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UNIVERSIDAD LOS ANGELES DE CHIMBOTE ESCUELA DE PSICOLOGÍA

ASPECTOS PSICOETICOS CON LAS PERSONAS


INVOLUCRADAS EN LA RELACIÓN INDIVIDUAL
PSICÓLOGO- PACIENTE

ASPECTOS PSICOETICOS EN LA RELACION


CON EL ENFERMO MENTAL CRONICO

Los enferemos mentales crónicos o severos podemos


agruparlos en tres grandes grupos con fines didácticos:
1. Los que reciben una asistencia personalizada y digna
al enfermo mental crónico.
2. La ética aplicada a los que son hospitalizados.
3. La ética en la desinstitucionalización forzosa o
irresponsable.

A. ASISTENCIA PERSONALIZADA Y DIGNA


La personalización asistencial como actitud ética implica las siguientes características:
1. Accesibilidad: que la persona pueda tener fácil acceso a los servicios y al personal
terapéutico.
2. Relación: que haya adecuada comunicación y empatía entre el paciente y el equipo
terapéutico para que aquél pueda expresar su realidad psíquica, necesidades y
sentimientos.
3. Comunicación: que el diálogo sea no sólo entre el paciente y los miembros de su
familia con el equipo terapeuta, sino entre los distintos sectores y servicios sanitarios que
brindan asistencia psicológica al sujeto.
4. Individualidad: que las necesidades específicas del paciente individual y no los
criterios generales, sean los que se usen para decidir el tratamiento en cada caso.
5. Conjunción: que haya coincidencia y comprehensividad de todos los elementos que
componen un tratamiento integral en lugar de atomicidad y competencia de acciones.
6. Flexibilidad: que ninguna planificación preestablecida -teóricamente- cobre prioridad
sobre la evaluación individual de cada sujeto y la manera como va alcanzando los
objetivos terapéuticos. La dosificación de todo tratamiento se haga siempre según las
posibilidades del individuo.
7. Continuidad: que la asistencia sea permanente y continuada en el tiempo
Es indudable que una actitud asistencial personalizada es la más acorde con una ética de

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respeto a la dignidad del enfermo mental. Pero el criterio de la personalización se aplica


de manera particular a las distintas alternativas de vida y asistencia que puede tener un
enfermo mental crónico. Tradicionalmente la única forma de vida y asistencia que se
concebía para este tipo de enfermos crónicos y severos era el Hospital Psiquiátrico o el
Asilo. Hoy en día la adecuada asistencia al enfermo mental ha diversificado enormemente
las formas de vida y asistencia. En consecuencia, el criterio de personalización, en este
sentido, implica el deber ético de orientar a cada paciente a aquella forma de vida que
más se adecue a sus necesidades y que más respete su condición y posibilidades
psíquicas.
Criterio de la personalización respecto a la forma de vida y asistencia que deba
tener el enfermo mental:
1. La primera, y la más deseable de todas sería la vida independiente o autónoma de
los pacientes. Esto quiere decir que el enfermo mental, al mismo tiempo que tiene un
trabajo remunerado de acuerdo con sus facultades, cuenta con la posibilidad de un fácil
acceso al equipo terapéutico. Esta opción es particularmente válida para aquellos
pacientes cuya situación familiar podría llevarles fácilmente a perder el control de su vida
emocional.
2. Los hogares de apoyo. Puede ser la misma familia del paciente, cuando se reunen las
condiciones simultáneas de supervisión y cuidado por una parte, y libertad y respeto por
otra. Pueden ser también familias especialmente dedicadas a esta tarea. Es el caso de
matrimonios generalmente de edad madura que aceptan convivir con grupos de menos de
5 pacientes, a los cuales acompañan y supervisan.
3. El hospital de día es otra interesante solución. El paciente vive con su familia, o por su
cuenta, pero asiste al hospital durante varias horas al día. Allí comparte con colegas de
condiciones similares las actividades de laborterapia, terapia de grupos u otras.
4. Los hogares satélites ofrecen a los pacientes una vida relativamente libre,
independiente, con integración en la comunidad y un trato digno. Pueden ser
apartamentos o casas grandes que dependen de una Institución "madre" (hospital). Viven
en pequeños grupos de 2-5 pacientes sin el acompañamiento permanente de ningún
supervisor especializado en la casa. Es una estructura adecuada para aquellos pacientes
que no pueden vivir completamente solos pero que tampoco requieren supervisión
permanente. En los hogares satélites, los pacientes comparten la responsabilidad de
cocinar, hacer compras, limpieza y alquiler. El equipo terapéutico está accesible cuando
se lo requiere para guiar y aconsejar, sea en la consulta ordinaria o en emergencias. Con
cierta frecuencia, los residentes de más de un hogar satélite se reúnen para organizar
actividades conjuntas. Los residentes suelen tener una actividad significativa fuera de la
casa (además de colaborar en la organización interna del hogar) tales como laborterapia,
programas de rehabilitación u otros trabajos que no requieran mucha cualificación.
5. Las residencias permanentes. Incluyen una gran variedad de servicios. Pueden
oscilar entre pocos pacientes hasta más de cien, pero tienen como característica que no
son cerrados, se provee tres comidas diarias, control de medicamentos y un mínimo de
atención psiquiátrica. Hay apoyo, estructura, tratamiento y supervisión permanente que
evita las recaídas. La internación en estas instituciones se plantea como permanente.
6. Las instituciones de capacitación y paso. Incluyen cuidados especializados para

