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Cuenta la historia que cuando en 1553 los indios le mostraron a don Pedro de
Valdivia una batea llena con oro que habían extraído del estero de Quilacoya, éste
exclamó de inmediato: “desde ahora comienzo a ser un señor”. Se daba inicio así a
la legendaria ruta del oro, una ruta que se remonta mucho antes de la llegada de los
conquistadores. Antiguas crónicas señalan que los incas del Perú llegaron hasta las
orillas del gran Biobío, cerca de Hualqui, estableciendo un centro ceremonial en el
cual ocultaron valiosos tesoros. Hoy en día el lugar conserva las huellas de quienes
han intentado desenterrar aquellas riquezas. Un siglo después don Pedro de Valdivia
estableció cerca de allí una encomienda de indios con el fin de explotar las minas
de oro del estero de Quilacoya, pero su muerte interrumpió este breve auge minero.
Más tarde la época del oro se trasladará a Buena Esperanza de Rere, un pueblo de
gran atractivo histórico y por cuyos campos cruzan una infinidad de esteros que
arrastran ricas arenas auríferas que aún son explotadas por los lugareños. La riqueza
acumulada permitió que los jesuitas fundieran a comienzos del siglo XVIII una
campana que contiene gran cantidad de oro y cuyo tamaño, belleza y sonido son
inigualables. Incluso se logró la formación de un banco privado a fines del siglo XIX,
el que alcanzó a emitir billetes.

No obstante las dificultades que afectaron su explotación, la ruta del


oro en la frontera del Biobío ha seguido enriqueciéndose a lo largo de los siglos
con las múltiples historias y tradiciones que se han transmitido de generación en
generación, convirtiéndose en un atractivo desafío por
conocer y valorar nuestro patrimonio regional.

Los escudos de Yumbel y Hualqui, dos históricas ciudades


que jugaron un importante rol en la zona de la frontera del
Bio Bío y en el auge del oro.

La ruta del oro conectaba


Concepción a lo largo de
la ribera norte del gran
Bío Bío con las antiguas
villas de San Juan
Bautista de Hualqui,
Quilacoya, San Rafael de
Talcamávida y Buena
Esperanza de Rere.
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LAS LEYENDAS DEL ORO:

No hay duda que el oro ha sido el metal que más


ha influido en la codicia del hombre y en la historia
de las naciones. La conquista en América y Chile
no estuvo exenta de esta motivación. Eso explica
las innumerables leyendas que surgieron en los
primeros años acerca de la existencia de míticos
lugares repletos del preciado metal como lo fue “El
“Es ésta una ciudad encantada, no dada a
Dorado” en Colombia y “La ciudad de los Césares”
ningún viajero descubrirla.
en la remota Patagonia argentina. Esta última Sola al fin del mundo, la ciudad se hará
provocó un interés inusitado entre las autoridades visible para convencer a los incrédulos de
españolas hasta bien entrado el siglo XVIII. su existencia” - Tradición oral de Chiloé

EL VALOR DEL ORO:

Entre los indígenas prehispánicos el oro sólo tenía valor


como elemento ritual de sus prácticas religiosas. Eso explica
su extrañeza al ver que los españoles fundieran las piezas
para enviarlas a España. En Chile su explotación sólo existió
en la zona centro-norte, precisamente entre los aborígenes
que recibieron la influencia de los incas peruanos. Los
mapuches de la zona del Biobío conocían los metales pero
nunca llegaron a desarrollar técnicas metalúrgicas, es decir,
no trabajaron con ellos.

LOS PRIMEROS TIEMPOS: La caza, la recolección y una


agricultura de subsistencia eran
Uno de los primeros lavaderos de oro que trabajaron los las ocupaciones principales
españoles fueron los del estero de Marga Marga, cuyas de los mapuches. A la llegada
de los españoles conocían los
aguas atraviesan la ciudad de Viña del Mar. Debido a la gran
metales, entre ellos el oro, pero
riqueza de sus arenas, los conquistadores lo bautizaron como no los trabajaban.
“río de las minas”. Su producción comenzó a bajar desde el
siglo XVII, quedando casi abandonadas. Don Benjamín Vicuña
Mackenna recorrió el valle hacia 1877 y se encontró con la
existencia de una faena minera impulsada con vapor. Si bien
en la actualidad aún encontramos personas removiendo las
arenas en busca de oro, su productividad es muy limitada.
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Después de recorrer las serranías de la Cordillera de la Costa, el estero de Marga Marga


atraviesa la hermosa ciudad de Viña del Mar.

Luego de fundar Santiago en 1541, don


Pedro de Valdivia continuó la conquista
hacia la zona del Bio Bío buscando nuevos
yacimientos auríferos. Sin saberlo, la historia
del oro había comenzado mucho antes de
su llegada a la zona. A comienzos del s. XV
el rey Inca Huáscar había enviado tropas
a Chile las que llegaron hasta la ribera del
Biobío en el sector de Quilacoya, cerca de
Extrañas formaciones rocosas del Cerro la actual ciudad de Hualqui, el mismo lugar
de la Costilla donde un siglo más tarde el gobernador
Valdivia descubriría los famosos lavaderos
de oro que comenzó a explotar de inmediato. Una antigua leyenda que aún deambula
entre los lugareños, basada en las crónicas del Padre Diego de Rosales, cuenta que los
incas instalaron un centro ceremonial en uno de los cerros más elevados con el fin de
ofrecer sacrificios a su rey.

