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Trabajo Práctico de Literatura Griega y Latina:

“La Ilíada”

Facultad de Humanidades y Ciencias


-U.N.L.-

Profesora: Silvia Calosso


Estudiante: Sofía Dolzani
Carrera: Prof. y Lic. de Letras
La Ilíada

La Ilíada es un poema épico que surge en el siglo VIII a. C. dentro de una cultura oral
perteneciente a la Grecia Arcaica. Suele atribuírsele esta obra a Homero, un poeta jonio; sin
embargo, hasta la actualidad, no poseemos registros textuales de la época que describan y
caractericen al jonio por lo que muchas veces se duda respecto de si esta obra, junto con La
Odisea, pertenecen originalmente a un solo poeta o a una posible escuela homérica.
Esta epopeya posee veinticuatro cantos que narran un acontecimiento particular del ciclo
troyano, la cólera de Aquiles, que se manifiesta en el noveno año de la guerra entre los aqueos
y los troyanos. El héroe aqueo, hijo de Peleo, es ofendido por el rey Agamenón cuando este le
quita a la mujer que tenía por recompensa causando así tal enfado y agonía en el Pelida que
requiere de recurrir a su madre, la diosa Tetis, para apaciguarse. La diosa le ordena mantener
la cólera y abstenerse al combate de manera que los aqueos comprendieran la gravedad del
error y la falta que hacía Aquiles en la guerra. Así desde el canto I al XV el héroe aqueo retiene
su cólera contra el rey Atrida evitando la participación en la batalla, pero en el canto XVI su
amigo amado, Patroclo, pierde la vida a manos del héroe troyano Héctor, hecho que cambiará
la postura del Pelida devolviéndolo nuevamente al combate. El agente generador de la cólera
es reemplazo ya que ahora Aquiles deberá ignorar su enojo con Agamenón para poder vengar
la muerte de su amigo asesinando a Héctor. En esto consiste el poema desde el canto XVII al
XXII, en el cual muere el héroe teucro; el canto XXIII hace referencia a los juegos que se
realizan en honor a Patroclo y el XIV narra el rescate y funeral del hijo del rey de Troya.
Sin embargo, este poema no sólo relatará los sucesos que cobren vivencia en el mundo
mortal sino que los dioses poseerán un papel de gran importancia dentro de la guerra lo que
nos permite apreciar La Ilíada desarrollada en un esquema biplánico en el cual vemos
manifestarse la guerra de Troya tanto entre mortales como en el paraíso de los inmortales,
quienes intervienen en la contienda apoyando al bando que les sea preferente.
Homero y los rapsodas que transmitieron esta obra a lo largo de generaciones supieron
hacer que en ella se plasmen los principales valores de la época, ya sea la admiración por la
vida, el honor, el valor, las virtudes de los hombres, entre otros, y también las costumbres que
estos poseían, como la realización de los banquetes, los hecatombes y los funerales. Es por eso
que leer La Ilíada no es leer un simple poema épico, sino que este texto ficcionario nos
permite adentrarnos y conocer aquella cultura perteneciente al período arcaico que luego se
fue transmitiendo a lo largo de las generaciones formando parte de la paideia griega
Canto XX: Combate de los dioses