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aquellos pacientes que requieren un servicio de supervisión intensiva. Son cerradas y con
una estructuración muy meticulosa del horario. En la mayoría de los casos alberga a más
o menos 100 sujetos para permitir un seguimiento personalizado de ellos. Los programas
son meticulosamente organizados y el que no quiere involucrarse es invitado a que se
traslade a otras instituciones. Parte de sus objetivos es preparar a los pacientes a que
vivan en situaciones menos estructuradas; de ahí que la duración de la estadía en este
caso depende del logro de esa capacitación. Se diferencian del hospital por disponer de
servicios especializados de rehabilitación y capacitación para que el paciente pueda pasar
a alguna de las otras opciones anteriores. Son alojamientos de crecimiento con
programas de soporte y rehabilitación, que pueden abarcar meses o pocos años, pero
que no se concibe como permanente.
B. ETICA DE LA HOSPITALIZACIÓN DEL ENFERMO MENTAL
Cuáles son las condiciones que permiten justificar éticamente una internación compulsiva
o sin el consentimiento del sujeto? ¿Cuál sería el correcto objetivo de la internación:
recuperar la autonomía de la persona o resguardar a la sociedad de la amenaza de un
individuo que no es autónomo?. En la consulta de emergencia ¿se justifica cualquier tipo
de tratamiento, o sería necesario restringirlo a alguno de ellos?
INTERNAMIENTOS NO VOLUNTARIOS
Un paciente puede ser ingresado en contra de su voluntad en un servicio de psiquiatría de
un hospital general. Los motivos más frecuentes son alteraciones de conducta, síntomas
psicóticos, abandono de la medicación, ideación suicida, intoxicación etílica, actos
delictivos y síntomas afectivos. Los diagnósticos psiquiátricos suelen ser esquizofrenia,
trastorno delirante, trastorno bipolar, trastornos depresivos, trastornos de personalidad
(p.ej., antisocial), dependencia de sus-tancias y trastorno esquizoafectivo. El ingreso
psiquiátrico da lugar a una sustancial mejoría del cuadro psicopatológico, aunque
permanecen síntomas residuales (Andrés et al., 2002).
La decisión de ingresar a un paciente en un servicio de psiquiatría sin su consentimiento
re-quiere analizar detalladamente el caso y determinar si el internamiento se adapta a las
normas legales. Para realizar un internamiento en contra de la voluntad del paciente se
requiere la presen-cia de un trastorno mental grave junto con la existencia de peligro para
sí mismo o para otros. Además, debe ser posible llevar a cabo un tratamiento eficaz en el
lugar de internamiento, el tratamiento propuesto debe ser razonable y el trastorno
diagnosticado debe alterar la capacidad del paciente de decidir sobre la conveniencia del
internamiento. Cuando resulta complicado determinar si el paciente es peligroso o no, la
familia puede ser de gran ayuda. June et al. (1995, citado en Andrés et al., 2002)
concluyeron que los familiares de los pacientes son tan capaces como los profesionales
para identificar de forma correcta la psicopatología que puede necesitar un tratamiento
involuntario.
Como primer paso para el internamiento se recomienda acudir al facultativo que asiste
normalmente al paciente (en general un psiquiatra, aunque no tendría por qué ser así) y
exponer-le la situación para que, si éste lo considera adecuado, elabore un escrito donde
se explique el diagnóstico del paciente y cuáles son las causas que hacen recomendable
el internamiento. Este escrito se llevará al Juzgado de Guardia en un plazo máximo de 24
horas a partir del inter-namiento para que el Juez autorice el ingreso.

