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ESCUELA DE PSICOLOGÍA

PSICOLOGÍA CLÍNICA
____________________________

ASIGNATURA:
"SOCIOLOGÍA DE LAS ENFERMEDADES MENTALES"
_________________________________________________

TRABAJO FINAL
______________________

PRESENTADO POR:
Rafael José Rodríguez C.
_______________________

MATRÍCULA:
13-3454
_______________

FACILITADORA:
Lic. Nataly Corporán, M.A.
________________________

16 de octubre 2018
Santiago, R.D.
INDICE:

Introducción...............................................................................................................................1

Marco teórico conceptual..........................................................................................................2

Objetivo general del estudio......................................................................................................2

Objetivos específicos.................................................................................................................2

Marco Teórico............................................................................................................................2

Panorámica social de los jóvenes en República Dominicana....................................................3

Violencia y delitos juveniles......................................................................................................6

Investigaciones relevantes sobre la violencia juvenil como antecedentes del estudio

realizado...................................................................................................................................11

La familia.................................................................................................................................13

Agrupaciones e identidad.........................................................................................................14

Conclusión................................................................................................................................18

Bibliografía...............................................................................................................................19
Introducción:

A partir de una concepción integral y sistémica de los factores biopsicosociales responsables

del comportamiento humano y social, se asume en esencia el enfoque que sugiere que la

violencia es el resultado de la interacción recíproca y compleja de los factores individuales,

familiares, de la socialización comunitaria, y de los factores sociales globales

(socioeconómicos, culturales y ambientales).

1
Marco teórico conceptual

Este modelo, con sus limitaciones, es el más práctico para explicar la problemática de la

violencia juvenil y para el diseño de políticas públicas efectivas para contrarrestarla.

Objetivo general del estudio

Se pretende identificar los factores de riesgo relacionados a la comisión de delitos y la violencia

en un grupo de adolescentes y jóvenes dominicanos.

Objetivos específicos

Analizar la relación entre la comisión de delitos (delincuencia juvenil) y los factores

individuales-personales, familiares y de la socialización comunitaria en dos grupos de jóvenes

procedentes de sectores socioeconómicos bajo y medio de zonas urbanas de la país.

Marco Teórico

Para fines del presente estudio, se adopta la definición operacional de jóvenes para todas

aquellas personas con edades entre los 12 y los 35 años. Se incluye tanto al grupo etario que

comúnmente se le denomina “adolescentes”, es decir, individuos situados entre los 12-18 años

caracterizados por la búsqueda de identidad , así como también a los que comúnmente se les

llama “jóvenes”, de los 19 a 35 años de edad. La Ley de Juventud vigente en República

Dominicana considera jóvenes a los 15 a 35 años de edad. Para el estudio de campo se elige

una muestra entre los 12 a 30 años cumplidos.

El término pandilla, banda o nación, en ocasiones, se presta a confusión y controversia por su

indebida igualación con las organizaciones del crimen organizado. Aquí, sin embargo, se le

considera una expresión grupal, cuya principal actividad, no parece ser motivada por el afán

2
de lucro económico como objetivo primordial, sino más bien por estar estructurada en torno a

criterios como el poder ejercido sin limitaciones, la pertenencia territorial y el honor grupal

(tomado de Flacso-Solis Rivera, 2007, p. 34).

Violencia juvenil: Se define como la conducta intencional que origina daño a los demás o a la

misma persona, ejercida por/a los “jóvenes”, pudiendo manifestarse de diferentes maneras y

con propósitos diversos. Es el ejercicio del poder o de la supremacía sobre las personas a través

de la fuerza física, psíquica, sexual o privativa (OPS/OMS, 2003 y 2006).

Homicidios: Son las muertes intencionales ocasionadas a otra persona.

Tasa de homicidio: El indicador internacional que mejor expresa la criminalidad de un país y

representa el número de homicidios por cada cien mil habitantes.

