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16/11/2018 Esther Díaz - Para leer "Rizoma"

ESTHER DÍAZ Doctora en filosofía

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Para leer “Rizoma”


Esther Díaz
Publicado en “Entre la tecnociencia y el deseo”, Buenos Aires, 2007,
Biblos, pp. 89-108.

1. El mapa como método[i]


“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.” La
velocidad infinita de las partículas de “nuestro” cuerpo y de “nuestro”
mundo nos hace diferentes de nosotros mismos en cada punto del
devenir temporal en el que estamos embarcados. Cambiamos, como
el río de Heráclito, en la fugacidad irreversible de dos instantes
sucesivos. La mutación no es sólo material, las vertiginosas
velocidades de nuestros pensamientos demandan asimismo un poco
de “orden”. Ambas –mutaciones materiales y velocidad de
pensamiento– necesitan buscar algún modo de ser fijadas. Se aspira
a un dique que contenga el caos, que inmovilice la velocidad, que
objetive una porción de realidad en una imagen, en un relato, en un
escrito, en un libro. También se reclaman ideas; por ejemplo, la idea
de “sujeto” o de “objeto”, como si una pudiera existir sin la otra, como
si el mundo y nuestras subjetividades fueran realmente identidades en
sí mismas, como si alguien o algo pudiera ser sin otro, sin lo otro, sin
los otros. Y como si la otredad pudiera ser sin uno, sin lo mismo. Es
decir, sin identificación de uno mismo y del afuera con cierta
permanencia temporal.

Pues pensamos e interactuamos con el afuera desde a lo


que llamamos sujeto, y sobre que llamamos objeto. Uno y otro
operan como .[ii] Un libro también es una
totalidad significante.

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Gilles Deleuze y Felix Guattari consideran que un sujeto no es el


autor de un libro (si bien aquí, para entendernos, seguiremos
llamando “autor” a quienes firman libros). El autor no existe como
sujeto pues su obra se construye en el cruce de partículas materiales,
temas, exterioridades, relaciones entre lo micro y lo macro e
interacciones entre lo consciente y lo no pensado.

Multiplicidades que interactúan para lograr una obra que


comprendemos como entidad. Pero un libro se produce
diversas intensidades y se concentra en entre
tema y tema, entre capítulo y capítulo, entre distintas formas de
abordaje; entre bloques significativos diferentes
atravesados por algún sentido compartido, y o
conformaciones sedentarias como opuestos al movimiento, a lo
nómada; los estratos constituyen la materialidad significativa del libro.

Las líneas de articulación, los segmentos y los estratos


configuran planos de inmanencia. Al ras del suelo, sin fundamento y
sin “firmamento”. Sin trascender a un origen metafísico ni a un fin
último.

La muralla china se construyó por segmentos que, al


encontrarse, se articularon formando estratos y finalmente una
unidad, material y significante. La muralla es consistente e inmanente.
Algo semejante –salvando las magnitudes– ocurre en la configuración
de un libro. La segmentareidad está compuesta por los subtemas
contenidos en cada estrato. es una máquina abstracta.[iii]
Cada capítulo tiene conexión con otro y con el todo; pero también
puede leerse por sí mismo, por segmentos. Los segmentos a su vez
están compuestos por “partículas”: Sancho, Rocinante, Dulcinea,
Alfonso Quijano, las doncellas y así sucesivamente. Estos elementos
se visten con lo “objetual” del libro: tapa, título, autor, encuadernación,
hojas impresas, que permite reconocer a un libro como tal. Su
contenido opera como mapa que indica recorridos posibles, caminos
para alcanzar ciertas metas (estéticas, científicas, teóricas, entre
otras).

A veces la naturaleza nos regala el espectáculo de una


escuadrilla de aves migratorias que avanzan más acá de las nubes.
Llevan sus largos cuellos alzados hacia el frente y sus patas echadas
hacia atrás. Entre todos dibujan una V. Sus cuerpos alineados se
proyectan esbozando una punta de flecha expandida. Las aves se
enredan y desenredan reconstruyendo sin cesar la figura señera.
Cada vez cubren una extensión más amplia de la bóveda celeste.
Esporádicamente aparece un pájaro solitario u otro grupo de aves. Se
cuidan muy bien de no invadir el territorio marcado por el conjunto con
forma de flecha.

Esa coreografía natural es material, pero el diagrama es formal.


Respondiendo a ese diagrama instintivo, las aves construyen figuras
que nuestros propios diagramas mentales designan como “V”, “ángulo
agudo” o “punta de flecha”. El dibujo sobre papel de un ángulo es
también materialidad dispuesta en un territorio. Resulta evidente que
utilizamos el mismo término –territorio– tanto para designar el
diagrama abstracto como su concreción material.
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La territorialidad, en el discurso de Deleuze, refiere a una


configuración abstracta. No en sentido metafísico o al menos no en el
sentido tradicional de metafísica, como algo que existiera más allá de
lo físico y pudiera ser captado por nuestro intelecto en forma de
conocimiento verdadero. Territorialidad es una metáfora para designar
el “espacio” en el que se producen los movimientos del pensamiento,
la circulación de intensidades deseantes y los impulsos humanos y no
humanos. Es el soporte formal (o lógico no binario) que configura el
sentido y posibilita el acontecimiento. El diagrama o agenciamiento –
algo similar a lo que Foucault (1989a) denomina “dispositivo”– a pesar
de no poseer materialidad opera sobre lo real. Es como si la
materialidad “respondiera” al mandato de la configuración territorial en
la que se inscribe, a una maquina abstracta. Deleuze analiza también
territorialidades materiales. Veamos cómo se conjugan en la analítica
de un libro.
DESTERRITORIALIDADES
Por las de un libro circulan intensidades
las líneas de fuga literarias, filosóficas, científicas. Cada disciplina delimita territorios. No
permiten
desterritorializaciones obstante, existen pasajes de un territorio a otro que, a veces, se
convierten en Producen una
poesía surgiendo en un libro teórico, una metáfora con valor estético
irrumpiendo en un tratado científico, una fórmula matemática que
sorprende en una novela.
LIbro máquina abstracta
Un libro es un compuesto por líneas,
velocidades, densidades. Los estratos lo convierten en un
una complejidad que persigue fines “objetivables”. Los
estratos estratos, como se vio, conforman la exterioridad de una obra. Es
aquello que se muestra, que otorga una forma que nos permite
identificaciones.

