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1) En primer lugar se debe señalar que la finalidad primordial de todo Estado en proveer

seguridad y respeto a los derechos humanos, deber que incluso está regulado en la
Constitución Política en su artículo 44ª en donde se señala que es deber del Estado
garantizar la plena vigencia de los derechos humanos, brindar seguridad y promover el
bienestar general.
Antes de responder la interrogante, es necesario saber que significa “fuerza”,
entendiéndose como vigor, energía, acción de contacto físico, entre otros, e incluso
se considera como un acto de violencia. Sin embargo, la definición de fuerza en el
accionar policial se entiende como el medio compulsivo utilizado por el efectivo
policial para controlar una situación que atenta contra la seguridad, el orden público,
la integridad y la vida de las personas dentro del marco de la ley.
En el caso analizado, se evidencia palmariamente que los órganos de prevención y
represión como es la Policía, hizo un uso abusivo de la fuerza (no justificado por las
circunstancias) convirtiéndose en actos de violencia que desencadenaron en la muerte
de civiles.
Si bien es cierto que los derechos humanos no son absolutos (como el derecho a la
vida e integridad física, etc); también es verdad, que para que sean relativizados,
tienen que surgir situaciones que justifiquen el empleo de la fuerza, cuya objetivo sea
salvaguardar la seguridad pública y la vida e integridad de terceros (ponderación); es
decir, se admiten ciertas afectaciones a los derechos de las personas, siempre y
cuando las medidas que se adopten sean legales y respondan a circunstancias que se
desarrollan dentro de un contexto de emergencia.
Para la restricción de los derechos, no se debe perder de vista el principio de
proporcionalidad y razonabilidad del que deben estar investidas las medidas
adoptadas, supuesto que no se observó en el caso práctico que se analiza; por cuanto,
el iniciar protestas en la ciudad, bloquear carreteras y el agredir a un efectivo policial,
no justifica de modo alguno, que la policía inicie fuego contra los pobladores. No
debemos olvidar, que para afectar los derechos de las personas; es decir, para utilizar
la fuerza pública contra ellas, se debe cumplir ciertos parámetros, a efecto que la
vulneración sea válida y responda a una situación de seguridad y emergencia.
El iniciar el ataque a las personas con armas de fuego, aun cuando éstas estaban
agrediendo físicamente a un efectivo policial, no constituye una situación válida o que
se encuentre establecida por ley para repeler dicha agresión; por el contrario, se trata
de un acto arbitrario y excesivo, ya que se atentó contra el derecho humano más
fundamental como es el derecho a la vida.
Señalan los instrumentos internacionales, que solo se podrá hacer uso intencional de
armas letales (armas de fuego por ejemplo) cuando sea estrictamente inevitable para
proteger una vida; pues se sabe, que los medios con los que un presunto infractor
ponga en riesgo una vida, no justifica en el funcionario o servidor (policía) la necesidad
de emplear el arma de fuego contra él; en el caso práctico, si bien eran varias las
personas las que agredían al efectivo policial; tampoco ameritaba abrir fuego, ya que
no existe proporcionalidad en la defensa; por cuanto en el contexto en que se
desarrolla el evento, ello traería como consecuencia inevitable la muerte de los
agresores, quienes incluso se encontraban desarmados; es decir, no representaban un
peligro inminente.
Para que se justifique el uso de un arma de fuego, el riesgo contra la vida que se
pretende neutralizar debe ser inminente; es decir, ocurrir en el mismo momento y
que la situación represente una amenaza de muerte, que no posibilite al funcionario o
servidor (policía) otra alternativa para salvaguardar la vida de un tercero.
No olvidemos que el empleo de la fuerza tiene como principio rector el de la legalidad
la cual se manifiesta en la legalidad del objetivo, del procedimiento y de los medios.
En el caso materia de análisis no se observó ninguna de estas tres vertientes; por
cuanto, si el objetivo era salvaguardar la vida del efectivo policial; no se consideró que
emplear arma de fuego contra los atacantes traería como consecuencia su muerte,
por lo tanto no se salvaguardó la vida de las personas; en cuanto al procedimiento y
métodos empleados de igual forma no fueron los más adecuados; ya si bien se
autoriza el uso armas de fuego, ello está reservado a situaciones en donde no existen
otras alternativas de defensa o rechazo.
Por otro lado se ha violado el principio de necesidad, en el sentido que los funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley, solo podrán usar la fuerza cuando sea
estrictamente necesario; es decir, cuando otros medios resulten ineficaces o no
garanticen el logro del resultado previsto. En el caso práctico la policía, lejos de limitar
sus facultades coercitivas, sacrificó el derecho fundamental de la vida, ya que no agotó
ni utilizó otros medios de control a fin de lograr el objetivo propuesto, convirtiendo en
regla el uso del arma de fuego cuando su empleo es excepcional.
De igual forma, no se tuvo en cuenta el principio de proporcionalidad, ya que no se
hizo una estricta adecuación a los niveles de la fuerza, la que debe aplicarse según las
situaciones que se pretenden controlar o evitar; en el caso analizado no se utilizó la
alternativa de fuerza aplicable a la amenaza o resistencia que se pretendía repeler,
existiendo una desproporción entre el volumen de la fuerza empleado y el grado de
amenaza o resistencia que ofrecían en este caso los revoltosos.

