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Sleither Fernández
El citado período eleccionario de este último año, iniciado quizás tras el hecho más
controversial en materia electoral de todo el siglo XXI: la elección constituyente, se iría
proyectando progresivamente, conforme a cada triunfo del Gobierno, la agudización de los
índices de desconfianza hacia el órgano comicial y su sistema electoral [2], tras denuncias
de fraude, ausencia de garantías, y persecución a potenciales candidatos. Casualmente -o
no- estos escenarios nos llevan hacia una retrospectiva histórica en materia electoral.
Para el año 1897 el país vio disputar la presidencia entre Ignacio Andrade, candidato
oficialista del gobierno de Joaquín Crespo; y José Manuel Hernández, el Mocho, en
representación del Partido Liberal Nacionalista, quienes serían los dos principales
contendientes. En aquella oportunidad, se empleó por primera vez el concepto de campaña
electoral como actualmente se conoce, con la utilización de métodos tomados como
referencia de las campañas electorales estadounidenses, como la realización de mítines
políticos y giras por todo el país, además de la difusión de carteles e imágenes de los
candidatos además de una considerable ampliación del padrón habilitado para el sufragio y
el rescate del carácter secreto y directo del voto [3][4].
De hecho, las mencionadas elecciones de fin de siglo XIX pudieron haber sido
consideradas como el intento definitivo para consolidar un sistema político estable, pero
sobre las bases de la legitimidad, que rompiera con la dinámica de elección-revolución que
imperó durante todo la etapa republicana y que no hizo más que demostrar la debilidad
estructural del Estado. Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos no permitió el
respaldo de los principios suscritos y José Manuel Hernández, quien tenía posibilidad real
de ganar de acuerdo a la percepción de los ciudadanos y a la proyección y popularidad de
su candidatura, fue anunciado como perdedor con 2.203 votos frente a 406.610 votos
adjudicados al oficialista Ignacio Andrade [5].
Similar a los episodios desarrollados en la historia electoral desde ese entonces, y muy
palpable o perceptible en la actualidad aunque con métodos más sofisticados, se hizo uso de
la estructura del Estado para paradójicamente socavarlo a sí mismo, pues, autores coinciden
[6][7][8] en que el Gobierno de Joaquín Crespo ordenó la ocupación de las mesas
electorales para el día de la votación y articuló el aparataje necesario para frustrar los
eventos de campaña de sus adversarios y para sostener a su asignado en el poder, aún a
pesar de todas las aperturas políticas garantizadas en materia electoral que estaban suscritas
en la Constitución vigente para el momento.
Los distintos modelos políticos que han gobernado en nuestra historia, salvo debatibles
excepciones, parecen tener arraigada la costumbre de moldear los sistemas electorales para
su permanencia en el poder. Los distintos factores que han arribado al poder desde entonces
no han demostrado una voluntad real de ampliar transparentemente las garantías
electorales, en igualdad de condiciones y en respeto de la soberanía popular.
Aunque los antecedentes electorales en Venezuela según Navas [9] datan incluso de la
época colonial, los términos legales y constitucionales en los que se han implantado,
siempre se han conceptualizado en torno a la “libre elección”, y la “alternabilidad de la
sucesión”. Sin embargo, a 200 años de historia, dichos principios se ven cada vez más
socavados y con menos garantías de confiabilidad por parte del soberano, al ver
imposibilitada en su voz y voto la salida más pacífica y democrática a sus problemas.
A pesar de que aquella popular idea de Confucio sobre “aquel que no conoce su historia,
está condenado a repetirla”, pueda tener múltiples interpretaciones, en Venezuela es
utilizada frecuentemente para la interpretación de los continuos eventos de una dinámica
política tan agitada como la que ha imperado en los últimos años. Sin ahondar en la validez
o no de aquel pensamiento, parece que son los gobernantes quienes condenan la historia al
repetir o verse inmiscuidos en los mismos vicios o incapacidades del pasado.
REFERENCIAS
[1] Armas, R.: Luis Vicente León afirma que Maduro solo cuenta con un 18 o 25% de
popularidad. Informe21. [Página web en línea], 2018, 04 Marzo,
https://informe21.com/politica/luis-vicente-leon-afirma-que-maduro-solo-cuenta-con-un-
18-o-25-de-popularidad
[2] Salas, B.: El 73% de los venezolanos no confía o tiene muy poca confianza en el CNE.
El Impulso. [Periódico en línea], 2018, 11 Mayo,
http://www.elimpulso.com/noticias/nacionales/el-73-de-los-venezolano-no-confia-o-tiene-
muy-poca-confianza-en-el-cne
[6] Rodríguez, J.: Ignacio Andrade, del fraude electoral al golpe de Estado. Konzapata.
[Página web en línea], 2014, 11 Septiembre, https://konzapata.com/2014/09/ignacio-
andrade-del-fraude-electoral-al-golpe-de-estado/
[7] Márquez, I.: El fraude electoral de 1897. El Universal. [Periódico en línea], 2018,26
Abril, http://www.eluniversal.com/el-universal/7021/fraude-electoral-1897
[8] Morao, J.: Primera campaña electoral moderna en Venezuela: Una extravagancia
aislada en el tiempo. Jingle Electoral. [Revista en línea], 2015, 1 Noviembre,
https://jingleelectoral.com/tag/elecciones-1897/
[9] Navas, B.: Antecedentes coloniales del voto en Venezuela. El Nacional. [Periódico en
línea], 2017, 25 Diciembre, http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/antecedentes-
coloniales-del-voto-venezuela_216481