Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
net/publication/263474047
CITATIONS READS
0 308
3 authors, including:
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
Dinámica de los bosques templados. El papel de las malezas y especies introducidas en las comunidades View project
All content following this page was uploaded by Silvia Castillo Argüero on 02 June 2017.
Coordinadores
Silvia Castillo Argüero
Yuriana Martínez Orea
Marco Antonio Romero Romero
ISBN: 978-607-02-8007-8
Introducción ......................................................................................................... 7
En países como México las tierras forestales han sido fuertemente impactadas y ero-
sionadas por la sobreexplotación para la extracción de sus productos, principalmente
fauna nativa y madera. Asimismo, la expansión de ciudades como la Ciudad de México
ha provocado cambios irreversibles en el uso de las tierras forestales, al transformarlas para
uso urbano, lo que reduce las posibilidades de aprovechamiento de recursos naturales
mediante un uso variado y sustentable del suelo (Alarcón-Chaires, 1998).
Estos cambios han causado una gran heterogeneidad ambiental del paisaje natural
que aún rodea a los núcleos urbanos, heterogeneidad de la cual es necesario definir los
factores que la producen (expansión de la mancha urbana, actividades económicas di-
versas y de aprovechamiento no sustentable, etc.), y evaluar las consecuencias biológicas
directas, entre las que destacan: 1) efecto negativo sobre la conservación de la biodiversi-
dad o empobrecimiento biológico, y 2) aumento en las tasas de liberación de carbono a
la atmósfera, principal factor que contribuye al efecto invernadero y al cambio climático
(Lasco y Pulhin, 2000), pero no son las únicas consecuencias de este fenómeno que se
presenta a nivel mundial.
El calentamiento global, o incremento en la temperatura promedio anual de todo
el planeta, aunado a la alteración en los patrones estacionales de lluvias en un paisaje
alterado por la cercanía a núcleos urbanos, son fenómenos mundiales que en conjunto
propician el establecimiento de especies de plantas tolerantes a factores recurrentes, como
el fuego y las actividades humanas, que combinado con una rápida reproducción favorece
el establecimiento de especies de plantas que crecen en sitios perturbados (Delnatte y
Meyer, 2011), y reemplazan o limitan el desarrollo de las originarias del sitio. Aunado a
los disturbios propiciados indirectamente, las prácticas agrícolas como tal han intensifi-
cado la dispersión de especies de otras regiones, lo que puede traer al ecosistema diversos
efectos negativos (Rzedowski y Rzedowski, 2001).
En México se ha reportado que entre el 10 y el 15% de la biodiversidad florística del
país corresponde a especies adaptadas a los ambientes perturbados por el ser humano,
denominadas comúnmente como malezas (Vibrans, 2003), las cuales comparten ciertas
características, como su capacidad para dispersarse para regenerarse, su gran potencial de
colonización, por reproducirse rápidamente y ser dominantes en la vegetación (Baker
1974; GarcCousens y Mortimer 1995; Espinosa-García y Sarukhán 1997). Una teoría
que explica el origen de tal diversidad de las malas hierbas, es que las prácticas agrícolas
tradicionales que han tenido lugar en Latinoamérica, desde épocas prehispánicas, han
contribuido a modificar el ambiente donde se desarrolla esta actividad. Estas prácticas
han permitido que México sea actualmente uno de los principales centros de origen y dis-
tribución de las malezas a nivel mundial, lo que se ve reflejado en la elevada proporción
de malezas que contribuyen a la flora del país; su origen indígena ha sido documentado
principalmente por la domesticación de especies silvestres (Vibrans, 1998).
INTRODUCCIÓN 9
Existe una gran controversia para definir a las malezas, algunos autores separan
como malezas arvenses a las especies que crecen en campos agrícolas, malezas ruderales
a las que crecen en caminos y zonas urbanas, y malezas indicadoras de perturbación las
que se establecen en sitios con recurrentes disturbios antropogénicos (Espinosa-García
y Sarukhán, 1997; Vibrans, 1998; Rzedowski y Rzedowski, 2001).
Todas las categorías de plantas mencionadas son características de comunidades
secundarias (Vibrans, 1998; Villaseñor-Ríos y Espinosa-García, 1998; Rzedowski y
Rzedowski, 2001); adicionalmente, algunas de ellas se consideran como especies noci-
vas para las comunidades primarias, por lo que se les cataloga como bioindicadoras del
impacto negativo al ambiente (Espinosa-García y Sarukhán, 1997; Hill et al., 2002).
La distinción entre las malezas y las que se denominan “invasoras” no es clara y
el manejo indistinto de estos términos ha sido común tanto en el ámbito científico
como en el dominio público (Chacon y Gliessman, 1982), ambos adjetivos han sido
criticados por ser ambiguos (McIntosh, 1986; Peters, 1991) pues a menudo reducen
el entendimiento de su ecología y pueden generar confusión (Binggeli, 1994; Colauti
y MacIssac, 2004). El poco entendimiento de estos conceptos y la falta de elementos
para identificar el papel que juegan estas especies en la dinámica de una comunidad
vegetal indican que es fundamental conocer sus atributos ecológicos, los parámetros
bióticos y abióticos, y el régimen e intensidad de disturbio que incrementa su abun-
dancia y afecta su distribución.
La CRM, en la Delegación Magdalena Contreras, es un área de vocación forestal,
una de las pocas que quedan en la Ciudad de México, con una alta heterogeneidad
ambiental y una gran riqueza específica. Es un sitio constantemente expuesto a distur-
bios naturales y antropogénicos, lo que ha traído como consecuencia una disminución
continua de su área y la alteración constante de su diversidad original, por el aumento
de las especies incluidas en la categoría de malezas.
Este libro presenta información biológica y ecológica de las especies de plantas
conocidas como malezas, que en la literatura científica y de divulgación han sido deno-
minadas por distintos autores como: malezas, arvenses, ruderales, invasoras o especies
de vegetación secundaria, que habitan en los tres tipos de bosque de la CRM; también
proporciona los principales atributos biológicos de estas especies con el fin de entender
su papel en un sistema forestal modificado principalmente por disturbios antropogé-
nicos. Asimismo, en este libro se hace referencia a las especies introducidas, definidas
como aquellas que no tienen un origen mexicano y que se encontraron en la zona de
estudio.
CAPÍTULO I
En particular, los bosques aledaños al valle de México han estado sujetos, des-
de tiempos precolombinos, a desmontes y tala inmoderada, incendios, pastoreo,
contaminación, plagas y enfermedades (Manzanilla, 1974; Rzedowski, 1978; Veláz-
quez, 1994; Alvarado-Rosales y Hernández-Tejeda, 2002; Challenger, 2003; Galicia
y García-Romero, 2007), lo que ha traído como consecuencia una pérdida supe-
rior al 27% de la cobertura de los bosques de coníferas y encinos a nivel nacional
(CONABIO, 2003). Esta institución afirma que en el Distrito Federal y en algunos
estados (Chiapas, Querétaro, Hidalgo y Michoacán), los ecosistemas templados se
encuentran oficialmente más protegidos que en el resto del país. Sin embargo, el
aprovechamiento forestal no sustentable, producto del reparto agrario y el fomento
agropecuario sin planeación a largo plazo, son las presiones más significativas en el
continuo deterioro de estos bosques.
Esta serie de presiones que se han dado a lo largo del tiempo, impiden en la ac-
tualidad precisar la riqueza biológica y las condiciones que tenían estos bosques en su
estado original, antes de la edificación y expansión de la Ciudad de México. Tampoco
había estudios de las especies de plantas favorecidas por los recurrentes disturbios an-
tropogénicos, o si son especies pioneras de los estadios secundarios de la vegetación, lo
que se sabe con certeza es que los cambios en el uso del suelo y las actividades forestales
inadecuadas son las principales causas de la disminución de especies nativas de un bos-
que conservado (Balvanera y Cotler, 2009).
Actualmente, los remanentes de bosques templados se encuentran en las serra-
nías que circundan al valle de México. Las especies que predominan en los estratos
arbóreos son Quercus rugosa Née y Quercus laurina Bonpl. (encinos), en altitudes por
debajo de 2,700 m; en sitios entre 2,700 y 3,200 m domina Abies religiosa (Kunth)
Schltdl. & Cham. (oyamel o abeto), y en los sitios de mayor altitud, entre 3,300 y
3,500 m, destaca la presencia de Pinus hartwegii Lindl. (pino u ocote). Estos bosques
presentan zonas de transición entre ellos, pero en general se localizan en sitios de alta
montaña.
Estos bosques son muy importantes por varias razones, entre las que figuran con-
diciones climáticas y edáficas muy específicas que varían significativamente entre las
localidades donde se distribuyen (Rzedowski, 1978). Estas diferencias también se ven
reflejadas en su composición florística debido a la variabilidad entre tipos y subtipos
climáticos, a la inclinación y orientación de las laderas, al tipo y profundidad de los
suelos, caracterizados como altamente heterogéneos (Challenger y Caballero, 1998;
Ávila-Akerberg, 2002; Santibáñez-Andrade, 2009).
La CRM no está exenta de las presiones antropogénicas (Ávila-Akerberg, 2002).
Históricamente la combinación de las actividades agrícolas, de pastoreo y de extracción
CAPÍTULO I. BOSQUES TEMPLADOS DEL VALLE DE MÉXICO ... 13
forestal desordenada han sido las causas principales de la alarmante reducción de los
bosques templados, ya que además son la base de la economía y alimentación de una
buena parte de los asentamientos humanos que colindan con ellos (Velázquez et al.,
2002). Estas presiones han traído como consecuencia cambios en la composición y
estructura de las comunidades vegetales (Challenger, 2003; Sánchez-González et al.,
2006). Cabe resaltar que la CRM presenta un gradiente altitudinal donde se distribu-
yen los tres principales tipos de bosque de coníferas, cada uno con diferentes grados
de perturbación. Es muy importante lograr un manejo y conservación adecuados para
mantener la variedad y continuidad de los servicios ecosistémicos que provee tanto a la
población aledaña como a toda la Ciudad de México (Figura I.1).
México
Bosque
de
Quercus sp.
Bosque de
Ciudad
Abies religiosa de
México
CRM
Bosque de
Pinus hartwegii
Figura I.1 Ubicación de la cuenca del río Magdalena (CRM) y distribución de los tres tipos
de bosque. En café bosque de Pinus hartwegii, en verde bosque de Abies religiosa, y en amarillo
bosque de Quercus rugosa y Quercus laurina
linda al sureste con la cuenca del río Eslava, al noroeste con las cabeceras de las cuencas
de los ríos Hondo, Mixcoac, Barranca de Guadalupe y San Miguel, y se unen al río
Magdalena en la parte baja, formando el río Churubusco. La superficie de esta cuenca
se extiende sobre una parte de las delegaciones políticas Magdalena Contreras, Álvaro
Obregón, Cuajimalpa y Coyoacán.
La CRM es parte del suelo de conservación de la Ciudad de México y también per-
tenece a la provincia fisiográfica de la Faja Volcánica Transmexicana y a la subprovincia
de lagos y volcanes de Anáhuac. La CRM es una de las que presentan mayor compleji-
dad geológico-estructural, así como diversidad en los tipos y características de las rocas
aflorantes (SMA, 2008; PUEC, 2008).
Como se mencionó, la flora de la CRM está constituida principalmente por tres
tipos de bosque: bosque de pino (Pinus hartwegii), bosque de oyamel (Abies religiosa) y
bosque mixto de pino-encino (Quercus rugosa-Quercus laurina), Figura I.2.
Figura I.2 Cuenca del río Magdalena y las cotas altitudinales de los tres principales tipos de
vegetación.
CAPÍTULO I. BOSQUES TEMPLADOS DEL VALLE DE MÉXICO ... 15
BOSQUE QUERCUS RUGOSA-QUERCUS LAURINA
Los encinares representan uno de los ecosistemas más importantes del país debido a
su amplia distribución y diversidad de especies (Rzedowski, 1978; Reyes y Gama-Cas-
tro, 1995). Generalmente son comunidades vegetales características de zonas monta-
ñosas, se localizan en la Sierra Madre Occidental, Sierra Madre Oriental, Sierra Madre
del Sur y Sierra de Chiapas, así como a lo largo del Eje Neovolcánico Transversal (Reyes
y Gama-Castro, 1995).
Los encinares y los bosques de coníferas constituyen la mayor parte de la cubierta
vegetal de áreas de clima templado y semihúmedo, ocupan casi una quinta parte del
territorio nacional (Rzedowski, 1978; 1991) y presentan una distribución potencial
original de poco más de 20% (Challenger y Caballero, 1998; Semarnat, 2006).
Debido a su amplia distribución estos bosques se ubican entre los tipos de vege-
tación más alterados del país (Rzedowski, 1991; Challenger y Caballero, 1998). La
16 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
deforestación de los encinares alcanzó un máximo durante la primera mitad del siglo
XX, y han sido eliminados de la mayoría de las planicies, colinas o lomeríos. La madera
que se extrajo de estos bosques se utilizó principalmente en la fabricación de muebles
y postes, pero actualmente se utiliza para proveer a la creciente población de material
para construcción y carbón. También se pueden obtener productos no maderables,
como hongos y hierbas, a los que se les da diferentes usos, como alimento, forraje y me-
dicina (Bonfil, 1991; Rzedowski, 1991; Luna-José et al., 2003; Padilla-Gómez, 2007).
Los encinos son importantes para la restauración y el mejoramiento de suelos y es
evidente su relevancia en las interacciones bióticas, puesto que constituyen el hábitat
y alimento de una innumerable cantidad de especies de plantas y animales (Figue-
roa-Rangel y Olvera-Vargas, 2000). Además son muy importantes en el almacena-
miento de carbono, en los ciclos del agua (son participantes activos en la infiltración) y
el oxígeno en la biosfera por su amplia distribución geográfica, tanto a escala mundial
como nacional (Mur-Fugueras, 2003).
Los bosques de Abies religiosa (Kunth) Schltdl. & Cham., también conocidos como
bosques de oyamel, ocupan un lugar importante en la vegetación de México por sus
características fisionómicas, florísticas y ecológicas. Se encuentran restringidos a sitios
de alta montaña, cuyas altitudes varían entre 2,400 y 3,500 m, bajo condiciones climá-
ticas y edáficas muy específicas (Rzedowski, 1978). Este tipo de bosque se encuentra
en el Estado de México, Hidalgo, Puebla, Veracruz, Michoacán, Jalisco, Morelos, Gue-
rrero y Tlaxcala, entre las coordenadas 17° 30´ y 21° 00´ latitud norte y entre 97° 00’ y
104° 00´ longitud oeste, lo que convierte a Abies religiosa en una especie endémica de
la parte centro de la República Mexicana (Manzanilla, 1974).
