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Por Jorge Luis Borges
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Averroes dejó la pluma. Se dijo (sin demasiada fe) que suele estar muy
cerca lo que buscamos, guardó el manuscrito del
y se dirigió al ana-
quel donde se alineaban, copiados por calígrafos persas, los muchos volú-
menes del del ciego Abensida. Era irrisorio imaginar que no los hab-
ía consultado, pero lo tentó el ocioso placer de volver sus páginas. De esa
estudiosa distracción lo distrajo una suerte de melodía. Miró por el balcón e n-
rejado; abajo, en el estrecho patio de tierra, jugaban unos chicos semidesnu-
dos. Uno, de pie en los hombros de otro, hacía notoriamente de almuédano;
bien cerrados los ojos, salmodiaba El que lo
sostenía, inmóvil, hacía de alminar; otro, abyecto en el polvo y arrodillado, de
congregación de los fieles. El juego duró poco; todos querían ser el almué-
dano, nadie la congregación o la torre. Averroes los oyó disputar en dialecto
vale decir en el incipiente español de la plebe musulmana de la
Península. Abrió el de Jalil y pensó con orgullo que en toda
Córdoba (acaso en todo Al-Andalus) no había otra copia de la obra perfecta
que esta que el emir Yacub Almansur le había remitido de Tánger. El nombre
de ese puerto le recordó que el viajero Abulcásim Al-Asharí, que había re-
gresado de Marruecos, cenaría con él esa noche en casa del alcoranista Fa-
rach. Abulcásim decía haber alcanzado los reinos del imperio de Sin (de la
China); sus detractores, con esa lógica peculiar que da el odio, juraban que
nunca había pisado la China y que en los templos de ese país había blasfe-
mado de Alá. Inevitablemente, la reunión duraría unas horas; Averroes, pre-
suroso, retomó la escritura del
Trabajó hasta el crepúsculo de la no-
che.
El diálogo, en la casa de Farach, pasó de las incomparables virtudes del
gobernador a las de su hermano el emir; después, en el jardín, hablaron de
rosas. Abulcásim, que no las había mirado, juró que no había rosas como las
rosas que decoran los cármenes andaluces. Farach no se dejó sobornar; ob-
servó que el docto Ibn Qutaiba describe una excelente variedad de la rosa
perpetua, que se da en los jardines del Indostán y cuyos pétalos, de un rojo
encarnado, presentan caracteres que dicen:
V Agregó que Abulcásim, seguramente, co-
nocería esas rosas. Abulcásim lo miró con alarma. Si respondía que sí, todos
lo juzgarían, con razón, el más disponible y casual de los impostores; si res-
pondía que no, lo juzgarían un infiel. Optó por musitar que con el Señor están
las llaves de las cosas ocultas y que no hay en la tierra una cosa verde o una
cosa marchita que no esté registrada en Su Libro. Esas palabras pertenecen
a una de las primeras azoras; las acogió un murmullo reverencial. Envaneci-
do por esa victoria dialéctica, Abulcásim iba a pronunciar que el Señor es
perfecto en sus obras e inescrutable. Entonces Averroes declaró, prefiguran-
do las remotas razones de un todavía problemático Hume:
²Me cuesta menos admitir un error en el docto Ibn Qutaiba, o en los
copistas, que admitir que la tierra da rosas con la profesión de la fe.
²Así es. Grandes y verdaderas palabras ²dijo Abulcásim.