Delito juvenil: El acto de transgredir la Ley por parte de los jóvenes, término relacionado

estrechamente con el de violencia.

Drogas: Substancias químicas que introducidas en el organismo por cualquier vía de

administración, producen una alteración del natural funcionamiento del sistema nervioso

central y son susceptibles de crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas a la vez.

Generalmente son substancias prohibidas, con efectos estimulantes, sedantes o alucinógenos.

Narcotráfico: Negocio del crimen internacional organizado de venta y distribución de drogas.

Panorámica social de los jóvenes en República Dominicana

La población dominicana está compuesta por 9.88 millones de habitantes para el 2010, según

estimaciones del 2009 de la Oficina Nacional Estadística (ONE), y el 66.8% de la misma se

concentra en las zonas urbanas. Para el año 2007, de acuerdo a la CEPAL (Panorama Social

2008) el 44.5% de la población vivía en la pobreza y en la indigencia el 21%. El grueso de la

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población es relativamente joven, ya que el 33.5% posee menos de 15 años, y la población

estimada para las edades de 10-29 años representa el 37.9% de la totalidad poblacional. La

Tasa de Ocupación para el año 2006 a nivel nacional fue de 54.1% (el promedio de América

Latina para ese entonces era de 60.2%), siendo mayor para el sexo masculino que el femenino,

del cual el 10.4% de los empleados vivía en la indigencia y el 42.6% del empleo total se

efectuaba por cuenta propia. Por otra parte, la Tasa de Ocupación en los jóvenes de 15-29 años

en el país fue de 44.7%, una de las más bajas entre 18 países de la región latinoamericana,

cuando el promedio ponderado de América Latina rondaba el 54.8% (Datos de la CEPAL del

2008). Se destaca más aún, que el 35.1% de los jóvenes dominicanos ocupados es trabajador

informal, lo que es un indicador que dicha población etaria sigue insertándose en empleos de

baja productividad y poca calidad, y mucho peor es la situación para el sexo femenino.

Para el 2006, según la CEPAL, las tasas de desempleo o desocupación en los jóvenes de

América Latina fue de 12.9%, cuadruplicando a la de los adultos, y en nuestro país alcanzó el

16.2%, una de las más elevadas del entorno.

Según datos de la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples, Enhogar (Oficina

Nacional de Estadística, 2006), en el país el porcentaje de asistencia escolar de niños de 5 años

es de 74%; el de los niños de 6-13 años de edad es 95.5% y el de los niños de 14-17 años es de

88.6%, siendo la participación de la población femenina ligeramente mayor en todos los

subgrupos de edades. El principal motivo de inasistencia escolar en niños que nunca asistieron

a la escuela es de origen económico, señalándose en segundo lugar, a la falta de documentos

legales o certificados de nacimiento. En el Boletín No. 11 de la Oficina Nacional de Estadística

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de enero de 2009, se muestra que en República Dominicana la proporción de personas que dejó

de asistir a los centros educativos constituye el 5.3% de la población que estudia, según la

Encuesta Demográfica y de Salud (ENDESA, 2007), observándose oscilaciones que van desde

4.3 a cerca del 10% en los que abandonan en el octavo grado.

El Informe de Desarrollo Humano de la República Dominicana (PNUD, 2008) señala, que del

total de estudiantes que cursaron el ciclo 2005-2006 en el sistema educativo dominicano, el

5.3% son repitentes, siendo más elevada la cifra en las escuelas públicas que en las privadas.

El principal motivo de deserción escolar en estudiantes de básica y media se le atribuye a causas

de tipo económicas (70% en los varones como el “tener que trabajar”) y el 36% en las niñas

por razones maritales o de embarazo. Al parecer, la pobreza induce a nuestros adolescentes y

jóvenes a la disyuntiva de tener que dejar de estudiar para trabajar, pudiendo de esa manera

poder sobrevivir económicamente. Por otra parte, una gran cantidad de niñas quedan

embarazadas a muy corta edad, lo que muestra un bajo nivel de educación sexual.