Los bosques de oyamel, característicos de la zona ecológica templada subhúmeda de
México, presentan mayor extensión en las serranías que circundan a la cuenca del Valle
de México, sobre el eje volcánico transmexicano, donde A. religiosa es la especie domi-
nante (Sánchez-González et al., 2005). Prevalecen en condiciones de relieve accidenta-
do, clima templado húmedo, generalmente sobre suelos profundos, bien drenados, con
alto contenido de materia orgánica (Martini, 1969; Rzedowski, 1978).
El bosque de A. religiosa se establece en una zona que proviene de roca ígnea ex-
trusiva intermedia, de tipo andesitas, dacitas, tobas andesíticas y brechas, producto de
procesos volcánicos y tectónicos que se desarrollaron durante el Terciario Medio hasta
el Plioceno en el Cuaternario (Lugo-Hubp y Jaso-Vega, 1989; Álvarez, 2000). Este
CAPÍTULO I. BOSQUES TEMPLADOS DEL VALLE DE MÉXICO ... 17
Estos bosques de Pinus hartwegii son importantes por su amplia distribución y ade-
más marcan el límite altitudinal arbóreo en la región central del país. Hay que destacar
que los bosques templados de México resguardan el 40% del total de las especies de Pi-
nus a nivel mundial (Iglesias et al., 2006) y el 85% de estas son endémicas (Villers-Ruiz
et al., 1998).
CAPÍTULO I. BOSQUES TEMPLADOS DEL VALLE DE MÉXICO ... 19
bosque, tipo de uso del suelo, apertura de dosel, densidad del bosque y algunos efectos
antropogénicos, como la presencia de pastizal o de campos de cultivo (Pekkarinen
y Tuominen, 2003). Las unidades se separaron y digitalizaron a través de fotografía
aérea georreferenciada y ortocorregida, y se integró a la información digitalizada de
la topografía, geología, edafología, clima y vegetación de la CRM, con un sistema de
información geográfica. A través de este método se lograron identificar 21 unidades
ambientales en la cuenca, de las cuales cuatro corresponden al bosque de Q. rugosa-Q.
laurina (Qu1-4), once al bosque de A. religiosa (Au1-11) y seis al bosque de P. hartwegii
(Pu1-6) (Figura I.6 y Cuadro I.1).
Cuadro I.1. Caracterización de las unidades ambientales de la cuenca del río Magdalena, México. Qu: Uni-
dad bosque de Quercus; Au; Unidad: bosque de Abies; Pu: Unidad bosque de Pinus (según Santibáñez-An-
drade et al., 2015).
Ao/Fh/
Dosel abierto, poco
Pu4 Lit, Lit/ 3,400 - 3,600 98.7 NE/Moderada Pinus hartwegii y pastizal
denso y conservado
Ah y Ah
Ao/Fh/
Dosel abierto, poco
Pu5 Lit, Lit/ 3,400 - 3,700 247.61 NW/Moderada Pinus hartwegii y pastizal
denso y conservado
Ah y Ah
Figura I.6 Localización de los sitios de muestreo (puntos negros) y distribución de las unidades ambientales de los tres tipos
de bosque presentes en la cuenca del río Magdalena, Ciudad de México.
CAPÍTULO II
DEFINICIÓN DE MALEZAS
presencia de caminos y veredas, así como en la proliferación de basura, que delata las
actividades humanas y la poca conciencia ecológica en México.
La riqueza total de especies de plantas vasculares de la cuenca del río Magdalena
registrada hasta el momento es de 543 especies. En este libro se catalogan 279 como
malezas, independientemente de las diferentes denominaciones que los siguientes au-
tores les han adjudicado: Villaseñor-Ríos y Espinosa-García (1998), Espinosa-García
(2000), Rzedowski y Rzedowski (2001), Vibrans (2006-2015), Randall (2002; 2007)
y Reyes-Ronquillo (2014).
200
Malezas
Arvense
178 179 179
180 Ruderal
Vegetación secundaria
160 Cultivos
Indicadora de perturbación
138 Ornamental
140
Total de especies por publicación
Número de especies
120 115
110
100
80
60
40
20
0
CONABIO (2014) Espinoza ySarukhán Reyes-Ronquillo Rzedowski y Rzedowski GCW (2002) Villaseñor y Espinoza
(1997) (20) (2005) (1998)
Figura II.1 Número de especies de malezas en la cuenca del río Magdalena de acuerdo a las
denominaciones utilizadas por diferentes autores.
70
60
Número de especies
50
40
30
20
10
Valerianaceae
Agavaceae
Euphorbiaceae
Geraniaceae
Hipoxidaceae
Fabaceae
Iridaceae
Clethraceae
Cyperaceae
Asteraceae
Poaceae
Cucurbitaceae
Amaryllidaceae
Primulaceae
Apiaceae
Pinaceae
Boraginaceae
Polemoniaceae
Clusiaceae
Linaceae
Lythraceae
Oleaceae
Piperaceae
Resedaceae
Lamiaceae
Brassicaceae
Rosaceae
Polygonaceae
Onagraceae
Solanaceae
Rubiaceae
Crassulaceae
Urticaceae
Buddlejaceae
Oxalidaceae
Aceraceae
Cupressaceae
Plantaginaceae
Papaveraceae
Amaranthaceae
Araliaceae
Loranthaceae
Malvaceae
Pyrolaceae
Verbenaceae
Anthericaceae
Woodsiaceae
Caesalpiniaceae
Caprifoliaceae
Cistaceae
Dennstaedtiaceae
Phytolaccaceae
Portulacaceae
Caryophyllaceae
Scrophulariaceae
Campanulaceae
Commelinaceae
Ranunculaceae
Hydrophyllaceae
Figura II.2 Número de especies de malezas por familia.
INVASIONES BIOLÓGICAS
Cuadro II.1 Definiciones utilizadas para los diferentes tipos de especies de plantas
introducidas o plantas exóticas, modificadas por Richardson (2000).
En México, las prácticas agrícolas utilizadas a partir de las culturas antiguas, han per-
mitido que sea uno de los principales centros de origen de las malezas a nivel mundial,
lo cual se ve reflejado en la elevada proporción de malezas nativas dentro de la flora del
país (Vibrans, 1998).
En 2004, Villaseñor y Espinosa reportaron un total de 2,839 especies de malezas
para el país, donde alrededor del 78% son malezas nativas de México y el resto intro-
ducidas. Se observó que las malezas introducidas son principalmente de distribución
cosmopolita o europea, lo que se puede explicar por la historia de colonización que se
tiene con dicho continente (Villaseñor y Espinosa, 2004).
Es importante conocer el origen y distribución de las malezas como indicadoras de
perturbación, monitoreando los sitios donde se establecen con énfasis en las malezas
introducidas, para prevenir futuras invasiones biólogicas (Castro-Díez et al., 2005).
El presente estudio se llevó a cabo a partir de los muestreos de trabajos florísticos y
de estructura de Santibáñez-Andrade (2009), Pizarro-Hernández (2012) y Castro-Gu-
tiérrez (2013), quienes reportaron las especies de malezas en la cuenca.
Los muestreos de los trabajos citados se basaron en el establecimiento de tres a cinco
parcelas por unidad ambiental, dependiendo de la accesibilidad al sitio. Cada parcela
tuvo un área de 25 x 25 m, y se tomaron datos de cobertura de las copas a los indivi-
duos de más de tres metros de altura. Para la vegetación herbácea, dentro de la parcela
se delimitaron pequeños cuadros, de 3 X 3 m, en las cuatro esquinas de los cuadros
CAPÍTULO III. ORIGEN Y DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE LAS MALEZAS 33
Categoría Distribución
Por otra parte, para conocer la distribución de las malezas dentro de la cuenca, con
los valores de importancia relativa, se elaboró un mapa de distribución mediante siste-
mas de información geográfica, para las malezas con valores de importancia medios y
altos, de acuerdo con la siguiente clasificación propuesta:
Intervalo VIR
Medio > 5 y ≤12
Alto > 12
Las malezas de la cuenca del río Magdalena presentan un patrón de distribución geo-
gráfica similar al reportado para todo el país. Se observó que las malezas de la cuenca
son principalmente restringidas a México y Mesoamérica, y están ampliamente distri-
buidas en América (Figura III.1).
120
100
Número de especies
80
Pinus
60
Quercus
40 Abies
20
Figura III.1 Número de especies de malezas de la CRM por tipo de bosque, de acuerdo a su
distribución biogeográfica. (Amer) americana, (Cosm) cosmopolita, (Mesoam) mesoamericana,
(Neárt) neártica, (Neotr) neotropical, (Pantr) pantrópical, (R. México) restringida a México y
(ND) no determinado.
CAPÍTULO III. ORIGEN Y DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE LAS MALEZAS 35
Se observó que las malezas nativas presentan una distribución casi homogénea en
toda la cuenca. El bosque de Quercus rugosa es el de mayor riqueza específica sin em-
bargo, a lo largo y ancho de los tres tipos de bosque también se observan sitios con
riqueza específica baja, aunque la dominancia de algunas especies es alta, tal es el caso
de las malezas Acaena elogata, Alchemilla procumbens y Salvia mexicana encontradas en
las unidades de Abies religiosa (Reyes-Ronquillo, 2014).
Por otra parte, la distribución de las malezas introducidas se reporta en lugares
cercanos a caminos, asentamientos humanos y de alto grado de perturbación, como las
unidades 1 y 2 de Quercus rugosa (Reyes-Ronquillo, 2014).
El origen biogeográfico de las malezas de la CRM proviene principalmente de la
zona de Mesoamérica y/o están restringidas a México, lo cual ha sido explicado por la
estrecha relación de estas plantas con los campos de cultivo y las prácticas agrícolas de
las culturas prehispánicas asentadas en territorio mexicano, que dieron lugar a la diver-
sificación y gran abundancia de estas plantas (Vibrans, 1998). Por otro lado especies
neárticas, neotropicales y cosmopolitas no fueron las más abundantes, sin embargo son
especies que pueden ser agresivas para las nativas, que corren el riesgo de ser desplaza-
das de su nicho de distribución (Reyes-Ronquillo, 2014).
La mayor abundancia y riqueza de especies de malezas se encuentra en el bosque de
Quercus, fenómeno que sugiere dos cuestiones: la primera es que estos bosques, por su
naturaleza, presentan una gran riqueza y abundancia específica dentro de los estratos
arbustivo y herbáceo (Rzedowski, 2005). También es importante señalar que estos bos-
ques han sido considerados como la zona con mayor perturbación antrópica en el país,
y dado que las malezas se asocian a lugares constantemente perturbados, se ha repor-
tado un patrón de distribución específico asociado a los sitios con mayor concurrencia
humana, senderismo y pastoreo (Reyes-Ronquillo, 2014).
36 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Especies
Acaena elongata Erigeron galeotti Sigesbeckia jorullensis Senecio salignus
Agave atrovirens Eryngium carlinae Stellaria cuspidata Senecio sanguisorbae
Alchemilla procumbens Geranium semanii Penstemon campanulatus Solanum cervantesii
Alchemilla vulcanica Hedera helix Pinus montezumae Solanum nigrescens
Arenaria lanuginosa Iresine diffusa Prunus serotina Urtica dioica
Asplenium monanthes Lactuca serriola Roldana barba-johanis
Baccharis conferta Muhlenbergia quadridentata Salvia microphylla
Bromus carinatus Oenothera rosea Sedum moranense
Bromus catharticus Oxalis corniculata Senecio callosus
Bromus dolichocarpus Salvia mexicana Senecio cinerarioides
Buddleja cordata Sambucus nigrescens
Cirsium ehrenbergii
Clethra mexicana
Cupressus lusitanica
0 0.30.6 1.2
.
1.8 2.4
Kilometers
Figura III.2 Distribución de 40 especies de malezas con valores de importancia relativa medios
y altos en los tres tipos de vegetación de la cuenca del río Magdalena.
CAPÍTULO IV
Forma de
Descripción y ciclo de vida Esquema
crecimiento
El valor de importancia de cada especie en cada una de las tres comunidades estu-
diadas se calculó a partir de las fórmulas que aparecen en el Cuadro IV.3.
Cuadro IV.3 Fórmulas utilizadas para calcular el valor de importancia de cada especie
en la comunidad.
Cobertura
Área basal
Densidad
Frecuencia
42 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
De las 543 especies reportadas para la CRM (Ávila-Akerberg et al., 2008), 279 se
identificaron como malezas (51%), las cuales pertenecen a 58 familias y a 164 géneros.
La familia mejor representada fue Asteraceae (con 69 especies), en segundo lugar la
familia Lamiaceae (18), seguidas de Poaceae (16), Caryophyllaceae (14) y Brassicaceae
(13).
El ciclo de vida más común entre las malezas estudiadas fue el perenne con 203
especies, mientras que 76 especies fueron anuales (Figura IV.1). La dominancia del
ciclo de vida perenne se asocia a una estrategia de las malezas para hacer frente a la
competencia, permanecer en el área y generar constantemente descendencia (Suther-
land, 2004). Asimismo, las especies anuales presentan ventajas adaptativas al asignar
más energía a la producción de semillas, asegurando su continuidad en la comunidad
(Sutherland, 2004; Reyes-Ronquillo, 2014).
1RGHHVSHFLHV
3HUHQQH $QXDO
Figura IV.1 Número de especies por ciclo de vida en las malezas de la CRM.
Respecto a las formas de vida, la más abundante fue hemicriptofita (93 especies),
seguida de terofita (75) y fanerofita (67), mientras que las formas de vida menos repre-
sentadas fueron las criptofitas (24) y camefitas (18) (Figura IV.2).
CAPÍTULO IV ESTRUCTURA Y COMPOSICIÓN DE LAS MALEZAS 43
100
80
No. de especies
60
40
20
0
Hemicriptofita Terofita Fanerofita Criptofita Camefita
Figura IV.2 Número de especies por forma de vida en las malezas de la CRM.
