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LA ÉTICA EN CIENCIA

Un punto importante de discusión en la actualidad es el lugar que la ética debe tener en la


ciencia, y en las investigaciones científicas. En principio, este tema se puede subdividir en
dos: uno referente a la ética relacionada con la ciencia en sí, y otra que analiza la ética en
las relaciones entre la ciencia y la sociedad. La parte relacionada con la ética del
quehacer científico fue tratada en un artículo anterior sobre el fraude en ciencia [1],
mientras que aquí hablaremos de lo que normalmente se entiende por ética científica,
cuando el tema es tratado en los ámbitos no científicos, es decir, la ética de la relación
entre la ciencia y la sociedad. A su vez, este tema se subdivide en otros dos: el que se
refiere a la responsabilidad moral de los científicos acerca del uso que se le da a sus
investigaciones, y en el referido a la forma de llevar investigaciones que involucra
violaciones a principios éticos.

La preocupación por los problemas morales acerca de la ciencia no es nueva. Entre otros,
científicos con inclinaciones filosóficas y filósofos con inclinaciones científicas que se
ocuparon del tema, se puede mencionar a Lucrecio, Spinoza, Hume, Kant, Feuerbach,
Engels, Dewey y Schlick. Y los escrúpulos de conciencia de los científicos fueron
expresados ya en la primera guerra mundial, por ejemplo, por Albert Einstein y Bertrand
Russell, haciéndose más intensos cuando nazis y comunistas trataron de controlar y
avasallar a la ciencia. En principio, los problemas morales y éticos no son atemporales.
Hay una gran disparidad de códigos morales, que en la actualidad están confluyendo a un
cierto corpus de ideas básicas que son aceptadas por la mayor parte de la humanidad
como más o menos universales, como las expresadas en las diversas declaraciones de
derechos humanos.

¿Puede ser considerada inmoral la ciencia?. Muchos sabios eminentes como


Poincaré, Einstein y Russell han sostenido que la ciencia no formula juicios de valor
(desde el punto de vista moral o ético, obviamente), sino que se limita a informar sobre
hechos. Las ciencias formales y las naturales, por supuesto, no se ocupan de valores,
especialmente la ciencia moderna de la naturaleza, a diferencia de la antigua y medieval,
no ve en la naturaleza objetos intrínsecamente valiosos o no valiosos, y
consecuentemente no inventa jerarquías del ser en las que cada grado se ubica según su
proximidad al Sumo Bien. Son entonces, éticamente neutrales. No puede decirse lo
mismo de las ciencias del hombre. Entonces, la ciencia (con la excepción de las ciencias
del hombre) es éticamente neutral. Por esta razón, la ciencia se puede emplear para el
bien y para el mal, para curar o para matar, para libertar y para esclavizar. La ciencia no
tiene objeto fijo. Cualquier problema puede abordarse científicamente si involucra
conocimiento. Si la ciencia no se ocupa –como ciencia - del “mundo de los valores”, es
porque este mundo no existe. No hay valores como entidades independientes, hay cosas,
actitudes y comportamientos valiosos, y el valor es una convención que se asigna por los
seres humanos respondiendo a ciertas circunstancias y a ciertos deseos. Por ejemplo, el
oro no es intrínsecamente valioso. El valor que se le da es función de su belleza y su
escasez. Si fuera muy abundante, no tendría valor, porque otra forma de asignarle valor
sería por su utilidad. Y ésta es bien escasa. Ni siquiera es universal el valor que se da al
oro: para los aztecas, era mucho más valioso el jade verde.

Falta de ética en las aplicaciones de la ciencia. Entre las distintas acusaciones que se
hacen a la ciencia en ciertos grupos (materialista, ininteligible, superespecializada,
deshumanizada y otras cosas más) hay una especialmente popular en la actualidad. Es lo
que podría denominarse falta de ética o inconsciencia de las aplicaciones. Se acusa a la
ciencia de haber sido responsable de algunos de los episodios más atroces en toda la
historia de la humanidad, en una larga lista encabezada por la bomba atómica, seguida
por los gases de guerra, el napalm, los agentes defoliantes, la guerra bacteriológica, etc.
También se la responsabiliza de la destrucción salvaje del medio ambiente. Algunos
ecologistas señalan con indignación a lagos y ríos transformados en tumbas ecológicas, a
la desaparición de muchas especies animales y a la contaminación ambiental urbana.
"Esta tragedia -dicen- es el resultado de la explotación de la naturaleza por medio de la
tecnología desarrollada por los científicos, a quienes nunca les han importado las
consecuencias de sus descubrimientos. Hay que acabar con ellos. . . '' A estos horrores
ahora se agrega el peligro inminente de que esos personajes satánicos (y locos) logren
introducirse al núcleo central del control de la vida humana, por medio de la ingeniería
genética, y la manipulen para satisfacer quién sabe que ambiciones secretas (lo que se
denomina “complejo de Frankenstein”).