La CEPAL (2008), con gran acierto, considera que en los jóvenes latinoamericanos existe

una desafiliación institucional, ya que ni estudian ni trabajan, y al mismo tiempo poseen

grandes brechas entre un mayor consumo simbólico (mediante imágenes, símbolos e

información) y un menor consumo material (por falta de ingresos propios), con el agravante de

la enorme frustración desencadenada por el choque con las propias expectativas, lo que a juicio

de expertos, constituye uno de los elementos más detonantes de las altas tasas de violencia en

la población juvenil de América Latina, y en ese mismo orden sugieren que se tomen las

medidas y políticas que aborden las causas de este fenómeno en crecimiento. Sin embargo, la

realidad concreta y los datos existentes al respecto, se contraponen a la línea de acción que

debería primar, y tal como lo señala la CEPAL: La educación y el empleo han sido reconocidas

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como esferas principales y de mayor prioridad, puesto que sientan la base para el mejoramiento

de otras áreas. Y sugiere, por otro lado, que “los jóvenes representan una oportunidad para el

desarrollo”, habiéndose declarado paradójicamente el año 2008 como Año Iberoamericano de

la Juventud, y la Cumbre Iberoamericana de Presidentes llevó el nombre de “Juventud y

Desarrollo”. Cabría la pregunta: ¿Se ha actuado en esa dirección propuesta?

Violencia y delitos juveniles

América Latina y el Caribe se consideran una de las regiones más violentas del mundo por

poseer un elevado índice de homicidios según las estimaciones de la Organización

Panamericana de la Salud (2006). Los homicidios se encuentran entre las principales causas de

muerte en la población de 15 a 44 años de edad (OPS/OMS, Informe Mundial sobre la

Violencia y la Salud, 2003 y Estadísticas de Salud en Las Américas, 2006).

El PNUD (2005), el Banco Mundial (2008), la OPS/OMS (2003 y 2006) y otros organismos

internacionales y regionales como el BID (2000), la CEPAL (2008) y FLACSO (Rojas

Aravena, 2007) declaran la violencia por su magnitud y funestos efectos (costos financieros y

sociales) como un poderoso obstáculo al desarrollo de América Latina y el Caribe, la región de

mayor desigualdad distributiva del mundo, que no sólo tiene que destinar un alto porcentaje

del PIB a este problema, sino que además afecta el capital humano (debilita la calidad de vida

y aumenta el miedo e inseguridad) y deteriora el capital social (genera aislamiento y

desconfianza organizacional en sentido general).

Datos del Grupo del Banco Mundial (2008) confirman que las principales víctimas de

homicidios en esta región son del sexo masculino, principalmente jóvenes entre los 15 y 19

años de edad.

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Las muertes por causas externas en esta zona (homicidios, colisiones de tránsito, otros

accidentes, suicidios, etc.) están muy por encima y compiten con las muertes por enfermedades

y defunciones naturales.

En la tabla 1 y figura 1 se pueden apreciar la evolución en los últimos años de las causas de

muertes en los jóvenes dominicanos.

Causas de muertes juveniles (12-35 años de edad) de 2006 a 2010 en República Dominicana

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses,

2006 al 2010.

Como puede apreciarse, los homicidios constituyen la principal causa de muerte (47%) en la

población de 12 a 35 años de edad en nuestro país durante el período 2006-2010. Le siguen

en el orden de muertes, las colisiones de tránsito, luego las producidas por otros accidentes

diferentes a los viales, los suicidios y muertes indeterminadas, etc., demostrándose que las

muertes por causas externas se encuentran muy por encima de las muertes naturales que

apenas 7
alcanzan un promedio de 3.5% de la totalidad en dicho período. Durante esos años fueron

ultimados con violencia 7,358 jóvenes de 12 a 35 años de edad, lo que representó el 65.5% de

todas las muertes por homicidios que acontecieron entre el 2006 y 2010 en la población general

del país.