EL PUEBLO DE QUILACOYA:

En la actualidad Quilacoya es una pequeña localidad ubicada a orillas del Biobío. Cerca
de allí desemboca el estero homónimo en cuyo curso superior se localizaron los famosos
lavaderos de oro que explotó don Pedro de Valdivia en el siglo XVI. También en sus
proximidades se encuentran los vestigios incásicos del Cerro o Piedra de la Costilla.
Sin embargo, su existencia como pueblo se remonta a la llegada del ferrocarril a fines
del siglo XIX. Hoy es una tranquila comunidad que invita al descanso y disfrute de sus
bellos parajes campestres.
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Estación ferroviaria de Quilacoya. El Puente ferroviario


sosiego es parte del paisaje urbano y rural sobre el río Quilacoya.
de este singular pueblo. El tren “Corto del Laja”
une diariamente al
pueblo con la ciudad
de Concepción.

Un viejo letrero
ferroviario recibe
a los viajeros

Recorrer la ruta del oro nos hace de algún modo regresar en el tiempo.

LEYENDA DEL CERRO O PIEDRA DE LA COSTILLA:

El lugar está constituido por formaciones rocosas de gran tamaño, algunas de las
cuales presentan extraños dibujos. Un cronista del s. XVII señalaba que hacia el año
1425 los incas tuvieron en Quilacoya una fortaleza “… y allí hay siete piedras a
manera de pirámides labradas que fueron puestas por los indios del Perú para hacer
la ceremonia llamada Calpa Inca, que se hacía para la salud del rey cada año…y así
escogían dos niños de edad de 6 años, varón y mujer, y los vestían en traje de inca
y los embriagaban y ligaban juntos, y así ligados y vivos los enterraban, diciendo
que el pecado que su rey hubiese hecho lo pagaban aquellos inocentes en aquel
sacrificio.” (Rosales, Diego de: “Historia General del Reino de Chile”, cap. 2, pág.
339)
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El “Cerro o Piedra de La Costilla” recibe este singular


nombre por la similitud que presentan las piedras
que rodean el paraje con esta parte del cuerpo
humano. Desde remotos tiempos ha sido visitado
por muchos aventureros, la mayoría de ellos
llevados por la ambición de encontrar un tesoro
dejando innumerables excavaciones y señales
sobre las mismas rocas. Se cuenta que en cierta
ocasión uno de estos aventureros intentó mover las
piedras con dinamita, destruyendo de esta forma “Pasaron adelante(los incas) y en Quilacoya
un patrimonio histórico que sin duda guardaba tuvieron otra fortaleza, y allí hay siete
piedras a manera de pirámides labradas
secretos mucho más valiosos que el supuesto que fueron puestas por los indios del Perú
tesoro inca que nunca se ha encontrado. para hacer la ceremonia llamada Calpa
Inca..”(Diego de Rosales)

HUALQUI, PUERTA DE ENTRADA A LA RUTA DEL ORO:


1. Camino a Hualqui, puerta de
entrada a la ruta del oro.
Dumont D’Urville (1838)
2. Hace muchos años una machi
lanzó una maldición contra
Hualqui para que no progresara.
Sin embargo, hoy es una pujante
ciudad que ha sabido conservar la
riqueza de su pasado.
1. 2.

Establecida como fuerte en los inicios de la fronteriza. Hoy en día es una ciudad y comuna
conquista, fue fundada más tarde en el s. de fuertes raíces campesinas que ha sabido
XVIII por el gobernador Amat y Juniet bajo conservar el encanto de sus tradiciones.
el título de villa de San Juan Bautista de Conocidas son sus leyendas “La Maldición
Hualqui, voz mapuche que significa “rodear de la Machi”, “El agua del obispo” , “La casa
o dar la vuelta”. Junto con la ciudad de La embrujada” y “La República independiente
Concepción, se transformó en la puerta de de Hualqui” entre otras tantas historias que
entrada a la ruta del oro durante el proceso nos conducen al fantástico mundo de la
de conquista y colonización de la zona imaginación campesina.

Plaza de Hualqui alfombrada con Hualqui, ciudad en constante La fiesta del choclo es una de las
las hojas de los añosos tilos que la desarrollo que ha sabido armonizar actividades veraniegas de gran
circundan. los tiempos modernos con las atracción en la comuna.
tradiciones que la han caracterizado
por siglos.
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UN VIAJE A LA PIEDRA O CERRO EN BUSCA DEL TESORO DE “LA


DE LA COSTILLA: PIEDRA DE LA COSTILLA”:

Llegar a este lugar lleno de misterios José Lermanda es


es un desafío que vale la pena sortear. un lugareño que
Se puede acceder en vehículo desde vive en Talcamávida,
Hualqui o Quilacoya a través del sector localidad situada a
de la Santa de Piedra recorriendo unos unos 25 kilómetros
cuantos kilómetros de caminos rurales. de Hualqui. Cuando
Hoy el sector es un predio forestal. era un muchacho
Inescrupulosos han intervenido lo que fue contratado por
fue originalmente un sitio de gran José Lermanda asegura unos hombres de
que el lugar posee
interés histórico dejado por los incas una fuerza misteriosa Santiago para que
peruanos en el siglo XV. difícil de entender. los llevara al Cerro o
Piedra de la Costilla.
Según relata Lermanda, en su equipaje
traían mapas y planos muy antiguos y en
sus conversaciones diarias mencionaban
la existencia de una gran cantidad de oro
sepultado bajo las piedras. Cada día se
levantaban muy temprano con la intención
de seguir las sombras que proyectaban
Las excavaciones Las enormes piedras aquellas formaciones en distintas
dan testimonio de la semejan costillas direcciones y luego indicaban el lugar
ambición de muchos humanas, lo que le
visitantes que han
donde debían excavar. Cuenta que estuvo
ha dado el nombre al
pretendido encontrar lugar. trabajando cerca de una semana siguiendo
un tesoro. cada una de las pistas dadas por aquellos
hombres pero no encontró nada. Lo curioso
Un viajero dejó es que al caminar todo el lugar retumbaba
estampada su como si bajo tierra hubiese algún vacío.
visita hacia
1918. Amparado en sus años de experiencia,
asegura que el cerro está maldito y que
mientras más ambición tenga el
hombre que se atreva a buscar ese
tesoro, menos posibilidades tendrá
Misteriosas figuras
talladas en las rocas de encontrarlo.
parecen mirar a los
viajeros como si vigilaran
celosamente algún
tesoro.
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Cerro de la Cruz, en el sector de Chillancito, comuna de Hualqui. Según Depolinares Altamirano


