Sei sulla pagina 1di 11

Voces: DERECHO DEL TRABAJO ~ TRABAJADOR ~ DERECHOS DEL TRABAJADOR ~ LEY DE

CONTRATO DE TRABAJO ~ LEY SOBRE RIESGOS DEL TRABAJO ~ CONSTITUCION NACIONAL ~


TRATADO INTERNACIONAL ~ ORGANIZACION INTERNACIONAL DEL TRABAJO ~ DAÑO ~
DAÑO DERIVADO DEL ACCIDENTE DE TRABAJO ~ INDEMNIZACION ~ RESPONSABILIDAD DEL
EMPLEADOR ~ EMPLEADOR ~ ESTADO NACIONAL ~ RESPONSABILIDAD DEL ESTADO ~
PREVENCION DEL DAÑO ~ DAÑOS Y PERJUICIOS ~ RIESGOS DEL TRABAJO ~ SEGURIDAD E
HIGIENE ~ PREVENCION DE RIESGOS DEL TRABAJO ~ CONDICIONES DE TRABAJO ~
OBLIGACIONES DEL EMPLEADOR
Título: Principio de precaución y deber de seguridad ante los riesgos laborales
Autor: Bestani, Adriana
Publicado en: LA LEY 30/10/2013, 30/10/2013, 1 - LA LEY2013-F, 613
Cita Online: AR/DOC/3612/2013
Sumario: I. Introducción. II. Prevención de riesgos del trabajo. III. El deber de previsión en la ley de
contrato de trabajo. IV. Gestión del riesgo incierto en la Empresa. Participación de los trabajadores. V.
Conclusión.
Abstract: "El principio de precaución entronca con la función preventiva de daños y con el deber de prevención
que sobrevuela todo el Derecho del Trabajo. Lo hace desde fuera del contrato de trabajo y desde muy dentro. Lo
hace subyaciendo implícito en el deber de seguridad del art. 75 de la ley de Contrato de Trabajo y plantándose
explícitamente como objetivo de la Ley sobre Riesgos del Trabajo. Lo hace, sobre todo, arraigado en los arts. 41
y 42 de la Constitución Nacional desde los cuales se alza para dar cobijo a los trabajadores."
I. Introducción
Los riesgos del trabajo pueden ser analizados en sus dos aspectos fundamentales: la prevención de los
accidentes y enfermedades del trabajo y la cobertura de los daños que produzcan aquellos a los trabajadores. (1)
Nosotros optamos, tal cual lo adelanta el título, por analizar el primer aspecto. Primero en la enunciación, pero
también primero en los hechos. O al menos así debería ser, porque una función preventiva de daños bien
ejercida, disminuiría la necesidad de recurrir a la segunda: la cobertura y reparación de los daños ya producidos.
"Mejor prevenir que curar", dice el dicho, y esto vale también para el Derecho.
Esta necesidad de prevención se hace más nítida si se piensa que "varios miles de personas mueren
diariamente en el mundo, y muchas más sufren graves e irreversibles lesiones, como consecuencia del riesgo de
trabajar. (2) Riesgo que, a su vez, se acrecienta a medida que la civilización avanza porque el desarrollo
tecno-científico genera, a la par que beneficios, múltiples peligros. Estos riesgos derivados de la biogenética,
tecnología y biotecnología, pueden ser ciertos pero también los hay potenciales; de estos últimos se ocupa el
principio de precaución (en adelante PP), también llamado principio precautorio o de cautela
Ahora bien, estos riesgos no existen sólo en el ambiente —receptados por el Derecho ambiental— sino que
se dan en todo tipo de productos, de procesos y de actividades. Lo vemos claro si pensamos que, alrededor de
los años cincuenta del pasado siglo y durante más de dos décadas, trabajadores portuarios de Barcelona
empezaron a manipular amianto procedente de Canadá y Sudáfrica. No fueron sometidos ni a revisiones ni a
controles médicos porque la legislación sobre los riesgos laborales de aquella época no incluía esa substancia.
Posteriormente, miles de estos trabajadores, en Barcelona y en otros lugares del mundo, enfermaron de cáncer
de pulmón o de pleura y sufrieron fibrosis pulmonar a causa del asbesto o amianto (esta sustancia actúa por
acumulación). Consecuentemente, sabemos hoy que las personas con mayor riesgo de contraer asbestosis son
las que han estado respirando esas partículas durante mucho tiempo y que la sustancia es netamente tóxica por
lo que ha sido prohibida definitivamente. Sin embargo, según fuentes sindicales informadas, la prohibición no
impedirá la muerte en las próximas tres décadas de unos 500.000 trabajadores en la Europa comunitaria, 50.000
de ellos en tierras hispánicas. (3) Esto, que sabemos hoy, fue, sin embargo, "sospechado científicamente" ya en
la época de gestación del daño. Éste se hubiera evitado de haberse aplicado el PP puesto que el amianto, a la
época de manipulación laboral de la sustancia, ya era considerado como eventual causante de daño a la salud
más, como la vinculación causal no podía ser probada con certeza científica, ninguna medida fue tomada.
En nuestro país, ya ingresados en el siglo XXI, se observa una carencia de normativa que contemple los
riesgos inciertos (como lo era el asbesto antes de que la ciencia comprobara sus deletéreos efectos), y la
necesidad aún vigente de fortalecer la prevención de daños a los trabajadores; de adaptarse normativa y
fácticamente a "los constantes cambios que se producen en las industrias, ante la introducción de nuevas
tecnologías y materias primas, de peligro cierto para los trabajadores". (4) No olvidemos que el mayor número
de las incapacidades laborativas, son el producto de la falta de protección y seguridad en los procesos
productivos y que hasta el año 2005 las leyes en materia de accidentes de trabajo sólo ponían el acento en la
reparación de los infortunios y no en su prevención, atendiendo al trabajador cuando ya lo había padecido y no
tratando de evitar la producción del evento traumático. Esa intención ya se aprecia en los objetivos de la Ley
sobre Riesgos del Trabajo (LRT), que contempla, en su art. 1º, apart. 2, a): "reducir la siniestralidad laboral a
través de la prevención de los riesgos derivados del trabajo".