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Podemos concluir mencionando que un caso diferente de internamiento involuntario de un


paciente es aquel que no es simplemente autorizado por un juez, sino decidido
directamente por este a través de una orden judicial. Esto ocurre con pacientes que han
cometido algún delito y han sido declarados exentos de responsabilidad penal o se
encuentran implicados en un procedimiento penal. En estos casos, el paciente no puede
salir del establecimiento sin la previa autorización judicial.
La internación compulsiva
La MODEL LAW de la Asociación Americana de Psiquiatría justifica la internación
compulsiva en las siguientes situaciones:
1. Cuando la persona sufre severa enfermedad mental o trastorno de la personalidad que
la incapacitan para valerse por sí misma y: a.pone en riesgo su vida o la vida de terceros;
ó b. puede causar daños irreparables al mismo sujeto o severos perjuicios a otros.
2. Cuando la persona es incapaz de hacer un consentimiento válido para ingresar a un
hospital o para recibir el tratamiento psiquiátrico imprescindible.
3. Cuando hay una razonable posibilidad de que ese desorden pueda ser tratable en el
medio hospitalario o en la alternativa institucional menos restrictiva.
No sería justificable la internación compulsiva o de emergencia de una persona que no
esté incluida en alguna de las condiciones anteriores, ya que la internación de emergencia
tiene como finalidad, brindar el tratamiento necesario para evitarle al paciente perjuicios
irreversibles y ayudarle a que recupere la autonomía, siempre que eso sea posible. En
caso de que el paciente no pueda hacer el consentimiento para la internación compulsiva
son los representantes de la familia o sus tutores legales quienes deberán hacerlo.
Algunos países también incluyen en sus leyes que -en un plazo de tiempo variable según
las naciones- se debe comunicar al juez que se ha internado a un individuo adulto,
psiquiátricamente desequilibrado, en contra su voluntad. Es una medida preventiva legal
para evitar los posibles abusos de parte de la familia, en caso de que ésta quiera
"librarse" del paciente, internándolo en una institución.
Tiene el paciente compulsivamente internado algún derecho a rechazar el tratamiento? o,
por el contrario ¿se justifica que la persona acepte quedar internada sin recibir tratamiento
psiquiátrico alguno?.
Se ha dicho que existe una especie de "hábito" cognitivo en los profesionales de la salud
que los lleva a tratar a los enfermos mentales sin el criterio de personalización que hemos
indicado arriba y a justificar su proceder "igualitario" según el siguiente razonamiento:
Si el paciente fue ingresado compulsivamente es porque tiene una enfermedad
psiquiátrica. El enfermo mental es irracional y es absurdo que rechace el tratamiento
científicamente indicado en su caso. Si el paciente no lo quiere recibir tenemos que contar
con la autorización de la familia o, en su defecto, del Juez, para administrárselo en contra
de su voluntad. Si actuamos así, el paciente terminará agradeciéndolo y la sociedad se
verá beneficiada .
Esta serie concatenada de suposiciones aplicada uniformemente a todos los casos sin
distinguir individuos, constituye un peligroso hábito diagnóstico y terapéutico que puede
llevar a una justificación paternalista del deber de tratar forzosamente y sin excepciones a
los enfermos internados compulsivamente. Parecería que un criterio despersonalizado

