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lenguaje y verdad.

argumentación informal, falacias y paradojas lógicas 125

especie de furor deductivo, tratando de llegar a nuevas conclusiones una vez


que hemos establecido bien una determinada verdad. Es fácil caer en el error
de exagerar la capacidad de generar nuevos conocimientos a partir de los
adquiridos de una manera relativamente simple, y es recomendable abstenerse
de dar pasos presuntamente lógicos con ligereza. Baroja recomendó en alguna
ocasión que se dejen las conclusiones para los imbéciles, y es fácil que lo sea
quien se apresure a ir más lejos de lo que el buen sentido aconseja cuando se
ha descubierto una nueva verdad o se ha establecido una conclusión razon-
able. Hay que ir con cuidado. Por ejemplo, es bien sabido que no se puede
establecer medias aritméticas a partir de otras medias, lo que nos recuerda
que los números, que son tan eficaces bien manejados, pueden conducirnos a
conclusiones precipitadas. Un ejemplo muy corriente de este tipo de errores,
es el de las conclusiones que tienden a sacarse espontáneamente sobre el
cambio de voto en unas elecciones, la forma en que se deduce que, puesto
que antes votaban al partido P un porcentaje x, y ahora ese porcentaje ha
disminuido, eso significa que debe ser lo que ha ganado el partido Q, rival
encarnizado del primero, o que han ido a parar al partido Z, hábilmente
colocado entre ambos rivales: no siempre es el caso, aunque lo parezca.

e. Hay que tener mucho cuidado con las generalizaciones indebidas, con lo que
sería "sacar conclusiones" demasiado rápidamente al hablar de ciertos grupos
o de cierta clase de fenómenos sin reparar en que pueden darse muchos casos
distintos a los que nos conviene considerar característicos. Como ejemplo de
correcta vigilancia respecto a este sofisma muy común, cabe citar lo que se
atribuye a Chesterton cuando le preguntaron su opinión sobre cierta supuesta
cualidad de los franceses. Su respuesta fue: "no sé, no los conozco a todos".

4.3 Sofismas y falacias

En Lógica tiene especial importancia las formas de razonamiento formalmente


falsas, así como las que tienen una validez meramente aparente. A este tipo
de falsas inferencias es a lo que los griegos llamaron sofismas y, en latín, se
llamaron falacias. Vamos a referirnos a una cuantas que son bien conocidas de
los lógicos, pero que, pese a ello, se usan con frecuencia como formas válidas de
razonar, y a otras que no se fundan en una falsa estructura formal, sino en otras
consideraciones, pero que no carecen de interés en un texto de lo que podríamos
llamar lógica práctica. Haremos una enumeración y pondremos ejemplos.
Analizaremos, en primer lugar, las falacias que se pueden mostrar como falsas
mediante el análisis proposicional:

d. La llamada falacia de afirmación del consecuente, o falacia del consecuente,


en que se supone que cualquier proposición que supuestamente acarree una
determinada consecuencia es verdadera si la consecuencia efectivamente lo
es. Por ejemplo, si afirmamos que toda persona estudiosa es prudente, y
concluimos que toda persona que sea prudente ha de ser estudiosa.
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e. Se puede cometer una falacia formalmente muy similar, que se conoce como
falacia de negación del antecedente, o falacia del antecedente, que da en
suponer que si se considera que una proposición condicional es V y se niega la
proposición que hace de antecedente se ha de negar la que hace de consecuente.
Por ejemplo, si afirmamos que cuando llueve crece la economía y que, puesto
que no llueve, la economía ha de decrecer.

f. Falso silogismo disyuntivo: en el lenguaje ordinario la disyunción tiene dos


significados muy distintos, puede ser inclusiva o excluyente. Cuando se
toma por excluyente una inclusiva se comete una falacia que se conoce como
falso silogismo disyuntivo. Por ejemplo, razonaríamos formalmente mal si
dijésemos que "te gusta hacer deporte o te gusta descansar, pero como te gusta
descansar no te gusta hacer deporte", y estaríamos razonando mal porque
damos por hecho que si es verdad lo primero no lo puede ser lo segundo,
cuando tiene perfecto sentido que nos guste tanto el deporte como el descanso,
puesto que los dos gustos no son excluyentes ni sería excluyente la proposición
que los mostrase como una disyunción no excluyente. La disyunción exige que
al menos una de las dos proposiciones sea verdadera para que la disyunción
no sea falsa, pero no exige que si una es verdadera la otra no lo sea, porque
pueden ser ambas verdaderas. El silogismo disyuntivo correcto deduce que,
si una disyunción es verdadera, y una de las proposiciones que la forman
es falsa, la otra es necesariamente verdadera. Se puede ver fácilmente la
distinción entre "p o q, pero sin excluir ambas" o disyunción inclusiva, y "p
o q, pero no ambas en ningún caso" o disyunción exclusiva, repasando las
respectivas tablas de verdad:

p q p∨q pYq
V V V F
V F V V
F V V V
F F F F

La proposición "una magnitud a es mayor que otra b, o no lo es", sería un


buen ejemplo de empleo de una proposición cuya forma es una disyunción
excluyente.

A continuación, veremos algunas falacias que no son estrictamente lógicas o


formales pero que pueden parecer serlo y merecen nuestra atención:

a. Petición de principio. Es la falacia, o falso razonamiento que se comete


cuando se afirma probar algo que, habitualmente de manera implícita, se ha
dado previamente por supuesto, de forma que estamos ante una simulación
de prueba de algo que hemos supuesto previamente cierto. No se trata
propiamente de un error, sino de una estratagema retórica, casi siempre de un
engaño, y es un fallo, por decirlo así, que cometen de continuo los políticos, o
sea que no es muy lógico. Un ejemplo sencillo sería el siguiente: "Yo merezco
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más que nadie ese premio porque he hecho más méritos que ninguno". Es de
notar que desde un punto de vista estrictamente formal no hay un fallo lógico
en la petición de principio pues si p → (q → p) es una proposición siempre
verdadera, se trata, pues, más bien de un engaño o una tomadura de pelo que
de un error estrictamente lógico: afirmar que se prueba lo que meramente se
afirma.

b. Post hoc ergo propter hoc. Es el error en que se incurre al atribuir una
causalidad efectiva a lo que meramente es un suceso previo: "La II República
cayó a causa de la revolución del 34", por ejemplo, o bien "el fútbol ha triunfado
como deporte de masas debido a la decadencia de la música sinfónica".

c. Error causal o falacia del accidente. Podemos llamar así al falso razonamiento
que se hace cuando de algo meramente casual o accidental se deducen con-
secuencias injustificadas. Se trata más de un error empírico que meramente
lógico, aunque las afirmaciones se revistan de apariencia lógica. Un ejemplo
podría ser el siguiente: "Como ocurre que algunos inmigrantes han cometido
actos contrarios a la ley se hace necesario restringir la entrada de nuevos emi-
grantes en nuestro paraíso particular". Otro ejemplo podría ser: "el sospechoso
debió ser quien hizo estallar la bomba, pues era el único que estaba por allí".

d. Falacia anecdótica o enumeración insuficiente. Nos referimos a lo que ocurre


cuando se dice, por ejemplo, que "todo el mundo dice x" partiendo de que se
ha visto que dicen x una serie de amiguetes o los miembros de un club al que
pertenecemos. Se trata de hablar sin fundamento, cosa que sucede mucho más
de lo que sería conveniente. Razonar partiendo de una muestra insuficiente
de casos que puedan servir de fundamento es, muy probablemente, el error
que más veces cometemos.

e. Falacia de la negación a partir de la falacia. No cabe deducir que toda


proposición deducida falazmente sea enteramente falsa. Se puede, por ejemplo,
demostrar falazmente que la democracia es el menos malo de los gobiernos,
lo que no quiere decir que sea verdad que haya algún tipo de gobierno
menos dañino que una democracia. No siempre la verdad de hecho de una
proposición depende de la validez del procedimiento del que se ha querido
hacer que derive.

f. Confusión de la probabilidad con la certeza. Es lo que ocurre cuando damos


por hecho que vaya a suceder en verdad lo que simplemente es probable, o
muy probable, que ocurra.
Por último, enumeraremos una serie de falacias estrictamente informales,
cuyas carencias no son de tipo lógico, sino que se basan en diversas creencias
presumiblemente falsas o no formalmente verdaderas.