En República Dominicana, la violencia criminal aumentó considerablemente en el interregno

1999-2010. La tasa de homicidio, por ejemplo, se vio más que duplicada, pasando de 13 a 27

homicidios por cien mil habitantes (Cabral & Brea, 1999, 2003; Brea & Cabral 2006, 2007,

2009). Esta explosión de violencia en República Dominicana presenta características muy

semejantes a las de otros países del continente, donde se ven mayormente afectados los jóvenes,

ya sea en su modalidad de víctimas o de victimarios, y en donde, además, se observa una

reducción notable de la edad en la comisión de los delitos.

Si se analizan algunos indicadores socioeconómicos del país, situación semejante a la que

padecen muchos otros países de la región, se podría afirmar que constituyen de por sí mismos

un caldo de cultivo para el crecimiento de la violencia en los jóvenes. El Índice de Desarrollo

Humano (IDH) de República Dominicana nos sitúa en la posición No. 79, dentro de un grupo

de 177 países del mundo, estando clasificada de “Desarrollo Humano Medio” (PNUD, 2008.

Informe de Desarrollo Humano 2007-2008). Aun así, el orden que le corresponde por la

magnitud de su PIB per cápita (Paridad del Poder Adquisitivo, PPA, estimado en US $8,217)

es diez veces mejor que el que se le otorga por su IDH, lo cual muestra un notable rezago en

materia de desarrollo humano respecto a los demás países latinoamericanos, incluso, muchos

de ellos con menor capacidad productiva que la República Dominicana. Otros análisis, como

el de Panorama Social de América Latina del 2008, publicado por la CEPAL (2008),

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corroboran nuestras desventajas en materia de pobreza, pobreza extrema, desempleo,

desigualdad distributiva, entre otros indicadores sociales, circunstancias que afectan de manera

decisiva a la población más joven, la más sensible, cuya falta de oportunidades en general le

impide permitir salir de la pobreza.

Otros problemas que se añaden y agravan la situación en el país lo constituyen el tráfico y

consumo de drogas y el consumo de alcohol en la población juvenil, fenómenos que junto al

uso de las armas de fuego se convierten en los tres principales facilitadores de violencia en los

últimos años.

El 14 de enero del año 2009, un prestigioso periódico de circulación nacional presentó la noticia

de que el país se consolidaba como distribuidor y consumidor de drogas, ya que aumentaba la

cantidad y variedad de narcóticos confiscados por las autoridades y el número de los detenidos

por sus vínculos con las drogas. El número de personas detenidas superaba las 21 mil en el

2008, con un incremento de más de 600% en los últimos cuatro años de acuerdo a los datos de

la Dirección Nacional de Control de Drogas (Clave Digital, 2009).

Del 1988 al 2006 (en 18 años), en República Dominicana fueron sometidos por drogas 59,418

personas (un promedio diario de 9). En un solo año, en el 2009, se detuvieron por drogas más

de 24 mil personas (promedio diario de alrededor de 65), entre ellas, más de 17,000 jóvenes,

según datos de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) para el año 2009.

La Encuesta Nacional de Drogas, realizada en el 2008 por el Consejo Nacional de Drogas

(CND) con estudiantes de básica y media, mostró una prevalencia de consumo de alcohol de

63.8%, cuya edad promedio fue de 14 años, con un riesgo de 74% para embriagarse, y el 48%

9
que consumió bebidas energizantes. También se mostró en la población estudiantil una

prevalencia de drogas ilícitas de 3.3%, cuya edad de inicio es antes de los 12 años, aumentando

en el 2008 el consumo de marihuana, cocaína y estimulantes respecto a los años anteriores. Las

drogas ilícitas forman parte del negocio del crimen organizado transnacional y constituye una

opción económica para muchos jóvenes que deciden obtener dinero más fácil. Con frecuencia

se producen tiroteos y peleas entre bandas juveniles que se disputan el control por los puestos

de distribución de drogas, otros jóvenes, en cambio, apelan a conductas delictivas para poder

mantener su consumo.

