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La mente criminal

El perfil de una persona que comete un delito no es único. El delincuente puede ser desde un
menor de edad hasta un adulto mayor. Puede ser hombre, mujer, blanco, negro, oriental,
mestizo y de cualquier nivel socioeconómico. Es decir cualquier miembro de la sociedad puede
eventualmente infringir la ley y cometer un delito. En la mayoría de los casos es posible
evidenciar una pérdida del control de las funciones mentales, bien sea en forma temporal o
permanente. En el primer caso, los delitos asociados a una pérdida del control temporal de las
funciones mentales, las causas son variadas e incluyen situaciones de estrés, miedo, celos, abuso
de alcohol, uso de substancias alucinógenas. En el segundo caso, la pérdida permanente en el
control de las funciones mentales, las causas incluyen patologías que alteran la estructura y
función cerebral. Aquí se incluyen enfermedades como las esquizofrenias, estados maniaco-
depresivos, secuelas de traumas cerebrales, presencia de tumores y alteraciones en el desarrollo
neurológico.

Este panorama complejo implica que los procesos judiciales y sus sentencias deben ajustarse de
tal manera que contemplen no solo el castigo o penalización, sino que además contemple los
procesos de resocialización y estrategias para impedir la posibilidad de reincidencias. Los
crímenes cometidos por un individuo con capacidades mentales dentro de lo normal pero bajo
estrés, los cometidos por un adicto y los cometidos por un enfermo mental deben considerar
diferentes variables: tipo de delito, potencialidad para rehabilitación y posibilidad de recidiva.

DE TUMORES CEREBRALES A MASACRES.

Uno de los crímenes que conmocionó al mundo fue la masacre cometida en la Universidad de
Texas en 1966. Charles Whitman, un joven que había pertenecido a las Fuerzas armadas de USA,
empleando un rifle asesino a 16 estudiantes en el campus universitario e hirió a otros 32 y
finalmente fue dado de baja. Antes de cometer estos crímenes había asesinado a su madre y
hermana. El asunto curioso está en que luego del crimen contra sus familiares escribió una carta
donde vagamente explicaba algunos síntomas que tenia e incluían dolores de cabeza e ideas
extrañas. Autorizó para que después de su muerte se le practicara una autopsia con el fin de
buscar las causas de su extraño comportamiento, el cual el mismo no entendía. La autopsia
reveló que Charles Whitman presentaba un gioblastoma en el lóbulo frontal.

Aunque este tumor podría explicar el comportamiento final de Whitman, se ha acudido


adicionalmente a explicar otros factores como la familia disfuncional en la que creció, la
presencia de un padre estricto, uso de anfetaminas y la experiencia en las fuerzas militares.
Todos estos factores probablemente contribuyeron a un comportamiento y a un crimen de esta
naturaleza. Todo esto sumado al comercio sin control de armas y al derecho de su uso por parte
de los ciudadanos hace que casos como estos sean cada vez más frecuentes.

PEDOFILIA Y TRASTORNOS DEL LÓBULO TEMPORAL

Múltiples patologías cerebrales han sido asociadas con trastornos siquiátricos tipo parafilias, una
de estas parafilias es la paidofilia o pedofilia. Dentro de las causas de estas patologías se incluyen
cuadros tan diversos como las encefalitis, encefalopatía anóxica, epilepsia, meningiomas,
gliomas, malformaciones arteriovenosas, esclerosis múltiples difusas, entre otras.

Uno de los casos reportados más famosos en la literatura científica médica y que dio origen a
reflexiones y cuestionamiento relacionados con el concepto de libre albedrio, moralidad y
culpabilidad fue reportado en 2003; se trataba de un hombre de 40 años, maestro de escuela,
sin trastornos sexuales previos, quien empezó a mostrar interés por pornografía, especialmente
por pornografía infantil. Fue acusado por acoso sexual de menores. Inicialmente se le realizó un
tratamiento farmacológico con progestágenos buscando atenuar las ideaciones sexuales sin
lograrse mejoría, por lo que se decide llevar a juicio. El día antes del juicio este prisionero
manifestó un dolor de cabeza severo, por lo que fue llevado al hospital. Una resonancia cerebral
mostró un hemangiopericitoma en la región orbitofrontal. El tumor fue removido y los síntomas
parafilicos (pedofilicos) se controlaron. El prisionero fue liberado y su condición fue normal hasta
un año después cuando empezó nuevamente a mostrar interés en pornografía infantil. Una
nueva resonancia mostró que el tumor había aparecido nuevamente. Nuevamente fue operado
y de nuevo los síntomas cedieron.

Pero este no es el único caso, también han sido reportados casos de pacientes de la tercera edad
en quienes aparece este tipo de trastorno. Dos casos de pacientes de 60 y 67 años mostraron
individuos con discretas alteraciones neurológicas, principalmente deterioro de la memoria, al
cual se sumó el comportamiento pedofilico. Imágenes de tomografía por emisión de positrones
mostraron en un caso disminución del metabolismo cerebral en el lóbulo temporal derecho, en
el otro caso se observó esclerosis hipocampal derecha. Este reporte coincidió con otro estudio
anatómico realizados en pacientes con síntomas de pedofilia. En este estudio exámenes de
resonancia mostraron una reducción en el volumen de la sustancia blanca en especial en la zona
que determina conexiones entre áreas corticales: el fascículo fronto-occipital superior y el
fascículo arcuato. No se observaron alteraciones de la substancia gris. Este trabajo sugiere que la
desconexión entre áreas occipitales, temporales y lóbulo frontal (encargado del control de
emociones) podría explicar la desinhibición sexual en estos individuos.