Los poderes de la ciencia siempre se han asociado con intenciones perversas; en la


literatura gótica (y en la más popular de los dibujos animados y la televisión), el científico
es con frecuencia el "malo". Son testigos de esta asociación el Dr. Moreau (recuérdese su
isla y sus experimentos para "humanizar" animales), el Dr. Moriarty (el peor criminal con
quien se enfrentó Sherlock Holmes), el Dr. Strangelove (de aficiones atómicas), el Dr.
Frankenstein (creador de un famoso monstruo innominado), el Dr. Jekyll (listo para
transformarse en el terrible Mr. Hyde), y muchos otros menos conocidos pero no por esto
menos malignos. El científico "bueno" es extraordinariamente raro.

La actividad creativa humana que hoy conocemos como ciencia existe desde hace unos
400 años. El mismo término ciencia en su sentido actual se comenzó a usar en el siglo
XIX. Desde luego, los precursores de la ciencia son mucho más antiguos (Tales de Mileto,
siglo VI a.C., para algunos; Aristóteles, siglo III a.C., para otros) pero la disciplina científica
no adquirió su carácter actual sino hasta la segunda mitad del Renacimiento, con las
contribuciones inmortales de Newton, Copérnico, Galileo, Vesalio y Harvey, entre otros.

Si los hombres de ciencia pudieran encontrar hoy día el tiempo y el valor necesarios para
considerar honesta y objetivamente su situación y las tareas que tienen por delante, y si
actuaran en consecuencia, acrecerían considerablemente las posibilidades de dar con
una solución sensata y satisfactoria a la peligrosa situación internacional presente.

Los hábitos que pueden evitar las faltas de ética. Mario bunge da una serie de hábitos
que debería tener un buen científico como guía para evitar las faltas a la ética: 1.
Honestidad intelectual (o “culto” a la verdad), el aprecio por la objetividad y la
comprobabilidad, el desprecio por la falsedad y el autoengaño. La observancia de la
honestidad intelectual exige: 2. La independencia de juicio, el hábito de convencerse por
sí mismo con pruebas, y de no someterse a la autoridad. La honestidad intelectual y la
independencia de juicio requieren, para ser practicadas, una dosis de 3. Coraje intelectual
(y aún físico en ocasiones): decisión para defender la verdad y criticar el error cualquiera
sea su fuente, y muy particularmente, cuando es un error propio. La crítica y la autocrítica
practicadas con coraje infunden 4. Amor a la libertad intelectual, y, por extensión, amor
por las libertades individuales y sociales que la posibilitan; concretamente, desprecio por
la Revista Iberoamericana de Polímeros Volumen 6(2), Junio de 2005 Schulz La ética en
Ciencia 135 autoridad infundada – sea intelectual o política- y por todo poder injusto. La
honestidad intelectual y el amor por la libertad llevan a afianzar el 5. Sentido de la justicia,
que no es precisamente la servidumbre a la ley positiva – que nos imponen y que puede
ser injusta- sino la disposición a tomar en cuenta los derechos y opiniones del prójimo,
evaluando sus fundamentos respectivos . Estas cinco virtudes son inherentes al oficio de
conocer y éste las refuerza mucho más que el oficio de la ley, porque surgen de un código
interno, autoimpuesto, que responde a la mecánica de la investigación y no depende de
una sanción exterior. Cinco virtudes que acompañan la búsqueda de la verdad tanto en
ciencia como en las humanidades, aunque más pronunciadamente en la primera, donde
las exigencias de rigor lógico y/o comprobación empírica son máximas

El plano de la ética toca muy de cerca a la ciencia, la academia y sobre todo a la


investigación, porque no es suficiente con establecer una ficción normativa acerca de
cómo y qué investigar, con ello no se resuelve el dilema sino que por el contrario se
fomenta el desarrollo de investigaciones y centros de investigación paralelos a la norma, o
se buscan otros contextos nacionales con regulaciones más permisivas, ejemplo: las
investigaciones sobre la clonación humana y las investigaciones sobre el manejo genético
de alimentos. Todo estos aspectos traen a la discusión una nueva reflexión: ¿cuál es la
ética del investigador?

En todo caso, el dilema de la ética en el contexto de la ciencia, y particularmente en la


investigación, no se resuelve a través del establecimiento de normas y códigos, sino a
través de una comprensión ética más amplia de las implicaciones y efectos futuros de los
resultados en todos los contextos y ámbitos del hacer humano. En este sentido, la postura
ética de cada hacedor de ciencia debería conjugar una capacidad de visualización y
percepción del impacto de los nuevos conocimientos, una actitud más responsable y
respetuosa para con la humanidad y los valores sociales de esta.

Finalmente, es de considerarse que la ética como disciplina del ser en sus múltiples
dimensiones y estadios (en devenir, en relación, en situación, en comunicación) no es un
fin último y acabado. La ética es parte indisoluble del proceso de vida del ser humano y
del la humanidad como totalidad, esto quiere decir, que en la medida que las sociedades
avancen en el tiempo consumando nuevos conocimientos y conjugando nuevas formas de
abordar la realidad siempre estará implícita una valoración ética de esos conocimientos,
de la finalidad de los mismos y de cómo se adquirieron. Y si esta noción ética se
fundamenta en el respeto y en la comprensión humana el desempeño de la ciencia
siempre estará en pro de la humanidad.
¿Cuáles son los Límites Éticos de la Investigación?