a. Falacia contra la variación de la experiencia. Es la falsa prueba que se supone


cuando se afirma de cualquier cosa que "siempre ha sido así". Independiente-
mente del valor que se conceda a la tradición en la vida humana y social, de
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la que es un ingrediente necesario, el hecho de que exista una creencia, una


costumbre, o una determinada regularidad en la vida común, pero también
en la realidad física, no garantiza que el futuro vaya a ser o haya de ser del
mismo modo. Podría decirse lo que la recomendación de bolsa, que "éxitos
pasados no garantizan rendimientos futuros".

b. Construcción de un blanco fácil al que derrotar. Si en lugar de razonar contra


lo que alguien dice, lo hacemos contra lo que se supone que dice o contra
lo que nos conviene hacer creer que dice, la supuesta victoria contra nuestro
adversario dialéctico será mucho más fácil, al menos, según nuestro juicio. En
política se usa mucho esta estrategia de redefinir en los términos que más nos
interese y parezcan más atacables las opiniones del adversario. Un ejemplo
muy común es el de cierta forma de combatir el supuesto relativismo de quien
mantiene una opinión discrepante de la nuestra. Como el relativismo es, en
sí mismo un disparate, pues si realmente todo fuese relativo no merecería
la pena ni seguir hablando, basta con atribuir una opinión cualquiera al
relativismo supuestamente imperante para obtener una victoria tan cómoda
como puramente aparente.

c. Atribución de absurdidad. También conocida como argumentum ad lapidem,


es lo que ocurre cuando se considera, sin demostración ni argumentación
alguna, que una afirmación determinada es absurda y, por tanto, se supone
que se ha demostrado su falsedad. Supongamos que se dice que es absurdo
que una madre asesine a su hijo y que, por tanto, aunque su hijo haya sido
asesinado la madre no puede ser objeto de sospecha.

d. Argumentum ad hominem. Se da cuando se abandona la discusión de que se


trate para atacar directamente a quien la sostiene, a quien se opone a nuestra
posición. Por ejemplo, para atacar una determinada política, se ataca a la
persona que la preconiza.

e. Onus probandi. Consiste en tratar de invertir la carga de la prueba, esto es


pretender que no hemos de probar algo que queremos sostener, sino que es el
contrario quien debe probar su posición. La llamada presunción de inocencia
se apoya precisamente en la tesis contraria, sería absurdo que alguien estuviese
obligado a demostrar que es inocente ante cualquier acusación.

f. Confusión de las causas y las consecuencias. Es uno de los modos de razon-


amiento incorrecto que cabe incluir entre las formas de razonamiento circular,
un proceder que consiste en partir de lo que se pretende probar para llegar a
sus causas y acabar mostrando la necesidad del punto de partida. En el caso
de causas y consecuencias no siempre estará claro qué es lo uno y qué es lo
otro (el huevo y la gallina), puede caber una duda razonable en muchos casos,
como en el que se refleja el verso de Sor Juan Inés de la Cruz, "¿O cuál es más
de culpar, / aunque cualquiera mal haga, / la que peca por la paga / o el que
paga por pecar?".
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g. Falacia estadística, Consiste en atribuir las propiedades características de un


determinado grupo a cualquiera de los miembros del mismo olvidando que
pueden ser diferentes en muchos aspectos pese a compartir ciertos rasgos
de pertenencia o clase. Una falacia similar, el reflejo inverso de ésta, se
comete cuando se supone que un determinado todo ha de tener cualidades
o características de alguna de sus partes. Suponer, por ejemplo, que una
determinada persona sea ladrón, partiendo de que pertenece a un grupo en el
que se supone que abundan, o imaginar que, puesto que en Andalucía gusta
el gazpacho, haya de gustar también en Asturias o en otra parte de España.

h. Falso dilema. Se comete al suponer que no caben sino dos alternativas a una
cuestión cuando pueden darse otras muchas. "O conmigo, o contra mí", es un
ejemplo típico.

