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IMAGEN CORPORAL
Al igual que él si mismo corporal es el primer aspecto del autoconcepto que surge en el
infante, él si mismo corporal atraviesa por un cambio drástico con la llegada de la
pubertad, que señala el comienzo de la adolescencia. Antes del inicio de la pubertad, la
mayoría de los niños se ha ocupado relativamente poco de cómo son sus cuerpos (y como
se ven) y se preocupan mas de lo que sus cuerpos les permiten hacer.
Pero el aumento repentino del crecimiento en la pubertad, junto con los cambios espec-
taculares en forma y apariencia del cuerpo, además de los nuevos sentimientos sexuales y
de otras sensaciones que acompañan estos cambios, ¡cambian todo eso! De manera
inevitable, según parece, el adolescente tiene definida una imagen corporal más fuerte y
clara.
Las comparaciones entre niñas que maduran más pronto o más tarde indican que la
insastifaccion con su apariencia se asocia con el aumento rápido y normal de peso que es
parte del crecimiento. Las niñas con una maduración más temprana tienen imágenes
corporales menos positivas, a pesar del hecho de que salen más y más pronto con
varones; la menstruación es un signo innegable de maduración, pero también se asocia
con incomodidad física.
Esta paradoja destaca las contradicciones producidas por el diferente significado del
desarrollo físico maduro para las mujeres en comparación con los hombres; en el caso de
las chicas jóvenes, se destaca mas la apariencia atractiva. La actividad sexual también
es más problemática para las mujeres, debido a la dualidad en normas que aun existe y a
la responsabilidad diferencial en cuanto al embarazo. Para los varones, la maduración
temprana ofrece ventajas sociales evidentes, que incluyen oportunidades para aumentar
sus logros atléticos, sus roles de liderazgo y las expectativas de éxito.
Lo que parecen tener en común todas las personas con anorexia es una imagen corporal
distorsionada, una creencia de que tienen un enorme sobrepeso cuando, de hecho, tienen
un peso gravemente bajo, tienen personalidades mas bien obsesivas y tienden a evitar las
situaciones que temen , la autonomía.
1. Biológico (organismo).
2. Social (miembro de la sociedad).
3. Psicologico (individual).
La imagen corporal cambia en la adolescencia pero vale la pena señalar algunas de las
observaciones de Erikson. Dice que el rápido crecimiento del cuerpo trastorna la
confianza previa en este y el dominio de sus funciones, lo cual era algo que se había
disfrutado en la infancia.
Si los adolescentes preguntan “¿como me vuelvo adulto’”, es probable que reciban una
respuesta diferente de parte de distintas personas……………
Si los adolescentes toman sus decisiones demasiado pronto (lo que Erikson llama
ejecutoria prematura de la moratoria), pueden llegar a lamentarse y se vuelven
especialmente vulnerables a la confusión de identidad en su vida posterior.
Marcia (1996, 1980), inspirado por Erikson y con base en sus propias investigaciones,
identifico cuatro status de la formación de la identidad en los adolescentes. Para lograr
una identidad madura, el individuo debe:
a) experimentar varias crisis en la exploración y elección entre alternativas vitales y
b) finalmente, llegar a un compromiso, una inversión del sí mismo en sus elecciones.
Los cuatro status son:
A diferencia de las ocho etapas de Erikson, estos cuatro status no son secuenciales (no
son etapas), con la excepción de la moratoria de identidad que es un requisito previo para
el logro de la identidad
Marcia (1980) reconoce que, cuando se aplica a las mujeres, el modelo y el enfoque del
estado de identidad, funcionan “solo mas o menos”; esto refleja una critica realizada
acerca de la afirmación de Erikson de que la secuencia de etapas se aplica por igual a
hombres y mujeres (en especial, en la transición de la adolescencia a la adultez joven),a
saber, que la experiencia de los hombres se toma como norma.