· La imagen de una diosa en la sombra de un parque.

· Niños saliendo de un colegio en un pasaje urbano.

· Una canción de cuna.

· Un libro de poemas.

· Una azucena.

el “objeto” [..] siempre forma parte de una red, en la que significa

Podemos aislarlas para pensarlas, para retratarlas incluso. Pero


forman parte de redes, cruces de intensidades, choques de fuerzas.
En esas identidades, enmarañadas entre ellas, se constituyen los
organismos.

El organismo es sedentario, molar y resistente el cambio, a


diferencia del cuerpo sin órganos que es nómada, y que promueve lo
molecular y el devenir.
Organismo
Un organismo es una totalidad significante que se le puede
atribuir a un sujeto.[iv] Está atravesado por un cuerpo sin órganos. Las
entidades, en general, "funcionan" como organismo. Un libro es, a su
manera, un organismo, pero lo es en sus estratos y en su
materialidad, dado que formalmente es una maquina abstracta.

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El cuerpo sin órganos es un impulso que atraviesa entidades


vegetales, animales, humanas, culturales, sociales. Es una fuerza
inconsciente, movilizante e inaprensible, pero actuante. El cuerpo sin
órganos palpita en un organismo y puede también deshacerlo. Hace
pasar partículas insignificantes, fuerzas o intensidades puras. Como
concepto, los cuerpos sin órganos se asemejan a la voluntad de
poder nietzscheana: pujan, arrasan. No son movilizados por ninguna
conciencia, aun cuando la movilicen también a ella. El cuerpo sin
órganos desencadena procesos, que pueden concientizarse a
posteriori, aunque nunca en su totalidad. Sólo hilachas, fragmentos.
El cuerpo sin órganos –inmaterial e inconsciente– produce
agenciamientos.

Un agenciamiento no se le puede atribuir a un sujeto


determinado. En el agenciamiento incide lo múltiple indeterminado o
multiplicidad como sustantivo, no como adjetivo. No se trata,
pongamos por caso, de un sujeto autor de un libro, sino de
multiplicidades produciendo un agenciamiento-libro. El cuerpo sin
órganos de un libro se despliega siguiendo líneas, densidades, planos
de convergencia, que a su vez producen planos de consistencia.
¿Cómo podrían hallarse todas la intensidades que confluyeron para
que se logre escribir el más breve de los textos?, ¿quién es el autor
de la economía poética de un haiku: un oriental determinado o una
multiplicidad de fuerzas culturales y subjetivas que chocan con la
fuerza de los signos?

Un plano de consistencia es un continuo formado por


intensidades móviles. Pensemos en las distintas zonas de un libro (su
tema principal, sus consecuencias, sus oposiciones y
correspondencias). Esas zonas constituyen planos de consistencia.
Son depositarias de una “condensación” del sentido del libro. Aunque
el discurso de ese libro refiera también a otros temas laterales, la
densidad de sentidos se concentra en el plano de consistencia.

Este plano posee una contextura que le permite absorber otros


afluentes maquínicos. Está “rodeado” por planos de convergencias
constituidos por elementos afines. Con palabras que no son de
Deleuze y Guattari (como en general no lo son varios de los ejemplos
aquí dados):

· los planos de consistencia recorren el territorio


conceptual privilegiado por el libro, y

· el plano de convergencia se consolida desde planos que


coinciden aumentando la consistencia.

Imaginemos un libro que en un capítulo trata sobre la prohibición


de fumar en los espacios públicos, en otro sobre la vigilancia en
determinadas instituciones y en un tercero sobre el control de las
cuentas bancarias de los ciudadanos. Cada uno de los capítulos de
este libro imaginado ofrece líneas de convergencia que confluyen en
un plano de consistencia, en este caso, ocupado por el poder. El tema
del poder se encuentra también en cada segmento o unidad temática.
Resumiendo: las orientaciones temáticas son planos de convergencia

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(prohibición, vigilancia, control), cuyo encuentro constituye un plano


de consistencia (poder).

En un libro hay también unidades de medida o cuantificaciones


de la escritura. Pueden ser las tradicionales subdivisiones en
proposiciones, párrafos, apartados, capítulos, partes, o puede tratarse
de cuantificaciones no convencionales. Por ejemplo, “meseta”, para
Deleuze y Guattari, es una unidad de medida (tradicionalmente, un:
capítulo) que forma parte de un libro pero no tiene principio ni fin
determinado, porque no responde a órdenes jerárquicos, pues una
meseta siempre está de otras formaciones[v] y porque de
una meseta a otra se puede migrar como hormigas que inician una
expedición. “Rizoma”, además de ser un capítulo del libro
se ha publicado como libro independiente, encontrando así
una línea de fuga del territorio del que proviene

Un libro no tiene objeto. “Hace máquina” entre quienes


tradicionalmente llamamos autores, editores, libreros, lectores y otros
participantes posibles del agenciamiento libro. Según quién lo lea (o
qué uso se le dé) se convertirá en una máquina de aprendizaje, de
distracción, de aburrimiento, de placer, de displacer. Además, se
conecta con otros agenciamientos y con otros cuerpos sin órganos.
Un libro existe gracias al afuera, a la posibilidad de escribirlo, de
materializarlo, de editarlo, de ser leído, confrontado, criticado,
elogiado, comentado, copiado, manoseado. A su vez, genera otras
máquinas. Máquinas de guerra, de amor, de revolución, de odio.