Los límites éticos a la investigación son una serie de principios y normas que impiden
que se utilice la ciencia en detrimento del ser humano o el entorno.

La ciencia siempre se debe utilizar para mejorar la sociedad y promover el saber. Esta
permite buscar la solución a problemas aparentemente insolubles. En los últimos tiempos
ha llegado a tal avance que permite reproducir y modificar procesos normalmente
naturales.

La clonación, la experimentación con células embrionarias o lo cultivos genéticamente


modificados plantean un debate social de hasta qué punto puede llegar la ciencia en la
resolución de sus problemas.

Los límites vienen intrínsecos al delimitar hasta donde queremos llegar en el saber, sin
cruzar la línea de la destrucción para llegar a saberlo. No son algo negativo, sino positivo,
ya que la idea de que se pueda investigar, implica que hay algo por descubrir.

El límite ético a la investigación no debe entenderse como algo restringente o que


disminuya las posibilidades de investigación, sino como algo que regula y armoniza al
investigador y lo que está investigando.

Una investigación también está sujeta a los límites de la propia investigación y al sujeto
investigador, su condición indigente, finita y contingente. La libertad de investigación debe
ir ligada a la libertad inherente a las personas.

Como dice Millán Puelles, si no tenemos en cuenta la libertad humana, el objeto de la


investigación, el hombre mismo, se deshumaniza. La experimentación investigará
cualquier cosa menos algo que pertenezca al hombre concreto y habrá fracasado.

Límites de la ética en la investigación

Los límites de la ética comunes a todas las investigaciones, independientemente de en


qué rama de la ciencia se sitúen, son:

1- Honestidad

La ciencia busca descubrir los secretos de la naturaleza y la honestidad es un principio


muy importante a tener en cuenta.

Los datos que se ofrecen a la comunidad científica tienen que ser veraces, nunca se
deben producir datos falsos. Los científicos nunca deben de desinformar a la comunidad.

2- Integridad
Hay que actuar con sinceridad para lograr la unificación de acción y pensamiento.

3- Imparcialidad

Se debe evitar el sesgo en la investigación, ya sea en el análisis de datos o su


interpretación, el diseño experimental o su revisión.

Hay que evitar en todas las investigaciones la parcialidad que puede derivar de los
intereses que pueden influir la investigación

4- Sinceridad

Hay que compartir los datos veraces que conseguimos de nuestra investigación, aunque
estos se sometan a críticas.

5- Cuidado

Hay que evitar los errores por descuido o las negligencias que puedan suceder en el
transcurso de la investigación. Es importante llevar un buen registro de la investigación
para evitar descuidos o pérdida de información.

6- Confidencialidad

Se necesita proteger la confidencialidad en todos los aspectos de la investigación, desde


sus participantes hasta los expedientes del personal que participa en la misma

7- Honor de la propiedad intelectual

Es muy importante que en toda investigación se respete la propiedad intelectual ajena,


evitar plagios o utilizar datos sin el consentimiento del autor.

Además es importante incluir las referencias de las que se obtienen los datos que se
están manejando.

8- No discriminación

Se incluye dentro y fuera de la investigación, en los participantes de la misma o con los


colegas de profesión que realizan estudios parecidos.

9- Responsabilidad social

La investigación de la ciencia debe ir de la mano con la sociedad, se deben mitigar y


prevenir los posibles daños sociales.

10- Cuidado de los animales

La polémica por el uso de animales de investigación científica ha tomado mucha fuerza en


los últimos años.
Se debe intentar minimizar el impacto que las investigaciones tengan en los animales, así
como diseñar experimentos que no afecten innecesariamente a los mismos

11- Legalidad

Hay que acatar las leyes vigentes en cada momento y entender que estas no contemplan
todas las situaciones que puedan desarrollarse en el curso de la investigación, por lo que
es importante entenderlas para valorar los límites de la propia investigación.

Relación entre ética e investigación

En el punto donde no sabemos si se debe seguir con los avances científicos o debemos
parar, es donde entra en juego la ética.

Delimita las conductas que pueden ser lícitas o no. La ética dogmática establece
principios y normas que no tienen en cuenta los conocimientos adquiridos, por lo que es
racional e independiente a la norma social predominante.

La ética argumentativa, desde sus inicios, como rama de filosofía, busca el saber de la
naturaleza y la existencia del ser humano. Cree que hay que combatir los prejuicios y las
falsas apariencias.

Tenemos que hablar de éticas en plural, ya que vivimos en un mundo globalizado y las
decisiones son más amplias, ya que ninguna sociedad actual es cerrada y puede
mantener su propia ética común.

Hoy en día vivimos en una sociedad plural de pensamiento donde cada persona tiene
unas ideas y opiniones propias. Para poder lograr una sociedad más justa, la ética debe
intervenir, posicionándose en el valor ético que representa y que se separa de los
pensamientos y doctrinas que tengan las personas.

Las reglas que marca la ética ayudan a hacer una sociedad más justa buscando la
armonía entre las vidas privadas y las vidas comunitarias de las personas.