Es bastante claro que en nuestra cultura no existe una iniciación bien definida a la adultez
como la que hay en muchas culturas no occidental es donde, a cierta edad, ocurren ritos
de pubertad o ceremonias de iniciación que marcan el final de la infancia y el inicio de la
adultez. Por ejemplo, entre algunos pueblos africanos de cazadores - recolectores, los
varones llegan a la adultez una vez que pueden participar en forma exitosa en la cacería y
para las mujeres, cuando se presenta la menstruación o se embarazan en algunas
comunidades aborígenes con el matrimonio y el parto, con frecuencia al final de la
adolescencia. Mientras que la pubertad es un hecho biológico, la adolescencia es en
mucho u fenómeno construido socialmente.
Si los jóvenes tienen éxito, surgirán de esta etapa del desarrollo con un sentido de
identidad psicosocial (el componente positivo), un sentido de quienes son, donde han
estado y hacia donde van. La influencia de los padres es mucho más indirecta de lo que
ha sido en etapas previas; es mas una cuestión del como influyeron en etapas anteriores
mas que la manera en que influyen directamente en la búsqueda de identidad. Así, entre
mas positivo sea el resultado de etapas anteriores, mas probable será que el adolescente
logre una identidad psicosocial integrada.
Elkind (1970) señala que esto también dependerá del ambiente social en el que
crezca el adolescente.
Por ejemplo, en una sociedad donde las mujeres son ciudadanos de segunda clase, para
las mujeres puede ser más difícil llegar a un sentido de identidad psicosocial. De la
misma manera, en momentos de rápido cambio social y tecnológico, como en el presente
donde existe un rompimiento en muchos valores tradicionales, para los jóvenes puede ser
más difícil encontrar continuidad entre lo que han aprendido y experimentado cuando
niños y lo que aprenden y experimentan como adolescentes. Esto puede llevarlos a buscar
causas (politices, religiosas, humanistas) que le den significado y dirección a sus vidas.
6. ¿QU
QUE ES LA ADOLESCENCIA
La palabra “adolescencia” proviene del latín adolescere, que significa “crecer hasta la
madurez”. Por tradición, esta etapa se ha considerado como un preludio y una
preparación para la adultez, un periodo vital de transición entre la inmadurez y la
madurez. Aunque en general se considera que la adolescencia comienza con la pubertad,
la considerable variación individual en el momento de la aparición de estos cambios
físicos hace muy difícil definirla en términos de edad cronológica (entre los “13” a “19”
años). Coleman (1995) considera que las dificultades implicadas en definir la
adolescencia reflejan un rasgo importante del fenómeno, a saber, ¿es una etapa que en
cierto grado se ha creado en forma artificial?
En (1928) Margaret Mead describe una sociedad en la que los individuos pasan de
la infancia a la adultez sin trauma o tensión. Los ritos de iniciación permiten que niños y
niñas tengan claro cuando y como deben asumir sus roles y responsabilidades adultos y
no existe un largo periodo de transición o ambigüedad en su status, Aunque en general se
está de acuerdo en que Mead observo a la sociedad de Samoa a través de lentes color de
rosa, el sentimiento continua siendo que la sociedad occidental, a través de su énfasis en
prolongar la educación y la dependencia económica en los padres, alienta la adolescencia
como un periodo preciso.
Anna Freud (en El yo y los mecanismos de defensa, 1937) creía que su padre había
enfatizado en exceso el desarrollo de la sexualidad temprana en la vida y había
descuidado sus manifestaciones adolescentes. También consideraba que los mecanismos
de defensa del yo utilizados antes de la pubertad, ya no eran adecuados para lidiar con el
ascenso rápido de los instintos e identifico dos nuevas defensas del adolescente:
Ascetismo, donde los adolescentes se privan a sí mismos de experiencias y actividades
placenteras (en particular las sexuales)
Intelectualización donde en gran medida, se discute y lee acerca de temas provocadores
de ansiedad (Típicamente, los adolescentes pasan mas tiempo hablando de sexo que
disfrutándolo).