La forma de crecimiento mejor representada fue la herbácea erecta con un total de 201
especies, seguida de los arbustos (30), las hierbas arrosetadas (14) y árboles (12) (Figura
IV.3). El hecho de encontrar numerosas especies herbáceas quizá represente una estrategia
que favorece la presencia de plantas de rápido crecimiento, que les permite una rápida
dispersión con repercusión en una mayor descendencia (Reyes-Ronquillo, 2014). Otra
ventaja que tienen las especies herbáceas es que al no asignar recursos a la producción de te-
jido leñoso les permite destinarlos a otros procesos, como la floración (Sutherland, 2004).
200
180
160
No. de especies
140
120
100
80
60
40
20
0
Hierba Arbusto Hierba Árbol Hierba Hierba Bejuco o
erecta arrosetada postrada rastrera liana
Figura IV.3 Número de especies por forma de crecimiento de las malezas de la CRM.
44 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
180
160
140
No. de especies
120
100
80
60
40
20
0
Quercus rugosa-laurina Abies religiosa Pinus hartwegii
La Figura IV.5 muestra las 27 especies de malezas de la CRM con los VIR más altos.
En estos datos se aprecia que el valor de importancia relativa más alto es del arbusto
Acaena elongata (>10%), que ha sido reportado como indicadora de perturbación en
ambientes naturales. Asimismo, especies como Solanum cervantesii, Muhlenbergia qua-
dridentata, Alchemilla procumbens, Roldana barba-johannis, Buddleia cordata, Alchemi-
CAPÍTULO IV ESTRUCTURA Y COMPOSICIÓN DE LAS MALEZAS 45
16
14
Valor de importancia (%)
12
10
Figura IV.5 Especies de malezas con los valores de importancia relativa más altos en la CRM.
Las 27 especies (de 92) con los VIR más altos por tipo de bosque se muestran en la
Figura IV.6; se observó que Acaena elongata (>10% del total) es común para los tres ti-
pos de bosque, pero con diferente valor de importancia en cada uno. Como se mencio-
nó, es posible que esta especie sea una indicadora de perturbación, ya que Rzedowski
(1978) la considera parte de la vegetación secundaria en bosques templados. Es posible
que su gran abundancia no sea en sí misma algo negativo, pero puede representar una
amenaza potencial para el mantenimiento de la biodiversidad debido a que al ocupar
diferentes nichos o espacios en cada comunidad, estos ya no estarían disponibles para
las otras especies.
Por su parte, en el bosque de Quercus rugosa-Quercus laurina la especie con ma-
yor VIR fue la maleza nativa Salvia mexicana, pero también destaca la presencia de
Hedera helix, especie utilizada como planta de ornato en jardines (Castro-Gutiérrez,
2013).
46 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
100
80
70
60
50
40
30
20
10
Figura IV.6 Especies de malezas con los valores de importancia más altos en cada tipo de bos-
que dentro de la CRM.
En el bosque de Abies religiosa los VIR más altos correspondieron a Acaena elongata
y Alchemilla procumbens, malezas reportadas en la mayoría de los bosques de Abies en
México, pero también es destacable la presencia de la maleza arbórea Sambucus nigra,
la cual no figura en el listado florístico de especies características de los bosques de Abies
(Sánchez-González, 2004). Por su parte, Atkinson y Atkinson (2002) sugieren que la
presencia de esta maleza arbórea en los bosques mexicanos de oyamel se debe a que se
encuentra a una altitud similar a los bosques europeos, donde también aprovecha los
claros del bosque para establecerse.
En la parte alta de la cuenca, donde se localiza el bosque de Pinus hartwegii, se
observa que los VIR más altos corresponden a especies herbáceas nativas, entre las que
sobresale Muhlenbergia quadridentata, típica de zacatonales alpinos de alta montaña
(Rzedowski y Rzedowski, 2001).
La riqueza y el valor de importancia de las especies de malezas en los bosques de
la CRM permiten definir unidades ambientales con diferente grado de conservación
o perturbación. En la Figura IV.7 se muestra la ordenación del análisis de correspon-
dencia corregida; en esta gráfica se observan los tres conjuntos de unidades ambientales
por tipo de vegetación. Estas unidades ambientales se distinguieron entre sí por su
composición, donde las más cercanas son más parecidas en relación con las especies
encontradas en ellas. En el bosque de Quercus rugosa-Q. laurina las unidades Q1 y
Q2 tuvieron un bajo grado de conservación ya que se encuentran cuatro especies de
CAPÍTULO IV ESTRUCTURA Y COMPOSICIÓN DE LAS MALEZAS 47
malezas con alto valor de importancia (Salvia mexicana, Sedum moranensis, Buddleia
cordata y Hedera helix), mientras que las unidades Q3 y Q4 fueron las unidades mejor
conservadas. Cabe mencionar que algunas malezas presentes en este bosque ya se han
reportado como integrantes de las comunidades de bosques templados en el norte
del país, como Achillea millefolium, Arenaria lanuginosa, Bromus carinatus, Geranium
seemanii, Oenothera rosea y Solanum nigrescens, además de algunas especies no nativas,
como Asplenium monanthes y Taraxacum officinale (Encina et al., 2009).
Eje 2 = 0.35
Sen-tol
Cle-mex Bid-odo
Lig-jap Lop-rac
Bro-cat Sti-ich
Arc-ser
Hed-hel Mel-rep
Cas-ten Cle-dio
Muh-mac Lin-usi
Hel-glo Cup-lus Tri-spi
Sed-mor Car-hir Are-lyc
Pol-mex
Sal-mex Bro-car Sal-mic
Sen-sal Ste-ova
Gna-ame Phy-che
Bid-tri Pha-pla Muh-qua Are-rep
Bud-cor Q2
Mon-fru Q4 Ery-car Are-bou
Q3 Bro-dol
P2
Phy-ico Sal-ges Pla-niv
Hyp-sil Q1 Sta-coc Ste-inc
Sal-pru P3
Did-flo Gna-sem
Gal-mex Bac-con Ach-mil
Aga-atr Val-cle Pen-gen
Piq-tri
A1 P5 P6
Pac-san
Tar-off Eje 1 = 0.79
Spo-ind A5 Zep-car Aca-elo P1 Alch-vul P4 Pen-cam
Sen-cal
Sol-cer Son-ole Sen-cin Oxa-cor
Urt-dio Pru-ser A10
A2 A9 Eri-gal
Loe-mex A4 Cir-ehr
A3 A11 Arc-vag
A6 Lac-ser Pru-vul
Sig-jor Oen-ros
A7 A8 Pla-maj
Are-lan Rol-bar
Ire-dif Alch-pro
Ger-see Fra-mexPin-mon
Ste-cus
Sen-san
Sam-nig
Syc-dep
Sol-nig
Gna-ino
Myo-syl
Tri-ama
Figura IV.7 Análisis de ordenación donde se observa la distribución de las especies de malezas
en relación con las unidades ambientales de los tres tipos de vegetación. Se señalan solo las
especies más representativas. Eigen valores; eje 1 (0.79) y eje 2 (0.59).
asociado a su relativa accesibilidad y proximidad al río, por lo tanto hay más presiones
antropogénicas que en el resto de las unidades ambientales estudiadas. Las unidades
más conservadas de este bosque fueron A1, A3 y A4, ya que encontramos una menor
presencia de malezas. Sánchez-González (2004) menciona que el bosque de Abies re-
ligiosa en la Faja Volcánica Transmexicana (FVT) presenta valores similares de riqueza
y composición a los reportados en este trabajo, además del registro de las mismas es-
pecies características. Comparativamente, las unidades ambientales de Pinus hartwegii
que estudiamos fueron las más conservadas, a diferencia de las de Quercus spp. y Abies
religiosa.
Finalmente, la presencia de algunas malezas en la CRM también se puede explicar
con base en los atributos morfológicos y ecológicos que les permiten establecerse y
permanecer bajo condiciones de disturbio (Moloney y Levin, 1996). Caracterizar la
estructura y la composición de estas comunidades puede servir como indicador del
estado de conservación, por lo que la presencia de especies de malezas, nativas o intro-
ducidas, indica que el hábitat ha sido modificado, y como consecuencia puede haber
una pérdida de la diversidad nativa, permitiendo así la diferenciación entre sitios con-
servados y sitios con algún grado de disturbio (Stenhouse, 2004).
CAPÍTULO V
Leticia Bonilla Valencia, Edgar Tonathiu Díaz López, Karla Berenice Franco Reyes,
Brenda Utrera Salgado y Claudia Pineda Romero
producen flores en masa o muy abundantes, mientras que las especies con flores de lar-
ga duración producen pocas flores. Gentry (1974) describió cuatro tipos de patrones:
1) estado estable: flores durante la mayor parte del año en pequeñas proporciones; 2)
cornucopia: producción de muchas flores gran parte del año; 3) “big bang” o floración
masiva: alta sincronización en la producción de flores a nivel individual y poblacional,
con periodos de floración muy cortos cada año; 4) floración múltiple: se presentan
numerosos periodos de floración cortos, distribuidos a lo largo del año.
Los patrones de floración y fructificación entre especies arbóreas y herbáceas están
bien delimitados en los bosques templados y tropicales (Gentry 1974, Cortés-Flores et
al., 2013). En los boques templados de México se ha encontrado que la fenología re-
productiva varía de acuerdo con la forma de vida; las especies arbóreas y arbustivas flo-
recen y fructifican principalmente en la temporada de secas, y las herbáceas presentan
estructuras reproductivas en la época de lluvias (Ramírez-García y Nepomuceno-Mar-
tínez, 1986; Bello-Gonzáles, 1994; Cornejo-Tenorio e Ibarra-Manríquez, 2007; Cor-
tés-Flores et al., 2013). En este sentido, Cortés-Flores et al., (2013) sugieren que las
especies de plantas que habitan los bosques templados de México tienen patrones feno-
lógicos más semejantes a los bosques tropicales que los bosques templados holárticos,
debido a que se relacionan de manera más directa con los cambios de precipitación. Los
bosques templados de México presentan características particulares, que los diferencia
de los bosques templados holárticos. En los bosques templados de México la duración
del día y la noche es practicamente la misma durante todo el año, a diferencia de los
bosques templados de mayor latitud, en donde la duración del día varía en función de
la época del año (Challenger, 2003; Márquez et al., 2013).
Gracias a la posición latitudinal, y por su historia biogeográfica, los bosques templa-
dos de México presentan una alta diversidad biológica (Challenger, 2003). Sin embar-
go, actualmente son deteriorados por disturbios antrópicos como el pastoreo extensivo
y el desmonte. En este sentido, el bosque templado de Abies religiosa de la cuenca del
río Magdalena (CRM), debido a su cercanía con la zona metropolitana de la Ciudad
de México, actualmente es deteriorado por la acción de disturbios antropogénicos (Al-
meida-Leñero et al., 2007; Santibáñez-Andrade, 2009).
Las zonas naturales y seminaturales que presentan disturbios antropogénicos, como
el bosque de Abies religiosa de la CRM, pueden ser fácilmente colonizadas por malezas,
que se destacan por sus patrones de floración y fructificación asincrónicos, síndromes
de polinización con auto compatibilidad no completa, polinización cruzada no espe-
cializada, producción continua de semillas, alta longevidad de semillas, germinación en
52 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
(1985), en la cual en una escala del 1 al 5 se estima el porcentaje de flores y frutos con
respecto al total de ramas (Cuadro 1). Dicha escala se aplicó observando las ramas en cada
individuo. Por ejemplo, el 1 significa que hasta el 10% de las ramas presentan estructuras
reproductivas, el 2 representa que desde el 11 hasta el 25% presentan estas estructuras, etc.
Asimismo, con base en los datos de malezas de México publicados en CONABIO (2014),
se determinó su estatus de maleza y se organizaron las especies de acuerdo con su periodo
de floración y fructificación.
El bosque de A. religiosa de la CRM presenta un clima templado subhúmedo C (w2)
(w) b (i’) (García, 1978; Álvarez, 2000). Con base en las estaciones meteorológicas cerca-
nas, se reporta que la temporada de lluvias se presenta en verano, con una precipitación
anual de 950 a 1,300 mm. La temperatura media anual oscila alrededor de 11°C, el pe-
riodo más frío es de noviembre a diciembre y el más cálido de marzo a septiembre (Do-
bler-Morales, 2010) (Figura V.1).
Cuadro V.1 Escala fenológica propuesta por Fournier y Charpantier (1974), modifica-
da por Carabias-Lillo y Guevara-Sada (1985).
0 Ausencia de la característica
180 25
Precipitación
160 Temperatura
20
140
Precipitación (mm)
Temperatura (°C)
120
15
100
80
10
60
40
5
20
0 0
ene feb mar abr may jun jul agos sep oct nov dic
Figura V.1 Climograma obtenido a partir de los datos de la estación meteorológica Desviación
Alta al Pedregal (19° 18’ 00’’ N, 99° 14’ 00’’ O, a una altitud de 2,470 m s.n.m., en el periodo
de 1967-2000) y de la estación meteorológica Monte Alegre (19° 13’ 00’’ N, 99° 17’ 00’’ O, a
una altitud de 3,450 m s.n.m., en el periodo de 1967-1987). Ambas estaciones se encuentran
dentro de la delegación Magdalena Contreras (Delgadillo- Durán, 2011)
60 250
flores
50
200
Precipitación (mm)
40
Flores (%)
150
30
100
20
50
10
0 0
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct nov dic
Figura V.2 Patrón de floración y precipitación de las malezas en el bosque templado de Abies
religiosa de la CRM.
80 250
frutos
70
200
60
Precipitación (mm)
50
150
Frutos (%)
40
100
30
20
50
10
0 0
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct nov dic
semilla está protegida por el pericarpio sin estar adherida a tal estructura; si es una
baya, puede ser un fruto apetitoso para varios dispersores animales; y si es una drupa,
el endocarpio protegerá más fuertemente la semilla de factores externos estresantes
(Márquez-Guzmán et al., 2013). Además, en cuanto a la forma del fruto, pueden pre-
sentarse ganchos, pelos o sustancias pegajosas (Pérez y Rodríguez, 1989) que ayuden
a su adherencia al vector de dispersión. De acuerdo con los grupos formados por la
temporalidad de frutos, se observa que el grupo uno fructificó únicamente en la época
seca del año, de enero a marzo (Cuadro 3), y las dos especies que integran este grupo
son hierbas erectas; con respecto a su origen, Bromus carinatus es nativa con fruto en
cariopsis y Urtica urens es introducida con fruto en forma de aquenio, ambos tipos de
frutos presentan estructuras que facilitan su germinación en temporadas secas del año.