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como ése, podría ser irresponsable desde el punto de vista ético por no respetar -en
ciertos casos individuales- el legítimo derecho de determinados pacientes a oponerse al
tratamiento. Discernir estas condicionantes es tarea del equipo terapéutico en diálogo
respetuoso con el paciente, su familia y amistades, utilizando el criterio de la
personalización que resulta siempre de importancia crucial para un adecuado
comportamiento ético.
La postura contraria, también resulta extremista. La aceptación del criterio propuesto en
algunos ambientes psiquiátricos, de que las decisiones de los enfermos mentales que no
ponen en riesgo la vida de terceros sean generalmente respetadas aunque parezcan
irracionales puede ser de enorme insensibilidad. Esa proclamación "libertaria" podría traer
como consecuencia, no que la persona recupere su dignidad, sino que se degrade a
niveles infrahumanos o se autodestruya.
Consideramos que el punto límite que permite discernir si está justificado éticamente
negarle a una persona el derecho a rechazar el tratamiento psiquiátrico está dado cuando,
de no recibir tal tratamiento, el paciente: 1.se vuelve peligroso para sí mismo o para otros,
2.se hace incapaz de valerse por sí mismo en los aspectos físicos, hábitos de vida y
convivencia, de tal manera que volvería a requerir la internación compulsiva en el futuro
próximo.
Ahora bien, en caso de que el paciente haya superado la etapa de emergencia luego de la
internación compulsiva y haya recuperado su capacidad de juicio desde el punto de vista
clínico, pero continúe negándose a recibir el tratamiento psiquiátrico permanente, caben
dos alternativas de acción por parte de quienes lo asisten:
1. Si el paciente ha recuperado su "sano juicio" y está en condiciones de razonar y decidir
pero podría deteriorarse nuevamente y entrar en severa crisis si no continúa con el
tratamiento, el profesional, antes de aplicar un tratamiento compulsivo, tiene dos
posibilidades de acción éticamente justificables: a. convencerlo pacientemente de la
conveniencia de continuar con el tratamiento. b. requerir la autorización expresa del Juez
en caso de que persista en su negativa.
2 Si el paciente de no recibir el tratamiento no es peligroso para sí mismo o para otros
pero puede volverse incapaz de valerse por sí mismo en los asuntos cotidianos de la vida
y de la convivencia, se le debe informar detalladamente de ese hecho y verificar
meticulosamente si es consciente de los riesgos que corre sin tratamiento. En ese sentido
el profesional deberá extremar los medios adecuados para que la persona acepte que son
preferibles los beneficios de la terapia -aun con sus efectos secundarios- en comparación
con las desventajas que tendría al sufrir los síntomas propios de su enfermedad. Pero si
el paciente, siendo competente, persiste en su rechazo al tratamiento, debe ser dado de
alta. Un hospital psiquiátrico se justifica como lugar de vida en un determinado momento-
si mantiene la finalidad de proporcionar un tratamiento psiquiátrico. Por el contrario
aceptar que un sujeto permanezca internado sin querer recibir tratamiento alguno y sin ser
peligroso para sí mismo o para otros, es hacer que viva en condiciones restrictivas sin
obtener ningún beneficio de su situación; además de toda la carga económica que esto
significaría para la sociedad.
La vida intrahospitalaria y sus dilemas eticos.
La vida del enfermo mental en el hospital se diferencia de la internación de otro tipo de