Sobre todo, un libro es una máquina abstracta. Una especie de


dispositivo formal, aunque tenga contenido. Puede disparar múltiples
sentidos. Diferentes disposiciones deseantes. La boca y el pezón, se
dice en (Deleuze y Guattari, 1985), forman una
máquina deseante que se acopla y se desacopla, se prende y se
desprende dando así lugar a una máquina de alimentación-placer. Ni
el placer ni la alimentación existirían si no existiera la posibilidad de
unirse, tampoco sin la posibilidad de desprenderse. Una boca y un
pezón acoplados indefinidamente dejarían de ser máquina, serían
muerte o locura.

Cuando Deleuze y Guattari afirman que no hay ideología se


proponen reafirmar una visión inmanente de la realidad rechazando la
postulación de verdades profundas. Pretenden hacer interpretaciones
sin aspirar a verdades forzosas.[vi] Un libro, entonces, no implica
dobles sentidos o sentidos ocultos que habría que desentrañar. Los
autores de “Rizoma” rescatan el concepto nietzscheano acerca de
que no existen hechos sino interpretaciones. Debajo de cada máscara
siempre se esconde otra máscara. Nada nos habilita a proclamar una
verdad subyacente más allá de los estratos. Ninguna esencia por
descubrir, ninguna verdad en sí, sólo lo real deviniendo.[vii]

El plano de inmanencia es lo contrario del plano de desarrollo,


entendiendo por “desarrollo” un plano de trascendencia que pretende
extenderse más allá de lo empírico, de las cosas, del estado de las
cosas y de las intensidades y velocidades que las posibilitan. Para
quien se atiene a la inmanencia, como es el caso, la tarea filosófica es
cartográfica: construye planos y mapas del presente y de la historia.
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I. EL LIBRO RAÍZ

En la historia del pensamiento occidental se destacan algunos


tipos paradigmáticos de libros: raíz, sistema raicilla o raíz fasciculada
y rizoma-caos.

El libro raíz se sostiene aislado del resto de la realidad. Se


yergue sobre una especie de falo solitario. Tal libro semeja un árbol
que, a su vez, representa la realidad. Una imagen del mundo al que
pretende imitar. El pensamiento hegemónico, que se maneja por
representación, prefiere imaginarse una raíz pivotante hundida en la
tierra como único sostén del árbol (libro-pensamiento).

También hay raíces dicotómicas que si bien tienen dos ejes de


apoyo, siguen dependiendo de una unidad de la que se desdoblan.
En este punto, Deleuze y Guattari critican el enunciado maoísta “Uno
deviene dos”. Mao Zedong considera que tanto en la naturaleza como
en lo social la unidad se transforma siempre en dos. Por ejemplo, la
sociedad se divide en “capitalista” y “socialista”, o “burguesa” y
“proletaria”; el partido comunista –a su vez– se divide en “marxista” y
”revisionista”; los seres naturales se transforman adquiriendo formas
dicotómicas, como en ciertas raíces; hasta el sujeto, para Mao,
deviene dos, pues se divide en ser y pensar.

En contraposición con las teorías dicotómicas, en “Rizoma” se


señala que las unidades más que dividirse se diversifican, que aun las
raíces pivotantes se prolongan en múltiples raicillas. Las raíces
dicotómicas tampoco permanecen divididas únicamente en dos;
también ellas diversifican sus raicillas. Otro tanto ocurre con el estado
de las cosas, con los acontecimientos, con los fenómenos sociales.
Las multiplicidades humanas, vegetales y animales lanzan sus
seudópodos plurales. Incluso las formaciones minerales, en
determinadas circunstancias, se transforman en multitudes.

Pero, de hecho, las metáforas de raíces pivotantes y dicotómicas


presentan estratos que remiten a lo real. La pivotante actúa en el
sujeto. Nos captamos a nosotros mismos como unidad “centrada”.
También captamos esa especie de entidad en cada uno de los demás
sujetos. La dicotomía, en cambio, actúa en el objeto. Recordemos la
etimología de la palabra “objeto”, pensada desde el latín: “hacia”;
“arrojado”. El objeto es arrojado hacia el sujeto que lo captura. El
objeto es –y se nombra– en función del sujeto. Aquí gravita la idea de
bifurcación. El tipo de libro que responde a estas dos clases de raíces
(pivotantes y dicotómicas) es el que se funda en un principio único, en
el primer caso, y el que procede por análisis divergentes binarios, en
el segundo.[viii]

Se puede pensar también cierta característica del pensamiento


occidental: la de fundamentarse en un solo principio (Ser, Dios,
o dicotómico (sustancia-accidente, bien-mal, real-aparente).
Estas características no necesariamente son excluyentes, un mismo
sistema teórico puede sostenerse en un solo eje que subsuma la
duplicidad. Lo que importa acá es marcar el carácter arborescente
reduccionista en el que todo surgiría de una raíz unificada.