Figura V.4 Flor madura de Salvia gesneriflora en el bosque de Abies religiosa de la cuenca del río
Magdalena, Distrito Federal.
Los grupos dos y tres presentaron frutos durante la época de mayor precipitación, de
abril a octubre (Cuadro V.3); las especies que integran este grupo son de origen nativo
y la mayoría son hierbas erectas, con fruto tipo aquenio, esquizocarpo o baya. Para las
especies herbáceas de los bosques templados de México, se ha encontrado que las fases
de floración se relacionan directamente con la estacionalidad de la precipitación (Cor-
nejo-Tenorio e Ibarra-Manríquez, 2007). Asimismo, la fructificación durante la época
CAPÍTULO V. FENOLOGÍA REPRODUCTIVA DE LAS MALEZAS 59
de lluvias de estas especies se puede explicar por la necesidad de las plantas herbáceas de
obtener recursos hídricos para el desarrollo de frutos (Borchert, 1994).
Los patrones de fructificación extendidos son más comunes entre las plantas del
sotobosque que entre los árboles del dosel (Rathcke y Lacey, 1985). Los grupos cuatro
y cinco, integrados por arbustos con frutos de tipo baya y drupa, se presentaron en
ambas temporadas (Cuadro 3); este tipo de frutos, apetitosos para los dispersores, está
presente gran parte del año, por lo que es un recurso constante para los animales del
bosque.
De todas las especies que conforman los cinco grupos funcionales formados, Acaena
elongata presentó la mayor cantidad de meses en etapa de fructificación, esta especie
presenta aquenios con ganchos que se adhieren fácilmente a la piel de los animales y
por lo tanto es capaz de dispersase a grandes distancias; asimismo, presenta requeri-
mientos de germinación indiferentes a las condiciones de luz y se distribuye amplia-
mente en zonas de borde (Martínez-Camacho, 2015) (Figura V.5)
Figura V.5 Individuo de Acaena elongata en el bosque de Abies religiosa de la cuenca del río
Magdalena, Distrito Federal.
60 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Especie ene feb mar abr may jun jul ago sep oct nov dic
Bidens anthemoides 50
Linum usitatissinum 50
Physalis orizabae 25 50 50
Sigesbeckia jorullensis 75 25 50 25
Archibaccharis serratifolia 25
Plantago major 25
Erigeron galeottii 75 25
Oenothera rosea 50 50
Urtica urens 25 25
Duchesnea indica 50
Erigeron pubescens 50
Arenaria lanuginosa 25 25
Oxalis corniculata 25 25 25
Descurainia impatiens 50 25 50 25
Monotropa uniflora 100 100 100
Salvia mexicana 25 50 25 50
Bromus carinatus 50 25 100
Baccharis conferta 100 50 25 50 25
Sambucus nigra 25 50 50 50 50 50
Senecio callosus 50 25 25 25 50
Acaena elongata 25 50 25 50 25 25
Solanum cervantesii 25 75 75 25 50
Salvia gesneriflora 50 75 25 25 25 25 25 25 25
Roldana barba-johannis 50 25 50 50 25 75 50
Senecio cinerarioides 75 50 25 25 25 25
Salvia microphylla 50 25 25 25 50
Solanum nigrescens 50 25 75 50
Plantago australis 25 75
CAPÍTULO V. FENOLOGÍA REPRODUCTIVA DE LAS MALEZAS 61
Senecio sanguisorbae 50 25 50 25 25 63 25
Physalis chenopodifolia 25 75 25 25 63 25
Geranium seemannii 50 25 100 25 25 25 50
Taraxacum officinale 50 50 75 38 75
6
Grupos 1 2 3 4 5
Especie ene feb mar abr may jun jul ago sep oct nov dic
Bromus carinatus 25 25
Urtica urens 50 25 25
Alchemilla procumbens 75
Salvia microphylla 50 25
Roldana barba-johannis 50 25
Physalis chenopodifolia 50 25
Salvia mexicana 50
Solanum nigrescens 25 50 50
Archibaccharis serratifolia 62
Plantago australis 50
Physalis orizabae 50 50 50 50 50
Sambucus nigra 25 50 75 75
Salvia gesneriflora 25 50 50 25
Geranium seemanii 25 75 75 50 25 25
Acaena 25 25 75 50 25 50 25 50 75 49
Solanum 50 25 25 75 25 25 25 50
Senecio 50 75 25 25
Grupos 1 2 3 4 5
62 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
El establecimiento de las malezas depende de los factores ambientales que pueden favo-
recer el desarrollo de estructuras reproductivas. Para conocer la relación de los factores
ambientales con la temporalidad
de floración y fructificación de la
maleza arbórea Sambucus nigra (Fi-
gura V.6), durante el año 2013 se
marcaron 103 individuos en siete
parcelas de 25 x 25 m, con 20 m
de distancia entre ellas. A cada in-
dividuo se le registró el porcentaje
de flores y frutos, de acuerdo a la
escala de Fournier y Charpentier
(1975) (Cuadro V.1) previamente
explicada. Además, durante todo el
año de estudio, en el sitio se regis-
traron las variables de temperatura
(ºC), cantidad de luz (FSG factor
de sitio global) medida como el
porcentaje de transmisión de luz
total en moles, humedad del sue-
lo (%) y las propiedades químicas
de suelo, como la concentración de
nitrógeno (%), potasio (Meq/ 100
mg), fósforo (mg/Kg) y materia or-
gánica (%).
Con los porcentajes de flores y
frutos, y las variables ambientales,
se realizó un Análisis de Corres-
pondencia Canónica (CCA) para
conocer la relación de estos facto-
res ambientales con la fenología re-
productiva de Sambucus nigra; los Figura V.6 Individuos de Sambucus nigra en el bosque
resultados de este estudio se agru- de Abies religiosa de la cuenca del río Magdalena, Dis-
paron en tres grupos microambien- trito Federal.
CAPÍTULO V. FENOLOGÍA REPRODUCTIVA DE LAS MALEZAS 63
Eje2= 28.3
P7
Grupo 1
P4
N
MO
P Grupo 3
P1 P3
Humll Flmase Frjoll
Flmall Fljose
Eje1= 50.9
P6 Frmall Fljoll
FSGll
Frjose Frmase
FSGse
P5
Grupo 2
P2
SEMILLAS Y FRUTOS
indehiscentes, como las cariopsis, aquenios y sámaras, no se abren para liberar semillas
(Mauseth, 1998); la dispersión de este tipo de frutos es más diversa, ya que pueden
intervenir diferentes vectores, animales (bióticos) y/o ambientales (abióticos).
de tamaño pequeño (< 0.5 mm), como las de las familias Cyperaceae y Orchidaceae, se
les asigna el síndrome de dispersión denominado “esporocoria”. Aquellas diásporas de
poco grosor (de forma aplanada), como las de la familia Agavaceae, son categorizadas
como “ascocoras”. Cuando la unidad de dispersión tiene una cubierta papirácea, y
además es pequeña, como en semillas/frutos de algunas especies de la familia Amaran-
thaceae, se trata de diásporas “sacocoras” (Cuadro VI.1).
Las diásporas pogonocoras y pterocoras son dispersadas por el viento, por lo que la
anemocoria es su vector de dispersión, siguiendo la clasificación de van der Pijl (1982).
Las diásporas esporocoras, ascocoras y sacocoras, aunque no poseen apéndices o es-
tructuras que evidencien su dispersión por viento, también son anemócoras, pues su
pequeño tamaño, peso y/o grosor permite que sean movidas por dicho agente (Herrera,
2014) (Cuadro VI.1). Obviamente, las distancias de dispersión y los destinos de las
diásporas dispersadas por viento dependerán de su velocidad y dirección, así como de
la altura de la planta madre a la que se encuentren (Tackenberg et al., 2003). Algunas
estructuras pilosas o aladas funcionan para permitir también la flotación de las diáspo-
ras y por ende su movimiento a través de un cuerpo de agua, asociándolas a un vector
hidrocoro de dispersión, el cual es más común para plantas de zonas costeras que para
las de otros hábitats, considerándose para estas últimas como menos frecuente o im-
portante (Herrera, 2014).
Si las diásporas tienen una pulpa o cubierta carnosa, o un arilo, su síndrome se
denomina sarcocoria y se dispersan por endozoocoria; es decir, que son ingeridas y dis-
persadas cuando son defecadas o regurgitadas por algún vector animal, ya sean aves (or-
nitocoria), mamíferos (mamalocoria) o reptiles (saurocoria) (Domínguez et al., 2006)
(Cuadro VI.1). Estructuras como los elaiosomas se relacionan con la mirmecocoria
(dispersión por hormigas) (Manzaneda et al., 2005).
Hay tres criterios que permiten analizar los efectos de la ingesta de semillas y frutos
por animales en el éxito de la dispersión de las plantas: 1) legitimidad: consiste en que
las semillas, después de ser ingeridas, son regurgitadas o defecadas (liberadas en las
excretas de los animales) sanas y viables; 2) eficiencia: se relaciona con el transporte de
la semilla intacta a un lugar donde la germinación y el establecimiento sean asegurados
o más probables y 3) efectividad: cuando el agente dispersor es el responsable de una
importante proporción de plántulas reclutadas. Los animales pueden dispersar las es-
tructuras carnosas que contienen a las semillas a través de su ingestión inmediata en la
fuente del alimento y de la subsecuente digestión (regurgitadas o defecadas posterior
a la ingesta en otros sitios), o a través de la remoción intencional de los frutos a otros
sitios con la intención de ingerirlos posteriormente, ya sea completos o una parte de
ellos (Cousens et al., 1991; Rees et al., 2000; Herrera, 2014).
CAPÍTULO VI. DISPERSIÓN DE LAS MALEZAS 69
La dispersión por endozoocoria implica dos variantes, una es que las diásporas inge-
ridas forman parte de la dieta del animal que se alimenta de ellas y la otra ocurre cuan-
do el animal ingiere frutos/semillas de plantas que no forman parte de su dieta, sino
que al “forrajearlas” o alimentarse del follaje de las plantas se ingieren accidentalmente
sus frutos/semillas y así son dispersadas colateralmente.
La zoocoria también ocurre a través de mecanismos que no involucran la ingesta
de la diáspora. Por ejemplo, las diásporas de algunas especies de la familia Asteraceae,
Fabaceae y Rosaceae, entre otras, tienen estructuras especializadas a manera de ganchos
rígidos o espinas, que de acuerdo con la clasificación de Dansereau y Lems (1957) se
les asigna un síndrome de dispersión denominado “acantocoria”. Por otra parte, la
“ixocoria” es un síndrome en el cual las diásporas presentan una superficie con resina
pegajosa, como el caso de algunas especies de las familias Asteraceae y Plumbaginaceae
(Vibrans, 1999). Ambos tipos de diáspora se dispersan por lo general a través de un
vector biótico, denominado ecto o exozoocoria de acuerdo con van der Pijl (1982),
donde las diásporas se adhieren al pelaje y/o plumaje de los animales, incluso a la ropa
y zapatos de personas, o a la maquinaria agrícola (Müller et al., 2008) (Cuadro VI.1).
Las especies que producen diásporas grandes y pesadas son “barocoras” como pri-
mer síndrome de dispersión; es decir, las diásporas caen al suelo por gravedad, y en
este primer movimiento no se dispersan lejos de la planta madre. Cabe aclarar que el
término de barocoria es utilizado en ambas clasificaciones de síndromes y vectores de
dispersión (Cuadro VI.1). Algunas diásporas con estas características pueden ser remo-
vidas posteriormente por algún vector zoocoro, como es el caso de las bellotas de los
encinos (familia Fagaceae), cuya dispersión no ocurre únicamente por un solo movi-
miento, sino por movimientos subsecuentes producidos por vectores zoocoros que las
llevan a sitios de almacenamiento donde no siempre son consumidas. Este último tipo
de dispersión es llamado “sinzoocoria” (Herrera, 2014).
Otras especies presentan “balocoria” (Dansereau y Lems, 1957), propio de las diás-
poras que son expulsadas de la planta madre por movimientos fuertes y frutos que,
a manera de cápsulas explosivas, las lanzan a una distancia suficiente para no crecer
bajo su sombra. Esta dispersión puede involucrar cambios en la turgencia del tejido
materno y en la humedad del ambiente, mecanismo al cual también se le denomina
autocoria (van der Pijl, 1982). Otros agentes externos, como la lluvia y/o animales,
pueden causar el movimiento de los frutos que contienen a las semillas y provocar así
su dispersión (Herrera, 2014). Este síndrome está presente en algunas especies de las
familias Geraniaceae y Viscaceae (Cuadro VI.1).
A las diásporas mayores a 3 mm de longitud, y que carecen de cualquier estructura
morfológica evidente para relacionarla con un agente o vector de dispersión específico,
70 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Características
Síndrome Familias Vector
morfológicas
Baja densidad y
Ascocoria Agavaceae Anemocoria
espesor (< 0.5 mm)
Expulsadas de
la planta madre
con movimientos
Balocoria Geraniaceae Autocoria
producidos
por cambios de
turgencia
Fabaceae,
Grandes y pesadas
Barocoria Fagaceae, Barocoria
(> 4 mm)
Lamiaceae
Sin estructuras
especializadas para Asteraceace,
Esclerocoria Barocoria
la dispersión (< 3 Lamiaceae
mm)
CAPÍTULO VI. DISPERSIÓN DE LAS MALEZAS 71
Características
Síndrome Familias Vector
morfológicas
Apéndices Asclepiadaceae,
Pogonocoria Anemocoria
plumosos o pilosos Asteraceae
Asteraceae,
Pterocoria Estructuras aladas Anemocoria
Bignoniaceae
Pequeñas (<2mm)
Sacocoria y cubiertas Poaceae Anemocoria
papiráceas
ECOLOGÍA DE LA DISPERSIÓN
se piensa que su influencia es importante para la adecuación de las especies, ya que de-
termina los sitios donde germinarán sus semillas y se establecerán las plántulas. Hay una
estrecha relación entre el proceso de dispersión dirigida y los denominados “sitios segu-
ros”, aquellos donde las diásporas arriban y encuentran las condiciones microambientales
que aseguran su germinación y establecimiento, convirtiéndose en una de las ventajas de
la dispersión; de esta manera, el patrón de dispersión se verá reflejado en la distribución
de los individuos adultos (Howe y Smallwood, 1982; Schupp et al., 2010). Asimismo,
la dispersión confiere diferentes ventajas a las diásporas; por ejemplo el escape a una alta
mortalidad causada por factores denso-dependientes presentes cerca de los coespecíficos
(Howe y Smallwood, 1982), entre los cuales figuran la depredación, el riesgo de endoga-
mia y la competencia durante la colonización, etc. Cabe aclarar que estas ventajas no son
mutuamente excluyentes y pueden presentarse en forma simultánea.