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mediría por siglos, sino por días y por horas y tal vez por minutos. La segun-
da, que un famoso poeta es menos inventor que descubridor. Para alabar a
Ibn-Sháraf de Berja, se ha repetido que sólo él pudo imaginar que las estre-
llas en el alba caen lentamente como las hojas de los árboles; ello, si fuera
cierto, evidenciaría que la imagen es baladí. La imagen que un solo hombre
puede formar es la que no toca a ninguno. Infinitas cosas hay en la tierra;
cualquiera puede equipararse a cualquiera. Equiparar estrellas con hojas no
es menos arbitrario que equipararlas con peces o con pájaros. En cambio,
nadie no sintió alguna vez que el destino es fuerte y es torpe, que es inocen-
te y es también inhumano. Para esa convicción, que puede ser pasajera o
continua, pero que nadie elude, fue escrito el verso de Zuhair. No se dirá me-
jor lo que allí se dijo. Además (y esto es acaso lo esencial de mis reflexio-
nes), el tiempo, que despoja los alcázares, enriquece los versos. El de Zu-
hair, cuando éste lo compuso en Arabia, sirvió para confrontar dos imágenes,
la del viejo camello y la del destino; repetido ahora, sirve para memoria de
Zuhair y para confundir nuestros pesares con los de aquel árabe muerto. Dos
términos tenía la figura y hoy tiene cuatro. El tiempo agranda el ámbito de los
versos y sé de algunos que a la par de la música, son todo para todos los
hombres. Así, atormentado hace años en Marrakesh por memorias de
Córdoba, me complacía en repetir el apóstrofe que Abdurrahmán dirigió en
los jardines de Ruzafa a una palma africana:
$"%& '
()*
»Singular beneficio de la poesía; palabras redactadas por un rey que
anhelaba el Oriente me sirvieron a mí, desterrado en África, para mi nostalgia
de España.
Averroes, después, habló de los primeros poetas, de aquellos que en el
Tiempo de la Ignorancia, antes del Islam, ya dijeron todas las cosas, en el
infinito lenguaje de los desiertos. Alarmado, no sin razón, por las fruslerías de
Ibn- Sháraf, dijo que en los antiguos y en el Qurán estaba cifrada toda poesía
y condenó por analfabeta y por vana la ambición de innovar. Los demás lo
escucharon con placer, porque vindicaba lo antiguo.
Los muecines llamaban a la oración de la primera luz cuando Averroes
volvió a entrar en la biblioteca. (En el harén, las esclavas de pelo negro hab-
ían torturado a una esclava de pelo rojo, pero él no lo sabría sino a la tarde.)
Algo le había revelado el sentido de las dos palabras oscuras. Con firme y
cuidadosa caligrafía agregó estas líneas al manuscrito: V$ (Aristóteles)
+
V"",
Sintió sueño, sintió un poco de frío. Desceñido el turbante, se miró en un
espejo de metal. No sé lo que vieron sus ojos, porque ningún historiador ha
descrito las formas de su cara. Sé que desapareció bruscamente, como si lo
fulminara un fuego sin luz, y que con él desaparecieron la casa y el invisible
surtidor y los libros y los manuscritos y las palomas y las muchas esclavas de
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pelo negro y la trémula esclava de pelo rojo y Farach y Abulcásim y los rosa-
les y tal vez el Guadalquivir.
En la historia anterior quise narrar el proceso de una derrota. Pensé,
primero, en aquel arzobispo de Canterbury que se propuso demostrar que
hay un Dios; luego, en los alquimistas que buscaron la piedra filosofal; luego,
en los vanos trisectores del ángulo y rectificadores del círculo. Reflexioné,
después, que más poético es el caso de un hombre que se propone un fin
que no está vedado a los otros, pero sí a él. Recordé a Averroes, que ence-
rrado en el ámbito del Islam, nunca pudo saber el significado de las voces
y Referí el caso; a medida que adelantaba, sentí lo que
hubo de sentir aquel dios mencionado por Burton que se propuso crear un
toro y creó un búfalo. Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes,
queriendo imaginar lo que es un drama sin haber sospechado lo que es un
teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginar a Averroes, sin otro
material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín Palacios. Sentí, en
la última página, que mi narración era un símbolo del hombre que yo fui,
mientras la escribía y que, para redactar esa narración, yo tuve que ser aquel
hombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar esa narración, y
así hasta lo infinito. (En el instante en que yo dejo de creer en él, "Averroes"
desaparece.)