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pacientes porque puede ser, en algunos casos, muy prolongada, y en otros, definitiva.
Podemos resumir la ética de la vida intrahospitalaria psiquiátrica, diciendo que debe
basarse en el imperativo de hacer todo aquello que asegure que los internos vivan con el
máximo de dignidad humana posible Pero si tuviéramos que analizar más en detalle los
dilemas éticos de la internación psiquiátrica, los dividiríamos en dos principales: 1. tratos
que afectan directamente la dignidad de la persona. 2. tratos que favorecen la
independencia y los lazos familiares o sociales.
1. Tratos que afectan la dignidad humana. No recibir castigos corporales es un derecho
del paciente; y la reclusión o restricción, en caso de ser necesarias, deben ser hechas
siempre con un objetivo terapéutico y en conformidad con la buena práctica psiquiátrica.
Se ha informado que en algunos centros asistenciales psiquiátricos se utilizan ciertos
procedimientos de tipo conductista para aplicar castigos a los internados, llegándose a
provocar verdaderos atentados a la dignidad de la persona humana. La supresión de la
alimentación básica, de la comunicación con la familia y los amigos, del tiempo mínimo de
sueño, de la propiedad privada de ciertos objetos, del acceso a los servicios sociales o
religiosos que se ofrezcan entre otros pueden ser algunos de los medios de coacción
utilizados para dicho fin.
Desde el punto de vista ético, no es lícito incluir -jamás- dentro de los castigos que se
apliquen a un internado la supresión de los derechos humanos básicos antes
mencionados. Tampoco deberían suprimirse aquellos procedimientos o acciones que
puedan ser considerados de forma clara y evidente como parte del proceso terapéutico.
Nos referimos, en particular, al caso de que en un hospital se haga "laborterapia", "juegos
terapéuticos", "dinámicas de grupos" o, incluso, inducción de conductas positivas por
procedimientos comportamentales o similares. Suprimir alguna de estas actividades como
forma de castigo, sería dificultar que el enfermo obtenga el objetivo terapéutico,que es lo
que justifica su estancia en el hospital.
En cambio, actividades suplementarias como, mirar televisión, pasear fuera del centro de
internación, comprar bebidas, cigarros o golosinas, o utilizar ciertos objetos prescindibles
(como radio, magnetofón, etc.) podrían usarse en determinadas circunstancias como para
estimular conductas constructivas dentro de la convivencia hospitalaria.
De todas formas, no basta con restringir el tipo de actividades u objetos que puedan ser
incluidos como castigos "aceptables", puesto que, aún las actividades más inocentes,
pueden convertirse en los castigos más inhumanos, según sean las circunstancias. Es
imprescindible que el tipo de conductas que se premian o refuerzan y las que se castigan
o no refuerzan, sean sometidas a la supervisión de un Comité ético en el que también
participen, siempre que sea posible, las familias de los enfermos.
En otro orden de cosas, es mandatorio que el ambiente del paciente sea "saludable y
humano". Con esto queremos decir que sea limpio, seguro, confortable, con adecuada
alimentación y con los servicios médicos necesarios. Es también un derecho del paciente
poder recibir visitantes con razonable privacidad, así como comunicarse con amigos y
familiares de forma accesible y fácil, por carta o teléfono. El ejercicio físico y la recreación
deben estar disponibles a los pacientes, así como las facilidades para practicar la religión
que desee. Creemos que en general cada paciente tiene derecho a administrar sus
propios recursos económicos a no ser que, en casos particulares, existan razones clínicas
específicas en contra.