En el caso de las semillas dispersadas por vertebrados, después de ser ingeridas y
regurgitadas o defecadas, los incrementos en la velocidad y en el porcentaje de germi-
nación representan las mayores ventajas, aunque esto depende tanto de la especie de
planta como del animal involucrado (Janzen, 1988; Willson et al., 1990).
La dispersión tiene efectos sobre la estructura y el ensamblaje de las comunidades
(Howe y Smallwood, 1982), así como en la sucesión ecológica, por lo que reciente-
mente se ha considerado que la dispersión es un proceso indispensable en el contexto
de la conservación, y su conocimiento en términos de la abundancia y riqueza de diás-
poras de diferentes especies en la lluvia de semillas es útil en la restauración ecológica
(Schupp et al., 2010) ya que, por un lado, la reducción en la dispersión de especies de
estadios sucesionales maduros causada por la fragmentación del hábitat y/o por la dis-
minución de las poblaciones de los dispersores específicos, puede limitar drásticamente
la regeneración natural (Bakker et al., 1996). Por otro lado, en el ámbito del estudio de
la ecología de especies introducidas, algunas consideradas como invasoras, o de las es-
pecies nativas consideradas como indicadoras de perturbación o malezas, el incremento
en la presión de propágulos (diásporas muy abundantes en la lluvia de semillas) y las
ventajas para su dispersión por las características morfológicas y/o la disponibilidad de
vectores, pueden contribuir a que se establezcan exitosamente en ambientes modifica-
dos por disturbios antropogénicos y que lleguen a ser dominantes (Colautti y McIssac,
2004). Por esto, el conocimiento sobre dispersión de plantas aún es limitado, de ma-
nera que resulta imprescindible realizar más estudios sobre la ecología de la dispersión
(Tackenberg et al., 2003).
CAPÍTULO VI. DISPERSIÓN DE LAS MALEZAS 73
DISPERSIÓN DE LAS PLANTAS DE LOS BOSQUES TEMPLADOS
En la CRM el 58% del total de especies de malezas se dispersa a través de los frutos,
mientras que el 42% restante se dispersa solo por medio de las semillas.
El comportamiento malezoide de muchas especies de la familia Asteraceae coincide
con los tipos de frutos más abundantes: los aquenios (35%), seguido por las cápsulas
(30%) (Figura VI.1).
74 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
40
30
Especies (%)
20
10
Figura VI.1 Porcentaje de especies de malezas por tipo de fruto en el bosque templado de la
cuenca del río Magdalena (CRM).
Las diásporas esporocoras, que ocuparon la tercera categoría más abundante (Figura
VI.2), no muestran apéndices especializados para su dispersión, pues su tamaño peque-
ño (menor a 3 mm de longitud) permite que sean dispersadas por anemocoria. En este
trabajo 21 familias de malezas presentaron diásporas con este síndrome de dispersión,
el mayor número de especies pertenece a las familias Brassicaceae (5), Scrophulariaceae
(5) y Asteraceae (4).
De las diásporas sacocoras, que tienen una cubierta papirácea, se encontraron solo
cuatro especies de malezas; una de ellas tiene como vector asociado a la anemocoria, pues
su diáspora es pequeña y ligera; dicha especie corresponde a la familia Poaceae, y el sín-
drome solo fue representado por menos del 2% de las especies de malezas (Figura VI.2).
50
40
Especies (%)
30
20
10
Figura VI.2 Porcentaje de especies de malezas del bosque templado de la cuenca del río Mag-
dalena por síndrome de dispersión (sensu lato Dansereau y Lems, 1957).
50
40
Especies (%)
30
20
10
Figura VI.3 Porcentaje de especies de malezas del bosque templado de la cuenca del río Mag-
dalena (CRM) por vector de dispersión (sensu van der Pijl, 1982).
100
80
Especies (%)
Abies religiosa
60
Pinus hartwegii
40 Quercus rugosa
20
Figura VI.4 Porcentaje de especies de malezas por síndrome de dispersión (sensu Dansereau y Lems,
1957) en cada tipo de vegetación del bosque templado de la cuenca del río Magdalena (CRM).
100
80
terofitas
Especies (%)
hemicriptofitas
60
fanerofitas
40 criptofitas
camefitas
20
Figura VI.5 Porcentajes de especies de malezas de la cuenca del río Magdalena (CRM) y sus
vectores de dispersión (sensu van der Pijl, 1982) por formas de vida.
CAPÍTULO VI. DISPERSIÓN DE LAS MALEZAS 79
DISPERSIÓN DE LAS ESPECIES DE MALEZAS INTRODUCIDAS EN LOS BOSQUES
TEMPLADOS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA (CRM)
El 55% de las especies introducidas tiene frutos como diásporas, mientras que el 45%
restante dispersa sus semillas. Cabe destacar que la distribución de las especies de acuerdo
con las características morfológicas relacionadas con la dispersión de sus diásporas muestra
mayor proporción de especies esclerocoras (59%), las cuales tienen en su mayoría un vector
de dispersión barocoro (53% de las especies introducidas). Las familias representativas con
este síndrome y vector son Brassicaceae (tres especies), Poaceae (cuatro especies) y Polygo-
naceae (tres especies).
Algunas diásporas esclerocoras, por su tamaño pequeño, se dispersan por viento. Como
ejemplos figuran las familias Poaceae, Urticaceae y Solanaceae. Las especies que son única-
mente anemócoras representan el segundo lugar en frecuencia de especies (18%), y tienen
diásporas esporocoras el 9% de las especies introducidas. Tres especies están representadas
por la familia Brassicaceae. Las diásporas pogonocoras (9%), también con un vector ane-
mocoro, están representadas por tres especies de la familia Asteraceae y una de la familia
Poaceae.
Las diásporas con vector zoocoro de dispersión estuvieron presentes en una proporción
de 10%. Las diásporas exozoocoras (síndrome acantocoro) (4%) estuvieron representadas
por tres familias: Poaceae (dos especies), Polygonaceae y Fabaceae (una especie cada una),
mientras que las diásporas carnosas (síndrome sarcocoro-vector endozoocoro) estuvieron
representadas por un mayor número de especies (6%) y por las familias Rosaceae (2 es-
pecies) y Araliaceae (una especie). Cabe señalar que los síndromes de dispersión con las
menores frecuencias de especies introducidas fueron balocoria, pterocoria y sacocoria.
A nivel mundial los bosques templados son ejemplos de sistemas donde las malezas
han proliferado, tanto en áreas de vegetación natural como semi-natural, ya que son eco-
sistemas que han estado por mucho tiempo sujetos a presiones antropogénicas de distinto
tipo e intensidad (Weaver y Adams, 1998). Los bosques templados del centro de México,
incluyendo a los de la CRM, no escapan a esta generalidad (Galicia y García-Romero,
2007), condición preocupante para el manejo forestal. Esta situación se presenta porque
los bosques templados tienen condiciones ambientales idóneas para la práctica de la gana-
dería y la agricultura, así como para el establecimiento de zonas urbanas (Ávila-Akerberg
2002; 2004; Almeida-Leñero et al., 2007) y los disturbios antropogénicos favorecen la
presencia de malezas y de especies introducidas, ambas indicadoras de disturbios antropo-
génicos (Zavala et al., 2003; Vibrans, 1999; Villaseñor, 2013). En este capítulo se revisan
los tipos de dispersión que presentan los frutos y/o semillas (diásporas) de las especies de
malezas presentes en los bosques templados de la CRM, ya que conocer sus estrategias de
dispersión brinda la información ecológica y biológica para entender su éxito, distribución
y abundancia.
80 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Las plantas que comúnmente habitan sitios modificados por los humanos (malezas
arvenses, malezas ruderales) típicamente muestran atributos ecológicos y fisiológicos
que les confieren una alta capacidad de regeneración después de un disturbio, o bien
las condiciones de la perturbación les proporcionan ventajas para su dispersión, ger-
minación y/o establecimiento (Hobbs y Mooney, 1985). Algunos ejemplos de estos
atributos son: tener un ciclo de vida corto, un crecimiento rápido y la producción de
numerosas semillas, las cuales pueden presentar algunas adaptaciones para ser disper-
sadas fácilmente, tanto a cortas como a largas distancias (Cousens y Mortimer, 1995).
Estas características hacen que las especies de malezas sean consideradas estrategas “r”
(de acuerdo con el término acuñado por MacArthur y Wilson (1967)), y entre ellas la
dispersión es considerada como un “predictor de invasibilidad”, sobre todo cuando se
trata de especies que producen diásporas pequeñas (Harper et al., 1970).
La mayor proporción de especies de malezas (43%) presentes en los bosques de la
CRM no presenta apéndices especializados para su dispersión, sino que son escleroco-
ras, y como vector principal presentan barocoria. De acuerdo con Liebman et al., 2004;
Fenner (1985) y Vibrans (1999), esto es común en las especies de malezas de ambientes
templados, y se ha registrado hasta en un 60% de las malezas en sistemas templados,
mientras que otros reportan a la dispersión anemócora como la más importante. Pese
a lo anterior, algunas de estas diásporas esclerocoras además son anemócoras, pues su
tamaño pequeño también facilita su dispersión por el viento. Se observan además altas
proporciones de especies con diásporas esporocoras, que igualmente son anemócoras,
lo que coincide con lo reportado por Liebman et al., (2004), quien sugiere que la
anemocoria es un síndrome muy común entre las especies de malezas de ambientes
templados, a diferencia de Vibrans (1999), quien reportó una proporción muy baja de
especies de malezas con apéndices especializados para la dispersión anemócora en am-
bientes templados afectados por la agricultura. Aunado a lo anterior se observa una alta
proporción de especies pogonocoras, que se explica porque la familia Asteraceae está
bien representada, en los bosques templados del centro de México. Esta familia también
se caracteriza por su alta proporción de malezas (Calderón y Rzedowski, 2005; Espino-
sa-García y Sarukhan, 1997) tanto nativas como introducidas (Villaseñor y Espinosa,
1998). Asimismo, la familia Poaceae tiene una alta riqueza y proporción de especies
de malezas, y ocupa el segundo lugar después de la Asteraceae (Villaseñor y Espinosa,
1998) en proporción de malezas en nuestro país; cabe mencionar que algunas de sus
especies tienen diásporas esporocoras, pogonocoras y esclerocoras, por lo que dicha
familia contribuye al componente de dispersión anemocoro en los bosques de la CRM.
En relación con lo anterior, se ha reportado una correlación positiva y significativa
entre la riqueza florística de México y la riqueza de malezas (flora sinantrópica sensu
CAPÍTULO VI. DISPERSIÓN DE LAS MALEZAS 81
Villaseñor, 2013), ya que en los sitios con mayor área de vegetación transformada por
disturbios antropogénicos hay una mayor proporción de especies de malezas tanto
nativas como introducidas (Villaseñor y Espinosa, 1998). Por lo tanto, el movimien-
to de las diásporas en el espacio es de crucial importancia para la sobrevivencia de
numerosas especies de plantas, incluyendo a las malezas, ya que puede inducir una
continua recolonización de un sitio (Vibrans, 1999), la colonización de nuevos sitios
(Howe y Smallwood, 1982) y/o el establecimiento a cierta distancia de la planta madre
(Vibrans, 1999). De acuerdo con Marshal y Hopkins (1990), las llamadas malezas
arvenses se dispersan comúnmente a cortas distancias y a menudo sin la necesidad de
un vector que las transporte. Algunos ejemplos de malezas arvenses, según Vibrans
(1999) y Calderón y Rzedowski (2005), que también habitan los bosques de la CRM
son: Argemone ochroleuca, Artemisia ludoviciana, Bidens anthemoides, B. odorata, Cype-
rus hermaphroditus, Erigeron longipes, Phacelia platycarpa, Physalis chenopodifolia. Estas
especies tienen diásporas con diferentes tamaños y con diferentes características mor-
fológicas que las relacionan con distintos vectores de dispersión, como el viento y los
animales. En general las diásporas de este tipo de malezas pueden presentar más de un
mecanismo que las dispersa a grandes distancias, y el hecho de que los cultivos tienden
a ser hábitats inestables, una dispersión a mayores distancias mediante el viento y/o
también por medio de los humanos, es decir “antropogénica” (Marshall y Hopkins,
1990), mediante maquinaria agrícola (ya que a menudo las diásporas están almace-
nadas en el suelo formando bancos de semillas), y/o través de la ropa/zapatos de los
humanos (Liebman et al., 2004) les confiere ventajas para ampliar su distribución e
incrementar su abundancia.
Cuando las diásporas de especies arvenses tienen apéndices rígidos que facilitan su
dispersión por adhesión a humanos, a maquinaria agrícola o a animales utilizados en
el pastoreo (vacas, caballos, borregos), también se considera que se dispersan a grandes
distancias. Con respecto a esto Fenner (1985) y Liebman et al., (2004) mencionan
que es un atributo común en malezas de ambientes templados, denominado también
“epiantropocoria” por Vibrans (1999). Como ejemplos de estas malezas en la CRM se
puede mencionar a varias especies del género Bidens: Bidens aurea, B. odorata, B. serru-
lata, B. triplinervia y algunos pastos, como Bromus carinatus, especies caracterizadas en
el presente libro como ecto/exozoocoras. Con este tipo de dispersión se encontraron
otras especies que son comunes en estos bosques; sin embargo, no han sido claramente
asociadas a campos de cultivo o a caminos; es decir, no se les reporta con un carácter
estrictamente arvense o ruderal, sino que han sido categorizadas como especies indica-
doras de perturbación en bosques templados: Acaena elongata y Sigesbeckia jorullensis.
82 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Figura VI.6 Modelo conceptual de introducción e invasión por parte de especies introducidas
(modificado de Parendes y Jones, 2000).
CAPÍTULO VII
Lluvia
de
semillas
Depredación plántulas
y/o ataque de
patógenos
Banco de semillas
en latencia activas
Muerte por
senescencia
germinación
o pérdida de
viabilidad estímulos
Enterramiento
profundo
Figura VII.1. Esquema de la dinámica del banco de semillas (modificado de Harper, 1977) Las
flechas indican las entradas y salidas de semillas en diferentes eventos de la regeneración natural.