El desprendimiento también produce regresión, que puede tomar forma del “culto al
héroe” (a estrellas de rock, personalidades de los deportes, etcétera) y de un
“enamoramiento homosexual” (hacia un maestro del mismo sexo o un amigo de los
padres, en ambos casos esto implica una búsqueda de padres sustitutos), absorberse en la
política, religión y filosofía, etcétera y ambivalencia. La ambivalencia subyace a las
relaciones con los padres en la temprana infancia, implica una fluctuación entre amar y
odiar, depender y ser independiente, ser cooperativo y no cooperativo y demás. La
ambivalencia se reactiva en la adolescencia de una manera extrema y esto explica
gran parte de la conducta agresiva, negativa y, por lo general, imposible de predecir,
que los padres en particular, y los adultos en general, encuentran tan difícil de
entender. Una forma que esto puede asumir es lo que Baittle y Offer (1971) denominan
“dependencia negativa”, en la cual los adolescentes hacen aquello a lo que sus padres se
oponen, mostrando que aun dependen de sus padres pero de una forma negativa. Así,
aunque la conducta es de manera explícita un acto de rebelión en contra de los padres, al
mismo tiempo revela que todavía existen fuertes deseos de una dependencia pasiva
(Coleman, 1995).
Bloss cree que la regresión de hecho es necesaria para que tenga lugar el proceso y
la no conformidad del adolescente es, en realidad, una defensa sumamente
adaptativa contra la tentación de depender de nuevo de los padres y otros adultos.
También considera inevitable la conducta no adaptativa transitoria (que Erikson
llama “psicopatologia de la adolescencia cotidiana”).
Aunque Mead (como Erickson) reconoció la parte representada por los cambios
biológicos en la pubertad, creía que los problemas adolescentes se debían principalmente
a factores sociales, en particular, al amplio rango de opciones abiertas al individuo en un
mundo que cambia rápidamente. Si la principal tarea de la adolescencia consiste en
establecer una identidad significativa, los obstáculos para hacerlo son mayores ahora más
que nunca; no existe un marco duradero de referencia y no hay un solo conjunto de
valores (religiosos, políticos, ideológicos, etc.) mediante los cuales el adolescente puede
darle un sentido al mundo.
Tormenta y tensión
Varios estudios han concluido que la adolescencia no es un periodo que, de modo típico,
implique estrés, tensión y confusión emocional.
El estudio del National Childrens Bureau (1976) Los padres describían con mayor
frecuencia a sus hijos de 16 años de edad como solitarios, después irritables (“listos a
perder los estribos) y después “melindrosos y demasiado quis1uillosos” A muy pocos se
le describió como destructivos o agresivos hacia otros o desobedientes con frecuencia:
del 12% se pensó que eran mentirosos en ocasiones, 2% aun se chupaban el dedo, 3%
sufría de problemas emocionales, 15% se mordían las uñas, 11% sufrían de migraña o
dolores de cabeza recurrente, 3% tenían algún tipo de tartamudeo y 1% sufrían de
Enuresis nocturna.
Según Offer (1969) , la gran mayoría de los adolescentes se adapta de manera adecuada a
la transición de la adolescencia, está en contacto con sus sentimientos y desarrolla
relaciones significativas con otros individuos significativos; carecen de la agitación de los
adolescentes trastornados, precisamente porque su yo tiene la suficiente fortaleza como
para soportar las presiones. De esta manera similar, Siddique y Darcy (1984) encontraron
que 33.5% de los adolescentes encuestados no informaron sintomas de perturbación
psicológica y otro 39% informo de cinco o menos síntomas (un nivel leve de estrés).
Aunque de hecho para una minoría parece ser periodos de estrés y confusión (27.5%
informo de mayores niveles de angustia psicológica), para la mayoría la transición
adolescentes será relativamente tranquila.
Crisis de identidad
Muchos de los conceptos de Erikson que rodean a la crisis de identidad son difíciles de
probar de modo empírico pero muchos investigadores se han utilizado medidas del
autoconcpeto (en practicar, autoestima) como indicadores de crisis.