De igual forma han sido numerosos los casos de pacientes con epilepsia del lóbulo temporal que
muestran síntomas de hipersexualidad y oralidad post-lobectomía, entre otros síntomas, cuadro
que se ha denominado síndrome de Kluber y Busy. Como cosa curiosa el lóbulo temporal y una
de las afecciones más comunes la epilepsia, también se ha asociado con manifestaciones de
religiosidad y alucinaciones místicas. Existirá alguna relación entre la religiosidad y la alteración
de la conducta sexual de sacerdotes católicos (pedofilia) denunciada en los últimos años?. Los
recientes hallazgos en neurociencias podrían responder a esta pregunta. Las evidencias aquí
presentadas no pretenden cuestionar fallos jurídicos del pasado, si fueron o no correctos,
finalmente la sociedad en conjunto toma decisiones de acuerdo al conocimiento de cada
momento histórico. Se pretende sugerir tomar en consideración la parte biológica y no
solamente la social al emitir un juicio. La ley se debe aplicar de acuerdo a la magnitud del crimen
y en el caso de la pedofilia se debe aplicar con rigor, pero se debe dar oportunidades al individuo
y buscar también su rehabilitación. El escarnio público al que es sometido él y su familia,
probablemente los llevará al ostracismo o aislamiento social, que finalmente puede ser
equivalente a una pena capital, sin aplicar la pena de muerte, en un caso donde deberían
considerarse lo orgánico como un factor atenuante. El extremismo y el sensacionalismo al juzgar
a estas personas en muchas ocasiones buscan aumentar audiencias (en el caso de los medios de
comunicación) o capital político (en el caso de magistrados, políticos y funcionarios públicos), lo
que en últimas puede distorsionar el concepto de justicia.

CEREBRO, MONOGAMIA E INFIDELIDAD

La familia es la base de la sociedad y la estabilidad social depende de que no existan


confrontaciones, ni fragmentaciones. Las relaciones de pareja se establecen mediante un
acuerdo donde la monogamia es fundamental. La ruptura de este acuerdo tácito implica no solo
la ruptura de la sociedad conyugal, también puede considerarse como delito. En las sociedades
donde la infidelidad y la poligamia son un delito, la infidelidad se considera como un acto
consciente y voluntario que el individuo elige como conducta y que al ir en contra de la norma y
la conducta social debe ser penalizada.

Sin embargo algunas investigaciones cuestionan este libre albedrio y plantean la posibilidad de
que la monogamia y la poligamia estén determinados por los genes y la expresión de ciertos
neurotransmisores en áreas específicas del cerebro.

Una investigaciones realizada en roedores (campañoles americanos) con diferentes hábitats,


mostró que roedores que habitan en grandes alturas tienen una tendencia a la promiscuidad y
no establecen pareja fija; en comparación individuos de la misma especie que habitan en valles
tienen una clara tendencia a la monogamia. El estudio de estos roedores mostró que a nivel
cerebral los roedores de alta montaña tienen niveles más elevados de vasopresina y oxitocina en
diversas áreas cerebrales. Oxitocina y vasopresina tienen un efecto positivo en las relaciones de
apego, selección de pareja estable, sentimiento de maternidad hacia las crías y reducción de
estrés y agresividad en las hembras. Oxitocina y vasopresina son mínimas en los cerebros de
animales promiscuos y si se reducen experimentalmente sus niveles en los animales monógamos
esta conducta se pierde. Análisis genéticos muestran diferencias de los genes ASVPR1A que
codifican para los receptores de AVP (receptores de vasopresina) entre los dos tipos de roedores.
Además de vasopresina y oxitocina también se involucra otro neurotransmisor, la dopamina, que
está relacionada con el sistema de recompensa. La administración de dopamina aumenta el
interés por una única pareja y el bloqueo de la dopamina reduce ese interés. Esto es importante
tenerlo en consideración cuando se bloquea la actividad de dopamina; es el caso de los
antipsicóticos empleados en pacientes con esquizofrenia.

Estudios recientes realizados en seres humanos han mostrado que aparte de los factores
sociales, religiosos, legales que determinan la fidelidad, factores genéticos también podrían estar
determinando el comportamiento monógamo. Un estudio reciente mostró que individuos con
variantes del gen ASVPR1A mostraron ser más renuentes a comprometerse, a casarse, más
dados al divorcio, más propensos a la infidelidad y presentan un mayor grado de insatisfacción
con sus parejas. De igual forma, en Londres, Inglaterra se realizaron estudios genéticos de hijos
de mujeres casadas en los cuales se mostró que la carga genética no siempre corresponde con la
del padre. El estudio además involucro a hermanas gemelas y se observó que la tendencia a la
infidelidad era mayor en aquellas mujeres cuya hermana gemela había sido infiel. Estos estudios
cuestionan el mito del hombre infiel y muestran que la infidelidad no es un comportamiento
netamente masculino. Estos incipientes estudios replantean conceptos sobre fidelidad e
infidelidad, las cuales no solo dependen de factores sociales, religiosos, legales; también los
genes pueden estar participando en este comportamiento. La penalización de este tipo de
conductas debería considerar no solo el castigo, sino además una rehabilitación que garantice al
individuo establecer y mantener una vida en pareja.

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