Cuando se plantea un debate, como puede ser el estudio con células embrionarias, la
ética tiene que elaborar una respuesta, no puede ser un simple sí o no, sino que tiene que
realizar un ejercicio de reflexión sobre factores y consecuencias que muchas veces se
encuentran contrapuestos.

La ética tiene que armonizar los valores comprometidos, establecer límites a los
supuestos que se plantean, que condición y que finalidad buscan los estudios y, de esta
manera, poder elaborar un discurso donde se planteen lo límites que tiene que tener el
estudio que nos atañe.

Busca la finalidad del estudio, que puede ser terapéutica, social, etc. Y asimismo, las
condiciones de rigor científico que tienen que seguirse, así como qué procedimientos de
control y supervisión hay que aplicar.
Bioética

La bioética es la rama de la ética dedicada a proveer los principios para la conducta más
apropiada del ser humano con respecto a la vida, tanto de la vida humana como del resto
de seres vivos, así como al ambiente en el que pueden darse condiciones aceptables
para la misma.

Se trata de una disciplina relativamente nueva, y el origen del término corresponde al


pastor protestante, teólogo, filósofo y educador alemán Fritz Jahr, quien en 1927 usó el
término Bio-Ethik en un artículo sobre la relación ética del ser humano con las plantas y
los animales.1 Más adelante, en 1970, el bioquímico estadounidense dedicado a la
oncología Van Rensselaer Potter utilizó el término bio-ethics en un artículo sobre «la
ciencia de la supervivencia»234 y posteriormente en 1971 en su libro Bioética un puente
hacia el futuro.

En su sentido más amplio, la bioética, a diferencia de la ética médica, no se limita al


ámbito médico, sino que incluye todos los problemas éticos que tienen que ver con la vida
en general, extendiendo de esta manera su campo a cuestiones relacionadas con el
medio ambiente y al trato debido a los animales. Se han formulado una serie de
definiciones respecto a la disciplina de la Bioética, siendo una de ellas la adoptada por la
Unidad Regional de Bioética de la OPS (Organización Panamericana de la Salud), con
sede en Santiago de Chile y que, modificada por el S. J. Alfonso Llano Escobar en una
revista de la especialidad, define a la Bioética como «el uso creativo del diálogo inter y
transdisciplinar entre ciencias de la vida y valores humanos para formular, articular y, en
la medida de lo posible, resolver algunos de los problemas planteados por la investigación
y la intervención sobre la vida, el medio ambiente y el planeta Tierra».5 Sin embargo,
cabe destacar, que ya en 1978, el Kennedy Institute de la Universidad jesuita de
Georgetown en Estados Unidos, había publicado la primera Enciclopedia de Bioética en
cuatro volúmenes, dirigida por Warren Reich, un teólogo católico, donde se define a la
Bioética como el "estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de
la vida y la salud, examinado a la luz de los valores y principios morales".

La bioética abarca las cuestiones éticas acerca de la vida que surgen en las relaciones
entre biología, nutrición, medicina, química, política (no debe confundirse con la
"biopolítica"),7 derecho, filosofía, sociología, antropología, teología, etc. Existe un
desacuerdo acerca del dominio apropiado para la aplicación de la ética en temas
biológicos. Algunos bioéticos tienden a reducir el ámbito de la ética a lo relacionado con
los tratamientos médicos o con la innovación tecnológica. Otros, sin embargo, opinan que
la ética debe incluir lo relativo a todas las acciones que puedan ayudar o dañar
organismos capaces de sentir miedo y dolor. En una visión más amplia, no sólo hay que
considerar lo que afecta a los seres vivos (con capacidad de sentir dolor o sin tal
capacidad), sino también al ambiente en el que se desarrolla la vida, por lo que también
se relaciona con la ecología.

Principios fundamentales

En 1979, los bioeticistas Tom Beauchamp y James Franklin Childress, definieron los
cuatro principios de la bioética: autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia. En un
primer momento definieron que estos principios son prima facie, esto es, que vinculan
(son obligatorios) siempre y cuando no colisionen entre ellos, en cuyo caso habrá que dar
prioridad a uno u otro, dependiendo del caso. Sin embargo, en 2003 Beauchamp
considera que los principios deben ser especificados para aplicarlos a los análisis de los
casos concretos, o sea, deben ser discutidos y determinados por el caso concreto a nivel
casuístico.

Los cuatro principios definidos por Beauchamp y Childress son:

Principio de autonomía

La autonomía expresa la capacidad para darse normas o reglas a uno mismo sin
influencia de presiones. El principio de autonomía tiene un carácter imperativo y debe
respetarse como norma, excepto cuando se dan situaciones en que las personas puedan
no ser autónomas o presenten una autonomía disminuida (personas en estado vegetativo
o con daño cerebral, etc.), en cuyo caso será necesario justificar por qué no existe
autonomía o por qué esta se encuentra disminuida. En el ámbito médico,
el consentimiento informado es la máxima expresión de este principio de autonomía,
constituyendo un derecho del paciente y un deber del médico, pues las preferencias y los
valores del enfermo son primordiales desde el punto de vista ético y suponen que el
objetivo del médico es respetar esta autonomía porque se trata de la salud del paciente.

