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¿Cómo llevo yo la cruz?

Jn 8, 21-30
Papa Francisco
04/04/2017

Tres veces, en el Evangelio de hoy (Jn 8,21-30), dice


Jesús a los fariseos: Moriréis en vuestros pecados,
porque tenían el corazón cerrado y no entendían ese
misterio que era el Señor. Morir en el propio pecado es
algo muy feo.

En el diálogo con ellos, Jesús les recuerda: Cuando


levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo
soy”, y que no hago nada por mi cuenta . Jesús se
refiere a lo que pasó en el desierto, narrado en la
Primera Lectura (Nm 21,4-9), cuando el pueblo que no
podía soportar el camino, se alejó del Señor y empezó a
murmurar contra Moisés y contra el Señor. Entonces
llegaron las serpientes que, al morder, provocaban la
muerte. Y el Señor dijo a Moisés que hiciera una
serpiente de bronce y la pusiera en un palo: quien fuese
mordido y la mirase, se curaría. La serpiente es el
símbolo del diablo, el padre de la mentira, el padre del
pecado, el que hizo pecar a la humanidad. Y Jesús
recuerda: Cuando yo haya sido elevado sobre la
tierra, atraeré a todos hacia mí (Jn 12,32). Ese es el
misterio de la cruz. La serpiente de bronce curaba, pero
era signo de dos cosas: del pecado hecho por la
serpiente, de la seducción de la serpiente, de la astucia
de la serpiente; y también era señal de la cruz de
Cristo. Era una profecía.

Jesús se hizo pecado, como dice San Pablo, y cargó


sobre sí todas las inmundicias de la humanidad, se hizo
levantar para que toda la gente herida por el pecado, lo
mirase. Y el que no reconozca en ese hombre elevado la
fuerza de Dios, que se hizo pecado para curarnos,
morirá en su pecado. La salvación solo viene de la cruz,
pero de esa cruz que es Dios hecho carne. No hay
salvación en las ideas, no hay salvación en la buena
voluntad, ni en las ganas de ser buenos… No. La única
salvación está en Cristo crucificado, porque solo Él,
como la serpiente de bronce significaba, fue capaz de
tomar todo el veneno del pecado, y allí nos curó. Pero,
¿qué es la cruz para nosotros? Sí, es la señal del
cristiano, el símbolo de los cristianos. Y hacemos el
signo de la cruz, aunque no siempre lo hacemos bien, a
veces hacemos así (hace un garabato). Porque no
tenemos esa fe en la cruz. Otras veces, para algunas
personas es un distintivo de pertenencia: Sí, yo llevo la
cruz para mostrar que soy cristiano. Eso está bien, pero
no solo como distintivo, como parte un equipo, como
quien lleva el escudo de su equipo, sino como memoria
del que se hizo pecado. Hay otros que llevan la cruz de
adorno, algunos llevan cruces con piedras preciosas
para hacerse ver.

Dios dijo a Moisés: quien mire la serpiente será curado.


Jesús dice a sus enemigos: cuando levantéis al Hijo del
hombre, entonces conoceréis. Quien no mira la cruz,
así, con fe, morirá en sus pecados, y no recibirá la
salvación. Hoy la Iglesia nos propone un diálogo con
este misterio de la cruz, con este Dios que se hizo
pecado, por amor a mí. Y cada uno puede decir: Por
amor a mí. Podemos pensar: ¿cómo llevo yo la cruz?
¿Como un recuerdo? ¿Cuando hago la señal de la cruz,
soy consciente de lo que hago? ¿Cómo llevo yo la cruz?
¿Solo como un símbolo de pertenencia a un grupo
religioso? ¿Cómo llevo yo la cruz? ¿Como adorno?
¿Como una joya, con muchas piedras preciosas, de oro?
¿He aprendido a llevarla sobre los hombros, donde
duele? Que cada uno mire hoy el Crucifijo, mire ese Dios
que se hizo pecado para que nosotros no muramos en
nuestros pecados, y responda a esas preguntas que os
he sugerido.

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