CAPÍTULO VII. BANCO DE SEMILLAS DE LAS MALEZAS 89
Las semillas que forman el banco latente pueden permanecer en él mientras sean
viables, no sean depredadas ni sufran algún daño y mueran. Su viabilidad dependerá
del tipo de semilla (recalcitrante, intermedia u ortodoxa), de su tipo de latencia (fisio-
lógica, morfofisiológica o física) y de las condiciones ambientales presentes en el suelo
(Márquez-Guzmán et al., 2013).
Las semillas recalcitrantes tienen una longevidad muy corta, y si las condiciones
ambientales (o microambientales) no son ideales para su germinación mueren rápida-
mente. Las semillas quiescentes “esperan” las condiciones ideales de luz y temperatura
para germinar; si las condiciones nunca llegan a ser óptimas para la germinación, la
semilla muere y deja de ser parte del banco. Las semillas latentes (ortodoxas o inter-
medias) no germinan aunque se cumplan todos los requerimientos ambientales para
su germinación y llegan a formar bancos de semillas permanentes, cuyo tiempo de
germinación puede durar varios años (Bekker et al., 1999).
Las ganancias, pérdidas y características de las semillas que componen el banco de
semillas lo convierten en un sistema muy dinámico, dependiente también de su retroa-
limentación con la vegetación establecida o circundante al sitio y de los disturbios que
ocurren. Si sucede un disturbio y una consecuente perturbación, el banco de semillas
puede cambiar según las condiciones que se generen. Esto afecta la salida de especies
del banco por germinación, ya que pueden crearse condiciones favorables para ciertas
especies y desfavorables para otras.
Así, la composición y tamaño del banco de semillas puede variar notablemente en
el tiempo y entre comunidades. También puede ser un indicador de los disturbios que
han ocurrido en un sitio, así como de la vegetación que estuvo presente en un momen-
to determinado (Milberg, 1995; Hopfensperger, 2007).
Algunos estudios sobre bancos de semillas en zonas con una alta frecuencia de dis-
turbios han revelado la presencia de un gran número de especies de malezas (Kellman,
1970; Martínez-Orea et al., 2013), sobre todo en zonas sometidas a la agricultura
(Brenchley y Warington, 1930; López-Toledo y Martínez-Ramos, 2011). El humano
no solo es un vector de dispersión de estas especies, también es el responsable de gene-
rar las condiciones favorables para el establecimiento de ellas (Baker, 1974).
Una vez dispersadas, las semillas de las malezas tienen una probabilidad muy alta de
llegar al banco de semillas, ya que la mayoría de las especies tiene semillas pequeñas, lo
que facilita su penetración a capas más profundas del suelo; además, muchas de ellas se
encuentran en algún estado de latencia y pueden mantenerse viables por un largo pe-
riodo, lo que les permite formar bancos de semillas permanentes. Por lo tanto, es pro-
bable encontrar a estas especies en el banco de semillas, incluso en sistemas maduros,
que no han sido perturbados durante mucho tiempo y que pueden germinar cuando
ocurre un disturbio (Harper, 1977).
En el bosque de la CRM se han registrado 279 especies de malezas en la vegetación
establecida. Para entender de manera integral el papel de estas especies en este bosque,
fue necesario realizar estudios de bancos de semillas, ya que representan un reservorio
de estas especies en el bosque.
El primer estudio se realizó con la finalidad de caracterizar el banco de semillas en
los tres tipos de vegetación de la cuenca (bosques de Quercus spp. (Q. rugosa-Q. Lau-
rina), de Abies religiosa y de Pinus hartwegii), para lo cual se establecieron tres parcelas
de 100m X 100m en los tres tipos de vegetación y se colectaron al azar 30 muestras de
suelo (aprox. 300g c/u) de los primeros 5cm de profundidad. Se utilizó el método de
germinación de plántulas, el cual consiste en poner las muestras de suelo en un inver-
nadero en condiciones similares a las del bosque e identificar las plántulas que vayan
emergiendo de las muestras.
CAPÍTULO VII. BANCO DE SEMILLAS DE LAS MALEZAS 91
18
16
Número de especies
14
12
10
0
Pinus hartwegii Quercus VSS. $bies religiosa
Figura VII.2. Número de especies de malezas encontradas en el banco de semillas de los tres
tipos de bosque de la cuenca del río Magdalena; bosque de pino (Pinus hartwegii), bosque de
encino (Quercus spp.) y bosque de oyamel (Abies religiosa).
92 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
12 (a)
(a)
Abundancia relativa (%)
10
12 (b)
(b)
Abundancia relativa (%)
10
0
CAPÍTULO VII. BANCO DE SEMILLAS DE LAS MALEZAS 93
12 (c)
(c)
Abundancia relativa (%)
10
Figura VII.3 Abundancia relativa de las especies de malezas presentes en el banco de semillas de
los tres tipos de bosque de la cuenca del río Magdalena: (a) bosque de encino (Quercus spp.), (b)
bosque de oyamel (Abies religiosa) y (c) bosque de pino (Pinus hartwegii).
35 (a)
(a)
Abundancia relativa (%)
30
25
20
15
10
0
94 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
25
Unidad 2
(c)
(C)
Unidad 1
20
Número de especies
15
10
0
Total Suelo Hch HG
Figura VII.4 Abundancia relativa de las especies de malezas presentes en el banco de semillas
activo de cada unidad ambiental y número de especies de malezas presentes en los tres tipos
de sustrato del bosque de encino (Quercus spp.) de la cuenca del río Magdalena: a) abundancia
relativa de las especies de malezas encontradas en el banco de semillas de la unidad 1, b) abun-
dancia relativa de las especies de malezas encontradas en el banco de semillas de la unidad 2,
c) número de especies de malezas del banco de semillas por tipo de sustrato y unidad, donde
Total=Suma de todas las especies de malezas encontradas en los tres tipos de sustrato, Suelo=los
primeros 8 cm del suelo, Hch=Hojarasca chica, HG=Hojarasca grande.
CAPÍTULO VII. BANCO DE SEMILLAS DE LAS MALEZAS 95
100 (a)
a)
90
Abundancia relativa (%)
80
70
60
50
40
30
20
10
100
90
(b)
b)
80
Abundancia relativa (%)
70
60
50
40
30
20
10
Figura VII.5 Abundancia relativa de las semillas de malezas encontradas en el banco de semillas
potencial por unidad en el bosque de encino (Quercus spp.) de la cuenca del río Magdalena: a)
abundancia relativa de las semillas de malezas encontradas en el banco de semillas de la Unidad 1,
b) abundancia relativa de las semillas de malezas encontradas en el banco de semillas de la Unidad 2.
96 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
98 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
de esta, los hongos reciben los carbohidratos que requieren para su subsistencia y un
hábitat donde refugiarse de las condiciones externas adversas (Smith y Read, 2008;
Luna, 2009); se estima que los hongos reciben entre el 20 y 50 % del carbono fijado
por fotosíntesis dependiendo de la especie vegetal y fúngica interactuante (Jakobsen y
Rosendahl, 1990). Por su parte, las plantas reciben nutrientes y agua, que bajo otras
condiciones les sería muy difícil o imposible conseguir, ya que las hifas externas de estos
hongos tienen una longitud y diámetro que les permite explorar el suelo con mayor
facilidad y menor costo energético que las raíces (Smith y Read, 2008; Camargo-Ri-
calde et al., 2012); como consecuencia de esta captura las plantas pueden incrementar
su biomasa, adecuación, producción de flores y semillas, tasas de recuperación ante
ataques de herbívoros y parásitos, resistencia al estrés hídrico edáfico, así como obtener
una mayor protección contra los efectos tóxicos de algunos metales o resistencia a sue-
los muy salinos y, de manera directa, la presencia de los HM favorece la producción de
hormonas que pueden ayudar en el desarrollo vegetal (Fisher et al., 1994; Varga et al.,
2010; Islas, 2012; Vega-Frutis y Guevara, 2013). Además, su influencia puede llegar a
otros niveles de organización y tener efectos no solo a nivel individual o poblacional,
sino favorecer también el mantenimiento de la dinámica de los ecosistemas; es decir,
los hongos micorrizógenos juegan un papel importante en la diversidad florística, la va-
riabilidad y la productividad del ecosistema así como en los ciclos de carbono y fósforo
(Johnson et al., 1992, Marcel et al., 1998).
Se dice que la interacción mutualista planta-hongo tiene una naturaleza multifun-
cional, lo que implica que se deben evaluar diferentes aspectos de la misma y no sola-
mente los que se refieren a la ganancia en biomasa o al incremento en la tasa de creci-
miento para tener un conocimiento más preciso de los beneficios de dicha interacción.
Es importante señalar que se considera una interacción mutualista, aquella en la
cual el balance beneficio-costo neto es positivo para ambas partes, lo cual implica que,
a pesar de los costos que pueda acarrear la interacción de dos especies, estos siempre
serán menores que los beneficios de estar juntas (Smith y Read, 2008). Sin embargo,
esta relación puede modificarse con el tiempo, porque si las condiciones ambientales
implican mayores costos, la relación deja de ser mutualista (Álvarez-Sánchez y Mon-
roy-Ata, 2008). En el caso de los HM, la concentración de nutrientes u otros recursos
en el suelo puede determinar si la relación planta-hongo permanece siendo mutualista
o se torna parasítica, ya que a concentraciones muy altas o muy bajas de nutrientes
los hongos pueden representar un gran costo y muy pocos beneficios para las plantas
(Álvarez-Sánchez y Monroy-Ata, 2008; Camargo-Ricalde et al., 2012).
CAPÍTULO VIII. RELACIONES SIMBIOTICAS DEL SUELO ... 99
Hay pocos estudios que aborden la asociación micorrícica en los bosques templa-
dos, pero se sabe que la mayoría de sus especies arbóreas son consideradas hospederas
ectomicorrízicas obligadas o falcultativas, por lo que no presentan asociación con HM
en su estado adulto, aunque especies de encinos se han reportado afines a los HM en
sus estadios de plántula y juveniles (Olivera-Morales, 2009). Por lo anterior, la supervi-
vencia y desarrollo de estos bosques depende en gran medida de la tasa de colonización
y de la composición de especies de hongos ectomicorrizógenos (Moreno-Unda, 2008).
Sin embargo, es importante considerar que la riqueza de especies vegetales en un bos-
que templado no se puede reducir solo a las especies arbóreas sino que también existe
una flora rica en especies herbáceas y/o arbustivas, las cuales forman asociaciones prin-
cipalmente con los hongos micorrizógenos arbusculares (Barea et al., 1991). El papel
que juegan los hongos ectomicorrizógenos en el establecimiento de malezas en zonas
templadas es aún desconocido, pues como se mencionó, las malezas estudiadas hasta la
actualidad solo presentan asociación con HMA.
Los hongos micorrizógenos establecen una relación mutualista con las plantas. Los
Glomeromycota, pertenecen solamente a un phylum, y los Ascomycota y Basidiomy-
cota, forman cada uno una división. Por un lado, los hongos del phylum Glomeromy-
cota son microscópicos, sin capacidad de degradar la materia orgánica, denominados
hongos micorrizógenos arbusculares (HMA), y forman la micorriza de tipo arbuscular.
Por otro lado, los hongos de las divisiones Ascomycota y Basidiomycota son macros-
cópicos y muchos de ellos tienen la capacidad para obtener sus carbohidratos inte-
ractuando con las plantas y degradando materia orgánica, se les conoce como hongos
ectomicorrizógenos (HE) y forman la ectomicorriza (Blancol y Salas, 1997).
Las micorrizas constituidas por ambos grupos de hongos cumplen con su caracte-
rística mutualista y multifuncionalidad, pero tienen particularidades medianamente
conocidas que las hacen muy diferentes (Cuadro VIII.1).
100 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
colonización por HMA mayores al 80% (Vázquez, en proceso), lo que puede indicar
un alto intercambio de carbono y nutrientes entre los hongos y la planta, beneficián-
dose ambos de la interacción.
A la fecha se tienen registradas 279 especies de malezas en la CRM. Se realizó una
búsqueda con el propósito de determinar cuáles estaban colonizadas por hongos ecto-
micorrizógenos (EM), hongos micorrizógenos arbusculares (HMA) y cuáles no estaban
reportadas.
Se encontró que al menos ocho especies, Achillea millefolium, Acacia melanoxylon,
Trifolium repens, Prunella vulgaris, Rumex acetosella, Prunus serotina, Acaena elongata y
Acer negundo var. mexicanum, tienen colonización por HMA y solo una presenta co-
lonización por EM: Pinus patula (Cuadro VIII.2). Estos resultados confirman que los
hongos formadores de ectomicorriza generalmente forman asociaciones con especies
forestales (Smith y Read, 1997), y que los HMA forman asociaciones con especies
herbáceas o arbóreas, como las pertenecientes a las familias Asteraceae, Fabaceae y
Lamiaceae, entre otras. Cabe destacar que aún no se termina de realizar la búsqueda de
los EM y de los HMA asociados a las 279 especies de malezas reportadas para la CRM.
Cuadro VIII.2 Especies de malezas de la cuenca del río Magdalena para las que hay
registro de colonización por algún tipo de hongo micorrizógeno. R= reportado para la
especie. G= reportado para especies del mismo género.
Nivel Tipo de
Especie Referencia
taxonómico micorriza
Asteraceae
Nivel Tipo de
Especie Referencia
taxonómico micorriza
Carrillo et al.,
Baccharis pteronioides DC. G HMA
1992
Ramos-Zapa-
Bidens anthemoides (DC.)