i. Confusión de magnitudes absolutas y porcentajes. Se da cuando al com-


parar fenómenos de cualquier tipo confundimos los cambios relativos al punto
de partida con las cifras absolutas que pueden dar una visión muy distinta,
y deformada, de los cambios. Un ejemplo muy frecuente es el sofisma que
se comete al tratar de medir los cambios en las desigualdades sociales Por
ejemplo, si se compara una renta de 1.000 euros anuales con una de 50.000
euros, y se mide su variación a lo largo de, pongamos, diez años, podríamos
encontrarnos con que la primera renta hubiese alcanzado los 5.000 euros y
la segunda 150.000. La primera se habría incrementado en 4.000 euros y la
segunda en 100.000 euros, lo que significaría que la segunda renta se habría
quedado con un incremento 25 veces superior a la primera, pero la primera
habría multiplicado su renta por 5, mientras que la renta más alta sólo se
habría multiplicado por 3, de forma que el crecimiento de la primera habría
sido más espectacular que el de la segunda, si bien las distancias entre ellas
se habrían hecho todavía mayores (de 49.000 euros a 145.000), es decir que
la renta más sustanciosa habría crecido más en términos absolutos (cosa que
sucedería aunque sólo creciese un 15%) pero el crecimiento relativo de la
menor habría sido más intenso. Sobre la base de este tipo de confusiones se
pueden hacer consideraciones muy efectistas.

j. Argumentum ad ignorantiam. Se comete al suponer que en el caso de que no


pueda probarse que algo sea falso, haya de ser verdadero; es lo que haría, por
ejemplo, quien dijese que puesto que no puede probarse que Dios exista / o
no exista, haya de ser cierto que Dios existe, o lo contrario.

k. Falacia de la simplificación causal. Cuando se parte de atribuir a una única


causa lo que puede depender de muchas más o de un conjunto distinto de
causas.

l. Falacia del jugador. Parte de suponer que la ocurrencia de un determinado


suceso que se debe al azar pueda verse afectada en un determinado sentido
por el número de veces que ha sucedido con otros resultados. Es lo que se
130 introducción a la lógica

hace al suponer que al echar a cara o cruz vaya a salir cara porque ha salido
cruz en las últimas oportunidades, aunque, como es lógico, si el suceso no
está trucado, alguna vez saldrá cara, y a la larga el número de ocurrencias de
una u otra posibilidad tenderá a igualarse.

m. Falacia del historiador. Admite dos versiones: la primera consiste en suponer


que los que tomaron decisiones en el pasado disponían de la información que
poseen los que posteriormente opinan sobre los resultados de esas decisiones;
la segunda da en juzgar los hechos del pasado con la mentalidad de hoy, o
entender los hechos de un determinado lugar con la mentalidad de otro.

n. Falacia interpretativa. Se comete cuando se da por bueno que la interpretación


que se hace de la conducta de alguien coincide con la interpretación capaz de
explicar las razones por las que él lo hizo.

o. Determinismo retrospectivo. Interpreta lo que de hecho ocurrió como si


hubiese sido estrictamente necesario que ocurriera.

p. Olvido de las alternativas. Error que se comete muy frecuentemente, y no


sólo a la hora de tomar decisiones, consistente en dar por supuesto que las
cosas sólo pueden ser de una determinada manera, olvidando que existen
formas distintas de pensar, o que lo que nos parece absolutamente obvio
no lo es tanto. Un ejemplo podría ser el siguiente: si suponemos que las
crisis matrimoniales se deben únicamente a infidelidades, inmediatamente
nos preguntaremos quién ha sido el infiel cuando una pareja se divorcia, pero
pudiera ser que lo fueran ambos, o que no lo haya sido ninguno y sean muy
otras las causas de la ruptura.

q. Ignoratio elenchi. Nombre con el que se conoce a las argumentaciones que,


tengan el valor que tuvieren, no afectan a la cuestión que se pretende discutir,
que se apartan del punto polémico o interesante, normalmente para centrarse
en otra cuestión que se supone equivalente y en la que puede resultar más
fácil obtener los resultados apetecidos, que, en todo caso, constituirán una
conclusión irrelevante. Un ejemplo sería trata de demostrar lo pernicioso que
fue un determinado reinado para el país, mostrando lo mal rey que fue el
padre del que se analiza, como si no pudiesen existir reyes que sean mejores
que sus antepasados.

r. Reificación. Ocurre cuando se da por hecho la existencia real de una entidad


meramente abstracta, de un nombre o de una determinada idea que puede
ser un instrumento excelente, o no, de comprensión, pero que no es nada
físicamente real. En política es especialmente frecuente cometer esta especie de
falacia cuando se considera que existen en realidad ese tipo de abstracciones
como el comunismo, el fascismo o el anarquismo, que son términos que
empleamos para explicar comportamientos reales ligeramente más complejos
que una definición. A partir de ahí es fácil cometer todo tipo de disparates
lógicos.

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