En la tabla 2 se muestra el número de menores sometidos por la Policía Nacional al tribunal de

Menores durante un período de 9 años consecutivos (del 2001 al 2009). Por razones de drogas

hubo un incremento de 287%, al pasar de 167 arrestos a 646, fenómeno que se ha más que

triplicado; esto va acompañado de un incremento en más de 191% en el porte de armas de

fuego en la población de menores de edad durante dicho período.

Menores sometidos por la Policía Nacional al Departamento de Protección al Menor, según

delitos durante el 2001 al 2009 en República Dominicana


Fuente: Elaboración propia con base en datos de la Oficina Nacional de Estadísticas y de la

Policía Nacional del 2001 al 2009. Sólo incluye el Distrito Nacional y la provincia de Santo

Domingo. *Otros: Malas conductas, declinados, extraviados, operativo e investigación, banda

o nación, polizonte, ritos satánicos, asociación de malhechores.

Es evidente, que el narcotráfico ha sabido socavar y corromper ampliamente las instituciones

del país y penetrar en el tejido social juvenil con mucha inteligencia.

Investigaciones relevantes sobre la violencia juvenil como antecedentes del estudio

realizado

Factores estructurales-socioeconómicos

Analizar la violencia juvenil es tratar de interpretar la dinámica a la que se enfrentan los jóvenes

en Latinoamérica, los factores que originan y los que protegen contra la violencia, así como las

razones que inducen a muchos jóvenes a integrarse a pandillas y a transgredir la Ley.

Lo primero que se revela en los estudios realizados es el carácter masculino de la violencia,

observándose altas tasas de homicidios y la comisión de mayor cantidad de delitos en los

varones respecto a las del sexo femenino, aun a pesar de que las estadísticas podrían ocultar el

hecho de que en América Latina una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia física,

psicológica o sexual por parte de la propia familia, de acuerdo a aseveraciones de la OPS/OMS

(2003). Las marcadas diferencias de género en relación al predominio de la agresión son

atribuidas generalmente a razones de tipo biológico (hormonales y fisiológicas), y a otras de

índole económicas y de socialización cultural (Organización Mundial de la Salud, 2003;

CEPAL, 2008). 11
Pero, en relación a la violencia juvenil, en sentido general, siempre se destacan en la literatura

internacional la importancia de los factores estructurales de tipo socioeconómicos para

desentrañar al fenómeno de la violencia, tales como la pobreza o el incremento de la pobreza,

la desigualdad que conlleva a la exclusión y la marginalidad, y sobre todo al efecto que la

privación-frustración desencadena en el comportamiento individual y grupal. Existe una

relación muy estrecha entre violencia y desigualdad. A mayor desigualdad social, mayor tasa

de violencia y viceversa (Fanjzylber, 1997 y Fajnzylber et al., 2000). Se atribuye, además, una

fuerte asociación entre el ciclo económico, el desempleo, el subempleo, la baja remuneración,

el nivel educativo o la ausencia casi total de oportunidades económicas y sociales con el

fenómeno de la frustración-violencia (por la insatisfacción de las necesidades) en los grupos

excluidos o menos favorecidos de la sociedad.

América Latina es la región de mayor desigualdad de ingresos en el mundo y esta profunda

desigualdad genera, sin lugar a dudas, tensión social. Se ha demostrado que los incentivos

económicos son uno de los factores más importantes para el robo, el asalto callejero, el

secuestro y el robo a mano armada (Buvinic, Morrison y Orlando, 2002). La pobreza en sí

misma, cuando se le interpreta en sentido clásico como una simple falta de oportunidades,

quizás no cause directamente violencia (Arriagada y Godoy, 2000 y Fajnzylber, Lederman y

Loayza, 2001), sin embargo, origina sentimientos de frustración y estrés, que en combinación

con otros factores pueden desencadenar comportamientos violentos, por ejemplo, si además

del desempleo (exclusión económica), se suma el hacinamiento en los barrios urbanos recién

conformados con intensa ruptura del capital social (Buvinic, Morrison y Shifter, 1999), la

influencia de los medios de comunicación que incentivan frecuentemente la violencia, el

individualismo, consumismo desenfrenado, entre otros, y la presencia real de los factores

facilitadores del crimen organizado, la droga, el alcohol y las armas de fuego.