© Thomson La Ley 1
Este trabajo analizará someramente los aportes que el PP puede efectuar a la función preventiva de daños en
el Derecho del Trabajo de nuestro país. Dada la amplitud de este punto de partida, no nos ocuparemos tanto de
distinguir el genérico deber de prevención de la más específica y contractual obligación de seguridad, como de
visualizar posibles respuestas generales respecto de la cuestión que propone la existencia de riesgos potenciales
a la vida y salud de los trabajadores. En tal sentido distinguiremos la incidencia que el PP pueda ya tener en el
estado actual de nuestra legislación y la que podría proyectarse a futuro, para lo cual, no lo negamos, hace falta
aún un largo camino.
II. Prevención de riesgos del trabajo
La prevención de los riesgos laborales es un deber impuesto no sólo al empleador sino también al Estado, a
los trabajadores mismos, a los fabricantes de maquinarias e instrumentos del trabajo o de sustancias para uso
profesional.
Ackerman distingue este deber de prevención de riesgos del trabajo del deber de seguridad que emana del
contrato, entre otras razones, por ésta, la del sujeto obligado que, en el primer caso, entiende va más allá del
empleador. El Estado, no sólo es pasible del deber de prevención sino que asume el de control de que las
medidas de prevención impuestas a empleadores, etc., se cumplan efectivamente. Ello alude al aspecto público
de este deber de seguridad. "El deber de seguridad es un deber jurídico público del empresario com relación al
Estado que está particularmente interesado en el cumplimiento de las medida de higiene y seguridad en el
trabajo y que tiene acción para que tales normas se hagan efectivas". (5) "El Estado tiene que actuar como ente
regulador de las relaciones laborales, haciendo que los empleadores tomen conciencia de su responsabilidad, en
cuanto a la protección de los trabajadores en los procesos de producción". (6) Es que, en rigor, el responsable
primario de la prevención es el empleador que organiza y controla el ambiente de trabajo y sus condiciones y
está en mejor situación de controlar los riesgos. Además, dato no menor, es el beneficiario directo de la
generación de estos riesgos. El contenido de este deber de prevención está generalmente subsumido en las leyes
de higiene y seguridad laborales (o salud y seguridad en el trabajo como más actualmente se denominan) y
comprenden múltiples acciones y servicios, de los más variados, que tendremos ocasión de analizar somera y
parcialmente —en lo que se relacione con el PP— más abajo. Se trata de evitar o disminuir los riesgos de
enfermedades profesionales y/o accidentes de trabajo.
Allá por la década del 80 se denunciaba el incumplimiento de las disposiciones de este tipo debido a la
deficiente acción de la policía del trabajo; la falta de controles suficientes, la ineficacia de las sanciones.
Existían fábricas que trabajaban con mercurio y con amianto, y los obreros carecían de seguridad en su salud.
Los casos de hidrargirismo y de asbestosis han sido ejemplos clásicos. (7) La situación pareciera no haber
variado lo suficiente aún como para desterrar del todo estos conceptos. Así, se dijo que "tampoco ayuda la ley
de riesgos del trabajo que pone el control ambiental laboral en el ámbito de las funciones de las asociaciones de
riesgos del trabajo que aunque se las quiera designar como órganos de la seguridad social son también y en
verdad sociedades comerciales inspiradas en la lógica de la maximización de beneficios... El control de gestión
está sobre la cabeza de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo pero es imposible con pocos inspectores
controlar tantas empresas. La acción preventiva se hace pues ilusoria". (8)
a) La normativa internacional
Elementos característicos del PP: Argentina no ratificó ninguno de los múltiples convenios generales de la
OIT sobre seguridad y salud en el trabajo, y sólo cinco relativos a riesgos específicos o a actividades
determinadas. En 2011 Argentina ratificó los convenios de la OIT 155, sobre seguridad y salud de los
trabajadores (ley 26.693) y el 187 (ley 26.694) sobre el marco promocional de la seguridad y salud de los
trabajadores. El primero (Parte II, Principios de una Política Nacional, art. 4º: 1 y 2) establece que la política
nacional de seguridad y salud de los trabajadores —establecida en consulta con las organizaciones más
representativas de empleados y de trabajadores interesados— tendrá por objetivo prevenir los accidentes y los
daños para la salud que sean consecuencia del trabajo, guarden relación con la actividad laboral y sobrevengan
durante el trabajo, reduciendo al mínimo, en la medida en que sea razonable y factible, las causas de los riesgos
inherentes al medio ambiente de trabajo. Entre las esferas de acción de dicha política, se dispone (art. 5º) "en la
medida en que afecten la seguridad y salud de los trabajadores y el medio ambiente de trabajo: a) diseño,
ensayo, elección reemplazo, instalación disposición y utilización y mantenimiento de los componentes
materiales del trabajo (lugares, medio ambiente, herramientas maquinarias, equipos, sustancias y agentes
químicos, biológicos, físicos operaciones y procesos); b) relaciones existentes entre los componentes materiales
del trabajo y las personas que lo ejecutan y supervisan y adaptación de la maquinaria del equipo del tiempo y de
la organización del trabajo, de las operaciones y procesos y capacidades físicas y mentales de los trabajadores;
c) formación...; comunicación y cooperación...". En su Parte III (Acción a nivel nacional) menciona, a través de
su art. 8º, la obligación de adoptar las medidas necesarias legislativas o reglamentarias o cualquier otro método
y en consulta para dar efecto al art. 4º.
Colocamos en cursivas los distintos conceptos que tienen que ver con el PP en tanto éste supone siempre, al
tratarse de riesgos inciertos, una deliberación entre los agentes activos —decisores— y pasivos —los sometidos
al riesgo— para concluir en si esos riesgos serán considerados "tolerables" y en qué medida y por tanto, para

© Thomson La Ley 2
llegar a la decisión sobre si actuar o no actuar en torno a ellos y en su caso, cómo hacerlo. De allí que los
objetivos de formación, consulta, adaptación de los componentes materiales de trabajo a las personas que
podrían sufrir el riesgo (no resulta igual la tolerancia a factores físico-químicos de unas personas que de otras y
esto, al fijarse el nivel por sobre el cual pueda considerarse riesgosa una sustancia o elemento, debe ser
considerado tal cual lo prevé la norma para los supuestos de prevención), todo ellos tienen que ver con las
medidas de precaución. Asimismo, la consideración de las sustancias y agentes químicos, biológicos, físicos,
operaciones y procesos está relacionada directamente con los supuestos de la precaución en tanto en cuanto tales
elementos pudieran generar un riesgo de daño (hipótesis plausible científicamente pero no comprobada aún en
su nexo causal).
También está indirectamente emparentado con el PP lo establecido en el art. 11 inc. b) —al aludir a la
exposición simultánea de varias sustancias o agentes (debiendo agregarse en la normativa, a futuro, y por
aplicación del PP, la exposición a largo plazo a sustancias que provocan efectos menores pero cuya
acumulación pueda producir un daño grave. Es decir, que la perspectiva no sólo debiera ser sincrónica sino
diacrónica)— así como su inc. f) que prevé la introducción o desarrollo de sistemas de investigación de los
agentes químicos, físicos o biológicos en lo que respecta a los riesgos que entrañaran para la salud de los
trabajadores (esto último porque el PP supone como medida típica la mayor investigación científica sobre el
agente o situación potencial productora de riesgos, antes de decidirse a lanzarlas al ambiente, al mercado o a
ejecutar dicha operación, proceso o actividad).
El art. 12 inc. a) tiene en cuenta que el aseguramiento y evitación del peligro debe serlo "en la medida en
que sea razonable y factible" lo que parece entroncar con el principio de razonabilidad y de proporción al que
está vinculado el PP según su misma definición en la Declaración de Río y en la LGA (esta relación se deriva de
la alusión a "medidas eficaces en función de los costos"). Asimismo, tal normativa prevé (art. 12 inc. b) que se
dé información sobre los riesgos que presentan máquinas y materiales y sobre las características peligrosas de
las sustancias químicas, agentes, o productos físico o biológicos, así como para prevenir los riesgos conocidos.
En este sentido, el PP extendería la obligación de informar sobre riesgos no sólo conocidos sino también
"sospechados" para gestionar con ellos un procedimiento deliberativo con todos los sectores interesados, al que
aludimos supra. Finalmente, la vinculación con el PP es más clara en su inciso c) por cuanto allí se expresa que
se efectúen estudios e investigaciones o se mantengan al corriente de cualquier otra forma de la evolución de los
conocimientos científicos y técnicos necesarios para cumplir con las obligaciones expuestas en los apartados a)
y b) del presente artículo. Esto alude, de nuevo, a la medida eminentemente precaucional cual es la
investigación constante para despejar incógnitas científicas sobre los potenciales efectos nocivos de sustancias o
procesos. El art. 13 habla de "peligro inminente y grave", por tanto no pareciera contemplar la precaución
aunque sí claramente la prevención hasta sus últimas consecuencias. Todas estas medidas se exigen también a
nivel de empresa (Parte IV. Acción a Nivel de Empresa, especialmente arts. 13, 16.1 y 19 —obligación de
cooperación e información—). Por último, cabe tener muy en cuenta que este convenio de la OIT es de 1981 y
por el desarrollo del PP de ese entonces no puede esperarse que los riesgos potenciales se hayan podido
contemplar en aquél.
De su lado, el convenio 187 habla ya más expresa y claramente de riesgos o peligros del trabajo —de su
evaluación, de combatirlos en su origen, de desarrollar una cultura nacional de prevención en materia de
seguridad y salud que incluya información, consultas y formación (art. 3º; Parte III Política Nacional)—.
Igualmente, se habla de la protección de trabajadores "en la medida en que sea razonable y factible" (art. 5º inc.
b).
También se sancionaron en nuestro país, las leyes 21.663 y 21.664, que aprobaron los convenios de la OIT
139 y 115 (sobre Prevención y Control de Riesgos por Sustancias Cancerígenas y Prevención contra
Radiaciones Ionizantes, respectivamente) que prohíben la realización de determinadas tareas y la utilización de
algunos productos peligrosos, aunque la mayoría de las normas referidas a los ambientes de trabajo son de
carácter local, provincial o municipal. Estos supuestos —sustancias cancerígenas, radiaciones ionizantes—
ingresan, claramente, en el horizonte del PP pues numerosas sustancias con las que se trabaja están sospechadas
de producir cáncer (las mismas radiaciones mencionadas) no existiendo certeza científica en la relación de
causalidad entre la cosa y el daño. El último de los convenios mencionados alude claramente a una medida de
precaución cuando establece: Artículo 6º: "1. Las dosis máximas admisibles de radiaciones ionizantes... 2. Estas
dosis y cantidades máximas admisibles deberán ser objeto de constante revisión, basándose en los nuevos
conocimientos." Lo que se corresponde también con el art. 3° que alude a: "1. Basándose en la evolución de los
conocimientos, deberán adoptarse todas las medidas apropiadas para lograr una protección eficaz de los
trabajadores contra las radiaciones ionizantes, desde el punto de vista de su salud y de su seguridad."
b) La normativa nacional
La existencia de una pluralidad de fuentes en el tópico de prevención de riesgos del trabajo hace que la
normativa en la materia sea compleja, dispersa, a veces de no tan buena calidad técnico jurídica. La normativa
general está en la Ley de Higiene y Seguridad 19587 —LHS— (sobre todo arts. 8º, 9º y 10) y su decreto
reglamentario 351/79; en la LRT, 24.557 [sobre todo arts. 1º, ap. 2 a) y 4º inc. 1] y en numerosas resoluciones