El canto XX de la Ilíada sucede luego de que Aquiles, tras enterarse de la muerte de Patroclo
abandona su cólera y decide volver a luchar junto al ejército aqueo, hecho que produce una
reunión entre los dioses y un cambio redundante en la guerra.
Zeus ordena a Temis que convocase a asamblea a todos los dioses. Una vez reunidos en el
Olimpo, el Crónida decide que los dioses ya no deben abstenerse a la batalla sino que cada
uno, a partir de ese momento, podría luchar e interferir en la batalla defendiendo al bando
que le sea preferente ya que si esto no sucediera el Pelida acabaría rápidamente con el
ejército teucro. De esta manera se dividieron las divinidades asistiendo Hera, Atenea,
Poseidón, Hermes y Hefesto a las naves aqueas mientras que apoyando al ejército teucro
estaban Ares, Apolo, Artemis, Leto, Janto y Afrodita. Aquí vemos manifestarse la biplaneidad
de la obra donde ya no hay sólo dos ejércitos mortales luchando sino que el Olimpo también
se encuentra fragmentado en bandos produciendo que la guerra de los mortales se vea
reflejada también en el mundo inmortal.
El hecho de que el Pelida retornara a la batalla infundió valor a los aqueos y gran temor a
los teucros. Aquiles avanzaba en línea recta hacia Héctor haciendo perecer a cuanto teucro se
le cruzara. Apolo tomando la forma de Licaón incitó a Eneas a que pelease con el Pelida
diciéndole que él también poseía sangre divina proveniente de Afrodita e infundiéndole de
esta manera el suficiente valor como para que se enfrentara al héroe aqueo. Al ver Hera la
intervención de Febo Apolo se irritó muchísimo y le propuso a Poseidón que ellos también se
infiltraran apareciendo al lado de Aquiles para que este notara que los dioses más fuertes lo
protegían, pero el dios del mar calmó su enojo conduciéndola al alto terraplén de los troyanos
para que desde allí observasen la batalla.
Se enfrentaban entonces el Pelida y Eneas, el primero le advirtió al teucro que se alejara de
él a menos que quisiera conocer el reino de Hades; a pesar de la advertencia, este no se
acobardaba sosteniendo que su madre era la diosa Afrodita y elaborando un discurso en el
cual honra su sangre describiendo su linaje, por lo cual, al ser uno de los descendientes de
Dárdano también lo era del mismísimo Zeus. Sin embargo, el héroe troyano hubiera
sucumbido a manos de Aquiles si no lo hubiera salvado Poseidón, a quien lo invadió la lástima
al pensar que si este perdía la vida se extinguiría con él los descendientes de Dárdano lo cual
provocaría el enojo del Crónida. De esta manera hizo que se le cubrieran de niebla los ojos y
quitó a Eneas de ese sector de la batalla; una vez alejados le aconsejó que no luchara más
cuerpo a cuerpo con el Pelida a menos que quisiera encontrar la muerte antes de lo dispuesto
para él.
Por otro lado, el Pelida siguió combatiendo y excitando a los guerreros a que peleasen con
valor; lo mismo hacía Héctor con respecto a los teucros a quienes animaba para que no
sintieran temor frente a los enemigos. A muchos guerreros de gran valor quitó la vida el
temible Aquiles, entre ellos a Polidoro, hijo del rey Príamo. Héctor que era su hermano, al ver
esto disparó su lanza hacia el Pelida pero la diosa Atenea hizo que esta se desviara. De igual
manera defendió Apolo al héroe teucro cuando Aquiles intentó herirlo cubriendo todo de
niebla defectuándole la vista. Es así como el hijo de Peleo comprendió que esa no sería la
ocasión en la cual le quitaría la vida al que había matado a su amigo pero no por ello dejó de
luchar sino que hizo sucumbir a tantos otros teucros como pudo.
Es así como finaliza el canto XX el cual no debemos pensar como una mera descripción de
la batalla sino que, tanto Homero como los rapsodas, utilizaban recursos retóricos para recitar
el poema los cuales se hacen visibles en el mismo. En este canto se manifiesta claramente la
biplaneidad de la obra y la importancia de los dioses, los cuales se encuentran divididos en
dos bandos explícitos reflejando la guerra en el Olimpo al momento que los dioses defendían a
sus mortales queridos. Asimismo, vemos que el duelo que se da entre Eneas y Aquiles posee
un carácter formulario; en este se evidencia lo que expone Kirk en Los poemas de Homero,
donde explica que cuando dos grandes héroes se enfrentan, el duelo tiene un carácter más
elaborado, comenzando con un diálogo inicial entre los combatientes; en este caso, la
conversación la inicia Aquiles tratando de infundir temor en el hijo de Anquises recordándole
que ya una vez se habían enfrentado y que si lo volvían a hacer no saldría con vida. A esto
Eneas responde haciendo referencia a su linaje. Luego del diálogo se produce la descripción
del despojo de las armas en el cual se detalla el arrojamiento de las lanzas y la intervención de
un dios, en este caso Poseidón, quien salva a Eneas de la posible muerte.
Otro recurso utilizado es el cuadro en el que aparece un enfrentamiento entre un héroe y
una víctima menor que por lo general aparece únicamente en ese momento de la obra
describiendo su linaje y el golpe que recibirá, de manera que, dentro del poema, quede
iluminado antes de perecer; como por ejemplo, cuando el Pelida se enfrenta a Ifitión Otrintida
“caudillo de muchos hombres, a quien una ninfa náyade había tenido de Otrinteo, asolador de
ciudades, en el opulento pueblo de Hida, al pie del nevado Tmolo: el divino Aquiles acertó al