cerca de este lugar se encontrarían las siete cargas de oro de Pedro de Valdivia.

Por su parte, Depolinares Altamirano Soto, un avezado historiador autodidacta de


la zona, sostiene que una leyenda confirma la existencia de un tesoro, precisamente
las siete cargas de oro que Pedro de Valdivia enterró antes de morir, pero que no
estarían allí, sino en un lugar intermedio entre el Cerro de la Costilla y el Cerro de
la Cruz.

LOS CONQUISTADORES LLEGAN A LA FRONTERA DEL BIO BIO:


Un siglo después de la incursión de
las tropas incas, don Pedro de Valdivia
surcaba la orilla norte del Bío Bío en
busca de un lugar donde asentar una
gran ciudad. Funda así La Concepción
del Nuevo Extremo en la actual bahía
de Penco. Corría el año 1550.
La ciudad de La Concepción se
convertía así en un punto estratégico
destinado a proseguir la conquista al
sur del Bio Bio. A pesar de sus escasos
hombres y recursos, el gobernador no Fundación de Concepción en Penco (Diorama Galería de la
Historia – Concepción)
tardó en adentrarse en dichas tierras
y fundar nuevas ciudades y fuertes en medio de una zona que más tarde se convertiría en
un sangriento campo de batalla. Surgen así La Imperial, Valdivia, Villarrica, Angol, Tucapel,
Arauco y Purén. Junto con ello se preocupó de inmediato en buscar lugares donde hubiera
oro en abundancia.
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“…me contó un capitán que entró en nuestra Compañía (de


Jesús) que a media legua de la ciudad de La Concepción hay
una laguna que da el agua a la cintura y que cuando los indios
no tienen qué gastar, envían a sus mujeres a esta laguna y
buscan entre la arena con los dedos de los pies la pepita de
oro y reconociéndola con el tacto se bajan por ella, y sacando
dos o tres pesos de oro no buscan más y se van con Dios y no
vuelven hasta gastar aquello porque no son gente de codicia.”
Rosales, Diego de – Histórica relación del Reino de Chile, cap.
IV, pág. 10)

> Comienza la búsqueda de oro entre los indígenas del Biobío.

DESCUBRIMIENTO DE ORO EN QUILACOYA:

“…se puso cuidado en todas partes en catear la tierra y


descubrir minas de oro, y se hallaron algunas riquísimas,
particularmente en Quilacoya…” (Rosales, Diego de, “Hist.
Gral del Reino de Chile”, p. 470)

> Pedro de Valdivia, Gobernador de Chile entre 1540-1553. Poco


antes de morir logró dar con los riquísimos lavaderos de oro de
Quilacoya.

“…volvieron los emisarios gozosos por


la descubierta que habían hecho y que
demostraban ser muy ricas, principalmente las de Quilacoya, cuya noticia
la celebraron los españoles con demostraciones singulares de alegría.”
(Cordova y Figueroa, Pedro de, “Hist. de Chile”, CHCH, cap. 26, pág. 54)

De inmediato Valdivia se preocupó personalmente de iniciar los trabajos en los
lavaderos acompañado por un contingente de soldados. Según la voluntad del rey,
los conquistadores tenían el derecho de cobrar a todos los indígenas un tributo
que debía ser pagado en dinero, especies o trabajo personal. Como los naturales
no disponían de grandes bienes, entonces fueron obligados a trabajar lavando las
arenas de los ríos en busca de oro.
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Curso inferior del río Quilacoya, a escasos


metros de entregar sus aguas y arenas
auríferas al gran Bío Bío. Curso superior del río Quilacoya

La historia descansa mansamente a orillas


Vista del Bio Bio desde la cuesta de la ruta del oro
de Quilacoya

Las vegas de Quilacoya, lugar donde


supuestamente Valdivia encontró oro.
“Challado” de las arenas del río
Quilacoya en búsqueda del preciado
metal.
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Según Vicuña Mackenna el oro era abundantísimo en


tiempos de Valdivia, el suelo parecía estar cuajado del
precioso metal y aún en los tiempos que escribía (fines
del siglo XIX) lo estaba todavía, salvo que se hallaba
diseminado en moléculas muy diminutas y difíciles de
amalgamar y recoger. Hoy en día cualquier persona que
se aventure por los riachuelos de la zona podrá sin mayor
dificultad sacar oro con las herramientas adecuadas. Sin
embargo, se requiere de paciencia y esfuerzo para hacer Las pepitas encontradas en la
rentable el trabajo. ruta del oro son poco usuales.
Sin embargo, su hallazgo ha
Sin duda que en tiempos de don Pedro de Valdivia había provocado períodos de fiebre
más abundancia de oro, pero además existía suficiente aurífera.
mano de obra indígena para el trabajo en los lavaderos, el
cual se hacía en cierto modo de manera forzada y a muy
bajo costo a través del sistema de encomienda creado por “Lo que puedo decir con
los españoles. verdad de la bondad de
esta tierra es que cuanto
vasallos de V.M. están en
ellas y han visto la Nueva
España, dicen ser mucho
más cantidad de gente
que la de allá: es todo un
pueblo y una sementera
y una mina de oro”
(Carta de P. de valdivia al
rey, Concepción, 25 sept.
De 1551)
Diorama de la Galería de la Historia - Concepción