© Thomson La Ley 3
de la SRT y decretos del PE. Nos centraremos en lo que creemos tiene alguna vinculación con el PP.
Las pautas generales están dadas por el art. 4º y 5º de la LHS. En el primero se habla de medidas sanitarias,
precautorias, de tutela o de cualquier otra índole... Son "las medidas necesarias para excluir el daño evitable"
pero también "las que sean necesarias según el tipo de trabajo y las condiciones en que se realiza aunque no
estén previstas por la ley o convenio colectivo" (vgr. la introducción de una nueva tecnología). (9) Igualmente,
dentro de los principios y métodos de ejecución (art. 5º) se encuentran... b) institucionalización gradual de un
sistema de reglamentaciones generales o particulares, atendiendo a condiciones ambientales o factores
ecológicos y a la incidencia de las áreas o factores de riesgo; f) investigación de los factores determinantes de
los accidentes y enfermedades del trabajo, especialmente de los físicos, fisiológicos y psicológicos. h) estudio y
adopción de medidas para proteger la salud y la vida del trabajador en el ámbito de sus ocupaciones,
especialmente en lo que atañe a los servicios prestados en tareas penosas, riesgosas o determinantes de vejez o
agotamiento prematuros y/o las desarrolladas en lugares o ambientes insalubres; i) aplicación de técnicas de
corrección de los ambientes de trabajo en los casos en que los niveles de los elementos agresores, nocivos para
la salud, sean permanentes durante la jornada de labor. A su turno el art. 6º alude directamente a supuestos que
tienen que ver con el PP: "Las reglamentaciones de las condiciones de higiene de los ambientes de trabajo
deberán considerar primordialmente: a) características de diseño de plantas industriales, establecimientos,
locales, centros y puestos de trabajo, maquinarias, equipos y procedimientos seguidos en el trabajo; b) factores
físicos: cubaje, ventilación, temperatura, carga térmica, presión, humedad, iluminación, ruidos, vibraciones y
radiaciones ionizantes; c) contaminación ambiental: agentes físicos y/o químicos y biológicos; d) efluentes
industriales" muchos de los cuales plantean aún incertidumbre científica y no por ello, nos parece, deben dejar
de ser considerados frente al riesgo eventual al trabajador, sobre todo como causa de pequeños efectos
permanentes que podrían llegar a hacerse graves e irreversibles a largo plazo, es decir: efectos acumulativos. El
art. 8º también en su inciso a) contempla la atención a las condiciones ambientales y sanitarias adecuadas en los
edificios y lugares de trabajo. Y el art. 9º alude a "sustancias peligrosas" (inc. h); a acumulación de desechos y
residuos que constituyan un riesgo para la salud (inc. e).
El tema del estado de cada trabajador frente a, por ejemplo, determinadas sustancias que pueden llegar a ser
tóxicas en su organismo y no, en cambio, en otro, tiene que ver claramente con el PP y es contemplado en la
norma (desde los convenios de la OIT, como vimos, hasta el decreto reglamentario de la ley —el examen de las
posibilidades psicofísicas los trabajadores debe efectuarse una vez al año según este último decreto, art.
21.1.6—).
En cuanto a las convenciones colectivas de trabajo en general el deber de seguridad no está bien
determinado, ya que no obstante consignarse normas sobre higiene y seguridad en el trabajo, éstas se refieren a
la provisión de elementos de trabajo, al cuidado de las maquinarias, a la instalación de equipos para la
renovación del aire y eliminación de gases, humos, vapores y demás impurezas, a la capacitación del personal, a
los exámenes periódicos de medicina preventiva, a la eliminación de los ruidos, etc., pero omiten legislar en
forma específica sobre los medios que el empleador debe emplear para evitar daños en la salud del trabajador.
Esto es, ciertamente, tarea pendiente. Al poseer cada actividad profesional sus características propias, cada
convenio debería incluir normas precisas para que el empleador proteja la integridad psicofísica del trabajador.
"Además, deberán modificar sus normas o cláusulas, cada vez que la nueva tecnología introduzca materias que
puedan dañar la integridad física del obrero". (10)
III. El deber de previsión en la ley de contrato de trabajo
a) Generalidades
Como una derivación del principio protectorio (11), y como consecuencia de los deberes de fidelidad,
obediencia y diligencia del trabajador, se encuentra el genérico deber de previsión, también llamado de
protección. Se trata del conjunto de medidas y recursos técnicos que el empleador debe adoptar durante la
prestación de la tarea para proteger la salud psicofísica del trabajador y su dignidad y evitar que sufra daños en
sus bienes. Asimismo, el deber de previsión encuentra sustento no sólo en el art. 14 bis CN sino también en
varios tratados internacionales con jerarquía constitucional, en tanto impone entre los derechos del trabajador
que se le otorguen condiciones dignas y equitativas de labor.
Este deber de previsión se expresa en tres aspectos: el deber de seguridad personal —salud psicofísica—, el
deber de seguridad patrimonial —reintegro de gastos y resarcimiento de daños— y el deber de protección,
—alimentación y vivienda—. Estos están referidos en los arts. 75, 76 y 77 LCT, respectivamente.
Por los objetivos del trabajo sólo nos ocuparemos del primero, analizando, entonces, el art. 75 LCT, el deber
de seguridad personal.
b) El deber de seguridad personal
El deber de seguridad tiene origen en la doctrina alemana, que la elaboró denominándolo deber de
protección. Su reconocimiento precede a la propia Ley de Contrato de Trabajo, y su inclusión en el texto
normativo, sólo tenía trascendencia para disipar alguna polémica en torno al carácter contractual y no legal de la
obligación, dándose por sentada la vigencia del deber de conducta, aunque la norma heterónoma nada hubiera