darle con la lanza en medio de la cabeza, cuando arremetía contra él, y se la dividió en dos
partes.” Así se detalla la pérdida de vida de este teucro a quien Aquiles dedica un último
enunciado antes de seguir con la matanza, razón por la cual el difunto obtiene un grado de
gloria dentro de la obra. Algo similar sucede cuando asesina a Polidoro, describiendo además
no sólo su linaje sino también una de sus cualidades, la de la ligereza de sus pies. Además, este
canto nos da la posibilidad de apreciar otra de las estrategias homéricas, las listas,
particularmente la de muertos, donde se enumera a cuantos teucros mata Aquiles
describiendo brevemente cómo lo hace: “Así habló, y con la lanza hirió en medio del cuello a
Driope, que cayó a sus pies. Lo dejó, y al momento detuvo a Demuco Filetórida, a quien pinchó
con la lanza en una rodilla, y luego le quitó la vida con la espada. Después acometió a Laógono
y a Dárdano (…)”, y de esta forma sucesivamente con otros guerreros continúa la lista de los
difuntos a manos del Pelida.
No podemos olvidar mencionar que otro elemento retórico es la comparación, las cuales se
dan infinitamente a lo largo del poema. Teniendo en cuenta lo que explica Kirk, entendemos
que los símiles “llenan una simple necesidad estructural de servir de transición de una escena
a otra”; es por eso que cuando se realizan las comparaciones, el poeta nos traslada a un plano
que, aunque dentro del poema sea imaginario, para la audiencia o los lectores este plano es
más cercano a la realidad, como por ejemplo: “Mas, ¿qué necesidad tenemos de altercar,
disputándonos e injuriándonos, como mujeres irritadas, las cuales, movidas por el devorador
encono, salen a la calle y zahieren diciendo muchas cosas, verdaderas unas y falsas otras, que
la cólera les dicta?”. Además la más frecuente de todas las comparaciones homéricas es la de
un león enfurecido que manifiesta la violencia en un contexto de tiempo de paz: “Como
cuando se reúnen los hombres de todo un pueblo para matar a un voraz león, este al principio
sigue su camino despreciándolos, mas, así que uno de los belicosos jóvenes lo hiere con un
venablo, se vuelve hacia él con la boca abierta, muestra los dientes cubiertos de espuma,
siente gemir en su pecho el corazón valeroso, se azota con la cola muslos y caderas para
animarse a pelear, y con los ojos centellantes arremete fiero hasta que mata a alguien o el
mismo perece en la primera fila; así lo instigaba a Aquiles su valor y ánimo esforzado a salir al
encuentro del magnánimo Eneas.” En este caso, el hijo de Peleo es semejante a un león; sin
embargo, al avanzar un poco más con la lectura, vemos que Héctor compara sus manos con
llamas de fuego y su fortaleza con el hierro, introduciendo de esta forma un importante
elemento del nuevo período metalúrgico.
Otras dos grandes comparaciones se hacen del Pelida en el último párrafo del canto, la
primera es con un incendio mediante el que se ve reflejada la ira y la excitación que movía a
Aquiles en la pelea, “Como un abrasador incendio estalla en los hondos valles de las áridas
montañas, arde la poblada selva, y el viento mueve las llamas que giran en todas las
direcciones; de la misma manera, Aquiles se revolvía furioso con la lanza, persiguiendo, cual
una deidad, a los que estaban destinados a morir; y la madre tierra manaba sangre”. La
segunda comparación se exhibe a partir de una escena de paz como la del cultivo y la cosecha:
“Como, uncidos al yugo dos bueyes de ancha frente para que trillen la blanca cebada en una
era bien dispuesta, se desmenuzan presto las espigas bajo los pies de los mugientes bueyes;
así los corceles de sólidos cascos, guiados por Aquiles, hollaban a un mismo tiempo cadáveres
y escudos; el eje del carro tenía la parte inferior cubierta de sangre y los barandales estaban
salpicados de sanguinolentas gotas que los cascos de los corceles y las llantas de las ruedas
despedían. Y el Pelida deseaba alcanzar la gloria y tenía las manos manchadas de sangre y
polvo”.
Por otra parte, otra de las estrategias que se utilizan a lo largo de La Ilíada son los epítetos
homeros, en los cuales el nombre del personaje o la mención de este va acompañado de una
cualidad que le pertenezca, como por ejemplo: Hades, rey de los infiernos; Atenea, la diosa de
los brillantes ojos; el Pelida, ligero de pies; Zeus, que amontona las nubes; entre otros.
Es así como podemos apreciar que este poema épico proveniente del siglo VIII a.C. contiene
elementos retóricos que permitían que los rapsodas recordaran todos sus cantos dentro de la
cultura oral, más allá de las posibles modificaciones subjetivas que podían llegar a hacer. En el
canto XX comienza la aristía del personaje principal de la obra homérica, Aquiles, héroe aqueo
hijo de Peleo y la diosa Tetis. El Pelida vuelve a la batalla abandonando su cólera contra el rey
Agamenón para vengar la muerte de su amigo Patroclo, quien había sucumbido a manos de
Héctor. El retorno del héroe es un hecho que modificará rotundamente el transcurso de la
guerra ya que, hasta ese momento, los aqueos estaban sufriendo grandes pérdidas y se
encontraban casi derrotados, pero con el temible Aquiles nuevamente en combate recobrarán
el valor y la contienda pasará a estar a su favor.

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