Sergio Etkin
¿Qué no haría un hombre que organizara y acen-
tuara los juegos atribuidos al azar ±simetría, con-
trastes, digresión±, que (que formara y
deformara) esos juegos, poniendo de manifiesto su
carga de extrañeza? A la pregunta de Borges, más
que verdadero interrogante, res-
ponde el propio texto borgeano (Sylvia Molloy, !
-, p 120)
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rrumpir a mitad de camino una frase pensada, sin dejar que llegue hasta el
fin. ... De aquí se deriva ... una confusión intelectual que fomenta el sueño y
que lleva del pensamiento correcto del estado de vigilia a los procesos ima-
ginativos propios del sueño. (pp 84-85) ... las intervenciones mencionadas en
este capítulo se refieren, en lo esencial, a una sobrecarga del hemisferio iz-
quierdo, mediante la cual se hace posible la comunicación inmediata con el
derecho. Se abre paso, espontáneamente, la idea de compararlo con algún
juego de prestidigitación, truco de manos o paso mágico, en el que se procu-
ra desviar la atención del espectador de la acción decisiva. El paciente inten-
ta seguir la pseudológica y resolver la paradoja, pero fracasa en el empeño,
mientras que el hemisferio cerebral derecho concibe los elementos de comu-
nicación que son comprensibles en su propio lenguaje o incluso pasa a ser,
transitoriamente, el dominante.´ ( op. cit., p 86)
La retórica misma, especialmente en una de sus cinco partes, la de la
elocución, se ha considerado a sí misma desde la antigüedad como un ³cua-
dro de los desvíos del lenguaje´ ±tal como la desenmascara R. Barthes . [2]
El procedimiento en cuestión es el de la retórica, una
., más específicamente, una
. En su defini-
ción de manual, ³La (met½basiw) en el sentido más amplio es una
modificación de la perspectiva del curso del discurso con respecto a los ele-
mentos de la situación discurso... : con respecto al orador (...), al objeto del
discurso (...), al oyente.´ [3]
Tomamos esta como un pequeño sistema que incluye cuatro
elementos principales: el paréntesis y los tres apartamientos o desvíos bási-
cos, que se practican amplia y significativamente en este texto : (1) el discur-
so del narrador puesto en boca de personajes ( ) ±esto es, el
apartamiento respecto de sí mismo ( " ), tanto como diálogo
( , di½logoi), como en forma de monólogo o reflexión
mental; (2) la desviación respecto del tema ( ), básicamente
la digresión ( ); y (3) la desviación respecto a los receptores del dis-
curso ( ""), que se llama (con el el
orador puede dirigirse a cosas y ³a personas imaginadas como presentes en
la vida de la fantasía (...) Aquí pertenece también (...) la alocución al lector
que actualiza la situación-lector.´). [4]
No decimos que este procedimiento sea una peculiaridad de este cue n-
to ±por el contrario, suponemos que reaparece en muchísimos otros relatos
de Borges. Lo que nos interesa es cómo se recurre aquí también a un pe-
queño sistema previsto por la antigua retórica ±si bien no creemos tampoco
que se lo emplee como un mero ornato del discurso [5], sino, antes que eso,
como otra forma de presentar algunos de los conceptos y los problemas que
elabora el texto, y como una forma de organizar el discurso y sus partes más
densamente significativas: en las digresiones, en el diálogo, entre paréntesis
ocurren observaciones y acciones ficticias que deciden la trama de la narra-
ción y la poética implícita en el texto.