El número de indígenas y la cantidad de oro que obtuvo Valdivia en Quilacoya es


muy difícil de determinar. El cronista Góngora y Marmolejo hablaba de que en aquel
tiempo había 800 indios sacando oro. Distinta es la visión de don Pedro de Córdova y
Figueroa, quien muchos años después visitó la zona de los lavaderos, señalando que
donde hubo más actividad aurífera fue en Quilacoya “…cuyo dilatado espacio está
trasegado y desentrañado, y bien se ve que aquella fue obra de diez y séis a veinte
mil indios que allí tuvo Valdivia, quienes le pagaban el tributo en oro..”( Ob. Cit. Cap.
16, p. 32)
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Indígenas encomendados lavando las arenas ricas en oro con sus bateas
o challas

El Gobernador quedó extasiado con la riqueza encontrada en Quilacoya. En el siglo XVI el


cronista Góngora y Marmolejo señalaba que en cierta ocasión los indios le trajeron una
batea llena de oro “…este oro le sacaron los indios en breves días. Valdivia habiéndolo
visto no dijo más, según me dijeron los que se hallaban presentes, de estas palabras:
“Desde ahora comienzo a ser señor”.( Góngora y Marmolejo, Alonso: “Hist. de todas las
cosas acaecidas en el gobierno de Chile”, CHCH, pág. 33 y 34)

LA SAL Y EL ORO: El padre jesuita Alonso de Ovalle en su “Histórica relación del Reino
de Chile” escribía durante la primera mitad del s. XVII acerca de la abundancia de oro
que “…la gran riqueza que han sacado los españoles de estas minas es tanta, que oí decir
a mis mayores que en los banquetes y bodas ponían en los saleros en lugar de sal oro
en polvo, y que cuando barrían las casas, hallaban los muchachos pepitas de oro en la
basura lavándolo en las acequia.” (Ob. cit.,cap. IV, pág. 10)

EL TRABAJO EN LOS LAVADEROS: El trabajo que realizaban los indios encomendados


se hacía de manera muy rudimentaria. Las herramientas se reducían a una challa o
batea hecha principalmente de álamo, madera blanda para tallar y además liviana para
el lavado de las arenas durante largas jornadas. Con palas se buscaban los depósitos
auríferos en medio del río y luego se lavaban en la batea a través de movimientos
circulares que permitían eliminar gradualmente las piedras y, debido a su mayor peso,
dejar las pepitas de oro en el fondo.
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En la actualidad el sistema de búsqueda de oro no ha variado mucho. La batea o challa sigue


utilizándose para la búsqueda de lugares apropiados para trabajar. Una vez que se da con arenas
ricas en el preciado metal, se instalan canoas de madera o metal mediante las cuales es posible
lavar mayores volúmenes de material y obtener un mejor rendimiento. En su extremo inferior se
coloca una malla de metal bajo la cual se instala un género que permita capturar las pepitas de
oro al momento de lavar la arena.