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En Latinoamérica, en los barrios más pobres y en algunos casos de reciente formación en las

ciudades, se registran altos niveles y tipos de violencia superiores al resto del área urbana

(Organización Panamericana de la Salud, 1996; McAlister, 2000, citado por Buvinic, Morrison,

y Orlando, 2002).

Estudios comparativos realizados por Cabral y Brea (1999, 2003 y más recientemente en 2009)

en relación a las tasas de homicidio de varios países, muestran una fuerte asociación entre el

lugar que la mayoría de las naciones (desarrolladas y en desarrollo de América y de Europa)

ocupaban en cuanto a su tasa de homicidio y la posición según su nivel de ingreso, la

distribución del ingreso, los niveles de pobreza, el crecimiento del ingreso per cápita, el gasto

social en relación al PIB, el gasto social per cápita, la tasa de analfabetismo y el desempleo.

Por otro lado, dichos autores también relacionan algunas variables socioeconómicas en

República Dominicana (el incremento porcentual promedio del PIB/Cápita Real, la tasa de

inflación y de desempleo) con las tasas de homicidio durante el período del 1981 al 2008,

encontrándose que en las fases de expansión a mayor crecimiento del Producto Interno

Bruto per Cápita Real menor es la tasa de crecimiento de los homicidios, siendo esta última

incluso negativa en periodos prolongados de alto crecimiento económico. En cambio, aumenta

estrepitosamente la violencia en los períodos de bajo crecimiento económico, caracterizados

por la elevación de las tasas de desempleo e inflación y el rápido crecimiento de los niveles de

pobreza (Brea y Cabral, 2006 y 2009).

La socialización de los jóvenes. Factores familiares, sociales e individuales y el proceso de

identidad.

La familia

En los estudios efectuados por Thornton et al. (2000) se señalan algunos factores de riesgo

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provenientes de los padres, entre ellos: La conducta delictiva y violenta, el uso indebido del

alcohol y drogas, el maltrato y abandono infantil, la disciplina severa o incoherente, la falta de

interacción emocional entre padres y niños, y la falta de supervisión por parte de los padres

(Patterson, Reid, y Dishion 1992; Buka y Earls 1993, Widom 1992, cit.: Thornton et al., 2000).

Muchas otras conductas están asociadas también con la conducta infantil violenta, aunque no

están relacionadas directamente con la crianza, entre las que se citan: la falta de comunicación

entre los cónyuges, los conflictos maritales, el divorcio, el aislamiento social, la depresión o el

estrés padecido por los padres (Buka y Earls 1993; Tolan y Guerra 1994, cit.: Thornton et al.,

2000). Un alto porcentaje de delincuentes sexuales juveniles pudieron haber sido víctimas de

violencia durante su infancia (Feindler y Becker 1994, cit.: Thornton et al., 2000). Es bien

conocido, que los estilos autocráticos de crianza fomentan de igual manera la agresividad en

los hijos y desestimulan la creatividad cognitiva.

Niños criados en familias monoparentales son propensos a tener mayor riesgo de violencia

(Henry et al, 1996). Thornton y colegas (2000) refieren además, que en el estudio de Patterson,

Reid, y Dishion (1992) se determinó que las madres solteras pobres, quienes enfrentan

numerosos desafíos y situaciones de estrés, tienen mayores posibilidades de desarrollar

patrones de comportamiento que pueden ocasionar conductas violentas en sus hijos.