© Thomson La Ley 4
prescripto.
b.1) Normativa
La primera regulación de este deber fue el art. 83, Ley N° 20.744. La reforma introducida por la ley 21.297
modificó el artículo, que quedó regulado en los términos dados por el art. 75, decreto 390/1976. Posteriormente
la ley 24.557 lo modificó nuevamente de la siguiente manera: "Deber de seguridad. 1. El empleador está
obligado a observar las normas legales sobre higiene y seguridad en el trabajo y a hacer observar las pausas y
limitaciones a la duración del trabajo establecidas en el ordenamiento legal. 2. Los daños que sufra el trabajador
como consecuencia del incumplimiento de las obligaciones del apartado anterior, se regirán por las normas que
regulan la reparación de los daños provocados por accidentes en el trabajo y enfermedades profesionales, dando
lugar únicamente a las prestaciones en ellas establecidas".
Hay quienes entienden que esta última reforma importó la eliminación de este deber (de seguridad) al
suprimirse la expresión anterior "adoptar las medidas que según el tipo de trabajo, la experiencia y la técnica
sean necesarias para tutelar la integridad psicofísica y la dignidad de los trabajadores". Entendemos que esto no
es así, por cuanto el deber de seguridad tiene origen doctrinario, y desde siempre autores como Krotoschin
destacaron la irrelevancia que se le otorgaba a la regulación expresa de este deber por la legislación o la
convención colectiva, al afirmar que se trata de una exigencia contractual típica, que integra el sinalagma
fundante y que no requiere formulación. Los fundamentos de este deber surgen de la naturaleza misma de la
relación entablada, y no del reconocimiento que el legislador pueda otorgar o suprimir". (12) Por otra parte, la
expresión que fue suprimida por la LCT se encuentra inserta en los arts. 4º, inc. a, 5 inc. h, y 8º, LHS, cuya
observancia exige el propio art. 75 LCT, razón por la cual puede entenderse que resultaba sobreabundante, ya
que se encuentra incorporada en otra disposición que expresamente la norma compele a acatar.
Actualmente el deber de seguridad surge también de otras normas de la LCT y de otras leyes, v.gr: arts. 188
—certificado de aptitud física en los menores— y 195 —presunción de culpa del empleador en accidentes o
enfermedades de menores— LCT, LHS y su decreto reglamentario 351/1979, y LRT. Otras disposiciones de la
LCT se ocupan de él tangencialmente (entre ellas, los arts. 17, 66, 68, 70, 73, 75, 76 y 77) y también diversos
convenios colectivos de trabajo y estatutos profesionales.
Es decir que a pesar de los sucesivos cambios normativos operados en torno del deber de seguridad personal
no se puede dudar de su vigencia actual en nuestro ordenamiento. Toda la doctrina —o casi— está conteste en
que continúa. Pues "la obligación tácita de seguridad se encuentra ínsita en el contrato (arts. 1198 CC; 62 y 63
LCT) y no enerva esta afirmación, admitida prácticamente sin discrepancias, la eliminación del epígrafe que
comentamos. En primer lugar porque no fueron derogados los otros artículos de la LCT (4º, 62, 63, 65, 66, 68,
70, 72, 73, 77 y 79) cuya vigencia pone en evidencia la obligación del empleador de adoptar medidas idóneas
para tutelar la dignidad de los trabajadores, en concordancia con el mandato constitucional que imponte
"condiciones dignas y equitativas de labor". En segundo lugar, porque subsisten, como se dijo, los arts. 4º, 5º
inc. h), 8º de la LHS a los que remite el apartado 1° del art. 75. En tercer lugar, porque su supresión violentaría
lo dispuesto por las normas internacionales que dan amplio alcance a la protección a la vida, salud e integridad
psicofísica y moral de las personas.
La modificación que del art. 75 efectuara la Ley N° 24.557 se presentó a sí misma como una ley superadora
de toda la regulación normativa que rigió en nuestro país por más de 80 años al tener en cuenta expresamente,
en lo que nos concierne, la función preventiva de daños. Sin embargo, "existió una desconexión entre los
objetivos declamados y las medidas implementadas para su cumplimiento. Si bien el objetivo principal era la
prevención, sólo se le dedicó el cap. II, que consta de dos artículos (arts. 4º y 5º), el último de los cuales
establece un recargo cuando el accidente se produzca por incumplimiento de la Ley de Seguridad e Higiene,
razón por la cual no es una norma preventiva". (13)
Esta tendencia a minusvalorarla la prevención a pesar de estar inserta en el texto legal se constata no bien se
advierte que la ley nueva norma sobre riesgos del trabajo (ley 26.773) no ha hecho hincapié en un tema
fundamental del sistema: la prevención. (14)
b.2) Su Incumplimiento
El deber de seguridad y por tanto la obligación de reparar el daño derivado de su incumplimiento tiene como
fundamento último el principio de indemnidad ["alterum non laedere"] consagrado por nuestra Constitución
Nacional en el art. 19. "Consagrado el principio de indemnidad, la actividad lucrativa basada en el
aprovechamiento del trabajo ajeno siguió siendo legitimada por el ordenamiento jurídico, pero a condición de
que no dañase al trabajador. Como derivación de este principio de indemnidad nace en cabeza del empleador un
deber tácito de seguridad y prevención que pasa a integrar el sinalagma laboral". (15)
De acuerdo al articulado analizado, en el Art. 75 LCT, se establecen las obligaciones del empleador respecto
al deber de seguridad del trabajador, efectuándose las remisiones a las normas que debe cumplir, caso contrario
se configura un incumplimiento del negocio jurídico laboral habido entre las partes, que puede provocar un
daño al trabajador y en virtud del principio mentado deberá ser reparado en su integralidad por el responsable
del ilícito. Estas obligaciones son las de observar las normas legales sobre higiene y seguridad en el trabajo y las