La codicia de los conquistadores por Poco o nada


hacer trabajar de manera abusiva a los debía quedar
indios en los lavaderos traía aparejado de ellas y del
otro problema: los constantes intentos fuerte después
de rebelión. Carentes de una legislación, de más de tres
los pobres indígenas eran obligados a siglos de su
trabajar extensas jornadas lavando en sus existencia. Pero
bateas de palo el cascajo de los esteros veamos lo que
“…sin más salario que el látigo y sin más nos relata Vicuña
alimento que un puñado de maíz tostado. Mackenna:
(Vicuña Mackenna, Benjamín – Ob. cit,
pág. 17). Es por eso que en una de las
visitas que realizó el gobernador Valdivia
a los lavaderos, y viendo la gran cantidad Benjamín Vicuña Mackenna, destacado
de indios, mandó hacer un fuerte donde político e historiador chileno.
pudieran estar seguros los españoles que En 1881 publicó “La edad del oro en
cuidaban los trabajos. Chile” , una obra imprescindible para
A fines del s. XIX, Vicuña Mackenna hace quienes deseen profundizar acerca del
referencia a dicho fuerte en una visita que tema.
hicieron unos amigos hacia el año 1879
entusiasmados por las leyendas del oro que
en esa época circulaban y para reconocer
los vestigios de las minas de Quilacoya.
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“En mayo de 1879 algunos de mis amigos del sur…se dirigieron a reconocer los vestigios
de las minas de Quilacoya, y he aquí lo que uno de ellos nos decía en carta de Chillán,
junio 4 de 1879: El estero de Quilacoya nace en la cima de la montaña de la costa
y, después de recorrer cinco leguas por inmensas pendientes y pasar al pié de altos
cerros todos auríferos, desemboca en el Bío Bío. Se tiene evidencia que lo que se llama
vega de Quilacoya está compuesta de arenas auríferas…Hace algún tiempo que a don
Manuel Barragán se le ocurrió hacer un pique en la ribera del río, y a los doce metros
encontró palas gruesas y trabajadas con serrucho, y bajo esas palas, cieno de mal olor.
Este trabajo estaba ubicado frente al fuerte de don Pedro de Valdivia.
Existen todavía los fosos del
fuerte de Valdivia y los perales
que circundaban el castillo. Existe
también el rasgo de un canal que
sacaron sobre los cerros. Y como
para decir a los codiciosos y viajeros
que en aquella tierra también se
muere, existe aún una cruz sobre la
tumba de alguno de los compañeros
del conquistador, conservada por
los moradores de aquella comarca
con respetuoso cuidado” ( Vicuña
Mackenna, Benjamín, “La Edad del
Las Vegas de Quilacoya, lugar donde estuvo
Oro en Chile”, pp. 101-102)
el fuerte del gobernador Valdivia. Debido al paso
En la actualidad no existen los del tiempo y el breve período de explotación,
vestigios aludidos por estos viajeros no existen indicios del lugar en que estuvo el
hace más de un siglo, pero algunas gobernador Pedro de Valdivia.
huellas nos hacen recordar el
esplendor de aquella época dorada. Los lugareños aún sacan oro del lugar del mismo
modo como lo hicieron los viejos conquistadores, es decir, con challas y bateas que ellos
mismos construyen y que en ocasiones suelen ser de metal. Incluso existe un sector
denominado Millahue, que en lengua mapuche significa “lugar de oro”. Una antigua
familia de Hualqui ha sido la propietaria por largos años de vastos sectores donde
supuestamente estuvieron los lavaderos de oro de don Pedro de Valdivia: la familia
Morales. Uno de sus jerarcas ya fallecido encontró unas medidas destinadas a pesar el
oro que se extraía en algún tiempo remoto, además de herramientas trabajadas por los
indígenas.
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Don René Morales y su fiel perro. Medidas destinadas a pesar el oro encontradas cerca de
Hualqui

LA HISTORIA DEL TESORO DE DON PEDRO DE VALDIVIA:


En 1553 el Gobernador acudía a defender
el fuerte de Tucapel desde Concepción.
Hizo un alto en sus lavaderos de Quilacoya
para asegurarse que los que allí trabajaban
no se sumarían a la rebelión. Días después
cruzó el Biobío por el vado de Talcamávida
en dirección a Arauco y Tucapel, donde
encontró finalmente la muerte. La noticia
de este desastre alentó la sublevación a lo
largo de la zona fronteriza provocando el
abandono de los lavaderos de oro.
Luego de su captura Valdivia es torturado. Una de las versiones señala que los indios le dieron a
beber oro derretido como una forma de vengarse de su codicia.

¿Qué pasó entonces con la inmensa riqueza acumulada por don Pedro de
Valdivia en Quilacoya? Benjamín Vicuña Mackenna nos relata que “...después de
la muerte de Valdivia, las opulentísimas minas de Quilacoya, que en un día natural
rendían hasta dos quintales de oro, según lo afirma quien lo viera y lo pesara, fueron
precipitadamente desamparadas y no quedó de ellas más memoria que la de dos botijas
que junto a unos perales enterró uno de los mayordomos de Valdivia al huir, y que
más tarde misterio de encantadores transmutaron de lugar y de sepultura
para hacer perder la huella a los ávidos cristianos.”
¿Hubo realmente un tesoro? No cabe duda que así fue, aunque
Valdivia no pudo disfrutar de él, ni ninguno de sus compañeros pues el
tiempo se encargó de borrar todo indicio acerca de su existencia, pero
no pudo borrar la leyenda que de allí nació. (Espinoza, Luis: “Leyendas y
tradiciones de la República de Hualqui”)
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Don José Orellana ha pasado sus 74 años de vida en


Chillancito, junto al estero de Quilacoya. Vive a un
costado de la ruta del oro. Cuenta que mucha gente
ha ido en busca del tesoro de don Pedro de Valdivia,
el que estaría enterrado en el cerro de La Cruz, pero
hasta el momento nadie lo ha encontrado.

QUILACOYA ¿ TRES ROBLES O TRES MENTIRAS?:


Existen dos versiones derivadas del mapuche para explicar el significado de Quilacoya.
La primera se traduce como “Tres robles”, mientras que la segunda versión indica que
significaría “Tres mentiras” y una antiguo relato lo explica. En cierta oportunidad los
españoles encontraron a los indios que trabajaban en los lavaderos un tanto exaltados.
Para evitar una sublevación y revertir el escaso número de españoles que cuidaban las
faenas, al capitán español se le ocurrió un ingenioso plan. Aprovechando la oscuridad
de la noche y el estado en que se encontraban los indígenas, hizo desfilar en círculo sus
pocos hombres para que hicieran alarde de sus armas y de una supuesta superioridad
numérica. De ese modo cada soldado debía desfilar en tres oportunidades poniendo
cuidado de nos ser descubiertos.
De súbito uno de los indígenas saltó de entre los cuerpos musculosos y sedientos de sus
compañeros y comenzó a gritar: - ¡ Coila, coila, coila...!
Los soldados continuaron desfilando disciplinadamente ignorando los gritos de aquel
indígena mientras se perdían en la oscuridad de los matorrales.
- ¡ Coila, coila, coila...! - insistió poco después y con más energía el indígena, apuntando
en forma amenazante a uno de los soldados de la línea. El resto de los indios hicieron
caso omiso de los gritos de su compañero, cuyas palabras terminaron perdiéndose en la
espesura de la selva araucana.
Nadie se dio cuenta, más que el indio de negros cabellos, acerca del engaño pues entre
las filas españolas se destacaba un soldado calvo que por supuesto no podía pasar
desapercibido, más aún cuando le brillaba el cuero cabelludo cada vez que pasaba ante
las fogatas. El capitán no había considerado esa particularidad que en un momento
dado hizo peligrar su treta. Para fortuna de ellos, el desesperado indígena no logró
alertar a sus compañeros. De este modo los españoles se salvaron “por un pelo” y gracias
a sus “tres mentiras”.
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Uno de los indios se dio cuenta de la mentira,