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II. SISTEMA RAICILLA O RAÍZ FASCICULADA

Si se produce un pequeño tajo –más arriba de su extremo


inferior– en una raíz pivotante, la superficie herida (unida al resto de la
planta) emite raicillas. Una multiplicidad de pequeñas raíces surge del
pivote tronchado. Y, si bien esa raíz continúa aislada del resto de la
planta, aumenta su complejidad. Deleuze y Guattari utilizan esta
metáfora para referenciar los libros pertenecientes a lo que
denominan “nuestra modernidad”. Es evidente que se refieren a los
libros del estructuralismo, el sistema de pensamiento imperante a
mediados del siglo XX, de fuerte influencia en casi todas las
disciplinas humanísticas, al que le otorgan el beneficio teórico de
haber “complejizado” la comprensión del mundo; pero le objetan la
metáfora arborescente.

La lógica binaria es la realidad espiritual del árbol raíz. Hasta la


lingüística moderna conserva la imagen de base de esa figura
arborescente que la vincula con el pensamiento clásico. Ambos
pensamientos (el clásico y el moderno) no piensan la multiplicidad;
hasta para llegar a dos necesitan pensar la unidad. Incluso pueden
pensar una tríada dialéctica, y pensar cuatro, o cinco, pero siempre
presuponiendo la unidad.

Con el libro estructuralista la “representación” de la realidad se


tornó más compleja que con los sistemas pivotantes o dicotómicos.
Por lo tanto parece más acorde para metaforizar lo real. Pero, según
los autores de “Rizoma”, sigue careciendo de conexiones con el
afuera. Los sistemas árbol-raicilla propios de los análisis de mediados
del siglo XX ganan en multiplicidad, pero son aún una metáfora
demasiado acotada de lo que quieren evocar, sin olvidar que en el
estructuralismo hay una vocación de legalidad universal, algo que no
le cae bien a los paladares rizomáticos.

Existe una variante más compleja de edición en la tipología del


libro: el plegado de un texto sobre otro inventado por William
Burroughs.[ix] Esta perspectiva semeja raíces adventicias. Son raíces
aéreas, cuyo accionar, tomado como semejanza de otros procesos
reales, implica una dimensión suplementaria a los libros antes
considerados. Es un collage con fragmentos de un mismo texto en el
que hay varios “brotes” (a diferencia del pivote o de la duplicidad),
pero limitados: sólo se relacionan con una axila del árbol en la que
están alojados. Es un libro rehecho con trozos de sí mismo, sin
alteridad. El pensamiento que se expresa en este tipo de libro avanzó
algo sobre múltiple, pero no se atrevió a desafiar la unidad, que
permanece como basamento. La concepción lineal conlleva en sí el
no “pegotearse” entre entidades, como si no produjeran intercambios,
como si fueran realmente autosuficientes.

III. RIZOMA-CAOS

Lejos están los aforismos de Nietzsche de la unidad pivotante,


de la dualidad dicotómica, de la complejidad unitaria de las raicillas, y
hasta de la “libertad” aérea de las raíces adventicias de los escritos
plegados. Con Nietzsche se rompe la unidad lineal del saber. El libro
hace mapa del mundo. Libro y mundo han devenido caos. Rizoma.
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El rizoma no es una raíz sino un tallo subterráneo. Se extiende


bajo la tierra adquiriendo formas imprevisibles, estalla sobre la
superficie regalando una planta, y otra, y otra. Varios metros separan,
a veces, una mata de sus múltiples vecinas, conectadas todas a un
mismo rizoma. Bajo la superficie, el rizoma de pronto forma bulbos; de
pronto, tubérculos. También se proyecta hacia arriba, hacia abajo. Si
es cortado en alguno de sus tramos, se lanza nuevamente a la
aventura de crecer. Tiene formas diversas, desde su extensión
superficial ramifica en todos los sentidos hasta sus concreciones
exteriores e interiores.

El libro múltiple no lineal hace mapas de la realidad. El rizoma no


evita el caos sin dejar por ello de establecer aquí y allá distintos
órdenes casi siempre imprevisibles, nunca reversibles. Es múltiple.

Lo múltiple hay que hacerlo. Y se hace quitando siempre uno, no


agregando (n-1).[x] El rizoma le sustrae la unidad a la realidad.

· La botánica parece rizomorfa, o lo es cuando forma


bulbos, tubérculos, tallos subterráneos con pluralidad de salidas y
entradas terrestres.

· La zoología suele formar rizomas: manadas de ovejas


arremolinándose, pájaros migratorios desplazándose, ratas huyendo y
atropellándose, roedores subterráneos construyendo madrigueras.

· También hay ciudades rizomáticas, como Amsterdam o


Venecia. Las favelas y las villas miseria también forman rizoma.

El libro rizoma, como el pensamiento rizomático, pretende


ofrecer mapas conceptuales y deseantes.[xi]

Los jóvenes que viven en las favelas están fuertemente


codificados, confinados. En ese territorio de narcos y rufianes la
circulación del deseo se concentra en las espinosas fronteras de los
asentamientos. Esos muchachos suelen ser abusados sexualmente
desde niños, difícilmente conocen a su padre y fácilmente ven
deteriorarse la vida de sus madres, si es que las conocen.

Poco saben de mimos y cuidados. Cuando uno de ellos inicia su


huida de la favela se encuentra con ciudades tan magníficas como
peligrosas. Prontamente comienza a deambular por las zonas rojas.
Lo sorprenden con gentilezas y cortejos a los que no está
acostumbrado. Hay homosexuales que le pagan para procurarse
placer. Es evidente que se ha desterritorializado del infierno en el que
vivía y le parece haber arribado a un paraíso. Se produjo una línea de
fuga del deseo. Una línea rizomática se desvió de las codificaciones
propias de la favela y circula encantado entre luces, música, droga de
mejor calidad y dinero ganado por dejarse adorar.