Principio de beneficencia

Obligación de actuar en beneficio de otros, promoviendo sus legítimos intereses y


suprimiendo prejuicios. En medicina, promueve el mejor interés del paciente pero sin
tener en cuenta la opinión de éste. Supone que el médico posee una formación y
conocimientos de los que el paciente carece, por lo que aquél sabe (y por tanto, decide) lo
más conveniente para éste. Es decir "todo para el paciente pero sin contar con él".

Un primer obstáculo al analizar este principio es que desestima la opinión del paciente,
primer involucrado y afectado por la situación, prescindiendo de su opinión debido a su
falta de conocimientos médicos. Sin embargo, las preferencias individuales de médicos y
de pacientes pueden discrepar respecto a qué es perjuicio y qué es beneficio. Por ello, es
difícil defender la primacía de este principio, pues si se toman decisiones médicas desde
éste, se dejan de lado otros principios válidos como la autonomía o la justicia.

Principio de no maleficencia
Abstenerse intencionadamente de realizar actos que puedan causar daño o perjudicar a
otros. Es un imperativo ético válido para todos, no sólo en el ámbito biomédico sino en
todos los sectores de la vida humana. En medicina, sin embargo, este principio debe
encontrar una interpretación adecuada pues a veces las actuaciones médicas dañan para
obtener un bien. Entonces, de lo que se trata es de no perjudicar innecesariamente a
otros. El análisis de este principio va de la mano con el de beneficencia, para que
prevalezca el beneficio sobre el perjuicio.

Las implicaciones médicas del principio de no maleficencia son varias: tener una
formación teórica y práctica rigurosa y actualizada permanentemente para dedicarse al
ejercicio profesional, investigar sobre tratamientos, procedimientos o terapias nuevas,
para mejorar los ya existentes con objeto de que sean menos dolorosos y lesivos para los
pacientes; avanzar en el tratamiento del dolor; evitar la medicina defensiva y, con ello, la
multiplicación de procedimientos y/o tratamientos innecesarios.

Aparece por primera vez en el Informe Belmont (1978).

Principio de justicia

Tratar a cada uno como corresponda, con la finalidad de disminuir las situaciones de
desigualdad (ideológica, social, cultural, económica, etc.). En nuestra sociedad, aunque
en el ámbito sanitario la igualdad entre todos los hombres es sólo una aspiración, se
pretende que todos sean menos desiguales, por lo que se impone la obligación de tratar
igual a los iguales y desigual a los desiguales para disminuir las situaciones de
desigualdad.

El principio de justicia puede desdoblarse en dos: un principio formal (tratar igual a los
iguales y desigual a los desiguales) y un principio material (determinar las características
relevantes para la distribución de los recursos sanitarios: necesidades personales, mérito,
capacidad económica, esfuerzo personal, etc.).

Las políticas públicas se diseñan de acuerdo con ciertos principios materiales de justicia.
En España, por ejemplo, la asistencia sanitaria es teóricamente universal y gratuita y está,
por tanto, basada en el principio de la necesidad. En cambio, en Estados Unidos la mayor
parte de la asistencia sanitaria de la población está basada en los seguros individuales
contratados con compañías privadas de asistencia médica.

Para excluir cualquier tipo de arbitrariedad, es necesario determinar qué igualdades o


desigualdades se van a tener en cuenta para determinar el tratamiento que se va a dar a
cada uno. El enfermo espera que el médico haga todo lo posible en beneficio de su salud.
Pero también debe saber que las actuaciones médicas están limitadas por una situación
impuesta al médico, como intereses legítimos de terceros.

La relación médico-paciente se basa fundamentalmente en los principios de beneficencia


y de autonomía, pero cuando estos principios entran en conflicto, a menudo por la
escasez de recursos, es el principio de justicia el que entra en juego para mediar entre
ellos. En cambio, la política sanitaria se basa en el principio de justicia, y será tanto más
justa en cuanto que consiga una mayor igualdad de oportunidades para compensar las
desigualdades.

Corrientes y tendencias

a) Bioética personalista: Parte de la dignidad como valor propio de la persona, la cual se


manifiesta en su capacidad intrínseca de realizar los valores. El fundamento de las
orientaciones que deben apoyar las propuestas de solución a los dilemas éticos se
encuentra en la naturaleza humana ya que la persona es el centro.

b) Bioética consensualista o civil: En esta corriente se busca establecer un mínimo de


principios aplicables dentro de una sociedad pluralista y secular. Se basa en los
postulados de la llamada “Ética de mínimos” que propone un conjunto de normas a
cumplir por todos los miembros de la sociedad y que sería producto del consenso social
en torno a ciertos parámetros mínimos de convivencia.

c) Bioética clínica: Esta escuela sigue el enfoque biomédico que se da a partir de


Hellegers con su trabajo en el Kennedy Institute of the Bioethics. Su centro de atención
son los problemas suscitados por el avance en el conocimiento científico y tecnológico
respecto de su aplicación en los diferentes ámbitos de la salud humana.

d) Bioética social: Su centro de interés es la problemática de la justicia y el desarrollo


social como el mejoramiento de las condiciones de vida de la población en equilibrio con
el medio en que interactúa. Hay un énfasis en la promoción de los derechos humanos en
una sociedad plural.

e) Bioética transdisciplinar: como ciencia de la complejidad. Esta corriente es menos


conocida y surge desde la perspectiva de las ciencias de la complejidad. Dentro de los
sistemas dinámicos de los que se ocupa la complejidad como ciencia, está la vida, la cual
es analizada por la bioética que tiene carácter inter y transdiplinario, no lineal. Este
estudio abarca no solo la vida humana, sino las demás existentes y su interacción con los
sistemas dinámicos.