pero no fue escuchado por sus compañeros
(ilustración libro “Leyendas y tradiciones de la
República de Hualqui”)
Esta historia se conoció y se difundió de
generación en generación, y para muchos
habitantes de Quilacoya ha servido para explicar
el verdadero origen del nombre de su pueblo, es
decir “Tres Mentiras”.(Espinoza, Luis : “Leyendas
y tradiciones de la República de Hualqui”)

CAMINO A LA MONTAÑA DEL TRUENO:


Bordeando la ribera norte del Bio Bio se sigue
una sinuosa ruta que nos lleva a las localidades
de Unihue y Talcamávida. La primera de ellas
es un poblado relativamente nuevo y fue
un asentamiento indígena en tiempos de la
conquista. Su nombre deriva del mapuche y
significa “lugar de camarones”. Actualmente
Siguiendo la ruta del oro nos encontramos
es estación ferroviaria y su gente se dedica
con el“Puente de Fierro”
principalmente a la agricultura y la actividad sobre el río Quilacoya,
forestal.
A escasos kilómetros de Unihue llegamos a
la villa de Talcamávida, voz mapuche que
significa “Montaña del Trueno” (Tralca. Trueno
/ mahuida: montaña). Su origen se remonta
a mucho antes de la llegada de los españoles
pues fue asentamiento de los indios llamados
“Antileo”, quienes se ubicaron a orillas del Bío
Bío. El hallazgo de piedras horadadas y restos
de cerámica dan testimonio de ello.
Unihue forma parte de uno de los pocos
ramales ferroviarios de pasajeros que
aún perduran en Chile. Un pequeño tren
llamado “Corto del Laja” une diariamente
esa localidad con Concepción.

Piedras horadadas pertenecientes a los indios de Talcamávida.


(Colección privada de Depolinares Altamirano Soto)
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Depolinares Altamirano Soto, más conocido


como don Polo, es un amante de la historia de
Talcamávida.Su casa es un verdadero museo
donde guarda una interesante colección de
antigüedades.Una de ellas es esta antigua challa
destinada a sacar oro en los riachuelos de la
zona.

Un enorme tronco petrificado nos recibe a la


entrada de la casa-museo de don Polo.

Parte de la riquísima colección privada de don Depolinares Altamirano Soto en Talcamávida.


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Foto y plano del fuerte de Talcamávida. Se aprecia el foso que rodeaba la fortaleza, único
vestigio existente hoy en día. El sitio es un predio particular

LA LEYENDA DE LAS LAGUNAS DE TALCAMAVIDA Y SANTA JUANA


Junto al pueblo existe una hermosa laguna que es similar a la
existente al otro lado del río en Santa Juana . Una antigua leyenda
nos cuenta que se formaron por el llanto de dos enamorados, la hija
del cacique de Talcamávida y el hijo del cacique de Santa Juana,
cuyas familias se vieron enfrentadas en un combate librado en las
orillas del gran Biobío en una noche de lluvia y grandiosos truenos
y relámpagos.
Al amanecer del otro día se vio la cruenta realidad: casi nadie de los
dos bandos había salvado con vida. El desastre fue total y pavoroso.
Sucumbieron los caciques, sus hijos y los mejores mocetones, además de los dos
jóvenes.
Corrió la fama de lo acontecido por todos los contornos, se hizo célebre el caso y
se transmitió de generación en generación. El cerro recibió desde entonces la
denominación que se extendió a todo el lugar: “TRALCAMAHUIDA”, es decir, “Montaña
del Trueno”, nombre que hasta hoy conserva.
Al día siguiente de aquella trágica noche se dice que aparecieron en Santa Juana y
Talcamávida dos lagunas gemelas que hoy en
día son un gran atractivo para la zona. La
leyenda afirma que se formó con el llanto
de las almas de aquellos que perecieron
esa noche fatal y por el estremecimiento
que sufrió la tierra en aquella tempestad
infernal de truenos, relámpagos, lluvia y
viento, que más que tempestad pareció
acabo de mundo u obra de misteriosos
espíritus araucanos.
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Atardecer en la laguna de Talcamávida. Su verdadero Laguna de Santa Juana llamada Rayenantu,


nombre es Rayencura o “Flor de Piedra” “(Flor dorada)”.
A un costado los españoles construyeron
TALCAMAVIDA Y SU EPOCA DORADA: el fuerte de Santa Juana de Guadalcazar hacia 1626.

Hasta fines del siglo XX, el cruce del Bio Bio desde
Talcamávida a Santa Juana se realizaba diariamente.
Hoy en día sólo es parte del recuerdo.

El vado o paso de Talcamávida era utilizado por los conquistadores para cruzar la frontera del Bio Bio. El 19
de diciembre de 1553 don Pedro de Valdivia pasó por este lugar procedente de las minas de oro de Quilacoya
para ir en auxilio del fuerte de Tucapel donde encontraría la muerte. Al frente se puede divisar las montañas
de Catiray, al pie de las cuales se encuentra la ciudad y fuerte de Santa Juana de Guadalcazar.