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bastante marcados muchas veces, además, por su índole casi absurda: con-
sisten a veces en un solo nombre propio, a veces en la explicitación de algo
que parece demasiado importante como para que quede entre paréntesis,
ofrecen la traducción de un término, etc. y se burlan bastante de distintos ti-
pos de convenciones[13]: gráficas, lógicas, semánticas: el operador ³dijo´, en
discurso directo, por ejemplo, normalmente va entre guiones ±así en otras
partes de este relato±, pero de pronto aparece entre paréntesis; una aclara-
ción atributiva parentética que (suele aún en este mismo texto) escribirse en-
tre comas, de pronto aparece entre paréntesis, como en : ³Las personas de
esa terraza tocaban el tambor y el laúd, salvo unas quince o veinte (con
máscaras de color carmesí) [14] que rezaban, cantaban y dialogaban´ (p
585). Destacamos en particular dos hechos: (1) el paréntesis de la primera
oración del texto, en su comienzo ±que desarrollaremos algo más en el item
sobre las digresiones±, y (2) que todo el cuento termine con un paréntesis
[15].
4) %
$ El de los personajes se introduce en forma explí-
cita y directa ±queda, así, marcado auto-referencial, meta-retóricamente:
probablemente no es lo más usual que en un relato ficticio se prepare el diá-
logo de los personajes haciendo un breve comentario de ese diálogo y de-
nominándoselo (por su nombre) 'diálogo' : ³El diálogo en la casa de Farach,
pasó de las incomparables virtudes [16] del gobernador a las de su hermano
el emir; (...)´. Recién unas veinte líneas más abajo comienza el diálogo tex-
tualmente: ³Averroes declaró, prefigurando las remotas razones de un todav-
ía problemático Hume:
±Me cuesta menos admitir un error en el docto Ibn Qutaiba, o en los
copistas, que admitir que la tierra da rosas con la profesión de la fe.
±Así es. Grandes y verdaderas palabras ±dijo Abulcásim. (...)´ (op. cit.,
pp 583-4).
En síntesis, como es rara esta explicitación que introduce el diálogo de
los personajes, más extraño aún será, como veremos, que un personaje refe-
rido por otro personaje le dirija un apóstrofe a una palma africana y que el
narrador llame a esto que hace el personaje ³el apóstrofe que Abdurrahmán
dirigió en los jardines de Ruzafa a una palma africana´, desenmascarando
así un procedimiento que es tanto del personaje principal, como del persona-
je referido, como del narrador, como del autor ±a modo de cajas chinas que
se envuelven unas a otras. Interpretamos todo esto en su correspondencia
con otras capas más decisivas del cuento: podemos decir que el error de
Averroes, ³el proceso de una derrota´ (p 587), es un error trágico (martÛa)
[17] sufrido al buscar el significado de un nombre para Averroes vacío, ³tra-
gedia´. También el extraño ³apóstrofe´, sumado al error y a la idea de caída
varias veces repetida [18] ± nos evoca léxica y semánticamente otro de los
elementos definitorios de la tragedia griega: la ³catástrofe´ del protagonista.
De algún modo, la de Averroes ±el docto, el comentador, el que escribe so-
bre los que escriben, el traductor de los traductores (siempre las cajas chi-
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[1] Véase sobre todo !- y otros ensayos, de Sylvia Molloy,
Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1999, pp 57, 62, 126-7:
(1) ³El empeño de Borges en desviar el nombre directo, para crear
, para no condenarse a la palabra única que por fin nada crea salvo la
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ma, el desarrollo del relato, es esa imagen inversa que él refleja a partir de
su fin, donde se cristaliza la idea de una inagotable división: el laberinto del
relato se recorre a la inversa, en vista de una salida irrisoria, detrás de la cual
no hay nada, ni centro ni contenido; ni la sombra de un fin, puesto que
además se retrocede en lugar de avanzar. El relato deriva su necesidad de
ese dislocamiento que lo aleja de sí mismo y lo une a su doble: más y más
ineluctable a medida que notamos que responde menos a sus condiciones
iniciales (...) El relato dispone en su interior varias que son otras
tantas derrotas dirigidas. Se encuentra de nuevo aquí cierto aspecto del arte
poética de Poe: el relato se inscribe al revés de sí mismo, desarrollado a par-
tir de su término; pero en forma, esta vez, de una arte : el relato se de-
sarrolla tanto a partir de su fin, que ya no se sabe dónde están fin y comien-
zo, y que el relato acaba por enrollarse sobre él mismo, dando la ilusión de
su coherencia por medio del establecimiento de una perspectiva infinita.´ (pp
251-253), en Macherey, Pierre, > + ,
traducción de Gustavo Luis Carrera, Universidad Central de Venezuela.