© Thomson La Ley 5
referidas a hacer observar las pausas y limitaciones a la duración del trabajo establecidas en el ordenamiento
legal.
Es decir que "En el canal preventivo la regla estatal (ley 19.587) funciona como norma básica respecto de la
higiene y seguridad laboral y el art. 75 RCT estructura el deber de seguridad, abriéndolo a los nuevos
requerimientos científico-tecnológicos y a la experiencia". (16) El incumplimiento de la obligación de seguridad
como una verdadera prestación debida en el contrato de trabajo y sus notas típicas [contractual, tácita,
autónoma, secundaria y de resultado] por parte del empleador genera un supuesto de responsabilidad contractual
imputable directamente a este.
Entonces, si bien la LRT a través de su art. 49 sustituyó el art. 75 LCT en la forma en que más arriba se
mencionó (supresión de toda una frase), esta actual redacción no obsta a la aplicación de pautas generales en
materia de responsabilidad por daños, en especial a la reparación de la responsabilidad contractual más aun
cuando lo que está en juego es la salud y la integridad del dependiente.
Esta cuestión se vincula con los diversos planteos de inconstitucionalidad que mereció el art. 39 de la LRT
que fueron receptados por un número importante de jueces y por la CSJN en los casos "Aquino" y "Gorosito",
con fundamento, entre otros, en la desfavorable situación en que se encuentra un trabajador al momento de
reclamar ante la justicia por los daños derivados por el hecho o en ocasión del trabajo frente a las posibilidades
que la normativa le brinda a cualquier ciudadano que haya sufrido un daño a raíz del mismo evento y a los
principios tutelares del trabajador.
En opinión de Fernández Madrid, "quedan igualmente abiertas las posibilidades referidas a una reparación
de daños por incumplimiento de las obligaciones derivadas de las normas de higiene y seguridad, entre las
cuales deben considerase comprendidas las pautas y limitaciones a la duración del trabajo no como la única sino
como una causa más de los daños que puede sufrir el trabajador". (17)
En efecto, si las medidas de prevención no se cumplen, se configura un ilícito violatorio de la Declaración
Universal de Derechos Humanos (art. 3º: todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de
su persona; art. 23: "Toda persona tiene derecho..., a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo...")
Igualmente se cercena el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (art. 7º, los
Estados partes reconocen el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y
satisfactorias que le aseguren en especial:... b) La seguridad y la higiene en el trabajo; art. 12, relativo al derecho
de toda persona al "disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental", cuando en su inc. 2 dispone:
"Entre las medidas que deberán adoptar los Estados Partes en el Pacto a fin de asegurar este derecho, figurarán
las necesarias para [...] "b. El mejoramiento en todos sus aspectos de la higiene del trabajo [...]; "c. La
prevención y el tratamiento de las enfermedades [...] profesionales"). En el orden nacional, se viola el ya citado
art. 14 CN que se ve reforzado, precisamente, por lo expuesto en los tratados internacionales referenciados,
leyes supremas de la república, según el art. 75 inc. 22 CN.
b.3) Su contenido
El contenido del deber de seguridad tiene dos vertientes. Una referida a la tarea misma —intensidad y
continuidad— (descanso semanal, extensión de la jornada de trabajo, vacaciones, etc.). La otra apunta a
prevenir accidente y enfermedades, como vimos, está comprendida en la LHS; en la LRT, en sendos decretos
reglamentarios y en los convenios colectivos de trabajo. Sin embargo, el contenido de este deber desborda tales
normativas y se vierte también en los cauces que cada tipo de explotación, tarea y aptitud psicofísica del
trabajador determinan. Por tanto, y como concluye Fernández Madrid: "el marco normativo deberá ser ajustado
a las particularidades de cada situación". (18)
El casuismo adquiere particular relevancia y atención cuando se trata de analizar los riesgos inciertos ya que
la incertidumbre que domina a estos y llama al PP supone también, el establecimiento de una gestión caso por
caso.
En la LCT, el art. 75 es el que aborda el deber de seguridad personal que supone cumplir, sí, las normas de
higiene y seguridad personal y a hacer observar las pausas y limitaciones a la duración del trabajo establecidas
en el ordenamiento legal pero también lo que mentaba el art. 75 anterior a la reforma actual, esto es: "adoptar las
medidas que según el tipo de trabajo, la experiencia y la técnica sean necesarias para tutelar la integridad
psicofísica y la dignidad de los trabajadores".
El deber de seguridad es "ejemplo y manifestación visible de la tendencia protectoria a la persona del
trabajador, los alcances de un deber implícito, tácito y vinculante en toda relación laboral, el deber de
previsión". Se trata de omitir todo lo que pueda perjudicar física, psíquica o materialmente al trabajador y
adoptar —en lo positivo— las medidas necesarias para preservar la indemnidad. Krotoschin, lo anticipamos, y
la doctrina alemana consideraban implícito este deber en todo contrato de trabajo tornando por ello irrelevante
la regulación de éste en forma legal o en las convenciones de trabajo. Lo que coincide con el desarrollo en la
teoría del derecho civil de la obligación tácita de indemnidad que favorece a todo aquél que se obliga, por un
contrato típico o atípico a ejecutar un acto en forma personal y que tiene pie no sólo en el art. 1198 CC (este
deber de seguridad) sino también en los arts. 1953 y 1954 CC. A ello se agrega que los artículos en los que se

© Thomson La Ley 6
fundó la jurisprudencia que incluso antes de la LCT admitía acción por daños al trabajador eran además de los
mentados, los arts. 59 y 521 y ccdtes. CC. (19) Es decir que, cuando nos referimos al deber de seguridad,
implícitamente aparece el deber de previsión, que queda subsumido en aquél.
El contenido del deber de seguridad no sólo —como queda dicho— desborda las normativas específicas
aludidas para aplicarse a cada caso en particular, sino que también se expande al deber genérico de conducta que
supone la prevención de riesgos del trabajo. Sobre el tema Cabanellas, despues de transcribir disposiciones de
distintos códigos del trabajo de Latinoamérica, señala que: "Es obligación esencial del patrono procurarle al
trabajador el máximo de higiene y seguridad en el trabajo, velando por el cumplimiento de las respectivas
disposiciones legales y protegiéndolo contra las imprudencias derivadas del ejercicio habitual de la profesión.
Es, pues, obligación esencial la de adoptar las precauciones necesarias para proteger eficazmente la vida, la
salud y la moralidad de los trabajadores; la de acatar y hacer cumplir las medidas que tiendan a prevenir
accidentes del trabajo y enfermedades profesionales" y Vázquez Vialard, por su parte, asevera que: "Este deber
de seguridad, ínsito en todo contrato, está comprendido en el ámbito del derecho del trabajo, dentro del de
previsión o de protección. El corresponde a una obligación de carácter accesorio de una principal. Aunque no
esté inserta expresamente en el acuerdo, se infiere de él, a través de una interpretación del principio de buena fe,
que obliga a una de las partes a velar para que no se produzca daño a la persona y a las cosas de la otra". (20)
Para cerrar el punto, nos parece esclarecedora la postura del Dr. Etala cuando dice que: "Si al art. 75 se le diera
solamente el alcance de una mera remisión a otras disposiciones legales cuyo cumplimiento ya está impuesto al
empleador; se trataría de una norma redundante que nada agregaría a lo existente. Pero esta remisión a 'normas
reglamentarias de protección del trabajo, incluida en la LCT en el cap. VII', 'De los derechos y deberes de las
partes', bajo el rubro deber de seguridad' tiene el importante significado de asignar a esas obligaciones el
carácter de deber contractual del empleador y, por consiguiente, un comportamiento exigible jurídicamente no
solo por la autoridad administrativa del trabajo que vigila el cumplimiento de las disposiciones reglamentarias,
sino también por la otra parte de la relación contractual, el trabajador (arts. 62, 79 LCT). Es decir que no puede
negarse el carácter contractual de esta obligación sin perjuicio de que también emerja el cumplimiento del deber
de seguridad de otros principios generales del derecho de daños o del mismo derecho". (21)
Concluimos, finalmente en que el deber de seguridad no se agota en la observancia de las disposiciones
legales sino que, por el contrario, comprende todos los deberes que aconseje la prudencia (ínsita en el PP), las
características del trabajo y las condiciones psicofísicas del trabajador.
Por último, y al respecto, permítasenos también citar a la ley española de prevención de riesgos laborales
(LPRL) que, aplicando el art. 5º de la Directiva Marco 89/391 («El empresario deberá garantizar la seguridad y
la salud de los trabajadores en todos los aspectos relacionados con el trabajo») lo traspone al derecho interno en
su art. 14, ap. 1 que consagra el deber general de prevención del empresario frente a los riesgos laborales. En
ese país se habla del empresario como deudor de la seguridad (22) y le exige "cuantas medidas sean necesarias
para la protección de la seguridad y salud de los trabajadores" como concreta el apartado 2 del artículo 3º.
Es decir que para esta ley, el deber genérico quedará satisfecho no sólo cuando el empresario cumpla con
todas las normas aplicables en la materia sino cuando «adopte cuantas medidas sean necesarias», estén o no
contempladas legalmente (artículo 14.2 de la LPRL) y en todas las fases y circunstancias del proceso
productivo, lo que supone, al decir del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (sentencia del 4 de noviembre
de 2008) que se incorpora la prevención en la entera organización del proceso productivo, esto es, «en las
condiciones de prestación, las relaciones sociales y la influencia de los factores ambientales en el trabajo».
A partir del denominado principio de seguridad integrada que aparece contemplado en el artículo 15, apar.
1, g) de la LPRL, se señala que «el deber de protección del empresario es incondicionado y prácticamente
ilimitado», obligando su posición de garante a que dicha protección sea eficaz. El contenido de este deber es
permanente, dinámico, variable y actualizable, teniendo en cuenta los cambios tecnológicos, los de las propias
condiciones de trabajo y de las circunstancias en que se ejecuta el trabajo (art. 3º). En España, esta obligación de
hacer, no se limita a una mera entrega de medios preventivos, sino que también se integra y concreta en un
deber de vigilancia para que los trabajadores cumplan las medidas de protección adoptando, en su caso, las
medidas para hacer efectivas las órdenes empresariales.
Así, debe entenderse también en nuestro país que el empleador debe disponer lo necesario para que las
tareas se presten en condiciones de seguridad adecuadas de modo que el trabajador no sufra daños evitables. En
tal sentido, el art. 75 LCT debe conjugarse con el art. 62 en cuanto impone a las partes del contrato actuar de
buena fe y tipifica la figura del buen empleador que debe obrar con diligencia (cuidado y previsión, según la
expresión genérica del art. 1198 del CC).
Desde el punto de vista valorativo, las normas que establecen el deber de seguridad estiman la integridad del
trabajador como un bien socialmente predominante frente a otros bienes.
El art. 14 (párr. 2º, apart. 2) de la LPRL de España, literalmente impone la siguiente obligación empresarial
«El empresario desarrollará una acción permanente de seguimiento de la actividad preventiva con el fin de
perfeccionar de manera continua las actividades de identificación, evaluación y control de los riesgos que no se
hayan podido evitar y los niveles de protección existentes y dispondrá lo necesario para la adaptación de las

