modalidad. Desde sus
inicios ha estado dirigido a beneficiar a niños y adolescentes desde 0 hasta 21
años de edad, en situación de riesgo.

Indica Farias-Carracedo (2011) que este programa se llevó a cabo en otras


zonas de Argentina, antes del año 1980, y posteriormente llegó a la provincia de
La Pampa. La reglamentación de los pequeños hogares en dicha provincia, de año
1977, se basó en un documento sin fecha llamado “Jornadas Nacionales sobre
“PEQUEÑOS HOGARES: Conclusiones Generales”, elaborado por la
Subsecretaría del Menor y la Familia, adscrito al Ministerio de Acción Social de la
Nación Argentina.

En dicha documentación, se hace mucho hincapié en que la familia es un


modelo sin sustituto en cuanto al desarrollo integral de los menores de edad, de
manera que el programa de Pequeños Hogares estuvo fundamentado en el
establecimiento de un pequeño hogar en el que un matrimonio se hiciera cargo de
estos individuos desamparados, brindándoles el bienestar y el apoyo del cual
habían estado privados (Farias-Carracedo, 2011).

Tal como señala Farias-Carracedo (2011), el proceso histórico de los


Pequeños Hogares de La Pampa, se puede entender a mayor cabalidad haciendo
una división de la misma en dos etapas: una primera etapa que va desde su
creación en 1977 hasta el año 2000, y una segunda etapa definida desde el año
2000 hasta los tiempos actuales.

Por lo que se refiere a la primera etapa, esta estuvo caracterizada porque


los hogares estaban a cargo de matrimonios estables y con condiciones de
encargarse de menores de edad en situación de riesgo, quienes formaban parte
de la comunidad y que se postulaban al programa de manera voluntaria. Estos
55
matrimonios eran sometidos a evaluaciones, para confirmar que estuvieran aptos
para velar por estos chicos (Farias-Carracedo, 2011).

Según diversos testimonios recogidos por Farias-Carracedo (2011), luego


de ser seleccionados, a los matrimonios se les asignaba una vivienda amplia, muy
confortable y con todos los servicios por parte del Ministerio de Bienestar Social y
una ayuda económica por cada niño. En dichas casas, estos matrimonios se
ocupaban de sus propios hijos y de los que les asignara el Estado.

Además, esta familia debía ser como cualquier otra familia de la comunidad,
de manera que los menores de edad también debían asistir a los centros
educativos de la zona, a las actividades recreativas, entre otros (Farias-Carracedo,
2011).

Del mismo modo, según testimonios recopilados por Farias-Carracedo


(2011), fueron varias las razones por las cuales los pequeños hogares
funcionaban como internados: la ausencia de la familia biológica, padres
divorciados en conflictos, fallecimiento de los padres, situación de abandono,
negligencia, padres con vicios como alcohol y drogas, madres que se prostituían,
violencia doméstica, niños con maltratos psicológicos, físicos o sexuales, niños
que mendigaban, entre otros.

Así se tiene que, este tipo de programa en principio intentaba, en la medida


en que el bienestar de los menores no se viera afectado, que los niños en
situación de riesgo no perdieran el contacto con su familia biológica o con algún
referente familiar que favoreciera su desarrollo integral, y para ello, se le permitían
visitas. Pero, en la mayoría de los casos, las familias de origen no estuvieron
involucradas en el avance de estos infantes y adolescentes (Farias-Carracedo,
2011).

Sin embargo, desde el año 2000 se pudo observar que ese sistema de
funcionamiento estaba decayendo, lo que consecuentemente significó el cierre de
los pequeños hogares. Fueron muchas las causas por las cuales se llevó a cabo
esta acción, entre ellas porque algunos matrimonios no se postulaban por querer
ayudar a estos chicos, sino para poder disfrutar de las facilidades que el Ministerio

56
de Bienestar Social les daba a los matrimonios a cargo (vivienda en óptimas
condiciones y ayudas económicas). Otra razón fue que, a la larga, los matrimonios
a cargo comenzaban a presentar problemas constantes iguales a los que se
presentaron en las familias de origen de los menores de edad beneficiados por el
programa de Pequeños Hogares. Por otra parte, los matrimonios que se habían
postulado por razones verdaderamente solidarias, presentaban quejas por las
debilidades del programa, como, por ejemplo, la rotación constante de los niños y
adolescentes que no favorecía a la convivencia y al establecimiento de fuertes
vínculos afectivos, la falta de orientación y cooperación por parte de funcionarios
públicos, las necesidades económicas, entre otros (Farias-Carracedo, 2011).

Posteriormente, en el año 2004, se presentó un nuevo proyecto de


Pequeños Hogares, por parte de un conjunto organizado de profesionales,
quienes plantearon sustituir el sistema de funcionamiento de matrimonios por
operadores sociales, lo cual entró en acción a partir del año 2005 (Farias-
Carracedo, 2011).

57
58
59
MODELO DE ENTREVISTA A LOS PROFESIONALES:

Nombre:
Institución
Cargo que ocupa:

 ¿En qué consiste el proyecto y cuál es su tarea dentro del mismo?

 ¿Cuál es la relación de las familias con el equipo de profesionales?

 ¿Cuáles son las funciones del Trabajador Social dentro de este proyecto?

 ¿Cómo se vinculan las familias con el Trabajador Social?

 ¿Cuáles son las ventajas que usted puede observar de la implementación


de este programa?

 ¿Cuáles son las falencias que presenta el mismo?

 ¿Qué tipo de estrategias de intervención se aplican?

 ¿Cuál es el fin de permanencia de niños en hogares?

60
MODELO DE ENTREVISTA A GRUPOS DE HERMANOS

Nombre:
Institución
Edad:

a) Cantidad de hermanos y edades correspondientes:

b) Tiempo de permanencia en el programa?

c) Qué tipo de relación mantienen con sus padres?

d) Qué fue lo que impulsó la separación de sus padres?

e) Desean volver a vivir con ellos?

f) Cómo es la vida dentro del contexto del programa?

g) Van a la escuela? Qué niveles?

h) Cuáles eran sus condiciones de vida antes de involucrarse en el programa?

i) Cómo sienten su situación actual?

j) Tienen más familia? Quiénes?

k) Qué planes o deseos tienen a futuro?

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