[12] Lausberg, H., op. cit., pp 209 y 222.
[13] Hay muchos ejemplos de burlas con estas aclaraciones parentéticas, por
mencionar otro, al narrador no le importa aclarar una frase árabe,
presuntamente tan ignorada para los lectores como todas las aclaradas:
³(...) y se dirigió al anaquel donde se alineaban, copiados por calígrafos per-
sas, los muchos volúmenes del Mohkan del ciego Ab ensida. Era irrisorio
imaginar que los había consultado, pero lo tentó el ocioso placer de volver
sus páginas (... {aquí la distracción de la estudiosa distracción, la digresión
de la representación cuasi-teatral de los chicos semidesnudos en su juego })
Abrió el de Jalil y pensó con orgullo que en toda Córdoba (acaso
en todo Al-Andalus) no había otra copia de la obra perfecta que ésta que el
emir Yacub Almansur le había remitido de Tánger. El nombre de ese puerto
le recordó (...)´ (p 583). En esta infinita, ajedresística máquina de relojería y
de reflejos borgeana, Marruecos reaparecerá en el desenlace del cuento, pe-
ro trastocado: ³Así, atormentado hace años en Marrakesh por memorias de
Córdoba (...)´ (p 587).
[14] Es para destacar que nunca queda del todo claro quien enuncia y hace
las aclaraciones que van entre paréntesis, particularmente cuando el parén-
tesis aparece en un discurso adjudicado a un personaje: aparentemente es el
narrador, burlándose de la convención de que en un párrafo en que habla un
personaje habla un personaje; el narrador se entromete allí y hace aclaracio-
nes (por ejemplo, los paréntesis que numeramos 11, o el 12, o el 13 están en
parlamentos de personajes . El de la cita implica, además, toda otra serie de
repeticiones de tipo sintáctico: las construcciones preposicionales encabeza-
das por o abundan en el texto: ³con esa lógica peculiar que da el
odio´ (p 583); ³con orgullo´ (p 583); ³(sin demasiada fe)´ (p 583); ³con razón´
(p 584); ³con alarma´ (p 584); ³con indignación´ (p 584); ³con unción´ (p 585);
³con involuntaria soberbia´ (p 585); ³con menos elocuencia´ (p 586); ³pero
con argumentos congéneres´ (p 586); ³con placer´ (p 587); ³no sin razón´ (p
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587); ³con firme y cuidadosa caligrafía´ (p 587); ³sin haber sospechado lo que
es el teatro´ (p 588); ³sin otro material que unos adarmes´ (p 588).
[15] Ofrecemos una lista más o menos completa de los paréntesis y parent é-
ticas: (1) (un siglo tardaría ese largo nombre en llegar a Averroes, pasando
por Benraist y por Avenryz, y aun por Aben-Rassad y Filius Rosadis) (p 582);
(2) (Destrucción de la Destrucción) (p 582); (3) (Destrucción de filósofos) (p
582); (4) (esto Averroes lo sentía también) (p 582); (5) (sin demasiada fe) (p
583); (6) (acaso en todo Al-Andalus) (p 583); (7) (de la China) (p 583); (8) (di-
jo) (p. 584); (9) (Cantón) (p 585); (10) (Alejandro Bicorne de Macedonia) (p
585); (11) (caravana) (p 585) ±divertida y un poco absurda aclaración de un
arabismo por otro arabismo pero más conocido para un lector hispano-
hablante actual: ³Cuarenta días tardaría una cáfila (caravana) en divisar sus
torres y dicen que otros tantos en alcanzarlas.´; (12) (con máscaras de color
carmesí) (p 585); (y esto es acaso lo esencial de mis reflexiones) (p 586);
(13) (En el harén , las esclavas de pelo negro había torturado a una esclava
de pelo rojo, pero él no lo sabría sino a la tarde.) (p 587); (14) (Aristóteles) (p
587); (15) (En el instante en que yo dejo de creer en él, "Averroes" desapa-
rece.) (p 588).