© Thomson La Ley 7
medidas de prevención señaladas en el párrafo anterior a las modificaciones que puedan experimentar las
circunstancias que incidan en la realización del trabajo». Incluyéndose dentro de los principios de la acción
preventiva en su art. 15, apart. 1, e) el de «tener en cuenta la evolución de la técnica», lo que habla bien a las
claras de esa obligación empresarial de constante actualización y perfeccionamiento en materia de prevención
de riesgos laborales.
Si bien esto entronca también con las medidas dictadas por el PP, las que deben ser siempre provisorias,
sujetas a los avances científicos que despejan la incertidumbre, y a cambio por nuevos y mejores métodos
técnicos que sean más seguros para la integridad psicofísica del sujeto al riesgo eventual, lo cierto es que la
norma, sin embargo, al igual que las argentinas analizadas, no lo contempla en tanto alude a que la falta de
diligencia del empresario es la que activa su responsabilidad, siempre que aquélla entre en el círculo de
imputación subjetiva, esto es, dentro de los parámetros de previsibilidad y evitabilidad, quedando fuera la fuerza
mayor y el caso fortuito, que suponen la imprevisibilidad e inevitabilidad del siniestro. Lo que viene a significar
que si no puede imputarse a la empresa dolo, culpa o negligencia, no debe declararse su responsabilidad. Esta
diligencia se ha visto como «máximas de diligencia ordinaria exigibles a un empresario normal comparados a
los fines de la convivencia industrial», o como diligencia exigible «a un prudente empleador con criterios
ordinarios de normalidad para prevenir o evitar una situación de riesgo en la vida o salud de los trabajadores».
El PP, en cambio, amplía el espectro de la previsibilidad que deberá en adelante no sólo prever los riesgos
ciertos sino también tener en cuenta los riesgos potenciales. (23)
En efecto, si España no da cabida en el estado de su legislación actual a la hipótesis precautoria, lo mismo
acontece en nuestro país. Esto pareciera puesto que, a tenor del art. 6º de la LRT, que establece que las
enfermedades profesionales no incluidas en la nómina que establezca el PE no serán consideradas tales ni, por
tanto resarcibles (tampoco sus consecuencias), podría pensarse que cuán lejos está el PP de aplicarse en esta
materia si, como es de pensar, ninguna enfermedad existirá en tal nómina cuando su causa sea aún no conocida
con certeza científica aunque sísospechada de existir (supuesto de aplicación del PP). Sin embargo, a poco que
se profundice en la materia, se advertirá que el citado artículo ha sido declarado inconstitucional (24) así como el
segundo inciso del art. 17 y el 39.1 de igual normativa. Más allá de esta solución jurisprudencial, se dijo
también, desde la doctrina, que el 39.1 LRT exime de responsabilidad civil al empresario, pero no de
responsabilidad laboral, que surge de los arts. 75, 62, 63, 65 y 76 LCT.
Sin embargo, descartado que la exclusión del PP en el campo de las enfermedades inculpables pueda
provenir de lo dispuesto en el art. 6º LRT, lo cierto es que aún abierta la lista de enfermedades que ingresan en
esa normativa (por su declaración de inconstitucionalidad), el PP pareciera aún no tener cabida en esta temática.
En efecto, la nueva norma deja abierta la posibilidad de accionar por ej. por una enfermedad-accidente vía
art. 1113 CC y son muchos los casos de enfermedades ligadas al trabajo que no son atendidas por la ART e
impulsan al trabajador a acudir a la justicia para obtener una reparación integral. Innegablemente para la
reclamación del daño hay que probar el vínculo causal según principios básicos de la responsabilidad civil. A su
turno, la OIT tiene una lista de enfermedades profesionales provocadas por numerosos agentes (químicos,
físicos y biológicos y enfermedades de origen respiratorio, trastornos en la piel, cáncer profesional sistema
osteomuscular, etc.). La lista es abierta a otras enfermedades causadas por agentes químicos o físicos o
biológicos "no mencionados en los puntos anteriores cuando se haya establecido, científicamente o por métodos
adecuados a las condiciones y la práctica nacionales, un vínculo directo entre la exposición a dichos agentes
(físicos, químicos, biológicos) o factores de riesgo (en el caso de enfermedades de los distintos sistemas: piel,
respiratorio, osteomuscular o trastornos mentales o del comportamiento) que resulten de las actividades
laborales y la(s) enfermedad(es) (o trastornos de sistemas o mentales y del comportamiento o el cáncer)
contraída(s) por el trabajador y "otras enfermedades específicas causadas por ocupaciones o procesos no
mencionados en esta lista cuando se haya establecido... un vínculo directo entre la exposición que resulte de las
actividades laborales y las enfermedades contraídas por el trabajador".
Claramente se excluye la hipótesis precaucional en tanto en cuanto se habla siempre del establecimiento de
un vínculo directo entre la exposición y la enfermedad contraída, lo que en el supuesto del PP sólo puede
establecerse como hipótesis científica plausible pero no comprobable.
Esto nos lleva a concluir que el PP no tiene ingreso de acuerdo al estado de la normativa existente a nivel
nacional ni internacional en el Derecho del Trabajador en punto a determinar o incidir en el contenido de este
deber. Nótese que no hablamos aquí de la determinación causal como presupuesto para la reclamación de daños
sino sencilla y básicamente en la vinculación causal para establecer, ante todo, la calificación de laboral o
profesional de la misma enfermedad de lo que depende su ingreso a este sistema.
Sin embargo, creemos ver la posibilidad de su ingreso actual mediante otra vía, que es la que presentaremos
en el apartado siguiente.
IV. Gestión del riesgo incierto en la Empresa. Participación de los trabajadores
El deber de seguridad consiste en la obligación del empleador de tomar las medidas necesarias para que las
tareas se presten en condiciones de seguridad adecuadas, evitando así la producción de daños evitables