El criterio ético fundamental que regula esta disciplina es el respeto al ser humano, a sus
derechos inalienables, a su bien verdadero e integral: la dignidad de la persona.

Por la íntima relación que existe entre la bioética y la antropología, la visión que de ésta
se tenga condiciona y fundamenta la solución ética de cada intervención técnica sobre el
ser humano.

La bioética es con frecuencia asunto de discusión política, lo que genera crudos


enfrentamientos entre aquellos que defienden el progreso tecnológico en forma
incondicionada y aquellos que consideran que la tecnología no es un fin en sí, sino que
debe estar al servicio de las personas y bajo el control de criterios éticos; o entre quienes
defienden los derechos para algunos animales y quienes no consideran tales derechos
como algo regulable por la ley;8 o entre quienes están a favor o en contra del aborto o la
eutanasia.

Las primeras declaraciones de bioética surgen con posterioridad a la Segunda Guerra


Mundial, cuando el mundo se escandalizó tras el descubrimiento de los experimentos
médicos llevados a cabo por los facultativos del régimen hitleriano sobre los prisioneros
en los campos de concentración. Esta situación, a la que se suma el dilema planteado por
el invento de la fístula para diálisis renal de Scribner (Seattle, 1960), las prácticas del
Hospital Judío de Enfermedades Crónicas (Brooklyn, 1963) o la Escuela de Willowbrook
(Nueva York, 1963), van configurando un panorama donde se hace necesaria la
regulación, o al menos, la declaración de principios a favor de las víctimas de estos
experimentos. Ello determina la publicación de diversas declaraciones y documentos
bioéticos a nivel mundial.
Protocolo de Kioto

El Protocolo de Kioto es un protocolo de la Convención Marco de las Naciones Unidas


sobre el Cambio Climático (CMNUCC), y un acuerdo internacional que tiene por objetivo
reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento
global. Los gases son el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4), el óxido nitroso
(N2O), y los otros tres son tipos de gases industriales fluorados: los hidrofluorocarbonos
(HFC), los perfluorocarbonos (PFC) y el hexafluoruro de azufre (SF6). En el protocolo se
acordó una reducción de al menos un 5 %, de las emisiones de estos gases en 2008-
2012 en comparación con las emisiones de 1990. Esto no significa que cada país se
comprometía a reducir sus emisiones de gases regulados en un 5 % como mínimo, este
es un porcentaje correspondiente a un compromiso global y cada país suscribiente del
protocolo tenía sus propios compromisos de reducción de emisiones.

El protocolo fue adoptado el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, Japón, pero no entró en


vigor hasta el 16 de febrero de 2005. En noviembre de 2009 eran 187 los estados que lo
habían ratificado.3 Estados Unidos, que era cuando se firmó el protocolo el mayor emisor
de gases de invernadero4 (desde 2005 lo es China), nunca lo ratificó.

El protocolo forma parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático (CMNUCC), suscrita en 1992 dentro de lo que se conoció como la Cumbre de la
Tierra de Río de Janeiro. El protocolo vino a dar fuerza vinculante a lo que en ese
entonces no pudo hacer la CMNUCC.

¿Qué es el Protocolo de Kyoto?

Para responder a la amenaza del cambio climático, la ONU aprobó en 1997 el Protocolo
de Kyoto, que fue ratificado por 156 países y, finalmente, rechazado por los mayores
contaminantes del mundo: Estados Unidos y Australia. El Protocolo establece el objetivo
de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en una media del 5,2 por ciento
con respecto a los niveles de 1990 para el año 2012. El comercio de emisiones, el
principal mecanismo para alcanzar esta meta, fue impulsado por los Estados Unidos a
raíz de la fuerte presión de las grandes empresas. El acuerdo divide y privatiza la
atmósfera como si fueran parcelas e instituye un mecanismo de compra y venta de
'permisos de contaminación' como si se tratara de una mercancía cualquiera.

Antecedentes

El 11 de diciembre de 1997 los países industrializados se comprometieron en Kioto a un


conjunto de medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Los
gobiernos signatarios de dichos países pactaron una reducción, a ser alcanzada entre
2008 y 2012, de al menos un 5 % en promedio de las emisiones de los gases de efecto
invernadero, tomando como referencia los niveles de 1990. El acuerdo entró en vigor el
16 de febrero de 2005. Rusia lo suscribió el 18 de noviembre de 2004.

El objetivo principal es disminuir el cambio climático antropogénico cuya base es el


incremento forzado del efecto invernadero. Según las estimaciones del IPCC la
temperatura atmosférica media de superficie aumentará entre 1,4 y 5,8 °C durante el siglo
XXI (esto es lo que se conoce como calentamiento global). «Estos cambios repercutirán
gravemente en el ecosistema y en nuestras economías», señala la Comisión Europea.