Agrupaciones e identidad

A medida que el niño crece e interactúa con su entorno social, desarrolla sus capacidades

cognitivas y sociales, va asimilando experiencias en su relación con el medio que le rodea. De

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esa interacción adquiere los valores, creencias y conductas durante su propio proceso de

aprendizaje.

Se ha encontrado que la influencia de los amigos delincuentes está relacionada con la violencia

en los jóvenes (Thornberry, Huizinga, Loeber, cit. en: Howell et al, 1995).

Muchos autores coinciden al señalar, que el fenómeno de las pandillas juveniles no es nuevo,

sino que lo novedoso es la complejidad que adopta, cuya preocupación radica en que un

problema urbano se convierte en redes de afiliación y violencia sistemática, ya que el abandono

social y la falta de referentes de socialización terminan convirtiéndola en organizaciones

transgresora de la Ley (Cruz, 2004, citado por Wielandt, 2005). La socialización de los jóvenes

puede estar determinada por la construcción de una identidad forjada en las pandillas, las cuales

se originan en espacios, barrios o comunidades de precariedad socioeconómica con violencia

social y criminal como elemento de potenciación (Wielandt, op. cit.).

Wielandt (2005) considera que la aparición de pandillas se relaciona con la desconfianza

institucional y la carencia de espacios de participación que orienta hacia la vida criminal. Según

Wielandt (2005): “… la fragmentación y la segregación social, así como la ruptura de la

estructura familiar, son un caldo de cultivo para la generación de las pandillas e inserción de

los jóvenes a ellas, ya que los miembros de pandillas son personas que no contaron con los

recursos ni las atenciones sociales necesarias para que sus vidas se orientaran por las vías

productivas y de desarrollo para ellos mismos y para su comunidad“. Dentro de este enfoque,

Wielandt destaca el escenario de la socialización a través de la cultura de la violencia, al señalar

que “la participación de muchos jóvenes en la violencia criminal y el tráfico de drogas, está

orientado por la intensa presión cultural de obtener ganancias económicas para satisfacer altos

15
patrones de consumo“. Por otra parte, menciona los bajos niveles de educación que llevan

consigo mismo la escasa posibilidad de obtener empleo y oportunidades en general, lo que

potencia aún más la violencia juvenil.

Otros expertos señalan a la cultura de la violencia como el modelo social predominante, cuyos

únicos repertorios de respuestas son posibles a través de ciertos estilos de comportamiento,

permisividad hacia las armas y el aprendizaje del uso de la violencia, siendo este el patrón de

socialización de nuestros jóvenes. Asimismo, Wielandt alude que los procesos de exclusión,

de abandono social de las comunidades y la carencia de servicios básicos de educación, de

formación técnica y profesional, de empleo adecuado, de prestaciones y seguridad social

contribuyen a crear subculturas, dada la misma fragmentación social. Esas subculturas se

desenvuelven en función de las identidades que tienen un impacto en el control del espacio

público, o la apropiación de un territorio. Todo esto asociado a los efectos del crecimiento

urbano desordenado y en condiciones de profunda pobreza, que caracteriza a una gran mayoría

de países en Latinoamérica.

En una investigación realizada por Brea y De Moya (1983) con una muestra de 287 jóvenes y

adolescentes de 12-21 años de edad en República Dominicana, 137 institucionalizados por

delitos y 150 de un grupo control (no institucionalizados), se describió el perfil de los jóvenes

institucionalizados de la siguiente manera: de baja escolaridad, más frecuentemente desertores

de la escuela a temprana edad, quienes tenían que trabajar, ya que sus familias no podían

mantenerlos económicamente y cuyas aspiraciones eran más elevadas que las que sus propios

recursos podían proporcionarles; poseían, además, baja autoestima y ligeramente peores

relaciones familiares que la muestra control (no institucionalizada); además, se caracterizaron

por el ausentismo de la figura paterna en el hogar. Dicha población se distinguía por su

constante asistencia a fiestas, discotecas y barras como principal forma de diversión y

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recreación, a lo que hoy día generalmente se le llama “vacilar”.