Ya se le ha discutido la autoestima en relación con la imagen corporal, incluyendo la
maduración temprana y tardía y la satisfacción con el peso corporal, en particular en las
niñas. Y también se han discutidos los efectos que tiene la carencia de empleo sobre la
autoestima y la salud mental general.
Simmons y Rosemberg (1975) encontraron que la reducción de autoestima es más común
durante la adolescencia temprana que en el final de la infancia o en la adolescencia tardía
y esto era más evidente en las niñas que en los niños. Por ejemplo, 32% de las niñas
entre 12 y 14 años de edad de las niñas tenían una autoimagen más inestable (30%de los
niños). (La muestra comprendió cerca 2000 niños en edad escolar). La mitad mas
prepuberes estaban satisfechas con su cuarto de aquellas al principio de la adolescencia.
Sin embargo, la mayoría de los estudios parecen representar una imagen bastante
diferente. Por ejemplo, con base en el uso del Offer Self- Image questionaire, Offer y
colaboradores (1981) concluyeron que parece no haber un incremento en la perturbación
de la autoimagen durante la adolescencia temprana.
Coleman y Hendry (1990) toman el punto de vista de que mientras tal perturbación es
mas probable en los primeros años de la adolescencia que después (alrededor de la
pubertad), solo una proporción relativamente pequeña de la población total de
adolescentes esta en probabilidad de tener una autoimagen negativa o muy baja
autoestima.
Brecha generacional
En el estudio del National Childrens Bureau, la mayoría de los padres y de los
adolescentes de 16 años informo de relaciones familiares armoniosas; solo3%de los
adolescentes estaban totalmente en contra del matrimonio y la vasta mayoría creía que la
edad ideal para casarse se encuentra entre los 20 y 25 años de edad, con dos hijos como
familia ideal. A los padres se les dio una lista de los asuntos en lo que, por lo común, se
piensa que los adultos y los jóvenes de 16 años podrían estar en desacuerdo. Los
resultados indicaron una situación que, desde el punto de vista de los padres, era
armonioso. Los adolescentes de 16 años confirmaron las actitudes de sus padres- en
ocasiones, la apariencia y las actividades de la noche eran temas de discrepancia en el
hogar, pero por lo demás la atmósfera estaba libre de conflictos importantes.
Cerca de dos tercios de aquellos que tenían hermanos dijeron que peleaban con ellos, sin
embargo, muchos escribieron una nota aclaratoria a efecto de que, a pesar de que
pudieran pelear con frecuencia con un hermano o hermana, o no estar de acuerdo con sus
padres, no querían decir que hubiera nada de malo con la relación subyacente.
En un enorme estudio transcultural (realizado en Australia, Bangladesh, Hungría,
Israel, Taiwan, Italia, Turquía, E.U.A y la antigua Alemania Occidental), Offer y
colaboradores (1988) encontraron que mas de 91% de los adolescentes en estos
países negaron tener animosidad en contra de sus padres y proporciones similares
rechazaron la idea de que sus padres estuvieran avergonzados de ellos o que se
pudieran decepcionar de ellos en el futuro.
Parece haber pocas dudas de que la brecha generacional que implica una “guerra” entre
generaciones o una subcultura adolescentes independientes es, en términos básicos, un
mito. Sin embargo, seria igual de impreciso negar que existe algún conflicto: los
adolescentes no podrían llegar a la adultez a menos de que pudieran probar límites de la
autoridad, ni tampoco adolescentes, excepto una pequeña minoría, experimentan crisis
graves de identidad. En la mayoría de los casos, las relaciones con los padres son
positivas y constructivas y los jóvenes no rechazan los valores adultos a favor de aquellos
defendidos por su grupo de compañeros. De hecho, en la mayoría de las situaciones los
valores del grupo de compañeros parecen ser consistente con aquellos de los adultos
importantes, en lugar de estar en conflicto con ellos. Los temores a la promiscuidad entre
los jóvenes no se derivan de los hallazgos de investigación, ni los estudios