En el Protocolo de Kioto la energía nuclear no fue incluida entre las formas de energía
que pueden considerarse en los mecanismos financieros de intercambio de tecnología y
emisiones 5 aunque se trata de una energía no generadora de emisiones de gases de
efecto invernadero pero6 Así, el IPCC en su cuarto informe, recomienda la energía nuclear
como una de las tecnologías clave para la mitigación del calentamiento global.

Entrada en vigor

Se estableció que el compromiso sería de obligatorio cumplimiento cuando lo ratificasen


los países industrializados responsables de, al menos, un 55 % de las emisiones de CO2.
Con la ratificación de Rusia en noviembre de 2004, después de conseguir que la UE
pague la reconversión industrial, así como la modernización de sus instalaciones, en
especial las petroleras, el protocolo ha entrado en vigor.

Además del cumplimiento que estos países han hecho en cuanto a la emisión de gases
de efecto invernadero se promovió también la generación de un desarrollo sostenible, de
tal forma que se utilice también energías no convencionales y así disminuya el
calentamiento global.

Gases cuya emisión se quiere reducir según el Protocolo de Kioto

Dióxido de carbono

Se produce en el mundo a gran escala cada vez que se queman combustibles fósiles. El
factor más determinante para el cambio climático y el mayor objetivo de Kyoto.

Gas metano

Procede de los fertilizantes que se usan en los procesos agrícolas, una de las actividades
del hombre que más daña el medio ambiente por los métodos que utiliza.

Óxido nitroso

Lo emiten los vehículos al funcionar. Es uno de los gases de efecto invernadero con
mayor efecto en la atmósfera, por lo que es vital regular su emisión al máximo.

Hidrofluocarbono, perfluorocarbono y hexafluorocarbono de azufre

Otros gases contaminantes que pretende reducir el tratado de Kyoto. Están presentes en
muchos procesos industriales.
En resumen, cada país firmante, de forma individual, está obligado por Kioto a cumplir
unos porcentajes de emisión con el objetivo de disminuir la contaminación. Lo que se
quiere lograr son unas metas de reducción de emisiones para un número de países
industrializados, entre ellos todos los miembros de la Unión Europea. Los permisos de
contaminación (lo máximo que pueden contaminar) se calculan dependiendo de las tasas
de polución que cada nación emita.

Este Protocolo resulta de gran importancia, al ser el único mecanismo internacional para
hacer frente al cambio climático y minimizar sus impactos. Se trata de un instrumento que
se encuentra dentro del marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (CMNUCC), uno de los aparatos jurídicos internacionales más
importantes destinado a luchar contra el peligroso cambio climático. Este protocolo intenta
impulsar a los gobiernos a establecer leyes para cumplir con sus compromisos y también
las empresas deben tener una responsabilidad. Podríamos catalogarlo como un primer e
importante paso.
Ética de la experimentación con animales

El dilema ético en la experimentación animal está en relación con la posible


contraposición entre dos valores. Por un lado, el atentar a la sensibilidad de los
animales y la posibilidad de daño que pueden llegar a sufrir en el propio
experimento (1) y, por otro lado, la necesidad de estos experimentos, pues son
vitales para la protección de los humanos, e incluso, para la salud y seguridad de
los propios animales. Como consecuencia de esto existen dos tendencias éticas
extremas: a) los llamados defensores de los animales que mantienen que nunca
está justificado dañar animales para propósitos humanos y en el otro extremo b)
los que defienden que los animales pueden ser usados a nuestro libre arbitrio. Sin
embargo, la mayoría de la población y de los bioeticistas, afortunadamente,
parece mantener una actitud que se sitúa en un punto medio al aceptar el uso de
animales para experimentación pero sólo bajo ciertas condiciones.

Historia de la experimentación animal. La experimentación animal no es nueva


y los problemas han existido desde hace muchos años. Ya en la antigüedad, los
conocimientos se basaban en buena parte en la observación y la disección
anatómica (2). En el Corpus Hipocrático (en el 350 a.C.) aparecen experimentos
con cerdos y en el siglo VI se habla de inmunoprofilaxis en China. También es
conocido como Anaxágoras, Aristóteles, Hipócrates, Galeno y muchos otros
disecaron animales para conocer su cuerpo. Sin embargo, la "vivisección" es
relativamente poco practicada en Occidente hasta el Renacimiento; a partir de
entonces se aplica de manera esporádica tanto en el animal como en el hombre, y
se desarrolla, sobre todo, en el siglo XVII, principalmente, con W. Harvey (1578-
1657), quien puso de manifiesto la circulación de la sangre en 1628.

Legislación y guías en experimentación animal. Ya Marshall Hall, en 1831,


propuso 5 principios que debían gobernar la experimentación animal (8): 1. La
experimentación no debe realizarse si la observación puede sustituirla. 2. Ningún
experimento debe ser realizado sin un objetivo claro. 3. Los científicos deben estar
bien informados acerca de los experimentos de sus colegas, para evitar
repeticiones innecesarias. 4. Los experimentos justificados deben llevarse a cabo
con el menor dolor posible. 5. Cada experimento debe realizarse bajo
circunstancias que den lugar a los resultados más claros y eviten la repetición de
los mismos.