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Pero si ese chico se territorializa en una zona roja, también ahí


será atrapado por ilegalismos que lo codificarán mediante riesgos tan
fatídicos como los que abandonó: se prostituirá, se hará adicto,
delinquirá. Lo que fue un soplo de libertad, si se reterritorializa en una
zona de alto riesgo, se convertirá en una opresión tan fuerte o peor
que la anterior. Únicamente si encuentra otra línea de fuga y logra
decodificarse de ese submundo podrá ser libre, a condición de no
deslizarse por una deriva sin fin que también lo destruiría.[xii]

He aquí una apretada síntesis de una tesis de posgrado que


Néstor Perlongher defendió en San Pablo.[xiii] Su marco teórico
proviene fundamentalmente de los desarrollos de Deleuze y Guattari.
A partir de ellos analiza el destino del es decir, del
brasileño,

Dice Perlongher

La práctica social o, mejor dicho, microsocial, de la


prostitución viril aparece como resultante de encuentros: masas
de adolescentes desterritorializados por la miseria, aminorados
por la edad, masas de homosexuales pescando en los zanjones
de la marginalidad las aguavivas del goce. En esa búsqueda
una diversidad de dispositivos sociales entran en acción.
(Perlongher, 1987: 45)

Un claro ejemplo de procesos rizomáticos, donde el


acontecimiento se produce entre choques de fuerzas; en este caso
entre homosexuales adultos y adolescentes carenciados. Por su
parte, Deleuze y Guattari enuncian seis caracteres generales del
rizoma: conexión, heterogeneidad, multiplicidad, ruptura del
significante, cartografía, calcomanía.

Tales principios se encuentran en la errancia prostibularia


paulista analizada por Perlongher. Para una mínima dilucidación de
cada uno de ellos, retomo el recorrido por la lectura de “Rizoma”.

PRINCIPIOS PRIMERO Y SEGUNDO: DE CONEXIÓN Y DE


HETEROGENEIDAD

Según los principios de conexión y de heterogeneidad, cualquier


punto del rizoma puede ser vinculado con cualquier otro punto, a
diferencia del árbol y la raíz que siempre fijan un orden unidireccional.

El pensamiento moderno remitía a la unidad o a la dicotomía; el


pensamiento rizoma, a la multiplicidad. Se concatena mediante
eslabones biológicos, políticos, económicos, sexuales, urbanísticos,
intelectuales, artísticos y muchos más. Estos eslabones ponen en
juego regímenes de signos y estados de cosas.

Cuanto más abstracta es una máquina, más rizomática, más


múltiple. Las artes, las ciencias, las luchas sociales, se actualizan
micro-físicamente; para modificar algún aspecto de ellas –en sentido

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liberador– hay que operar micropolíticamente, desde formaciones


=espontáneas, no determinadas, es decir, no codificadas por el poder.

Las lenguas también se construyen de manera microfísica. La


lengua no es una unidad en sí misma; es un cúmulo de dialectos. Y
cuando se estabiliza –la hablada en las capillas, en la comunidad
científica, en las capitales, en los cenáculos– hace bulbos, aunque su
evolución se sigue desarrollando mediante flujos subterráneos. En
cualquier momento puede devenir aérea, abandonar la tierra,
oxigenarse. Si se encierra en sí misma comienza a perder intensidad.
Necesita lo heterogéneo y las conexiones con el afuera. Encerrarse
en sí mismo es impotencia. El rizoma se conecta continuamente con
lo diferente.[xiv]

TERCER PRINCIPIO: DE MULTIPLICIDAD

Lo múltiple es dejar de subsumir lo heterogéneo bajo el abrigo de


lo uno. Los aumentan sus dimensiones en
multiplicidades que cambian de naturaleza a medida que aumentan
sus conexiones. Esto es molecularizar, liberar. Es lo contrario de
molarizar, de territorializar. En un rizoma continuamente hay líneas de
fuga. Glenn Gould interpretando las de Bach
se desterritorializa de la partitura en cada nueva modulación. La
partitura opera como “mapa” para ser ejecutada de determinada
manera, a la que Gould le agrega cadencias que semejan brotes
rizomáticos múltiples y musicales.

Sólo existe unidad cuando la multiplicidad es capturada por el


poder del significante, o en un proceso de subjetivación en el que la
unidad es sobrecodificada. Cuando la multiplicidad es aglutinada y
uniformada por el poder, se molariza, se masifica, se codifica. Por el
contrario, cuando logra molecularizarse se disipa, se vuelve
partículas, intensidades, líneas de fuga. Se escurre por surcos de
libertad.[xv] Las multiplicidades se definen por el afuera, por líneas
abstractas, líneas de fuga o desterritorialización. Lo significativo
siempre ocurre en el medio, entre el sí mismo y el afuera.

Lo múltiple es inmanente. Se compone de encadenamientos


interrumpidos de afectos con velocidades variables, precipitaciones y
transformaciones, siempre en relación con el afuera. Sin sustancia.
Nadie accede a lo trascendente. Lo trascendente se es una
generalización lingüística. Solo captamos efectos de lo inmanente, de
lo que está entre nosotros, del afuera y, mal que bien, tratamos de
comprender esos fragmentos mediante mapas. Un libro con
características rizomáticas es una máquina de guerra, una máquina
abstracta, un mapa simbólico. Lo contrario es el libro aparato de
Estado, que codifica y sobrecodifica. La máquina de Estado se opone
a la máquina de guerra. El aparato de Estado impide las líneas de
fuga, produce codificaciones unitarias. La máquina de guerra posibilita
las desterritorializaciones, multiplica las codificaciones, las torna
leves.

