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Desde mediados de los años cuarenta, Lima vivía una vorágine modernizante auspiciada por la
difusión de las imágenes de la modernidad, el fin de la segunda guerra mundial y por el optimista
ambiente existente luego de la elección de José Luis Bustamante y Rivero como expresión de
nuevos vientos en el país.
El arte y la arquitectura transitaban los caminos signados por la pasiva mirada all pasado,
aislados de los acontecimientos arquitectónicos prevalecientes en el mundo. Un mundo que salía
de la segunda gran guerra y veía consolidar a Norteamérica como principal potencia. Un mundo
que había vivido -décadas atrás-, el entusiasmo por la renovación total del arte y la arquitectura,
y que pocos años después planteaba ya un cuestionamiento a las radicales formulaciones
vanguardistas, vivía el inesperado viraje de los grandes maestros de la arquitectura y el
surgimiento de propuestas abiertas, frescas e incluyentes.
Siendo ésta la que constituye el mayor volumen de obra e inversión, la privada tiene a su vez un
ostensible incremento (bancos, aseguradoras, almacenes, fábricas, ingenios; urbanizaciones y
viviendas de alquiler)
Los estudios continuaron siendo básicamente en Construcciones Civiles con algunos cursos de
arquitectura que permiten acceder al título de Arquitecto Constructor, la identidad profesional
queda en la práctica, pendiente de ser resuelta. Para medir el impacto efectivo de este cambio
puede mencionarse que a pesar que en 1914 egresa la primera promoción, sólo en 1925 se
producen las primeras graduaciones(4).
Socialmente, la celebración del Centenario de la Independencia es una buena ocasión para que
el perfil del Arquitecto como diseñador se proyecte. Así lo prueban los múltiples proyectos de
diseño urbano y arquitectónico propuestos y algunos de ellos realizados. Las revistas que
proliferaron desde las primeras décadas del siglo XX han dejado testimonio del proceso de
transformación de Lima y de algunas ciudades del país, y el papel de algunos arquitectos que
gozaron de suceso y reconocimiento: Rafael Marquina y Ricardo Malachowski, por ejemplo.
La ligazón del profesional a la obra pública lo sujeta al esquema centralista del estado peruano, y
al anómalo e improvisado desempeño de la administración pública. Así lo podemos comprobar al
revisar los Anales(5) de Obras públicas, donde se ve al profesional en una labor dispersa,
fragmentada y potencialmente limitada ante la falta de planificación y responsabilidad frente al
manejo de los magros recursos, en el contexto de la calamitosa post guerra.
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(4) Syra Alvarez Ortega, “Los primeros años de la enseñanza de la arquitectura en la antigua Escuela de
Ingenieros”, en revista TECNIA, Vol. 12 No 2, p. 23.
(5) Angel Janampa Jáuregui, “Anales de Obras Públicas” 1884-1920. Fichado bibliográfico”. Curso de
Arquitectura Peruana III, FAUA UNI, Lima 2003.
Las obras públicas en las ciudades de la República seguían siendo diseñadas básicamente en
Lima, por ejemplo Pedro Paulet realiza para Arequipa el Hospital Goyeneche, Teodoro Elmore es
llevado a Piura luego del terremoto de 1913 y propone la expansión de la ciudad.
Fuera de Lima además, los tiempos y las actitudes eran diversas. La ciudad continuaba
haciéndose en gran parte según las pautas y procesos tradicionales y artesanales, al margen de
la moderna estructura productiva, en algunas de ellas las modas emitidas desde Lima no fueron
ignoradas, pero lograron una versión original como ocurrió frecuentemente en Arequipa, y en
Chiclayo con el Art Déco y el Historicismo pintoresquista. En algunas otras ciudades pervivió la
fuerte tradición: en Cuzco y Trujillo por ejemplo se proyectó un historicisimo localista, mientras en
Moquegua y Tacna la vital arquitectura regional intemporal no requería de estilos. En las
ciudades fronterizas como Tumbes e Iquitos, la influencia internacional –de Ecuador y Brasil-,
dejó obra notable.
En este periodo caracterizado por importantes obras urbanas quedó demostrada la capacidad
del diseño urbano: las plazas Bolognesi, Dos de Mayo y San Martín, junto a la Av. Nicolás de
Piérola, Paseo Colón y Av. Arequipa en Lima así lo testimonian. En Arequipa y Trujillo, las plazas
de Armas, en Tacna, la excepcional Alameda, en Iquitos el estupendo malecón. Mención aparte
debe hacerse de los Ingenios azucareros, ejemplo de Company towns que se multiplicaron a
partir de 1895.
El arquitecto amplía así sus prerrogativas proyectuales: del objeto-edificio, al espacio urbano.
El “Oncenio” (1919-1930) está pleno de nuevas señales, entre ellas el desarrollo de la conciencia
arquitectónica. Así lo demuestra la difusión del Historicismo peruanista en sus distintas
versiones; también en la propia afirmación de la identidad profesional en el ámbito gremial, con
la fundación en 1937, de la Sociedad de Arquitectos, el desarrollo profesional y la
especialización, y la aparición ese mismo año de la revista “El Arquitecto Peruano bajo la
dirección de Fernando Belaúnde Terry.
Cuando en 1932 los profesores de la Sección de Arquitectura proponen la introducción del Taller
como principio pedagógico y método de trabajo, lo hacen con la finalidad “ de formar ingenieros
pero que lleguen a ser artistas”(6).
A esas alturas puede apreciarse que el tema de la identidad profesional está todavía pendiente,
pero la entusiasta adhesión al arte y al modelo pedagógico esencial de la Ecole Beaux Arts, el
Taller, conducen a un nuevo periodo de esta historia.