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Estamos convencidos que todos estos criterios son sumamente positivos para
salvaguardar la dignidad del internado psiquiátrico y deberían incluirse no sólo entre las
exigencias éticas sino en las legislaciones y reglamentos de salud mental.
Problema especial en la vida intra hospitalaria crea el hecho de la convivencia "mixta"
entre enfermos del sexo femenino y masculino. No hay acuerdo entre los profesionales de
la salud mental con respecto a este punto. Por un lado, la convivencia con personas del
otro sexo, parece favorecer el proceso terapéutico. Por otro lado, puede llevar a la
promiscuidad genital, con los correspondientes problemas creados por enfermos que no
siempre controlan sus sentimientos y su voluntad. Lo que parece más recomendable es
una internación separada por sexos, en el cual hayan oportunidades de intercambio social
en determinadas circunstancias supervisadas por el mismo equipo terapéutico. La
promiscuidad genital, aún cuando se puedan controlar los embarazos, parece traer más
trastornos psico-emocionales que ventajas. No obstante hay que decir, que muy poco hay
investigado sobre esto y no se puede establecer todavía, una pauta segura.
2. Tratos que favorecen la independencia. Es necesario una atención diferenciada
de pacientes, especialmente de aquellos que sólo son internados de forma temporal para
tratar sus crisis, a fin de que no se creen dependencias y se favorezca la vuelta a la vida
real. Para esto, es necesario que las mismas condiciones de vida y de convivencia del
hospital, se parezcan lo más posible a las del medio en el que el paciente va a regresar.
Vestimenta, objetos personales, decisiones que no vayan en contra del tratamiento y que
no dañen a los demás, es necesario que estén previstos de forma diferenciada para los
diversos tipos de pacientes. Las grandes instituciones fácilmente caen en el tratamiento
"prototipo" porque eso facilita la administración y la gestión. Desde el punto de vista ético
hay que afirmar que tratar a un paciente internado temporalmente, con el mismo tipo de
medidas que se aplican para el demente o para el esquizofrénico avanzado, es
injustificado y va contra la dignidad de la persona humana.
C. LA DESINSTITUCIONALIZACION FORZOSA O IRRESPONSABLE
Entre las diversas alternativas de asistencia que puede tener un enfermo mental se
encuentra el asilo. Esta es una institución psiquiátrica que permite una supervisión
diferenciada y estructurada para los distintos tipos de pacientes que requieren internación
crónica por motivos sociales o terapéuticos.
Se ha hablado hasta la saciedad de la "inhumanidad" de los asilos, comparándolos a
cárceles "casi medievales". La realidad es bastante diferente y es frecuente ver que las
antiguas instituciones se han adaptado a los modernos tiempos, permitiendo una
internación crónica que sea compatible con grados diversos de libertad y autonomía, así
como de respeto y cariño por los pacientes.
Han sido aquellos casos de instituciones realmente deplorables las que han estimulado
una corriente de opinión psiquiátrica, legal y social que ha tenido como resultado la
desinstitucionalización "forzosa" de los enfermos mentales de dichos asilos para crónicos.
Existen varias causas de la desinstitucionalización que han llevado a disminuir los
casos de enfermos mentales internados en hospitales. La principal razón de esto es la
introducción de los medicamentos psicoactivos, las reiteradas denuncias de insensibilidad
y falta de humanismo en las instituciones hospitalarias, el ascenso en la lucha por los
Derechos Humanos, asi como el motivo financiero; ya que al existir menos hospitalizados

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el Estado gasta menos recursos económicos.


Es importante señalar que cuando se habla de los efectos de la desinstitucionalización,
las distintas poblaciones de enfermos que se han ido dando de alta a lo largo de todos
estos años. Mientras algunos internos llevaban mucho tiempo en el hospital con una vida
estructurada y ordenada otros apenas lo habían estado durante semanas. Es diferente el
paciente que tiene ciertos hábitos ya estructurados, de aquel que no los tiene porque
nunca fue hospitalizado. Ambos tipos de enfermos tienen una adaptación distinta en la
comunidad en la que se insertan. Como bien dice LAMB hay una ambivalencia de parte
de la sociedad. Al mismo tiempo que exige que estos pacientes sean liberados de los
hospitales, no los acoge con alternativas viables y verdaderamente humanizadoras. La
sociedad quiere verse libre de ellos pero no responsabilizarse.
La consecuencia inmediata de la desinstitucionalización forzosa e irresponsable desde el
punto de vista psicoético ha sido el problema de las personas jóvenes o adultas
psiquiátricamente enfermas que deambulan por las calles y duermen a la intemperie, en
las puertas de los edificios o en las estaciones de autobuses. El fenómeno de los
"transeúntes" se está acentuando de forma seria, extendida y escandalosa tanto en los
países desarrollados como en los sub-desarrollados. Una buena parte de ellos, presentan
alucinaciones, delirios, conductas antisociales y otros tipos de trastornos mentales, de
forma que constituyen un gran desafío para la psiquiatría y la psicología actual.
Los pacientes con enefermedades mentales llamados "transeúntes" entre los cuales hay
muchos debidos a causas sociales, económicas y culturales, se incluyen a los alcohólicos.
De esta población de enfermos mentales muchos quedan en el abondono, sin hogares
por algunas políticas forzosas e irresponsables de desinstitucionalización que obtan los
gobiernos, sin un apoyo y seguimiento integral de los equipos terapéuticos. El transeúnte
enfermo mental, en la mayoría de los casos no está en condiciones de proveerse de las
necesidades básicas como comida, alojamiento y vestido. Menos aún, de controlarse
respecto a los medicamentos que necesitan. Muchos de ellos no sólo precisan tratamiento
psiquiátrico sino, aún, tratamiento médico. Infecciones, parásitos de todos los tipos,
enfermedades del aparato circulatorio, diabetes, problemas cardíacos, urinarios y
venéreos, son algunos de los cuadros médicos que están presentes en estos enfermos
ARCE divide a los transeúntes enfermos mentales en tres grupos: 1. los permanentes,
que generalmente tienen diagnóstico de esquizofrenia o son floridamente psicódicos,
sufren adicción, historia de internaciones repetidas y varios tipos de problemas de salud.
2. los episódicos: que generalmente son mas jóvenes que los anteriores y suelen tener
diagnósticos de desorden de personalidad, afectivos o de adicción. 3. los situacionales:
que son los que pasan por un período de marginación y de desequilibrio pero menos
pronunciado y más temporal. Entre todos estos, hay que distinguir, además, los
extremadamente deteriorados desde el punto de vista de sus hábitos de convivencia, de
aquellos otros que conservan hábitos sociales o intelectuales.
Es necesario recurrir a la internación compulsiva de algunos transeúntes por tratarse de
casos que no se pueden cuidar a sí mismos. Lo contrario sería aceptar que estos seres
humanos llegaran progresivamente a las más degradantes formas de vida. Aquí es
cuando vuelve a cobrar importancia el asilo como una institución de permanente
supervisión que tenga, al mismo tiempo, la suficiente flexibilidad como para permitir una