CUARTO PRINCIPIO: DE RUPTURA DEL SIGNIFICANTE

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La contingencia a la que estamos sometidos se relativiza cuando


manejamos nombres para lo azaroso. Para zafar de la tiranía del
significante hay que romper con las codificaciones, encontrar líneas
de fuga. “Encerramos” los estados de cosas en la red de los
significantes y luego pretendemos que las palabras son la realidad.
Este proceso origina la trascendencia. En nombre de ella se predica
la verdad, la unidad, la inmovilidad, la perfección, la divinidad incluso.
Se trata de palabras.

Ahora pensemos en un proceso inmanente. Es imposible acabar


con el rizoma natural Se las extermina en un lugar y
aparecen en otro, se las elimina un día y se rearman al siguiente.
Todo rizoma ocupa territorios y se desterritorializa constantemente.
Fluye sin cesar.

La ruptura del significante implica la decodificación, la fuga de un


territorio. Pero los microfascismos siempre están dispuestos a
cristalizar en un orden impuesto. También la autogestión o
micropolítica se cosifica si quienes las impulsan se enamoran del
poder.

Los aparatos de poder no sólo hacen macropolítica o política de


Estado, saben inducir políticas micro, aunque negativas en la medida
en que estos aparatos actúan sobre las subjetividades para
molarizarlas, para encorsetarlas en una “normalidad” funcional al
poder. Hasta las militancias sociales más legítimas pueden tornarse
reaccionarias si quedan atrapadas en significantes que, con los
cambios de circunstancias, van perdiendo sentido y permanecen
como cáscaras vacías. Como máscaras que ocultan que ahí se está
dando un engolosinamiento con el ejercicio del poder. Pero tampoco
se puede vivir huyendo continuamente de los territorios. ¿Cómo hacer
para no copiar las tecnologías de poder de aquello contra lo que se
milita?

Con sorprendente rapidez se producen reterritorializaciones a


nivel social, familiar, cultural, político y natural: desde resurgimientos
edípicos hasta prácticas sociales reaccionarias, pasando por
solidificaciones naturales que detienen, por ejemplo, el curso de un río
perjudicando a vegetales y animales que vivían de sus aguas.

Pero la multiplicidad es acechada por la voluntad de unidad. La


multiplicidad no tiene sujeto ni objeto sino determinaciones.[xvi] No hay
unidad que sirva de pivote en el sujeto, o que devenga dos en el
objeto. Hay circulación de intensidades.

Los significantes codifican “representando” lo dado. En esa


pretendida imitación de la sociedad, o de la naturaleza, el devenir
material captura códigos. La orquídea, por ejemplo, adquiere forma de
avispa hembra atrayendo así a la avispa macho que, seducida por el
disfraz, se posa en la superficie de la flor y se impregna de polen.
Luego esparcirá ese polvo vital en otras orquídeas, fecundándolas.
Parecería que la flor imitó a la avispa. Pero, en realidad, capturó su
código aumentando su valencia: devino momentáneamente avispa.
Entre el insecto y la planta circulan intensidades. No se produjo
imitación ni semejanza, sino surgimiento de series heterogéneas
desde un rizoma común: la serie de las avispas y la serie de las
orquídeas, plegándose al rizoma fecundación.

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16/11/2018 Esther Díaz - Para leer "Rizoma"

El libro no pivotante –ni dicotómico, ni raicilla, ni adventicio– sino


múltiple hace rizoma con el mundo. Captura sus códigos para esparcir
polen en las orquídeas-lectores. Las plantas siempre hacen rizoma
con alguien: viento, animal, otras plantas, agua y hasta con humanos.
Dice Nietzsche que la embriaguez es la irrupción triunfal de la planta
en nosotros.

QUINTO Y SEXTO PRINCIPIOS: DE CARTOGRAFÍA Y DE


CALCOMANÍA

Había una vez un imperio en el que el arte de la cartografía logró


tal perfección que el mapa de una provincia ocupaba toda una ciudad
y el mapa del imperio, una provincia. La voluntad de cartografiar no se
detuvo y todos los habitantes colaboraron para perfeccionar más y
más el mapa imperial. Llegó un momento en el que el mapa del
imperio llegó a coincidir punto por punto con todo su territorio. Cuando
el mapa se convirtió en calco mostró su inutilidad “y no sin impiedad lo
entregaron a las inclemencias del sol y los inviernos”.[xvii]

Los calcos son del orden de la copia, reproducen al infinito, no


generan, no estimulan el movimiento, son inertes. Calcos son todas
las hojas de un árbol. La calidad de calco no es fecunda. El rizoma no
es calco, es mapa. El calco siempre debe ser colocado sobre el mapa
para realizarse. Por el contrario, el mapa es una interpretación del
territorio y, a la vez, sirve para recorrerlo en varios sentidos posibles.

Un mapa tiene múltiples entradas. La orquídea hace mapa con la


avispa y desencadena un movimiento desterritorializante. La música
también es mapa y rizoma. La partitura se ofrece como mapa, dando
lugar a las más disímiles interpretaciones. Y cuando se interpreta
deviene cambiante. La interpretación nunca es copia, aun cuando
pretenda serlo; siempre es diferente, es otra.

El psicoanálisis, según Deleuze y Guattari, dibuja calcos del


inconsciente y se lo impone a los pacientes. El doctor Freud se
esfuerza para que los sentimientos y las manifestaciones del pequeño
Juan calquen los preconceptos del científico. Freud ignora
sistemáticamente los reclamos y los deseos del niño; lo fuerza una y
otra vez para que “calce” con su idea de inconsciente.