© Thomson La Ley 8
(obligación de hacer) y abstenerse de realizar cualquier acto que resulte perjudicial para su salud psicofísica
(obligación de no hacer). Este deber tiene como contrapartida la obligación del trabajador de seguir las
instrucciones y directivas en materia de seguridad. Las normas laborales obligan a los trabajadores a cumplir
con las normas de higiene y seguridad y con las recomendaciones que se le formulen; igualmente los obliga a
someterse a los exámenes médicos preventivos y a colaborar con la organización de programas de formación y
educación en materia de higiene y seguridad.
De un lado, pareciera de estricta justicia que si a los trabajadores se les pide todas estas cosas, si se trata de
que ambos —empleador y trabajador—, de consuno, puedan colaborar en todo lo que hace a la prevención de
los riesgos del trabajo, resulta entonces cuando menos atendible que ellos puedan también participar
activamente en la gestión del riesgo ambiental, también de los inciertos a los que alude el PP. Esta participación
supondría ser informados de la existencia de ellos y ser escuchados acerca de qué piensan sobre estos en materia
de su asunción (correr con el riesgo potencial) o prevención y cuál el límite en aquel primer caso.
Esto que decimos se deriva, no sólo de la lógica cooperación que debe haber entre empleador-trabajador,
como queda dicho, sino también de la existencia del PP puesto que él exige y supone el cumplimiento de estos
deberes y derechos (información, educación, formación y participación de los individuos sujetos al riesgo). Así,
por ejemplo en los Países Bajos existe una ley sobre el medio ambiente de trabajo cuyo objetivo principal es
lograr un cierto nivel de democracia industrial, por intermedio de los respectivos comités, para dar solución en
las empresas a los problemas de seguridad e higiene. El empleador para introducir, modificar o anular medidas
sobre seguridad, sobre la salud y el bienestar en el ámbito laboral, debe contar con el acuerdo del respectivo
comité. (25) Y la ley española antes comentada, en su art. 14 ap. 1 contempla entre los derechos de los
trabajadores, los de información, consulta y participación; formación en materia preventiva; paralización de la
actividad en caso de riesgo grave e inminente; vigilancia de su estado de salud.
Es que "el principio de precaución incorpora, elementos culturales y democráticos relativos a la gestión de
un riesgo en un contexto de incertidumbre que sea potencialmente apto para provocar daños graves, colectivos e
irreversibles a la vida humana, animal o vegetal. En el ámbito de la salud y seguridad laborales la llamada
aceptación democrática del riesgo es un elemento cultural que junto con el de la prevención, debiera integrarse
en la empresa. Con la aplicación del principio de precaución por tanto, a pesar de que en la primera fase de
identificación evaluación del riesgo se delegara cualquier tipo de participación a los expertos técnico y
científicos, la gestión de dicho riesgo como lo fuera por ejemplo la negociación de los límites y del tiempo de
exposición a las sustancias peligrosas se podría conformar mediante un modelo de democracia industrial donde
se permitiera la participación en la toma de decisiones empresariales de todas las partes implicadas en el
proceso productivo". (26)
V. Conclusión
Por el presente trabajo se trató de ofrecer un rápido panorama posible de las incidencias del PP en el
Derecho del Trabajo. La LHS y su decreto reglamentario contienen un amplio catálogo de disposiciones
destinadas a la protección del medio ambiente laboral. Todas las normas relativas al ambiente de trabajo (aire,
agua, residuos, sustancias tóxicas y potencialmente tales) tienen que ver con el principio de cautela. Todo lo
relativo a las enfermedades profesionales y su prevención —objetivo central de la LRT— está vinculado al PP.
La prevención está ínsita en el deber de todo empleador de bregar por la integridad psico física del trabajador, lo
que cuaja en el deber de seguridad que contempla el art. 75 de la LCT.
El PP entronca con la función preventiva de daños y con el deber de prevención que sobrevuela todo el
Derecho del Trabajo. Lo hace desde fuera del contrato de trabajo y desde muy dentro. Lo hace subyaciendo
implícito en el deber de seguridad del art. 75 LCT y lo hace plantándose explícitamente como objetivo de la
LRT. Lo hace, sobre todo, arraigado en los arts. 41 y 42 de la CN desde los cuales se alza para dar cobijo a los
trabajadores.
El deber de seguridad implica obligaciones de hacer (adoptar medidas de seguridad) y de no hacer (omitir
toda acción perjudicial para la salud del trabajador) por parte del empleador. El PP supondría una extensión de
la primera (obligaciones de hacer: investigar; informar; consultar; dar participación en la gestión sobre riesgos
potenciales, no sólo sobre riesgos ciertos) y por tanto, de la segunda (no puede exponer a riesgos sospechados a
los trabajadores o consumidores sin advertir tal potencialidad, sin debatir, sin asumir la tarea de mayor
investigación acerca de los potenciales efectos —acumulados o no— de las sustancias químicas y de cualquier
otro tipo que manejan los trabajadores, etc.).
El PP refuerza además el hecho de que las leyes que tienen en cuenta la salud y seguridad del trabajador,
como la LHS, y sus reglamentaciones, deben adaptarse constantemente a la nueva tecnología, sustancias y
elementos, materias primas, etc., con las que se trabaja.
El PP recuerda también que, como siempre sucede en materia de riegos creados, en lo laboral, se debe
reconocer que lo difícil es regular el umbral de riesgo inadmisible. (27) En este sentido, de la mano del PP,
puede ingresar el debate democrático en el seno de la empresa o lugar del trabajo acerca de los riesgos
potenciales, su admisión, su rechazo, su extensión, su límite o determinación de su nivel admitido. En este