2) Cabe señalar que es la Policía Nacional la encargada de garantizar, mantener y


restablecer el orden interno tal y conforme lo señala el artículo 166 de la Carta Magna,
a excepción del estado de emergencia en cuyo caso asume las Fuerzas Armadas el
control del orden interno, en donde los agentes militares utilizan armas de fuego de
largo alcance (fusiles) en lugar de armas de fuego de corto alcance que emplea la
policía.
La utilización de armas de fuego de largo y corto alcance han sido diseñadas con
finalidades distintas y para ser utilizadas en contextos diferentes; existiendo entre
ambos tipos de armas diferencias sustanciales tanto en su diseño armamentístico
como de calibre, material y estructura de las municiones que se emplean y que
finalmente influyen en el nivel de daño que causan a las personas.
Al asumir las fuerzas armadas el control del orden público, utilizan armas de fuego de
largo alcance (fusiles) cuyo uso debe ser racional por cuanto existe mayor posibilidad
de afectación de los derechos de la vida e integridad física.
Al analizar la razonabilidad del empleo del arma de fuego, debe considerarse no sólo
el cumplimiento de los tres principios del uso de la fuerza (legalidad, necesidad y
proporcionalidad) y la regla general de recurrir a ella únicamente en caso de defensa
de una vida; sino que también, se debe verificar el cumplimiento del deber de procurar
reducir al mínimo los daños y lesiones que se pudieran causar.
El principio de legalidad apunta que el uso de la fuerza (arma de fuego de largo
alcance) está sujeta a mandato de la ley, es decir, que el Estado se pone límites al uso
de la fuerza.
La necesidad conlleva a que solo podrá hacerse uso de la fuerza o de instrumentos de
coerción excepcionales (utilizar en este caso arma de guerra) cuando se haya agotado
y hayan fracasado todos los demás medios de control; y finalmente el principio de
proporcionalidad se presenta como un freno al exceso estatal, aplicando el nivel de
fuerza de acuerdo al grado de amenaza que se presente y teniendo presente las
alternativas de fuerza que se tiene a disposición.
Particularmente considero que cuando los militares asumen el control del orden
público (estado de emergencia) deben hacer un uso razonable de las armas de guerra
que utilizan; es decir que su empleo debe ser excepcional, siempre y cuando no tengan
otra opción para repeler el ataque; es decir que su uso solo debe circunscribirse a
situaciones o circunstancias en donde el empleo del arma de guerra sea inevitable,
caso contrario, su actuación sería arbitraria e ilegal.
El deber de la fuerza del orden es procurar reducir al mínimo los daños y lesiones; por
lo que resulta evidente que utilizar un fusil de guerra contra personas en operaciones
para hacer cumplir la ley, teniendo la posibilidad de utilizar armas de fuego que
permitan alcanzar el mismo objetivo legal con una lesividad menor, supone infringir el
deber de procurar reducir al mínimo los daños y lesiones y por lo tanto incurrir en
arbitrariedad con el empleo de este medio potencialmente letal.

3.- Respecto a la opinión del Jefe Operativo en el sentido que la policía no portaba
armas de fuego de largo alcance y descartó el uso de armas de fuego debido a que “la
policía solo dispara en caso de riesgo inminente de muerte” no se condice con el
accionar policial inicialmente adoptado; pues no es verdad, que su personal a cargo
solo dispara en caso inminente de muerte; ya que conforme al suceso se tiene que la
policía antidisturbios lejos de aplicar un nivel de fuerza compatible con la amenaza o
agresión, emprendió fuego contra las personas que incluso se hallaban desarmadas;
es decir, no existió un peligro inminente contra la vida del policía que supuestamente
quiso salvaguardar; pues tuvo otras alternativas u opciones para repeler el ataque,
antes de inferir un resultado letal; pues es obvio, que el emplear armas de fuego
traería como consecuencia la muerte o por lo menos graves lesiones a la población.
Con relación a la opinión vertida por el Jefe militar, en que el único equipamiento que
se les entregó fue fusiles y que sus hombres se vieron obligados a efectuar disparos
disuasivos al aire para evitar que la turba de pobladores los agrediera y que además su
personal está entrenado para vencer al enemigo en cualquier circunstancia de
amenaza. Al respecto es una respuesta que no tiene justificación; pues el hecho que
no contaran con otro tipo de armas (de corto alcance por ejemplo) no deja de ser
censurable su accionar; más aún si resultaron 03 muertos, 21 heridos y daños
materiales a las viviendas; lo que permite concluir, que fue una ataque indiscriminado
en el que no se tuvo en cuenta que al emplearse armas de guerra causaron un daño
mayor a las personas.
Cabe recordar que los disparos al aire o disuasivos, también ponen en riesgo de
lesiones o muerte a las personas ya que el destino final del proyectil es desconocido,
inseguro e impredecible, pudiendo matar a víctimas desconocidas y de lugares
desconocidos y siendo que los militares están capacitados y entrenados para proteger
a la ciudadanía, emplear disparos de advertencia resulta contrario a este deber de
protección propio de su función. Efectuar este tipo de disparos y empleando armas de
guerra resulta incompatible con los estándares internacionales del empleo de la fuerza
y atentatorio de los derechos humanos a la vida e integridad física de las personas.
No olvidemos que las armas de largo alcance o de guerra han sido diseñadas para ser
utilizadas en un contexto diferente, de allí que el jefe militar señale que sus hombres
están entrenados para vencer al enemigo, como si controlar el orden interno se podría
equiparar a una guerra exterior o considerar a un conciudadano como un enemigo.

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