Otro tanto hace Freud con “la joven homosexual”. No atiende los
reclamos de la muchacha y la acusa de rebelde a los mandatos de
sus calcos. Así se bloquea el rizoma, se detiene la circulación del
deseo. Juancito finalmente se avino a los mandatos y, ya mayor, no
parece portar vestigios de los calcos. La joven se desterritorializó de
los calcos psicoanalíticos y desarrolló los flujos de su deseo. Encontró
una línea de fuga para desterritorializarse, para no calcar la moral
burguesa.

En “Rizoma” se considera que la lingüística hace calcos del


lenguaje, que no se esfuerza por seguir sus meandros por libres
llanuras. La lingüística pretende más bien atrapar calcando. Sus
construcciones teóricas semejan árboles con raicillas, pero surgiendo
empequeñecidos de una gruesa raíz pivotante, como esos árboles
lingüísticos que dividen y dividen. Los árboles generativos de la
lingüística, a pesar de su estructura basada en la raíz, podrían abrirse

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16/11/2018 Esther Díaz - Para leer "Rizoma"

en todos los sentidos, multiplicándose como lo hace el lenguaje en su


devenir constante.

A veces los calcos se vuelven mapas, como un viejo árbol que


de pronto larga flores desde su tronco. Hasta la biología arborescente
se tornó rizoma al despuntar el evolucionismo; la historia se metió en
las ciencias de la naturaleza; la raíz devino tallo circulante.

2. Línea de fuga desterritorializante


Existen diferentes agenciamientos, al igual que en los bestiarios
medievales en los que las piernas de un hombre terminaban en patas
de perros, o de una planta de tomates surgía un embudo. Existen
mapas-calcos y rizomas-raíces con coeficientes de
desterritorialización variables. Si el mapa se opone al calco es
precisamente porque está totalmente orientado hacia una
experimentación que actúa sobre él. El mapa no construye algo
cerrado sobre sí mismo, reconstruye.

La reconstrucción es del orden de la experimentación, impulsa


nuevos espacios, nuevos senderos, salidas novedosas, aperturas
inéditas hacia dimensiones no codificadas ni calcadas. Este
pensamiento se ilusiona con un territorio y se fuga cuando se torna
opresor; luego procura encontrar otro sin arborizarse en una verdad
única ni disgregarse en el sinsentido absoluto. Porque “una fuga total
es algo de lo que uno no puede recuperarse”.[xviii]

Dice Oliverio Girondo:

Creía que fuese un pelo rebelde,


atormentado,
pero al mirarme el pecho
comprobé que era verde.

Pasaron noches y días,


apareció una hojita
y después otra... y otra...
y todavía otra.

¿Un trébol de cuatro hojas?...


¡Qué alegre!
¡Qué alegría!

Pero al morir los meses,


una dura corteza recubría su tronco,
mientras le iban creciendo unas cuantas ramitas.

Ahora ya es un árbol
solitario,
frondoso,
perfecto,
chiquito.[xix]

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16/11/2018 Esther Díaz - Para leer "Rizoma"

Y agrega:

Demasiado corpóreo,
limitado,
compacto.
Tendré que abrir los poros y disgregarme un poco.

No digo demasiado.[xx]

La conjunción “y” (escrita y subrayada por mí) tiene la intención


de señalar que el sentido, que aquí me interesa destacar, de los dos
poemas surge justamente entre ellos, en medio de ellos.

La burocracia es arborescente, procede por calcos. Los


contables repiten al infinito sus esquemas pero el día menos pensado
pueden ponerse a brotar. Kafka oficinista, Kafka escritor.

“No busques la raíz, sigue el canal.”[xxi] En el canal las


intensidades se potencian. En cambio la raíz está fija, inmóvil. Dice
Franz Kafka:

Las cosas que se me ocurren no se me presentan por


su raíz, sino por un punto cualquiera situado hacia el
medio. Tratad, pues, de retenerlas, tratad de retener esa
brizna de hierba que sólo empieza a crecer por la mitad
del tallo, no la soltéis.[xxii]

La máquina de guerra surge entre fuerzas nómadas, es una


composición que se da en el medio, en un choque que implica unión,
como la “y” en una conjunción. En cambio, el aparato de Estado es
sedentario. Los estratos y la segmentariedad también son
sedentarios. Los estratos son la “cubierta” de los acontecimientos, de
los sujetos, de los libros. Ellos permiten la ilusión de la unidad, de la
entidad que se manifiesta como unidad.

La estatua de mármol originariamente desnuda hoy luce cubierta


de hiedra. Semioculta entre hojas –cuando el viento las estremece–
parece viva. Está entramada con el bosque. Sólo una mano blanca
surge entre el verdor. Una mano-segmento como entidad en sí
misma. Un trozo sedentario sobre el que seguramente avanzará la
hiedra y la humedad. Es como si se percibiera el incipiente
movimiento de lo estático, su velocidad futura, su devenir rizomático.

El majestuoso glacial patagónico, inmóvil y unitario, puede


quebrarse y arrojar sus trozos turquesa para explotar –magnífico– y
sumergirse en las lechosas aguas del lago sin detener su pulsión de
cambios. También hace rizoma.

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16/11/2018 Esther Díaz - Para leer "Rizoma"
[i] “Rizoma”, de Gilles Deleuze y Felix Guattari (en 1994) es leído e
intervenido, en el presente capítulo, con voluntad de comprensión.

