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el matrimonio
25 OCTUBRE, 2017 | Luis Méndez
Nunca he conocido a alguien que diga “allá va mi ex-mamá”, o “él es mi ex-primo”. Pero muchas veces he escuchado a
alguien decir, “allí está mi ex-cónyuge”.
De todas las relaciones que podemos desarrollar, la relación matrimonial es la que demanda más cuidado, puesto que
corre el riesgo de perderse. El matrimonio es una de las relaciones más preciosas, pero no es barata. Necesitamos ser
orientados sobre la importancia de invertir en ella.
Allí, el apóstol habla sobre la importancia de cuidar lo que creemos. Pero eso no es lo único que señala. Con la misma
intensidad con que dice “cuida la enseñanza”, también dice “cuídate a ti mismo”.
La doctrina es buena, pero no es todo lo que debemos cuidar. Es un error cuidar solo lo que creemos y no cómo vivimos.
Por eso, cuando hablamos de cuidarnos en el matrimonio, hablamos de permitir a alguien hacernos preguntas penetrantes
para desafiarnos a crecer.
Dios nos ha hecho un llamado y nos ha dado dones. Lo mejor que podemos hacer es usar esos dones para el propósito para
el cual Dios nos creó. Y cuidarnos mutuamente es ayudarnos a cumplir con ese propósito; es permitir que alguien nos
ayude en el deber de cuidar nuestra propia alma.
El cuidado mutuo se trata de abrir paso a una comunión especial para compartir la fe; se trata de trabajar juntos para ser
acercados a Dios. Cuidarnos es apoyarnos en responder al poder de la fe. Como dice Filemón 1:6, “Ruego que la comunión
de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en ustedes mediante Cristo”. Eso es lo que
buscamos. El mejor cuidado mutuo es ayudarnos a que la participación de nuestra fe sea eficaz y produzca frutos en
nuestras vidas.
No todo en la vida cristiana es desechar la malicia y recibir la Palabra. Necesitamos ser hacedores de la Palabra, y por eso
importa cuidarnos. El conocimiento separado de la obediencia puede ser engañoso.
A veces nos llenamos de conocimiento y lo que se genera es un monstruo: la cabeza grande, pero el corazón pequeño. Por
tanto, debemos hacer una prioridad de la práctica de la verdad.
Entonces, ¿por qué cuidarnos? Porque no queremos quedarnos solo con conocer la Palabra, sino que queremos obedecerla.
Por eso, la Palabra enseña: “El camino del necio es recto a sus propios ojos, Pero el que escucha consejos es sabio” (Prov.
12:15). Muchas veces creemos que estamos bien en nuestro andar espiritual, cuando en realidad no es así.
El carácter de un creyente debe ser maduro. Estamos en un proceso de crecer en santidad. Dios nos recibe tal y como
somos, pero nos ama demasiado para dejarnos así. Es vital que supervisemos nuestras vidas, y el matrimonio es un
excelente contexto para esto.
Cuando crees en Jesús, empiezan muchos problemas para ti. Antes hacías lo que querías y no tenías ninguna lucha al
respecto, pero ahora tienes el Espíritu. Entonces, cuando haces algo que no agrada a Dios, hay una pelea en tu interior.
Como leemos en Gálatas 5:16-17, “Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne. Porque el deseo
de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que
ustedes no pueden hacer lo que deseen”.
Hebreos 3:12-13 nos enseña: “Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un corazón malo de
incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: ‘Hoy;’
no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado”.
Necesitamos de otras personas si queremos avanzar en nuestro crecimiento. Y si esto es verdad, entonces el siguiente
punto es evidente.
Anteriormente he enseñado que el fundamento del matrimonio cristiano es experimentar la unidad especial que Dios crea
por medio de su Espíritu, donde los cónyuges desarrollan una relación espiritual que incluye crecimiento espiritual e
intimidad espiritual.
La intimidad espiritual es el sentimiento de cercanía que se percibe entre los cónyuges cuando comparten su crecimiento
espiritual; cuando comparten lo que Dios ha hecho y hace en sus vidas. Y ese es el mayor regalo que cada parte de la
relación puede dar a su pareja. Necesitamos eso en nuestros matrimonios si queremos avanzar hacia la meta que el Señor
tiene para nosotros. Por eso buscamos practicar el cuidado mutuo en la vida matrimonial.
El pastor Luis sirve como consejero pastoral desde hace más de una década. Fue el director Pastoral del Ministerio Hispano de la
iglesia Bethlehem, en Minnesota (Estados Unidos), hasta entrar recientemente al cuerpo pastoral de la Iglesia Bautista Internacional
en Santo Domingo, República Dominicana. Puedes encontrarlo en Twitter: @luisdvilma.