BUENA ESPERANZA DE RERE EN LA RUTA DEL


ORO: Dejamos la Montaña del Trueno (Talcamávida)
para adentrarnos en los cerros que nos conducen por un
agreste camino al histórico pueblo de Rere, distante unos
21 kilómetros. A mitad del recorrido, en el sector llamado
Santo Domingo, nos encontramos con el río Gomero, un
1.
pequeño caudal que tiene fama de arrastrar ricas arenas
auríferas.
1. Una pausa en el camino nos permite ensayar el lavado de las arenas del
río Gomero en busca de oro. Durante la época estival las aguas de este río
se tranquilizan y ofrecen las arenas auríferas que han arrastrado durante el
invierno.

2. A orillas de río Gomero, la Sra. María Salas nos muestra 2.


la balanza que utiliza su marido para pesar el oro que
extrae cada temporada del río y que luego vende en
Concepción.
21
LA LEYENDA DE LA CAMPANA DE ORO:
El glorioso pasado religioso del pueblo de Rere muestra obras que por su esplendor
constituyen verdaderas maravillas del arte, como lo es su famosa campana de oro.
Construida en 1721 por los misioneros jesuitas, constituye hoy en día la reliquia
más preciada del pueblo, la que junto a su leyenda, le otorgan un valor
incalculable. No se sabe a ciencia cierta cómo y dónde fue fundida.
Lo más probable es que fuera en el mismo pueblo y aprovechando
los conocimientos que tenían los jesuitas sobre el particular.
La leyenda cuenta que debido a su belleza y sonido, el que puede
escucharse a varios kilómetros a la redonda, las autoridades
eclesiásticas de Concepción intentaron llevársela en más de una
ocasión. Algunas versiones señalan que su destino sería el
campanario de la iglesia de San Sebastián, santo que en ese
entonces ya atraía a miles de peregrinos. Otros señalan que
la intención era llevársela a la catedral de Concepción. Como
quiera que sea, lo más interesante de esta historia fue su
traslado. Debido a su enorme tamaño y peso se dispuso
de un par de yuntas de bueyes. Sin embargo, y debido
a alguna fuerza misteriosa, a medida que las carretas
avanzaban la campana se volvía más pesada. Fue
necesario conseguir más yuntas hasta alcanzar según
las versiones más de cuarenta, pero ni aún así pudieron
sacarla del pueblo. Hubo que dar vuelta y regresarla
a su legítimo lugar. Pero para ello sólo bastó una
yunta. Cuentan que los vecinos la recibieron con gran
alegría y la regresaron de inmediato al campanario.
Y allí permanece hasta el día de hoy, tan hermosa y
formidable como lo ha sido siempre, sin que nadie
se atreva a pensar siquiera en sacarla del pueblo
nuevamente
porque eso
significaría
llevarse el
alma de
Rere.
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Un particular letrero a la entrada de Rere invita a los


turistas a “saborear” la rica historia del pueblo

> Con más de cuarenta yuntas de bueyes fue imposible


sacarla del pueblo. Sin embargo, para regresarla sólo
bastó una.(Detalle mural “Historia de Rere· de Eugenio
Brito, 1981)

EL ORO EN RERE:
Fundado como estancia agrícola hacia
1603 por el gobernador Alonso de Ribera,
con el transcurso de los siglos adquirió
una importancia vital en el proceso de
conquista de la zona de la frontera del Bio
Bio. Prontamente fue convertido en una
misión jesuita, en una fortaleza militar y
en lugar de residencia de los gobernadores
en la época estival. Hacia el siglo XVII una
nueva actividad centrará la atención de Lavado del oro en los riachuelos de Rere. Al
fondo, la campana regresando a su lugar llevada,
la creciente población: la minería del oro. según la leyenda, por una sola yunta de bueyes. (
Refiere el gobernador Amat y Juniet que “… Detalle mural “Historia de Rere” de Eugenio Brito,
Parroquia de Rere, 1981)
por medio de la villa corre un estero pequeño
que le da buen beber, y se origina de la Las famosa mina de don Saturnino
misma quebrada en cuyas arenas tienen los Matamala aún perdura como fiel testimonio
pobres fincado su alimento diurno, porque de la época del oro en Rere. Se ubica en
ocurren por la madrugada a lavarlas y sacar el sector de Las Minas y consta de una
la cantidad de oro que les basta para el estrecha galería de aproximadamente 40
día…y todo el terreno es panadizo de oro metros de largo que se adentra en un cerro
y se saca de todos los arroyos. En tiempos separándose en dos túneles interiores. A un
pasados fue célebre una pepita que se halló costado, una segunda galería yace cubierta
en la hacienda de un minero nombrado por escombros. Hasta hace algunos años
Saturnino Matamala, la cual tenía la figura aún se encontraban indicios de haber sido
de un gallo pequeño.”(27) explotada en época reciente.
23

> Las minas de oro de Matamala. Según


testimonios, fueron explotadas hasta el año
1934, no obstante existir indicios actuales de
que aún se saca material del lugar.
Sector de las Minas en Rere. Cada invierno las lluvias
arrastran las arenas, muchas de ellas ricas en oro.
Durante el siglo XVIII y XIX la extracción del preciado El hallazgo de don Saturnino Matamala hará
metal ocupó un lugar de importancia en la economía entrar a Rere en la famosa Ruta del Oro, ruta
local.
que ya había comenzado a gestarse en el s.
XVI con el descubrimiento por parte de don
Pedro de Valdivia de los famosos lavaderos
de oro de Quilacoya.