© Thomson La Ley 9
sentido, y a diferencia de las obligaciones por acción o por omisión que emergerían del deber de seguridad o de
prevención en su vinculación con el principio estudiado que, como dijimos, sólo pueden proponerse de lege
ferenda, lo cierto es que en este último punto, no sólo no hay nada que normativamente obstaculice esta
propuesta sino que, antes bien, algunos deberes y garantías están lo suficientemente desarrollados
normativamente como para reforzar tal pretensión. Nos referimos a los deberes de información, consulta,
cooperación, formación constante, actualización permanente, adaptación, etc. existentes no sólo en el Derecho
del Trabajo como tuvimos ocasión de repasar someramente, sino también en todo el Derecho (del Consumo, de
la Salud, etc.).
La propuesta de inserción del PP en el Derecho del Trabajo, si bien exige un análisis mucho más profundo y
una justificación igual de necesaria que lo hasta aquí esbozado, no resulta tan descabellada si consideramos la
ampliación del PP a otros horizontes más allá del Derecho Ambiental en otros países y en la misma UE (en
efecto, éste se extiende a la Salud); si, además, y sobre esta base, consideramos la incorporación del deber de
protección de la salud previsto en el art. 42 CN; si además vinculamos todas las normas del ordenamiento
jurídico —particularmente de la CN— y por tanto relacionamos aquél artículo con el 14 bis y con los tratados
de jerarquía internacional que claramente contienen los derechos a la salud, a la vida a la integridad psico-física
de las personas (y por ende de los trabajadores). Por otra parte, no puede no considerase a este deber de
prevención y de seguridad vinculados a la integridad psico-física de las personas, con raigambre constitucional.
Es que éste "tiene su razón de ser desde el punto de vista filosófico en el respeto a la dignidad humana". (28)
No desconocemos los problemas que esto pueda conllevar, empezando por los costos económicos. (29)
Tampoco desconocemos que si los mismos deberes de prevención están lejos de ser cumplidos y de ser
controlados como se exige legislativamente resultaría cuando menos ilusorio pensar en extenderlos hasta el
límite de lo precaucional. Sin embargo, no podemos no bregar para que esto así suceda alguna vez. No tenemos
en miras otra cosa sino la mismísima dignidad del trabajador que requiere que a lo sumo, sea escuchado en la
gestión de este tipo de riesgos.
Bregamos entonces para que la prevención de daños (y precaución en lo posible y si se dan sus
excepcionales supuestos) sea un principio extendido en todas las ramas del Derecho pues no reconoce fronteras
jurídicas ni queda asfixiado por dogmáticos compartimentos estancos. Las bases para ello están enraizadas en
normas nacionales e internacionales de la más alta jerarquía jurídica. Se necesita una acción legislativa al
respecto, una voluntad política firme para efectivizar y operativizar tales disposiciones, jueces que la apliquen
prioritariamente y una educación ciudadana que forme conciencias de modo tal que, en el día a día y desde las
más pequeñas actividades, cada miembro de la sociedad propenda a este objetivo que lleva a la paz social y a la
justicia, objetivo último del Derecho.
(1) RODRIGUEZ MANCINI, Jorge, Los riesgos del trabajo, hoy, La Ley Online.
(2) ACKERMAN, Mario E (dir.), Tratado del Derecho del Trabajo, t. VI, Rubinzal Culzoni Editores, Santa
Fe, 2007, p. 7.
(3) LOPEZ ARNAL, Salvador, A propósito del principio de precaución. ¿Un cambio de paradigma en las
políticasambientalesydesalud?http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Transgenicos/.
(4) RUBINSTEIN, Santiago, El deber de seguridad y su incidencia en las relaciones laborales, DT, 1986-B,
1603, 1985-B, 1727.
(5) FERNANDEZ MADRID, Juan Carlos, Ley de Contrato de Trabajo, Anotada y Comentada, comentario
art. 75 T II, arts. 62 a 207, La Ley, Buenos Aires, 2009-934.
(6) RUBINTEIN, Santiago, op. cit.
(7) RUBINSTEIN, op. cit.
(8) CORNAGLIA, Ricardo, Revista de Derecho Laboral, 1999-A, 35/45.
(9) FERNANDEZ MADRID, op. cit., p. 935. La bastardilla es nuestra.
(10) RUBINSTEIN, Santiago, op. cit.
(11) ORSINI, Juan Ignacio, Los principios del derecho del trabajo, UNLP, 2009-2010, 01/11/2010, 489.
(12) ACKERMAN, op. Cit., p. 57; DEPETRIS, Eduardo Alfonso, El deber de seguridad en la ley de
contrato de trabajo, http://wwwarrabaljuridico.blogspot.com.ar/p/deber-de-seguridad-art-75-lct-alterum.html.
(13) GRISOLIA, Julio, HIERREZUELO, Ricardo, El deber de previsión en la Ley de Contrato de Trabajo,
Citar Lexis Nº 0003/402436;
http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/7468796/El-deber-de-prevision-en-la-Ley-de-Contrato-de-Trabajo.html.
(14) ALVAREZ CHAVEZ, Víctor Hugo, Nuevo régimen de accidentes del trabajo y enfermedades
profesionales, Ed. García Alonso, Bs. As., 2012, p. 61.
(15) ORSINI, J. op. cit.
(16) DEPETRIS, Eduardo, op. cit.

© Thomson La Ley 10
(17) FERNANDEZ MADRID, op. cit. p. 933. Cabe aquí hacer una digresión y mencionar un fallo que
contiene interesantes consideraciones respecto al deber de seguridad y su vinculación no sólo con el Derecho
del Trabajo sino también del Consumidor. Se trata del caso: "A. M. E. c. Cervecería y Maltería Quilmes S.A. y
otro s/accidente - acción civil" CNTrab. 08/07/2011 (elDial.com - AA70CA).
(18) FERNANDEZ MADRID, op. cit. pp. 934/935.
(19) ALVAREZ, Eduardo O., El deber de seguridad y los infortunios laborales en la LCT, "La
Responsabilidad", Hom. al Prof. Dr. Isidoro H. Goldenberg, Abeledo Perrot, Bs. As., 1995, vol. I (A.A. Alterini,
R. M. López Cabana, dirs.). Se mencionan también otros artículos en donde la obligación de seguridad se
encuentra: 2224 CC; 184 y 227 Cód. de Comercio; 65, apart. 2º de la ley general de ferrocarriles nacionales
2873. También impone una obligación de seguridad el art. 330 de la ley de navegación 20.094. Igualmente
puede citarse el art. 139 del Cód. Aeronáutico. En la ley de contrato de trabajo, el art. 75, establece un deber de
seguridad del patrono hacia el obrero y, correlativamente, los arts. 1º y concs. de la ley 9688 sobre accidentes
del trabajo... (MAYO, Jorge A., Sobre las denominadas "obligaciones de seguridad", LA LEY, 1984-B, 949).
(20) Las citas, en POSE, Carlos, Sobre el deber de seguridad, DT, 1989-A, 824.
(21) ETALA, Carlos Alberto, Contrato de Trabajo, Astrea, 2010, Bs. As., comentario art. 75, p. 250.
(22) OJEDA, Raúl Horacio (coord.), Ley de contrato de trabajo, Rubinzal Culzoni Editores, t. I, arts. 1 al
89, Santa Fe, 2011.
(23) El PP podría indicar que no será culpable solamente aquél que no ha tomado todas las medidas de
prevención del riesgo conocido o previsible sino igualmente aquél que, en situación de incertidumbre o de duda
no habrá adoptado una actitud de precaución para prevenirse de un riesgo todavía incierto. La responsabilidad
de las personas que no habrán explorado todos los riesgos potenciales de su actividad podría resultar
comprometida y su falta juzgada en función de los datos que debía conocer y que estaban comprendidos como
hipótesis de trabajo —científicamente plausibles— al momento de los hechos. El exige reformular entonces la
noción de prudencia que será juzgada no en función ya de lo que se debía saber sino de lo que debía haber
dudado. El principio de prevención junto al de precaución exigen reformular la noción de previsibilidad.
(24) En el caso "Silva", la Corte Suprema de Justicia (18/12/2007. Expte. 1789-04) sostuvo: "... no parecen
quedar dudas que la LRT, de 1995, es incompatible con el orden constitucional y supra-legal enunciado, puesto
que ha negado todo tipo de reparación al trabajador víctima de una enfermedad que guarda relación de
causalidad adecuada con el trabajo, por el sólo hecho de que aquélla no resulta calificada de enfermedad
profesional en los términos de dicha norma".
(25) RUBINSTEIN, op. cit.
(26) MORENO MARCOS, Marta, El principio de precaución en torno a la salud y seguridad de los
trabajadores en Europa: Propuestas para el debate, "Revista Derecho del Trabajo", Fundación Universitas, 4,
2007, pp. 265-290.
(27) CORNAGLIA, Ricardo, op. cit.
(28) RUBINSTEIN, op. cit.
(29) "Lo cierto es que, en una sociedad en crisis económica, donde el puesto de trabajo es un bien precipuo
y abunda, en cambio, la mano de obra desocupada o subocupada, no resulta fácil hacer cumplir los preceptos
legales ya que ello conlleva erogaciones elevadas y, por ende, algunos empresarios prefieren afrontar la
reparación del accidente en lugar de tomar medidas de prevención que eviten lesiones a los dependientes" (cfr.:
POSE, Carlos, op. cit.).

© Thomson La Ley 11

Potrebbero piacerti anche