G HMA ta et al., sin
Sherff
fecha
Ramos-Zapa-
Bidens aurea (Aiton) Sherff G HMA ta et al., sin
fecha
Ramos-Zapa-
Bidens odorata Cav. G HMA ta et al., sin
fecha
Ramos-Zapa-
Bidens serrulata (Poir.) Desf. G HMA ta et al., sin
fecha
Ramos-Zapa-
Bidens triplinervia Kunth G HMA ta et al., sin
fecha
Caryophyllaceae
Stellaria cuspidata Willd. ex Carrillo et al.,
R HMA
Schlecht. 1992
Carrillo et al.,
Stellaria media (L.) Vill. G HMA
1992
Cistaceae
Helianthemum glomeratum De Roman et
G
(Lang.) Lang. al., 2005
Crassulaceae
John et al.,
Sedum moranense Kunth G HMA
2014
CAPÍTULO VIII. RELACIONES SIMBIOTICAS DEL SUELO ... 105
Nivel Tipo de
Especie Referencia
taxonómico micorriza
John et al.,
Sedum praealtum A.DC. G HMA
2014
Fabaceae
Renuca et al.,
Acacia melanoxylon R.Br. R HMA
2012
Eriksen et al.,
Trifolium repens L. R HMA
2015
Geraniaceae
Geranium potentillaefolium Carrillo et al.,
G HMA
DC. 1992
Carrillo et al.,
Geranium seemanii Peyr. G HMA
1992
Lamiaceae
Carrillo et al.,
Prunella vulgaris L. R HMA
1993
Oxalidaceae
Carrillo et al.,
Oxalis corniculata L. G HMA
1992
Carrillo et al.,
Oxalis nelsonii Kunth G HMA
1992
Pinaceae
De Roman et
Pinus montezumae Lamb. G EM
al., 2005
De Roman et
Pinus patula Schltdl. et Cham. R EM
al., 2005
De Roman et
Pinus pseudostrobus Lindl. G EM
al., 2005
Polygonaceae
Eriksen et al.,
Rumex acetosella L. R HMA
2002
106 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Nivel Tipo de
Especie Referencia
taxonómico micorriza
Rosaceae
Acaena elongata L. en proceso en proceso en proceso
Prunus serotina (Cav.) McV- Bainard et al.,
R HMA
augh 2011
Sapindaceae
Acer negundo L. var. mexi- Bainard et al.,
R HMA
canum (DC.) Kuntze 2011
Scrophulariaceae
Carrillo et al.,
Buddleja cordata Kunth G HMA
1992
Carrillo et al.,
Buddleja parviflora Kunth G HMA
1992
Solanaceae
Carrillo et al.,
Solanum americanum Mill. G HMA
1992
Carrillo et al.,
Solanum bulbocastanum Dunal G HMA
1992
Carrillo et al.,
Solanum cervantesii Lag. G HMA
1992
Carrillo et al.,
Solanum demissum Lindl. G HMA
1992
Solanum nigrescens M.Martens Carrillo et al.,
G HMA
et Galeotti 1992
Marco Antonio Romero Romero, Silvia Castillo Argüero y Yuriana Martínez Orea
Cuadro IX.1 Especies de malezas o plantas introducidas (279) en los bosques tem-
plados de la Cuenca del río Magdalena, Distrito Federal. Ciclo de vida (CV): anual
(A) y perenne (P). Forma de vida (FV): camefita (Ca), criptofita (Cr), fanerofita (Fa),
hemicriptofita (He) y terofita (Te). Síndrome de dispersión (SD): acantocoria (Ac), as-
cocoria (As), balocoria (Bal), barocoria (Bar), esclerocoria (Es), esporocoria (Esp), ixo-
coria (Ix), pogonocoria (Po), pterocoria (Pt), sacocoria (Sa) y sarcocoria (Sar). Vector
de dispersión (Vec): anemocoria (An), autocoria (Au), barocoria (Bar), endozoocoria
(En) y exoxoocoria (Ex). Distribución biogeográfica (DBg): americana (Am), cosmo-
polita (Co), mesoamericana (Me), neártica (Ne), neotropical (Neo), pantropical (Pa)
y restringida (Re).
Adoxaceae
Amaranthaceae
Ávila-Akerberg, V.D., 2002. La vegetación en la cuenca alta del río Magdalena: un enfo-
que florístico, fitosociológico y estructural. Tesis de Licenciatura. México: Facultad de
Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
Ávila-Akerberg, V.D., 2004. Autenticidad de los bosques en la cuenca alta del río Magda-
lena. Diagnóstico hacia la restauración ecológica. Tesis de Maestría. México: Facultad
de Ciencias. Universidad Nacional Autónoma de México.
Ávila-Akerberg, V.D. et al., 2008. Refugio de fitodiversidad en la Ciudad de México,
el caso de la cuenca del rio Magdalena. Journal of the Botanical Research Institute of
Texas, 2(1), pp. 605-619.
Ávila-Akerberg, V.D., 2010. Forest quality in the southwest of Mexico City. Assess-
ment Towards Ecological Restoration of Ecosystem Services. Tesis de Maestría. Ale-
mania: Culterra Freiburg, Institut für Landespflege.
Baker, H.G., 1974. The evolution of weeds. Annual Review of Ecology and Systematics,
5, pp. 1-24.
Bakker, J., 1996. Seed banks and seed dispersal: Important topics in restoration ecolo-
gy. Acta Botánica Neerlandica, 45, pp. 461-490.
Balvanera, P. y Cotler H. 2009. Estado y tendencias de los servicios ecosistémicos. En:
Capital Natural de México. Vol. II: Estado de conservación y tendencias de cambio.
México: Comisión Nacional para el Conocimiento y usa de la Biodiversidad (Co-
nabio). pp. 185-245.
Bancol, A.F. y Salas E.A., 1997. Micorrizas en la agricultura: contexto mundial e inves-
tigación realizada en Costa Rica. Agronomía Costarricense. 21(1), pp. 55-67
Barea, J. M., Azcon Aguilar, C., y Ocampo, A., 1991, Morfología, anatomía y citolo-
gía de las micorrizas vesiculo-arbusculares: En: J. Olivares y J. Barea, eds. Fijación
y movilización biológica de nutrientes II. Col. Nuevas Tendencias, Vol. II. Madrid:
CSIC. 149-173 pp.
Baskin C.C y Baskin J.M., 2001. Seeds: Ecology, biogeography, and evolution of dormancy
and germination. E.U.: Academic Press.
Begon, M., Townsend, C.R. y Harper J.L., 1999. Ecología: individuos, poblaciones y
comunidades. Barcelona: Omega.
Bekker, R.M., 1999. Vegetation development in dune slacks: the role of persistent seed
banks. Journal of Vegetation Science, 10(5), pp. 745–754.
Bello-González, M.A., 1994. Fenología y biología del desarrollo de cinco especies de
Quercus en Paracho y Uruapan, Michoacán. Ciencia Forestal, 19(75), pp. 30-40.
Binggeli, P. 1994. The misuse of terminology and anthropometric concepts in the
description of introduced species. Bulletin of the British Ecological Society, 25(1),
pp. 10-13.
LITERATURA CITADA 127
Bonfil, C., 1991. Los encinos y la ciudad. Oikos, Boletín del Centro de Ecología, UNAM
12, p. 4.
Bonilla-Valencia, L., 2014. Sambucus nigra en el bosque templado de la cuenca del río
Magdalena. Tesis de Licenciatura. México: Facultad de Ciencias, Universidad Na-
cional Autónoma de México.
Borchert, R., 1994. Induction of rehydration and bud break by irrigation or rain in
deciduous trees of a tropical dry forest in Costa Rica. Trees - Structure and Function,
8(4), pp. 198-204.
Brenchley, W.E., y Warington, K. 1930. The weed seed population of arable soil : I.
numerical estimation of viable seeds and observations on their natural dormancy.
The Journal of Ecology, 18, pp. 235-272.
Bridges, E.M. y Catizzone, M., 1996. Soil science is a holistic soil framework; discus-
sion of an improved, integrated approach. Geoderma, 7(13), pp. 215-285.
Buytaert, W., 2006. Hidrología del páramo andino: propiedades, importancia y vulnera-
bilidad. Ecuador: Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina
(condesan).
Camargo-Ricalde, S.L., 2012. Micorrizas: una gran unión debajo del suelo. Revista
Digital Universitaria 13(7), pp.3-19.
Calderón de R., G. y Rzedowski, J., 2005. Flora fanerogámica del Valle de México.
México: Instituto de Ecología A.C. (inecol) y Comisión Nacional para el Conoci-
miento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Carballar-Hernández, S., 2009. Variación temporal de la diversidad de hongos de mi-
corriza arbuscular y el potencial micorrícico en especies silvestres de agave en Oaxaca.
Tesis de maestría. México: Instituto Politécnico Nacional (ipn).
Carrillo, S. Godoy, R. y Peredo H., 1992. Simbiosis micorrícica en comunidades bos-
cosas del Valle Central en el sur de Chile. Bosque, 13(2) pp. 57-67.
Castillo-Argüero, S., Martínez-Orea, Y. y Barajas-Guzmán, G., 2014. Establecimiento
de tres especies arbóreas en la cuenca del río Magdalena, México. Botanical Siences,
92(2), pp. 309-317.
Castillo-Argüero, S., 2009. Flora: susceptibilidad de la comunidad a la invasión de
malezas nativas y exóticas. En: A. Lot y Cano-Santana, Z., eds. Biodiversidad del
ecosistema del Pedregal de San Ángel. México: Universidad Nacional Autónoma de
México (unam). pp. 107-117.
Castro-Díez, P., Valladares, F. y Alonso, A., 2004. La creciente amenaza de las invasio-
nes biólogicas. Ecosistemas, 13(3), pp. 61-68.
Castro-Gutiérrez, C., 2013. El papel de las especies invasoras en la estructura herbácea del
128 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
bosque de Quercus rugosa en la cuenca del río Magdalena, D.F. Tesis de Licenciatura.
México: Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Chacón, J.C., y Gliessman, S.R., 1982. Use of the “non-weed” concept in traditional
tropical agroecosystems of south-eastern Mexico. Agro-ecosystems, 8(1), pp. 1-11.
Challenger, A., 2003. Conceptos generales de los ecosistemas templados de montaña
en México y su estado de conservación. En: O. Sánchez et al., eds. Conservación
de ecosistemas templados de montaña en México. México: Instituto de Ecología A.C.
(inecol) y Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad
(Conabio).
Challenger, A. y Caballero, J., 1998. Utilización y conservación de los ecosistemas terres-
tres de México: pasado, presente y futuro. México: Comisión Nacional para el Conoci-
miento y Uso de la Biodiversidad, Instituto de Ecología de la Universidad Nacional
Autónoma de México (unam) y Agrupación Sierra Madre SC.
Cleland, E.E., Larios, L. y Suding, K.N., 2013. Strengthening invasion filters to re-
assemble native plant communities: soil resources and phenological overlap. Resto-
ration Ecology, 1(3), pp. 390-398.
Colautti, R.I. y MacIsaac, H.J., 2004. A neutral terminology to define ‘invasive’ spe-
cies. Diversity and Distributions, 10(2), pp.135-141.
CONABIO, 2013. Bosques Templados. En: Biodiversidad Mexicana. México: Comi-
sión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio). www.
biodiversidad.gob.mx/ecosistemas/bosqueTemplado.html. Consultado el 30 de
marzo de 2016.
CONABIO, 2014. Ficha descriptiva de Acaena elongata. Dispónible en: http://www.
conabio.gob.mx/malezasdemexico/rosaceae/acaena-elongata/fichas/pagina1.htm.
Consultada el 30 de septiembre de 2015
CONABIO, 2014a. Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversi-
dad. Sitio Malezas de México. http://www.conabio.gob.mx/malezasdemexico/2ini-
cio/home-malezas-mexico.htm. Consultada el 30 de septiembre de 2015.
Cornejo-Tenorio, G., 2005. Fenología reproductiva de la flora del cerro Altamirano, reser-
va de la biosfera mariposa monarca, México. Tesis de Maestría. México: Centro de In-
vestigaciones en Ecosistemas, Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Cornejo-Tenorio, G. e Ibarra-Manríquez, G., 2007. Plant reproductive phenology in a
temperate forest of the Monarch Butterfly Biosphere Reserve, Mexico. Interciencia,
32(7), pp. 445-452.
Cortés-Flores, J., Cornejo-Tenorio, G. e Ibarra-Manríquez, G., 2011. Fenología re-
productiva de las especies arbóreas de un bosque Neotropical. Interciencia, 36, pp.
608-613.
LITERATURA CITADA 129
MacArthur, R. y Wilson, E., 1967. The theory of island biogeography. Nueva Jersey:
Princeton University Press.
Masss, J.M. y Cotler, H., 2006. El manejo integrado de cuencas hidrográficas: una luz
al final del túnel. Pronatura, 14, pp. 24-33.
Maillet, J., 1991. Control of grassy weeds in tropical cereals. En: F.W.G. Baker y P.J.
Terry, eds. Tropical grassy weeds R.U.: C.A.B. International. pp. 112-143.
Manzaneda, A., Fedriani, J. y Rey, P., 2005. Adaptive advantages of myrmecochory:
the predator-avoidance hypothesis tested over a wide geographic range. Ecography
28(5), pp. 583-592.
Manzanilla, H., 1974. Investigaciones epidométricas y silvícolas en bosques mexicanos de
Abies religiosa. México: Dirección General de Información y Relaciones Públicas,
Secretaría de Agricultura y Ganadería.
Margalef, R., 1974. Ecología. Barcelona: Ediciones Omega.
Márquez-Guzmán, J., 2013. Biología de angiospermas. México: Las Prensas de Ciencias.
Facultad de Ciencias. Universidad Nacional Autónoma de México.
Marshall, E. y Hopkins, A., 1990. Plant species composition and dispersal in agricul-
tural land. Species dispersal in agricultural habitats. Londres: Belhaven Press, p.116
Martínez-Orea, Y. et al., 2014. Seed rain as a source of propagules for natural regenera-
tion in a temperate forest in Mexico City. The Journal of the Torrey Botanical Society,
141, pp. 135-150.
Martinez-Camacho, Y., 2015. Ecofisiología de la germinación de Acaena elongata del
bosque de Abies religiosa de la cuenca del río Magdalena, México, D.F. México: Tesis
de Licenciatura. Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México
(unam).
Martínez-Orea, Y. et al., 2013. Lluvia y banco de semillas como facilitadores de la
regeneración natural en un bosque templado de la ciudad de México. Interciencia,
38(06), pp. 400-409.
Martínez-Orea Y. et al., 2014. Seed rain as a source of propagules for natural regenera-
tion in a temperate forest in Mexico City. The Journal of the Torrey Botanical Society,
141, pp. 135-150.
Martínez-T., Todd-W, W. e Islas L. R., 2007. Muérdago americano: un problema po-
tencial en bosques urbanos. Arbórea, 8(22-23), pp. 6-12.
Martini, J.A., 1969. Distribución geográfica y características de los suelos derivados de
cenizas volcánicas en centroamérica. Memorias del Panel sobre suelos derivados de
cenizas volcánicas de América Latina. Turrialba, Costa Rica: CATIE.