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adecuada dosis de autonomía en los internados. En el asilo el transeúnte enfermo mental


puede verse libre de las tensiones de la vida social, sentirse cuidado desde el punto de
vista físico y psíquico y, simultáneamente, suficientemente autónomo como para
separarse de la convivencia si prefiere un período de soledad o aislamiento. Un asilo, no
necesariamente supone imposibilidad de comunicación y convivencia con el resto de la
sociedad.
Por todo lo expuesto la solución al derecho a una vida digna que tienen los enfermos
mentales crónicos, depende, en parte, de medidas administrativas y legales. Pero
fundamentalmente de la capacidad de las instituciones, de hacer tratamientos
diferenciados, conjuntivos, personalizados, accesibles, flexibles y continuados. Depende,
sobre todo, de que la sociedad organice cómo apoyar a las familias en el logro de la difícil
tarea de ayudar a estos pacientes; y de que creen suficientes alternativas de tratamiento
como para que se evite en la asistencia de este tipo de enfermos, la masificación, el
anonimato, la soledad, el institucionalismo y la dependencia.
Creando centros de tratamientos accesibles y eficaces así como la dotación de psicólogos
ambulantes, se podría llevar a cabo un adecuado seguimiento y supervisión terapéutica
de poblaciones de extrema marginación como los transeúntes enfermos mentales.
Creemos que la oferta terapéutica tiene que ir allí donde frecuenta este tipo de enfermos:
los comedores y albergues. Pero para facilitar toda esta tarea, no solo se necesitan
medidas administrativas que proporcionen de adecuados recursos económicos y
humanos, sino también una apropiada legislación. Y, por sobre todas las cosas, una toma
de conciencia ética por parte de la sociedad, de que "la enfermedad mental no es curable,
pero la indiferencia ante el enfermo mental, sí lo es".

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
França-Tarragó, Omar "Introducción a la Etica Psicológica” Montevideo: Desclée, 1996.
Del Río Sánchez, Carmen. “Guía de ética profesional en psicología clínica”. Ediciones
Pirámide. Grupo Amaya S.A 2005.
Giles, M.V. (2000). Aspectos éticos y legales de la implementación de la psicoterapia a
través de Internet. Ponencia. X Congreso Argentino de Psicología. Rosario. 2000,
Octubre, 26,27 y28

REFERENCIAS WEBGRAFÍAS
http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/3963/1/IPCS%20deontolog%C3%ADa,
%20%C3%A9tica%20y%20ley.pdf
Bados López Arturo. Extraido el 1 de Enero del 2009.11:00 a.m.

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