Por otro lado, Castillo, Godoy y Álvarez (2006) refieren que en Guatemala las actitudes

agresivas de los miembros de pandillas se debe a la débil construcción de la autoestima e

identidad y a la necesidad de pertenecer a grupos, y al mismo tiempo a las frustraciones por la

falta de oportunidades (educativas, sociales, laborales, etc.), por lo que pertenecer a pandillas

les llena un vacío existencial, que no es suplido ni por la familia ni por las políticas Estatales.

En ese mismo sentido, Barrios, L. (2004) considera a las naciones como una forma de

resistencia de los sectores oprimidos frente a las clases dominantes, lo que implica un proceso

de desconstrucción, construcción y reconstrucción de una identidad colectiva.

Por otra parte, Santamaría (2006) apunta que: “La pandilla ofrece sin duda un espacio potencial

para la generación de capital social: genera un sentido de pertenencia, crea reglas o normas de

convivencia que derivan en beneficios para el grupo y establece redes de solidaridad entre sus

miembros. La pandilla (llámese mara, parche, barrio o banda) representa el lugar de

socialización de cientos de jóvenes que han perdido los conectores “tradicionales” como la

familia, la escuela o el espacio de trabajo“.

José Miguel Cruz (2004, 2006) refiere que los jóvenes buscan en las pandillas “… un espacio

de interacción y ejercicio de poder…“; de igual manera, buscan “lo que la sociedad, a través

de su comunidad inmediata y la familia, ha sido incapaz de proveerles“. Se penetra a las

pandillas, porque éstas ofrecen apoyo en un contexto de exclusión, abandono e inseguridad; de

ahí, la importancia de estudiar el capital social, sus exclusiones y factores microsociales de

socialización y la construcción de la identidad en los jóvenes.

En investigaciones realizadas en República Dominicana por Miric (2008) y De Moya et al.

(2008) con jóvenes de 15-24 años, miembros de naciones, gangas y pandillas de sectores

marginados, se encontró ciertas características de origen familiar y un alto índice de deserción

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escolar, cuyas principales razones para pertenecer a esas organizaciones fueron las variables

económicas (39%) y los problemas judiciales (16%); además de que los jóvenes invertían

tiempo y recursos en prepararse en áreas en las que no suelen conseguir trabajo, y laboran en

empleos de muy baja remuneración para lo que no están capacitados, mostrándose las propias

deficiencias del sistema educativo y las pocas oportunidades de inserción laboral como algunos

de los obstáculos que mayormente interfieren con la realización de las aspiraciones de prestigio

y poder social de estos/as jóvenes en el contexto de las estructuras sociales establecidas y

aceptadas, y quienes deciden involucrarse a la vida delictiva como una alternativa de

subsistencia; y sobre todo denegación o inconformidad por ser entes marginados. No obstante,

estos investigadores descubrieron el impacto positivo y “a favor de la vida” que produjo en

esos mismos jóvenes, un programa piloto de animación sociocultural relacionado al VIH/SIDA

que se ejecutó durante dos años consecutivos con muy buenos resultados, logrando transformar

las actitudes agresivas de esos jóvenes en prosociales y procomunitarias, y que

lamentablemente, por la falta de visión y de políticas de apoyo institucional, ese programa

juvenil tan significativo fue eliminado.

Conclusión:

En conclusión, es necesario decir que los factores biopsicosocial influyen de manera

significativa en todas las poblaciones y en general, en nuestro país tenemos que seguir luchando

contra la violencia, ya que estamos en una condición desfavorable frente a otros países del

mundo.

Muchas Gracias!

18
Bibliografía:

 Brea, M. & Cabra, E. (2010, 24 de junio). Factores de riesgo y violencia juvenil en

República Dominicana. Revista PsicologiaCientifica.com, 12(15).

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