Matteucci, S.D., y Colma, A., 1982. Metodología para el estudio de la vegetación. Was-
hington D.C.: Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos
(oea).
LITERATURA CITADA 135
Mauseth, J., 1998. Botany: an introduction to plant biology. E.U.: Jones and Bartlett
Publishers.
McIntosh, R.P., 1986. The background of ecology. R.U.: Cambridge University Press.
Milberg, P., 1995. Soil seed bank after eighteen years of succession from grassland to
forest. Oikos, 72, pp. 3-13.
Molinillo, M. y Farji, B., 1993. Technical note: Cattle as a dispersal agent of Acaena
elongata (Rosaceae) in the cordillera of Mérida, Venezuela. Journal of Range Man-
agement, 46, pp. 557-561.
Moloney, K.A. y Levin, S.A., 1996. The effects of disturbance architecture on land-
scape-level population dynamics. Ecology, 77, pp. 375-394.
Mooney, H.A. y Cleland, E.E., 2001. The evolutionary impact of invasive species.
Proceedings of the National Academy of Sciences, 98(10), pp. 5446-5454.
Moreno, N.P., 1984. Glosario botánico ilustrado. México: Instituto Nacional de Inves-
tigaciones sobre Recursos Bióticos (inireb).
Moreno-Unda, A.A., 2008. Abundancia y diversidad de los hongos micorrizógenos arbus-
culares en la cuenca del rio Magdalena. México: Tesis de Licenciatura. Facultad de
Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México.
Mortimer, A.M., 1990. The biology of weeds. En: R.J. Hance y Holly, K. eds. Weed
control handbook: Principles. Londres: Blackwell Scientific Publications. pp. 1-42.
Mukerji, K.G. et al., 1991. The importance of mycorrhiza for roots. En: B.L.H. Mc-
Michael, ed. Plants roots and their environment. Amsterdam: Pearson. Elsevier Sci-
ence Plublishers. pp. 290-308.
Munguía‐Rosas, M.A. et al., 2011. Meta‐analysis of phenotypic selection on flowering
phenology suggests that early flowering plants are favoured. Ecology Letters, (14)5,
pp. 511-521.
Müller, H.J. et al., 2008. Interspecific variation in primary seed dispersal in a tropical
forest. Journal of Ecology, 96(4), pp. 653–667.
Mur-Fugueras, P., 2003. Patrones de distribución geográfica de especies del género Quercus
y de algunos de sus insectos formadores de agallas en el estado de Michoacán, México.
México: Maestría en Ciencias. Facultad de Ciencias. Universidad Nacional Autó-
noma de México (unam).
Musálem-Santiago, M.A. y Solís-Pérez, M.A., 2000. Monografía de Pinus hartwegii.
México: (No. 635.97752 M985). México: Instituto Nacional de Investigaciones
Forestales, Agrícolas y Pecuarias (inifap) y Universidad Autónoma de Chapingo
(uach).
Nathan, R. y Müller-Landau, H., 2000. Spatial patterns of seed dispersal, their deter-
minants and consequences for recruitment. Tree, 15(7), pp. 278-285.
136 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
effects: What, how and where they affect the reproductive success of a neotropical
tree species. Austral Ecology, 39(3), pp. 328-336.
Pizarro-Hernández, C.H., 2012. Relación del banco y lluvia de semillas con la estruc-
tura vegetal del bosque de Abies religiosa de la cuenca del río Magdalena, D.F. Tesis
de Licenciatura. México: Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma
de México (unam).
Poggio, S.L., 2005. Structure of weed communities occurring in monoculture and
intercropping of field pea and barley. Agriculture, Ecosystems & Environment, 109
(1-2), pp. 48-58.
Preuhsler, T., Bastrup-Birk, A. y Beuker, E., 2006. Manual on methods and criteria for
harmonized sampling, assessment, monitoring and analysis of the effects of air pollution
on forests. Part IX. Phenological observations. United Nations Economic Commis-
sion for Europe Convention on Long-Range Transboundary Air Pollution. Inter-
national Cooperative Programme on Assessment and Monitoring of Air Pollution
Effects on Forests. Consultada el 20 de diciembre de 2014, http://www.metla.fi/eu/
icp/phenology/manual-2004.pdf
Ramírez-García, J.A. y Nepomuceno-Martínez F., 1986. Fenología de tres especies de
coníferos de la región de Los Altos de Chipas. Ciencia Forestal, 60, pp. 21-50.
Ramos-Zapata, J. et al., 2012. Impact of weed control on arbuscular mycorrhizal fungi
in a tropical agroecosystem: a long-term experiment. Mycorrhiza. 22(8), pp. 653-
661.
Randall, R.P., 2002. A global compendium of weeds. Australia: R.G. and F.J. Richardson
Pub.
Rathcke, B. y Lacey, E.P., 1985. Phenological patterns of terrestrial plants. Annual
Review of Ecology and Systematics, 16, pp. 179-214.
Raunkiaer, C., 1934. The life forms of plants and statistical plant geography. Oxford: Clar-
endon Press.
Reed, M. et al., 2000. The effects of heterogeneity on dispersal and colonization in
plants, En: M. Hutchings, E. John, y A. Stewart, eds., The ecological consequences of
environmental heterogeneity. R.U.: Blackwell Science. pp. 237-265
Rejmánek, M. y Richardson, M.D., 1996. What attributes make some plant species
more invasive? Ecology, 776, pp. 1655-1661.
Reyes, J.I. y Gama-Castro, J., 1992, Revaloración de los encinos. En: Memoria del
III Seminario Nacional sobre utilización de encinos. Tomo I. Linares, Nuevo León.
Reporte Científico. Número especial 15. México: Facultad de Ciencias Forestales.
Universidad Autónoma de Nuevo León (uanl). pp. 44-55.
138 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Reyes-Ronquillo, I.G., 2014. Las malezas en la cuenca del río Magdalena, D.F. indicado-
ras del estado de conservación del bosque. Tesis de Licenciatura. México: Facultad de
Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Rivera-Hernández, J.E. y Flores-Hernández, N., 2013. Flora y vegetación del Distrito
Federal. Conservación y problemática. México: Centro de Estudios Geográficos, Bio-
lógicos y Comunitarios, S.C. (geobicom) y Universidad Autónoma Metropolita-
na-Iztapalapa (uam-I).
Rozzi, R. et al., 2001 ¿Qué es la biología de la conservación? En: R. Primack et al., eds.
Fundamentos de conservación biológica: perspectivas latinoamericanas. México: Fondo
de Cultura Económica. pp. 35-43
Rzedowski, G. C. y Rzedowski, J., 2001. Flora fanerogámica del Valle de México. Méxi-
co: Instituto de Ecología, A.C. (inecol) y Comisión Nacional para el Conocimien-
to y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Rzedowski, J., 1978. Vegetación de México. México: Editorial Limusa.
Rzedowski, J., 1991. Diversidad y orígenes de la flora fanerogámica mexicana. Acta
Botánica Mexicana, 14, pp. 3-21.
Rzedowski, J., 2006. Vegetación de México. Edición digital (pdf ). México: Comisión
Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad. Disponible en: http://
www.biodiversidad.gob.mx/publicaciones/librosDig/pdf/VegetacionMx_Cont.
pdf. (Consultado el 1 de octubre de 2015).
Salehian, H. et al., 2013. An investigation of the phenology some weed species. Inter-
national. Journal of Agronomy and Plant Production, 4, pp. 1511-1520.
Sánchez-González, A., 2004. Análisis sinecológico, florístico y biogeográfico de la vegeta-
ción del norte de la Sierra Nevada. Tesis de Doctorado. México: Colegio de Postgra-
duados (colpos).
Sánchez González, A., López Mata, L. y Granados-Sánchez, D., 2005. Semejanza flo-
rística entre los bosques de Abies religiosa H.B.K. Cham. & Schtdl. de la Faja Vol-
cánica Transmexicana. Boletín del Instituto de Geografía, UNAM, (56) pp. 62-76.
Sánchez-González A., López-Mata, L. y Vibrans, H., 2006. Composición y patrones
de distribución geográfica de la flora del bosque de oyamel del cerro Tláloc, México.
Boletín de la Sociedad Botánica de México, 79, pp. 67-78.
Sánchez-Colón, S. et al., 2009. Estado y transformación de los ecosistemas terrestres
por causas humanas. En: Capital natural de México. Vol. II: Estado de conservación y
tendencias de cambio. México: Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de
la Biodiversidad (Conabio). pp. 75-129.
Santibáñez-Andrade, G., 2009. Composición y estructura del bosque de Abies religiosa en
función de la heterogeneidad y determinación de su grado de conservación en la cuenca
LITERATURA CITADA 139
del río Magdalena, México, D.F. Tesis de Maestría. México: Facultad de Ciencias,
Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Santibañez-Andrade, G. et al., 2015 Structural equation modeling as a tool to develop
conservation strategies using environmental indicators: The case of the forests of
the Magdalena river basin in Mexico City. Ecological Indicators, 54, pp. 124-136.
Santillana, C., 2013. Análisis del estado de conservación del bosque de Pinus hartwegii
en una unidad de paisaje de la cuenca del río Magdalena, México D. F. M. Sc. Tesis.
España: Universidad de Alcalá.
Schupp, E., Jordano P. y Gómez J., 2010. Seed dispersal effectiveness revisited: a con-
ceptual review. Tansley review. New Phytologist, 188, pp. 333-353.
Schwartz, M.D., 2013. Phenology: an integrative environmental science. New York: Aca-
demic Publishers. Springer.
SEMARNAT, 2006. Norma Oficial Mexicana NOM-152-SEMARNAT. Que establece
los lineamientos, criterios y especificaciones de los contenidos de los programas
de manejo forestal para el aprovechamiento de recursos forestales maderables en
bosques, selvas y vegetación en zonas áridas. Últimas modificaciones DOF,17 de
octubre de 2008.
Simón, L. et al.,1993. Origin and diversification of endomycorrhizal fungi and coinci-
dence with vascular land plants. Nature, 363, pp. 67-69.
SMA D.F. (Secretaria del Medio Ambiente del Distrito Federal). 2008. Plan Maestro
de Manejo Integral y Aprovechamiento Sustentable de la cuenca del río Magdalena
del Distrito Federal: Diagnóstico integral. pp. 1-94
Smith, S.E. y Read, D., 2008. Mycorrhizal symbiosis. Nueva York: Academic Press.
Elsevier.
Sonjak, S. et al., 2009. Diversity of halophytes and identification of arbuscular myco-
rrhizal fungi colonising their roots in an abandoned and sustained part of Secovlje
salterns. Soil Biology and Biochemistry, 41, pp. 1847-1856.
Sorensen, A.E., 1986. Seed dispersal by adhesion. Annual Review of Ecology and Syste-
matics, 17, pp. 443-463.
Stenhouse, R.N., 2004. Fragmentation and internal disturbance of native vegetation
reserves in the Perth metropolitan area, Western Australia. Landscape and Urban
Planning, 68, pp. 389-401.
Stiling P.D., 1999. Ecology theories and applications. 3a ed. E.U.: Prentice Hall.
Sung, J.K. et al., 2010. Effect of incorporation of hairy vetch and rye grown as cover
crops on weed suppression related with phenols and nitrogen contents of soil. Plant
Production Science, 13, pp. 80-84.
Sultan, S.E., 2000. Phenotypic plasticity for plant development, function and life his-
tory. Trends in Plant Science, 5(12), pp. 537-542.
140 LAS MALEZAS DE LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Sutherland, S., 2004. What makes a weed: life history traits of native and exotic plants
in the USA. Oecologia, 141(1), pp. 24-39.
Tackenberg, O., Poschlod, P. y Bonn, S., 2003. Assessment of wind dispersal potential
in plant species. Ecological Monographs, (73)2, pp. 191-205.
Tedersoo, L. et al., 2014. Global diversity and geography of soil fungi. Science, 346
(6213). p.p.1256688-1-1256688-10
Terradas, J., 2001. Ecología de la vegetación: de la ecofisiología de las plantas a la dinámica
de comunidades y paisajes. Barcelona: Editorial Omega.
Van der Heijden, M.G. et al., 1998. Mycorrhizal fungal diversity determines plant
biodiversity, ecosystem variability and productivity. Nature, 396(6706), pp. 69-72.
Van der Pijl, L., 1982. Principles of dispersal in higher plants. Berlín: Springer-Verlag.
Varga, S. y Kytöviita, M.M., 2010. Mycorrhizal benefit differs among the sexes in a
gynodioecious species. Ecology, 9, pp. 2583-2592.
Vega-Frutis, R. y Guevara, R., 2013. Greater mycorrhizal colonization of unisexual
morphs tan of hermaphroditic morphs of jacaratia mexicana during floweing and
fruiting in cental Mexico. Symbyosis, 59, pp. 173-181.
Velázquez, A. et al., 2002. Patrones y tasas de cambio de uso del suelo en México. Gac-
eta ecológica, 62, pp. 21-37.
Vibrans, H., 1998. Urban weeds of Mexico City. Floristic composition and important
families. Anales del Instituto de Biología, UNAM, Serie Botánica, (69)1, pp. 37-39.
Vibrans, H., 1998. Native maize field weed communities in south-central Mexico.
Weed Research, (38)2, pp. 153-166.
Vibrans, H., 1999. Epianthropochory in Mexican weed communities. American Jour-
nal of Botany, 86(4), pp. 476-481.
Vibrans, H., 2002. Origins of weeds: benefits of clean seed. En D. Pimentel, ed. Ency-
clopedia of Pest Management . E.U.: CRC Press. pp: 558-562.
Vibrans, H., 2003. Notas sobre neófitas 3. Distribución de algunas Brassicaceae de re-
ciente introducción en el centro de México. Acta Botánica Mexicana, 65, pp. 31-44.
Vibrans, H., 2006. Flora digital de malezas de México. http://www.malezasdemexico.
net. Consultada el 1 de octubre del 2015.
Vibrans, H. 2012. Sitio-Red Malezas de México, Versión 2012-1. Comisión Nacio-
nal para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad; Colegio de Postgraduados y
Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Disponible en: http://www.
conabio.gob.mx/malezasdemexico/2inicio/home-malezas-mexico.htm. (Consulta-
do en noviembre del 2013) .
Vibrans, H. 2012. Sitio-Red Malezas de México, Versión 2012-1. Comisión Nacional
para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio); Colegio de Postgradua-
LITERATURA CITADA 141