A legua y media de
Rere esta la quebrada
llamada Colchagua,
receptáculo de todas
La vegetación y el abandono han sabido resguardar las corridas de los ricos
celosamente la entrada a la mina de oro.
minerales de Matamala
y Rere al decir de
aquellos habitantes,
más ricos que los de
Quilacoya. (Vicuña
Mackena “La edad del
oro en chile”. pág.318 )

Los restos de una antorcha son mudos testigos de Desde esos remotos tiempos de esplendor,
visitas esporádicas.
muchos lugareños han intentado lavar las
arenas auríferas de ríos y esteros con suerte
desigual. Uno de ellos es don Luis Pincheira,
tal vez la única huella viviente de lo que
fuera en su tiempo el buscador de oro.
El peso de los años le dificulta caminar,
pero aún recuerda los tiempos en que
se aventuraba por esteros y quebradas
en busca de los mantos y vetas del
preciado metal.

Al interior, las vetas de oro obligaron a dividir la mina


en dos galerías
24

Sentado sobre un viejo sillón y afirmado en su


antigua challa que usó durante muchos años para
sacar oro en quebradas
y riachuelos, don Luis
Pincheira mantiene
su vista extraviada
en los recuerdos. Hoy
sus sobrinos y nietos
“juegan” a buscar
oro cada verano en
el estero que corre
cerca de su casa en el
sector de Las Minas de
Matamala.

El oro que extraían los lugareños se vendía


usualmente en Concepción y Santiago. Algunos
intermediarios compraban la producción local,
como es el caso de don José Moreno en Rere. Hoy
en día ha dejado de adquirir el preciado metal,
pero aún conserva como recuerdo pequeñas
muestras. Al pesarlas, obtuvimos 46 gramos. Sin
duda que para
don José es un
recuerdo muy
valioso.

Junto a la ruta del oro, una solitaria


tumba descansa desde el año 1914.
Las pestes de antaño obligaban a
enterrar a los afectados lejos del
pueblo de Rere.
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A orillas de la ruta del oro, en el sector de Los Chequenes y


a sólo un kilómetro al este del pueblo de Rere, la Sra. Norma
Montoya Jara ha preservado por generaciones los secretos
de la artesanía en greda. Uno de sus grandes orgullos fue
haber moldeado un copón de greda para el Papa Juan Pablo
II en su visita a Chile en 1987.

EL BANCO DE RERE: La antigua grandeza del pueblo de Rere, basada en gran parte
en la extracción de oro, se verá reflejada en la formación de un banco privado
hacia 1889. No obstante su corta
existencia, fue el fiel reflejo de una
época de gran esplendor.

Billete de veinte pesos del Banco de Rere.


Fueron impresos en Londres, Inglaterra, y hoy
constituyen una valiosa pieza de colección.

En su restaurante “Casa Vieja”, don


Daniel Santelices no sólo ofrece
comida típica sino también parte
de la historia del pueblo.

Las verdaderas vetas de oro de Rere están en su historia y su valioso patrimonio


cultural. Al decir de uno de sus habitantes, el tiempo parece haberse detenido en
el pueblo. Hay algo en Rere que no se puede explicar, sólo se puede sentir.
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Hoy en día la ruta del oro sigue más viva que nunca, pero ella no sólo se sustenta
en la búsqueda de placeres auríferos, sino también en las innumerables tradiciones
que se conservan en cada uno de las localidades y pueblos en los que algún día
pasaron indios y conquistadores en busca del preciado metal que los convirtiera en
verdaderos señores. En cada uno de estos pueblos quedan buscadores de oro que
de tanto en tanto escudriñan las arenas de los riachuelos, vendiendo lo producido
en las joyerías del gran Concepción.

Estero que cruza el pueblo de Rere


y en el cual hasta hace poco se
extraía oro. La tradición cuenta que
antiguamente era tal la abundancia
del metal que muchas gallinas se
tragaban las pepitas que habían en
los patios de las casas guardándolas
en su buche.

Al igual que en Talcamávida, en Rere encontramos a un amante de la historia


del pueblo: don Luis Bermedo. En su casa reúne las antigüedades que ha podido
recuperar durante su vida, como la rueda de carretilla que utilizaban los mineros
del oro a comienzo del s. XX.
27

El museo de Rere nos permite viajar a la época de oro del pueblo. Sin embargo,
tanto en Rere como en otros pueblos de la zona fronteriza las casas-museos
reflejan sin duda el esplendor de una época que intenta sobrevivir al paso
de los siglos y que simbolizan el verdadero tesoro de una ruta que recién
comenzamos a descubrir.

Luis Hernán Espinoza Olivares (Rere, 1963): Profesor de Historia y Ciencias


Sociales, escritor e investigador. Ha publicado “Leyendas y tradiciones de
la República de Hualqui” (1994), “ Rere, antigua grandeza” (1996), “Motel
Caribe”(cuentos, 2000) y “Ojos de Rey Machuca” (novela, 2008). Actualmente
se desempeña como profesor del liceo C-41 “San Juan Bautista de Hualqui”. El
presente trabajo es una síntesis de la investigación “La ruta del oro en la zona
fronteriza del Biobío”, proyecto financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo
Cultural y las Artes 2010.

www.rutaoro.blogspot.com

Diseño e Impresión: Impresora Icaro Ltda.


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