[ii] “Totalidades” para entendernos, ya que, como en general aquí no se trata de


metafísica, no se aspira a saber qué son en sí mismas (si es que son algo) esas
entidades. Mejor dicho, aun cuando se “haga metafísica”, conviene no perder de
vista la injusticia de ésta, en tanto no se “conoce” lo que se está “objetivando”,
únicamente se interpreta.

[iii] El concepto de máquina es una categoría deleuzeana (Deleuze y Guattari, 1994,


1985); elaboro una introducción a la concepción maquínica de estos autores en
Díaz (2004). También hay artículos relacionados en mi sitio web ya citado.
[iv] También se puede identificar como organismo a un objeto, aunque no en sentido
biológico sino funcional.
[v] Meseta, además de denotar una llanura situada a cierta altura respecto del nivel
del mar, es una porción plana situada entre dos tramos de una escalera.
[vi] Foucault, adhiriendo al mismo sentido, categoriza su obra como “ontología del
presente” u “ontología histórica”. Desarrollo el tema en Díaz (2004).
[vii] Cabría preguntarse cómo pueden Deleuze y Guattari afirmar entonces
características del cuerpo sin órganos, en tanto es una instancia inconsciente. Tal
vez estos autores contestarían que si bien se refieren a una instancia inconsciente,
ella presenta manifestaciones en los estratos. Pero como aquí se trata de un intento
de mínima sistematización de una “meseta”, no agrego más máscaras (a las que
considero indispensables) y, sin pretender una transcripción “verdadera” u “objetiva”,
ensayo una exposición con aspiraciones aclaratorias de los conceptos de “Rizoma”.
Para una intelección más clara del concepto de “no ideología”, puede consultarse
otro autor que, en consonancia con las ideas de Deleuze y Guattari, rechaza el
concepto de "ideología" (Foucault, 1983, primera conferencia, entre otras obras).
[viii] Pues independientemente de las pequeñas raicillas en las que ambas raíces se
diversifican, sigue prevaleciendo la idea de un fundamento central único o
dicotómico.
[ix] William Burroughs (Estados Unidos, 1914-1997) inventó "el corte", una técnica
de collage aplicada a la prosa que consiste en cortar y mezclar textos de un texto
unitario escrito por él mismo.
[x] “Lo múltiple hay que hacerlo, pero no añadiendo constantemente una dimensión
superior, sino, al contrario, de la forma más simple, a fuerza de sobriedad, al nivel
de las dimensiones de que se dispone, siempre n-1 (sólo así, sustrayéndolo, lo Uno
forma parte de lo múltiple). Sustraer lo único de la multiplicidad a constituir: escribir
n-1. Este tipo de sistema podría denominarse rizoma” (Deleuze y Guattari, 1994:
12).
[xi] Incluso en Nietzsche no se trata sólo de pensamientos sino también de
sentimientos, o mejor dicho, de pensamiento-sentimiento. He ahí el deseo.
[xii] Una reterritorialización positiva es algo muy improbable entre estos muchachos,
aunque no imposible. El protagonista de la película de Fernando
Meirelles, logra zafar del dominio de la favela encontrando una línea de fuga no
destructiva. Pero eso se da poco fuera de la ficción.
[xiii] Existe un resumen de ese trabajo en Perlongher (1987).
[xiv] La fuente filosófica de este concepto es el “eterno retorno” nietzscheano. Si
imagináramos que este momento, el que ahora estamos viviendo, se repitiera
eternamente, llegaría a captarse vacío de sentido, cada repetición es diferente de lo
que repite y va “gastando” el sentido otorgado. Es decir que “retorno de lo mismo”
es “repetirse de la diferencia”. Pero podemos afirmar la diferencia porque entre una
repetición y otra hay semejanza, si no no tendría sentido el término ‘repetición’. Se
repite lo mismo, pero por repetirse es diferente. Además, hay una necesidad casi
lógica, es decir forzosa, en que lo que está ocurriendo ocurra como ocurre y no de
otra manera. Entonces, ante la inevitabilidad del acontecimiento (una vez que está
ocurriendo) lo sabio es reafirmarlo, es decir “así lo quise”, “¿ésta era la vida?, quiero
más” (de lo mismo).
[xv] Deleuze y Guattari (1985) se refieren a la unificación cosificante, a la
codificación por parte de los aparatos de poder, como “molarización”. Por el
contrario, el dispositivo capaz de permitir derivas deseantes mediante líneas de fuga
se “moleculariza”. Lo molar implica territorialización, sometimiento; en cambio, lo
molecular es liberador, está al servicio de la desterritorialización.

https://www.estherdiaz.com.ar/textos/rizoma.htm 15/16
16/11/2018 Esther Díaz - Para leer "Rizoma"
[xvi] El antecedente filosófico de esta batería de conceptos se encuentra en la
filosofía de Baruch Spinoza. Aquí se trabaja a partir de su idea de divinidad
inmanente, sustancia capaz de adquirir múltiples y diferentes atributos. La sustancia
sería el rizoma y los atributos, las diferentes formas que adquiere la sustancia, tales
como bulbos, tubérculos, conexión con tallos aéreos, con otros subterráneos,
emitiendo plantas para arriba y raíces para abajo, que no mueren si se les corta un
fragmento y continúan con sus flujos.
[xvii] J.L. Borges, “Del rigor de la ciencia”, en , t. II.
[xviii] F. Scott Fitzgerald, Barcelona, Anagrama, 1992, p. 122.
[xix] O. Girondo, “Arborescencia”, en Buenos Aires,
Losada, 1998.
[xx] O. Girondo, "Restringido propósito", ídem.
[xxi] Fragmento de una canción de Patti Smith, citado por Deleuze y Guattari (1994:
24).
[xxii] F. Kafka, Madrid, Bruguera, 1988, p. 9.
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