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Dado el momento de transición por el que atraviesa el país, se consideró, a este, un buen
momento para disponer de un foro en donde se compartieran inquietudes y perspectivas
diversas alrededor de los problemas y desafíos de la era digital. Uno de los objetivos fue
discutir la profundidad del horizonte y el alcance de las posibilidades de una Agenda Digital
para México. Para lo cual se convocó a hombres y mujeres de la academia, del sector de la
industria de las TIC’s, de distintos niveles del gobierno y de la sociedad civil y público
interesado en el tema. De tal modo, articular reflexiones provenientes de distintos entornos;
identificar áreas específicas, procesos concretos y rutas de acción y; finalmente, desarrollar y
construir una “Agenda digital para México inclusiva y abierta”.
En última instancia se trata de elaborar una agenda a partir de premisas tales como que “la
ciudadanía se construye con la participación”, que “los medios digitales de comunicación
favorecen la participación” y que “la participación es condición imprescindible de la inclusión
social”. Es decir, la naturaleza del entorno digital es capaz de favorecer una participación
ciudadana democrática, incluyente y crítica.
Lo que sigue a continuación son consideraciones propias a partir de los apuntes y notas que
tomé de diferentes ponencias. No haré un análisis o critica de cada exposición. Simplemente
elaboro un comentario general y una critica global a partir de lo que escuché durante el Foro.
Por supuesto, no pretendo enmendar planas ni mucho menos. Lo que sí intento es trazar
algunos ejes que desde mi punto de vista se pasaron por alto. En descarga de los ponentes
se debe decir que realmente tuvieron poco tiempo para sus exposiciones y menos tiempo
aún para recibir, y en su caso, responder y aclarar preguntas e inquietudes del auditorio.
Además pretendo ser breve y directo, por ello es que me concentro en tres metáforas y un
desconcierto.
Entiendo la “actitud mental positiva” que se pretende mantener. Entiendo también que hay
una orientación discursiva que se busca presentar. También entiendo que “retos, desafíos y
oportunidades” no son metáforas sino eufemismos. Pero, es el caso de términos empleados
para referirse a otra cosa. El problema, según lo veo, es que esa otra cosa queda
desvirtuada. Aunque esa otra cosa es parte central de un diagnóstico y por ello deberíamos
llamarla por su nombre. Creo que, con esos términos, se aspira a señalar “problemas,
contradicciones, oposiciones y resistencias”. No propongo utilizar una jerga adversarial o
crítica. Se trata, antes que de contar con las “mejores propuestas y soluciones”, de reconocer
un campo de acción hostil por razones políticas, no técnicas. Que la opción de alternativas
técnicas a problemas políticos es discutible. Que la articulación de ciertas opciones políticas
sobre ciertas problemáticas técnicas, es discutible. No son problemas a solucionar, son
debates a sostener. Los eufemismos oscurecen el escenario, arrojan una sombra sobre el
resto de los actores sociales participantes en el campo. Los eufemismos naturalizan una
estrategia, ocultan la identidad social de quien los usa. Los eufemismos no son una cortesía,
evaden el debate por las peores razones, asumir que no hay nada de fondo para debatir.
Cómo, si no es llamando a las cosas por su nombre, es que se podrá dar cuenta de
paradojas tales como apelar a instrumentos técnicos que favorezcan la inclusión y la
participación libre, crítica e innovadora pero dentro de un conservador, estricto y controlador
marco institucional. Por ejemplo, se reconoce la imprescindible necesidad de evaluar las
políticas públicas y las virtudes de esas evaluaciones, pero sin señalar que el resultado de
las mismas deben tener consecuencias administrativas, legales y operativas. A partir de
dichas consecuencias deberían construirse alternativas, en efecto, disrruptivas.
Lo que me hubiera gustado ver es algo más que una presentación de posturas y ofertas por
parte de quienes, de todos modos ya tienen esa obligación y hacen un privilegio de ello.
Comprendo la muy buena intención de ofrecer soluciones concretas a problemas concretos
pero, reducir a las personas a usuarias de los servicios que presta el Estado, quizá, abona
más al problema de una ciudadanía poco participativa y desconfiada de las instituciones. Por
ello, reitero, para concluir, la democracia se encuentra en crisis (no de ahora, pero en la
actualidad se ha recrudecido). Si no partimos de ese escenario, el diagnostico sería erróneo
y las soluciones que se ofrezcan serán, en el mejor de los casos, paliativas. Definir lo que
significa la cultura digital para espacios tales como “la política”, “lo político” y “la gobernanza”
sería un modo de, por lo menos, apreciar en una dimensión justa el campo de acción social
en donde se pretende intervenir.
En fin, para decirlo del modo más sintético posible: la construcción de la relación entre
tecnología en general, pero digital en particular, y gobierno, pasa efectivamente, por elaborar
o presentar los escenarios para el desarrollo e implementación de TIC’s en un marco
democrático de participación, sin embargo se subordina al debate y reflexión en torno a las
contradicciones y desencuentros, articulaciones y sinergias entre la cultura digital y la cultura
política.