Alternativas a la experimentación animal. Como hemos indicado, cualquier


análisis ético del uso de animales de laboratorio debe tener en cuenta su
justificación científica (17), es decir, debe existir la necesidad de su uso para
conseguir el fin propuesto. Esto exige determinar si ese fin puede ser alcanzado
adecuadamente por experimentación no animal o alternativas menos intrusivas,
por lo que los proyectos deberían ser revisados por personas formadas sobre los
avances en alternativas. Los revisores deberían ser los encargados de considerar
si el uso de las especies, su número, etc. es adecuado para alcanzar la
información deseada. También el sufrimiento debe valorarse. Aquí surge la
pregunta: ¿Qué dolor podemos permitir que soporten los animales? Para algunos
autores la solución es permitir el mismo que permitiríamos a humanos que no
pueden decidir por sí mismos. Otros, basándose en un menor status moral de los
animales, permitirían un mayor daño. Como criterio general pensamos que el
equipo investigador debe emplear suficiente tiempo y recursos en aprender la
adopción de métodos que minimicen el dolor en las experiencias de los animales
de laboratorio. Igualmente, debe invertir recursos en desarrollar nuevos métodos
que reduzcan el costo animal.
LA HUMANIDAD Y EL MEDIO AMBIENTE

El equilibrio ecológico

1. La historia ecológica humana Hasta hace muy poco tiempo, la capacidad del
ser humano para alterar el medio ambiente era limitada y puntual. Pero en los
últimos cien años la capacidad para alterar el entorno se incrementado
notablemente, llegando a poner en peligro la totalidad del planeta. La relación
del ser humano con la naturaleza ha cambiado a lo largo de nuestra historia.
Vamos a ver las siguientes etapas: En el Paleolítico. En el Neolítico. En la
Edad Media. En la Edad Moderna. En la Edad Contemporárena. Paleolítico
(Entre 2.5 m.a. – 10.000 a.) • La forma de vida del ser humano era la de ser
recolector y cazador, con una vida muy breve.
2. • Para su subsistencia se desplazaba en busca del alimento de unos lugares a
otros • Utilizaba su energía muscular, el fuego y los útiles de piedra para
sobrevivir.
3. • El daño al entorno que se producía era mínimo

Alteraciones humanas de los ecosistemas

Un ecosistema está en equilibrio cuando es estable, es decir, no cambia o cambia muy


poco en el tiempo. De forma natural hay diversas formas por las que se puede romper el
equilibrio de un ecosistema, como son las erupciones volcánicas, periodos de sequía,
seísmos, etc. Pero el ser humano ha modificado el entorno natural y provocado graves
alteraciones en los ecosistemas con importantes efectos. Algunas de estas alteraciones
son:La superpoblación. La deforestación. La contaminación. La pérdida de biodiversidad.

Control humano de los ecosistemas El ser humano ha intentado siempre obtener el


máximo rendimiento de los ecosistemas, especialmente en todo lo relacionado con la
alimentación No obstante el aumento descontrolado de determinados organismos puede
originar la aparición de plagas, que provocan una serie de efectos negativos sobre los
ecosistemas alterando las cadenas tróficas, y sobre la agricultura, disminuyendo la
rentabilidad de los cultivos. Tres formas de control de los ecosistemas son: La lucha
biológica. Las biotecnologías. La mejora en las técnicas alimentarias.

Transformación y conservación del medio

El hombre forma parte del medio ambiente. Sin embargo, su actividad produce cambios.
La transformación del medio natural en un medio humanizado ha seguido los siguientes
pasos:

 Descubrimiento de la agricultura y la ganadería. Mayor disponibilidad de


alimentos y cambios de aspecto en el paisaje.

La extensión de los cultivos produce cambios drásticos en el paisaje.


 Avances científicos y técnicos, que aumentan la capacidad de supervivencia del ser
humano.
 Realización de obras de todo tipo: edificios, caminos, canales, puentes, etcétera.
 Industrialización, a partir del siglo XVIII, que produce efectos de cambio radical en el
medio ambiente a escala planetaria.
 Crecimiento demográfico, facilitado por los puntos anteriores, que obliga al ser
humano a colonizar nuevos territorios y cambiarlos en su propio beneficio.
A lo largo del siglo XX la humanidad ha superado la cifra de 6.000 millones de
habitantes y ocupa prácticamente todo el planeta. Los bosques son talados para
conseguir madera y nuevas zonas agrícolas y los recursos marinos y del subsuelo se
explotan a tal escala que no tardan en agotarse. El conjunto de estas actividades ha
tenido como resultado una transformación general de los ecosistemas
planetarios, hasta tal punto que la acción humana puede llegar a suponer una seria
amenaza para el mantenimiento de la vida en la Tierra a largo plazo.
La conservación del medio se impone, pues, como la única manera de alcanzar un
ritmo de desarrollo sostenible que permita la expansión humana sin poner en peligro
el delicado equilibrio ecológico que caracteriza al ecosistema total de nuestro planeta.

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