Las parentéticas entre comas o entre guiones son muchísimas más
aún; sólo en la primera página que ocupa el relato notamos estas ocho: (1) ³ ,
pasando por Benraist y por Avenruz, ´ (p. 582); (2) ³ , como un bienestar, ´ (p
582); (3) y (4) ±esta parentética entre comas es doble±: ³ , no menos clara
que Bagdad o que el Cairo, como un complejo y delicado instrumento, ´ (p
582) ; (5) ³ , en la que hay pocas cosas, ´ (p 582) ; (6) ³ , trabajo fortuito, ´ (p
582); (7) ³, manantial de toda filosofía, ´ (p. 582); (8) ³ , ignorante del siríaco
y del griego, ´ (p. 582).
[16] El término ³virtudes´ se repite en p. 586: ³Se encarecieron las virtudes
del árabe´.
[17] Así, al final del cuento, en la pretendida declaración de propósitos del
narrador : ³Reflexioné, después, que más poético es el caso de un hombre
que se propone un fin que no está vedado a los otros, pero sí a él. Recordé a
Averroes (...)´ (p 588) ±donde el término ³poético´ es casi intercambiable por
³trágico´. También en su primera declaración, de la cena, Ave-
rroes habla, otra prefiguración, del error de un docto: ³Me cuesta menos ad-
mitir un error en el docto Ibn Qutaiba, o en los copistas, que admitir que la
tierra da rosas con la profesión de la fe´ (p 584). Esta frase algo extraña, ³la
profesión de la fe´ queda de algún modo asociada al ³error´, según la repeti-
ción ³profesión´ / ³profesar´ de p. 586: ³En Alejandría se ha dicho que sólo es
incapaz de una culpa quien ya la cometió y ya se arrepintió; para estar libre
de un error, agreguemos, conviene haberlo profesado. Zuhair, en su mohala-
ca, dice que en el decurso de ochenta años de dolor y de gloria, ha visto mu-
chas veces al destino atropellar de golpe a los hombres, como un camello
ciego´. La ³ceguera´ se repite en p 583: ³se dirigió al anaquel donde se ali-
neaban, copiados por calígrafos persas, los muchos volúmenes del
del ciego Abensida´.
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[18] ,, , se repiten muchas veces y en los lugares
más significativos desde el punto de vista poético: ³(acaso en todo Al -
Andalus)´ (p 583), ³Si respondía que sí, todos lo juzgarían, con razón, el más
disponible y casual de los hombres´ (p 584); ³la maravilla es acaso incomuni-
cable´ (p 585), ³sólo él pudo imaginar que las estrellas en el alba caen lenta-
mente, como las hojas caen de los árboles´ (p 586), ³(y esto es acaso lo
esencial de mis reflexiones)´ (p 586), ³más poético es el caso (...)´ (p 588),
³referí el caso´ (p 588).
[19]A la cifra del Qurán, p 587: ³Alarmado, no sin razón, por las fruslerías de
Ibn-Sháraf, dijo que en los antiguos y en el Qurán estaba cifrada toda poesía
(...)´; al ³modelo platónico´, p 584 .
[20] Se introduce desde aquí el problema de los universales, la disputa en-
tre el nominalismo y el realismo, tan vigente en la época del Averroes históri-
co ±sólo lo mencionamos, pero se alude a esto en todo el texto, sobre todo,
el concepto con carácter de algo maravilloso: ³le exigían maravillas y la ma-
ravilla es acaso incomunicable: la luna de Bengala no es igual a la luna del
Yemen, pero se deja describir con las mismas voces.´ (p 585).