Los principios formalistas del Academicismo dominante, empiezan a sentir la influencia de las
demandas proyectuales alrededor de la “Higiene” y la “comodidad”, los aspectos prácticos
empiezan a tener importancia mayor.
Al promediar los años cuarenta la figura del arquitecto se relacionaba básicamente con el ámbito
público estatal y sus instituciones, y en el ámbito privado con el sector empresarial y la elite
socioeconómica.
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(6) “Por una auténtica formación profesional”, carta al Director de la Escuela de Ingeniero de 1932,
suscrita por Ricardo Malachowski, Rafael Marquina y Héctor Velarde. Reproducida en el “Arquitecto
Peruano” Nos. 347-348, Lima, 1967 p. 24.
El Arquitecto moderno: efímero artista y tecnócrata (1945-1980)
Ese sería sin duda un antecedente decisivo para la formación en 1947 de la Agrupación
“Espacio”, vanguardia peruana de la Modernidad impulsada y formada por estudiantes y
profesores del Departamento de Arquitectura de la ENI, con la adhesión de algunos jóvenes
artistas.
Hay sin embargo una vertiente esencialmente intuitiva: la del acercamiento al arte que está
presente tanto en la expresión del edificio como en el proceso de aprendizaje, en especial en el
primer Curso de Diseño, el Taller Básico de inspiración Bauhausiana, así como en otros cursos
de arte: pintura, escultura y en los de Estética e Historia del Arte.
Se cerraba así un proceso manifiesto desde las primeras décadas del siglo, lo que cambió sin
embargo fueron los referentes: el arte de la Ecole de Beaux Arts es reemplazado por el de las
vanguardias artísticas del movimiento moderno.
La tecnología constructiva quedó relegada en el Plan de estudios, pero se mantuvo como parte
del dogma funcionalista, al interior del Taller de Diseño.
Debe precisarse que inicialmente el discurso artístico introducido en la formación fue bien
complementado por la visión funcionalista con un nivel de rigor que consolidó una visión cuya
vigencia –con decisivos matices y deformaciones- continúa vigente hasta el día de hoy.
Los planes urbanos también se formulan en Lima, trámite estadías temporales e intentos de
articular oficinas ejecutoras en los propios Municipios locales, casi siempre con poco éxito, así
ocurrió en Piura, Chiclayo, Trujillo y Cuzco.
Fernando Belaúnde Terry al ser elegido en 1963 Presidente de la República, lleva la imagen del
arquitecto a un inmejorable nivel, la del joven y carismático político con un respetable perfil
tecnocrático. Es el zenit de la trascendencia del arquitecto peruano, presente en el ámbito
público y privado, en el ámbito técnico y político.
Se produce la modernización del aparato público y una tímida descentralización, dando lugar a la
creación de oficinas sectoriales (vivienda, educación, salud, agricultura, etc) que generan una
demanda de profesionales, entre ellos, de arquitectos que constituirán en estos años la primera
memoria moderna del aparato público sectorial, que tuvo algunas oportunidades para
desarrollarse, hasta los años ochenta.
Como en la década anterior, la demanda en el campo privado mejoró, dando lugar al ejercicio
liberal de la profesión, aunque de manera puntual y no muy extensiva.
En este periodo, las relaciones entre gobierno y Universidad llegan al punto más alto del periodo
moderno, la Facultad de Arquitectura es una suerte de brazo técnico gubernamental,
externamente el arquitecto asume importante cargos públicos, hay una inconsciente o explícita
identificación política del arquitecto con el proyecto político acciopopulista.
Fernando Belaúnde ve así realizados uno de sus objetivos expresados al fundar la revista “El
Arquitecto peruano”: el deslinde de las competencias profesionales y la formalización del
ejercicio profesional, a través de la obligatoriedad de la inscripción del título profesional en el
Colegio que es la única institución, hasta hoy, que legitima y autoriza el ejercicio profesional.
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(7) Miguel Cruchaga Belaúnde, “Una terecera misión en arquitectura”, ediciones FAUA UNI, Lima,
1993.
La caída definitiva del modelo de Sustitución de Importaciones fue violenta con la toma del poder
por los militares que enarbolarían un nuevo modelo para el desarrollo: el Capitalismo de Estado,
tendiente a consolidar una Burguesía nacionalista con el auspicio del Estado.
Su discurso ideológico es nacionalista y populista, la más recalcitrante derecha peruana sería
definitivamente anulada política y económicamente.
Las incómodas relaciones entre el Gobierno militar que derrocó al Arquitecto Fernando Belaúnde
Terry, y el gremio, se “resolvió” fácilmente con la creación del Ministerio de Vivienda en 1968 y
con el nombramiento de un Arquitecto como Ministro.
Por su parte, el Colegio de Arquitectos se haría cargo de los megalómanos concursos de la obra
pública del régimen, participando activamente en este proceso, aportando una discutida
arquitectura monumentalista y “nacionalista” de dudosa legitimidad, los arquitectos se plegaron al
sistema. Los arquitectos como colectivo profesional, son activos instrumentos de afirmación
gubernamental pero a diferencia de la década anterior, por interés, no por convicción. Los de
filiación marxista se “infiltran” en el aparato público para “radicalizar” el discurso ideológico
gubernamental.
La planificación –al estilo del los países del “Socialismo real”-, estuvo a la orden del día, fue el
instrumento para la operatividad del Proyecto nacionalista y populista del Capitalismo de Estado
propugnado por los militares. El nuevo perfil del arquitecto planificador, transita así en el ámbito
multidisciplinar y goza del prestigio que en aquellos días aún mantiene el tecnócrata.
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(9) Augusto Ortiz de Zevallos, “La arquitectura ante o bajo el poder”, en revista DEBATE, No. 6, enero
de 1981p. 55.