Se marca en este insólito comienzo con estas ocho palabras en árabe
la tesitura de un texto densamente poblado de nombres en árabe y de ara-
bismos : hay alrededor de 153 nombres árabes y casi 30 arabismos:
@ (3 veces)%7A
"$+ " {el pequeño o gran acertijo
que nos deja el texto: un palabra aparentemente árabe, repetida dos veces,
en dos lugares significativos, uno de ellos la definición de tragedia y de co-
media que alcanza Averroes, pero que no se encuentra en el D.R.A.E. y nos
pide que busquemos su sentido, que vayamos a su busca (la busca del lec-
tor), que descubramos su significado}Î (varias veces) (más de
una vez) "+ 7
" (varias veces) 7" 7 (varias ve-
ces) (dos veces), etc. ±varios más que significativos±, que
nos parece una frecuencia altísima para las seis páginas que ocupa el texto.
La significatividad a la que nos referimos puede juzgarse a partir de la impor-
tancia argumental, poética y meta-poética de los contextos en que aparecen
este tipo de vocablos, por ejemplo, % % 7
" en el juego de los chicos semidesnudos (primera represen-
tación dramática en el texto); "+ para las imágenes, con relación a la in-
novación en poesía contra la originalidad romántica; + para las másca-
ras, y el $ y el " en la actuación dramática referida por el viajero
Abulcásim ; ³el tiempo, que despoja los alcázares, enriquece los versos.´ (p
586), etc.
Los arabismos tienen como su doble, su reflejo espejado, en los gre-
cismos (más que numerosos) que nos remiten al Aristóteles comentado por
Averroes. Que el cuento de Borges esté escrito en español supone, enton-
ces, esta convivencia de términos extranjeros, esta mezcla de culturas, que
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vada y poco gruesa, desde cuya altura convoca el almuédano a los mahom e-
tanos en las horas de oración´ y, en su repetición, se troca por ³torre´ ±y
%,³Musulmán que desde el alminar convoca en voz alta al pueblo pa-
ra que acuda a la oración´, es otro arabismo que está fuerte y casi con la cir-
cularidad típica del diccionario imbricado al otro arabismo, : cada uno
de los dos entra, en un caso como circunstancia pero decisivamente, en la
definición del otro ±reaparece en esto también el
, la
actitud meta-retórica, auto-referente, refleja, que es central en todo el texto:
la destrucción de la destrucción, el comentario del comentario, la traducción
de una traducción, el concepto de un concepto, el final de un final ±
circularidad que el narrador explicitará al final auto -referencialmente, expo-
niendo otra vez su procedimiento: el círculo, el regreso al infinito (la frase
³hasta lo infinito´ contiene una de las dos apariciones del arabismo , la
otra en p 583: ´Trabajó hasta el crepúsculo de la noche´ .
[26] En este sentido, reaparecerá este mismo tipo de repetición en la r e-
flexión final del narrador (p 588) ±también cinco veces: ³reflexioné´, ³recordé
a Averroes´, ³Referí el caso´, ³para redactar esa narración´, ³yo tuve que re-
dactar esa narración, y así hasta lo infinito´.
[27] ³El diálogo ... pasó de las incomparables virtudes del gobernador...´ (p
583); ³juró que no había rosas como las rosas que decoran los cármenes an-
daluces´ (p 583); ³Farach no se dejó sobornar´ (p 583); ³Todos aprobaron
ese dictamen. Se encarecieron las virtudes del árabe, que es el idioma que
usa Dios para dirigir a los ángeles´ (p 586) ³luego la poesía de los árabes´ (p
586) ³Dijo que era absurdo que un hombre ante cuyos ojos se dilataba el
Guadalquivir celebrara el agua de un pozo´ (p 586); ³Urgió la conveniencia
de renovar las antiguas metáforas; dijo que cuando Zuhair comparó al desti-
no con una camello ciego, esa figura pudo suspender a la gente, pero que
cinco siglos de admiración la habían gastado´ (p 586); ³Todos aprobaron ese
dictamen, que ya habían escuchado muchas veces, de muchas bocas. Ave-
rroes callaba. Al fin habló, menos para los otros que para él mismo´ (p 586);
³Para alabar a Ibn-Sháraf de Berja, se ha repetido que sólo el pudo imaginar
que las estrellas en el alba caen lentamente, como las hojas caen de los
árboles´ (p 586); ³Alarmado, no sin razón, por las fruslerías de Ibn-Sháraf,
dijo que en los antiguos y en el Qurán estaba cifrada toda poesía y condenó
por analfabeta y por vana la ambición de innovar. Los demás lo escucharon
con placer, porque vindicaba lo antiguo.´ (p 587).
[28] Cf. ³el rumor de una fuente´ (p 582); ³Optó por musitar´ (p 584), ³murmu-
llo reverencial´ (p 584).
[29] Recordemos que ³busca´, el extraño sustantivo en el título del cuento,
no sólo significa ³búsqueda´, sino también algo así como ³selección y recogi-
da de materiales u objetos aprovechables entre escombros u otros desperdi-
cios´. Otra distracción filológica: que buscar y dar vueltas en círculo parecen
ser casi lo mismo en lenguas como el francés ( 4 y el italiano (
).
c
[30] Repeticiones textuales del tiempo, bastante asociado con el fin (
,
,
): ³si el fin del poema fuera el asombro, su tiempo no se me-
diría por siglos, sino por días y por horas y tal vez por minutos.´ (p 586);
³Averroes, después, habló de los primeros poetas, de aquellos que en el
de la Ignorancia, antes del Islam, ya dijeron todas las cosas, en el
infinito lenguaje de los desiertos.´ (p 587)
[31] Repeticiones de la memoria, siempre ligada al tiempo: en digresión: ³En-
tonces como ahora, el mundo era atroz (...) La memoria de Abulcásim era un
espejo de íntimas cobardías.´ (p 584); ³atormentado hace años en Makarresh
por memorias de Córdoba´ (p 587).
[32] La confusión se repite en p 585: ³Abulcásim, confuso, pasó de la escu-
chada narración a las desairadas razones. Dijo ayudándose con las mano:
(...)´.
[33] Repeticiones de la redacción: " (p 582) / esa narración
(p 588) / esa narración (p 588).
[34] Otra repetición, además de estas dos, de la forma , en la primera
página: ³Pocas cosas más bellas y más patéticas registrará la historia que
esa consagración de un médico árabe a los pensamientos de un hombre de
quien lo separaban catorce siglos´ (p 582). Sobre la relevancia poética de la
noción de ³historia´ en la obra de Borges, v. Molloy, S., op. cit., p. 70: ³Enten-
damos por la palabra lo que Borges en el prólogo a !
, James en sus cuadernos, y Blanchot en un ensayo donde habla de
Bioy, James y Borges, llaman ± $
C organización de un . El término es de Bor-
ges; más tarde propondrá otro, quizá más satisfactorio, la palabra , que
ya usaba Stevenson. Entendamos que se trata de una organización estructu-
ral y significativa de elementos, como los formalistas rusos entendían la pa-
labra *. Entendamos además que la de la que habla Borges
puede coincidir enteramente con el * del relato o puede coincidir con uno
de los que, acumulativamente, constituyen el * Sobre esta base,
puede decirse que en la mayor parte de la ficción borgeana, personaje y si-
tuación coinciden: o mejor, que la pulverización del personaje previsible la
situación de esos relatos. La fijeza , la voluntaria exactitud de ciertos térmi-
nos (no necesariamente sinónimos) en los títulos de Borges ±
"
+ " ±parecerían apoyar, burlonamente, esa disolu-
ción.´